"MI PADRE FUE MUY FELIZ EN MALLORCA
PORQUE ENCONTRÓ OTRA FORMA DE VIDA"

Arte. Cincuentenario de la muerte de Hermen Anglada-Camarasa

Un 7 de julio de 1959 murió en el Port de Pollença el pintor Anglada-Camarasa. Cincuenta años después su única hija Beatriz y su nieta Silvia descubren sus recuerdos.






´Aquí mi cueva´, señala Beatriz Anglada-Camarasa al acceder a su estudio, en el que aún se ven algunos de sus cuadros. Foto: B. Ramón.





LOURDES DURÁN, Palma de Mallorca

No está claro por qué el pintor Hermen Anglada-Camarasa dejó el París que dio luz universal a sus pinturas para instalarse en el Port de Pollença en 1914. No era su primera visita, ya que, avisado de las excelencias de la isla por el arquitecto y amigo Antoni Gaudí, recaló en Mallorca en 1909. Su nieta Silvia Pizarro, continuadora junto a su madre, Beatriz, de la labor de inventariar y catalogar la ingente obra del artista, apuesta por una razón oculta. "Hay un antes y un después, y curiosamente, la etapa mallorquina de mi abuelo es la más oscura. Si tuviera tiempo, me encantaría investigarla", admite quien dejó su puesto de médico de familia "picada por el gusanillo del arte" que lógicamente anidaba en la familia. Un 7 de julio de 1959 moría Anglada-Camarasa. 88 años intensamente vividos, "a pesar de las tres guerras que marcaron su labor pictórica" y, desde luego, la existencia de la familia. Casado con la malagueña Beatriz Huelín, sobrina del pintor, 30 años más joven que él, tuvieron dos hijos, Beatriz y un pequeño que murió "en plena guerra y que casi acabó con la vida de mi madre", cuenta la única hija de los Anglada-Camarasa Huelín.
Cuando estalló la Guerra Civil, coincidió con una exposición del artista catalán en Barcelona. "No regresamos a Mallorca hasta 1948. Primero nos refugiamos en Monserrat y después en Francia. Su amigo y compañero de fatigas el pintor Carlos Baca-Flor nos acogió. Después estuvimos en un hotel. Mi padre quiso que nos fuéramos a Estados Unidos, donde tenía coleccionistas y su pintura era muy apreciada, pero ¡estalló la II Guerra Mundial y todo se fue a paseo!". La segunda lengua de Beatriz Anglada-Camarasa es el francés. "Mi casa era un auténtico barullo. Mi madre no hablaba catalán, mi padre tres lenguas. Cada uno hablaba en la lengua que quería y todos nos entendíamos", apunta.
Contempla Beatriz el mar embravecido, el mismo que inspiraría algunos de los cuadros de su padre. El Port de Pollença ha amanecido gris y llorón. Desde el balcón, Beatriz atisba el busto que recuerda al progenitor y lamenta la pérdida de los pinos "arrancados en el último temporal".
La hija heredó del padre su afición por la pintura, sólo que ya no pinta. "¿De dónde saco el tiempo?", se pregunta, ella que es energía en estado puro. "Recuerdo que siempre me dijo: ¡No abandones, pinta!, pero jamás insistió ni ejerció la docencia conmigo".
La diferencia de edad entre ambos –"podría ser su nieta!"–, subraya Beatriz, ya que él tenía 61 años cuando nació ella, ha sembrado de recuerdos visuales más que orales la memoria de su heredera. "Era divertido, contaba chistes y tenía amigos por todos lados, pero apenas les recuerdo. El otro día, cuando fui a ver la exposición de Chaplin en Caixaforum me acordé de lo bien que mi padre imitaba a Charlot y me puse a reír a carcajada limpia", cuenta. Los ojos se le llenan de chispas.
Cuando los Anglada-Camarasa Huelín regresaron en 1948 al Port de Pollença, el pintor había cambiado. "Aquí se volvió jardinero. Le pedían para hacer exposiciones pero yo creo que ya le daba igual. Fue muy feliz en Mallorca, encontró otra forma de vida", señala su hija. Se refiere a la segunda etapa mallorquina, ya que Anglada-Camarasa mudó su pintura en la isla al entrar en contacto con el paisaje rotundo de la Tramuntana. Atrás quedaría el Anglada-Camarasa de los ambientes noctívagos, de las luces de bohemia de París, de sus gitanas, de sus mujeres con mantones de Manila, de su inclinación hacia lo oriental. Es el momento de encuentro entre los Russinyol, Cittadini, el creador del hotel Formentor Adan Dielh. Beatriz muestra una foto de su elegante padre –"mírale, siempre con su puro en la mano"–, junto a Cittadini, elegancia italiana y Dielh "haciendo el ganso", ríe ella.
"Cuando mi padre iba a pintar con sus amigos argentinos les dejaba hacer lo que quería. Se habla de la escuela pollensina, pero él siempre fue muy libre y les dio libertad. Yo no creo que exista como tal la escuela pollensina, sólo que sí, hubo pintores a su alrededor porque él ya era reconocido cuando vino a Mallorca, e imagino que se sentían influenciados por su manera de hacer", apunta Beatriz. "Se iban a la playita, que ellos bautizaron como El hombre feliz".
A Cittadini lo describe "muy culto, agradable". Añade: "Mi padre fue amigo de sus amigos". Anota que cuando el padre estaba exilado, "Llorente, López Naguil y Raumagé cogieron un hidroavión de la base y se fueron a verle".
Pese a la coincidencia en el tiempo de dos de los grandes pintores catalanes en Mallorca, Miró y Anglada-Camarasa no se conocieron "y no creo que fuera por falta de ganas, pero ambos eran ya muy mayores", cree Beatriz.
La viuda del pintor, su hija y su yerno, el coronel de aviación Alfonso Pizarro, abrieron el Museo Anglada-Camarasa en el Port en 1967. Cela escribió el discurso. "Mi padre siempre expresó que quería que una vez muerto, su obra no se dispersara. Incluso indicó que si se abría un museo que intentásemos recuperar sus obras. ¡Ya ves, es imposible! Conseguimos recuperar algunos como El tango de la corona, de los March. Fue un museo familiar. José Ferragut construyó el edificio. Estaban expuestos cuadros de todas sus épocas, sus dibujos, grabados japoneses, muebles chinos. Fue una época muy bonita pero no podíamos seguir con él", indica. Juan Antonio Samaranch, gran admirador de la obra de su padre, intervino para que La Caixa adquiriese la colección. Se pagó en abril de 1988, 350 millones de pesetas. Es el germen de la permanente del Gran Hotel. Sólo los muebles chinos faltan por exponerse. "La única condición que pusimos fue que permaneciese la colección completa y en Palma. Estamos muy satisfechos de qué esten en La Caixa", admite Beatriz sin dejar de mirar el bravo mar.

