EN ALEMANIA. EUROPA
ABRE SUS PUERTAS AL ARTE ARGENTINO



Buenos Aires, invitada especial a la feria más antigua del Mundo.

Las obras de la argentina Nicola Costantino, en uno de los stands de la feria de Colonia. / Celina Chatruc

Celina Chatruc - Enviada especial Colonia, Alemania.-


Bajo la llovizna que cae sobre esta ciudad, que acaba de abrirle al arte argentino una de las principales puertas de Europa, Daniel Hug da una pitada a su cigarrillo y dice sin dudar: "América del Sur es uno de los mercados de arte que más rápido están creciendo". Así explica el director de Art Cologne su interés por Buenos Aires, ciudad a la que convocó como invitada especial a la actual feria de arte moderno y contemporáneo, que es la más antigua del mundo. Obras de grandes maestros valuadas en millones de euros comparten el mismo techo, hasta pasado mañana, con las de 17 artistas argentinos. Dos de ellos, Nicola Costantino y Guillermo Kuitca, participan en forma paralela en una impecable muestra en el Museo Morsbroich, que reúne a un dream team nacional para potenciar la presentación a coleccionistas de Alemania, Bélgica y Holanda. "Todo el mundo conoce a Ruth Benzacar porque participa en Art Basel -observa Hug-. Pero no es suficiente que un país esté representado por una sola galería." Gracias a este suizo-estadounidense, nieto del artista de la Bauhaus László Moholy-Nagy, Art Cologne logró recuperar en los últimos dos años algo del terreno perdido frente a la suiza Art Basel. La 45a. edición de la feria reúne casi 200 galerías de 24 países, incluidas algunas de las más importantes del mundo. "Después del boom del arte chino y africano, en Europa tenemos que mirar a América del Sur", dijo a La Nación Robert van der Valentyn, responsable de una de las tres casas de subastas más importantes de Alemania, mientras destacaba la gran calidad de las obras de Raúl Lozza en el stand de Daniel Maman. Ubicado en el sector VIP de la feria, Maman presenta un amplio panorama que va desde la década del 40, con el arte concreto y el perceptismo (lo más reconocible para los alemanes, por su tradición abstracta), hasta las obras contemporáneas de Kuitca y Costantino. Con sus frisos, que representan fetos de chanchos enterrados, Nicola capturó gran parte de la atención en Colonia, mientras exhibe una muestra individual en la prestigiosa Fundación Daros, en Suiza. Anoche cocinó "pollos bebés" para 25 coleccionistas y directores de instituciones en la casa de Carl Friedrich Schröer, uno de los críticos de arte más importantes de Alemania y dueño de un canal de televisión ( www.eiskellerberg.tv ). Entre los jóvenes en ascenso se cuenta Tomás Espina, ganador del Premio arteBA-Petrobras 2009 y el primer argentino en vender una obra en Art Cologne, antes de su apertura al público. Representado por Ignacio Liprandi, que lo llevó a las ferias ARCO (Madrid), Armory Show (Nueva York) y MACO (México), realizará una muestra el año próximo en Art & Public, en Ginebra. Pierre Huber, dueño de la galería, ya le compró varias obras. También la consultora Cosmocosa, que comparte un stand con Chez Vautier, vendió a un coleccionista alemán una obra de Guillermo Faivovich y Diego Goldberg; es un registro de su proyecto "Una guía a campo del cielo", con el que participarán en 2012 de la Documenta de Kassel, una de las exposiciones de arte contemporáneo más importantes del mundo. En tanto, León Ferrari, ganador del León de Oro en la Bienal de Venecia de 2007, y Jorge Macchi, que a fin de mes inaugurará una importante retrospectiva en el museo SMAK, en Bélgica, se cuentan entre los 14 artistas argentinos que integran la muestra del Museo Morsbroich, curada por Heike van den Valentyn. Impulsado por Cristina Sommer, el proyecto de traer arte argentino a Alemania demandó cuatro años de trabajo. Finalmente, obtuvo el apoyo de dos fundaciones culturales alemanas y del ministro de Cultura porteño, Hernán Lombardi, que insiste en la importancia de posicionar a Buenos Aires como capital cultural y de conquistar nuevos mercados para los artistas locales. Aquí, en el corazón de Europa, las puertas ya están abiertas.


Fuente: lanacion.com


UN DOCUMENTAL SOBRE EL JUICIO DE NUREMBERG REVIVE EL HORROR NAZI



El documental "Nüremberg: It's lesson for today" revive los horrores cometidos por el régimen nazi con una rigurosa crudeza que conmovió al público del Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires (BAFICI).

