VENDIERON UN HUEVO SUBFOSILIZADO DE PÁJARO ELEFANTE

Objetos comunes o de colección que valen una fortunaUn especialista de Christie sostiene un huevo subfosilizado de un pájaro elefante, que se extinguió hace más de un siglo y que fue vendido por 202.555 dólares (188.732 euros).(Reuters)Mirá toda la Fotogalería en HD


Objetos comunes o de colección que valen una fortuna.  Un especialista de Christie's sostiene un huevo subfosilizado de un pájaro elefante, que se extinguió hace más de un siglo y que fue vendido por 202.555 dólares (188.732 euros).


Foto: Reuters

Fuente: clarin.com

EL DESCUBRIMIENTO DE UN GEÓLOGO ISRAELÍ
REAVIVA EL DEBATE POR LOS HUESOS DE JESÚS

Después de siete años de investigación, Aryeh Shimron dice que confirmó la relación entre los osarios que presuntamente pertenecen a la familia de Jesús de Nazaret
Los osarios fueron examinados por el geólogo Aryeh Shimron  Foto: Rina Castelnuovo / The New York Times
Los osarios fueron examinados por el geólogo Aryeh Shimron. Foto: Rina Castelnuovo / The New York Times


El debate que se instaló en la última década sobre la autenticidad de huesos que presuntamente eran de él y su familia resurgió por estos días a partir del supuesto vínculo entre dos hallazgos en Jerusalén que pusieron en duda la resurrección de Jesús, según señala The New York Times. Los escépticos no tardaron en echar esas pruebas por tierra al considerarlas falsas.
Un geólogo israelí volvió a hablar de los dos objetos que alzaron la disputa. Uno de ellos es un osario (caja de sepultura para los huesos) con la inscripción en arameo "James, hijo de José, hermano de Jesús", que un coleccionista israelí dice haber comprado a un comerciante de antigüedades en Jerusalén Este en la década de 1970. Hace más de diez años, la Autoridad de Antigüedades de Israel declaró la parte de "hermano de Jesús" como falsa y presentó cargos contra el coleccionista. Un tribunal de Jerusalén dictaminó en 2012 que el Estado no había podido probar su caso.
El segundo objeto es una tumba descubierta en una obra de construcción en el barrio de Talpiot Este de Jerusalén Este en 1980, que fue centro del documental La tumba perdida de Jesús, de 2007. El film fue producido por James Cameron (Titanic) y escrito por Simcha Jacobovici, un cineasta israelí que vive en Toronto.
La tumba -conocida como "tumba de Talpiot"- contenía 10 osarios, algunos con inscripciones que se han interpretado como "Jesús hijo de José", "María" y otros nombres asociados a figuras del Nuevo Testamento. Eso llevó a Jacobovici a argumentar que esto significaba probablemente que se trataba de la tumba de la familia de Jesús de Nazaret. La idea fue inmediatamente rechazada por especialistas, que dijeron que estos nombres eran muy comunes en aquella época, y acusaron al cineasta de querer promover su película.
Años después, el geólogo israelí Aryeh Shimron dice haber confirmado esa hipótesis a través de la identificación de una coincidencia geoquímica bien definida entre las muestras obtenidas en los osarios de la tumba de Talpiot y en el osario de James.
Cuando se descubrieron los osarios de Talpiot, estaban cubiertos por una gruesa capa de un tipo de suelo, Rendzina, que es característico de las colinas de Jerusalén Este y era apto para imponer una firma geoquímica única en los osarios enterrados debajo de ella.
"Creo que tengo una evidencia muy poderosa, casi inequívoca, de que el osario de James pasó la mayor parte de su vida, o la hora de la muerte, en la tumba de Talpiot," dijo Shimron antes de presentar las conclusiones de su informe.
El geólogo basa su investigación en la teoría de que un terremoto que convulsionó Jerusalén en el año 363 inundó la tumba de Talpiot con tierra y lodo, desalojando su piedra de acceso y, excepcionalmente, cubriendo los osarios de tiza por completo.
"Ese suelo crea una especie de vacío. La composición de la tumba fue simplemente congelado en el tiempo", dijo.
Shimron estudia desde hace siete años la química de las muestras de la tiza obtenida de la parte inferior de los osarios de Talpiot y, más recientemente, del osario de James. También ha estudiado muestras de tierra y escombros. Además, para comparar, examinó muestras de osarios de alrededor de 15 otras tumbas.
Según él, las muestras dejaron en claro que el osario de James y los que estaban en la tumba de Talpiot pertenecen al mismo grupo geoquímico. "La evidencia va más allá de lo que pensaba", dijo.
Su trabajo es financiado por la "producción" de un nuevo film de Jacobovici, según dijo el cineasta.
Mientras tanto, la tumba de Talpiot está sellada y guardada debajo de una losa de hormigón en un patio entre edificios Talpiot Este, y sus osarios están bajo la custodia de la Autoridad de Antigüedades de Israel. El osario de James, en tanto, están en manos de su dueño, el coleccionista Oded Golan, que vive en Tel Aviv y mantiene la caja en un lugar secreto. Allí seguirán esas reliquias mientras en todo el mundo debate cuál es su verdadero origen..
 