Fuente: diariodemallorca.es

BRASIL, TAMBIÉN A LA CABEZA DEL ARTE


Casa Daros es una colección suiza con más de mil piezas de arte latinoamericano desde los 60 hasta hoy.
Casa Daros. El imponente edificio reciclado, en el barrio de Botafogo, en Río de Janeiro, será sede del museo.
Por Ana María Battistozzi

Tras años de zarandear la posibilidad de un Guggenheim, que hasta el momento no arrojó resultados, finalmente es la afamada colección suiza Daros la que abrirá un espacio de calibre en Río de Janeiro. Será el 23 de marzo cuando inaugure Casa Daros, una vez concluida la minuciosa remodelación del edificio patrimonial del siglo XIX que perteneció a la Santa Casa de la Misericordia y fue adquirido por la institución en 2006. Si bien la transformación del edificio se planteó como objetivo fundamental albergar las exposiciones de la colección con sede en Zúrich, también tiene previsto espacios institucionales de proyección comunitaria para sus programas de educación y comunicación, una biblioteca, un auditorio para cien personas. Y, como hoy cabe esperar en una institución del tipo, un restaurante, cafetería y tienda.
Casa Daros se suma así a la reciente apertura del Museo de Arte de Río (MAR) en la plaza Maua, un proyecto que también insumió una transformación de un edificio patrimonial y 40 millones de dólares, financiados en gran medida por la alcaldía de Río. Y precede a la apertura del Museo del Mañana, proyecto de Santiago Calatrava que ha sido prevista para el 2014.
Todo esto configura un mapa de infraestructuras culturales sin parangón en la región. Si en gran medida es atribuible a la euforia de las preliminares de los Juegos Olímpicos y el Mundial, sin duda responde a la renovación que ha experimentado la dinámica cultural de Río en los últimos cinco años Casa Daros es resultado y consecuencia de la formación y vertiginoso crecimiento de Daros Latinoamérica, una de las mayores colecciones dedicadas al arte latinoamericano. Con sede en Zúrich, no es para nada extraño que la institución haya elegido Brasil para su desembarco en la región. Su acervo de más de mil trabajos empezó a formarse en 2000, focalizado en la producción desde los años 60 al presente. Posee un incomparable conjunto de piezas de Le Parc, de Cruz Diez, de los brasileños Cildo Meireles y Vik Muñiz, del uruguayo Luis Camnitzer, la cubana Ana Mendieta, de Guillermo Kuitca, de León Ferrari, Nicola Costantino, de Marcos López, Liliana Porter, Jorge Macchi, Víctor Grippo, Horacio Zabala y Leandro Erlich, entre muchos otros.
Con la apertura del nuevo edificio en Botafogo, Daros formaliza institucionalmente su perfil latinoamericano. Pero la avanzada de su presencia en el continente data de mucho antes. No sólo organizó la itinerancia de emblemáticas muestras, exhibidas previamente en el Museo Daros de Zúrich como la impactante Le Parc Lumiére, que viajó a Colombia y México entre 2006 y 2007 o la de Nicola Costantino, que viajó a Cuenca, sino que su desembarco en Brasil estuvo precedido de un programa de actividades y simposios de reflexión sobre la cultura y el arte latinoamericanos que marcaron rumbos. De paso por Buenos en 2011, su curador general Hans- Michael Herzog, reseñó parte de esos programas durante los seminarios que organizó el MALBA por su décimo aniversario.
Cantos Cuentos Colombianos es la muestra con que Casa Daros sale a escena. Presentada en Daros de Zúrich entre octubre del 2004 y abril del 2005, es un panorama del arte contemporáneo de Colombia. Los artistas que participan –Doris Salcedo, Fernando Arias, José Alejandro Restrepo, Juan Manuel Echavarría, María Fernanda Cardoso, Miguel Ángel Rojas, Nadín Ospina, Oscar Muñoz, Oswaldo Macià y Rosemberg Sandoval– pertenecen a una generación intermedia. Muchos son conocidos en nuestro país. Oscar Muñoz, por su reciente muestra en el MALBA, Oswaldo Maciá participó de una exhibición en Telefónica, Nadín Ospina de otra en Bellas Artes y Restrepo estuvo en el MAMBA junto a Muñoz. Mientras tanto Isabella Rosado Nunes, la directora brasileña, anunció que en el programa de exposiciones serán infaltables los talleres, seminarios y la programación audiovisual.

Fuente: clarín.com

DE LOS SUSPIROS A MANUEL DORREGO

La esquina de Suipacha y Viamonte donde hoy luce el monumento tiene un particular pasado.


Majestuoso. El monumento a Manuel Dorrego fue obra de Rogelio Yrurtia, al que consideraban el Rodin argentino, y quien ganó el concurso de 1905.
Por Eduardo Parise

