LESTIDO: LO DIFÍCIL QUE ES AMAR

Adriana Lestido muestra en Bellas Artes y en un bello libro buena parte de su producción. Son fotos que conmueven por sus luces y negros profundos pero, sobre todo, por su verdad.

El amor puede tener la forma de una mujer que nos recibe –cálida– en su seno (¿Acaso existe una forma mejor de volver a hamacarnos en el útero?). Podría ser, quizás, una madre. Pero el amor también puede ser la pregunta por el otro. La compañía. Dormir, caminar o reír con el otro. La comprensión. Los besos, el baile, los abrazos. Cierto descanso. El desamor, en cambio, son estas espaldas solitarias; la mirada alejada. La distancia. Un puño tenso, cerrado. El espacio gélido que se mantiene entre uno y otro cuerpo cuando existe la resistencia al roce. El desencanto hecho mirada.
Observo a esta mujer mayor, de unos sesenta y pico de años, y a otra a su lado, alrededor de los cuarenta. Son madre e hija. Las dos se miran fijamente, ubicadas en línea recta, paradas más o menos a un metro de distancia. Es noche cerrada. La madre observa a la hija con la boca cerrada hacia abajo, un rictus duro, una mirada exigente, lapidaria. La hija le devuelve la vista un poco más desarmada. Las dos están teñidas de rubio. Entre ellas hay tendido un puente, un espacio común, lleno de preguntas todavía sin respuesta, de reclamos, de demandas y reproches. Sin dudas, la hija –ya grande– le reprocha a su madre a través de la mirada.
Esta es una de las potentes fotografías de Adriana Lestido que forma parte de la serie Madres e hijas . Se encuentra expuesta por estos días en la muestra retrospectiva Adriana Lestido. Fotografías 1970-2007 , en el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA).
“Había algo de la relación entre madre e hija que necesitaba comprender, por eso hice estas fotos –comenta Lestido– porque siento que es una de las relaciones más complejas, difíciles y salvajes del ser humano. Ya desde su origen es así: sabemos lo condicionante que es en la vida de toda mujer la relación con su madre, y también, lo oscuro que puede llegar a ser, a veces, ese vínculo. Al mismo tiempo, es la relación de amor por excelencia.” Luego de hacer esta serie de fotos, ¿pudiste comprender eso que buscabas comprender?
Sí, pude comprender mejor a mi madre y relacionarme con ella como mujer. Pude entender algo que iba más allá de su rol de madre. Pude verla como ser humano.
Mujeres presas, 1991/1993, serie.
Mujeres presas, 1991/1993, serie.

Y recuperar el mucho amor que le tengo. Fue como poder limpiarlo. Pasa que uno, muchas veces –por su propia locura– parcializa los recuerdos; pero con estos trabajos pude rescatar gestos de amor de ella que tenía tapados. Cuando mi madre murió estábamos todavía en la tensión de la relación. Eso pasó en el año 84. Unos once años después hice esta serie. 
Hay otras fotos de parejas de madres con sus hijas dentro de esta serie. En todas, Lestido –a la manera de Nan Goldin y de otros fotógrafos– hizo un seguimiento íntimo, cercanísimo, cotidiano, de una madre con su hija en distintos momentos del día, a lo largo de varias semanas. En las fotos se ven madres jóvenes con sus nenas chiquitas: la beba está en la bañera. La madre la observa cansada, ojerosa. La misma dupla dentro de un auto, yendo a alguna parte: la beba profundamente dormida sobre el pecho materno. La madre, intensamente dormida sosteniendo a la beba. Entregadas la una a la otra. Otra: en la playa, la beba toma la cabeza de la madre con fuerza, palpándola, abrazándola, como si se tratara de un hermanito o de una extensión de sí misma. 
“El nacimiento da comienzo al proceso de aprendizaje de la separación. La separación es difícil de aceptar o creer”. La cita es de John Berger y aparece en el espléndido libro Lo que se ve, que Lestido presentó en el marco de la muestra en el MNBA. En realidad, es difícil decidir si el libro acompaña a la exposición o la exposición al libro; tal es el grado de cuidado y elaboración de la publicación: una mirada retrospectiva a la vida de Lestido como fotógrafa, pero también como mujer. Editado por Capital Intelectual, realizado con apoyo de la Ley de Mecenazgo y del grupo INSUD, el libro constituye una obra en sí misma.
Y comienza con una foto emblemática de cuando la artista trabajaba como fotorreportera en el diario La Voz. La foto –“Madre e hija de Plaza de Mayo”– es de 1982 y muestra a una mujer joven, con un pañuelo blanco y una niñita en brazos, gritando en la plaza. Pero antes que eso, en la página previa, la fotógrafa dedicó todo, libro y fotos: “A Guillermo Willy Moralli, compañero de vida y de lucha, secuestrado y desaparecido por la dictadura militar el 18 de julio de 1978. A su luz, bondad y belleza.” A su luz, dice Lestido. Una fotógrafa que reconoce la luz de la persona amada, a pesar de la noche tan negra en la que estaba viviendo: lo dice una artista que define y comprende a través de la luz (eso es el lenguaje fotográfico).