Fuente: lanacion.com

SE VENDIÓ LA MÁSCARA MORTUORIA DE NAPOLEÓN

La máscara mortuoria de Napoleón Bonaparte. Fue hecha poco después de su fallecimiento en la isla de Santa Elena en 1821 y ha sido vendida por 264.000 dólares (198.000 euros).(Reuters)


La máscara mortuoria de Napoleón Bonaparte. Fue hecha poco después de su fallecimiento en la isla de Santa Elena en 1821 y ha sido vendida por 264.000 dólares (198.000 euros).  Foto Reuters


Fuente: clarin.com

VEINTICINCO AÑOS DE TEORÍAS
SOBRE EL GRAN ROBO DE OBRAS DE ARTE

Un especialista cuenta en primera persona su faceta de investigador de Rembrandt
   Cristo en la tormenta del Mar de Galilea, de Rembrandt.

Por Tom Mashberg / The New York Times

  
BOSTON.- El vestíbulo del depósito de Brooklyn estaba a oscuras, y el espacio, abarrotado. Pero de pronto se encendió el rayo de una linterna y me encontré frente a una de las obras maestras robadas más buscadas del mundo: La tormenta del mar de Galilea, de Rembrandt van Rijn. ¿O no era?
Durante esa visita nocturna de agosto de 1997, mi guía era un marchand de dudosa estofa que había estado bajo la mira del FBI por haber asegurado que podía garantizar la devolución de la obra a cambio de US$ 5 millones de recompensa. Yo era reportero del Boston Herald, obsesionado como tantos por hallar la Tormenta, un paisaje marino con Jesús y los apóstoles, y 12 obras más, incluidos un Vermeer y un Manet, robados una madrugada de marzo de 1990 del Museo Isabella Stewart Gardner, de Boston.
El robo había sido un notición y lo sigue siendo, 25 años después. Las obras estaban valuadas en US$ 500 millones: el robo de arte más grande en la historia de Estados Unidos.
Por teléfono, mi guía había dejado entrever que sabía algo del robo, y contaba con cierta credibilidad en las calles, ya que estaba vinculado con un ladrón de arte que ya se había robado dos Rembrandt. Me llevó hasta una baulera y apuntó su linterna hacia la pintura, hacia la firma del maestro, a la derecha inferior de la obra, donde debía estar, y luego me sacó abruptamente del lugar. La visita no duró más de dos minutos.
Pueden llamarme si quieren "inspector Clouseau", me han dicho cosas peores, pero tuve la certeza de estar frente al Rembrandt auténtico, y de que ésa y tal vez el resto de las obras volverían a casa. Escribí una nota de tapa para el Boston Herald sobre esa visita furtiva, con el título de "¡Lo vi!", y me senté a esperar el final feliz de la historia. Nunca llegó.
Dieciocho años después, me pregunto si lo que vi era una obra maestra o un esfuerzo maestro para engañar. Los actuales agentes del FBI siguen desestimando mi visita de aquella noche. Las autoridades siguen intrigadas por unos fragmentos de pintura que recibí en 1997. En aquel entonces escribí que era posible que proviniesen del Rembrandt, pero el FBI anunció que las pruebas demostraban que no tenían relación con la Tormenta.