Desde 1814 se la conoció como plaza Del Temple, aunque algunos la denominaban plaza General Viamonte, en homenaje a Juan José Viamonte, un guerrero de la Independencia y ex gobernador entrerriano y bonaerense, quien vivía a unos metros, en el actual número 680 de la calle que hoy lleva su nombre. Pero en 1895 una ordenanza la convirtió definitivamente en plaza Suipacha, para recordar aquella victoria de las fuerzas patriotas en noviembre de 1810. Por supuesto que esos eran nombres oficiales. Sin embargo, a nivel popular, el actual cruce de Viamonte y Suipacha era “la esquina de los suspiros”.
Algunos atribuyen ese nombre a que hacia el sector de la actual calle Carlos Pellegrini había un puente que permitía sortear el cauce del “tercero del Norte”, un arroyo que arrancaba en los alrededores del Congreso y después de un zigzagueo por distintas calles desembocaba en el gran río donde ahora está la cortada Tres Sargentos. Entonces, como ironía, decían que aquel puente evocaba al de los suspiros en Venecia. Pero la realidad es que en la esquina de Viamonte y Suipacha estaba el café de Cassoulet que, como anexo y a lo largo de toda la cuadra, tenía unos treinta cuartos que oficiaban como posada o lo que en estos tiempos conocemos como albergue transitorio.
Aquellos recintos eran refugio de malandrines que eludían a la policía pero no a las caricias de las prostitutas, cuya clientela no se limitaba sólo a esos vagos sino que también era mucho más amplia. Todo dependía de la billetera del visitante: se podía acceder tanto a un pequeño cuarto con un incómodo catre como a una bien decorada habitación donde hasta proliferaban las burbujas de un buen champán. De todas maneras el ambiente de la zona, por lo “pesado”, no era para cualquiera. Y dicen que una figura del lugar era “el Marsellés”, habilidoso tanto en el juego del billar como en otros menesteres.
Hoy el área de la plaza Suipacha parece más recatada y menos riesgosa, aunque el implacable registro de la Dirección General de Rentas de la Ciudad también asuste al bolsillo de los porteños. Es que la imagen es tan distinta que algunos hasta lo miran como si fuera un rincón de París. Obviamente, el toque majestuoso lo aporta el monumento al coronel Manuel Dorrego, “promotor, paladín y mártir del federalismo argentino; héroe de la Independencia y de la Organización Nacional”, como está grabado en la base del pedestal de granito gris que sostiene a la figura ecuestre, una de las quince de ese tipo que tiene Buenos Aires.
La obra pertenece al talentoso Rogelio Yrurtia (hoy se cumplen 63 años de su muerte), un artista al que llamaban “el Rodin de la Argentina” y quien, en 1905, ganó el concurso para su realización. Junto con una “victoria alada” que acompaña al frente a la figura de Dorrego, a cada lado del pedestal dos estatuas alegóricas muestran las facetas de lo que fue la vida de ese héroe: “La Historia” (por su entrega a la revolución) y “La Fatalidad”, por su trágico e injusto final. Cuando Yrurtia la pensó, ya sabía cuál sería el entorno de su obra. Por eso es que “calza” a la perfección en esa esquina, donde se destaca el oscuro patinado del bronce de las esculturas.
Aunque en 1992 la gran obra había sido retirada del lugar (allí se pensaba construir una playa de estacionamiento subterránea que luego fue descartada) unos años después volvió a ese sitio original del Centro porteño.
Ese que está a unos metros del impactante edificio ubicado sobre la calle Suipacha y que fue sede de la famosa casa Maple, la misma que el tango “A media luz”, de Edgardo Donato y Carlos Lenzi, menciona como encargada de “vestir” un buen “bulín” en el “segundo piso, ascensor” de “Corrientes 348”. Pero esa es otra historia.

