ROBAN CINCO OBRAS DE FRANCIS BACON EN MADRID

El pintor, que falleció en la clínica Ruber en 1992, había dejado pinturas y una suma de dinero a José Capelo
    Bacon en el Museo del Prado en 1990 - Archivo JANETTA PARLADÉ
Uno de los robos de arte más espectaculares habidos en España, un golpe de guante blanco, obra de profesionales, se produjo en el centro de Madrid el pasado mes de junio y se ha sabido ahora. Ocurrió en una casa señorial, cerca del Senado. Los cacos se llevaron en cuestión de minutos, y tras inutilizar la alarma, cinco obras del pintor irlandés Francis Bacon (Dublín, 1909- Madrid, 1992), uno de los más cotizados del mundo, según publicaba ayer el diario «El País» y confirmaron a ABC fuentes de la Policía Nacional. Al parecer, el dueño de la casa, que había abandonado su domicilio brevemente, se percató de lo ocurrido nada más regresar y puso una denuncia inmediatamente.
Los ladrones no dejaron huellas ni existen otras pistas por el momento, así que las pesquisas realizadas no han dado fruto alguno y un velo de silencio rodea la investigación. Nadie, ni los vecinos ni el portero, vieron nada extraño aquella noche de junio y de las cámaras que existen en el entorno no se ha podido extraer pista alguna. Las fuentes confirmaron al citado diario que la Policía cree que las obras robadas en casa de J. C. B., junto a otros objetos de valor, no han salido de España.

Cinco cuadros

Se trata de cinco cuadros, algunos de pequeño formato, que su dueño, amigo íntimo del pintor, había recibido en herencia. Las iniciales de este varón de 59 años, dueño de una pequeña pero valiosa colección de obras de Bacon -y protagonista de algunos de sus más afamados retratos, como veremos- corresponden con José Capelo Blanco, el amigo y último amante del artista, a quien solía venir a visitar en sus últimos años de vida.
De hecho, Bacon falleció el 28 de abril de 1992, en la clínica Ruber de Madrid. Como ya publicó ABC, los médicos le habían recomendado que no realizara aquel viaje, con 82 años y un cuadro de asma grave. Además de un clima templado y la gran atracción que en aquellos años ejercieron los maestros del Prado, museo que visitaba cada vez que venía, aquél fue sobre todo un viaje sentimental. Llevaba unos años enamorado de un joven financiero español al que conoció en una fiesta en honor del coreógrafo Frederick Ashton.



      Tríptico 1991, obra de Bacon para la que posó José Capelo y que está en el MoMA- MoMA

Precisamente este español, José Capelo, es el protagonista de una de las obras más importantes de Bacon, el Tríptico 1991 que cuelga en el MoMA de Nueva York, además de figurar en otras obras como «Retrato de José Capelo». Cuando se conocieron, Capelo tenía 35 años y el pintor 78.
Durante cuatro años, Capelo y Bacon (1909-1992) mantuvieron un noviazgo que les llevó a viajar por todo el mundo. El español profundizó en su pasión por el arte y la obra del pintor. Y Bacon quedó fascinado por el modo de vida de nuestro país e intentó aprender español.
Gracias a las cintas grabadas por uno de sus amigos y fieles colaboradores, se supo hace ahora dos años que en el que sería su último viaje con su amado, ya en Madrid, el pintor decidió hacer un espléndido regalo a su joven amante: tres millones de euros (dos millones de dólares entonces, equivalentes a cuatro millones de dólares hoy). La misma cantidad que regaló, además, a la hermana de este. Por lo que se ha sabido tras este espectacular robo, el pintor también le dejó en herencia algunos cuadros.

Cotización
La obra de Bacon está tan cotizada que estas obras podrían superar con creces cualquier otro regalo. Como se recordará, «Tres estudios de Lucien Freud» se convirtió en la más cara en la historia de las subastas, en el momento en que fue adquirida en noviembre de 2013 por 142,4 millones de dólares (casi 128 millones de euros). Su nueva dueña sería la exmujer de un magnate de los casinos de EE.UU.


                          Bacon junto al Prado en los años cincuenta- ABC

Michael Peppiatt, amigo y biógrafo de Bacon (autor de «Francis Bacon. Anatomía de un enigma», ed. Gedisa), definió a Capelo como alguien «muy apuesto, bien educado, socialmente sofisticado y con una buena posición económica. Hablaba varios idiomas y le interesaba la pintura. Fue para Bacon un regalo inesperado, una fuente fresca de energía», según declaró a ABC. Capelo ha mantenido siempre un celoso silencio sobre su relación con el pintor, que ahora se ve roto momentáneamente por el robo de los cuadros en su domicilio.