Madres e hijas, 1995/1998, serie. Mary y Stella.
Madres e hijas, 1995/1998, serie. Mary y Stella.

“La lucidez es un don y es un castigo”, cita la fotógrafa en su libro a la poeta Alejandra Pizarnik. “Está todo en la palabra: lúcido viene de Lucifer, el arcángel rebelde, el demonio. Pero también se llama Lucifer el lucero del alba, la primera estrella, la más brillante, la última en apagarse. Lúcido viene de Lucifer y Lucifer viene de lux y de ferre, que quiere decir el que tiene luz, el que genera luz, el que trae la luz que permite la visión interior.
El bien y el mal, todo junto. El placer y el dolor (…) En esto se van los años, en esto se fue la bella alegría animal.” “Empecé a hacer fotos poco después de la desaparición de Willy –agrega Lestido–. En el momento no me di cuenta de la relación que teníamos. Y recién en 2008 noté que comencé a hacer fotos un año después de su desaparición. A partir de ahí la fotografía dirigió mi vida.” Un par de cosas me llaman la atención, recorriendo tanto la muestra de Lestido como el libro: por un lado, casi no aparece la figura del hombre. El universo que despliega la artista fue creado –prácticamente en su totalidad–, en una profunda clave íntima femenina. Se percibe en las series Mujeres presas , Madres adolescentes y en la anteriormente mencionada Madres e hijas . Un par de sombras, un solo perfil a contraluz –recortado por los rayos del sol penetrando en la sala–, y unas poquísimas siluetas movidas, representan a un hombre (en la serie El amor ). Esta gran y fuerte ausencia marca un interrogante.
Por otro lado, la serie El amor tiene mucho de paisaje frío, de nube, neblina; de géiser amenazante, bullente pero solitario.
Otra de las características de las obras de Lestido es el uso general del blanco y negro, salvo en dos obras: un par de pequeñas Polaroids. Muestran paisajes. Fueron sacadas el día de la muerte del padre de la artista. Polaroid 1: el cielo -nublado- se incendia. Polaroid 2: el tanque de agua ubicado en la nieve es atravesado por ciertas nubes. Está levemente velada.
Esta muestra incluye todas tus series de fotos, Adriana. ¿Cuál dirías que es el eje común?
En el fondo, todo en estas fotos tiene que ver con lo difícil que es amar.

FICHA

Adriana Lestido. Fotografías 1970-2007
lugar: Museo Nacional de Bellas Artes, Av Libertador 1473
Fecha: hasta el 14 de julio
Horario: mar a vier, 12:30 a 20:30; sab y dom, 9:30 a 20:30
Entrada: gratis

Fuente:Revista Ñ Clarín

PARÍS RECIBE UNA RETROSPECTIVA
DEL ESCULTOR ARGENTINO MARTÍN BLASZKO

Las obras de Blaszko, fundador del grupo Madí, están en colecciones públicas y privadas del Malba y el Mamba en Buenos Aires, el Museo Madí en Dallas y la Fundación Cisneros en Venezuela.


