Por Eduardo Parise
El día que la imagen se hizo más conocida (fue en 1962, cuando
apareció grabada en el reverso de las monedas de diez pesos), muchos
pensaron que, tanto ese trabajo como la figura del monumento que le
había dado origen, tenían un error: el caballo avanza moviendo mano y pata trasera de un mismo lado y no en forma cruzada, como lo hacen todos los cuadrúpedos
, decían al verla. Pero el error no era tal, sino que era otro acierto
del escultor que había reflejado la realidad con absoluta exactitud.
La
obra se titula El Gaucho Resero y desde 1934 es orgullo y referencia en
el barrio de Mataderos. La explicación es muy simple: el modelo que el
artista tomó para desarrollarla era un caballo criollo de los
denominados “pasucos”, que tienen esa característica forma de caminar.
Dicen que esa manera de andar hace que el jinete viaje más descansado,
con mayor estabilidad y sin sobresaltos, algo clave para aquellos
hombres que arreaban las reses (de allí el término resero) para
llevarlas al matadero.
El monumento fue realizado por Emilio
Jacinto Sarniguet (1888/1943), un escultor argentino especializado en
figuras de animales, que no sólo sabía del arte de esculpir sino que
también dibujaba, pintaba y hasta tallaba sus imágenes. Formado en la
Sociedad de Estímulo de las Bellas Artes, Sarniguet tenía otro bagaje de
información en su ADN: su papá era cronometrista en el Hipódromo de
Palermo; por eso, desde pequeño había vivido con las imágenes de los
caballos en la retina. Y aquella pasión por dibujarlos hizo que, en
1907, el Jockey Club lo becara para que se perfeccionara en Europa.
El
resultado de tanta perfección sigue luciéndose en la avenida Lisandro
de la Torre al 2300, frente a la entrada al Museo de los Corrales y al
viejo Mercado Nacional de Hacienda que, desde 1901, ocupa más de 30
hectáreas en ese barrio tan popular de la Ciudad. La realización del
monumento le fue encargada a Sarniguet en 1929 por el gobierno
municipal. Su presentación se hizo el 21 de septiembre de 1932 en la
exposición de la XXII edición del Salón Nacional, realizada en el Palais
de Glace de la Recoleta. Pero, por su tamaño, el Gaucho Resero fue
expuesto en la vereda de la calle Posadas, donde estuvo veinte meses.
Recién en 1934 tendría destino definitivo.
De acuerdo con la
investigación del historiador Orlando W. Falco (publicada en su libro
“El resero, la historia de una estatua”), el modelo que usó el artista
para su obra fue un caballo llamado “Huemul”, montado por un antiguo
resero conocido como “El cuñao Cabañas”, quienes residían en la estancia
El Cardal (en la zona de Ayacucho), propiedad de Emilio Solanet, un
criador de caballos criollos.
Después de hacer su boceto, armar un
esqueleto en madera, tener un patrón de yeso y preparar los moldes para
volcarles el bronce (se hizo en los talleres Radaelli y Gemelli, de
Juncal y Uriburu, con la técnica italiana del bronce hueco) Sarniguet
concluyó su obra con otro homenaje: sobre el anca izquierda del animal
(“del lado de montar”, como se decía en el campo) grabó el escudo
símbolo de la familia Güiraldes, como un reconocimiento a Manuel
Güiraldes, un hacendado destacado de la época.
Según la gente de
Mataderos, para que el monumento llegara al barrio fue clave la gestión
de un destacado vecino: don Fernando Ghío, un italiano que, en 1898
(cuando tenía 13 años), se instaló en la zona con sus padres. Con los
años, Ghío se convertiría en un defensor de las ideas socialistas de
Juan B. Justo. También, en impulsor de la cultura y la educación y en el
dueño de una bar frente al lugar donde está El Resero. Cuentan que allí
hubo muchos encuentros de payadores y que uno de las más famosos fue el
que realizaron José Betinotti y Gabino Ezeiza. Pero esa es otra
historia.
Fuente: clarin.com