JORGE MACCHI:
"EN LA ARGENTINA EL AMBIENTE ARTÍSTICO ESTÁ ADELANTADO
A LAS INSTITUCIONES"

TRAYECTORIA.  El artista anticipa el espíritu y el contenido de la muestra que este jueves abrirá en con un recorrido por toda su producción, y rescata la creatividad y la pasión de sus colegas en el país.

          
                             Foto:Maximiliano Amena

Daniela Gutiérrez - La Nación

A media mañana un tórrido día de semana en el verano porteño, la avenida Warnes está demasiado viva. Las cuadras que faltan para llegar al taller del artista Jorge Macchi están repletas de autos, de conductores, de mecánicos, de compradores y vendedores de repuestos: vértigo de máquinas y motores exacerban la frenética tarea de la voluntad humana empecinada en controlar aquello que ha creado. La avenida, que huele a caucho quemado y aceite, traza una diagonal inquieta sobre la tranquila cuadrícula barrial. Apenas un desvío de un par de cuadras para llegar a una de las casas bajas, sobrias y sólidas que pueblan el costado sereno del barrio.
El espacio donde transcurre la entrevista con Jorge Macchi es un taller galpón construido al fondo de la casa. Para llegar hay que atravesar un par de patios hacia los cuales se abren otros espacios de trabajo, unas escaleras y algunas plantas. La conversación es rica, fluida e intensa y sorprende, para bien, la falta de un tipo de impostura que demasiadas veces suele encubrir la vanidad de falsa modestia. Jorge Macchi es un artista reconocido en todo el mundo, pero se deja escuchar como un hombre que habla de un quehacer que lo apasiona. No interpreta sus piezas, las describe con la precisión de quien sabe qué, cómo, y para qué hace su trabajo. La muestra que inaugura el jueves próximo en el Malba incluirá los múltiples formatos con los que el artista ha trabajado desde 1992 hasta 2014: videos, pinturas, instalaciones, obras sobre papel y esculturas. Son creaciones austeras que resignifican elementos sencillos y cotidianos en una poética neoconceptual. Macchi parece haber aprendido a disfrutar de lo que hace y durante la conversación ese disfrute se contagia, lo tiñe todo: da ganas de salir del taller y enfilar rumbo al Malba.
Esta semana inaugura tu muestra Perspectiva en el Malba. ¿Cómo surgió la propuesta y cómo la ubicarías en tu carrera artística?
Apenas Agustín Pérez Rubio ingresó como director del Malba se comunicó conmigo y me transmitió el interés y la voluntad del museo de hacer una retrospectiva de mi obra. Por supuesto acepté y comenzamos a reunimos para pensarla, cuánto tiempo estaría exhibida, quién sería el curador y todas las cuestiones relativas a la producción. Al comienzo se pensó en convocar a otro curador, pero finalmente resultó el mismo Pérez Rubio.
Es muy interesante el título que han elegido, Perspectiva, no sólo por su polisemia sino también porque evoca un momento de inflexión en la historia del arte, la posibilidad novedosa de mirar desde una pluralidad de puntos de vista. ¿Cómo surgió?
Dudamos muchísimo sobre el título porque no encontrábamos la palabra que pudiera definir una mirada hacia atrás, sin usar la clásica "retrospectiva", y surgió "perspectiva". Nos convenció que es un término que ofrece una doble lectura: por un lado, la de un sistema de representación, que aparece como tema en varios trabajos de la muestra, sobre todo de la época de los años 90. Pero por otro lado, "perspectiva" es cómo cada uno de nosotros mira, desde qué ángulo puede verse, por ejemplo, la historia. En un solo término está implícita la pluralidad, la posible diversidad.
En efecto, el nacimiento histórico de la idea de perspectiva coincide con el inicio del Renacimiento, con la apertura a la otredad, con el descubrimiento de nuevos territorios?
Tiene que ver con eso, con la separación entre objeto y sujeto que en la primera Edad Media parecían indisolubles. Con esa separación surge la posibilidad de investigar, de conocer, ese apetito de saber, el cambio del estilo pictórico a la presentación del espacio. Es un momento intenso y fructífero para el arte.
