NIKOLAUS HARNONCOURT, 1929 - 2016
EL GRAN MAESTRO DE LA MÚSICA ANTIGUA

       Un director honesto. Foto AP


Pablo Gianera 

Hace tres meses casi exactos, el 5 de diciembre del año pasado, el mundo musical se conmovió cuando el director Nikolaus Harnoncourt hizo circular una nota manuscrita que empezaba diciendo: "Mis fuerzas físicas exigen la cancelación de mi planes futuros". Fue triste enterarse entonces del retiro de los escenarios del gran maestro, pero nadie esperaba que el protagonista de una de las aventuras más apasionantes de la interpretación musical en el siglo XX se extinguiera tan pronto. Ayer, sin embargo, su mujer, Alice, dio a conocer la noticia. "El sábado Harnoncourt expiró, rodeado de sus seres queridos. Tenemos la mayor tristeza y la mayor gratitud. Fue una relación maravillosa."
"Con él termina una época", dijo también Thomas Angyan, Intendant del Musikverein, la sala vienesa que era también un poco la casa del director. ¿Cuál es esa época que termina? La de un pionero, junto con Gustav Leonhardt, de las corrientes de interpretación historicista, que nos enseñaron a tocar y a escuchar de otra manera la música del barroco y del primer clasicismo. Aunque seguramente le disgustaría que se lo definiera como tal, Harnoncourt fue una especie de lúcido arqueólogo musical, alguien dedicado a limpiar críticamente la pátina de equívocos interpretativos que se acumularon durante siglos en el repertorio antiguo. Con la fundación, en 1953 y en colaboración con su esposa, de la agrupación Concentus Musicus Wien, la práctica de la música antigua salió por primera vez a la luz pública y, por decirlo así, se profesionalizó.El problema con el que se topó Harnoncourt en su momento fue cómo ser fiel a una música (la antigua) que dejó de tocarse durante siglos y se convirtió en una lengua extranjera.La respuesta fue que la fidelidad al texto no debía asfixiar la fidelidad a la obra: una interpretación es fiel a la obra "cuando se acerca a la idea que tuvo el compositor cuando la creó". Es aquí donde empieza propiamente la utopía arqueológica, cuya primera medida consiste en modificar la visión deformada por la óptica romántica del siglo XIX e institucionalizada en los conservatorios, cuya irrupción, después de la Revolución Francesa, borró la relación entre maestro y discípulo.En esa línea, Harnoncourt, además de un director fuera de serie, fue el más honesto de todos. Pero deja no solamente un ejemplo de integridad artística, sino también grabaciones que son ya de referencia y un pensamiento que precipitó en los escritos y entrevistas reunidos en El diálogo musical, La música como discurso sonoro y La música es más que las palabras, libros a lo que habrá que volver una y otra vez.Había nacido en 1929, en Berlín, pero era austríaco hasta la médula (le gustaba decir que cuando dirigía las sinfonías de Anton Bruckner sentía "el olor de la tierra") y el corazón de su repertorio, que conoció primero como violonchelista, era la música centroeuropea y específicamente vienesa, de Schubert a los Strauss. Solía decir que no existía ninguna versión históricamente correcta o simplemente auténtica: "Es algo imposible, ilusorio, un debate de charlatanes". Después de todo, la obra no era para él la letra, sino lo que se esconde detrás de las notas: el sentido. Tal vez era ésa la verdadera obsesión del director, que ponía en acto sus ideas con versiones que renunciaban a la lisura habitual con que se escuchan Mozart, Haydn o Beethoven en las salas de concierto y ofrecía lecturas escarpadas (basta pensar en su idea de la sinfonía Heroica como crítica del heroísmo), plenas de claroscuros. Supo llevar las lecciones antiguas a un repertorio no necesariamente antiguo.El propio Harnoncourt condensó su sabiduría en una especie de divisa que cualquier intérprete, sea o no sea historicista, podría grabarse a fuego: "Tenemos que saber qué es lo que la música quiere decir para saber qué es lo que nosotros queremos decir con ella".

