EL MUSEO DE BELLAS ARTES,
UN CLÁSICO QUE SE RENUEVA


Veinticuatro salas refaccionadas. 
Muros coloridos y otra iluminación exaltan las obras del patrimonio nacional.

 
Silvina Premat
LA NACION

"Están en el museo más importante del país. Sólo pedimos que no toquen los cuadros, las esculturas ni las paredes", indicaba la guía al grupo de niños que ingresó ayer poco después del mediodía a visitar las 24 salas del Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA) totalmente refaccionadas. Donde hasta ahora había muros y paneles blancos ahora hay amplios espacios y paredes de colores fuertes, en excelente combinación con las luces y los tonos de los cuadros u objetos exhibidos.
El gesto de asombro de los escolares fue idéntico al de los adultos que habían recorrido esas mismas salas media hora antes. "Con esta reforma se instala al MNBA como punta de lanza para todos los museos de América latina", dijo el investigador de arte y docente universitario Angel Navarro durante la visita en la que se presentó a la prensa la obra, que abarcó más de dos mil metros cuadrados e incluyó una reubicación del patrimonio del MNBA.
Con la curaduría de Roberto Amigo, las obras de arte argentinas del siglo XIX y XX fueron situadas junto a las europeas. "Las colecciones argentinas volvieron a aparecer", dijo el director nacional de Patrimonio y Museos, Alberto Petrina.
El director del MNBA, Guillermo Alonso, agradeció al equipo de técnicos Mariana Rodríguez, Valeria Seller y Florencia Galesio, e informó que la empresa American Express financió casi totalmente las reformas por casi un millón de pesos. Alonso también anticipó que el Estado destinó dos millones de dólares para reformas en el primero y segundo piso.
El presidente de la Asociación de Amigos del MNBA, Julio César Crivelli, destacó que desde hace más de medio siglo no se hacían reformas en el edificio pensado por el prestigioso arquitecto Alejandro Bustillo e inaugurado en 1932.
La inauguración oficial de las nuevas salas se hará mañana, a las 20. Ayer participaron de la presentación a la prensa, entre otros, Josefina Blaquier, Teresa de Anchorena, Adriana Rosemberg, Sergio Baur, Silvia Fajre, Claudia Caraballo, Susy de Bary, María Herrero, Eduardo Gruneissen, Miguel Frías, Orly Benzacar, Marcela Costa Peuser, Norberto Frigerio y Cecilia Zuberbühler.

Fuente texto: lanacion.com 

ABRE UNA MUESTRA
SOBRE BORGES Y BUENOS AIRES


Los años que he vivido en Europa son ilusorios, yo estaba siempre (y estaré) en Buenos Aires”. Con esos versos como inspiración, y con la idea de rendirle un gran homenaje a su autor, a 25 años de su muerte, desde hoy y hasta fin de año la Casa de Cultura porteña, en Avenida de Mayo 575, albergará, por primera vez, una gran instalación multimedia dedicada a Jorge Luis Borges. En el marco de “Buenos Aires Capital Mundial del Libro 2011”, la muestra se llama “Cosmópolis, Borges y Buenos Aires”, y permitirá seguir y redescubrir toda la obra del gran autor argentino, desde su infancia hasta sus últimos días, y su vínculo con Buenos Aires.
La exposición, organizada por el Ministerio de Cultura porteño, fue creada por Juan Insúa y está inspirada en una muestra que fue inaugurada por primera vez en Barcelona, España, en 2002. Aquí llega con una estructura similar, pero totalmente actualizada. Y dividida en siete piezas audiovisuales creadas a partir de distintos materiales: entre ellos 150 fotografías, videos, música original y la voz del escritor de “Ficciones” incluida en los relatos.
“Quisimos que la muestra siga la obra de Borges a través de una línea cronológica y también temática, y que permita demostrar cómo es la relación de Borges con Buenos Aires a través de la obra y la biografía”, adelantó Insúa. La muestra abrirá todos los días y cada espectador podrá recorrer siete hitos de la producción borgeana: desde “Fundación mítica de Buenos Aires” y “Fervor de Buenos Aires”, pasando por un homenaje a sus maestros y un recuerdo de la época de “La muerte y la brújula”; o un sector especial que recrea la Biblioteca de Babel con un impactante hexágono espejado y varios proyectores. “Lo pensamos así para que esto sea un ‘Borges para todos’: para que la gente pueda tener una experiencia artística y conectarse con el escritor aún sin haber leído su obra”, concluyó Insúa.