Un documental sobre el juicio de Nuremberg revive el horror nazi - EFE

Buenos Aires, 15 abr (EFE).- En una especie de viaje en el tiempo, el film, de producción alemana y estadounidense, combina imágenes del juicio contra los principales acusados del régimen de Hitler, otras de la Segunda Guerra Mundial y otras que probaron durante el proceso el horror al que eran sometidas las víctimas en los campos de concentración. Esta cinta es fruto de la minuciosa restauración del documental que 1948 dirigió Stuart Schulberg, padre de la prestigiosa productora de cine independiente Sandra Schulberg, quien, junto al documentalista Josh Waletzky, recuperó este material histórico exhibido en Alemania en 1948 y 1949, pero prohibido en Estados Unidos y jamás visto en el resto del mundo. El nuevo documental, estrenado en 2010 en Estados Unidos, se nutre del material fílmico utilizado como evidencia en el juicio de Nuremberg, así como de imágenes del proceso, celebrado entre noviembre de 1945 y octubre de 1946, explicó hoy a Efe Sandra Schulberg, de visita en Buenos Aires para acudir a la proyección de la película, en el marco del festival que finaliza este domingo. Schulberg encontró en 2003 una copia de 16 milímetros del antiguo film guardada en cajas en un viejo armario cuando fue a vaciar la casa de su madre, que había fallecido el año anterior. "Eso hizo que quisiera restaurar el documental. A partir de allí descubrí una historia fascinante y me di cuenta de que ni mi papá ni el periodismo habían contado la realización del juicio, ni el uso de estas películas probatorias" durante el proceso de Nuremberg, dijo. Ese tribunal fue el primero en la historia que aceptó usar películas y fotografías como parte de la evidencia para condenar a los nazis. Uno de los encargados de recorrer Alemania en busca de registros filmados del horror nazi fue Stuart Schulberg, quien también recibió el encargo de elaborar la película oficial. La copia de esa película hallada por su hija en las cajas "ya no servía de mucho, así que recurrí a otra copia mejor, de 35 milímetros, obtenida tras investigar en "los archivos nacionales de Estados Unidos y documentos de Alemania", explicó Schulberg, con más de 20 años de trayectoria como productora y directora de finanzas de la industria cinematográfica. El antiguo documental sólo había sido exhibido en Alemania ya que EEUU decidió no exhibirlo en otros países porque, entre otras cosas, uno de los fiscales del juicio de Nuremberg era soviético. "El documental fue víctima de la guerra fría y, además, Estados Unidos pensaba que el largometraje iba a suscitar un nuevo odio hacia los alemanes", en un momento en que se intentaba despojar a la nación europea del fantasma del horror nazi, explica Schulberg. Finalmente, el film ha vuelto a revivir después de que un laboratorio especializado restaurara el material, se reconstruyera el sonido y la música, y se grabara nuevamente la narración, sin perder el aire histórico y dramático que conservan las imágenes. "Que Nuremberg sirva de advertencia a todos los que planean y lanzan una guerra agresiva", afirma el fiscal estadounidense Robert Jackson, en uno de los pasajes que exhibe el documental. Sin evadir las crudas imágenes de las víctimas en los campos de concentración y su agonía en las cámaras de gas, la película también muestra la estrategia bélica de Hitler, escritos que constataron los crímenes nazis y los argumentos a los recurrieron los acusados en sus últimos intentos por minimizar hechos que eran innegables. El gran juicio contra los veinticuatro principales acusados del régimen nazi, desarrollado en la Sala 600 de Nuremberg, terminó el 1 de octubre de 1946 con la lectura de las sentencias, entre ellas once penas de muerte "en la horca". A este primer proceso de las potencias aliadas siguieron, entre 1945 y 1949, varios juicios, en la misma sala, contra presuntos artífices directos de crímenes nazis o sus cómplices. Los aliados decidieron trasladar el juicio a Nuremberg por ser un escenario simbólico durante el nazismo ya que esa ciudad acogió entre 1933 y 1938 los grandes congresos del Partido Nacionalsocialista para glorificación de Adolf Hitler.


HOMENAJE A LUIS BENEDIT



Despedimos al artista argentino recordando nuestra última charla con él, a mediados del año pasado.



Despedimos a un gran artista argentino, Luis Benedit. Tuvimos la oportunidad de hacerle una nota en el otoño pasado. Nos fuimos a San Antonio de Areco, donde tenía su casa de fin de semana, y descubrimos un impactante jardín. Después, en la entrevista, nos confesó que había estudiado Arquitectura del Jardín en Italia, y que amaba y trabajaba su tierra. Diseño exclusivo de Benedit, nos abrió las puertas de su casa con generosidad y nos mostró otra faceta de su ímpetu y talento.

Texto: Belén Ancizar / Fotos: Ángela Copello




Luis Benedit: artista plástico y arquitecto. Pero además, a través de una beca italiana, estudió Arquitectura del Jardín de la mano de Francesco Fariello. Un amor a la tierra que viene de sus largas estadías veraniegas en una estancia en Entre Ríos, más los viajes y estudios de jardines en el mundo lo convierten en casi un experto. Su jardín en San Antonio de Areco es prueba irrefutable de que hay talento y sentido estético. Podemos decirlo con sólo mirarlo. Vivirlo será lujo de unos pocos. El jardín impacta. El proceso no parece importar. Es el fin que justifica. Podemos contar que era una carnicería, que pertenecía a una anciana que prometió vendérsela a Luis Benedit cuando cumpliera sus 100 años. Mujer de palabra, hace ya unos 20 años el terreno de una hectárea pasó a manos del artista. Recién hace unos diez comenzó el verdadero proceso de creación.



Es una obra de arte, con la gracia de un espíritu sensible y humilde. Sin ánimos de vanagloriar su persona, no puede más que adjetivarse así. Es que nada parece ser trabajoso para él, ni demasiado premeditado, ni tan grandioso como se ve. No hay grandilocuencia en las palabras. No hay rótulos que puedan definir el jardín.
Sólo es "un jardín distinto", dice su hacedor.Y nosotros vemos más. La tierra como soporte, y las líneas que trazan los ejes. Primero, un eje desde la casa -sobre la calle, porque era una carnicería, recordemos- hacia el fondo del terreno. Como remate, una glorieta.Luego algunos ejes curvos que atraviesan y comienzan el dibujo. "Digo 'ejes' porque es una cosa limpia", explica Benedit. Más lejos de la casa, pasto alto, pasto corto, algo que creyó haber inventado, orgullo de una creación estética y práctica a la vez. "Esto se llama high and low, y existe desde el siglo XVI. Pero yo no lo había visto y creí, muy contento, haberlo inventado".Pero volvamos al principio, a no más de diez años atrás. El lugar estaba bastante descuidado. Había una palmera vieja, unos paraísos y unas moras por ahí. Yuyos y más yuyos entre restos de alambrados y mucha basura. Cuando la carnicería se convirtió en casa, obra del Benedit arquitecto, comenzó el trabajo del jardín, pero sólo lo más cercano a la vivienda.