Una muestra del escultor argentino Martín Blaszko, uno de los fundadores del mítico grupo Madí, se expone en París desde el 20 de junio y hasta el 15 de julio. En el Espacio Meyer Zafra, ubicado en el céntrico barrio Le Marais y con otra galería en Nueva York, se exponen esculturas, cuadros y collages de diferentes etapas de su obra, desde los años cincuenta hasta 2010.
Blaszko, nacido en Berlín en una familia de origen judío en 1920, llegó a Buenos Aires aún veinteañero, huyendo de los nazis, y allí falleció en 2011. Fue un pionero de la abstracción geométrica en América Latina. A través del uruguayo Carmelo Arden Quin se familiarizó con el constructivismo, un movimiento nacido en Rusia que tuvo un desarrollo particular en el Río de la Plata con el uruguayo Joaquín Torres García, una especie de 'alter ego' sudamericano de su amigo holandés Piet Mondrian.
Junto a Arden Quin y otros, Blaszko fundó a mediados de los años cuarenta el grupo Madí, por entonces la vanguardia de las artes plásticas en la ciudad porteña. "Después, conservando algunos puntos de contacto con sus colegas de esa época, comenzó un periplo artístico absolutamente personal que duró más de medio siglo", dijo su hija Susana, arquitecta de formacion, quien se ocupa de la promocion de la obra de su padre. "Para (Blaszko), la misión del artista siempre fue llevar al plano de las armonías universales los movimientos de fuerzas opuestas, los ritmos esenciales de nuestra vida psíquica, creando verdaderas constelaciones estéticas", explicó.
En la exposicion parisina pueden descubrirse varios principios esenciales en la rigurosa y a la vez poética obra de Martin Blaszko. A través de la abstracción geométrica se observa el respeto absoluto de las proporciones y la medida áurea; la bipolaridad está siempre presente, con la existencia de fuerzas antagónicas, algo que caracterizó a la humanidad en el siglo XX, como él mismo lo señalaba al escribir sobre su obra.
Y, finalmente, se impone la monumentalidad de sus magistrales 'maquetas', como denominaba a sus esculturas artesanales, fruto de un trabajo sin grandes talleres a su servicio, contruidas apenas con la ayuda de su entorno más cercano. Las obras de Blaszko pueden hallarse en colecciones públicas y privadas en medio mundo, destacando los Museo Malba y Mamba en Buenos Aires, el Museo Madí Dallas (Texas) y la Fundación Cisneros en Venezuela.

En el Malba se proyecta además actualmente un documental sobre el artista, Martín Blaszko III, de Ignacio Masllorens.

Fuente: AFP / Adolfo Guidal/Revista Ñ Clarín

LA COLECCIÓN BRILLEMBOURG CAPRILES
DE ARTE LATINOAMERICANO
EN EL MUSEO DE BELLAS ARTES DE HOUSTON



Diego Rivera, Naturaleza muerta con limones (Still Life with Lemons), 1916, oil on canvas, The Brillembourg Capriles Collection of Latin American Art. © 2013 Banco de México Diego Rivera Frida Kahlo Museums Trust, Mexico, D.F. / Artists Rights Society (ARS), New York


Intersecting Modernities:
Latin American Art
from
The Brillembourg Capriles Collection


Jun 23, 2013 - Sep 2, 2013

Beck Building
5601 Main Street 

Intersecting Modernities presents more than 100 masterworks created by artists at the height of their careers—including Wifredo Lam,Roberto Matta, Diego Rivera, and Joaquín Torres-García—from The Brillembourg Capriles Collection of Latin American Art. On public display for the first time, this exquisite collection of 20th-century Latin American art has been on long-term loan to the MFAH for several years and has undergone extensive research by curators and conservators. The Brillembourg Capriles Collection is distinguished by groupings of important artists from Central and South America. This extraordinary exhibition brings together artists who were influential in avant-garde movements in Europe, Latin America, and the United States and whose contributions to art bridge aspects of Modernism from both sides of the Atlantic. The collection was assembled by Tanya Capriles de Brillembourg, a Venezuela native who resides in Miami. Many of the artists represented in the collection are rarely seen in the United States, and Intersecting Modernities offers a rare opportunity to view their masterpieces in one exhibition.

Exhibition Catalogue

Accompanying the exhibition is an illustrated catalogue, available through the MFAH Shop (713.639.7360) and in the Museum's Hirsch Library.