SALE A LA LUZ UNA OBRA INÉDITA DE PICASSO
PINTADA EN SU NIÑEZ

        «Retrato de hombre viejo» cuelga en la Sala Picasso de La Coruña - EFE


Se calcula que puede haber 200 pinturas del artista, aún sin certificar, colgadas en domicilios de esta ciudad gallegaMás de 200 pinturas de Picasso cuelgan de las paredes de muchos domicilios de La Coruña, donde el artista malagueño aprendió a pintar cuando todavía era un niño, pero sin certificar, una laboriosa tarea que está empezando a ver la luz con obras como la que se ha presentado hoy, «Retrato de hombre viejo». Esta pequeña tela de 15,8 por 15,5 centímetros es un retrato minucioso, lleno de detalles y de gran expresividad, pintado entre finales de 1894 y principios de 1895 en La Coruña, en su última etapa de estancia en la ciudad, y que guarda rasgos semejantes al resto de la obra que se guarda de esta época.En este periodo se confirma el salto de calidad con retratos pintados en el 95, entre los que destacan los protagonizados por hombres barbudos como «Retrato (hombre barbudo)» y «Cabeza de hombre barbudo», una temática a la que regresará en su etapa azul (1901-1904) y de la que ya no se desprenderá.

Esta obra inédita se podrá ver a partir de mañana en la Casa Picasso de La Coruña, coincidiendo con el 121 aniversario de la primera exposición del pintor en la capital herculina. Pertenece a una colección particular y fue el abuelo de su actual propietaria quien lo compró directamente a Picasso. Ha permanecido en Estados Unidos y París estos últimos 25 años y está valorado en un millón de euros, aproximadamente.

Como ésta se calcula que existen más de 200 obras de la época coruñesa de Picasso sin certificar, según el comisario de la muestra y experto en arte Joan Abelló, quien plantea la realización de estudios profundos en esta ciudad sobre la atribución de obras de Pablo Ruiz Picasso, porque «es un filón de investigación muy apetitoso».
La gran apuesta es conseguir que «Retrato de hombre viejo» se quede en La Coruña, un trabajo lento al que están dedicando todos sus esfuerzos porque «han aparecido multitud de cuadros firmados por P. Ruiz pero no están contrastados».

RÉCORD: PAGAN 500 MILLONES DE DÓLARES
POR DOS OBRAS DE ARTE DE WILLEM DE KOONING
Y JACKSON POLLOCK

Las compró Kenneth Griffin, un estadounidense que es figura del mundo de las finanzas. Con un precio de 300 millones, el De Kooning alcanza a un Gauguin como los cuadros más caros de la historia.
        Una fortuna. Adelante, el cuadro de De Kooning y detrás, el Pollock, en el Instituto de Arte de Chicago.

Por Mercedes Pérez Bergliaffa
Ayer se supo, y suena increíble pero es real: se pagaron 500 millones de dólares por dos obras de arte contemporáneo (mejor dicho, del siglo XX) vendidas hace poco. La venta se realizó hace unos meses pero se decidió hacerla pública recién ahora. ¿Y quién pudo pagar semejante cantidad de dinero? Uno de los personajes más poderosos del mundo de las finanzas de los Estados Unidos, el norteamericano Kenneth Griffin, inversionista nacido en Florida, de 47 años, fundador de Citadel LLC (fondo especulativo con sede en Chicago) y dueño de una fortuna personal estimada en unos 7.400 millones de dólares. De esta manera, Griffin realizó la compra de obras de arte –dentro de la categoría categoría “Contemporáneos”- más cara de la historia.
Las dos obras son Interchange (1955) del pintor expresionista abstracto estadounidense Willem De Kooning, y Number 17A (1948), de Jackson Pollock, también expresionista abstracto del mismo país. Es decir, la Escuela de Nueva York está cotizando a precios desorbitantes. El De Kooning costó 300 millones, mientras que el Pollock costó 200.
Así, el De Kooning se sitúa como el cuadro más caro de la historia junto con Nafea Faaa Ipoipo, de Gauguin, que alcanzó ese precio hace un año.
Griffin ya había armado revuelo en el mundo del arte hace un año atrás, debido a otra compra: Abstraktes Bild, una pintura del alemán Gerard Richter por la que pagó 46 millones de dólares. La venta se hizo en Sotheby´s de Londres luego de una puja entre el comprador y el vendedor, y es el precio más alto del mundo pagado por una obra de un artista en vida. Y lo pagó Griffin, quien también tuvo el amable gesto de donar el último diciembre 40 millones de dólares al Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York. Fue considerada una de las donaciones más grandes jamás hechas a esa institución. También donó 120 millones de dólares a la Universidad de Harvard, institución en donde estudió y comenzó a hacer su fortuna: allí, en su cuarto de estudiante, logró que le instalaran una antena parabólica gracias a la que pudo seguir sus inversiones y comenzar a construir el imperio.
Las obras que adquirió ahora las cedió al Instituto de Arte de Chicago, donde se exhiben juntas.
Griffin hace unos 20 años que viene armando su colección de arte. Desde hacía 12 años – y hasta el año pasado- con su ex esposa, Anne Dias Griffin, otra gestora de fondos.
A pesar de poseer una colección tan importante y de realizar semejantes compras, el inversor se manifiesta escéptico frente al mundo del mercado de arte: opina que está lleno de especuladores. Lo dijo unos días después de que se subastara en noviembre pasado una pintura de Amedeo Modigliani , Nu couché, por 170,4 millones de dólares. La compró un coleccionista chino, Liu Yiqian, ¡con tarjeta de crédito! Ahora convertido en un millonario inversionista, sin embargo Liu comenzó como taxista y vendedor ambulante. Aseguró que compró la pintura de Modigliani con tarjeta… para acumular puntos.