Fuente: clarin.com

LA LUZ DE LOS RECUERDOS,
EN LOS
ÚLTIMOS TRABAJOS DE CARLOS GALLARDO


La opacidad del norte de Europa y la bruma de la memoria se cruzan en una serie de fotos.

ÚLTIMOS DETALLES. LUCES Y SOMBRAS EN LA MUESTRA DE CARLOS GALLARDO.

Por Mercedes Pérez Bergliaffa - ESPECIAL PARA CLARIN


Todo es un gesto de amor. Esta exhibición, también”, dice el coreógrafo Mauricio Wainrot sobre la muestra Destiempos. Compuesta por fotografías y objetos, se trata de la exposición de las últimas obras creadas por el artista plástico Carlos Gallardo, fallecido en 2008 en un accidente automovilístico. Impecable, la muestra inaugura hoy por la tarde en la galería Rubbers.
Compañero de vida y de trabajo de Wainrot, Gallardo se desempeñó durante muchos años como diseñador, vestuarista, escenógrafo y pintor, sobre todo en el ámbito del Centro Cultural General San Martín. Era un verdadero artista multimedia. Por eso lo seducía el cruce de lenguajes, esa riqueza proveniente de la mixtura de disciplinas. Esto puede verse en las salas de la galería, donde cuelgan fotos de formato mediano. Algunas son fotografías tradicionales –las de la serie “Vestigios”–, otras están intervenidas con pequeños muñequitos antiguos, nostálgicos (la serie “Theatrum mundi”).
El viaje es uno de los temas recurrentes en Gallardo. Se ve, por ejemplo, en la entrada de la galería, donde nos recibe una foto en blanco y negro del puerto de Amberes, Bélgica, ciudad donde vivieron Wainrot y Gallardo. “Nos fuimos en el 86 a hacer una obra a Suecia”, recuerda Wainrot. Pensamos que nos íbamos por cuatro o cinco meses, pero terminamos quedándonos quince años, sobre todo en Bélgica y en Canadá”.
Quizás sea por eso, por esa bruma que la distancia imprime a las cosas, que las imágenes de Gallardo en esta exposición son paisajes soñolientos, pesados, nostálgicos, bañados de una luz penumbrosa: la luz del norte de Europa. “Ocurre que en Bélgica llueve trescientos días al año”, explica Wainrot. “Es un mundo muy opaco”. Esto se percibe a través de las vistas abiertas de las fotos, de la orilla del mar envuelta en niebla o de ciertos detalles puestos en primer plano: boyas cascadas, muelles, cadenas, maderas… Eso sí, siempre grises, siempre en blanco y negro.
Debido a este clima, no es raro que Gallardo se identificara con la poesía de Olga Orozco, esa gran poeta argentina que era, además, amiga del artista. Y la verdad es que sus obras dialogan perfectamente. “Escarbaste un día en tu depósito de sombras”, escribía Orozco, casi como describiendo el arca en la que Gallardo se internaba hacia dentro de sí, a bucear, a buscar estos paisajes, estos tonos. “Sabías ya que quien olvida se convierte en objeto inanimado”, parecen responderle a las obras de Gallardo los versos de Orozco de Cantos a Berenice.
Inanimado no habría nada, entonces, en esta exposición, donde todo es recuerdo vivo, memoria.
Hay un solo trabajo que no está basado en la fotografía sino en un secreto mecanismo de metales, resortes y cartas manuscritas envueltas en resina. Se trata de Perpetual motion (“Movimiento continuo”), compuesto por las cartas que amigos y familiares del artista le mandaron a Canadá.
Las parejas de artistas pueden ser duplas explosivas, creativas, que se retroalimentan en una espiral infinita. Era el caso de Wainrot y Gallardo. “Estos años sin Carlos fueron muy difíciles, me he tenido que reinventar”, dice Wainrot. “Pero hay algo en lo que creo y es que la obra, en un momento, se desprende del artista, toma vida propia. Esto pasa con los trabajos de Carlos: están vivos, viven por sí mismos”. Como respondería Orozco: “¿No era ese tu triunfo en las tinieblas, poesía?”.