Latin American Art at the MFAH


For more about the Museum's Latin American Art Department and International Center for the Arts of the Americas (ICAA), click here.


Admission


Entrance to this exhibition is included with your Museum admission.
MFAH Members receive free general admission.


This exhibition is organized by the Museum of Fine Arts, Houston.
Generous funding is provided by:
Mercantil Commercebank
Luther King Capital Management
Leslie and Brad Bucher


Emilio Pettoruti, La Voce (The Voice), 1916, pastel, charcoal, and collage on paperboard, The Brillembourg Capriles Collection of Latin American Art. © Fundación Pettoruti

Armando Reverón, Figura bajo un uvero (Woman under a Sea-Grape Tree), 1920, oil on burlap, The Brillembourg Capriles Collection of Latin American Art.

Fernando Botero, El Nuncio, 1962, oil on canvas, the Brillembourg Capriles Collection of Latin American Art. © Fernando Botero, courtesy Marlborough Gallery, New York


Exhibition Catalogue - MFAH Shop | 713.639.7360

JEFFREY GIBSON:
UNA ARTISTA EN PAZ CON MÚLTIPLES TRIBUS

La aceptación personal inspiró y dio visibilidad al artista. La obra de Gibson se exhibe en el Museo de la academia nacional en Nueva York.

Jeffrey Gibson en su estudio con su perro, Stein-Olaf.
Jeffrey Gibson en su estudio con su perro, Stein-Olaf.

Por CAROL KINO


The New York Times

Una tarde soleada de mayo, Jeffrey Gibson daba vueltas en su estudio, tratando de establecer en qué lugar poner cada uno de sus trabajos.
Unas abstracciones geométricas luminosas, meticulosamente pintadas en cuero de ciervo, estaban a punto de ser llevadas a una feria de arte. La representación que había realizado Gibson de un baúl de cuero de búfalo, un estuche de transporte de piel rústica tradicional de los indios estadounidenses, sería despachada a Nueva York para una exposición individual en el Museo de la Academia Nacional. Dos abstracciones a la manera de Delaunay en cueros de alce habían sido enviadas a un museo de Ottawa.
"Si hace cinco años me hubieran dicho que mi obra iría a estos lugares no lo habría creído", dijo Gibson. A los 41 años, es miembro de la Banda de Indios Choctaw del Misisipi y medio cheroqui. Durante años se resistió, dijo, al impulso de citar textualmente el arte indio tradicional, tal como rechazó la presión que sintió en la escuela de arte de realizar una obra que reflejara su supuesta identidad.
Ahora "finalmente estoy en un punto en el que puedo sentirme cómodo presentándoles a ustedes" la cultura india americana, dijo.
A juzgar por la cantidad creciente de exposiciones, esa aceptación personal experimentada por Gibson redundó en un gran beneficio para su obra. Entre varias exposiciones de sus trabajos, la muestra "Said the Pigeon to the Squirrel" permanecerá hasta el 8 de septiembre en el Museo de la Academia Nacional. Sus obras pueden, además, ser vistas en otros cuatro lugares.
"Love Song", la primera exposición individual de Gibson, fue inaugurada en mayo en el Instituto de Arte Contemporáneo de Boston con 20 serigrafías, un video y dos esculturas, una de las cuales une con una cuerda siete tambores pintados. Las pinturas realizadas en cuero de alce ahumado están expuestas actualmente en "Sakahàn", una inmensa exposición colectiva de arte indígena internacional que se inauguró recientemente en la Galería Nacional de Canadá, en Ottawa. Y una instalación de tapices colgantes con formas de escudos realizados con cuero pintado y postes de tipi, se encuentra en el Cornell Fine Arts Museum de Rollins College en Winter Park, Florida.