LOS MISTERIOS DE LA CONFITERÍA EL MOLINO
QUE DESVELAN A LOS ESPECIALISTAS

Los trabajos de restauración de la tradicional confitería comenzarían el año que viene, y hay dos incógnitas centrales para los cuales se pedirá ayuda al público.
La información se recolectará a través de un blog.
EL MOLINO. La confitería conservará el nombre que porta desde 1917.
   EL MOLINO. La confitería conservará el nombre que porta desde 1917.


La seguidilla de desencuentros judiciales y empresariales que marcaron la historia de la confitería El Molino tras su cierre en 1997 está cada vez más cerca de finalizar. Si bien todavía faltan completar algunos detalles de la venta de la propiedad al Poder Ejecutivo, que luego la cedería al Congreso para que se haga cargo de los trabajos de restauración del edificio, se estima que en 2016 se podría comenzar con las obras.

El proyecto de intervención que encarará el PRIE (Plan Rector de Intervenciones Edilicias) de la Cámara de Diputados buscará restaurar la confitería tal como se la conoció en su momento de esplendor. Esto significa encarar una intensa labor de relevamiento de manera tal de conocer cómo eran los espacios y los detalles del edificio de la manera más fiel posible. Además de inspeccionar el archivo histórico y el inmueble en sí mismo, los responsables de la obra también quieren incorporar las vivencias del público para ayudar a reconstruir algunos de los aspectos más complejos y misteriosos de la confitería ubicada en la esquina de las avenidas Rivadavia y Callao.
"La idea es que la restauración de El Molino sea una obra colectiva, un esfuerzo de todos", explica Sergio Kiernan, editor del blog Proyecto Molino. El sitio nació con la idea de mantener al público informado sobre el avance de las obras, como así también de recolectar información que pueda aportar al proceso de restauración, un punto sobre el cual Kiernan hace énfasis. "La confitería fue parte de la vida de infinidad de personas, que festejaron bodas y cumpleaños ahí. En ese sentido, queremos convocar a todo el que tenga fotos del lugar, como así también tazas de café o latas de pan dulce, cualquier objeto, para que se acerque y nos ayude con esta labor", detalla. Desde el apecto de los baños y los colores de las paredes hasta los ornamentos de los ascensores, hay numerosos aspectos sobre los cuales trabajar, sin embargo, hay dos misterios fundamentales que se espera puedan resolverse a través de esta iniciativa.
   CONFITERÍA EL MOLINO. Las tejas cerámicas y las famosas piezas ornamentales doradas. Tras un siglo, apenas faltan algunas.
   F
otos de Sergio Kiernan/Proyecto Molino.

La Confiería El Molino fue diseñada por el arquitecto italiano Francisco Gianotti, y se inauguró oficialmente en 1917. Sin embargo, entre los archivos de la confitería hay un documento que indica que el dueño Gaetano Brenna quería ser parte de los festejos por el Centenario de la Independencia Argentina, el 9 de Julio del año anterior. La escala del evento, sumado a su excepcional ubicación, frente al Congreso de la Nación, convirtieron al edificio en uno de los protagonistas del día.