Esta no es una retrospectiva como lo sería en el caso de un artista de 80 años, pero al mismo tiempo, traza una historia de tu trabajo como artista. Se correspondería con ese modo de retrospectiva que se denominan "monográficas", aunque aquí en Argentina no es un término muy usado.
Es cierto, pero yo hice ya un par de retrospectivas monográficas en el exterior, una curada por Gabriel Pérez Barreiro, en 2007, en Porto Alegre, y otra en el SMAK, un museo en Gent, Bélgica. Sin embargo, creo que la del Malba es más bien lo que en inglés se denomina midcareer retrospective, un detenerse a mitad de la carrera y ver qué es lo ya hecho. Éste es un momento de madurez, supongo que estoy en ese punto y al mismo tiempo tengo por delante otros treinta o cuarenta años de carrera. Esta exposición es eso, un balance pero con la mirada puesta en qué es lo que viene. Ambos momentos están ligados, hay una continuidad. Tanto las muestras de Porto Alegre como la de Bélgica fueron enormes. Después de la última, propusimos traerla al Malba pero nunca se pudo. También por eso Perspectiva es una especie de regalo, siento que finalmente llegué. Una muestra de este tipo en Buenos Aires me plantea muchas inquietudes que no surgen en el exterior, donde la gente quizá me conoce pero muy poco; éste es mi lugar, acá es donde hice toda mi carrera, donde vivo, donde están mis parientes, mis amigos y los artistas con quienes compartí toda mi vida.
Las relaciones habituales, en estos casos, se ponen en tensión. Las competencias imaginarias o reales con los otros artistas de tu generación se activan y van armando, entre la experiencia del artista, la muestra en sí misma y sus ecos, un particular modo de escena pública. Allí, en la mirada de los otros, se suele encontrar alguna que otra inquietud propia, ¿no?
Sí, totalmente. Además, hay algo muy puntual que de manera especial se torna en un modo de la responsabilidad: el hecho de que durante tres años coordiné cursos en el Programa de artistas de la Universidad Di Tella, con lo cual hay un grupo de alrededor de sesenta artistas de quienes fui docente y a los que les voy a mostrar mi trabajo. Lo he sometido a su mirada antes, pero siempre con documentación, nunca hubo una exposición. Entonces, siento una responsabilidad hacia ellos, y es una novedad porque jamás sucede eso cuando las muestras se hacen en el exterior. Perspectiva tiene una carga emocional muy fuerte para mí.
¿Qué se incluye en la muestra? ¿Cómo pensaron cada espacio?
Lo primero fue definir qué grupo de obras la integraría. Y ése es el momento de la gran negociación entre lo que uno querría y lo que es posible hacer. Hay toda una estrategia que se pone en marcha y que suele ser bastante compleja: cuáles son las obras que están accesibles y disponibles (muchas son propiedad de coleccionistas o de instituciones), cuáles es factible traer y siempre en este punto hay que considerar el menor costo posible. Hay toda una ingeniería y creo que lo resolvimos súper bien porque logramos traer obras muy importantes, y vienen todas de la península ibérica. Además, trabajamos también con otras de colecciones locales, obras que hay que revisar, obras que por su naturaleza no son transportables sino que en cada muestra hay que volver a realizar.
Además de lo que podrá verse en el Malba, habrá dos anexos.
Sí. Uno de los anexos va a estar en la galería de la Universidad Di Tella, donde se expondrá Refracción, imposible de instalar en el Malba por sus dimensiones. Esa situación de aislamiento en la que quedó es perfecta para esa instalación, que podrá visitarse a partir del 8 de abril. Y luego, a partir del 15 de abril, se inaugurará una instalación específica para una sala del Museo Nacional de Bellas Artes.
Habrá también algunos trabajos en colaboración con otros artistas/autores.