Una cosa fundamental fue la instalación del riego, ya que en general el lugar se habita sólo los fines de semana.Es un jardín de sombra. Verde, con estructura y fuerza. "Siempre me gustaron los jardines italianos, que no tienen flores. Mucho verde, mucho recortado". Hay paraísos, aromos, una magnolia, un roble que nació de una bellota de la estancia La Elisa de Juárez Celman, alcanfores, una vieja palmera. Unos contenedores con cañas forman algo parecido a un pasadizo. Un laberinto o recorrido termina o empieza en una escultura art déco que compró Benedit. Otros lugares, otros recorridos se proponen entre el pasto alto y el pasto corto. Senderos de ladrillo también señalan que es posible adentrarse entre la profusión del follaje. El agua es importante, da luz, refleja.Además de la pileta que atraviesa el eje principal, hay un estanque. "Siempre pienso en hacer algo con más agua. No me llegó el día", cuenta. Trabajar y pensar en el jardín son algunas de sus pasiones declaradas, pero los viajes y las exposiciones lo mantienen lejos de Areco. Claro, no olvidemos que disfrutarlo es casi una obligación. Siempre con la radio de fondo.Alguna vez escuchó por radio cuáles eran los síntomas de la vejez en las personas. Por suerte, se salteó varios, aunque no pudo dejar de aceptar que cada vez le gusta más el jardín. Pero lejos de la pasividad, lo que más disfruta hacer allí es cortar, podar, el trabajo duro.




"Después me enteré de que gastaba más calorías que caminando, así que quedé encantado", agrega, con un humor sutil que fuimos descubriendo a lo largo de la entrevista.No es, como podría imaginarse, un muestrario de obras del artista. Las varias esculturas de fiberplast que escoltan senderos y emergen entre tanto verde son de la autoría de Julián, su hijo menor y único entre los cinco hijos que eligió el arte como camino de vida.Los bancos "a la catalana", en cambio, están hechos por Luis y tienen su sello, trabajo artesanal y meticuloso.Por obra y gracia de Luis Benedit, el jardín es síntesis de buenas decisiones y buen gusto. ¿Será lugar común decir que este lugar se parece al Paraíso? Porque quién no querría caminar entre la espesura que se propone, tomar aire justo cuando está el pasto recién cortado, sentarse bajo tanta sombra a la hora del té, ser testigo del cielo rojo que deja morir el día. En noches cerradas, los sonidos que habitan el jardín darán testimonio de que no es una ilusión. Allí estará, vivo y brillante, al día siguiente. mediados del año pasado.

