"EL COMPLEJO DE INFERIORIDAD DE LA FOTOGRAFÍA FRENTE A LA PINTURA, EXISTE"


Su mundo. En el taller, Marcos López reflexiona: “Hay un gesto poético que encuentro en las artesanías y casi nunca en el arte contemporáneo”. / A.D’ELÍA

“¿Quién sabe pintar?”, pregunta el artista Marcos López (1958), clavando la mirada. “¿Quién dice qué está bien y qué está mal, en pintura?”, vuelve a preguntar. Es el tipo de cuestiones que López –hasta ahora fotógrafo y a partir de esta semana también pintor– rumorea constantemente, mientras recorre su taller preparando una, y otra, y una tercera obra para la muestra que está por inaugurar en el Centro Cultural Recoleta. Será el miércoles en la sala Cronopios, y se llamará Debut y despedida. Para eso, él y su equipo trabajan a toda máquina: todavía hay pinturas sin terminar. La noticia de esta muestra no es menor: López es internacionalmente reconocido como fotógrafo, sobre todo desde la exposición de su serie sobre el “Pop latino”. Y desde esa foto famosa, esa especie de Ultima Cena vernácula que es Asado en Mendiolaza. López es un fotógrafo particular, conocido por retratar escenas muy armadas, composiciones. Pero parece que, desde hace algunos años, López también comenzó a pensar en pintar. Casi secretamente. “Mi primera pintura al óleo, mi primer cuadro lo expuse en una muestra en el Centro Cultural Rojas, creo que en el 97. Es un óleo muy naif. Ya después, hace unos 2 o 3 años, cuando hice la exposición “Exceso” en lo de Orly Benzacar, también se veía venir la pintura. Creo que lo que estoy experimentando es el proceso de un fotógrafo que quiere ser pintor”, cuenta López.
–¿Por qué un fotógrafo famoso querría convertirse en pintor?
–Porque ser pintor es más. El complejo de inferioridad de la fotografía frente a la pintura, existe. Y entonces, ¡track!, desembarco en eso y digo: ¿Quería ser pintor? Bueno, soy pintor, y ya. Además, en la pintura suceden otras cosas, distintas que en la situación fotográfica.
–¿Como qué?
–Para mí hay algo espiritual, energético, aparte del oficio del tipo al pintar. Está el gesto emocional del pintor que puso algo sobre la tela, sobre el papel... El tipo que pintó esto –López señala una pintura hiperrealista de gran tamaño, una copia de su foto El mártir, retrato del mozo de la casa de empanadas de Las Heras y Paunero–, estuvo 4 años haciéndolo. Y también aparece un conflicto relacionado con el arte contemporáneo: si yo puedo hacer esto impreso con Epson, ¿para qué, entonces, lo pinto al óleo?
–¿Para qué pintás algo que se puede fotografiar e imprimir?
–Porque estoy transitando hacia otras zonas, nacidas desde la acción intuitiva, corporal, energética y desde el oficio. Y además, me puse a pintar yo: tenía ganas de pintar. Ahora me saqué las ganas.
El estudio del fotógrafo-pintor es un caos (siempre trabaja de forma muy desordenada, es parte de su método). Hay varias pinturas empezadas a la vez, papeles tirados por el piso, obras a medio empaquetar, una computadora prendida y abandonada, esculturas de dos metros de alto, cajas con libros, rollos y posters, un ventilador. Hasta hay un tigre de madera, artesanía que López trajo de Bombay.
–¿Qué estabas haciendo en Bombay?
–Fui a filmar la publicidad de un licor francés, estuve tres días. Sólo conocí el estudio, el taxi y el hotel.
–Y el tigre.
–Sí, y el tigre. Me interesan mucho las artesanías populares, ése va a ser uno de los ejes de esta exposición. Es un eje de conflicto, el del arte y la artesanía.
–¿Dónde radicaría el conflicto entre el arte y la artesanía?
–Pienso que en el arte quizás hay un gesto poético, espiritual; lo encuentro muchas veces en la artesanía, en selectas artesanías, y no lo encuentro en el arte contemporáneo casi nunca –aquí López remarca “ casi nunca”–. El “arte contemporáneo”, así, entre comillas, para mí es casi igual a la moda y la publicidad. Entonces, me refugio en la artesanía popular, agobiado del yate de Román Abramóvich (el magnate y coleccionista ruso que, durante la última Bienal de Arte de Venecia, estacionó su megayate sobre el Gran Canal, en la misma puerta de los Giardinni donde el evento se llevaba a cabo). Esa fue una demostración de poder, estacionar con el buque ahí… –¿Te cansaste del arte contemporáneo?
–Bueno, “me canso de tu amor y necesito de tu amor”. Es como decir: no quiero más la moda ni la publicidad pero, che, dentro de 15 minutos me tengo que ir.
“Mirá, ésta es una artesanía popular que compré en Misiones, la voy a poner en la exposición”, muestra López. Señala la figura de un felino. “Estaba en la ruta, la compré ahí, la hice traer por un flete… Mirá qué gesto, el trazo, los dientes… Es anónima. Intenté averiguar el autor, nadie me lo supo decir. Y es impresionante. A mí me encanta, las rayas, la no pretensión.” –¿Vas a exponer alguna foto?
–Voy a poner algunas fotos para reconciliarme o sentirme como documentalista. Por ahí voy a poner diez fotos documentales, así, en un sectorcito. Porque yo me sigo sintiendo fotógrafo.
–¿Qué te sigue interesando de la fotografía?
–Bueno, me pasa que no puedo parar de mirar, fotografío hasta con el teléfono. No puedo parar de mirar pero ya, lo que me están dejando de interesar son las puestas en escena sofisticadas que hacía antes. Siempre voy a ser un fotógrafo, aunque pinte, aunque haga películas (aquí López se refiere a su próximo estreno en el BAFICI, un largometraje sobre el cantante Ramón Ayala). Estoy en un momento de mi vida raro.
–Marcos, es tu “Debut y despedida”. ¿De qué?
–Es debut y despedida, el yin y el yan, el “te quiero y, a veces, te odio”, mi debut en el arte contemporáneo y mi despedida, porque ya dije todo lo que tengo que decir. (Acá, Marcos hace un silencio y dice, remarcando la “s”: “ Basta ”.) –¿Basta de qué?
–Basta es que me retiro a meditar a una casa en las afueras de Santa Fe. Basta de exposición pública. Basta de necesidad de expresar. Con ésta me retiro, porque más no tengo para decir.
–¿Estás hablando en serio?
–No. Bueno, sí. Pero es sólo un sentimiento.
–¿Entonces? ¿Es “debut y despedida”, y “me sigo quedando”?
- ¡Si! Es esa cosa medio histérica que tengo.



