Por primera vez en Buenos Aires.
La muestra que abrió el viernes en el Moderno exhibe 74 trabajos que el pintor nunca puso a la venta.
La muestra que abrió el viernes en el Moderno exhibe 74 trabajos que el pintor nunca puso a la venta.
En marcha. Los últimos arreglos antes de que se abran las puertas de la exposición. Foto: Andrés D'Elía |
Ana María Battistozzi
Pablo Picasso es uno
de los artistas visuales más taquilleros del presente. Lo es desde aquella
emblemática retrospectiva de 1981 que le dedicó el Museo de Arte Moderno de
Nueva York (MoMA) y demostró al mundo que una exhibición podía cambiar el
rostro de una ciudad y convertirla en un imán capaz de atraer miles de
entendidos y turistas. Es sabido: la sola mención de Picasso hoy convoca
multitudes. Sea alrededor de un escuálido conjunto de grabados, cerámicas y
servilletas con la paloma de la paz y su firma –como los que llegaron a este
país en más de una ocasión– o de un conjunto de gran consistencia como este que
llega al Museo de Arte Moderno de Buenos Aires desde el Museo Picasso de París
y se podrá ver a partir del viernes.
Son
setenta y cuatro obras sobre papel que pertenecieron al propio artista hasta su
muerte y luego sus herederos ofrecieron al estado francés como parte del
impuesto a la herencia. El acuerdo permitió el nacimiento del fascinante museo
Picasso en el barrio de Le Marais. Así se abrió una de las más completas
colecciones del artista integrada por más de cinco mil piezas.
De
ese importante patrimonio, lo que ahora viene por primera vez a la Argentina , tras la
selección que realizaron la directora del Moderno Victoria Noorthoorn y su
equipo de trabajo, es un conjunto más que suficiente para ofrecer al público un
sólido recorrido retrospectivo por la obra de Picasso.
"Retrato de Françoise", 1947. Carbonilla sobre papel vélin de dibujo. Foto: © 2016 Sucesión Picasso / SAVA, Buenos Aires. |
La
organización en el espacio del museo es cronológica; se inicia en 1897 en
Barcelona, cuando el artista tenía apenas 16 años y termina en 1972, un año
antes de su muerte. Entre un extremo y otro se suceden de modo exuberante las
múltiples líneas de investigación que fue explorando en sucesión y
simultáneamente. Desde las melancólicas figuras expresivas, asociadas a las
épocas azul y rosa de los primeros años del 1900 y la dura primera estadía de
juventud en París, a la indagación que reconduce sus intereses hacia la
escultura ibérica y el arte africano para arribar luego a la experimentación
cubista que compartió con Georges Braque. Todo esto en el breve tiempo
transcurrido entre 1901 y 1909.
Resulta
imposible no evocar entonces aquella afirmación de Octavio Paz respecto de la
inigualable dimensión proteica de su producción que lo identifica con los mayores
cursos del arte del siglo XX. Así un importante grupo de “papier collés” de los
que produjo en los años de la primera guerra europea y dieron lugar a
fructíferos debates entre notables teóricos convive con trabajos que lo
aproximan a las perspectivas libertarias y relativas que promovió el
surrealismo, curiosamente desde sus investigaciones cubistas.
“Buscamos
armar una exposición que no caiga en lugares comunes frecuentes de la obra de
Picasso”, explica Victoria Noorthoorn. Uno de ellos es el énfasis que sucesivas
exposiciones pusieron en las mujeres que pasaron por su vida. Un pasaporte al
éxito de público que muchas instituciones –incluido el MoMA– no pudieron
evitar.
“Tampoco
encasillarlo en categorías estilísticas como el cubismo analítico, el cubismo
sintético, el surrealismo, sino entender a Picasso como un artista muy
interesado por la realidad que lo rodea y volviendo sobre sí mismo para
retroalimentarse permanentemente”, agrega la curadora de la muestra.
"Tres bañistas", 1920. Pastel sobre papel vélin. Foto: © 2016 Sucesión Picasso / SAVA, Buenos Air |
En
la recorrida se advierte el interés de Picasso por ciertos maestros, con
observaciones precisas que son la base de sucesivas reformulaciones creativas.
Velázquez, El Greco, Ingres, Delacroix, Cézanne. De cada uno toma algo al
tiempo que los disecciona, conservando su esencia pero transpuesta a un
lenguaje que es el de Picasso; un lenguaje inquieto en permanente cambio.
La
selección incluye dibujos relacionados con las colaboraciones que realizó para
el Ballet Ruso de Diaghilev. También retratos de sus mujeres, algunos más
esbozados, otros más precisos: Olga Koklova, Françoise Gilot y Dora Maar.
Varios dibujos en los que parece empeñado en comprender la lógica de la línea
de Ingres. Como así también una tinta –Monster
de Boisgeloup (1935)– que en cierta medida participa de la
estética de Sueño
y mentira de Franco, la serie de grabados que anticipa algunas de
las figuraciones de Guernica.
Muchos de estos trabajos integraron la retrospectiva del 81 en el MoMA.
El
dato no hace sino respaldar la coincidencia entre Victoria Noorthoorn y Emilia
Philippot, curadora asociada del museo francés, que ubican al dibujo como un
territorio fundamental en las investigaciones artísticas de Picasso. Es allí
donde se ponen de manifiesto las diferentes elaboraciones y reelaboraciones que
impulsan al artista de una búsqueda a otra. Es en ese gran laboratorio de
formas, al decir de Philippot, “donde se revela el flujo de su imaginación en
permanente actividad”.
FICHA:
Pablo Picasso: Más
allá de la semejanza,
Se inaugura el
viernes, a las 19, y sigue hasta el 28 de febrero en el Museo de Arte Moderno
de Buenos Aires (avenida San Juan 350).
Entrada: $ 20. Martes,
gratis.