Fuente: Revista Jardín

AL ESTILO DE LUIS F. BENEDIT



Paciente laberinto de líneas

Luis F. Benedit - Foto Emma Livingston




Un hombre se propone la tarea de dibujar el mundo. A lo largo de los años puebla un espacio con imágenes de provincias, de reinos, de montañas, de bahías, de naves, de islas, de peces, de habitaciones, de instrumentos, de astros, de caballos y de personas. Poco antes de morir, descubre que ese paciente laberinto de líneas traza la imagen de su cara” La cita de Borges la trae Benedit, sentado en el escritorio de su pied à terre porteño en una tarde de otoño. La resume, todavía más breve de lo que es, cuando la conversación versa cuestiones de periodización de su obra: “Yo cambio mucho. Cada varios años cambio, lo cual tácticamente no es bueno, porque uno no llega a ser reconocible con una determinada imagen. Pero creo que en el fondo, siempre hacés lo mismo aunque físicamente los objetos o cuadros sean distintos. Como el cuento de Borges de ese señor que se dedica a dibujar el mundo, y al final de su vida, mira y ha dibujado su cara. Yo creo que, en el fondo, uno está atrás de una sola idea”. Muy de Benedit huirle a los compartimentos estancos de las etapas estéticas, la parafernalia retórica de la crítica y los ismos (“hay todo un blabla que no me interesa”, dirá más adelante en relación con otra cosa). Por otra parte, el atajo resulta doblemente lúcido, puesto que Borges utiliza el microrrelato en el Epílogo de El Hacedor, para ejemplificar que se trata del más personal de sus libros. Después de todo, ya el artista ha sido largamente analizado. Se lo ha definido como un fuerte exponente del arte conceptual. Se ha explicado que su obra transitó varias etapas que –resumidas– podrían enunciarse como cierta versión propia del Por Art en pinturas sumamente personales de los ´60; experiencias biológicas y físico-químicas con las que buscó realizar un análisis de las costumbres individuales y colectivas del hombre contemporáneo; otra serie, ya a comienzos de los ´70, con el foco puesto en la tensión entre lo natural y lo artificial en el medio campestre; una indagación pictórica en algunos temas de la cultura de masas y lo infantil; y finalmente, a partir de mediados de los ´80, una reflexión en torno de la propia identidad cultural –período del que la exposición Circular Nº 1, realizada en 2002 en la galería Daniel Maman, resultó una síntesis brillante–. Si hubiera que decir cuál es el tema, la imagen de su cara en la metáfora borgiana, quizás habría que centrarse en esta última etapa (aunque con prefiguraciones en las anteriores) y a las preocupaciones en torno de la identidad cultural: “Creo que uno es hijo o víctima de sus circunstancias; me interesan las identidades regionales, más que nacionales, con resonancia universal. En general todo es global, pero de alguna forma reconocible en algo geográfico. Me pasó en Australia que quise ver artistas australianos y pensé que eran alemanes”. Lo cual, no hace falta aclararlo, resultó en una decepción. “Más que con tradiciones culturales –explicará luego– creo que he trabajado sobre sucesos y personajes que para mí son hechos políticos en el sentido amplio de la palabra. El primer alambrado marca el paso de una Argentina acultural, silvestre, a una cultural. El primer toro que se trae acá, es cuando empiezan a pensar una vaca como una máquina de carne. Yo hice una obra sobre eso que está en Rotterdam, en Lever. He hecho muchas obras sobre cuchillos, también los he diseñado, y si tuviera que elegir una cosa, un solo objeto que represente la “argentinidad” (las comillas son suyas), sería ése, un cuchillo. ¿Violento? Por supuesto, este país lo ha sido siempre”. Alambrados, cuchillos… pero también boleadoras, botas de trabajo, el gaucho, huesos de animales: de entre todo el universo disponible como punto de partida, Luis Benedit ha perseverado en elegir un puñado de elementos y figuras, para manipularlos o simplemente señalarlos. Pero lo ha hecho descreyendo de las interpretaciones, los homenajes y la nostalgia: “Cuando yo hacía esas cosas, era como devolverle una honorabilidad a esos objetos. Era un rescate de la nada. El solo hecho de tomarlos y ponerlos en una galería, en un museo, ya es indicativo. Les das una lectura nueva y pasan a ser otra cosa”. Interesante definición del quehacer artístico. La imagen y el contextoEl enorme peso del repertorio campestre dentro de las tradiciones nacionales no se le oculta a nadie. En el caso de Benedit, se ve además alimentado por una fuerte presencia de lo rural en su biografía. El campo es el paisaje de su niñez. Los veranos en la estancia familiar en Entre Ríos, una enorme extensión de tierra que daba al Paraná, un lugar de una rusticidad tan primitiva como genuina, marcó a fuego su experiencia del mundo. Sus recuerdos más íntimos datan de aquel escenario (ver Anecdotario). “Siempre me ha interesado más la fenomenología del interior y lo rural, que lo urbano. Siempre que he vivido afuera, si pensaba en la Argentina pensaba en el campo, no en la ciudad”, asegura. Continuando con lo nacional, los efectos por la pertenencia a un pueblo o territorio, no se agotan en los temas. También determinan condiciones de posibilidad… o de imposibilidad. “Los artistas de la región no tenemos la capacidad mental para imaginarnos el volumen y la complejidad de una obra que puede sí pensar un norteamericano. No es que no puedas hacerlo, no podés pensarlo”, afirma convencido. “Suponete que alguien acá piensa una obra muy importante, muy compleja; y que consigue el financiamiento que necesita y la puede hacer. Después, ¿qué hace con ella, empezando por que no tiene dónde ponerla?, y ¿a quién se la vende? Yo tenía un amigo artista y músico, tartamudo… que me decía Nnnno me hacen mmmmi obra. ¿Y por qué no te la hacen? Nno, mmmuy difícil. ¿Pero cuál es el problema, el cantante, el coro? El coro. ¡Pero acá hay buenos coros! Y me dice, no, sssson tres mil personas. ¡Ah bueno vos también…!”. En este contexto de limitaciones, no ha sido menor el rol de Benedit en relación con las nuevas generaciones. El no haber sido un clásico docente de taller abierto, lo hace minimizar la cuestión: “No me siento con autoridad moral para enseñarle nada a nadie. No soy de esos artistas que tienen muchos alumnos; son vocaciones, y claramente yo no la tengo”. Sin embargo, ha hecho aportes, quizá el más tangible su participación en el llamado Taller de Barracas, una iniciativa de la Fundación Antorchas que duró varios años y que posibilitó que quienes obtenían la beca, siguieran una especie de tutoría con Benedit y Pablo Suárez. Sin abandonar su escepticismo, él guarda un grato recuerdo de aquella experiencia: “No me arrepiento, nos divertíamos en el taller con Pablo, y sobre todo siento que saldé una deuda haciendo algo por la gente joven”. Autodidacta, él no conoció la misma oportunidad: “Antes te decía que en realidad uno está atrás de una sola idea, pero lo que te puede suceder es estar de una idea mala. Eso es lo que decía Octavio Paz, hemos estado demasiado tiempo atrás de malas ideas. Por eso una cosa que me impulsó a participar de lo de Barracas, fue que cuando era chico yo no tuve alguien que me dijera ésta es la buena idea. A un artista joven en general se le ocurren muchas cosas, lo difícil es saber cuál es la buena. Aparecen chicos de lo más contentos con algo, y les decís, mirá, esto lo hizo fulano hace veinte años, y lo hizo muy bien. O pasan al lado de cosas buenas y las descartan. Es ahí donde creo que estas cosas sirven. Una lástima que no siguiera el taller ése”.El diploma olvidadoLuis F. Benedit, o Tatato, como se lo conoce, pertenece a ese grupo de individuos que, habiendo tenido una vocación artística temprana, hicieron la carrera de arquitectura. Es llamativa la cantidad de ejemplares (sobre todo de su generación) que dieron el mismo rodeo. “Eso pasa acá, no sucede en otras partes del mundo”, reflexiona el interesado. Es claro que, en determinado momento de la historia y de nuestra sociedad, el arte no era una opción; y la arquitectura, que sí lo era, se le acercaba lo suficiente. No todos siguieron el mismo camino; Jacques Bedel y Clorindo Testa, con trayectorias parecidas y considerados por Tatato como amigos, alternaron ambas facetas o incluso quizá alcanzaron mayor reconocimiento