En una entrevista reciente, los agentes del FBI me dijeron que en 2003 esas muestras habían sido vueltas a analizar por Hubert von Sonnenburg, experto en Vermeer y ex jefe de conservación de pintura del Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, que murió un año después. Determinó que los fragmentos se correspondían con el pigmento conocido como "rojo del lago", muy usado por Vermeer, también en su obra robada El concierto. Von Sonnenburg había concluido que el patrón del craquelado de los fragmentos de pintura era similar al encontrado en otras obras del maestro holandés del siglo XVII. ¿Están perplejos? Yo también.
Ésos han sido los avatares de mi cobertura del caso durante casi dos décadas, durante las cuales reuní cientos de documentos de investigación y fotografías, entrevisté a delincuentes y pirados, y tuve reuniones con decenas de agentes de la ley, nacionales y municipales, y altas autoridades de diferentes museos.
En 2011, escribí un libro sobre el robo de arte con el jefe de seguridad del museo Gardner, Anthony M. Amore. Omitimos referirnos al caso Gardner porque Amore decía que la búsqueda había llegado a una etapa decisiva. Pero los presupuestos que manejaban Amore y el agente especial del FBI Geoff Kelly se convirtieron en la teoría más fuerte sobre el caso: el golpe fue obra de una asociación chapucera de gánsteres locales con mafiosos de segunda línea de otros estados, muchos de ellos ya muertos hace tiempo.
Esa teoría es menos descabellada que muchas de las que han sobrevolado, que atribuían el robo a agentes del Vaticano, a militantes del Ejército de la República Irlandesa, a emires de Medio Oriente y a avariciosos multimillonarios. Y no paran de surgir deducciones, como las contenidas en un libro de inminente aparición que combina elementos de la teoría del FBI con giros novedosos.
El museo Gardner fue creado por Isabella Stewart Gardner, una acaudalada mecenas de las artes de Boston. En 1903, instaló sus tesoros en un palacio de estilo veneciano que convirtió en su hogar y en museo abierto al público. Su designio se conoció después de su muerte, en 1924: ningún objetos podía ser movido del lugar que ella había elegido para ser mostrado.
Anticipándose a la ola de interés, y de posibles críticas, que quizá se despierte en vísperas del 25° aniversario del golpe, los investigadores Amore y Kelly me mostraron recientemente una presentación en PowerPoint donde detallan lo que, a su parecer, mejor da sentido a lo ocurrido. La teoría se remonta a 1997, cuando informantes del FBI dijeron que un gánster de poca monta de Quincy, Massachusetts, llamado Carmello Merlino, estaba dispuesto a entregar las obras robadas a cambio de US$ 5 millones de dólares.
Los investigadores dicen tener esperanzas de localizar el botín, por más que muchos de los sospechosos ya estén en la tumba. Kelly y Amore dicen estar convencidos de que las obras terminaron en Filadelfia, donde fueron vendidas.
Kelly rechaza la idea de que los ladrones hayan destruido las obras tras darse cuenta de que habían "cometido el robo del siglo sin saberlo". "Es muy raro que eso ocurra con los ladrones de arte", señala Kelly. "La mayoría de esos delincuentes son lo suficientemente vivos como para saber que un cuadro valioso es siempre un as en la manga."

El autor es coautor de Stealing Rembrandts, periodista especializado en investigación de arte.
Traducción Jaime Arrambide.