Fuente: clarin.com

NUESTRA OPINIÓN


Encontramos que este monumento, firmado por el gran Rogelio Yrurtia, ha sido mal emplazado y mucho peor todavía, puesto en valor, como tantos de los monumentos que integran el muy rico patrimonio escultórico de la ciudad de Buenos Aires, que está actualmente pasando una grave contingencia de saqueos, mutilaciones y agresiones vandálicas sólo entendibles considerando las graves carencias de nuestra educación.
La obra de Yrurtia en cuestión, no sólo está constreñida, con los puntos posibles para observarla con una cierta perspectiva muy limitados por los edificios circundantes, sino que, como si eso fuera poco, se la ha rodeado de demasiados árboles, que, por el exiguo tamaño de la plazoleta, han debido ser plantados demasiado cerca del monumento.
Por otro lado, el homenajeado Dorrego ha quedado como “en penitencia”, mirando a la pared. Vale decir que, si uno quiere ver su cara, debe ir a buscarla en la parte posterior del monumento. Aun así, la perspectiva desde atrás, no da para poder verla demasiado bien. Encontramos a ésto contradictorio desde el punto de vista intelectual, pero más allá de éso, creemos que la obra de Yrurtia, visualmente está rindiendo no más de un tercio de lo que debería rendir. Se debió haber ubicado ese monumento en un lugar mejor elegido entre tantos que abundan en nuestra ciudad, como para que luciera mucho mejor, al máximo de sus posibilidades plásticas y visuales.
Para emplazar un monumento o escultura con eficacia, es imprescindible evaluar cómo pesa el entorno, cómo interactúa el espacio circundante con la obra a emplazar y el contrapunto que se genera entre las llamadas formas positivas y negativas.
Hay muchos casos como el del Dorrego de Yrurtia en Buenos Aires. Muchos de ellos serían subsanables con un poco de observación atenta, sensibilidad, sentido común y criterio visual. Un caso similar al del Dorrego de Yrurtia, es el del monumento a Guillermo Rawson, hecho por el escultor Héctor Rocha, de la Avenida Pueyrredón y Vicente López, que también ha sido tapado con los árboles que se le plantaron demasiado encima como si no se hubiera previsto el desarrollo que iban a tener. La cabeza de Rawson, con trabajo aflora de entre las copas del bosque que se le armó alrededor.
Es mucho más común de lo que sería deseable en nuestra ciudad, encontrar plantas o carteles puestos sin criterio, tapando los principales puntos de mira de importantes obras de arte y de edificios históricos y patrimoniales. Uno de los casos más llamativos, es un cantero con plantas altísimas, que tapan visualmente más de la mitad de la altura de una obra de ese genio que fue el francés Auguste Rodin, considerado el padre de la Escultura moderna.
Nos referimos al Monumento a Sarmiento, ubicado en el cruce de las avenidas del Libertador y Sarmiento. Si uno intenta mirar el frente del monumento desde el nivel de la vereda o de la calle, pierde un 60 % de la altura total de la obra, tapado por las plantas del cantero que tiene adelante. Y, como si lo que señalo fuera poco, se ha cometido la insolencia diría, de colocarle sobre su basamento de granito rojizo, una placa conmemorativa de bronce fundido, cincelado y grabado, de esas típicas, con figuras humanas, ornatos, letras y todo, como las clásicas de los cementerios, homenaje del Centro Naval a su fundador, Domingo F. Sarmiento. ¡¡¡Tan luego a una obra de Rodin!!! ¿Puede ser que el autor no cuente? ¿Puede ser que nadie perciba ésto, que a nadie le moleste y que nadie señale la aberración que se ha cometido? Ese monumento, que junto con el del General Julio A. Roca, hecho por el brillante escultor uruguayo José Luis Zorrilla de San Martín, de la Diagonal Sur y Perú, tiene el triste honor de ser uno de los más agredidos del país, debería estar dado por la Ciudad a la Nación en custodia, para preservarlo para las futuras generaciones, bajo techo, debidamente restaurado y acondicionado, dentro del Museo Nacional de Bellas Artes. Tal como el sable corvo del General José de San Martín, que está en custodia en el edificio Secesión Vienesa de la Jefatura del Regimiento de Granaderos a Caballo, en su cuartel de Palermo. Al Sarmiento de Rodin, ya le fue saqueada la magnífica placa de bronce, muy Art Nouveau de estilo, también hecha por Rodin, que tenía al pie.
También debería guardarse dentro del Museo Nacional de Bellas Artes, como para poder aspirar a que sobreviva para las futuras generaciones, el Heracles Arquero de Emile Antoine Bourdelle, de la Avenida Pueyrredón, entre las avenidas Figueroa Alcorta y del Libertador. Buenos Aires, es una de las pocas ciudades del Mundo que tienen el privilegio de contar con esa obra de Bourdelle, junto a Tokio, Nueva York, París, Montauban, el Jardin Musée de Egreville y Toulouse. Fue encontrado desamurado de su base y a punto de ser cargado a algún transporte para ser robado. ¿Vamos a esperar que el robo se concrete? Actuemos antes de que sea tarde y no tendremos que lamentarnos por la imposibilidad de su reposición.
El monumento a Emilio Mitre, hecho por Hernán Cullen Ayerza, debería salir a la luz desde abajo de las ramas del gigantesco gomero que lo corta visualmente en dos desde hace décadas, en la esquina de la Avenida Alvear y la ahora denominada Adolfo Bioy Casares, ex Eduardo Schiaffino. Y debería pasar adonde actualmente está el monumento a San Martín de Tours compartiendo su capa con el mendigo, obra del ítalo-argentino Ermando Bucci, que, a su vez debería pasar a la plazoleta de Figueroa Alcorta y Ortiz de Ocampo, lugar en el que “crecería” notablemente. El San Martín de Tours de Bucci, que en sí ya es bastante chico, queda todavía más empequeñecido por el entorno de árboles gigantescos que tiene alrededor. Más aun con el árbol que hace años partió un rayo y le hace como un gran anfiteatro verde atrás. Los entornos verdes son dinámicos.
A El Pensador de Rodin, brutalmente vandalizado hace muy poco, se lo acaba de rodear con una mampara de protección de vidrio templado. Debió haber sido trasladado, desde su actual ubicación en Plaza Lorea, al rellano de la escalera central del edificio del Congreso Nacional. El proyecto de la diputada porteña Teresa Anchorena respecto de ese tema fue aprobado por la Legislatura Porteña hace más de cuatro años pero una senadora nacional, vaya a saber con qué otra autoridad para hablar sobre el tema que el pasajero poder que detenta, se opuso férreamente a ese traslado. Esa excepcional copia de El Pensador, cuya fundición supervisó en forma personal Rodin, fue comprada a su autor por Eduardo Schiaffino, dibujante, pintor, crítico de arte y fundador y primer director del Museo Nacional de Bellas Artes. Rodin no dudó en aceptar el lugar en el cual quería ubicarlo Schiaffino.
La Fuente de Las Nereidas, de la tucumana Lola Mora, ya tiene en la Costanera Sur, su propia mampara protectora de vidrio templado desde hace tiempo, pero eso no le evita las vibraciones del paso cercano de automóviles que pasean a su alrededor. Debería construírsele un foso perimetral, con el ancho adecuado y la profundidad suficiente como para que no se pueda hacer pie y llenarlo con agua. Ese foso debería desalentar a los permanentes saqueadores de la célebre obra de Lola Mora.
El fabuloso grupo escultórico Canto al Trabajo, también del gran Rogelio Yrurtia, que en la compulsa organizada hace poco por la Revista Ñ de Clarín, salió elegido por un equipo de arquitectos y artistas de todo el país a la cabeza entre las obras imprescindibles a cielo abierto de la Argentina, con la variable común a todas del acceso libre y gratuito, fue rodeado por una reja supuestamente protectora. El monumento en cuestión, al que también se le han saqueado partes, ha sido tomado por un indigente que vive dentro de él, que llega a hacer fuego y a cocinar en su interior y a quien la reja le sirve como alambrado perimetral protector de su "propiedad privada". De ninguna manera debería tolerarse ésto. El indigente, que sea llevado a cualesquiera de los hogares municipales, que la obra sea restaurada apropiadamente y que se asegure la puerta de la reja de manera de impedir que esta situación siga prolongándose indefinidamente en el tiempo. Es una obviedad señalar que esa obra creada por Yrurtia nos pertenece a todos los porteños y que como tal, debe ser resguardada.
Al monumento a George Canning, del escultor Alberto Lagos, otro peso pesado de la Escultura nacional, que fuera arrancado de donde estaba en Retiro, al lado de la Torre de los Ingleses, y tirado al Río de la Plata durante la Guerra de las Malvinas y fuera reinaugurado junto a la residencia de la Embajada Británica, le amputaron su mano izquierda y le saquearon sus placas.
Un caso grotesco es el de la fuente esculpida en blanco mármol de Carrara, El sediento, de una gran escultora argentina, poco conocida, Luisa Isabel Isella de Motteau,
de la Plaza Rodríguez Peña, en la Avenida Callao, entre Paraguay y Rodríguez Peña. Parece chiste cómo se le ha puesto un kiosco de diarios justo enfrente. Si se lo hubiera querido hacer a propósito para tapar la fuente, no se lo podría haber hecho mejor. Ese kiosco de diarios debió haber sido instalado en la vereda de enfrente, donde no taparía ni a la citada fuente ni a las mejores vistas del Palacio Pizzurno a través de las copas de los jacarandás de ambos lados del camino central de la plaza.
El monumento que la República Francesa regaló a la Argentina con motivo del centenario de la Revolución de Mayo, ubicado en la Plaza Francia, tiene un cartel indicador puesto justo al medio del punto principal para poder ver su frente bien. Al monumento, como a tantos otros, le han sido saqueados un gran relieve curvo en bronce y ornatos que uno diría que sólo pudieron acceder a ellos valiéndose de una escalera alta.
Está lleno de monumentos con brazos y piernas amputados y animales con partes faltantes, que han sido saqueadas para ser vendidas como bronce al peso.
¿Hasta cuándo vamos a seguir permitiendo ésto?
Y podríamos seguir, días y días detallando estas cosas.
La lista es interminable.