como arquitectos. En cambio en Benedit el artista tuvo mucho más espacio que el profesional de la arquitectura. “Si voy por la calle y me dicen adiós arquitecto, sigo caminando; no me reconozco”. Sin embargo, hizo varias obras, la última de escala considerable, el Banco Morgan (Corrientes y 25 de Mayo). También proyectó varias viviendas particulares –alguna consignada por D&D–. Pero si hubo una casa a la que se dedicó con esmero, es la propia, en tierras de San Antonio de Areco, donde intenta pasar la mayor cantidad de tiempo posible. “¿Rancho criollo?”, se le pregunta. “No, bruta estancia”, revela con su gráfica concisión. El campo es el lugar de la creación, un sitio donde además Benedit puede desarrollar a piacere la menos conocida de sus pasiones: el diseño paisajístico, una disciplina que pudo aprender de manos de un gran maestro (Francesco Fariello), cuando hace toda una vida obtuvo una beca para estudiar en Italia y se sumergió en la “fenomenología de los jardines, desde Babilonia para acá; un gran arte perdido que pude descubrir y que me marcó mucho”. Volviendo a Areco: “Ahí no suena el teléfono, no me invitan a comidas… es donde realmente trabajo”, relata con añoranza desde el departamento que lo aloja en sus fatigosas estadías urbanas. Más allá de que su presencia en la ciudad lógicamente es parte de su trabajo –o por lo menos de lo que le permite vivir de su tarea artística– el lugar no está nada mal. En rigor son dos departamentos contiguos convertidos en uno solo, en plena city porteña, en un edificio de la arquitectura más noble, con alturas generosas y materiales de gran calidad. A mano de todos sus recorridos habituales, con un módico taller, una especie de oficina, el escritorio donde transcurre el encuentro, un estar y un dormitorio, Benedit no pide más. El clima interior, por otra parte, es sumamente personal y agradable: está ambientado a imagen y semejanza de la estética y las necesidades de su morador, plagado de obras propias y de algunas de amigos, de muebles y objetos también de diseño propio sumados a piezas contemporáneas, algún recuerdo de familia y varios toques de humor. Benedit asocia su formación arquitectónica con su tendencia hacia lo conceptual: “Siempre me preguntan si uno pone cosas de una en otra y viceversa, y no es eso. Lo que pasa es que la disciplina te da una forma de pensar distinta, tenés una cabeza proyectual; estás acostumbrado a una cantidad de variables al mismo tiempo, te imaginás la obra antes de hacerla. No tiene nada que ver con un artista expresionista que tiene una tela en blanco, un pomo de colorado y pinta a ver qué sale. En el artista “tradicional”, la obra tiene un devenir mientras se hace. En un artista conceptual, la obra está hecha en la cabeza antes de realizarla; corporeizarla es un paso nada más. La idea precede totalmente a la ejecución. Hay infinidad de artistas después de los 70 que mandan a hacer la obra, lo cual no les quita ningún mérito. Está afuera de sus manos”. Nacido en el año 1937 y recibido en el ´63, la que aprendió en Buenos Aires fue, ya, una arquitectura netamente moderna. Estos lineamientos fueron a superponerse a su afición natural por la “la arquitectura popular, la arquitectura sin arquitectos”. Benedit recuerda que a poco de terminar la facultad, se fue a vivir a España, donde pudo comprobar que lo que ahí se enseñaba era “antidiluviano, con temas como el pabellón en el parque y esas cosas”. Como sea, en Europa vio con sus propios ojos todo lo aprendido y, de todo lo recorrido, fue el Barroco lo que más le interesó. Más acá en el tiempo, “siempre me han gustado el Art Déco y el Racionalismo”.¿Benedit bis, entonces? No: la expresión le cabe a la boutique de Rosa y Juana – talentosas diseñadoras de indumentaria, las únicas mujeres entre los cinco hijos que tuvo–. Pero no a él, en quien no conviven dos sino tres: al Benedit artista y arquitecto se suma otro, el diseñador. Más allá del juego de palabras, así como todos los temas son el mismo, todas las actividades son una sola también. ¿Quién podría afirmar que en la creación de una mesa hecha de huesos pulidos a punto marfil intervino el diseñador y no el artista? Un interrogante que es aplicable a la totalidad de su obra vasta y multifacética.Lo cierto es que el rol de diseñador ocupa cada vez más tiempo entre sus actividades, y, en paralelo, el espectador de diseño le va ganando terreno al de arte. “Si vos me preguntás ahora qué es lo que más me excita ver, son cosas de diseño (estoy medio harto del arte contemporáneo). Hace años ya que el mundo se está estetizando. Oíme, un frutero en Columbus Circus de Nueva York tiene un señor que viene a la mañana y le ordena las manzanas y las naranjas. Y debe tenerlo, porque el de la otra cuadra lo tiene también”, manifiesta en uno de sus pragmáticos ejemplos. Desde cómodas con siluetas de gauchos en una especie de marquetería transcultural hasta impecables sets de cuchillos, es variado el repertorio de elementos que el autor diseña y manda producir.“Harto” y todo como se proclama, Benedit trabaja en la preparación de una gran muestra individual que tendrá lugar en el Malba entre fines de este año y principios del próximo, y el proyecto lo entusiasma en serio. En lo inmediato sucede lo mismo: se lo nota ilusionado con el camino que fue tomando la obra que presentará en arteBA 2008: “Voy a estar con la galería Wussmann en el Open Space. En realidad es una obra que estoy haciendo para el Eco Center de Puerto Madryn, de impronta ecológica, titulada Captura incidental, sobre la pesca no selectiva. Es un delfín de tamaño natural en fiber-glass y huesos. A través de un corte se va a ver todo el esqueleto, la columna vertebral de un delfín real, con unas luces arriba”, detalla. La descripción promete espectacularidad. ¿Bisagra hacia otro momento de su obra? Quizá simplemente otro pliegue en ese paciente laberinto de líneas que se repite, consistente, desde hace casi cincuenta años. Ya lo decidirá la posteridad, que sin lugar a duda reservará para sus colores vibrantes, sus trazos (que sí son reconocibles) y sus huesos con rótulos de neón, un lugar destacadísimo en el anaquel del arte contemporáneo argentino. Anecdotario“Una vez mamá me explicó cómo ponías una semilla, y como salía la planta, en un jardín, y daba flores, y yo agarré un reloj de papá y lo enterré, pensé que iba a salir un arbolito de relojes. No me acuerdo de cuando lo enterré, pero sí me acuerdo de mamá y un señor que no sé quién era que me llevaban por el jardín a ver dónde lo había enterrado. ¿Dónde lo enterraste? Aquí. No, no, aquí. Y yo iba señalando. Nunca lo encontramos. Eso me acuerdo como si fuera hoy. Y otro recuerdo muy íntimo, también en el campo, es que yo tomé teta hasta los cuatro años. Y un día me hicieron elegir entre teta y un triciclo, y yo elegí triciclo. Y me acuerdo patente que abren el baúl de un auto negro… y adentro había un triciclo”. Benedit cuenta episodios, no adjetiva ni interpreta. Es un artista que ha aprendido la lección. La canción de las ciudades“Hace poco fui a Berlín, estuve viendo cosas nuevas. Algunos edificios nuevos son notables, pero me impresionó que el conjunto no tiene identidad urbana. No han conseguido un tejido urbano distinto. Si bien individualmente los hay muy buenos, uno atrás y al lado de otro, no consiguen una estructura urbana nueva, son como una sucesión de lobbys en planta baja que no es interesante. En cambio en la parte vieja de la ciudad, que tiene una traza tradicional, hay muchos huecos dejados por las bombas donde se han hecho edificios nuevos que están encajados dentro de una trama reconocible. Esa mezcla de muy nuevo, antiguo y más antiguo en una traza tradicional, es mucho más interesante”. “Creo que un ejemplo para Buenos Aires es Madrid. Yo he vivido ahí durante mucho tiempo y la he visto transformarse en una forma notable. No es una gran ciudad monumental de Europa, pero la han limpiado, valorizado, y convertido en una ciudad muuuy agradable. Y lo han hecho en 20 años: para nosotros, es el modelo”. LFBArte oficial“Alguna vez dije que no hay un gran arte hasta que no es oficial, pero no me entendieron. Yo no hablé de arte oficialista, sino que quise decir que el estado es el único que tiene los recursos para hacer una política publica en relación con el arte”. LFB