Fuente: clarin.com

HALLAN UN TESORO EN UN TEMPLO DE LA INDIA

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En una habitación subterránea

 
El templo Sree Padmanabhaswamy, en el estado de Kerala.

NUEVA DELHI (ANSA).- Un enorme tesoro de joyas, piedras preciosas y diamantes fue encontrado, durante una inspección autorizada por la justicia, en un templo hindú que pertenece a un marajá del estado de Kerala, en el sur de India, según reportaron los medios locales.
La fortuna estaba escondida en una habitación subterránea del lugar santo, que en días pasados fue abierta por una comisión nombrada especialmente por la Corte Suprema india.
De un primer examen, resulta que el valor de los bienes encontrados es de varios miles de millones de rupias (decenas de millones de dólares).
El templo Sree Padmanabhaswamy, una gran estructura de granito que se encuentra en la capital de Thiruvananthapuram, está dedicado al dios Vishnú y se remonta al siglo IX.
El templo está compuesto por seis grandes habitaciones subterráneas, de las cuales dos no habían sido abiertas nunca desde hace más de un siglo y medio.
En la época, el lugar estaba administrado por soberanos del rico reino de Travancore.
Según publicó el diario local Hindustan Times, un grupo de siete expertos, designado por el Tribunal Supremo, inspeccionó las dos cavidades del templo Sree Padmanabhaswamy.
Esa publicación local informó que en las habitaciones subterráneas revisadas se encontraron 536 kilos de monedas de oro del siglo XVIII, platos cubiertos por diamantes, rubíes, esmeraldas y otras piedras preciosas por valor de 7600 millones de euros, pero las autoridades desestimaron esas cifras.
El Tribunal Supremo de India ordenó la apertura de las cámaras después de que el abogado Sundar Rajan aseguró que el fondo fiduciario de la familia real Travancore no está en condiciones de garantizar la seguridad del templo, construido en el siglo XVI.

Fuente: lanacion.com

EL TEMPERAMENTO
SANGUÍNEO DE LOS OCAMPO


Cuadernos Privados

 