Dentro de las notas referidas a ese día, se menciona la existencia de 13 esculturas, que representaba a la cantidad de provincias de la época, y que fueron colocadas sobre el frente. "Más allá de la referencia que hay en ese documento, no han quedado rastros de esas estatuas en ninguna parte: no se sabe de qué material eran, qué imágenes tenían, nada", se lamenta Kiernan. Hay material fílmico de ese día que ha sobrevivido hasta hoy, y ahí se observa el reflejo de algo que no se llega a distinguir, y que coincide con una serie de nichos que se encontraron entre el 2° y el 4° nivel, de los que tampoco se sabe nada. "No hay que confundir estas esculturas con el símbolo de prosperidad de la ceres romana que está ubicado sobre la ochava, y que se puso después", aclara.


    CONFITERÍA EL MOLINO. Los vitrales se perdieron y sólo quedan algunos vidrios de protección. Entre los cementos carcomidos se
    pueden ver, intactas, las mayólicas doradas del ornamentoFoto Sergio Kiernan/Proyecto Molino.

La segunda cuestión tiene que ver con los vitrales de la cúpula. El cerramiento de metal que la sostenía ha sobrevivido, como así también algunos de los vidrios de protección que resguardaban. Sin embargo, no hay foto o video que muestra cómo eran los colores y el dibujo. "En las fotos diurnas se ve el reflejo de los vidrios que protegían la cúpula, mientras que en las nocturnas está todo quemado", explica Kiernan.

Hay que agregar que los nombres de quienes puedan aportar datos sobre cualquiera de estos temas serán inscriptos en el Museo de El Molino, una de las adiciones contempladas en el proyecto de restauración, al igual que un centro cultural. Quienes puedan aportar datos, el mail del blog es restauraciondelmolino@gmail.com.

El museo será tanto de la confitería como del edificio. En ese sentido, serán parte de él los departamentos que se encuentran en los últimos niveles, que pueden aportar datos acerca de cómo se vivia durante esa época, unos de los proyectos a los que aspira Kiernan. "Poder reconstruir uno exactamente cómo era sería una cosa increíble, y un gran atractivo para el museo", comenta.

El lugar que ocupa la confitería en la memoria colectiva es innegable, un dato reafirmado por el interés que despierta este proceso de restauración. En 2014 se estrenó el documental Las Aspas del Molino, que reconstruye la historia de la confitería y cuenta con los testimonios de Esteban Ierardo, Rodolfo Livingston, Paula Acunzo, Luis Grossman y Samuel Cabanchik entre otros. Emblema de Buenos Aires, El Molino está cada vez más cerca de revivir.



   EL MOLINO. El grado de deterioro, agravado por 17 años de abandono.
    EL MOLINO. La emblemática esquina porteña recuperará su espelendor a partir de la expropiación.
   CONFITERÍA EL MOLINO. Estado actual de la torre que corona la esquina
   Foto Sergio Kiernan/Proyecto Molino.



Fuente:ARQ. Clarín

GARCÍA URIBURU:
UN HOMENAJE AL MAGO QUE TIÑÓ LAS AGUAS DE VERDE


El artista plástico recibió el Premio Ñ a la Trayectoria Cultural. La ecología, en el centro de sus trabajos.

Momento de alegría. Nicolás García Uriburu con Matilde Sánchez, editora general de Revista Ñ. / Marcelo Carroll
   Momento de alegría. Nicolás García Uriburu con Matilde Sánchez, editora general de Revista Ñ. / Marcelo Carroll