Texto: Sol Dellepiane A.


Publicado en D&D


Para la reproducción parcial o total de este texto debe figurar el nombre del autor y la siguiente leyenda: "Texto de la revista D&D Diseño y Decoración en Argentina. Registro de Propiedad Intelectual Nro 130324"




LUIS FERNANDO BENEDIT Y SU FITOTRÓN



LUIS F. BENEDIT CON SU OBRA.

El Museo de Arte Latinoamericano, Malba, expone en el primer piso de su edificio la obra Fitotrón, del artista Luis Fernando Benedit, que se trata de un vivero hidropónico. Las plantas en su interior crecen sin tierra ni luz solar. En su habitáculo de plexiglás y aluminio en el que son alimentadas por luz artificial y nutrientes con sus raíces enterradas en piedritas de origen volcánico. Fitotrón es una reflexión desde el arte de sistemas sobre la imitación de la vida, sobre un futuro sin agua, sobre hombres sin alimentos, sobre ciudades superpobladas. Por su increíble vigencia puede entenderse que resultara atrevido en el contexto en el que fue hecho. En los 70, cuando la frase cultivos transgénicos, no tenía difusión y cuando no era común que los artistas metieran en museos seres vivos en tanto creaciones de arte. A fines de los 60 se encuentra con su amigo, el científico Antonio Batro que se dedicaba al estudio de la inteligencia artificial, fue él quien le pidió que diseñara un habitáculo para observar en vuelo a las abejas. "Ahí se me ocurrió trasladar esta experiencia con seres vivos a una dimensión artística" dice Benedit. En 1972 Benedit es invitado a exponer en el MOMA (Museum of Modern Art). Aquel año, en Nueva York, monta por primera vez el Fitotrón. Una estructura en aluminio y acrílico transparente, especie de invernadero o cámara científica. Es un cultivo hidropónico: una plantación de vegetales sobre un suelo de roca volcánica, que recibe el riego periódico de una solución de nutrientes que, a su vez, se drena y recicla entre 200 litros de agua y minerales que circulan de manera automática y mecánica. Un conjunto de lámparas mezcladoras de 250 voltios es la fuente de luz, que asegura la fotosíntesis. Calculado el proceso y sus variables, el Fitrotón es una máquina eficiente para el desarrollo de la producción agrícola.


