VARIACIONES CROMÁTICAS

Arte / Rojo(s) en tensión
Por Daniel Gigena / La Nación

Segunda muestra antológico-cromática en menos de un año, Rojo(s), en Jorge Mara-La Ruche, exhibe cuarenta obras de trece artistas contemporáneos. Poco tiempo atrás, con Blanco, la galería había rendido tributo al color de las vanguardias rusas de principios de siglo XX, símbolo de la abstracción y de la "desfiguración" en el arte moderno. Ahora, las afinidades y tensiones, variaciones y discontinuidades de la tonalidad del coraje y de la pasión, tanto como de la violencia y el poder, se articulan en una muestra en la que sobresalen las trayectorias de dos artistas legendarios: Kveta Pacovská (Praga, 1928) y César Paternosto (La Plata, 1931).
Al comienzo, los trabajos calados de Fidel Sclavo -similares a cajas de música si éstas tuvieran sólo dos dimensiones- se enfrentan amigablemente a los collages de Macaparana sobre tablas rojas. Ya se ha señalado la influencia de la notación musical en las obras de ambos artistas, tramadas en un ajustado vaivén de moderación y vehemencia. En otra unidad conformada por dos mujeres -las míticas Ana Sacerdote y Sarah Grilo- se advierte el momento, históricamente irrepetible, de cierta geometría poética en procedimientos armónicos, donde la verdad reemplaza los acentos irónicos y la sensibilidad, los gestos narcisistas. Desatendidas por la crítica y el público mientras desarrollaban sus obras complejas y elegantes, Sacerdote y Grilo infundieron lirismo a sus abstracciones, aquí en la muestra paradójicamente bajo el dominio de volúmenes amortiguados de rojo.
Juan Lecuona y Carlos Arnaiz, con una obra de mediana dimensión cada uno, aportan desde sus estilos bien definidos esbozos de figuraciones botánicas, florales, humanas. En capas de color, con pinceladas espesas o raspamientos para definir nervaduras en la tela, el color adquiere en sus trabajos un viso aparentemente decorativo, desmentido por la continuidad (no sin distingos) de un proyecto plástico. Se puede sumar a este universo, quizá por la utilización del grabado sobre el óleo (que Lecuona aplica sin grandilocuencia), un trabajo cobrizo del madrileño Antonio Fernández-Muro que ha envejecido un poco más que las obras que lo rodean. Las pequeñas piezas de Carmelo Arden Quin, que conservan la movilidad y el desplazamiento del plano (a la manera de un Xul Solar sin estridencias ni esoterismos), cierran un segmento histórico de Rojo(s).



Composición libre, Macaparana, técnica mixta sobre tabla, 2009
Composición libre, Macaparana, técnica mixta sobre tabla, 2009

De otros dos artistas españoles -Adolfo Estrada y Gustavo Torner- la muestra ofrece dos obras paradigmáticas. De Estrada, uno de sus clásicos trabajos de papel sobre papel artesanal, donde los planos adquieren un significado místico, no representativo, como espejos de una divinidad ausente para siempre. La sola presencia de la obra de Gustavo Torner (Cuenca, 1925), que en los años 70 fue, junto con Gerardo Rueda y Fernando Zóbel, la punta de lanza del arte moderno en la España franquista, justifica la visita a la galería de Mara. En esa pieza, donde conviven con dureza distintos materiales (piedra, chapa, madera), el rojo adquiere una carga política, de lucha y de rebeldía. Hay también una obra de Eduardo Stupía en la que el color asoma a la manera de rastros de fuegos artificiales, entre la salva de trazos en blanco y negro del artista favorito de la casa.
Con ocho obras cada uno, los por siempre jóvenes Paternosto y Pacovská -inconfundibles en su manera de (des)componer los planos con agresividad o con recogimiento- despliegan unidades de sentido características. El "vía crucis" de los trabajos de Pacovská (ilustradora de libros para niños y diseñadora gráfica, además de pintora), con sus pinceladas que parecen resueltas de una sola vez y con el rojo cadmio intransferible, cuya temperatura se eleva sobre un vacuo fondo blanco, transmite una electricidad atípica. Abrochadas, cosidas o adheridas con cinta, como si fueran folios rescatados de la barbarie, las obras de esta artista (que este año tendrá en el mismo espacio una muestra individual) figuran una transición ágil de lo arcaico a lo ultramoderno.
Precursor en señalar la influencia del arte amerindio en la producción contemporánea, Paternosto amalgama figuras geométricas y tonos de rojo, escarlata u ocre en sus innovaciones formales. Mediante un sistema de marcos, crea una reflexión tanto mental como óptica para graficar lo que tal vez sea, para el artista platense que investigó tanto las posibilidades del blanco como del color exclusivo de la muestra en cuestión, el objeto central de la abstracción: el acto de mirar.

