El tema convocante es el intento de reunir todo el conocimiento humano. Pero en los pabellones manda la crisis.
Carpintería Colonna. De Guillermo Srodek-Hart.
Por Ana María Battistozzi Venecia. Enviada Especial
Más allá del revuelo que llegó a provocar la primera presentación argentina en Pabellón propio, lo cierto es que la 55 Bienal de Venecia
que ocupa casi toda la ciudad hasta el 24 de noviembre, incluidos los
tradicionales pabellones de Giardini de Castello, y los más
recientemente incorporados espacios del Arsenal, luce como una de las
ediciones más sólidas de la última década. Sobre todo por el equilibrio
–bastante infrecuente– que se da entre los envíos nacionales y la
Muestra Internacional que, desde 1998, se encarga a un curador para que
articule una investigación sobre un tema específico y a partir de él,
una selección de artistas.
Este año el designado fue el crítico de arte y curador italiano Massimiliano Gioni, quien eligió como título El Palacio enciclopédico (foto).
Un tema que remite a la desmesura imaginada por Marino Auriti, artista
autodidacta italo norteamericano, quien a mediados de la década del
cincuenta registró en la oficina de patentes de los Estados Unidos un
proyecto de museo imaginario que aspiraba a albergar todo el conocimiento humano,
desde la rueda a la máquina a vapor, o la evolución de la escritura. Y
aunque la empresa nunca se concretó, Auriti llegó a diseñar una maqueta
del edificio de setecientos metros de alto que imaginó como la sede de
semejante museo.
Trasladada a Venecia desde los Estados Unidos,
la maqueta abre de manera imponente el capítulo de la muestra
internacional que se exhibe en el Arsenal. Si bien la idea de Palacio
Enciclopédico apunta a múltiples perspectivas, sobrevuela la noción de
archivo o catálogo infinito de signos que en muchos sentidos sintoniza
con el concepto rector de la última Bienal de San Pablo. De hecho alguno
de los artistas que participaron de ella, como el brasileño Artur Bispo
do Rosario y el maestro de la Costa de Marfil, Federic Bruly
Bouabréestán, están también en Venecia. Y como en San Pablo, Gioni puso
el acento en la disolución de límites y en los vínculos
interdisciplinarios. Pero sobre todo, en la falta de distinción entre el
artista profesional y el creador que opera por fuera del sistema.
La muestra se abre en el Pabellón Central ( ex Italia) de Giardini con la presentación del libro Rojo de Jung,
una obra con dibujos en la que el célebre psicólogo trabajó por más de
quince años. Es sorprendente la afinidad que muestran estas imágenes con
las de Xul Solar. No es extraño entonces que el, amigo de
Borges, que estuvo en Alemania en la segunda década del siglo XX haya
sido incluido con sus Tarot, su Ajedrez y sus minuciosos registros de diarios en un espacio especial al ingreso de los Giardini.
Maqueta. El Palacio Enciclopédico viajó desde los Estados Unidos.
Además
de Xul Solar, para la muestra central, Gioni convocó a Varda Caivano,
pintora argentina que desde los años noventa vive en Londres. En la
edición anterior había sido Amalia Pica, otra joven argentina residente
en Inglaterra que participó en un ámbito similar. El tercer argentino,
además de Nicola Costantino representante oficial en el pabellón
argentino, que participa de la Bienal es Guillermo Srodek-Hart que con
su “Carpintería Colonna” (foto) integra la muestra El atlas del imperio,
que curó el alemán AlfonsHug –ex curador de San Pablo y la Bienal del
Fin del Mundo –con artistas de América latina y Europa, en el pabellón
del Instituto Italo Latinoamericano.
Como pocas veces antes los envíos de países muestran una intensidad muy pareja. Muchos coinciden en reflejar una honda preocupación por el curso de los acontecimientos en un mundo que parece acercarse al colapso
en muchos sentidos. Algunos lo expresan desde una visión política
dura, como el de Inglaterra, en la corrosiva visión del “ser inglés” que
concibió Jeremy Deller en English Magic o una más conmovedora y
poética como Lettter to a refusing pilot, de Akram Zaatari en el pabellón del Líbano. Otros, desde la crítica de costumbres, como Resistance
en el turco o desde la necesidad de poner atención en lo que ocurre
con la depredación del medio y la conservación de la naturaleza, como
los Árboles caído s de Antti Laitinen en el de Finlandia, los de
Lara Almarcegui en el Pabellón de España o Alfredo Jaar en el de Chile.