Julieta Roffo

“Muchas gracias a todos, no me esperaba esto. Estoy realmente muy agradecido”, dijo Nicolás García Uriburu ayer en el auditorio del Buenos Aires Design, ante el aplauso de más de quinientas personas, entre ellos el de su hija, Azul. Fue al recibir el Premio Ñ a la Trayectoria Cultural, que en años anteriores distinguió a Griselda Gambaro, Abelardo Castillo, Sara Facio y Clorindo Testa, y que ayer fue para este protagonista del arte plástico argentino.
En un video que se proyectó en la sala, celebraron la decisión desde Eduardo Costantini, fundador del Malba, hasta Juan Carr, director de Red Solidaria, pasando por el humorista gráfico Nik y el periodista Jorge Lanata, que se declaró “fan” de su trabajo. “El mago mayor”, lo definió sobre el escenario Matilde Sánchez, editora general de Revista Ñ, que cuando lo invitó al escenario lo llamó “Nicolás I”. 
El pimer gran acto de magia de este artista de 77 años fue en 1968, con el Mayo Francés recién detonado: durante la Bienal de Venecia, tiñó de verde brillante tres kilómetros del Gran Canal para repudiar el alto grado de contaminación. Lo arrestaron y recién lo liberaron cuando se demostró que la sustancia con que había coloreado el canal era inocua: ya se había ganado a la ciudadanía veneciana y su nombre sonaba fuerte en el mundo artístico. No fue la única tintura verde –el color que eligió para su mameluco tantas veces–: en 2010, mientras oficialmente se festejaba el Bicentenario, García Uriburu coloreó el Riachuelo para alertar por el trágico estado medioambiental de esa cuenca.
En el medio, sus acciones artísticas recorrieron el mundo entero. Pintor de paisajes, de mapas en los que el Sur queda al Norte, de enormes ombúes y larguísimos jardines en clave pop, en 1970 unió cuatro ciudades con su tintura verde: el East River de Nueva York, el Sena de París, el Río de la Plata y, otra vez, el Gran Canal. En 1974 coloreó los puertos de Amberes, en Bélgica, y de Niza, en Francia. En 1981, junto al también artista Joseph Beuys, tiñó el Rhin, en ese momento el río más contaminado de Europa. La misma dupla plantó más tarde siete mil robles en Alemania. Para celebrar el regreso de la democracia, en 1983 Garcìa Uriburu tiñó las aguas del Monumento de los Españoles y de la fuente de la Plaza de los Dos Congresos.
La ecología y el uso abusivo de los recursos naturales desvelaron largamente a este artista, que realizó varias de sus acciones junto a Greenpeace.
Para García Uriburu, el arte es, entre otras muchas cosas, un medio destinado a ampliar conciencias y a corregir realidades. Nada menos que por eso fue celebrado ayer.

Fuente: clarin.com

DESCIFRARON EL GENOMA DE UNA MOMIA INCA
ENCONTRADA EN EL ACONCAGUA

La momia está en Córdoba

Investigadores de la Universidad de Santiago de Compostela consiguieron descifrar parte del genoma de la momia de un niño inca de 7 años que hace unos 500 años fue sacrificado en un ritual, informó la revista Scientific Reports.

La momia del Aconcagua. El niño inca encontrado en 1985 a casi 5.200 metros de altura. (Los Andes)


EL PIONERO DE LA MODERNIDAD CRIOLLA

Tres dimensiones.

Alejo Martínez encabezó el movimiento de la Arquitectura Moderna, que perseguía el objetivo de una sociedad mejor.

San Telmo. Una casa taller que Martínez hizo en 1937 para los artistas Forner y Bigatti.
San Telmo. Una casa taller que Martínez hizo en 1937 para los artistas Forner y Bigatti.

