La policía sospechaba de él y lo detuvo. Llegó a negar su amistad con el poeta Apollinaire.
DE PELÍCULA. EN EL RODAJE DE “LA BANDA DE PICASSO”: FERNANDO COLOMO, IGNACIO MATEOS (PICASSO), A SU LADO, EL COACH DE FRANCÉS, RAPHAËLLE AGOGUÉ (FERNANDE OLIVIER) Y PIERRE BÉNÉZIT (GUILLAUME APOLLINAIRE).
Por Guido Carelli Lynch
Cuando Pablo Picasso tuvo que elegir entre su futuro de gloria o
un gran amigo, no dudó: se quedó con la primera opción. La segunda
posibilidad tenía –es cierto– algunas consecuencias indeseables, como la
cárcel o la mismísima expulsión de Francia, que bien podría haber
significado el final de su prometedora carrera. La policía francesa
sospechaba que el creador del cubismo formaba parte de una banda
internacional de traficantes de arte; no de cualquiera; sino de la que
se quedó durante un buen tiempo con la obra más famosa y deseada de
todas; la Mona Lisa, de Leonardo Da Vinci.
Las sospechas
incluyeron la detención del poeta Guillaume Apollinaire en septiembre de
1911, un mes después de que la Gioconda desapareciera del Louvre y
hasta un interrogatorio al futuro autor del Guernica. También
existió un dramático careo entre los dos amigos en el que Picasso negó
conocerlo. El pintor, que apenas había pasado los 30, vio a su amigo
esposado y asustado, pasó dos días preso, pero no titubeó cuando los
enfrentaron y le preguntaron si lo conocía. “Jamás lo he visto”, dijo.
Las
conjeturas de la policía no eran del todo infundadas. Cuatro años
antes, en 1907, el genio español y Apollinaire sí estuvieron implicados
en otro golpe al museo. El belga Joseph Géry Pieret, amigo del poeta,
robó dos antiguas estatuillas ibéricas que terminaron en la casa de
Picasso, por el irrisorio precio de 50 francos. En 1911, Pieret robó una
tercera pieza que luego devolvió a través del Jornal del París. Picasso
utilizó las dos primeras piezas para plasmar Las señoritas de Avignon, que marcó tal vez un punto de inflexión en la historia de la pintura universal.
La
verdadera trama de este embrollo pasó desapercibida hasta que Fernande
Olivier, la modelo y por aquellos años amante de Picasso, publicó mucho
años después, en 1933, el trasfondo de esta historia en su libro de
memorias Picasso y sus amigos, prácticamente inhallable en la
Argentina. “Fue ella quien contó que quisieron deshacerse de las obras y
que Picasso era partidario de tirarlas al Sena, cosa que intentaron,
pero al final no se atrevieron porque creyeron que los perseguían.
Finalmente Apollinaire las vendió en forma anónima a través del Paris
Jornal y entonces los pillaron”, explica el director de cine español
Fernando Colomo, que se pasó buena parte de los últimos siete años
investigando el naufragio de esa amistad. Lo dice, por teléfono, en
Budapest, durante un alto en el rodaje de La banda Picasso, que
se estrenará a mediados de 2012. “Se creyó que era una banda
internacional porque era Gery Pieret era belga, Apollinaire tenía un
pasaporte ruso (aunque había nacido en Italia) y Picasso era español.
Cuando desapareció la Mona Lisa, los diarios de la época sugirieron que la policía estaba tras los
pasos de una banda que había llegado a la capital francesa para robar
grandes obras de arte. “A Apollinaire le cambió la vida, porque para
conseguir la nacionalidad francesa, tuvo que incorporarse como
voluntario en la primera Guerra Mundial, en la que resultó herido. Como
consecuencia de esas lesiones moriría dos años después, víctima de la
gripe española. No es una simple anécdota”, dramatiza Colomo, que eligió
hacer una película de ficción, “la única forma de llegar al fondo de la
historia”.
Para el director, esta tragicomedia irónica y la
trama policial son una excusa para hablar de una manera muy personal y
libre del nacimiento del cubismo y del arte moderno en general. Aparecen
personajes como Braque, como Matisse. “Quería hablar sobre Apollinaire y
Picasso, sobre la traición, pero también quería hablar de los grupos de
artistas, las amistades, los egos y sus rencillas”, insiste el
realizador español.
El protagonista Picasso es antes que un
héroe, un personaje lleno de contradicciones. “No queda muy bien porque
es un personaje que –entre la amistad y el arte– elige ser el jefe del
arte moderno. Ese episodio podría haber acabado con su carrera, porque
Picasso y Apollinarie temían en realidad que los expulsaran de Francia”.
Recién sobre el final de su vida Picasso se animó a hablar de
aquel incidente: “¿Se acuerdan del asunto en el que me vi envuelto
cuando Apollinaire robó unas figuras del Louvre? Bien, ¡si miran las
orejas de Las señoritas de Avignon reconocerán las orejas de
estas piezas escultóricas”. Quienes también miren la película de Colomo
verán además una amistad fracasada.
Fuente: clarín.com