Fuente texto: lanacion.com

EL LARGO (Y DIFÍCIL) CAMINO PARA RESTITUIR OBRAS DE ARTE ROBADAS POR LOS NAZIS

Se estrena una película que reconstruye la recuperación del cuadro "Adele Bloch-Bauer I", de Klimt. Termina bien.
Épica. Helen Mirren como la heredera que recupera el cuadro de Klimt
 
Por Patricia Cohen, The New York Times


Hay muchas razones por las cuales, entre los centenares de miles de casos de obras de arte que robaron los nazis, a los cineastas podría interesarles la historia de Adele Bloch-Bauer I, de Gustav Klimt. En primer lugar, por el carácter hipnótico de la pintura, que alcanzó en subasta un precio de 135 millones de dólares en 2006. Luego están las reminiscencias de David y Goliat que tiene el caso de una heroína octogenaria –María Altmann, la sobrina de Bloch-Bauer– enfrentada al gobierno austríaco. Por último está la conclusión satisfactoria. Altmann consigue que se le devuelva el retrato. Se hace justicia.
 Todavía no se toma conciencia del carácter excepcional de esa justicia en lo que respecta a la devolución de arte robado durante el período nazi a sus propietarios o –pasadas siete décadas– a sus descendientes. Como admite la nueva película Woman in Gold, que protagoniza Helen Mirren en el papel de Maria Altmann (y que en la Argentina se estrenará en junio), aún no se conoce el paradero de más de 100.000 obras de arte robadas.
Cuando Altmann empezó a reclamar algunas de las pinturas de su familia, en 1998, había motivos para pensar que las probabilidades de restitución podrían haber mejorado. Luego de décadas de negligencia o de abierta oposición a la devolución, la opinión pública había comenzado a cambiar. En el medio se había conocido la irregularidad respecto de los robos nazis. Informes que encargaron Suiza y los Estados Unidos detallaron que los suizos no habían cumplido con pactos de restitución de oro por valor de centenares de millones de dólares robados por Alemania, si bien sus bancos habían llegado a un acuerdo por 1.250 millones de dólares con los sobrevivientes del Holocausto luego de que se les demandaran los bienes depositados en custodia durante la guerra.
Una nueva generación, menos interesada en encubrir delitos históricos, reveló las formas en que gobiernos, funcionarios de museos, marchands y compradores frustraron de manera sistemática los intentos de que se restituyeran bienes y obras de arte a sus dueños. En 1998, 44 países, entre ellos Austria, firmaron los Principios de Washington sobre Arte Confiscado por los Nazis, un acuerdo que instaba a alcanzar una “solución justa” para los judíos y otras víctimas de los nazis. El parlamento austríaco aprobó una ley que exigía a los museos la apertura de sus archivos y la devolución de propiedad robada.
Una de las cosas que impulsó la legislación fue la revelación del periodista Hubertus Czernin. El descubrió en los archivos de la Galería Austríaca pruebas de que el país no tenía motivos para proclamar la propiedad de las pinturas Bloch-Bauer de Klimt. Luego de su confiscación por parte de agentes nazis, los museos habían expuesto varias pinturas, entre ellas el retrato de 1907 de Adele. Austria había afirmado que Bloch-Bauer, que murió de meningitis en 1925, había legado el retrato al país en su testamento. Sin embargo, de la documentación de los archivos surgió que la obra pertenecía al esposo de Adele, el industrial judío Ferdinand Bloch-Bauer, que dejó el país en 1938, y que al morir, en 1945, había legado sus pertenencias a sus herederos, uno de los cuales era su sobrina Altmann.
El grupo de restitución austríaco que se creó rechazó el reclamo de Altmann. No fue sino hasta 2006, luego de que la Corte Suprema de los Estados Unidos allanara el camino para que Altmann –que vivía en California– demandara al gobierno austríaco, que pudo llegarse a un acuerdo. Hubo un arbitraje y se le otorgaron cinco de las seis pinturas que se le habían robado a su familia. La pintura ahora integra la colección de la Neue Galerie de Nueva York e integra una muestra creada a la par de la película.
Hubo una serie de reuniones de seguimiento de los Principios de Washington y un nuevo acuerdo en 2009, pero aún no existen mecanismos que garanticen su cumplimiento. La restitución tiende a ser la excepción y no la regla. Un informe de septiembre de la Conferencia sobre Reclamos Materiales de Judíos Contra Alemania y la Organización Mundial de Restitución a Judíos concluyó que la mayor parte de los países ha hecho muy poco por cumplir con los acuerdos. Italia fue objeto de especial censura, seguida de Hungría, Polonia, Argentina, España y Rusia. El diario alemán Der Spiegel denunció a sucesivos gobiernos en 2013, cuando reveló que el gobierno alemán, a veces en colaboración con museos, ignoró o frustró activamente las restituciones durante décadas. En Francia, se han devuelto menos de cien de las 2.000 obras de arte reclamadas que están expuestas en sus museos.   