Ekekos, santitos, pinturas


¿Qué podrá verse en la muestra Debut y despedida, en el Centro Cultural Recoleta?
Un ekeko de 2 metros tirándose a una pelopincho llena de dólares falsos, una casa prefabricada con videos dentro (en uno se ve a los padres de Marcos López empapelando su casa). “Mi viejo siempre estaba empapelando y yo noto, décadas después, que hago lo mismo”, comentará luego, extrañado, el artista.
Una repisa con “santitos”, “como esos a los que mi madre les prende velas para que me vaya bien”, declara López. Pósters de los museos MOMA, TATE y Metropolitan pintados encima por López, acuarelitas que él pinta durante sus viajes en avión. Pinturas grandes, realizadas colectivamente: “No creo más en el concepto de autoría”, declara en esta muestra el –ahora a medias- fotógrafo. Artesanías. Y muy pocas –unas diez- fotografías. Esta es la exposición de Marcos López que abre el miércoles.

Fuente:Revista Ñ Clarín

EL PENSADOR DE RODIN,
CERCADO CON BLINDEX POR EL VANDALISMO

A metros del Congreso, sufría pintadas y agresiones permanentes.
La escultura es una de las tres originales del artista en el mundo.
En la Ciudad dicen que no es lo ideal, pero así pueden preservarlo.

