GLAMOUR. MANUEL MUJICA LAINEZ SE “LOOKEABA” CON ESTILO DE DANDY. |
Fue nuestro primer artista pop. Nació en el año del Centenario y en el día en que se conmemoraba la muerte de Sarmiento: el 11 de septiembre de 1910. Lo llamaron Manuel Bernabé Mujica Lainez, pero todos lo conocemos como Manucho. Fue un dandy aplicado que tenía el don de la ubicuidad: estaba siempre en todos los lugares en los que hay que estar para ver y ser visto. A pesar de una vida social tan apabullante, encontró tiempo para escribir unos 30 libros, dar varias veces la vuelta al mundo y publicar cientos y cientos de artículos sobre literatura y arte. Durante tres décadas fue brillante cronista del diario La Nación. Dio fiestas memorables aquí y en su mítica casa cordobesa, que salían en las tapas de las revistas y no se perdió una función del Gran Abono de ópera en el Colón. Le gustaba cultivar una imagen frívola. Coqueteaba con la ambigüedad sexual: una rara ambigüedad, ya que no engañaba a nadie, ni siquiera a las abuelas que trataban de mostrarse escandalizadas por sus alusiones muy directas en una época en la que no se podía ni siquiera mencionar la homosexualidad.
Como sus amados Oscar Wilde y Jean Cocteau, Manucho comprendió que el arte moderno se centra en la pose . Pero su pose fue tan estentórea que, durante las últimas décadas de su vida, ocultó su obra; la relegó a un segundo plano. A pesar de que sus libros se vendían masivamente, era más conocido como personaje de la noche porteña que como el gran narrador que fue. En sus mejores libros ( Misteriosa Buenos Aires -1949-, Aquí vivieron -1950-, La casa -1954-) se deja oír el último aliento de la elite porteña que alcanzó su cima en el Centenario.
La fama y la popularidad las alcanzó en los 60, cuando la dictadura de Onganía prohibió la ejecución en el Colón de la ópera Bomarzo , que contaba con libreto suyo y música de Alberto Ginastera, y que estaba basada en su monumental novela homónima, publicada en 1962.
Sus otros libros históricos ( El unicornio -1965-, El escarabajo -1982-), centrados en personajes inmortales que van narrando, de siglo en siglo, las aventuras de un alma que no es capaz de sosiego, son los que más abundan en largos fragmentos de prosa decorativa. Esa tendencia hacia el preciosismo descriptivo, Manucho la comparte con Enrique Larreta: ambos admiradores de Gabriele D’Annunzio, padre del estilo que los llevó a privilegiar en demasía la belleza de cada frase, de cada período y de cada párrafo.
Hijo de una familia patricia, Manucho gozó desde siempre la situación privilegiada que dan el dinero y el poder, pero jamás abusó de ella. Fue extrañamente querido por todos en una época en la que abundaron las luchas políticas y las disputas de camarillas.
La anécdotas sobre su vida eran la comidilla de todos, desde los escritores más conservadores hasta los de izquierda. Solía aparecer con chalecos estentóreos, monóculo y bastones ricamente ornamentados. Siempre acompañado de jóvenes, que cambiaba con cada temporada. Una vez un amigo, en un teatro, le presentó a su joven acompañante como “sobrino” y Manucho le dijo que ya lo conocía: “Fue mi sobrino el invierno pasado”.
Manucho Mujica Lainez perteneció a la misma generación que se inicia con Borges (once años mayor) y que va hasta Bioy y Cortázar (cuatro años menores) y que incluye a Arlt, a Sábato y a Bianco. Cuando cumplió 20, el golpe de Uriburu enterró para siempre la república que había soñado la generación del 80. Durante los años peronistas estuvo, como Borges y Bioy, en el bando opositor. En los 60 aplaudió los cambios que irrumpieron con el surgimiento de la cultura juvenil, pero los vivió desde afuera. Cuando murió, el 21 de abril de 1984, era más conocido como personaje de la farándula que como escritor. Fue muy moderno antes de tiempo y ahora lo vemos como un escritor de otra época. Siempre fue un poco anacrónico: como los grandes artistas.