Pedro L. Baliña

JUEGO DE LUCES PARA LA QUEBRADA

Desde el corazón del paisaje norteño, un viaje hasta el Museo en los Cerros, a 2700 metros de altura y muy cerca de Tilcara

El fotógrafo Lucio Boschi es porteño, pero hace años que vive -como le gusta decir a él- "en la línea de los Andes": entre Mendoza, de donde es oriunda su mujer, y Jujuy, el lugar que ambos decidieron hacer suyo.
Allí, en la quebrada de Huichaira, cerca de Tilcara, construyeron su casa y apostaron por otro modo de trabajar, ver crecer a sus hijos, entender los austeros mensajes del silencio.
Hora libre. Potrero, de Gianni Bulacio, obtuvo el Primer Premio del concurso “La tierra y su gente”, una convocatoria que el Mec lanzó a nivel nacional.
Hora libre. Potrero, de Gianni Bulacio, obtuvo el Primer Premio del concurso “La tierra y su gente”, una convocatoria que el Mec lanzó a nivel nacional.
Clima de fiesta. El Carnaval de Uquía, según la visión de Paco Balderrama: una de las fotografías que resultaron finalistas.
Clima de fiesta. El Carnaval de Uquía, según la visión de Paco Balderrama: una de las fotografías que resultaron finalistas.
Fiel estampa. María Mariño, otra finalista, presentó Sombras, la sugestiva composición en blanco y negro que se observa sobre estas líneas.
Fiel estampa. María Mariño, otra finalista, presentó Sombras, la sugestiva composición en blanco y negro que se observa sobre estas líneas.
Belleza ancestral. Las líneas puras del edificio del Mec se sumergen en el cautivante paisaje de la Puna.
Belleza ancestral. Las líneas puras del edificio del Mec se sumergen en el cautivante paisaje de la Puna.
Solidez contemporánea. En las salas, las obras de reconocidos fotógrafos argentinos contrastan y dialogan entre sí.
Solidez contemporánea. En las salas, las obras de reconocidos fotógrafos argentinos contrastan y dialogan entre sí.

Por Diana Fernández Irusta

"Esta región tiene un latido cultural muy fuerte", comenta Boschi, que durante mucho tiempo trabajó retratando la vida de las comunidades nativas. Haciendo ese trabajo, ya instalado en Huichaira, debía trasladarse regularmente al pueblo más cercano, en busca de un locutorio desde donde conectarse, enviar sus fotografías y bucear en la oferta digital. En esas continuas visitas descubrió que el mismo lugar donde él recreaba una suerte de modesta oficina virtual era, para los más jóvenes de la zona, la puerta de entrada a un universo diferente y muy anhelado.
"Me di cuenta de la avidez que tienen estos chicos por acceder a los nuevos lenguajes visuales", rememora. De ese modo, gradualmente, empezó a acariciar la idea de crear un espacio donde la fotografía contemporánea tuviese algo para decir allí mismo, enclavada en medio de los tiempos y los colores de la quebrada.
Hace poco menos de un año, lo que comenzó siendo apenas un deseo se tradujo en un estimulante proyecto. A escasos metros de su vivienda, Boschi inauguró el Museo en los Cerros (Mec), un lugar que, al decir del reconocido Marcos López, "tiene algo de realismo mágico". El fundador del Mec sonríe al recordar esta frase y reconoce: "Nos gusta generar esa ilusión, esa cosa de sorpresa; que el museo esté en un lugar al que no sea tan fácil llegar, que tenga que ver con el ritmo del Norte".
A 2700 metros, el Mec está a unos 7 kilómetros de Tilcara, y a él se puede acceder por auto, a caballo o a pie. Quienes se adentran allí, sobre la banda norte del río Huichairas, se encuentran con una construcción respetuosa de la tradición y los materiales de la región: un caserío de neta impronta norteña, realizado por el arquitecto César Rodríguez Marquina. En su interior está expuesta una selección de lo más representativo de la fotografía contemporánea argentina: obras de 22 autores, entre los que se cuentan Horacio Coppola, Adriana Lestido, Anatole Saderman, Marcos Zimmermann. En su totalidad, la colección permanente está integrada por donaciones. "Me animé a pedir a los colegas que me donaran alguna foto. Y lo hicieron con muy buena voluntad", grafica Boschi.
Justo a esa selecta colección, a poco de abrir el museo se presentó la primera exposición temporaria: fotografías de Facundo Toconás, uno de aquellos chicos que, vencidos por la curiosidad, se acercaban a observar el trabajo de Boschi en el locutorio. Decidido a convertirse en fotógrafo, Facundo viajó a Buenos Aires, estudió y al poco tiempo tuvo la oportunidad de exhibir, bajo el mismo paisaje que vio nacer su vocación.

Abierto a todos

En esta línea de apertura tanto a fotógrafos consagrados como a emergentes, el Mec se propuso otro desafío: la convocatoria de un concurso a nivel nacional, con el tema La tierra y su gente. Unos 1200 autores enviaron sus trabajos, que fueron evaluados por un jurado integrado por Marcos López, Julieta Escardó y Pablo Cabado.
Las imágenes llegaron de distintos puntos del país aunque, como quizás era de esperar, la mayoría de los participantes fueron jujeños. Hubo desde fotos de sofisticación profesional hasta imágenes tomadas por lugareños con equipos muy modestos y acercadas trabajosamente, a caballo o a pie, hasta el edificio del museo.
Las fotografías ganadoras y seleccionadas (algunas de las cuales pueden verse en estas páginas) integran la muestra temporaria con la que el museo inaugura la temporada 2013. Asimismo, para este año está programado un curso de fotografía a cargo de Guadalupe Miles, además de visitas guiadas y charlas. Habrá también una segunda edición del concurso de fotografía, al que se agregará una categoría para principiantes. De este modo, se les dará un lugar a aquellos que, más allá de todo su entusiasmo, quedan fuera de juego cuando tienen que competir con los artistas profesionales. "Queremos abrazarlos", dice Boschi, con la mente puesta en tanto chico de la Puna que, a veces con un simple celular, busca ponerle un sello visual a la vida de todos los días.
"Todos nos hemos inspirado en el Norte. Este museo es un modo de devolver algo de eso", continúa el fotógrafo, que actualmente está preparando una muestra con sus propios trabajos. La exposición se presentará en el Museo Nacional de Arte Decorativo a mediados de marzo, y luego viajará a los Estados Unidos y Japón. Como si la enorme inspiración de los cerros norteños lo impulsara a seguir buscando nuevos horizontes.

Cerca del cielo

 
"Es más difícil sostenerlo que hacerlo", confiesa Lucio Boschi, ahora que el Museo en los Cerros es una realidad enclavada en la quebrada de Huichaira, a 7 kilómetros de Tilcara.
Desde su apertura a principios del año último, unas 5000 personas visitaron la colección permanente, curada por Rodrigo Alonso. Este año se organizarán visitas guiadas, a cargo de Florencia Ferreira.