Berto González Montaner*

En un rincón de la Plaza Dorrego, en Bethlem 443 (San Telmo), hay una casa blanca, de líneas puras y de grandes ventanales. Es la casa taller de los artistas plásticos Raquel Forner y Alfredo Bigatti. Sin duda, esta casa que por su arquitectura responde al llamado Movimiento Moderno, contrasta dignamente con sus vecinas. Lo llamativo es que es tan vieja como ellas, ya que su autor, el arquitecto Alejo Martínez la construyó en el año 1937. Para ponerla en dimensión y caer en cuenta de su vanguardismo hay que recordar que por esa misma fecha se estaba construyendo la inconclusa facultad neogótica de Ingeniería sobre la Av. Las Heras y Alejandro Bustillo estaba empezando el neoclásico Banco de la Nación sobre la Plaza de Mayo. Lo complejo de esta casa taller es que tenía que responder a las necesidades de trabajo y de vivienda de esta pareja formada por una pintora y un escultor. Martínez lo resolvió proyectando dos talleres superpuestos conectados por una doble altura que se manifiesta en el gran ventanal vertical que se ve desde la calle.
Pero esta no fue la primera casa rupturista que hizo Martínez. Para esa fecha, ya había hecho casi una decena de casas en Concordia, provincia de Entre Ríos, y algunas otras en Buenos Aires. Hay que destacar que la primera, la Casa Péndola Díaz en Concordia, es el primer proyecto de Arquitectura Moderna que se construyó en el país. Es por esta razón que semanas atrás, el Concejo Deliberante de esa ciudad organizó una movida que culminó en una ordenanza que la declara Ciudad Vanguardista del Modernismo.
Alejo Martínez nació en Montevideo, Uruguay. Estudió en la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, donde por aquella época se enseñaba arquitectura. Se recibió en 1922 a los 23 años y como era costumbre se fue a Europa en viaje de estudio. Fueron sus compañeros de aventura nada más y nada menos que Alberto Prebisch, quien años más tarde hiciera el Obelisco y el Cine-teatro Gran Rex; Ernesto Vautier, autor del paisajismo de lo que queda de la Avenida General Paz y, junto a Luis Olezza, del Palacio de los Gansos, en Las Heras y Ugarteche.
Lo cierto es que cuando volvió a la Argentina, sus primeras oportunidades laborales las tuvo en Concordia, contratado por profesionales, políticos y otros importantes miembros de la vida social. No se sabe mucho de él. Sí, que tuvo una participación muy activa en la facultad donde fue presidente del Centro de Estudiantes y en la Sociedad Central de Arquitectos y en su revista, entidad que ya en ese entonces agrupaba a los profesionales. Su primera casa, la casa Péndola Díaz en Concordia, la concluyó en 1925. Luego le siguieron otras, la mayoría concentradas en un entorno de no más de 10 cuadras.
En esas viviendas, Martínez reemplaza el típico modelo de la casa chorizo con patios por el de casas compactas. Y a través de volúmenes desfasados, quiebres y terrazas, logra que todos los ambientes tengan contacto con el exterior, reduciendo perímetro de el costoso muro exterior. Carlos Giménez y Angel Navarro asocian los postulados de Alejo Martínez al manifiesto "Ornamento y delito" del austríaco Adolf Loos. Y en el libro "Alejo Martínez, la experiencia moderna en la Argentina" describen esta manera de hacer arquitectura de la siguiente manera: "los exteriores están tratados con un lenguaje sumamente abstracto, con muy pocos detalles de ornamentación aplicada, enfatizando así el valor plástico de los planos y de los volúmenes netos...".
La segunda etapa de su obra ya la realiza en Buenos Aires entre los años 1932 y 1939, consolidando sus ideas racionalistas en otras casas, edificios en altura para alquiler como el de Rivadavia 5805 (1932), una serie de estudios para viviendas económicas y donde sobresale la mencionada casa-taller en Plaza Dorrego. En lo que podría definirse como su tercera etapa, por años cuarenta, se sumó a la tendencia de hacer una arquitectura de proyección más localista y vernácula, más afín al gusto de la nueva clase media ascendente. Como señalan Giménez y Navarro, "esta clase media mostró preferencias por las formas figurativas del pintoresquismo en oposición a los rígidos modelos académicos tanto como a las formas abstractas e incomprensibles que le proponía la arquitectura de vanguardia".
La gran amenaza que siempre tuvo esta Arquitectura Moderna es ser considerada como un estilo más. Y de hecho muchos la usaron como tal. La vieron solo como una cuestión cosmética. Muros blancos, volúmenes y líneas puras, formas apaisadas, cero decoración... Postulados que además presentaban el beneficio de hacer que las obras fueran más fáciles y rápidas de construir y más económicas. Pero en realidad los objetivos de esta arquitectura eran otros: sus mentores tenían la ilusión y luchaban por construir con esta arquitectura una sociedad mejor. Pero para muchos no es una cuestión del pasado. Como dijo el arquitecto Alvaro Arrese en una entrevista reciente en ARQ, el Movimiento Moderno sigue más vivo que nunca y aún hoy nos seguimos nutriendo de él. Por eso, aunque llegue tarde, bien merecido el reconocimiento a Alejo Martínez, el pionero de la Arquitectura Moderna rioplatense.

* Editor general ARQ