Sí, en particular el trabajo que hicimos con el músico Edgardo Rudnitzky por un lado y luego la obra conjunta con la escritora María Negroni. Lo más interesante de las piezas que realizamos con Rudnitzky es que en ellas la música no es una referencia exterior sino parte constitutiva de la obra. Creo que en mi trabajo hay una insistencia sobre la materialidad de lo musical: las teclas, las cajas de música, las partituras y su notación. Por otro lado se presentará "Buenos Aires Tour", el proyecto que hicimos con María y que tiene dos facetas igualmente ricas: por un lado es en sí mismo un libro llamado Buenos Aires Tour, que surgió como un itinerario turístico posible trazado a partir de las líneas de un vidrio rajado apoyado sobre el mapa de Buenos Aires, pero también es una instalación. Parte de la muestra será el catálogo, que es en sí una pieza más. Documenta obras que fue imposible incluir, porque fueron pensadas para otro lugar. De alguna manera el catálogo es una continuación de la muestra. Y estamos en el proceso de producir otro libro basado en uno de los videos que se podrán ver y que se llama Diario íntimo (2006).
Los textos del curador anticipan lo que será la exposición. ¿Te sirven las lecturas de tu obra en el momento de trabajar?
Sí me aportan las lecturas y las interpretaciones, pero no en el momento de trabajar. Lo que surge primero para mí son las imágenes, y después, a partir de las conexiones entre distintas imágenes, puedo vislumbrar una idea. Es muy claro para mí que las imágenes son anteriores, que son lo que me lleva a trabajar, a producirlas. Y cuando aparece una cuestión más relacionada con lo conceptual me interesa no descuidar el aspecto formal. Me parece que lo formal es el punto por donde comenzar a pensar una obra. Si uno tomara para empezar elementos de su propia poética, llegaría finalmente a una entropía que aniquilaría toda obra, por eso para mí es fundamental el entorno, los elementos del entorno. Cuando me preguntan algo sobre mi trabajo, siempre elijo responder sobre cuáles son mis elecciones formales, por qué tal tamaño, por qué determinado material.
En otra entrevista con Ideas, Orly Benzacar comentó que si vivieras en el extranjero, tu obra se vendería por un precio con algún que otro cero más?
Ese comentario de Orly representa el punto de vista del galerista, apoyado en las variables del mercado local y el internacional. Hay miles de factores: uno importante puede ser el geográfico. La gente que compra arte prefiere ir a Brasil, donde hay miles de artistas y está más cerca y es más accesible. Es probable entonces que Brasil funcione como una gran barrera para los argentinos. En Brasil la obra de un artista cotiza el doble. Otro factor es el mercado en sí mismo; los coleccionistas brasileños apuestan mucho a su arte e incluso cuando van a ferias internacionales compran arte brasileño. También creo que el coleccionismo argentino todavía no está tan desarrollado. Pero yo elegí vivir y trabajar acá, así que éstas son las condiciones en las que mi obra se produce y se vende. La elección de Buenos Aires tiene que ver con una cuestión de comodidad para trabajar, de espacio, de contexto social. Lo descubrí después de mucho tiempo. Durante la mitad de mi vida me la pasé pensando que tenía que irme a otro lado, a otro y a otro. En un momento me di cuenta de que estaba gastando una cantidad de energía bestial en eso y descubrí que no tenía sentido. Estoy en Buenos Aires y trabajo desde Buenos Aires. Fue una de las mejores elecciones de mi vida.
¿Cómo ves la escena del arte contemporáneo argentino?
Me parece que hay muchísima actividad, muchísima inquietud. El ambiente artístico está adelantado a las instituciones, todavía las instituciones no reaccionaron frente a lo que está pasando. Es decir, si bien hubo un impulso muy grande en estos últimos años, me resulta muy impresionante la creatividad por fuera de lo institucional. Tanta cantidad de gente, y además todos apasionados, aun cuando todavía muchos de ellos no tienen en el horizonte un incentivo económico, no viven del arte. Eso me parece fantástico, me emociona. Cuando trabajé con ellos cada semana, creo que eso me nutría mucho. Además, hay mucha investigación, mucho trabajo con Internet y mucha inquietud por ver muestras, incluso por hablar con los artistas. Es un cambio impresionante con respecto a la Argentina hace veinte o treinta años.
Biografía
Jorge Macchi nació en 1963 en Buenos Aires, donde vive y trabaja. Cursó el profesorado de pintura en la Escuela Nacional de Bellas Artes "Prilidiano Pueyrredón" y ha desarrollado una prolífica carrera como artista visual. Su obra fue exhibida en importantes galerías y museos nacionales e internacionales.