Más datos: llamar por el 0261-4964379 o escribir a info@museoenloscerros.com.ar
Fuente: lanacion.com

ARTISTA MENDOCINO, REY DE PARÍS

Julio Le Parc en el centro de arte contemporáneo Palais de Tokyo. A los 84 años, el argentino se consagra en la ciudad donde vive. Y se preocupa por seguir siendo vanguardista
En una caja negra, un rombo de luz colorado se acercaba y alejaba hipnóticamente. “Es magnífico, abuela. ¿Quién es?”, preguntaba Nicolás en la inmensidad del Palais de Tokyo, en la primera gran retrospectiva del artista argentino Julio Le Parc en Paris.
“Es un señor muy inteligente, muy creativo, que juega con la luz y las formas para darnos placer” respondió la abuela, en un modelo de síntesis para su nieto de ocho años.
La abuela y su nieto representan el sueño de arte interactivo del maestro Julio Le Parc, que después de 55 años de vivir en Francia, recibió su gran homenaje. El Palais de Tokyo, un templo de la modernidad, le abrió los brazos y las puertas a su obra para que desplegara su arte cinético. Una muestra que se inauguró el miércoles y que sus concurrentes ya consideran “la Expo del año”.
Mas de 9.500 personas se reunieron en el vernissage (la inauguración) de la muestra, distribuida en 2.000 metros cuadrados, en uno de los grandes centros de arte moderno vanguardista de la capital francesa. Dos páginas dedicadas al pintor argentino en el diario Liberation, en Paris Match, y en la televisión francesa lo elogian, en otro gesto de reconocimiento.
Maestro talentoso, malhumorado, comprometido política y socialmente y gruñón, el mendocino Le Parc sigue siendo la vanguardia del arte. Prefiere continuar reparando obsesivamente un resorte en su atelier de Cachan para terminar una de sus obras que atender a una fila de periodistas curiosos y críticos. O elige encontrarse con sus amigos “Grav” (Grupo de Investigación de Arte Visual , en francés), con los que comparte las sesiones del arte cinético en la galería Lelia Mordoch, donde también está presentando sus esculturas de acero inoxidable de 150.000 euros y sus telas, en sus famosos e inalterables 14 colores, “en su intento de limitar al máximo el testimonio de subjetividad de un artista”, según la curadora Daria de Beauvais.
“Me siento muy satisfecho con la exposición. Con la arquitectura del Palais de Tokyo ha tomado una forma más espectacular y el recorrido acordado con la curaduría ha quedado bien” explicó Le Parc ,con modestia, a Clarín.
“El aún no se ha dado cuenta de lo que le está pasando. ¡No cayó!”, reflexionó Estela Gismero Totah, su marchande porteña, que vino especialmente a París.
Si después de 55 años en Francia Le Parc asombra a París, se lo debe no sólo a su talento sino a Yamil, su “gestor cultural”. No hay nada mejor que un hijo para promover el arte de su papá, por mas difícil que sea trabajar con un padre.
“Papá está muy contento porque era una cita con París que esperábamos hace muchos años” contó Yamil, que es cantante. “La más importante había sido hasta ahora en el Pompidou Metz el año pasado. Pero el director del Palais de Tokyo, Jean de Loisy, sensible, inteligente, creyó que Le Parc debía tener una muestra así”.
Yamil decidió evitar los estereotipos a la hora de diseñar conceptualmente la exposición: “Al principio, el riesgo era hacer una exposición histórica, que queríamos evitar, porque son artistas vivos que parecen muertos. Eso no corresponde a Le Parc. Le dije a papá que tenía que poner obras de 2013 para que la gente se diera cuenta de que es un artista contemporáneo y moderno, que está vigente y creando. Y adaptando obras de los 60 a las dimensiones del Palacio de Tokyo, que es lo que se hizo”.
Le Parc trabaja con plano, regla y lápiz. “Todo se hace bajo su autoridad y bajo su vigilancia y la mía. Decidimos no pedir prestadas obras. Hicimos entonces las obras que faltaban”, precisó Yamil.
La puesta es espectacular y gigante. La idea inicial era desplegarla en 1.000 metros, pero después Le Parc decidió hacer nuevas obras y el espacio se multiplicó, junto con el agotado presupuesto del Palais de Tokyo.
Un “borgiano” laberinto de espejos de siete metros marca la entrada de la muestra, donde la gente se pierde, se inquieta, se perturba, se interroga, se mira, se ríe y busca la salida. Después se encuentran con un mundo de blanco y negro, rojo furioso, verde, azul intenso, cilindros luminosos, luces de sinuosos movimientos y móviles en diferentes salas, que van develando el mundo de Julio le Parc.
Alquimias, contorsiones, relieves, desplazamientos, luces. Modulaciones y sus espectaculares móviles. La marca e identidad Le Parc, un genio huraño y flirteador, que es hoy un “marca” del arte en París. Mezcla la madera, el plástico, los motores, el acero inoxidable, las rayas, el acrílico, para generar un mundo fantástico y lúdico que demuele todos los conceptos tradicionales de arte.
Son sus obras de la década del 60 las que más entusiasman y sorprenden a un público que no lo conocía. La “Sala de Juegos” presenta a Le Parc en sus diferentes formatos y muestra su compromiso político y social. Un japonés disfrutaba de poder matar a pelotazos a una figura del Tío Sam en Hacer caer los mitos. Otros hacían su catarsis ideológica en Pegarles a los jerarquía s o en Elegir al Enemigo con figuras de policía, de dictador, de inspector de impuestos, de periodista, de diputado o de patrón a las que se les puede disparar con dardos, o boxear.
“Siempre la gente reacciona así. ¡Hasta una vez en Alemania, cuando decían que los alemanes eran fríos! Los problemas siguen igual. Son los mismos. En algunos países están peor que en el siglo XX”, alertó Le Parc sobre su intacta protesta política.
Este es el año de Julio Le Parc. En homenaje a sus 85 años se abre en Río de Janeiro una gran exposición de “Le Parc Lumiére” y el 7 de abril en el Gran Palais en París presenta 12 de sus históricas piezas junto a sus amigos del arte cinético.

Fuente: Revista Ñ Clarín

JULIO LE PARC ILUMINA PARÍS CON SU MILONGA DE LUZ

En el Palais de Tokyo, un mítico espacio de la capital francesa, el artista argentino armó una muestra monumental, la más importante que haya hecho allí. Ñ digital recorrió el espacio y charló con el artista hasta del día en que lo expulsaron del país, en tiempos del Mayo francés.
LUZ Y MOVIMIENTO EN PARIS. Julio Le Parc celebra su nueva muestra en Francia." Desde el punto de vista de la presentación, es la mejor", le dijo a Ñ digital. (Por Alejandro de Nuñez) LUZ Y MOVIMIENTO EN PARIS. Julio Le Parc celebra su nueva muestra ...

Por Alejandro de Nuñez - Especial desde París.