En la genealogía de Victoria Ocampo se mezclan la sangre de Prilidiano Pueyrredón, la de Juan Manuel de Rosas, la de los Aguirre, la de los Ocampo. Los Aguirre eran reservados, secos, capaces de soportar en silencio cualquier adversidad. La serenidad de su familia materna contrastaba con el temperamento sanguíneo de los Ocampo, que pasaban su existencia en un estado de trepidación crónica. Perdían la cabeza indistintamente frente a un sarampión, una tos convulsa o una indigestión tanto como ante una agonía, “con lágrimas atragantándolos por cualquier percance de orden sentimental” ( El Archipiélago, Victoria Ocampo). Los Ocampo estaban emparentados con José Hernández, el vehemente y genial escritor que se enfrentó a Sarmiento, y por lo tanto un héroe para mi familia antiunitaria.
La historia de la patria es para Victoria Ocampo menos un relato de manual que una saga familiar, y para sus padres y abuelos los enfrentamientos entre federales y unitarios eran tan políticos como domésticos. Durante la fiesta que celebraba la victoria de Caseros, el general Urquiza eligió para abrir el baile a Angélica Ocampo Regueira, futura abuela de Victoria, ya comprometida para casarse con su primo Manuel Ocampo. La fama de Urquiza por su afición a las damas fue motivo de cólera para Manuel, que hubiera preferido que se danzara la refalosa federal, en la que los bailarines no están obligados a tomarse de la mano, y no las cuadrillas. Pero dos de las Ocampo se casaron con descendientes de Urquiza, y a Rosas nunca dejaron de llamarlo “Juan Manuel” en el clan. Ellos eran los dueños de la patria... y ¿acaso su bisabuelo materno no aportó una fortuna al Cabildo de Buenos Aires para financiar la Revolución de Mayo? Podían abarcarlo todo.
Sobre la célebre tragedia de Felicitas Guerrero me atrae la versión de los Ocampo por tendenciosa, subjetiva, llena de simpatía por el asesino. Cuando Felicitas se casó con Martín de Álzaga en el año 1862, ella tenía dieciséis años y él, cincuenta y uno. La boda había sido dispuesta por los padres de Felicitas pese al disgusto de su hija. El prometido poseía setenta mil hectáreas y más de setenta millones de pesos. El hecho de que la novia tuviera una rara belleza no hace sino enmarañar más las cosas, porque sugiere que hubiera tenido más posibilidades de casarse enamorada.
En 1869 la joven tuvo que afrontar la muerte de su hijo de seis años, y luego la de un bebé recién nacido y la de su marido. El daguerrotipo que muestra su rostro no puede disimular, en la curva traviesa de una naricita respingada y unos labios que procuran permanecer serios, que el luto es guardado no tanto por el esposo perdido como por unas plegarias malignamente concedidas. Pero tenía veintiséis años, una belleza arrebatadora y la fortuna más importante de la República. De entre sus decenas de pretendientes, el más obstinado era Enrique Ocampo, hermano de la abuela Angélica, primo y cuñado del abuelo Manuel.
Una tarde Felicitas fue a recorrer su estancia La postrera y se perdió bajo una tormenta que arrancó ramas, tumbó árboles y oscureció en pocos minutos el cielo. Después de un rato de cabalgata entrevió, bajo los truenos, a un jinete cubierto por un poncho. “¿Dónde estamos?”, preguntó ella. “En mi estancia, que es la suya.” El gentil Samuel Sáenz Valiente la cobijó en el salón de su estancia, junto al fuego, mientras se secaban sus ropas. ¿Tenían alguna posibilidad de no enamorarse bajo el influjo de una escena tan romántica? Pocas semanas después estaban comprometidos.
Enrique Ocampo enloqueció de celos. Persiguió a Felicitas durante varios meses, y la amenazó con derramamientos de sangre si no accedía a su petición de matrimonio. La tarde del 29 de enero de 1872 llegó a su palacio de Barracas. Ella lo recibió en un saloncito mientras su primo Cristian Demaría, también enamorado suyo, se refugió en el comedor junto con el resto de la familia. Se escuchó una discusión acalorada y luego dos tiros. Al acudir, los hombres encontraron a Felicitas tirada en el suelo, ensangrentada, y a Enrique con un revólver en la mano y una expresión trastornada en el rostro. “El joven Demaría le quitó el revólver de la mano y le tiró dos tiros a Ocampo y allí en la misma pieza quedó muerto”, escribió Carlota Sáenz Valiente en una carta del 13 de febrero. Samuel, que recién llegaba, levantó a Felicitas y ella le pidió que no le quitaran del cuello el medallón con su retrato. Murió a la madrugada. El cadáver del asesino volvió en cupé a Buenos Aires: la abuela Angélica nunca olvidó el grito de su madre cuando vio la cara deshecha de su hijo. Al día siguiente los dos entierros se cruzaron en la Recoleta.
La justicia fue administrada, a puertas cerradas, por las dos familias. El informe oficial dictaminó que Enrique se había suicidado. Como para corroborar la teoría de Victoria sobre la naturaleza exaltada de los Ocampo, cuando la abuela Angélica le pedía que no se impacientara a causa del insomnio, el abuelo Manuel vociferaba: “¡Entonces, me joderé, carajo!”.

Fuente: clarin.com

LOS EDIFICIOS MÁS LINDOS Y LOS MÁS FEOS,
VOTADOS POR LA GENTE


Encuesta en Buenos Aires.  