También hay trabajos de Gibson en una exposición grupal de la Wilmer Jennings Gallery en Kenkeleba, que es desde hace tiempo una vidriera multicultural neoyorquina, hasta el 2 de junio. Llamada "The Old Becomes the New", analiza la relación entre los artistas indígenas americanos contemporáneos y los artistas abstractos de la posguerra como Robert Rauschenberg y Leon Polk Smith que recibieron una fuerte influencia del arte indio tradicional.
La colaboración de Gibson consiste en dos bloques cilíndricos, envueltos en cuero crudo, y pintados con rectángulos de color sobreimpresos, lo que crea una mezcla sorprendentemente armónica de Josef Albers y Donald Judd con una envoltura ceremonial.
Gibson se crió en Corea del Sur, Alemania y distintas ciudades de los Estados Unidos, o sea que "tener que aclimatarme fue totalmente normal para mí", dijo.
Pensó en estudiar arte indio tradicional, pero optó por concentrarse en el arte de taller. En 1993, aterrizó en la Escuela del Instituto de Arte de Chicago, donde a menudo se sintió presionado a analizar su herencia india cuando él en realidad ansiaba pintar como Matisse o Warhol. No obstante, comenzó a descubrir ese legado de otra forma como asistente de investigación en el Field Museum.
Al observar cómo examinaban los tambores, los contenedores de cuero de búfalo y otros objetos en la colección del Field los ancianos tribales que lo visitaban, Gibson comenzó a ver el arte "como una forma muy fuerte de resistencia".
Y nada de lo que había visto hasta el momento "era tan completo y plenamente acabado como los objetos propiamente dichos", dijo.
"Ciertamente, hizo que me resultara difícil volver al estudio a pintar." Pero sí pintó ­principalmente paisajes expresionistas llenos de personajes de Disney y decorados con lentejuelas y brillos. Su obra siguió en un filón similar mientras estudiaba en Londres. Si bien la Banda del Misisipi le pagaba la educación, la experiencia significó para él una pausa bienvenida en sus preocupaciones relativas a la identidad, dijo, y la posibilidad "de ver arte y pensar en las cualidades formales de realizar una obra artística". (Mientras tanto, también conoció a su marido, el escultor noruego Rune Olsen.) Después de regresar a los Estados Unidos en 1999, esta vez a Nueva York y Nueva Jersey, Gibson comenzó a pintar escenas pastorales fantásticas, adornando las superficies con cuentas de cristal y burbujas de silicona pigmentada.
Mientras se esforzaba por entender el Minimalismo, comenzó a ver la relación entre la abstracción geométrica Modernista y los diseños en los objetos que lo habían dejado anonadado en la colección Field.
Su muestra de 2012 con Participant Inc. resultó un punto de inflexión. Allí colaboró con artistas indios tradicionales. Y una vez que puso el pincel en un cuero de búfalo, se enganchó, dijo Gibson.
El cambio de fondo derivó de su decisión de abandonar la idea de que pertenecía a un grupo minoritario, dijo. De golpe, todo el arte se convirtió simplemente en "puntos individuales en la periferia que me rodea", dijo. "En cuanto pensé en mí mismo como el centro, el mundo se abrió."