Fuente: ADN Cultura La Nación

PERMANENTE IMPERMANENCIA

Fortaleza en Elsi del Rio

Sutiles huellas humanas se funden con la potencia de la naturaleza en las obras de Florencia Temperley, Alexandra Kehayoglou, Andrés Paredes y Agustín Sirai

Florencia Temperley, Sin título, 2013  Foto: Gentileza Elsi del Rio
Florencia Temperley, Sin título, 2013. Foto: Gentileza Elsi del Rio



La rama está doblada, tensa, como si enfrentara un fuerte viento. De ella cuelgan tres pequeñas flores rosas. Ya no hay vida posible en esta delicada imagen zen, en ese brote frustrado que se empeña en florecer bajo un precario abrigo de tela blanca. De cerca se descubre lo que no cuadra: las flores están unidas a la rama con hilos de coser. Y en esa huella está la poesía.
Los rastros humanos que apenas se adivinan en la fotografía de Florencia Temperley atraviesan casi todas las obras reunidas en Fortaleza , la muestra que la artista comparte hasta el 20 de marzo con Alexandra Kehayoglou, Andrés Paredes y Agustín Sirai en Elsi del Rio (Humboldt 1510). Un retorno a las raíces que nos enfrenta con lo único cierto: la "permanente impermanencia" de la naturaleza.
"Miro lo orgánico como un lugar de resistencia, de refugio de las subjetividades frente a un mundo que lo ve, lo sabe y lo controla todo. La construcción interna de lo que somos, deseamos, creemos, necesita un espacio y un tiempo de reflexión, de contemplación", dice Temperley después de haber tomado distancia de sus impecables creaciones digitales para construir escenas más reales, en las que el defecto se integra a la belleza.
Así como ella ató los hilos que unen las flores a la rama que rescató de la plaza y les cosió un nuevo escenario, Sirai escondió extraños animales entre los árboles de sus pinturas, Kehayoglou combinó los paisajes de su infancia con las alfombras que hacían sus abuelos y Paredes dio volumen, movimiento y color a sus piezas de papel calado. Todos ellos parecen haber trabajado con la convicción de que la verdadera fortaleza está en la ternura, en los pequeños detalles.
Para Sirai, ganador del V Premio de Pintura Banco Central, esos detalles funcionan como un modo de atraer la mirada. Sus misteriosas islas con cascadas geométricas, muebles abandonados y puertas que no conducen a ninguna parte actualizan el paisaje pero mantienen lo que él define como la esencia de este antiquísimo género: "Convocar a la observación, abordar preguntas existenciales sobre la relación del hombre con el mundo".
Desde muy chica, mientras jugaba entre los árboles de su jardín, Kehayoglou aprendió de su padre lo importante que era observar la naturaleza. Dentro de la fábrica de alfombras, esas imágenes se unieron a la tradición familiar para convertirse en túneles mágicos que funden el interior con el exterior, y nos transportan al horizonte de la playa o a una hamaca en medio del bosque.
También Paredes llevó a sus obras el efecto de las gotas de lluvia sobre el monte y las sombras de la infinita variedad de plantas de la selva misionera. Aquí, una vez más, hay que detenerse para distinguir las manos de su sobrino entre los huecos en el papel; otra pequeña huella humana perdida entre los frutos de una fuerza que se intuye más poderosa. "Trabajo con los procesos de la naturaleza -señala el artista- como metáfora de las posibilidades de nuestros propios cambios."

Fuente: ADN Cultura La Nación

QUÉ VES CUANDO ME VES:
CIEN AÑOS DE ARTE ARGENTINO SE MIRAN AL ESPEJO

Autorretratos, política y la intimidad de los creadores desde fines del siglo XIX hasta hoy, en una gran exhibición.