Según el sondeo encargado por Clarín, los preferidos de los porteños son el Palacio de Aguas Corrientes, el Teatro Colón y el Palacio Barolo. En la otra punta, no gustan la Biblioteca Nacional, el Chateau Libertador y la Casa Rosada.


El Edificio Kavanagh

Por Miguel Jurado
Editor De Arq

Para los porteños, el edificio más lindo de Buenos Aires es el Palacio de Aguas Corrientes que se alza en Avenida Córdoba, entre Riobamba y Ayacucho. Y el más feo, la Biblioteca Nacional.
Paradojas de la arquitectura y el gusto de la gente, el primero es un enorme tanque de agua disfrazado de palacio francés. El segundo, una escultórica construcción de hormigón que asoma sobre la copa de los árboles como lo haría un enorme tanque de agua. Estos dos edificios encabezaron los rubros opuestos de la investigación que realizó Diario de Arquitectura, el opcional que publica Clarín todos los martes, para establecer la relación entre el gusto de la gente y el de los arquitectos.
Esta encuesta, que lleva el nombre de “Ciudad x Ciudad: Lo mejor y lo peor”, fue realizada especialmente por la consultora D’Alessio Irol en base a la opinión de más de 2 mil personas consultadas que dieron respuestas múltiples.
El Palacio de Aguas Corrientes encabezó el favoritismo de la gente con un aplastante 53,9 % de los votos. Atrás siguieron el Teatro Colón (con un nada desdeñable 44,5% de las opiniones), el Palacio Barolo, un ecléctico edificio de Avenida de Mayo que fue en su tiempo el más alto de la Argentina (40,6%), el Edificio Kavanagh de Plaza San Martín (25,3%) y el Malba, el museo de Eduardo Costantini en Palermo Chico (21,1%). Con 10 años de existencia, el Malba es el más joven entre los 10 edificios mejor rankeados por la encuesta. El Palacio de Aguas tiene 117 años; el Teatro Colón, 102; el Barolo 92 y el Kavanagh, 75. Este resultado se puede leer como un fuerte llamado de atención para la arquitectura contemporánea de la ciudad de Buenos Aires.
Para elegir qué edificios integraran la galería de los feos, la preferencia del público estuvo más dispersa. Encabezó el “disgusto” de la gente, la Biblioteca Nacional pero con un escaso 19 % de las opiniones. Después se colocó el Chateau Libertador, una torre inmensa llena de molduras y mansardas francesas que se levanta frente al Tiro Federal Argentino, en Nuñez. Feo con ganas, el Chateau sólo fue castigado por el 9 % de los encuestados. Apenas un poco más de lo que recibió la Casa Rosada (8%), el Teatro San Martín (7%) y el Chateau Madero (5%), primo hermano del de Libertador, pero en Puerto Madero. Dato curioso, la misma encuesta, establece que para la gente, el Teatro San Martín alcanza el puesto 16 entre los edificios más lindos de la Ciudad. Por otra parte, entre las preferencias de los arquitectos, está en el puesto 12.
El Palacio de Aguas Corrientes, que se vendría a confirmar como la “niña bonita” de Buenos Aires, se empezó a construir en 1887 en base a un diseño del ingeniero inglés John Bateman. El frente fue recubierto con 170 mil piezas de cerámica y 130 mil ladrillos vitrificados traídos de Inglaterra. Siete años después ya le daba agua a los escasos 500 mil pobladores de la Ciudad. El barrio más poblado era Balvanera y la zona de Callao y Córdoba, donde se construyó, era poco menos que un descampado.
Por su lado, la Biblioteca Nacional es una obra que consumió 30 años para verse terminada. Fue ganada por concurso en 1962 por Clorindo Testa (una especie de genio de la arquitectura argentina), junto a Francisco Bullrich y Alicia Cazzaniga. Para los arquitectos, el edificio es un emblema del brutalismo, movimiento arquitectónico que hacía furor en el mundo durante la convulsionada década de los 60. No por nada, la misma encuesta establece que la Biblioteca Nacional figura en el décimo puesto de la preferencia de los profesionales, con un 9,7% de los votos.
La encuesta de Diario de Arquitectura buscó establecer el gusto de la gente y el de los arquitectos pero, además, indagó sobre los lugares de la Ciudad que el público considera más agradables y cuáles ve como francamente desagradables. En estos rubros, también la opinión pública estuvo muy dispersa, pero quedó claro que el lugar que más le gusta a los porteños es el barrio más nuevo de la Ciudad: Puerto Madero (14%). Lejos quedaron los barrios tradicionales que forjaron la identidad de Buenos Aires y nutren las letras de los tangos. Recién en el sexto puesto aparece San Telmo, con un 7,2% de los votos.
Detrás de Puerto Madero, el lugar más fashion de la Capital, donde los departamentos se cotizan a US$ 4.000 el metro cuadrado, se encolumnaron otros lugares “paquetes” de Buenos Aires: los Bosques de Palermo (13,2%), el barrio de Palermo (10%), Recoleta (8%) y Plaza San Martín (8%). Parece que hoy, la mayoría de los porteños orienta su preferencia con los mismos criterios que los turistas.
Cuando se le preguntó a la gente que lugares de la Ciudad eran los más desagradables, se estableció una tendencia indiscutida: la mayoría eligió barrios en los que los centros de trasbordo entre colectivos y ferrocarril estropean todo . El peor rankeado fue Constitución, con el 13,4% de los votos. Lo siguieron Once (10,6%) y Retiro (6,9%). Después salieron desfavorecidos por el público lugares de la zona sur, la eterna promesa de la Ciudad.