Obra. Personal de la Ciudad retoca los últimos detalles. /ANDRES D’ELIA

Por Silvia Gómez


Finalmente el vandalismo le ganó la pulseada a “El Pensador” de Auguste Rodin. Después de sufrir pintadas durante años, el Gobierno porteño decidió proteger la célebre escultura con un vidrio de seguridad. Aunque aún faltan algunos detalles para terminar el trabajo, ya se puede ver la estructura que rodea a la estatua, ubicada en la Plaza Mariano Moreno, frente al Congreso. Se trata del segundo monumento en Buenos Aires protegido detrás de un blindex, el otro es la fuente de Las Nereidas, de Lola Mora, en el Costanera Sur. También una escultura que padeció mucho tiempo el vandalismo.
“El Pensador” fue creado por el artista francés en 1880 como parte del conjunto “Las puertas del infierno”, basado en “La divina comedia” de Dante. Rodin decía que ese hombre pensaba no sólo con el cerebro, sino con todo el cuerpo. Iba a ser colocado en un museo parisino que nunca se construyó. En 1906 el artista retomó la obra y fundió tres “pensadores” del mismo molde inicial, incluso con su firma. El entonces director del Museo Nacional de Bellas Artes, Eduardo Schiaffino, encargó a París una de ellas para colocarla en las escalinatas del Congreso. Y llegó a Buenos Aires en 1907.
“Lo ideal sería que estos monumentos puedan ser disfrutados por todos sin necesidad de tomar este tipo de medidas preventivas, pero el vandalismo crece año tras año. Todos los esfuerzos son válidos para preservar estas obras de arte”, explicó Diego Santilli, Ministro de Ambiente y Espacio Público porteño, a cargo de las obras.
“Celebro la medida. Entre las marchas, los grafiteros, el abandono y los sin techo que lo usaron de refugio, es un milagro que ese pobre “pensador” siga en pie. Aún así, rodeado por un blindex, no creo que se pueda parar a quienes tengan el deseo de dañar. El cuidado de los monumentos tiene que ver con la educación”, le dijo a Clarín el encargado de una tradicional marroquinería de la zona.

Salvaje. A fines de 2011 la escultura sufrió su peor ataque. /ARCHIVO CLARIN

“Cuando vi las cuadrillas del Gobierno trabajando en el lugar me entusiasmé pensando que quizá se lo estaban llevando. Me parece que se merece un lugar más destacado. Quizá en la entrada de algún museo. Acá está desaprovechado. A los turistas que me piden consejos sobre qué ver, les digo: crucen la calle, ahí tenemos un Rodin”, contó un empleado del hotel Ibis, en Hipólito Yrigoyen al 1500.
Los otros dos “pensadores” originales se encuentran en los museos dedicados al artista, uno ubicado en París (Francia) y otro en Filadelfia (Pensilvania, Estados Unidos). El de aquí recién ahora esta rodeado de una plaza con ciertas mejoras, aunque aún queda mucho por hacer.
Pero no es la obra de Rodin la única que padece el vandalismo. En 2012 la Ciudad gastó más de un millón de pesos al mes en reparar bancos, monumentos, luminarias, mobiliario urbano, contenedores de basura y la red pluvial. En los parques y las plazas, también hubo que reparar césped, bancos, juegos de chicos y rejas. El ranking de los lugares más dañados es: canteros de la 9 de Julio, los parques Los Andes y Centenario, y las plazas Irlanda, Martín Fierro y Soldati. Y la Plaza de Mayo tiene un presupuesto mensual de casi $ 100.000 sólo en mantenimiento antivandálico. En cuanto a los monumentos, el de Julio Argentino Roca y el Obelisco son los más dañados. El primero tiene que ser hidrolavado y pintado todos los meses y la base del Obelisco en 2012 fue pintada cuatro veces; hasta se robaron la bandera de la Plaza de la República, que mide siete metros por cuatro. Y las estatuas que recuerdan a Olmedo y Porcel –en Corrientes y Talcahuano, realizadas en materiales sin ningún tipo de valor comercial–, fueron reparadas tres veces.
Uno de los mayores problemas del vandalismo es que se trata de un delito que casi no se castiga. En 2011 ingresaron al Ministerio Público Fiscal de la Ciudad 3.726 hechos calificados como daños. El 85% fue archivado por falta de pruebas o porque no se pudo identificar a los autores del daño.