Maresca se entrega a todo destino (1993). La artista se ofrece semi desnuda en un poster, con teléfono y todo...



Por Mercedes Pérez Bergliaffa

Está el tipo desnudo, mirándose en el espejo, apoyado sobre un mueblecito. Hoy no se afeitó. Es “Narciso, de Mataderos”, la genial escultura de Pablo Suárez: un hombre muy blanco creado con yeso pintado, los ojos clavados en sí mismo, embobado, sonriente… La obra es un cuerpo, un manifiesto, un homenaje. Un gesto de ironía y hasta una expresión política porque Narciso es un chongo. Y esta exposición lo muestra así, como es, en toda su desnudez.
Se lo podrá ver desde hoy en Yo, nosotros, el arte, la gran muestra que abrirá en el Espacio de Arte de la Fundación OSDE. ¿Pero de qué se trata la exposición? De una reflexión sobre la figura del artista, sobre su lugar en la sociedad, sobre su propia imagen de sí y sobre cómo ve a los otros. Por eso aparecen, a medida que uno la recorre, muchos retratos, especialmente autorretratos.
Curada por Laura Malosetti Costa, la muestra está organizada por núcleos temáticos: Nosotros, El artista y su modelo, El Taller, Cuestiones de estilo, Héroes y mártires, El cuerpo político y El mundo del arte. Tiene una cantidad de obras exhaustiva, que abarca las de artistas del S XIX hasta las de algunos muy jóvenes y contemporáneos: es intergeneracional.
Hay trabajos del gran Antonio Berni, de Lino E. Spilimbergo, de Carlos Alonso, Luis Felipe Noé; de Liliana Maresca, artista de los 90; de los talentosos Alberto Greco y Federico Peralta Ramos –quien recita, con su estilo personal, “La hora de los magos” de Jorge De La Vega; de la increíble grabadora Aída Carballo; del gran fotógrafo Horacio Coppola; de Ernesto Deira, Nicolás García Uriburu (con su “Green sex New York” (“Sexo verde Nueva York”); de Marcos López, Nicola Costantino, Marta Minujín, Fermín Eguía, el Grupo Etcétera, Francisco Amatriain, Ana Gallardo y Felipe Pino, entre muchos otros. Y después está todo esa camada de “viejos maestros”: Fortunato Lacámera, Miguel Carlos Victorica, Eduardo Sívori, Prilidiano Pueyrredón, Fernando Fader… Hay trabajos que realmente son raros de ver: por empezar, “Maresca se entrega a todo destino”, en el que figura ella misma ofreciéndose semi-desnuda en un poster, junto a un número de teléfono.
Otra obra fuerte e infrecuente es el “Autorretrato fusilado” de Marcelo Brodsky, de los 70. El famoso “Autorretrato” de la talentosa Emilia Bertolé pone varias cosas sobre la mesa: era rosarina, mujer, escritora y pintora a finales del S XIX- principios del XX, y mantenía a su familia pintando retratos. 


El taller del maestro. Spilimbergo en la lente de Grete Stern.
Pero si vamos a hablar de una mujer artista con una obra rara en esta exposición, ella es, sin dudas, Ana Weiss de Rossi con su “En el estudio”. ¿Por qué? Porque pintó a su marido –Alberto María Rossi, pintor- retratando a una modelo desnuda: eso es curioso, ya que casi siempre en esa época (fines de los 30 en Buenos Aires) eran los hombres, los que podían pintar a las modelos desnudas. Aun así, acá, en esta obra, la artista le encontró la vuelta y los pintó a los dos. Recordemos que hasta hacía poco en la Historia, las clases con modelo vivo desnudo en las Academias de Bellas Artes habían estado prohibidas a las mujeres.
También es una sensación deliciosa observar el núcleo dedicado de “El taller”. Es como espiar la intimidad de los artistas, meterse un poco en su espacio más querido.
La curadora explica que “se trata del taller como lugar de bohemia compartida, como laboratorio, como refugio o rincón nostálgico. Este género”, comenta, “parecería cosa del pasado y sin embargo aparecen nuevos modos en el video arte contemporáneo” (se refiere al video de Narcisa Hirsch, “Taller”).
Y ahí esta ese óleo, “Autorretrato en mi estudio”, del exquisito pintor de La Boca Fortunato Lacámera. Y está el “Estudio de Roma” de Pío Collivadino, de hace más de cien años.
Pero una joya se ubica en la entrada, y casi pasa desapercibida: hay unos sillones blancos. Hay un televisor. Hay un video. Si va, siéntese y mírelo. Aparecerá repentinamente en la pantalla, emergiendo de entre una nebulosa eléctrica de colores, el coleccionista Federico Klemm. Entonces usted se dará cuenta: se encuentra sentado en el living (original) de Klemm y está mirando su programa, “El Banquete Telemático”. “El arte es un problema de amor”, explica Klemm desde el plasma, gesticulando en grandes ángulos. De amor, podríamos decir, pero también de reflejo, de comunidad, de reflexión. Lo muestran estas obras. 