FITOTRÓN

El objeto fue expuesto en el MoMA acompañado por un conjunto de dibujos realizados durante su estudio y construcción. Se trata de planos, alzadas, vistas, detalles constructivos, diagramas de la instalación. Son esquemas a lápiz y tinta, coloreados o acuarelados, rigurosamente técnicos o a mano alzada, con notas, datos, medidas, referencias. El uso -en especial de los sistemas proyectivos, perspectivas y cortes axonométricos- es característico de la obra de Benedit. Aparecen y desaparecen, permanecen o se transforman en cada serie. Sus croquis acentúan la fragilidad de axiomas como arte / ilusión, verdad / ciencia, y son una caja de resonancia perfecta para la experiencia artística. El Fitotrón utiliza conocimientos de cibernética, botánica, etnología y química, informaciones de genética, horticultura, hidroponía, paisajismo y experiencias de ingeniería y arquitectura. El espectador - lector tiene la posibilidad de contemplar el invernadero como un objeto poco práctico y, sin duda, inusual para un museo; sentirse esquizo entre bellas artes y ciencias, estética y saber; puede, incluso, molestarse. Pero, vale la pena insistir, no evitar la tentación de interrogar. El tema es la distancia. Acercarse, querer estar con la obra, aleja, paraliza. Ir en relación juntos, plegarnos y desplegarnos en mutua compañía es la llave para descubrir o recuperar experiencias distintas, curiosidades, ganas, sensaciones, ideas, complicidades con otros mirones también atrapados entre la duda y la intriga. Finalmente, es simple, naturaleza / cultura, orgánico / artificial, estímulo / reacción, arte / ciencia, jugar / aprender; individuo / sociedad, libertad / autoridad. Nacer, crecer, desarrollarse, adaptarse, vivir. Las plantas de Benedit están en eso, reciben estímulos y reaccionan. Pero a los hombres la realidad nos incita a formular proyectos, suponer posibilidades, poner en acción intenciones y compromisos, dar respuestas.


1937 - LUIS FERNANDO BENEDIT - 2011
CRONOLOGÍA BIOGRÁFICA



Benedit con obras de su última exposición en el Malba.



Luis Fernando Benedit nace en Buenos Aires en 1937. Pintor autodidacto, sus primeras obras se relacionan con la estética del informalismo. Su trayectoria plástica se inicia en la década del sesenta, con un conjunto de trabajos realizados en base a esmaltes industriales. 1963 Se gradúa de arquitecto en la Universidad de Buenos Aires, viaja a España para especializarse en arquitectura popular; reside dos años en Madrid.


1967 - Es becado por el gobierno italiano y estudia paisajística en Roma. Comienza a investigar la posibilidad de transformar el hábitat de los animales. Exhibe su primera obra, en la que introduce peces. 1970 - Representa a la Argentina en la XXXV Bienal de Venecia, donde expone la obra Biotrón , con cuatro mil abejas vivas que podían optar entre la alimentación natural y la artificial. En esta etapa, su obra se inscribe en las manifestaciones de arte conceptual ligadas al ecologismo. Realiza experiencias biológicas y fisicoquímicas y produce numerosos hábitats artificiales que evidencian estructuras de comportamiento animal y vegetal. 1971 - Integra junto a otros artistas conceptuales el Grupo de los 13, posteriormente llamado Grupo CAYC. 1972 - Primer artista latinoamericano invitado a exhibir en el espacio Proyects del MoMA, Museo de Arte Moderno de Nueva York. Presenta Fitotrón, un cultivo hidropónico. 1973/1978 - Obras ejecutadas en lápiz y acuarela sobre papel, que incluyen descripciones lingüísticas y la representación en escala de sus dibujos: animales, insectos, carretas y ranchos. Posteriormente, objetos y herramientas que produjeron cambios en la estructura productiva del campo argentino.
1977 - Obtiene el Gran Premio por la obra colectiva presentada en la XIV Bienal de San Pablo. 1977/1982 - Acuarelas y objetos realizados a partir de los dibujos de su hijo Tomás, de siete años en ese entonces. Son obras que exhiben tres etapas: el dibujo original del niño, el plano analítico del diseño basado en su composición, y el objeto final.


Benedit - Silla A



1980 - Su discurso se centra en la reflexión acerca de la identidad cultural, la problemática regional y el rescate de la memoria histórica, temas que ya se han manifestado previamente y que persistirán en la obra posterior.
1984/1986 - Trabajos compuestos mediante la interrelación pintura y objeto. Símbolos que aluden a la actividad del gaucho y a la vida del campo: duelos, cuchillos, etc. También trabaja en una serie de dibujos basados en las litografías del pintor costumbrista Juan León Pallière (1823-1887).
1986/1988 - Pinturas y objetos formulados a partir del relevamiento de la flora y fauna de la Patagonia realizado por Charles Darwin entre 1831 y 1836 a bordo de la nave Beagle, comandada por el Capitán Fitz Roy. También trabaja sobre las primeras imágenes de indígenas registradas por el pintor sevillano José del Pozo en 1789, durante la expedición de Alejandro Malaspina a los Mares del Sur.
1987 - Obtiene el Primer Premio de Pintura del LXXVI Salón Nacional.
1986/1991 - Serie de reinterpretaciones de la obra del pintor argentino Florencio Molina Campos (1891-1959): acuarelas, dibujos y objetos. Herramientas que introdujeron cambios culturales en el campo y serie de obras basadas en el formato de las viviendas populares llamadas Ranchos, en materiales disímiles como crin de caballo, trozos de ramas, lana o terrones de azúcar.
1991/1998 - Instalaciones que llama Obras-Informe y que involucran diversos elementos como proyecciones, minerales, cueros y documentación. Diseños especiales, como lámparas y cuchillos, y producción de muebles en piezas únicas.
1996/2002 - Primeras piezas realizadas en hueso de vaca y caballo. Mesas, sillas, objetos de distinto formato y paneles con señalética luminosa que indican el consumo de carne argentina en distintos años. Objetos de madera y mercurio sobre sitios nacionales paradigmáticos como faros o el Hotel de los Inmigrantes. Ranchos realizados en un solo bloque y en distintas clases de mármol. 2002/2009 - Piezas de hueso. Acuarelas basadas en reinterpretaciones de obras de los pintores Madí y Concretos. Carbonillas de gran formato basadas en iconografía indígena y descendientes de caciques pampeanos.



