Cine. Entrevista a Arnaud Desplechin.
El director francés habla de su filme “Tres recuerdos de mi juventud”, con el que abrió el festival.Postal marplatense. En su paso por la ciudad balnearia, Desplechin (aquí junto al presidente del Festival, José Martínez Suárez) reveló aspectos de su cine. (Foto: Fabián Gastiarena) |
Con los
lobos marinos a su espalda y un viento gélido que despeina a cualquiera,
el francés Arnaud Desplechin entra a la sala de conferencias valija en
mano. Una demora en el vuelo acorta todavía más su primera visita
relámpago a la Argentina, donde tiene a cargo la proyección del filme
que abre el Festival, Tres recuerdos de mi juventud.
Suerte de precuela de una de sus películas iniciáticas (en Argentina se vieron Un cuento de Navidad, Reyes y reina),
apela a su álter ego Paul Dedalus, interpretado por Mathieu Amalric, su
actor fetiche, y por un Quentin Dolmaire que hace de Paul en un extenso
flashback de juventud. Cruza esas miradas, la del joven y el adulto
Paul, con personajes solitarios y un sexo trágico. Ambientada en los
‘80, con el trasfondo de la URSS y de la caída del muro luego, la
película se nutre del contexto y de las vivencias de los protagonistas.
Jóvenes ellos, por decisión de un director que se dijo: “Si lo que
escribo no puede tocar a los jóvenes, para qué hago cine”. Igualmente,
avisa que su próxima película será con actores maduros.
Podríamos
decir que la película es una búsqueda de identidad, ¿qué
características universales ve en este joven europeo de los ‘80?
En
la escena del pasaporte, donde aparece la situación del doble, surge
una pregunta universal: ‘¿quién soy yo, cómo me encuentro a mí mismo,
dónde me encuentro?’.
Es una búsqueda que él no puede guiar, no tiene un plan, como ocurre en su cine...
Es
cierto, prefiero que estas intrigas, esa posibilidad de espiarlas, las
descubra el personaje. No me siento cómodo pensando ni haciendo un cine
filosófico adrede. No filmo por temas, considero que la aventura del
personaje sea la que proyecte y sugiera esas preguntas.
Y la estructura del filme, con tres historias, una dentro de la otra...
Sí,
me fascinó el concepto de la muñeca rusa, y me divertí pensando
historias que se van metiendo dentro de otras. En un momento Esther (la
joven que enamora a Paul) ocupa la totalidad del filme, y lo hace de
manera poco amable. Paul también va generando historias dentro de otras,
contando su vida, le dirá en un momento de su vida sexual que ella es
su patria; es interesante ver cómo se llegó a este punto.
En
sus películas casi siempre hay muertes o suicidios de arranque que
condicionan a los personajes; ¿es un recurso para dotarlos rápidamente
de una complejidad dramática?
Sí; como
actor, me ha servido para sentirme más yo mismo. Justamente cuando se
llega a estas tensiones violentas, pasarlas para entenderlas mejor. Este
hecho define a los personajes. En el caso de Mathieu, Paul Dedalus, ha
sobrevivido al suicidio de su madre, que justamente como dice Joyce, no
es importante esa situación.
En apariencia, sus
personajes son tímidos, introvertidos, pero frente a determinadas
situaciones explotan de manera sorprendente.
Adoro el coraje de los tímidos. Es tremendamente heroico.
Ha
dicho usted que recuerda mejor libros y películas que algunas de sus
experiencias personales, ¿ha llegado a confundirlas alguna vez?
No justamente, pero puedo decir que tengo y he cultivado el coraje de los tímidos.
La
estructura meticulosa, los disparadores narrativos, dan cierta libertad
al filme para tener una vida propia al margen de usted...
No
soy el profesor de mis películas, soy su alumno. Me sorprende la
espiral de emociones que va creciendo en este filme, y con la emoción
que Mathieu le dio a su personaje logró dimensión no prevista, y que
para mí la convierte en una película sobre el exilio.
¿Se sentía lejos del espectador joven?
Los
jóvenes aportan vigor, energía a este film, que si bien es melancólico
tiene alegría y fuerza, y eso me ha dejado estupefacto. Cuando los
personajes llegan a la adultez recién se dan cuenta; mientras eran
jóvenes eran principes y reinas, ahora son pobres. Es la paradoja de
estos dos momentos, como la canción de Bowie: Podemos ser héroes, solo por un día..
¿Veremos otra historia con Paul Dedalus?
Tal vez cuando tenga más de 80, ya viejo.
Fuente: clarin.com
Fuente: clarin.com