La Foto
Foto:Maximiliano Amena

Macchi elige un altoparlante que compró para una obra de teatro que se representaba dentro de un automóvil. La pieza se llamó TWG100 autoteatro y se presentó por primera vez en la vereda de Proa en 2000.

NIKOLAUS HARNONCOURT, 1929 - 2016
EL GRAN MAESTRO DE LA MÚSICA ANTIGUA

       Un director honesto. Foto AP


Pablo Gianera 

Hace tres meses casi exactos, el 5 de diciembre del año pasado, el mundo musical se conmovió cuando el director Nikolaus Harnoncourt hizo circular una nota manuscrita que empezaba diciendo: "Mis fuerzas físicas exigen la cancelación de mi planes futuros". Fue triste enterarse entonces del retiro de los escenarios del gran maestro, pero nadie esperaba que el protagonista de una de las aventuras más apasionantes de la interpretación musical en el siglo XX se extinguiera tan pronto. Ayer, sin embargo, su mujer, Alice, dio a conocer la noticia. "El sábado Harnoncourt expiró, rodeado de sus seres queridos. Tenemos la mayor tristeza y la mayor gratitud. Fue una relación maravillosa."
"Con él termina una época", dijo también Thomas Angyan, Intendant del Musikverein, la sala vienesa que era también un poco la casa del director. ¿Cuál es esa época que termina? La de un pionero, junto con Gustav Leonhardt, de las corrientes de interpretación historicista, que nos enseñaron a tocar y a escuchar de otra manera la música del barroco y del primer clasicismo. Aunque seguramente le disgustaría que se lo definiera como tal, Harnoncourt fue una especie de lúcido arqueólogo musical, alguien dedicado a limpiar críticamente la pátina de equívocos interpretativos que se acumularon durante siglos en el repertorio antiguo. Con la fundación, en 1953 y en colaboración con su esposa, de la agrupación Concentus Musicus Wien, la práctica de la música antigua salió por primera vez a la luz pública y, por decirlo así, se profesionalizó.El problema con el que se topó Harnoncourt en su momento fue cómo ser fiel a una música (la antigua) que dejó de tocarse durante siglos y se convirtió en una lengua extranjera.La respuesta fue que la fidelidad al texto no debía asfixiar la fidelidad a la obra: una interpretación es fiel a la obra "cuando se acerca a la idea que tuvo el compositor cuando la creó". Es aquí donde empieza propiamente la utopía arqueológica, cuya primera medida consiste en modificar la visión deformada por la óptica romántica del siglo XIX e institucionalizada en los conservatorios, cuya irrupción, después de la Revolución Francesa, borró la relación entre maestro y discípulo.En esa línea, Harnoncourt, además de un director fuera de serie, fue el más honesto de todos. Pero deja no solamente un ejemplo de integridad artística, sino también grabaciones que son ya de referencia y un pensamiento que precipitó en los escritos y entrevistas reunidos en El diálogo musical, La música como discurso sonoro y La música es más que las palabras, libros a lo que habrá que volver una y otra vez.Había nacido en 1929, en Berlín, pero era austríaco hasta la médula (le gustaba decir que cuando dirigía las sinfonías de Anton Bruckner sentía "el olor de la tierra") y el corazón de su repertorio, que conoció primero como violonchelista, era la música centroeuropea y específicamente vienesa, de Schubert a los Strauss. Solía decir que no existía ninguna versión históricamente correcta o simplemente auténtica: "Es algo imposible, ilusorio, un debate de charlatanes". Después de todo, la obra no era para él la letra, sino lo que se esconde detrás de las notas: el sentido. Tal vez era ésa la verdadera obsesión del director, que ponía en acto sus ideas con versiones que renunciaban a la lisura habitual con que se escuchan Mozart, Haydn o Beethoven en las salas de concierto y ofrecía lecturas escarpadas (basta pensar en su idea de la sinfonía Heroica como crítica del heroísmo), plenas de claroscuros. Supo llevar las lecciones antiguas a un repertorio no necesariamente antiguo.El propio Harnoncourt condensó su sabiduría en una especie de divisa que cualquier intérprete, sea o no sea historicista, podría grabarse a fuego: "Tenemos que saber qué es lo que la música quiere decir para saber qué es lo que nosotros queremos decir con ella".

SALE A LA LUZ UNA OBRA INÉDITA DE PICASSO
PINTADA EN SU NIÑEZ

        «Retrato de hombre viejo» cuelga en la Sala Picasso de La Coruña - EFE


Se calcula que puede haber 200 pinturas del artista, aún sin certificar, colgadas en domicilios de esta ciudad gallegaMás de 200 pinturas de Picasso cuelgan de las paredes de muchos domicilios de La Coruña, donde el artista malagueño aprendió a pintar cuando todavía era un niño, pero sin certificar, una laboriosa tarea que está empezando a ver la luz con obras como la que se ha presentado hoy, «Retrato de hombre viejo». Esta pequeña tela de 15,8 por 15,5 centímetros es un retrato minucioso, lleno de detalles y de gran expresividad, pintado entre finales de 1894 y principios de 1895 en La Coruña, en su última etapa de estancia en la ciudad, y que guarda rasgos semejantes al resto de la obra que se guarda de esta época.En este periodo se confirma el salto de calidad con retratos pintados en el 95, entre los que destacan los protagonizados por hombres barbudos como «Retrato (hombre barbudo)» y «Cabeza de hombre barbudo», una temática a la que regresará en su etapa azul (1901-1904) y de la que ya no se desprenderá.