Fuente: Revista Ñ Clarín
 

OCCIDENTE
SE PLANTEA DEJAR DE DEVOLVER OBRAS DE ARQUEOLOGÍA

Debate. Isis destruyó patrimonio de la humanidad. Las piezas se llevaron a Europa con el correr de los siglos. Ahora dicen que en su lugar de origen estarán desprotegidas.
Explosión. Ayer se supo que el Isis había volado la muralla histórica de la ciudad de Nínive, en Mosul, Irak.
Explosión. Ayer se supo que el Isis había volado la muralla histórica de la ciudad de Nínive, en Mosul, Irak.

Por Tom Mashberg / Graham Bowley - The New York Times

 

Las reliquias asirias que permanecieron en pie durante 3.000 años han sido destrozadas y profanadas. Las ruinas de la época babilónica han sido bombardeadas y demolidas. Los pergaminos y los santuarios devastados desde Somalía hasta Tombuctú. Los directores de museos, arqueólogos y coleccionistas, con una pasión encarnizada por salvaguardar las antigüedades, se han unido en su aversión, mientras los militantes islámicos exhiben los objetos devastados del mundo antiguo. Sin embargo, la devastación también intensificó el debate sobre si los museos de los Estados Unidos y los coleccionistas en Occidente deben reintegrar los objetos en disputa a los territorios de origen, una práctica conocida como repatriación.
Gary Vikan, ex director del Walters Art Museum en Baltimore, dijo que dada la violencia en Irak, Siria, Afganistán y el norte de África, los museos deben ser más conservadores con esas devoluciones.
Otros expertos y la mayoría de los arqueólogos reaccionaron con dureza a esa mirada, sugiriendo que quienes utilizan la ola destructora de los extremistas del Estado Islámico para presionar en contra de la repatriación quieren justificarla”.
“Era solo cuestión de tiempo que algunos coleccionistas de arte trataran de aprovechar esta pesadilla cultural en beneficio propio” dijo Ricardo L. Elia, arqueólogo de la Universidad de Boston, que cree que el mercado occidental de antigüedades incentiva el saqueo.
En los últimos años, el apoyo a la repatriación ganó terreno en los círculos dedicados a las antigüedades. La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) disuade a los museos y coleccionistas de adquirir objetos antiguos, si éstos dejaron sus países de origen después de 1970. Y cada vez más museos y vendedores de arte concuerdan en regresar los objetos que estén mal documentados o en disputa. Con el objetivo de impedir el contrabando arqueológico, y de defender la soberanía de las naciones fuente, la repatriación ha sido consagrada en los tratados internacionales, aceptada por el gobierno de los Estados Unidos, y proclamada como respuesta moral a las muchas décadas durante las que los vendedores de arte y los museos occidentales comerciaban las reliquias mundiales de manera indiscriminada y, a veces, ilegal.
Quienes se resisten a esta política han sido atacados por hacer apología del colonialismo y del latrocinio cultural. “La idea de que cualquier forma de comercio de objetos culturales es mala se ha transformado en un artículo de fe” aseguró Timothy Potts, arqueólogo y director del J. Paul Getty Museum, en Los Ángeles. Sin embargo, Potts y otros expertos en antigüedades afirman que el pillaje por parte del Estado Islámico y otros grupos radicalizados, debilita esa ortodoxia.
Entre ellos se destaca James Cuno, presidente de J. Paul Getty Trust, que opera el Getty Museum. Conocido por su creencia de que las antigüedades importantes deberían ser consideradas patrimonio de la humanidad, Cuno publicó, en los últimos meses, una carta en el diario estadounidense The New York Times argumentando que la repatriación al por mayor amenaza el patrimonio cultural de los propios países a los que supuestamente beneficia. “Las calamidades pueden suceder en cualquier lugar, pero es improbable que sucedan en todos al mismo tiempo” –dijo en una entrevista– “distribuyamos el riesgo”.
Quienes están a favor de la repatriación afirman que es desalentador volver a un debate que muchos consideran superado. Tess Davis, abogado y experto en objetos saqueados, que está a favor de la repatriación, dijo que Europa estuvo en guerra el siglo pasado y nadie argumentó, por ejemplo, que los Aliados tendrían que haberse quedado con los objetos que rescataron durante la Segunda Guerra Mundial, porque, digamos, Francia o Italia no eran lugares seguros para conservarlos. “Hoy Irak es un punto conflictivo, pero no hay motivo para pensar que Nueva York no lo será en el futuro” afirmó Davis, que ayudó a repatriar objetos robados de Camboya. “Las estatuas de 3.000 años de antigüedad que hoy están bajo amenaza en Irak vieron llegar y desaparecer a muchos imperios”.      