MURIÓ EL PINTOR ARGENTINO LUIS BENEDIT



Arquitecto de profesión, Benedit nació en Buenos Aires en 1937. Se definía como un artista "figurativo de base conceptual" y afirmaba que la arquitectura influenció más a su arte plastica que al revés. Sus obras figuran en la colección permanente del MoMA. Aquí una entrevista de la Revista Ñ publicada en mayo del 2009 y testimonios de Adriana Rosenberg, presidenta de la Fundación PROA; el pintor Luis Felipe Noé; y Guillermo Alonso, director del Museo Nacional de Bellas Artes.

LUIS BENEDIT. Buenos Aires, 1937-2011


“Fue un artista muy libre, pero de una gran rigurosidad”, elogió el plástico Luis Felipe Noé.

“Además de su talento, rescato su permanente búsqueda de lo nacional”, recordó Guillermo Alonso, director del Museo Nacional de Bellas Artes.

“Era un referente cultural permanente, muy activo institucionalmente”, dijo Adriana Rosenberg, presidenta de la Fundación PROA.

Publicado originalmente en la Revista Ñ, 15 de mayo del 2009

Por Mercedez Pérez Bergliaffa

"Vivimos sobre montañas de hueso que no vemos pero existen", dice el artista Luis Benedit, mientras mira con cariño una de sus esculturas-perro, hechas con restos de vacas.

"¿De quiénes serían esos huesos, Benedit?", le preguntan.

"No son sólo de desaparecidos," responde el artista, "sino de todas las generaciones que nos precedieron. Todos vivimos sobre montañas de huesos", concluye. ¡Vaya material con el que crear esculturas!, ¿No? Porque no hay hueso que se salve de llevar memorias de amor, de locura y, sobre todo, de muerte.

¡Qué pavadita de material, se echó Benedit, para esta muestra que realiza actualmente en el MALBA!

Así, el artista-óseo se encuentra en esta tarde de otoño pensando en voz alta y echando vistas a la sala del museo, observando todo con atención.

Porque no quiere que se le escape detalle de su muestra Equinus Equestris, inaugurada ayer mismo.

La exposición, que parece hacer especial referencia a los caballos, abarca, en realidad, mucho más que eso.

Comienza con la médula espinal de los recuerdos del artista: las memorias de cuando era chico y pasaba los veranos en el campo con su familia; los recuerdos de los peones y la gente del lugar.

La obra trata sobre su amor a la tierra, a los animales y a las piedras que encontraba en el camino; a los perros compañeros (por eso hay tres esculturas dedicadas a uno de ellos, que murió).

La exhibición la conforman huesos, grabados sobre espejos, chapas esmaltadas, carbonillas, pequeñas acuarelas y una instalación, entre otras obras de diversos materiales.

Y todo este combo se mezcla bien con la experiencia de los 70 años que tiene el artista, con sus recuerdos campestres.

Benedit vuelve al campo, del que nunca se fue.

De manera elaborada: la exhibición del MALBA es de una calidad impecable.

Con obras muy originales.

Como la instalación Caballo enfermo, que muestra los 54 puntos de posibles enfermedades equinas.

O como los retratos de esos indios de la Pampa, dibujados sobre tela con carbonillas y lápices, con un volumen y sombreado muy personales, típicos de la obra de Benedit.

"Yo no pensé en hacer un caballo de forma metafórica. Sólo pensaba en el sujeto caballo y en la ubicación de las enfermedades porque vi un esquema con eso, que eran como puntos de acupuntura ecuestre", aclara.

En general, de Benedit se dice que tiene un pensamiento "muy argentino".

¿Es verdad, Benedit? "Bueno", responde el artista, "un crítico de arte norteamericano me decía: 'He leído sobre Argentina y creo que puedo llegar a comprenderla a través de sus escritores, pero no a través de sus artistas plásticos'.

Creo que nunca se ha terminado de escribir en artes plásticas sobre eso, nunca se ha planteado el problema. Siempre hemos escrito una historia del arte rioplatense en base a homologar los movimientos artísticos de afuera, pero nosotros también tenemos arte, a veces bastante malo, pero tenemos uno."

Hacía más de siete años que Benedit no exponía, lo que es raro, dado que es uno de los artistas argentinos más reconocidos a nivel nacional e internacional, amén de que fue formador de "chicos-éxito" (dirigía el mítico Taller de Barracas, que hizo nacer a la mayoría de los artistas jóvenes que hoy son conocidos).

Parece un tipo que ha visto mucho y aspira a la simpleza.

"Me gusta el campo", dice, sintéticamente.

¿Está haciendo lo que tiene ganas de hacer, Benedit?

Sí, varias de estas obras eran cosas que hacía años quería hacer.

Una hacía como treinta años que la tenía en la cabeza.

¿Tiene alguna ilusión no cumplida respecto de su obra?

Bueno, esa de vivir en el pueblito, con mi taller, y venir a Buenos Aires cada tanto. Aunque siempre tengo ideas sueltas que aparecen. Yo las voy anotando en un cuadernito. Y ahí quedan, a veces durante años. Después, revisándolos, me acuerdo de ellas hasta que forman una imagen obsesiva. Recién entonces, sí, las hago.