Esta obra inédita se podrá ver a partir de mañana en la Casa Picasso de La Coruña, coincidiendo con el 121 aniversario de la primera exposición del pintor en la capital herculina. Pertenece a una colección particular y fue el abuelo de su actual propietaria quien lo compró directamente a Picasso. Ha permanecido en Estados Unidos y París estos últimos 25 años y está valorado en un millón de euros, aproximadamente.

Como ésta se calcula que existen más de 200 obras de la época coruñesa de Picasso sin certificar, según el comisario de la muestra y experto en arte Joan Abelló, quien plantea la realización de estudios profundos en esta ciudad sobre la atribución de obras de Pablo Ruiz Picasso, porque «es un filón de investigación muy apetitoso».
La gran apuesta es conseguir que «Retrato de hombre viejo» se quede en La Coruña, un trabajo lento al que están dedicando todos sus esfuerzos porque «han aparecido multitud de cuadros firmados por P. Ruiz pero no están contrastados».

RÉCORD: PAGAN 500 MILLONES DE DÓLARES
POR DOS OBRAS DE ARTE DE WILLEM DE KOONING
Y JACKSON POLLOCK

Las compró Kenneth Griffin, un estadounidense que es figura del mundo de las finanzas. Con un precio de 300 millones, el De Kooning alcanza a un Gauguin como los cuadros más caros de la historia.
        Una fortuna. Adelante, el cuadro de De Kooning y detrás, el Pollock, en el Instituto de Arte de Chicago.

Por Mercedes Pérez Bergliaffa
Ayer se supo, y suena increíble pero es real: se pagaron 500 millones de dólares por dos obras de arte contemporáneo (mejor dicho, del siglo XX) vendidas hace poco. La venta se realizó hace unos meses pero se decidió hacerla pública recién ahora. ¿Y quién pudo pagar semejante cantidad de dinero? Uno de los personajes más poderosos del mundo de las finanzas de los Estados Unidos, el norteamericano Kenneth Griffin, inversionista nacido en Florida, de 47 años, fundador de Citadel LLC (fondo especulativo con sede en Chicago) y dueño de una fortuna personal estimada en unos 7.400 millones de dólares. De esta manera, Griffin realizó la compra de obras de arte –dentro de la categoría categoría “Contemporáneos”- más cara de la historia.
Las dos obras son Interchange (1955) del pintor expresionista abstracto estadounidense Willem De Kooning, y Number 17A (1948), de Jackson Pollock, también expresionista abstracto del mismo país. Es decir, la Escuela de Nueva York está cotizando a precios desorbitantes. El De Kooning costó 300 millones, mientras que el Pollock costó 200.
Así, el De Kooning se sitúa como el cuadro más caro de la historia junto con Nafea Faaa Ipoipo, de Gauguin, que alcanzó ese precio hace un año.
Griffin ya había armado revuelo en el mundo del arte hace un año atrás, debido a otra compra: Abstraktes Bild, una pintura del alemán Gerard Richter por la que pagó 46 millones de dólares. La venta se hizo en Sotheby´s de Londres luego de una puja entre el comprador y el vendedor, y es el precio más alto del mundo pagado por una obra de un artista en vida. Y lo pagó Griffin, quien también tuvo el amable gesto de donar el último diciembre 40 millones de dólares al Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York. Fue considerada una de las donaciones más grandes jamás hechas a esa institución. También donó 120 millones de dólares a la Universidad de Harvard, institución en donde estudió y comenzó a hacer su fortuna: allí, en su cuarto de estudiante, logró que le instalaran una antena parabólica gracias a la que pudo seguir sus inversiones y comenzar a construir el imperio.
Las obras que adquirió ahora las cedió al Instituto de Arte de Chicago, donde se exhiben juntas.
Griffin hace unos 20 años que viene armando su colección de arte. Desde hacía 12 años – y hasta el año pasado- con su ex esposa, Anne Dias Griffin, otra gestora de fondos.
A pesar de poseer una colección tan importante y de realizar semejantes compras, el inversor se manifiesta escéptico frente al mundo del mercado de arte: opina que está lleno de especuladores. Lo dijo unos días después de que se subastara en noviembre pasado una pintura de Amedeo Modigliani , Nu couché, por 170,4 millones de dólares. La compró un coleccionista chino, Liu Yiqian, ¡con tarjeta de crédito! Ahora convertido en un millonario inversionista, sin embargo Liu comenzó como taxista y vendedor ambulante. Aseguró que compró la pintura de Modigliani con tarjeta… para acumular puntos.