Fuente: Revista Ñ Clarín

VENTA DE GARAJE PARA SALVAR UN PALACIO

Subasta

En el Reino Unido, dos hermanos rematarán todas las obras de arte de su familia

Howard Castle

LONDRES (ANSA).- Dos hermanos venderán todos los objetos de arte para salvar el espléndido castillo en el countryside inglés, set de filmes y series de televisión, donde la familia vive desde hace 300 años, aun cuando "todo" signifique liberarse de lo que es considerada una de las colecciones de arte privadas más ricas del mundo.
Ésa es la elección tomada por Nicholas y Simon Howard, últimos descendientes de una antigua y noble familia inglesa.
Para lograr mantener las 145 habitaciones rodeadas de hectáreas y hectáreas de espléndidos jardines, los hermanos Howard decidieron abrir su mansión para una verdadera subasta de arte donde serán vendidos los cuadros de la colección iniciada por el duque de Carlisle, su antepasado, quien construyó la casa que sus descendientes no quieren perder. Lo que buscan es vender arte a algún magnate extranjero que quiera "jugar" a ser un lord inglés.
El castillo Howard es enorme, majestuoso. Sólo calefaccionar sus salas inmensas y los infinitos cuartos cuesta 160.000 libras al año, más de 200.000 euros. Para no mencionar los gastos para mantener el jardín, la limpieza y la organización de la casa que es visitada año tras año por numerosos turistas desde que se hizo famosa por haber sido set de filmación de varias series de televisión muy populares en el Reino Unido y en los Estados Unidos.
Pero la casa de familia está vacía, mientras los costos aumentan cada día. Y entonces Nicholas Howard, que hasta hace pocas semanas era fotógrafo, decidió dejar todo y volver a Yorkshire para darle una mano a su hermano Simon, que no podía cerrar las cuentas.

Remate directo

Y después de una larga reflexión, llegó a la decisión que cuesta "sangre, sudor y lágrimas" a estos dos hermanos: vender la colección de arte. Y venderla en el propio castillo fuera del circuito clásico de las auction houses como Christie's o Sotheby's para ahorrarse al máximo las comisiones de venta.
Se trata de una gran colección la del castillo Howard. Desde las vistas venecianas de Bernardo Lotto (un valor estimado de 2,5 millones de euros) hasta un famoso retrato de Enrique VIII y otro de un joven Ferdinand Bol.
La colección que se venderá se completa con bustos de mármol, telas, muebles, consolas, platería, relojes de mesa y preciosidades de todo tipo.
La alternativa sería vender la casa a un magnate árabe o a un millonario ruso, uno de los tantos que viven en Londres y están comprando de todo y cada vez más.
"Pero el Castillo Howard es mi casa y la de mi familia desde hace 300 años", argumenta Nicholas. "Si la venta de obras de arte nos permite mantener la propiedad, habremos logrado nuestro objetivo de tenerla por otro siglo. Es una tristeza vender estos tesoros que nuestra familia acumuló. Pero es una cuestión de dignidad. Y de orgullo de familia", concluye..


Fuente: lanacion.com