Crónicas del nuevo milenio
Luis Eduardo Mass
Todd Shalom. foto: Diego Waldmann
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En la esquina de Julián Álvarez y Honduras, justo al frente del lugar donde “Robertango y El Oso fundaron Palermo Sentimental”, hay un hueco en el asfalto torpemente disimulado con un balde de pintura vacío sobre un trozo mugriento y roñoso de cartón. En la oda a la desidia se yergue una rama seca como de un metro de largo; para muchos una vergüenza, para otros es la forma de prevenir un accidente; para Todd Shalom (39) es un ready made digno de Marcel Duchamp. “Buenos Aires es una ciudad en donde el caos y la organización están en constante diálogo”, dice el artista neoyorquino. Esa feroz dualidad es el motivo por el que eligió Capital Federal para escribir su primer libro. Aún sin título, la publicación será escrita a mano zurda y hablará sobre ElasticCity, el colectivo que fundó hace cinco años y que se ha encargado de instaurar el concepto de los “recorridos participativos” en Estados Unidos. Al ver a Shalom, con su andar descontracturado y su mirada inquietante de ojos grandes, lo que menos uno piensa es que haya estudiado Business en la universidad de Boston durante dos años; de hecho, él sigue pensando que fue una pérdida de tiempo. Por eso, en 2005 se inscribió en la Universidad de Arte de California, en el Programa de Escritores de Poesía Moderna. Sin embargo, como todo artista, Shalom estaba en constante búsqueda de su identidad expresiva fuera de los cánones académicos. Un día, cuando salía de una de sus clases se topó con un artículo de “ecología acústica” del compositor de música contemporánea Robert Ashley. Luego de leer esa revista, Shalom se dedicó a estudiar el ambiente a través del sonidoespacio en el arte, hasta llevarlo a lo tangible, involucrando al espectador en la obra misma. El camino que recorrió para concretar sus ideas lo llevó a descubrir novedosos medios técnicos y teóricos que hicieron posible ver materializado ese nuevo arte: los recorridos participativos, que serían la bandera del colectivo que fundaría 5 años más tarde.En ese tiempo, escuchó a David Bowie y estudió el trabajo de Yoko Ono; coqueteó con el concepto de lo lúdico como hizo Gadamer en su libro “La actualidad de lo bello”, como quien entiende que la obra se descifra con la apreciación del espectador cuando éste decide participar en el juego del arte. Shalom incluyó al espectador como eje central del recorrido, extrapolando el valor del mero happening a partir de una premisa: “el tiempo y el espacio dependen de la experiencia del ser humano”, valores que en los desplazamientos están ligados al hombre por una indisoluble estructura geométrica de cuatro dimensiones, que configuran la realidad que conocemos, que percibimos, que recorremos ... la obra: la ciudad.“Escogí trabajar el concepto de los recorridos porque no es pretencioso. Casi todos pueden hacerlo y permite que, sin darse cuenta, la gente se involucre, sea vulnerable a la sensibilidad de la ciudad. Por ejemplo, en las instalaciones es difícil lograr que la gente dé el primer paso e interaccione con la propuesta. Con los recorridos ese primer paso ya está dado, incluso si te ‘pierdes’ en el trayecto, es parte de la experiencia”, explica. Cuando uno transita caminos desconocidos es común perderse, sí, pero en medio de esa confusión, quizás hasta por el mismo instinto de supervivencia, se logra aprender del entorno y volver a la senda. “Cuando tenía 18 años me perdí en Amsterdam. Me maravillaron las luces, los sonidos, los olores. Desde entonces creo que hay que perderse más por las ciudades. Cuando nos perdemos nos volvemos niños, pero eso, lo desconocido, nos permite recuperar ese espacio lúdico.”Ese juego del que habla Shalom está presente como un lenguaje inteligible en las dinámicas propias de cada ciudad. “Por eso, también, Buenos Aires es muy especial para mí; es una ciudad que habla constantemente”. La primera vez que Shalom