Fuente: Revista Ñ Clarín

EN VENECIA, AI WEIWEI RECREA SU DETENCIÓN

Una exposición de dioramas del el artista chino en Venecia lo muestra en escenas de su vida cotidiana en la cárcel en 2011, todo bajo la vigilancia de dos jóvenes guardias chinos.
El encarcelamiento le inspiró a Ai Weiwei dioramas y un video musical.

Por EDWARD WONG

The New York Times

Durante un año y medio el artista Ai Weiwei y un escultor amigo supervisaron un equipo de unas 20 a 30 personas que trabajaron en secreto en la ciudad en uno de sus proyectos más políticos y personales. Su tarea consistió en reconstruir escenas de la detención ilegal de Ai en 2011, cuando fue mantenido durante 81 días en una prisión secreta custodiada por una unidad paramilitar.
Lo que cobró forma esta primavera en un espacio industrial de la capital china fueron seis dioramas en fibra de vidrio que describen, a escala media, su existencia cotidiana generalmente banal como cautivo del vasto aparato de seguridad del gobierno. Los dioramas fueron sacados de China discretamente ­–Ai se negó a decir exactamente cómo– y llevados a Venecia, donde están expuestos en una iglesia junto al Espacio Proyecto Zuecca, paralelamente a la Bienal de Venecia 2013, pero sin participar oficialmente.
Cada diorama está encerrado en una caja de hierro de 2,25 toneladas. Son esculturas de Ai durmiendo, comiendo, duchándose, siendo sometido a interrogatorios y sentado en el inodoro, todo bajo la vigilancia de dos guardias jóvenes vestidos con uniformes verdes. Ai dijo que los detalles fueron meticulosamente recreados de memoria, hasta sus chinelas azules y la guata blanca pegada a las paredes de la habitación.
Junto a un video musical con contenido obsceno subido online, los seis dioramas ­titulados "S.A.C.R.E.D." –son las primeras obras de Ai que abordan su detención, que fue el período más difícil de su vida, dijo.
Una mañana reciente en su estudio y casa en el norte de Beijing, explicó que su objetivo era simple: "Hacer que la gente entienda las condiciones". Un asistente utilizó un iPad para mostrar a los visitantes fotos de los dioramas mientras un gato afeitado daba vueltas silenciosamente, con expresión desolada.
Ai, de 56 años, tiene en Venecia una obra más conceptual que utiliza 800 banquitos de madera y es un intento, dijo, de construir una "estructura animada monstruosa" que es "completamente disfuncional".
"China sigue estando en una guerra constante, que destruye la naturaleza de los individuos, las imaginaciones, la curiosidad, las motivaciones y los sueños de las personas", dijo Aid. "Las mejores mentes de este Estado fueron echadas a perder por este elevado control ideológico, que es falso. Aun los que tratan de usarlo como herramienta para mantener el poder o la estabilidad saben que es una situación totalmente falsa".
El veneno de Ai contra el Partido Comunista lo ha convertido en una figura que divide aguas en el mundo del arte chino. Muchos artistas se sienten molestos por la atención que recibe Ai de Occidente, así como también por sus ocasionales denuncias de otros chinos, entre éstos viejos amigos, que no están dispuestos a asumir la misma postura inflexible contra el partido.
Desde su liberación hace dos años, Ai está obsesionado con los detalles de su detención y los sufrimientos experimentados por varios de sus amigos perseguidos en esa misma época. "Estoy segura de que será una obra potente", dijo Karen Smith, historiadora del arte y curadora independiente que vio fotos del proyecto.
"Si bien todas las apariencias externas hacen pensar que Weiwei ha resistido bien y ha mantenido su concentración en este período transcurrido desde su detención, esta obra sugiere una necesidad de confrontar el `daimon’ que sin duda una experiencia como ésta representa para él".
Los funcionarios todavía retienen su pasaporte y la policía a veces lo sigue a lugares impensables (un centro de esquí, por ejemplo), pero Ai tiene más libertad que durante el año que siguió a su liberación. La menor vigilancia es obvia en el hecho mismo de haber podido trabajar en secreto tanto en los dioramas como en el video musical, que fue filmado por Christopher Doyle, el famoso director de fotografía, en un modelo tamaño natural de la celda de Ai.
Ai ya prácticamente terminó de servirse de su detención para su creación artística, pero todavía falta un proyecto, dijo. "Estoy escribiendo un libro", dijo. "Ya está un 80% terminado. Tengo una responsabilidad terrible: debo registrar cada estúpido detalle y es algo muy pesado y aburrido, y para mí es espantoso. Cada vez que me sentaba, era una lucha ­`¿Por qué tengo que escribir esto?’ Pero tengo que hacerlo. Es una obligación".

Fuente: Revista Ñ Clarín

PÁEZ VILARÓ ESPERA SUS 90 AÑOS
CON UNA EXPLOSIÓN DE COLOR

El artista, que vive entre Uruguay y el Tigre, expone 66 cuadros creados este mismo año para esta muestra.
La fuerza del deseo. Las obras inconfundibles de Páez Vilaró, en las salas del Museo del Tigre/ GENTILEZA MAT
Pintarse la vida. Páez Vilaró y una de sus obras. El artista cuenta su vida en esta exposición. /GENTILEZA MAT