Fuente: Revista Ñ Clarín

REABRIERON LA CUEVA DE ALTAMIRA

Reproducción de una de las pinturas de la gruta presentada en el museo de Altamira, el 27 de febrero de 2014

Reproducción de una de las pinturas de la gruta presentada en el museo de Altamira.

Una guia del Museo de Altamira da instrucciones a las cinco personas anónimas que han podido asistir, tras realizarse un sorteo, a la reapertura de la cueva de Altamira en una visita controlada. EFE

Una guia del Museo de Altamira da instrucciones a las cinco personas anónimas que han podido asistir, tras realizarse un sorteo, a la reapertura de la cueva de Altamira en una visita controlada.

Una guia del Museo de Altamira ayuda a limpiarse el calzado a las cinco personas anónimas han podido asistir, tras realizarse un sorteo, a la reapertura de la cueva de Altamira. EFE

Una guia del Museo de Altamira ayuda a limpiarse el calzado a las cinco personas anónimas han podido asistir, tras realizarse un sorteo, a la reapertura de la cueva de Altamira.

Las cinco personas anónimas que han podido asistir, tras realizarse un sorteo, a la reapertura de la cueva de Altamira en una visita controlada. EFE

Las cinco personas anónimas que han podido asistir, tras realizarse un sorteo, a la reapertura de la cueva de Altamira en una visita controlada.

Fuente: EFE

CHINA CONSERVA SU HISTORIA

Turistas visitan el antiguo Palacio de Verano en Pekín, el 19 de febrero de 2014


Turistas visitan el antiguo Palacio de Verano en Pekín, el 19 de febrero de 2014.


Fuente: AFP

REGISTRO DE LA HISTORIA ESTÉTICA FRANCESA

Imagen facilitada por el Museo del Louvre de París de un dibujo de Charles le Brun, preparatorio para la habitación de Pomponne de Bellièvre, en el palacio de los primeros presidentes del Parlamento d

Imagen facilitada por el Museo del Louvre de París de un dibujo de Charles le Brun, preparatorio para la habitación de Pomponne de Bellièvre, en el palacio de los primeros presidentes del Parlamento de París.

Fuente: EFE

DOS CHIRINO, PADRE E HIJA, EN MADRID


Fotografía facilitada por la galería madrileña ArtePaso, de la obra de Martín Chirino, "Raíz" (1965) en hierro, que forma parte de la exposición "Chirino & Chirino", en la que Mart


Fotografía facilitada por la galería madrileña ArtePaso, de la obra de Martín Chirino, "Raíz" (1965) en hierro, que forma parte de la exposición "Chirino & Chirino", en la que Martín Chirino, el escultor de las espirales y el viento dibuja en el aire con el pesado hierro forjado, y Marta Chirino, su hija, dibuja a lápiz sobre frágil papel y crea, con sus finos e infinitos trazos, texturas en las que se encarna la naturaleza.

Fotografía facilitada por la galería madrileña ArtePaso, de la obra de Marta Chirino "Ramas de rosal", que forma parte de la exposición "Chirino & Chirino", en la que Martín Chirin

Una de las esculturas de Martín Chirino, emplazada en la calle Mayor de Triana de Las Palmas de Gran Canaria. EFE/Archivo


Una de las esculturas de Martín Chirino, emplazada en la calle Mayor de Triana de Las Palmas de Gran Canaria. EFE/Archivo

Fuente: EFE