Lo cierto es que los pabellones más interesantes son aquellos que desde
visiones poéticas reflejan una profunda inquietud por lo que se hace o
se deja hacer por el mundo que tenemos Y además, están los eventos y exhibiciones colaterales que son muchísimos y llenan al visitante de ansiedad, ya que resulta imposible abarcarlos todos. Entre las más importantes: Cuando las actitudes devienen formas,
que recrea en la Fundación Prada la célebre muestra que organizó Harald
Szeeman en Berna en 1969 y la muestra de Tapies en el Palacio Fortuny,
Además un imperdible histórico: Manet en Venecia que rastrea
los vínculos entre esta ciudad y el gran artista francés con piezas
claves como la Olympia junto a la Venus de Tiziano y El almuerzo
campestre en el Palacio Ducal.
El autor de El túnel, que hoy cumpliría 102 años, quería que su vivienda, en Santos Lugares, fuera un lugar de visita y consulta.
Por María Elena Polack
/ Para LA NACIÓN
El olor a pintura fresca no podrá sustituir el recuerdo del aroma al chocolate caliente que cada 24 de junio Ernesto Sabato compartía con familiares y amigos en su casa de Santos Lugares.
La centenaria casona que atesora la biblioteca del autor de El túnel y otras novelas que lo llevaron a obtener el Premio Cervantes reabrirá por primera vez sus puertas para mostrar las áreas restauradas. "Los libros de la biblioteca están en el último orden en el que los dejó el abuelo", cuenta a LA NACIÓN la arquitecta Luciana Sabato, hija del cineasta Mario Sabato. Lleva el peso más delicado de la recuperación de la casa de Severino Langeri 3135.
A principios del siglo pasado, allí funcionó un estudio de cine y el escritor brasileño Jorge Amado la ocupó durante su exilio,un par de años antes de que la familia Sabato se instalara definitivamente.
La casa en la que el escritor vivió desde 1945 y en la que murió pocas semanas antes de cumplir cien años, el 30 de abril de 2011, recupera lentamente su esplendor.
Fueron muy difíciles los últimos años de vida de Sabato y la estructura edilicia se deterioró hasta niveles impensados. Casi todos los techos estaban arruinados, y el bucólico jardín, en el que vuelve a verse una glorieta, había quedado atrapado debajo de un sinfín de enredaderas.
Desde la vereda vuelve a verse el frente de la casa, pintado en blanco y amarillo, el último color que se le conoció en vida de Ernesto Sabato.
Sabato había nacido el 24 de junio de 1911 en Rojas, provincia de Buenos Aires. El Club Defensores de Santos Lugares, ubicado justo en la vereda de enfrente, lo recuerda con una exposición de fotografías en la biblioteca pública que lleva el nombre del escritor y presidente de la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas
p(Conadep).
Durante la visita de LA NACION, la semana última Mario
Sabato y su hija Luciana desgranaron recuerdos y anécdotas. Y revelaron
el anhelo de que la casa forme parte del circuito de museos que se
desarrolla en la ciudad de Buenos Aires.
"Santos Lugares parece lejos, pero está tan cerca de la
ciudad, a pocas cuadras de la General Paz y de la estación Santos
Lugares del ferrocarril [San Martín]", se entusiasmó Luciana, una de las
nietas que más disfrutaron esa casa durante su niñez.
"El primer estante, casi en el piso, junto a la
ventana, es el de los libros cómicos. El que más nos hacía reír era El
nuevo método del doctor Ollendorff para aprender un idioma, adaptado al
alemán. Papá lo tomaba y leía distintos diálogos, que eran desopilantes.
Es triste ver que ese ejemplar no está", contó Mario Sabato, que
prefirió hablar de lo que hay para mostrar y no de los objetos que han
desaparecido de la casa y que rastrea de manera constante.
"Recuperar la máquina de escribir no fue fácil",
deslizó con tristeza, mientras volvió a ubicar la Olivetti eléctrica en
el espacio que ocupó durante años en el escritorio de su padre y en la
que nació Abbadón, el exterminador.
Las ediciones de las novelas de Sabato traducidas a
otros idiomas ocupan un sector de la amplísima biblioteca, que abarca
desde clásicos, filosofía e historia hasta los anuarios astrológicos de
Ludovica Squirru. "Matilde y Ernesto tenían una atracción muy fuerte por
las ciencias ocultas", dijo con una sonrisa el hijo dedicado a la
dirección cinematográfica.
La bibloteca de Sábato fue reacondicionada manteniendo su orden original. Foto: LA NACIÓN / Maxi Amena
Desde
la biblioteca se ven un pequeño jardín y el estudio en el que Sabato
escribió casi toda su obra y donde montó el atelier de pintura. Ese
sector está casi como lo dejó en 2011: lúgubre y descascarado. Observar
las etiquetas de las cajoneras permite comprobar su orden obsesivo. Para
ejemplo: la etiqueta "Cartas y documentos sobre mi conducta y mis
fondos monetarios".
"En un sector de la biblioteca había un pequeño mueble
con cajones. En cada uno había una etiqueta que identificaba los
medicamentos que allí guardaba mi abuelo", recordó la nieta, que ya
lleva seis meses de trabajo cotidiano para recuperar el lugar.