Hay coincidencias con la opinión de arquitectos.  

Para ellos el número uno es el Kavanagh. Pero valoran varios igual que la gente.

No son pocos los que suponen que el gusto de los arquitectos vive alejado de las opiniones de la gente común. Sin embargo, otra cosa es lo que establece la encuesta “Ciudad x Ciudad: Lo mejor y lo peor”, la investigación que encargó Diario de Arquitectura (opcional de Clarín que aparece los martes) para conocer los edificios y los lugares que más gustan y que menos gustan entre la gente y los profesionales.
El edificio de Buenos Aires que prefieren los arquitectos es el Kavanagh, una emblemática torre de departamentos de lujo que se alza en Plaza San Martín. Para la gente, ese rascacielos es una de las cuatro construcciones más bonitas de la Ciudad. Lo mismo ocurre con el Palacio Barolo, la obra que el italiano Mario Palanti construyó en Avenida de Mayo hace 92 años. Los arquitectos lo eligieron en segundo lugar y el público en tercero. A su vez, la máxima beldad de Buenos Aires según la gente, el Palacio de Aguas Corrientes, de Avenida Córdoba 1950, también logró una buena nota entre los profesionales (tercero). Y algo similar ocurrió con el Teatro Colón: fue segundo para la gente y quinto para los arquitectos.
Tampoco hubo muchas diferencias entre público general y arquitectos a la hora de dictaminar qué edificio es el más feo de la Ciudad. Para los profesionales (y por abrumadora mayoría), el Chateau Libertador, una torre afrancesada que se levanta en Núñez, se lleva todos los silbidos . Fue elegido como el más feo por el 33 % de lo encuestados. Tal vez ese no parezca un porcentaje muy alto, pero la contundencia de ese fallo radica en que los cuatro edificios que le siguen en la desconsideración de los profesionales no juntan ni 20 puntos porcentuales sumado el resultado de todos.
En cuanto a los lugares más agradables de Buenos Aires, para los arquitectos pican en punta Puerto Madero (16,2%) con los Bosques de Palermo (13,9%) y Plaza San Martín (8,1%). Como dato distintivo, surge que los arquitectos valoran más que la gente común barrios tradicionales como San Telmo. En la encuesta profesional, figura en cuarto lugar, y entre el público, baja al sexto puesto.
La coincidencia es casi calcada a la hora de decidir qué lugares son los más desagradables de la ciudad. Entre los cinco que menos le gustan a los arquitectos figuran los mismos que para la gente: Constitución, Once, Retiro, Riachuelo y Plaza Miserere. Todos barrios estropeados por las estaciones de tren. Un mensaje para las autoridades.