LOS MISTERIOS DE LA CONFITERÍA EL MOLINO
QUE DESVELAN A LOS ESPECIALISTAS

Los trabajos de restauración de la tradicional confitería comenzarían el año que viene, y hay dos incógnitas centrales para los cuales se pedirá ayuda al público.
La información se recolectará a través de un blog.
EL MOLINO. La confitería conservará el nombre que porta desde 1917.
   EL MOLINO. La confitería conservará el nombre que porta desde 1917.


La seguidilla de desencuentros judiciales y empresariales que marcaron la historia de la confitería El Molino tras su cierre en 1997 está cada vez más cerca de finalizar. Si bien todavía faltan completar algunos detalles de la venta de la propiedad al Poder Ejecutivo, que luego la cedería al Congreso para que se haga cargo de los trabajos de restauración del edificio, se estima que en 2016 se podría comenzar con las obras.

El proyecto de intervención que encarará el PRIE (Plan Rector de Intervenciones Edilicias) de la Cámara de Diputados buscará restaurar la confitería tal como se la conoció en su momento de esplendor. Esto significa encarar una intensa labor de relevamiento de manera tal de conocer cómo eran los espacios y los detalles del edificio de la manera más fiel posible. Además de inspeccionar el archivo histórico y el inmueble en sí mismo, los responsables de la obra también quieren incorporar las vivencias del público para ayudar a reconstruir algunos de los aspectos más complejos y misteriosos de la confitería ubicada en la esquina de las avenidas Rivadavia y Callao.
"La idea es que la restauración de El Molino sea una obra colectiva, un esfuerzo de todos", explica Sergio Kiernan, editor del blog Proyecto Molino. El sitio nació con la idea de mantener al público informado sobre el avance de las obras, como así también de recolectar información que pueda aportar al proceso de restauración, un punto sobre el cual Kiernan hace énfasis. "La confitería fue parte de la vida de infinidad de personas, que festejaron bodas y cumpleaños ahí. En ese sentido, queremos convocar a todo el que tenga fotos del lugar, como así también tazas de café o latas de pan dulce, cualquier objeto, para que se acerque y nos ayude con esta labor", detalla. Desde el apecto de los baños y los colores de las paredes hasta los ornamentos de los ascensores, hay numerosos aspectos sobre los cuales trabajar, sin embargo, hay dos misterios fundamentales que se espera puedan resolverse a través de esta iniciativa.
   CONFITERÍA EL MOLINO. Las tejas cerámicas y las famosas piezas ornamentales doradas. Tras un siglo, apenas faltan algunas.
   F
otos de Sergio Kiernan/Proyecto Molino.

La Confiería El Molino fue diseñada por el arquitecto italiano Francisco Gianotti, y se inauguró oficialmente en 1917. Sin embargo, entre los archivos de la confitería hay un documento que indica que el dueño Gaetano Brenna quería ser parte de los festejos por el Centenario de la Independencia Argentina, el 9 de Julio del año anterior. La escala del evento, sumado a su excepcional ubicación, frente al Congreso de la Nación, convirtieron al edificio en uno de los protagonistas del día.

Dentro de las notas referidas a ese día, se menciona la existencia de 13 esculturas, que representaba a la cantidad de provincias de la época, y que fueron colocadas sobre el frente. "Más allá de la referencia que hay en ese documento, no han quedado rastros de esas estatuas en ninguna parte: no se sabe de qué material eran, qué imágenes tenían, nada", se lamenta Kiernan. Hay material fílmico de ese día que ha sobrevivido hasta hoy, y ahí se observa el reflejo de algo que no se llega a distinguir, y que coincide con una serie de nichos que se encontraron entre el 2° y el 4° nivel, de los que tampoco se sabe nada. "No hay que confundir estas esculturas con el símbolo de prosperidad de la ceres romana que está ubicado sobre la ochava, y que se puso después", aclara.


    CONFITERÍA EL MOLINO. Los vitrales se perdieron y sólo quedan algunos vidrios de protección. Entre los cementos carcomidos se
    pueden ver, intactas, las mayólicas doradas del ornamentoFoto Sergio Kiernan/Proyecto Molino.

La segunda cuestión tiene que ver con los vitrales de la cúpula. El cerramiento de metal que la sostenía ha sobrevivido, como así también algunos de los vidrios de protección que resguardaban. Sin embargo, no hay foto o video que muestra cómo eran los colores y el dibujo. "En las fotos diurnas se ve el reflejo de los vidrios que protegían la cúpula, mientras que en las nocturnas está todo quemado", explica Kiernan.

Hay que agregar que los nombres de quienes puedan aportar datos sobre cualquiera de estos temas serán inscriptos en el Museo de El Molino, una de las adiciones contempladas en el proyecto de restauración, al igual que un centro cultural. Quienes puedan aportar datos, el mail del blog es restauraciondelmolino@gmail.com.