El nombre de Julio Le Parc suena cada vez más fuerte en el mundo del arte contemporáneo francés. En la primera mitad de este año tendrá presencia en dos grandes muestras en París. Acaba de inaugurar su Exposición monográfica, un espacio 2000 metros cuadrados para él solito en el Palais de Tokyo. Y Le Parc está feliz. “Es la muestra más importante, la más grande que he hecho en París, y desde el punto de vista de la presentación es la mejor” le dice el artista a Ñ digital. La prueba está en el video que acompaña a esta nota.
“Sorprendente come-back del artista argentino Julio Le Parc” dice la revista Télérama festejando los 84 años del artista y saludando la milonga de luz que acompaña a un artista que luce cada vez más joven. El marco para esta muestra lúdica y cinética, que va desde el 27 de febrero al 13 de mayo, es un templo de la creación contemporánea que le calza a la perfección. Construido para la exposición internacional de 1937, el gigantesco espacio que representa el Palais de Tokyo se usó para varias y distintas actividades. Los nazis almacenaban allí los bienes robados a los judíos durante la ocupación alemana y después de la guerra, el Palais de Tokyo, se convirtió en escuela de cine, centro de fotografía, de arquitectura hasta que  en 1999Catherine Trautmann, ministra de la Cultura, lo refundó como centro de arte contemporáneo.
Julio Le Parc no se contenta con una simple retrospectiva ya que, en este caso, su exposición monográfica cubre el espacio como una obra en sí. El público, acostumbrado a perderse en la inmensidad de las galerías, sigue con fascinación los juegos de luces del maestro del arte cinético. Para adecuarse a la inmensidad del lugar y darle una nueva vida, Le Parc no duda en adaptar obras históricas como  Continual luz cilíndrica (1962) que, originalmente  de 2 metros de diámetro, pasa a 6 metros en el Palais de Tokyo. Y no era para menos, es la primera vez que el artista acepta que en Francia se organice una exposición de semejante tamaño. (Ya en 1972 le habían ofrecido una primera retrospectiva, pero el artista dijo que no después de tirar la moneda)
Ahora, con una selección de obras mayores que van de los años 50 a 2013, la muestra revela todas las facetas de una exposición hecha de pinturas, esculturas e instalaciones monumentales.  Entrando en un laberinto de espejos y terminando el recorrido en su famosa Sala de juegos, Le Parc dispone su obra como una experiencia que busca motivar un comportamiento distinto en el público (Ver video).
Y claro que lo logra. Visionario y comprometido, Julio Le Parc es un precursor del arte Cinético y del Op Art, y un personaje emblemático en la historia del arte al que le sobran anécdotas. Aquí cuenta, por ejemplo, cuando fue expulsado de Francia en mayo 68 por sus actividades en el Taller Popular. “El gobierno quería hacer creer que todo venia de los extranjeros pero la Francia que uno quiere estaba ahí, en la protesta, en la calle”, recuerda sin rencor.  Defensor de los Derechos del Hombre fue una figura de vanguardia contra las dictaduras en América latina. Amigo de Pablo Neruda, despertó en el escritor un curioso entusiasmo por el arte cinético. “No habría sabido que hacer con un Rembrandt en casa, mientras que un Le Parc me ha­bría colmado de satisfacción. Admiro enormemente a Le Parc. Lo único que siento es que no haya más obras suyas", dijo alguna vez el poeta chileno, que soñaba con más y más museos con sus obras.
Algo de eso se ha cumplido. A la monumental muestra en el Palais de Tokyo, Le Parc sumará su participación en las galerías nacionales del Grand Palais a partir de abril, que dedicará su espacio al arte abstracto del siglo XX. Junto a Rafael Soto, Marcel Duchamp o Tinguely,  sus obras animarán la exposición histórica intitulada Dynamo, un siglo de luz y movimiento en el arte, 1913-2013. Ya lo dijimos, Le Parc ilumina París.

AGENDA
Palais de Tokyo
Exposición monográfica Julio Le Parc
del 27 de febrero al 13 de mayo

Grand Palais
“Dynamo, un siglo de luz y movimiento en el arte, 1913-2013”
del 10 de abril al 22 de julio 


Fuente: Revista Ñ Clarín


MARCOS LÓPEZ: HIPNOTIZADOR Y PINTOR

Backstage de la gran exposición “Debut y despedida” de Marcos López, que inaugura el miércoles 27 en el Centro Cultural Recoleta, a través de una entrevista con el artista, una fotogalería y un video realizado en conjunto con el estudio Woof Kong.

