La teoría tiene 30 años y puede aplicarse en el espacio público porteño: un ambiente degradado invita a que sea empeorado.
PorMiguel Jurado *
* Editor Adjunto Arq
* Editor Adjunto Arq
Te la voy a hacer fácil”, me dijo el Gallego que siempre
explica las cosas difíciles con pedagogía de barrio. “Si no se repara
pronto un ventana rota en un edificio, enseguida, la gente empieza a
romper otras. Y no es que la gente sea mala, que lo es y bastante, es
que un ambiente degradado invita a que sea empeorado”, me explicó
mientras apuraba su primer cortado. “Ojo que esto no lo inventé yo, ni
es nuevo –siguió–. Hace como 30 años un par de gringos, James Q. Wilson y
George Kelling esbozaron la teoría de las Ventanas Rotas, que es lo que
te conté. Claro que ellos la usaron para explicar el aumento de los
crímenes en los barrios y yo la estoy usando para ver si te convenzo de
que mantener los barrios lindos y cuidados es la primera iniciativa
política que necesita la Ciudad”.
Quise decirle que estaba de acuerdo pero el Gallego tenía todo su speech
armado y siguió. “Si no crees que esta teoría funciona, te cuento que
en 1969 un tal Philip Zimbardo, psicólogo, hizo un experimento.
Estacionó un automóvil sin patente y con el capot levantado en una calle
del Bronx, Nueva York; y otro auto igual, en una calle de Palo Alto,
California. Es decir, un barrio cutre y otro bien concheto ¿Entendés?”.
Asentí con la cabeza y el Galle siguió: “El auto del Bronx comenzó a ser
saqueado en menos de diez minutos y el de Palo Alto quedó intacto. Pero
Zimbardo no se quedó contento con eso, fue y le rompió un vidrio al
coche del barrio rico y ¿sabés qué? También lo saquearon. Conclusión: un
auto con una ventana rota es un auto que a nadie le importa, y por
tanto, se le puede saquear”.
Aproveché que mi amigo respiraba para
intentar meter un bocadillo pero no me dio tiempo. “La gente buena y
respetuosa, querido amigo, se convierte en saqueadora sólo cuando se
puede. Ahora, traslada eso a la Ciudad. Si un barrio, una cuadra o una
plaza comienzan a sufrir el deterioro del tiempo o del maltrato, entra
en un circuito vicioso del que no podrás salir ¿Sabés cuál es la
solución?”. Traté de contestarle cualquier cosa sólo para aprovechar la
oportunidad de hablar un poquito pero él mismo se contestó: “Arreglar
los espacios públicos apenas empiezan a estropearse ya sea por el uso o
por el mal trato que le da la gente. Las manifestaciones más comunes del
comienzo del deterioro son las ventanas rotas de los edificios
abandonados y los graffiti en las paredes”. Pensé en le frente de mi
casa y me reproché no haber tapado el tsunami de pintadas que tiene.
“Para los yankies –continuo el Gallego– el tema es mucho más profundo y
está ligado al crimen. Ellos dicen que la teoría de las Ventanas Rotas
acaba con el prejuicio de que el delito está ligado a la mala educación,
a la falta de oportunidades y otras hipótesis. Para Wilson y Kelling,
sus estudios mostraron que el delincuente no es un autómata que no puede
dejar de cometer delitos, sino que es sensible al entorno y delinque
donde y cuando siente que está permitido”.
Me quedé pensando en
que los espacios públicos son la Ciudad misma, que cuando son lindos, la
ciudad es linda; cuando son seguros, la Ciudad es segura y cuando están
limpios, la Ciudad es limpia. Recordé los trabajos de Medellín,
Colombia; donde el municipio construyó calles, plazas, bibliotecas,
escuelas y puentes en los barrios más pobres, todo con la mejor calidad y
un diseño que recorre las mejores revistas de arquitectura. Imaginé
lugares como la Estación Constitución o el barrio de Once transformados
en la “joya” de Buenos Aires y paré ahí. El Gallego ya estaba hablando
de la villa 1-11-14 y de llevar la cancha de San Lorenzo a Avenida La
Plata. Estaba claro que esa tarde no iba a tener ninguna oportunidad de
decir algo.
Fuente: clarin.com