Por Alejandra Rodríguez Ballester

La energía con que creó una ciudad fantástica sobre el lomo de una ballena –Casapueblo, en Uruguay– sigue intacta a sus casi 90 años (los cumple en noviembre). Al que no lo crea le bastará con darse una vuelta por el Museo de Arte del Tigre (MAT) donde los cuadros del artista uruguayo Carlos Páez Vilaró, pintados este mismo año, llenan de color, intensidad y delirio las salas del bello edificio junto al río.
Con huellas de una búsqueda artística que se inició con el interés por la cultura del candombe uruguayo y siguió indagando en la expresividad africana y en el arte precolombino, la muestra El color de mis 90 años es un festejo de esa vitalidad impresionante.
“La exposición la hice pensando en el vecindario de Tigre, como un agradecimiento al apoyo que recibí en mi radicación en el lugar –cuenta el artista, que pasa temporadas en una orilla y otra del Río de la Plata–. Desde el año 41 estoy enganchado con la Argentina. Llegué aquí muy joven y empecé a trabajar en una fábrica de fósforos en Avellaneda. Arranqué con un destino incierto pero sabía que en Buenos Aires iba a tener apoyo. Luego trabajé como aprendiz de tipógrafo en La Fabril, en Barracas: allí conocí a Dante Quinterno, a Lino Palacios, a Divito, y les acerqué mis primeros trabajos.” Aunque Páez Vilaró asegura que “llegar a los 90 es aceptar el final del penúltimo capítulo”, ésta no es una muestra retrospectiva, como podría suponerse, sino que el artista exhibe sus cuadros más recientes: sorprende comprobar la abundancia de su producción fechada en 2013. “Le cuento un secreto –dice–. Le dí mi palabra al intendente Sergio Massa de que iba a hacer 33 cuadros para esta muestra. Trabajé todo el verano en Casapueblo, sin salir, sin ir a la playa. Y después pensé: ¿qué va a pasar si los 33 cuadros no pasan la Aduana? Entonces se me ocurrió pintar otros 33 cuadros en Buenos Aires. Al final, los que estaban en Uruguay pasaron la aduana sin problemas, por eso expongo 66 cuadros. Pero estos, los cuadros de la precaución, son los que tienen más frescura.” Estas obras recientes se inspiran en imágenes acumuladas a lo largo de su vida, en recuerdos de sus viajes que fueron muchos y aventureros: una situación de peligro en África, una protesta revolucionaria en Japón, una noche de amor en Polinesia, una escena en la selva de Nueva Guinea.
Pintarse la vida. Páez Vilaró y una de sus obras. El artista cuenta su vida en esta exposición. /GENTILEZA MAT
La fuerza del deseo. Las obras inconfundibles de Páez Vilaró, en las salas del Museo del Tigre/ GENTILEZA MAT

“Para preparar esta exposición me convertí en una especie de cosmonauta, me enfrenté al espacio con ganas de recordar colores, iba enganchando imágenes de mi vida como en una locomotora. Si yo recordaba mis momentos africanos, mi tela se poblaba de animales, de tribus, de motivos selváticos; si evocaba mi vida en la Polinesia, surgía la palmera, la canoa o el caburé”, relata Páez. Y porque aluden a escenas y recuerdos, los títulos con frecuencia narrativos invitan a imaginar historias: Hoy me encontré con Taskine Velbe, Fiertambre Zum cayó enfermo con gripe, A las doce se produjo el concilio del cardumen, Y el primer sábado de abril se transformaba en pájaro.
Acrílicos exuberantes, eróticos, llenos de color, tienen como característica el fondo blanco que da unidad a esta producción. “Es una forma de darle al blanco su verdadera importancia”, reflexiona el creador de Casapueblo, para quien el blanco es “el duende motivador”.
Además de su producción reciente, hay obras anteriores y en una pequeña sala se exhiben algunos de sus primeros trabajos. Allí se puede ver un autorretrato en su taller y resulta particularmente entrañable Primer óleo: una abigarrada escena de candombe, llena de personajes, que recuerda la pintura de Pedro Figari, uno de los maestros que lo inspiraron en sus comienzos.
“Los afrodescendientes de mi país son los que me dictaron la ruta al África. A ellos les debo muchos de los logros que he obtenido”, afirma, para después recordar la sorpresa y los peligros que atravesó al desembarcar en el continente africano en 1962, en épocas de revolución, o el memorable encuentro con Albert Schweitzer.
Visitar su muestra a orillas del río permite intuir algo de esa vida aventurera, y de una libertad que no encuentra límites con el paso de los años.


Fuente: Revista Ñ Clarín