El museo será tanto de la confitería como del edificio. En ese sentido, serán parte de él los departamentos que se encuentran en los últimos niveles, que pueden aportar datos acerca de cómo se vivia durante esa época, unos de los proyectos a los que aspira Kiernan. "Poder reconstruir uno exactamente cómo era sería una cosa increíble, y un gran atractivo para el museo", comenta.

El lugar que ocupa la confitería en la memoria colectiva es innegable, un dato reafirmado por el interés que despierta este proceso de restauración. En 2014 se estrenó el documental Las Aspas del Molino, que reconstruye la historia de la confitería y cuenta con los testimonios de Esteban Ierardo, Rodolfo Livingston, Paula Acunzo, Luis Grossman y Samuel Cabanchik entre otros. Emblema de Buenos Aires, El Molino está cada vez más cerca de revivir.



   EL MOLINO. El grado de deterioro, agravado por 17 años de abandono.
    EL MOLINO. La emblemática esquina porteña recuperará su espelendor a partir de la expropiación.
   CONFITERÍA EL MOLINO. Estado actual de la torre que corona la esquina
   Foto Sergio Kiernan/Proyecto Molino.



Fuente:ARQ. Clarín

GARCÍA URIBURU:
UN HOMENAJE AL MAGO QUE TIÑÓ LAS AGUAS DE VERDE


El artista plástico recibió el Premio Ñ a la Trayectoria Cultural. La ecología, en el centro de sus trabajos.

Momento de alegría. Nicolás García Uriburu con Matilde Sánchez, editora general de Revista Ñ. / Marcelo Carroll
   Momento de alegría. Nicolás García Uriburu con Matilde Sánchez, editora general de Revista Ñ. / Marcelo Carroll


Julieta Roffo

“Muchas gracias a todos, no me esperaba esto. Estoy realmente muy agradecido”, dijo Nicolás García Uriburu ayer en el auditorio del Buenos Aires Design, ante el aplauso de más de quinientas personas, entre ellos el de su hija, Azul. Fue al recibir el Premio Ñ a la Trayectoria Cultural, que en años anteriores distinguió a Griselda Gambaro, Abelardo Castillo, Sara Facio y Clorindo Testa, y que ayer fue para este protagonista del arte plástico argentino.
En un video que se proyectó en la sala, celebraron la decisión desde Eduardo Costantini, fundador del Malba, hasta Juan Carr, director de Red Solidaria, pasando por el humorista gráfico Nik y el periodista Jorge Lanata, que se declaró “fan” de su trabajo. “El mago mayor”, lo definió sobre el escenario Matilde Sánchez, editora general de Revista Ñ, que cuando lo invitó al escenario lo llamó “Nicolás I”. 
El pimer gran acto de magia de este artista de 77 años fue en 1968, con el Mayo Francés recién detonado: durante la Bienal de Venecia, tiñó de verde brillante tres kilómetros del Gran Canal para repudiar el alto grado de contaminación. Lo arrestaron y recién lo liberaron cuando se demostró que la sustancia con que había coloreado el canal era inocua: ya se había ganado a la ciudadanía veneciana y su nombre sonaba fuerte en el mundo artístico. No fue la única tintura verde –el color que eligió para su mameluco tantas veces–: en 2010, mientras oficialmente se festejaba el Bicentenario, García Uriburu coloreó el Riachuelo para alertar por el trágico estado medioambiental de esa cuenca.
En el medio, sus acciones artísticas recorrieron el mundo entero. Pintor de paisajes, de mapas en los que el Sur queda al Norte, de enormes ombúes y larguísimos jardines en clave pop, en 1970 unió cuatro ciudades con su tintura verde: el East River de Nueva York, el Sena de París, el Río de la Plata y, otra vez, el Gran Canal. En 1974 coloreó los puertos de Amberes, en Bélgica, y de Niza, en Francia. En 1981, junto al también artista Joseph Beuys, tiñó el Rhin, en ese momento el río más contaminado de Europa. La misma dupla plantó más tarde siete mil robles en Alemania. Para celebrar el regreso de la democracia, en 1983 Garcìa Uriburu tiñó las aguas del Monumento de los Españoles y de la fuente de la Plaza de los Dos Congresos.
La ecología y el uso abusivo de los recursos naturales desvelaron largamente a este artista, que realizó varias de sus acciones junto a Greenpeace.
Para García Uriburu, el arte es, entre otras muchas cosas, un medio destinado a ampliar conciencias y a corregir realidades. Nada menos que por eso fue celebrado ayer.

Fuente: clarin.com