Deseo personal
"Formamos la Asociación Amigos de la Casa de Ernesto
Sabato y procuramos cumplir con sus deseos. Quería que este lugar
estuviera abierto a todos. Para estas primeras obras hemos tenido ayuda
del Instituto de Cultura bonaerense. Ahora estamos viendo cómo
organizaremos las visitas", afirmó Mario Sabato. Por el momento, para
conocer la casa o ayudar de alguna manera se puede enviar un mail a casadesabato@gmail.com.
"Mi padre siempre quiso que todos pudieran acceder a su
casa, no sólo para ver la biblioteca, sino también para seguir dando
testimonio de su vida sencilla, humilde. Acá nunca sobró el dinero",
añadió al revelar que cada vez que viajaba les dejaba sendos testamentos
"preventivos" a él y su hermano Jorge, que murió en un accidente en
1995.
"Jorge se reía y los tiraba. Yo guardé todos esos
testamentos, en los que se evidencia la coherencia con la que vivió",
añadió Sabato al anticipar que en cada sector de la casa se ubicarán
pantallas en las que será el propio escritor el que cuente su historia.
Varios de los nietos del escritor oficiarán de guías.
"Tengo mucho material sobre mi padre que no se incluyó
en su documental", anticipó Mario Sabato, sentado junto al escritorio
blanco de la biblioteca que usaba su madre y que era el centro de las
reuniones sociales.
"Todo lo que ha firmado mi padre tendría que tener la
firma de mi madre. Matilde era una crítica tierna e implacable y resignó
su vocación literaria por mi padre", advirtió al recordar que casi al
final de su vida aceptó publicar El conjuro (cuentos) y Cenizas y
plegarias (poemas).
Las sonrisas se sumaron al recorrido cuando se advirtió
el acceso al sótano en el que por años vivió el dueño de todo el
inmueble, Federico Valle, mientras la familia Sabato era la inquilina de
la casa.
"La relación comenzó cuando Valle le alquiló a papá La
Tapera, cerca de Carlos Paz, donde escribió El túnel. Valle se hizo un
ranchito en una cueva de las sierras. Me imagino que el acuerdo
económico debe haber sido desopilante porque los dos tenían ideas
disparatadas sobre el dinero", relató el hijo del autor de Sobre héroes y
tumbas, entre otras novelas y ensayos.
Parece que a Valle siempre le gustaron los lugares
oscuros, porque no tuvo problemas en vivir en el sótano de su casa y
compartir, por ejemplo, el teléfono con la familia Sabato. Los invitados
se sorprendían cuando se abría la tapa y aparecía una mano con un
teléfono porque la llamada era para "los de arriba".
Recuperar el sótano, muy inundado, es el gran desafío.
"Muchas veces resguardamos a papá allí ante las amenazas", concluyó su
hijo, con una mezcla de entusiasmo y nostalgia y con el compromiso de
cumplir con el legado.
Asociación Amigos de la Casa Sabato
La entidad busca cumplir con el anhelo del escritor de que su vivienda sea visitada por todos
Comisión directiva. Mario Sabato, Horacio
Salas, Federico Güiraldes, René Aure, Isabel Sabato, Roberto Surra, Juan
Carlos Reboiras, Hugo García, Marta Finardi de Reboiras, Graciela
Molinelli, Jorge Medici y Horacio Callegari
Socios. Lidia Pizzini de Sabato, Guido Sabato, Ricardo Bello y Roberto Corvatta
Consejo de Honor. Manuel Antín, Estela
Carlotto, monseñor Jorge Casaretto, Alejandro Dolina, Miguel Ángel
Estrella, Eduardo Falú, Graciela Fernández Meijide, Ricardo Gil Lavedra,
Carlos Gorostiza, Magdalena Ruiz Guiñazú, Sergio Renán y José Martínez
Suárez
Visitantes observan la instalación de luz llamada “lux eucharística”
dentro de la catedral de Colonia, Alemania, y que forma parte de los
eventos del Congreso Eucarístico que se esta desarrollando ahora. (AFP)
En esta imagen proporcionada por Sotheby’s, un reloj geográfico y
astronómico de doble faz, realizado por el inventor mexicano Juan
Nepomuceno Adorno alrededor de 1875, que subastó el lunes 10 de junio
de 2013 en Nueva York. (AP/Sotheby’s)
Luminarium Suiza - Visitantes circulan en la obra inflable del artista inglés Alan
Parkinson, instalada en Ginebra, en la sede Europea de las Naciones
Unidas. (AP)
Vista de la obra ‘Setting the Standard No.2’ del grupo artístico
holandés V&B que puede ser vista en la mayor feria de arte del
mundo, Art Basel en Basilea, Suiza (EFE)
Nueva York... ¡música para todos! Una
ONG instaló 88 pianos en las calles de Nueva York con la intención
llevar el arte y la música a todos los rincones de la ciudad. (AP)