Fuente: clarin.com

EXHIBEN LOS PAPAMÓVILES EN EL VATICANO


Los usaron los Papas desde 1825 hasta hoy. Entre ellos está el Fiat en el que viajaba Juan Pablo II cuando sufrió el atentado en 1981.
Carroza. La recibió el cardenal Bonaparte de su primo Napoleón III.
Mientras el mundo sigue intentando digerir la sorpresiva renuncia de Benedicto XVI, la vida continúa en la siempre activa Ciudad del Vaticano. Es que allí hay mucho más que misas, homilías y rezos. Los Museos Vaticanos, por caso, son una fuente inagotable de tesoros y curiosidades para turistas (creyentes o no). Y ahora se renuevan con una gran exhibición: coches y carrozas utilizados por los Papas, conocidos como papamóviles.
A fines del año pasado se inauguraron las renovadas instalaciones del Pabellón de Carrozas con algunos de los vehículos utilizados por los Papas a lo largo de la historia. Entre ellos está el Fiat 1107 Nuova Campagnola en el que viajaba Juan Pablo II cuando sufrió el atentado, el 13 de mayo de 1981 en la Plaza de San Pedro.
Un lujo. El Citroen C6 Lictoria Sex entregado a Pío XI en los años 20.

La nueva exposición está integrada por vehículos papales usados desde 1825 hasta hoy. Uno de los más destacados es la Berlina de Gran Gala, mandada construir en 1826 por el Papa León XII, que fue a su vez mejorada por Gregorio XVI en 1841. Durante la década de 1920, los fabricantes de coches donaron modelos como el Bianchi Tipo 15, Bianchi Tipo 20, Fiat 525, Graham Paige 837, el Citroen C6 “Lictoria Sex” y el Mercedes 460 “Nurburg”, estos últimos entregados a Pío XI.
El primero conocido como papamóvil entró en escena con Pablo VI en 1975, aunque el término comenzó a usarse en los medios durante el papado de Juan Pablo II, que los utilizó para moverse en sus múltiples recorridos por el mundo.

Tracción a sangre. Vehículo usado por el papa León XIII a fines del 1800.

Pero la muestra exhibe también otro tipo de curiosidades. Como el volante de la Ferrari 2003 de Michael Schumacher, donado a Benedicto XVI por el presidente de Ferrari, Luca Cordero di Montezemolo, con una dedicatoria: “El volante del F1 Campeón del Mundo a Su Santidad Benedicto XVI, piloto de la cristiandad”. Otra incorporación reciente al museo es un Maggiolino regalado en 2004 a Juan Pablo II por el presidente de Volkswagen México.
Los Museos Vaticanos y las Galerías Pontificias nacieron con los papados de Clemente XIV (1769-1774) y Pío VI (1775-1799). En las últimas décadas se convirtieron en una importante fuente de turismo y de ingresos para el Vaticano.

Limusina. El Graham Paige 837, que fue regalado al Vaticano en 1929.

 Fuente: clarin.com

ESCULTURA EN HONOR A NELSON MANDELA


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Consiste en 50 placas de acero con 10 metros de altura cada una, cortadas con láser e insertadas en el paisaje,representando el 50º aniversario de la captura y puesta en prisión de Nelson Mandela, el 6 de agosto de 1962.
Está en el terreno donde quedaba la prisión, sobre el área donde estuvo su celda por 27 largos años.
En un punto específico de observación, la perspectiva de las columnas sorprende al verse la imagen de Nelson Mandela.
El escultor fue Marco Cianfanelli quien nació en Johannesburgo en 1970 y se graduó con la distinción en Bellas Artes, en la Universidad de Witwatersrand en 1992.