Por MERCEDES PÉREZ BERGLIAFFA

Hasta ahora Marcos López era Tu-Sam: armaba una escena, dirigía a actores amateurs y les sacaba fotos. De a poco les hablaba, les iba diciendo qué hacer con las manos. Creaba sus obras pidiéndoles, por ejemplo: “Soltá y, desde este instante, vos sos tu papá”. Y ahí algo pasaba. Entonces, ¡click! Marcos apretaba tres veces la cámara, y aparecían las fotos. “Los buenos retratistas (y creo que, en el fondo, yo soy uno), además del punto de vista, de la luz y de la figura-fondo, tienen que percibir algo energético”, comenta ahora Marcos.
Pero desde este momento acá, en la sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta, en donde Marcos López inaugura su exposición Debut y despedida, no hay fotos de escenas armadas sino que están las escenas mismas: la casa celeste prefabricada, puesta a tamaño natural, con el perro de yeso en la entrada; el empapelado dentro (“ahora lo noto, lo heredé, mi padre es un empapelador compulsivo”, comenta López); un hombre-sireno que hace de fuente gracias a la manguera que sostiene; Federico Klemm mirando desde el retrato en el mural; el altar con los vikingos, las vírgenes, los gauchos y los santos populares a los que Marcos les prende velas (“como mi madre cuando quiere que me vaya bien”); los tigres de Bombay y de Misiones, artesanías populares que son, en realidad, arte (“porque, ¿dónde está el límite, cuál es la diferencia?”, se pregunta). Por un rato, el artista se despide de la imagen documental y decide debutar de lleno en la pintura. Y lo hace con esta muestra. Y lo hace con todo. 
Durante los últimos días, mientras armaba la exposición, sentado en un pesado sillón azul de jardín ubicado en medio de la Cronopios, Marcos observaba. Pensaba qué obras poner en la muestra y cómo. Porque el trabajo se terminó in-situ, durante el montaje. Y fue colectivo. “Acá la idea de autoría es conjunta”, explica Marcos, “trabajamos con pintores populares, con escultores, con ayudantes, todos pintando o cortando, no importa. Fue un trabajo grupal”.
“No hay concepto. Hay una compulsión maníaca por generar imágenes que expresen o movilicen emociones”, escribe López sobre su muestra. “Hay angustia, miedo a la muerte, resentimiento, sed de venganza, placer por mirar/registrar/coleccionar imágenes digitales de una ciudad –Buenos Aires– que va a colapsar dentro de 15 años. Felicidad”. Sí, hay felicidad, mucha felicidad, en estas obras. Las miro. Miro alrededor de la sala. La sordidez de la realidad que Marcos rescata aparece colada por un extraño poder que tiene, y que convierte lo más miserable en divino. Ocurre con esas acuarelitas que pinta durante sus viajes en avión, ante la mirada curiosa del resto de los pasajeros. Hay alegría en los colores que detecta alrededor y que repone en estas pinturas: colores populares (pop) y más, acrecentados, híperreales, más reales que la misma realidad. El gran, inmenso mural que es como una especie de popurrí de muchas, decenas de sus fotos más conocidas recortadas, ensambladas, intervenidas y pegadas una al lado de la otra y por sobre la otra. Hay alegría en los tigres de madera, hechos por manos anónimas. Hay alegría hasta en la acidez: allí donde Marcos señala lo cruel del sistema. La publicidad, por ejemplo. Marcos pinta, fotografía y escribe: “A ver si entiendo: my time is now. Ahora o nunca. Hay que llegar primero. Agarrar la pelota. La zanahoria delante del burro. Todo vale: pegarle un codazo y pisarle el dedo meñique al gordito amigo del costado, hacer trampas, hacerse el de la vista gorda, aguantar. El secreto es encontrar un objetivo. Una motivación: pensar en la familia, en el progreso, en la cuota del auto, ponerse como meta bajar la pancita de vino y mortadela… Hay que ganar ahora. No importan los muchachos de la barra de la esquina, los de la barra de San Telmo, que están todo el día hablando al pedo-birra-faso. Ese es tu pasado (…) No me distraigan. My time is now. Y ni se te ocurra pronunciar la palabra loser. Tú puedes. Only you. Y además, ya que estamos, vamos al punto principal: antes de hacer otra cosa, cómprate tus zapatillas X. Sé un hombre de zapatillas X. Demuéstrale al de al lado que tu zapatilla X es más grande. Más potente. Más juguetona. Demuéstrate tú mismo que puedes ganar. No importa qué, ni para qué, ni cómo, ni por qué. Eres un hombre X y tienes que ganar. Haz valer tu tiempo. Hazlo que cuente. Hazte un poco el boludo, pero no lo cuentes. Y no te preocupes si no entiendes bien. Don’t translate. Make it count!
Miro al costado de la Cronopios: está el cartel de la Inca-kola pintado. Al otro costado: el mozo de la casa de empanadas de la avenida Las Heras, pintado a la manera hiperrealista, enmarcado con unos troncos de madera. Atrás: una copia de la pintura de David Hockney sobre un empapelado rosa con florcitas. “My time is now”, decía desde su más pura acidez el artista. Y el mozo de Las Heras me mira. “Hay que llegar primero. Agarrar la pelota”. El sireno sostiene su manguera y de ella sale un chorrito de agua que cae en la fuente con mosaiquitos verde claro, en medio de la sala del centro cultural.
“Como concepto de la muestra, manejo el siguiente: el día anterior a comenzar el montaje, todo lo que entre en el taxi-flet”, me dice Marcos.
-Es sacarle el cuidado excesivo al arte, ¿no?
-Claro. Es transitar el error.
-Transitarlo, y exceder las disciplinas: en esta muestra abarcás de todo, pintura, instalación, fotografía…
-Es que tengo una necesidad expresiva que me pone feliz. Necesito comunicar, necesito ir hacia lo volumétrico, experimentar en la pintura una forma de aprendizaje que es, sin dudas, espiritual.
“Me gustaría ser otro”, escribe Marcos sobre la muestra. “Me gustaría pintar igualito a David Hockney. Me gustaría cantar en las iglesias, en el coro, las canciones que se cantan cuando entran los novios para casarse. Cantar el Ave María y llorar. Llorar mucho en la iglesia, escondido en el cuartito de los monaguillos.
“Ayer, iba en auto por una callecita empedrada cerca de Puerto Madero, miré de una manera demasiado fija, notoria, a un cartonero que estaba tirado comiendo fideos fríos con su compañera arriba de unos colchones, plásticos, botellas, decenas de objetos, y el tipo se dio cuenta de mi manera de mirar. Exagerada. Se paró, se acercó a 30 centímetros de mi cara, y me dijo: “Qué mirá, gato, pensá que te vuá chorear?” Bajé la vista y no le contesté. Obviamente. Esperé quince milisegundos a que se ponga en verde el semáforo y arranqué. Con la cola entre las piernas. Con una especie de vergüenza, emoción, desolación, que pienso que me va a durar hasta el año que viene. Hasta mediados de 2013.”
Esto es Marcos López, esta es su obra: pura fibra expuesta, vértigo, emoción.

Video, Marcos y Woof Kong: ficha técnica de una obra

"Marcos Lopez - Debut & Despedida Teaser", video realizado por WOOF KONG para la muestra del artista en el CC Recoleta. "Marcos Lopez - Debut & Despedida Teaser", video realizado por ...
 
http://www.clarin.com/rn/arte/Marcos_Lopez_3_873542646.html
Para esta exposición, Marcos López trabajó en conjunto con varios artistas, desde pintores populares de Perú –como LU.CU.MA., el autor (preso, lo pintó en la cárcel) del retrato del Jimmy Hendrix que aparece en la muestra–, hasta el grupo de posproducción Woof Kong. Fueron ellos quienes realizaron, en conjunto con Marcos, el teaser de la exposición. Un teaser, se sabe, es una especie de campaña publicitaria que adelanta de forma medio intrigante, con la información fragmentada, lo que está por venir. En este caso, la muestra de López.
Woof Kong, un estudio de diseño multimedia, conoció al artista durante el verano. Ahí él les propuso trabajar en conjunto. "¿Y cómo decirle que no a Marcos López…?", se pregunta Esteban Burda, uno de los integrantes principales del estudio.
El resultado: el excelente teaser que puede verse, en forma de video, junto a esta nota.

FICHA TECNICA DEL VIDEO DE MARCOS LOPEZ- WOOF KONG
Artista: Marcos López
Compañía de Post Producción: WOOF KONG
Dirección: Esteban Sainz Burda
Edición - Color & Animación: Sandra González Osorio
Música: The Joystick Hero
Tema: "Toda la Carne al Asador (Juicy Meat Mix)"
Todos los derechos reservados®WOOF KONG, 2013

Fuente: Revista Ñ Clarín