Edificio Kavanagh


Fue el primer edificio de la Ciudad con aire acondicionado central. Se construyó en 1936, en sólo 14 meses. Y su diseño remite a la proa de un barco, mirando hacia el Río de la Plata. Tiene 120 metros de altura y 105 unidades. Su dueña, Corina Kavanagh, vivió allí, en una unidad de 700 m2.

Fuente: clain.com

CUADROS
CON LA BLANCA INTENSIDAD DE LA NIEBLA



Inaugura una muestra de obras que se inspiraron en un percance meteorológico.



Por Ana María Battistozzi

A punto de tomar el avión que lo trajo a Buenos Aires desde Bogotá donde acaba de inaugurar una muestra en la galería Sextante, Juan Lecuona, recibe por teléfono las últimas referencias al montaje de la exhibición que inaugura hoy en la galería Jorge Mara-La Ruche. Para esa cita comprometió su presencia puntual. A menos que la bruma invernal o las cenizas volcánicas dispongan lo contrario.
Justamente la serie de pinturas blancas que presenta ahora y constituyen el núcleo central de la exposición, tienen que ver con un percance meteorológico que lo tuvo cinco días varado en un aeropuerto. De aquella experiencia surgió la idea de llevar a la tela –que es el lugar que finalmente acoge sus ideas– la intensidad o transparencia de la niebla. Así fue cómo nacieron todas estas pinturas de un blanco atmosférico que Mara colgó minuciosamente, una junto a otra, en vibrante relación con una roja que enfrenta al visitante como el ábside de una iglesia, ni bien llega a la sala de exhibición.
Artista globalizado más allá de sus propios deseos, Lecuona confiesa que hubiera preferido un paréntesis de quince días en San Pablo, donde tiene el taller que en los últimos tiempos le ha facilitado buena parte del aislamiento para el trabajo que dio lugar a su más reciente producción.
El conjunto que presenta está integrado por esas grandes pinturas blancas y algunas rojas, como la que ocupa la tapa y contratapa del catálogo que acompaña la muestra –y que Mara define como “monocromos”– más una serie de trabajos pequeños sobre papel que, según explica el artista, nacieron de sobrantes de impresiones. Estas, a su vez, tienen un lejano vínculo con trabajos que presentó en 2002 en el Centro Recoleta. Aquí se trata de intervenciones pictóricas sobre estos restos de impresiones previas que, a partir de unas figuras muy leves, rompen el estatismo de una trama óptica de base, la movilizan y le aportan gracia.
Quienes recuerdan los últimos trabajos que integraron la antológica del artista en 2008 en la sala Cronopios del Centro Recoleta, advertirán en este conjunto un importante cambio que básicamente está dado por el movimiento que afecta al conjunto de la obra. Tanto en las pinturas monocromas, que incluyen una serie de azules –no exhibidas aquí pero sí en Bogotá– como en los papeles. En las telas, el blanco, azul y rojo han sido elaborados por capas que dejan al descubierto formaciones geométricas como desprendimientos de otros planos. En los papeles, en cambio, se trata de oportunos toques que se agregan a esos “sobrantes de impresión” previos.
No debiera sorprender que ambas muestras –la de Bogotá en Sextante y la de Buenos Aires en Mara– compartan un mismo catálogo. También comparten una sensible aproximación al universo de las publicaciones, a través de cuidados catálogos y libros de artista. Mara, a través de las publicaciones que acompañan todas sus muestras. Sextante, a través de su filial Arte Dos Gráfico, conocido en nuestro medio por haber editado, entre otros libros de artista, el de Yuyo Noé A Oriente por Occidente y el más reciente La Balada de Timoteo, de Daniel Samoilovich y Eduardo Stupía.

Fuente: clarin.com