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UNA MUESTRA QUE INVITÓ A DESNUDARSE

En el museo Leopold de Viena, los visitantes pudieron recorrerla sin ropa


VIENA.- Hombres desnudos desde 1800 hasta hoy, exhibida en el museo Leopold de la capital austríaca, no ha sorprendido por su contenido artístico, sino porque sus visitantes han podido recorrerla sin ropa.
La experiencia sucedió el pasado lunes cuando unos 60 amantes del arte protagonizaron una "exhibición especial": iniciativa del Museo Leopold para que los visitantes pudieran apreciar las obras también desnudos si así lo deseaban. La exposición está integrada por 300 pinturas, fotografías, dibujos y esculturas enfocadas en el desnudo masculino.
"Es un símbolo de la tolerancia y la apertura -dijo el director del museo, Tobias Natter-. La posibilidad de recorrer desnudo el museo es algo excepcional y, para muchos, fue una ocasión única."
¿Cómo surge esta curiosa iniciativa? Según contó el vocero del museo, Klaus Pokorny, en noviembre pasado una visitante se desnudó mientras caminaba por la exhibición y se vistió cuando un guardia de seguridad se lo pidió. "Recibimos solicitudes de todo el mundo, de gente que estaba inspirada por la exposición. Nos preguntaban: «¿Podemos ir desnudos»", señaló el vocero.
La exhibición, que concluirá el 4 de marzo, es una de las más exitosas que haya montado el museo, con más de 100.000 visitantes desde su inauguración, en octubre pasado.
En Viena el desnudo gana aceptación incluso más allá del arte: en diarios de circulación masiva, en comerciales en la vía pública y en el Danubio, donde cada verano hombres, mujeres y niños eligen ciertos tramos para bañarse así, tal como llegaron al mundo.

Fuente: lanacion.com

EN EL REVÉS DE CINCO LIENZOS,
HALLAN BOSQUEJOS DEL PINTOR FRANCIS BACON

http://abrancoalmeida.files.wordpress.com/2009/02/francis-bacon_cabeza-vi_1949.jpg
Cabeza VI, 1949 - Óleo sobre lienzo, 93.2 x 76.5 cm. Londres, Arts Council Collection


La rusticidad de los reversos de los lienzos siempre le resultó atractiva al pintor irlandés Francis Bacon. Tal vez por eso no fue tan grande la sorpresa cuando encontraron fragmentos de su trabajo en la parte de atrás de cinco obras del artista plástico aficionado Lewis Todd.
Las pinturas de Todd estaban en el depósito de la casa de subastas Ewbank Clarke Gammon Wellers, del sur de Inglaterra, y detrás de las telas, varias de ellas naturalezas muertas, aparecieron bosquejos que, según confirmó el Comité de Autenticación Francis Bacon, fueron hechos por el célebre artista figurativo en al menos cinco de las seis telas de Todd.
Detrás de las obras de Todd, que además fue caricaturista y murió en 2006, hay fragmentos de la serie de pinturas papales en la que Bacon trabajó durante la década del cincuenta. La arquitectura eclesiástica es uno de los temas más recurrentes en el material hallado.
Con el sorpresivo valor agregado, las seis obras serán subastadas el 20 de marzo, y desde la casa de remates estiman que la base de la venta será de al menos 154 mil dólares.
“Aún no sabemos cómo llegaron los lienzos usados por Bacon a la galería”, explicaron desde Ewbank Clarke Gammon Wellers. Más allá del misterio, las expectativas ahora se enfocan en cómo la célebre firma puede disparar la valuación de las obras.

Fuente texto: clarin.com

LA POST-PRODUCCIÓN DEL DOLOR

La autora de esta nota opina sobre Funeral en Gaza, la mejor foto periodística de 2012 según el concurso World Press Photo.  ¿Qué impacto tienen los retoques, la cosmética, en la imagen de un drama insoportable?