pisó Buenos Aires, en 2007, aunque no se perdió físicamente, su mente viajó por todos lados. “Hay una palabra francesa que creo que define la sensación que me provoca Buenos Aires: grandeur (grandeza). Es una ciudad gigante, en la que todavía hoy se puede sentir la particularidad de eso que llaman ‘barrio’. Camino sus calles y veo miles de ready mades, veo en cada persona que me cruzo a una familia detrás. Abrazan sin miedo, besan sin miedo, se tocan sin miedo. Buenos Aires es una versión más amigable de Nueva York. Muchos artistas van a Berlín a experimentar y vivir el arte; Buenos Aires es mi Berlín.”Ese año el artista trabajó un recorrido sonoro con la galería Appetite, en colaboración con la curadora Daniela Luna. Luego de trabajar con artistas locales, con rituales urbanos, instalaciones y performances que combinaban la poesía visual, con el sonido y la participación del espectador, vuelve a Nueva York en octubre de 2008 con la idea firme de fundar su propia ONG. “El nombre de ElasticCity nace de la posibilidad de elongar el concepto primario de la elasticidad (en inglés elasticity), de los límites flexibles de la realidad hasta llevarlo a la ciudad (en inglés city)”. Desde el 2010 hasta hoy, ElasticCity ha producido más de 130 recorridos participativos, charlas, performance e instalaciones en colaboración con más de 100 artistas. A ninguna de estas performance han asistido los padres de Shalom, ni siquiera a la del 2013, cuando logró realizar en el Museo de Arte Moderno de Nueva York una exploración privada de los espacios del museo mientras se exhibía la colección de René Magritte. Sombrero de bombín en mano, a lo Chaplin, el artista organizó dentro del MoMa espacios para dibujar con técnicas surrealistas; los participantes, además, “escalaron” el suelo y gritaron en silencio bajo la premisa de: “Esto no es un paseo turístico”.Los recorridos de Shalom engañan, enamoran, enternecen como lo hace su acento cuando intenta hablar español, y, aún cuando no son para nada contemplativas, fascinan como la luz de la bombilla a la luciérnaga. Percepciones espaciales, temporales, emocionales y energéticas, que introducen el elemento del movimiento dentro de la lectura de la obra misma: caminar las calles porteñas. Alguna vez el filósofo Immanuel Kant propuso que nuestro conocimiento del exterior dependía de nuestras formas de percepción. Probablemente nunca hubiera imaginado que los sentidos –tacto, vista, olfato, gusto y audición- hoy serían más que sólo herramientas para registrar nuestro mundo y que se convertirían en medios para comunicar expresiones artísticas contemporáneas. En noviembre del año pasado, en colaboración con el Centro de Investigación Artística (CIA), Shalom organizó el primer “recorrido participativo” en Buenos Aires, donde se exploraron los límites de la sensorialidad transformando a la audiencia pasiva en participantes activos; un intercambio constante con los lugares donde se vive y que se visitan para completar la obra solo cuando el espectador “la siente”.Para Shalom, hay que “caminar la ciudad” no desde la introspección, sino “desde nuestra consciencia con nuestro entorno”, extrapolando el valor de lo cotidiano a través de los sentidos. Cada uno de sus trayectos apuntan a explorar la confianza grupal y, a partir de consolidarla, establecer una simbiosis emocional (alegría, vergüenza, rabia, miedo, tristeza, indignación, melancolía) con la ciudad y sus espacios. Ese vínculo es el que tiene hoy el artista con esta ciudad, con su gente, con los besos porteños y con los ready made que son más que dadaísmo urbano; son la expresión de la dinámica voraz que es Buenos Aires. Su libro nacerá en Buenos Aires, porque aquí nació la idea de ElasticCity. Para el neoyorquino esta es su casa, en la que sus “padres porteños”, Lolo, Lauti y Fernanda, nunca han dejado de asistir a sus convocatorias. Aquí, en las calles de Buenos Aires, está su “love affair”, su grandeur, su Berlín.
Fuente: clarin.com