Por Ana Prieto

La mejor foto periodística del año 2012, según la edición 56 del prestigioso premio World Press Photo, se llama Funeral en Gaza y la tomó el sueco Paul Hansen durante la escalada de violencia en los territorios palestinos en noviembre pasado. Muestra una procesión masculina que avanza hacia una mezquita para velar a dos pequeños hermanos asesinados por un misil israelí. Los niños aparecen en un primer plano, envueltos en mortajas blancas que sólo dejan ver –que sobre todo dejan ver– sus rostros inertes y amoratados.
La contemplación de esa escena debería ser insoportable.
Por las sucintas explicaciones del pie de foto, por las cuatro o cinco líneas que concede, sabemos que los hermanos se llamaban Suhaib y Muhammad Hijazi, que tenían 2 y 3 años, que su padre murió en el mismo ataque y que su madre estaba hospitalizada al momento del funeral.
Enterarse de todo ese drama irreversible debería ser, también, insoportable.
El día en que se dio a conocer el ganador del concurso (porque World Press Photo es un concurso), los medios se llenaron de expresiones como las que siguen: “impactante imagen”, “dura instantánea”, “impresionante retrato”, “conmovedor”, “estremecedor”, “humanizante”. Ninguno llamó la atención acerca de la más que evidente manipulación de la fotografía. Ni uno reparó, por ejemplo, en el hecho de que la uniformidad de las luces que caen sobre los hombres que componen la marcha es imposible, teniendo en cuenta, sobre todo, la callejuela estrecha y llena de sombras por la que caminaban, y cuya iluminación también ha sido alterada. Eso por decir lo menos, porque lo cierto es que el conjunto pareciera tener la dirección de arte de una película de acción de Hollywood, y los hombres y los niños quedaron bajo una pátina digital que los equipara a inmaculados y estáticos muñecos de cera.
Esa calculada cosmética, sin embargo, no viola ninguna regla del certamen. World Press Photo no prohíbe la manipulación de las tomas, siempre y cuando ésta “no altere el contenido de la imagen” y se ajuste “a  los estándares actualmente aceptados en la industria”, sea lo que sea que eso signifique. Los reencuadres y los recortes para enfatizar uno u otro elemento de la composición son admisibles. Acentuar el grano o el contraste también está permitido, y en cualquier caso el jurado es el último árbitro y tiene pleno derecho a pedirle la fotografía original al participante, para compararla con la versión que envió al concurso.
Paul Hansen no es un principiante; es un fotógrafo reconocido que ha registrado durante largos años conflictos en Medio Oriente y África. Lo discutible no es su currículum ni su talento ni tampoco el hecho de que haya decidido retocar la foto que tomó aquel día de noviembre. Lo verdaderamente problemático es que justamente por obra de esa manipulación, de ese “plus” para hacerla acaso más poética, la fotografía no logra transmitir nada de lo que lo que estamos compelidos a suponer que intenta transmitir. Hansen consiguió que todo lo que debería ser insoportable –dos niños asesinados, una familia destrozada, un conflicto sin fin– se vuelva perfectamente tolerable. Es como si la fotografía estuviese bajo los efectos de un potente antidepresivo: muestra el dolor, pero quien la ve es incapaz de sentirlo en un nivel profundo o reflexivo. Funeral en Gaza no exige al espectador nada más que la ocasional frase indignada “¡qué barbaridad!”, antes de dar vuelta la página y olvidarla por completo.
Ahora bien, aunque el fotoperiodismo en zonas de conflicto pueda funcionar como documento, testimonio e incluso prueba judicial, no cambiará el mundo y difícilmente consiga que alguien se movilice en pos de una causa. Sin embargo, lo que sí ha sido siempre capaz de lograr es que el espectador, ante fotografías particularmente movilizantes, se haga algunas preguntas significativas: “¿por qué el ser humano es capaz de cometer crímenes así?; ¿qué estaba haciendo yo en el momento en que esto ocurría?; ¿cuántas víctimas anónimas y no fotografiadas existen?; ¿qué mundo dejaremos a las próximas generaciones?” Y hacerse preguntas significativas es el principio de un nuevo conocimiento; la inauguración de una nueva arista para descifrar la realidad terrible que los hombres construimos día a día.
En su ensayo Ante el dolor de los demás, Susan Sontag escribió: “Hay imágenes cuyo poder no mengua, en parte porque no se pueden mirar a menudo”. El poder de la foto de Hansen, elegida como la “mejor del mundo” por la última edición de World Press Photo, está menguando ya, debilitándose estrepitosamente, en parte porque es muy fácil de ver; porque debería ser insoportable y no lo es.

Fuente: Revista Ñ Clarín