Hijo de un pionero de la historieta, Guillermo Roux pintó tapas para tiras gauchescas. |
Por Natalia Blanc / La Nación
En 1944, un jovencísimo Guillermo Roux comenzó a trabajar como ayudante de los dibujantes de la editorial Dante Quinterno, que publicaba Patoruzito, entre otras exitosas revistas de historietas nacionales. Rodeado de un equipo de lujo (Eduardo Ferro, Oscar Blotta, Tulio Lobato, Jaime Romeu y Divito, por ejemplo), Roux pasaba fondos a tinta y rellenaba con negro los dibujos.
Un día,
Quinterno lo eligió para que coloreara los personajes de la tapa de la
edición 93: Patoruzito, Isidorito y la Chacha, que los espiaba desde la
puerta de la cocina mientras hacían una travesura. Roux pintó los
dibujos de Lobato con témpera: usó violeta para el pantalón de
Patoruzito y el vestido de la Chacha, un amarillo casi flúo para el
poncho del cacique y un colorado furioso para la punta de la pluma y
otros objetos que aparecen en la escena. A Quinterno le encantó. "Que el
pibe haga las tapas", indicó el editor. Roux tenía 16 años.
El
ojo experto de Quinterno no falló: el futuro artista se ocupó de darles
color a las portadas de las revistas durante cinco años, cuando viajó a
Europa para completar su formación artística. El original de aquella
primera tapa coloreada por el joven Roux y el resultado impreso de ese
trabajo inicial se exhiben en la muestra De Tapas. Ilustraciones
Originales de Portadas de Revistas, inaugurada el viernes pasado en la
Biblioteca Nacional.
Devenido en una especialidad del diseño
gráfico, el arte de tapa se fue transformando con el paso de las décadas
y el avance tecnológico. Con el objetivo de rescatar y revalorizar el
valor artístico de esos trabajos pioneros, la exhibición curada por José
María Gutiérrez, investigador del Archivo de Historieta y Humor Gráfico
Argentinos de la Biblioteca, ofrece un recorrido histórico: de la
litografía al arte digital, pasando por los grandes hitos y los grandes
nombres detrás de las portadas ilustradas de las publicaciones más
importantes de la Argentina. Planteada en tres ejes temáticos (Imágenes
de la niñez, Historietas de aventuras y de Humor gráfico), la selección
abarca publicaciones que circularon por el país entre mediados de 1800 y
finales de la década de 1990.
Durante la visita por el hall del
tercer piso y la sala Juan L. Ortiz, se pueden ver alrededor de cien
trabajos originales de artistas e ilustradores como Roux, Quinterno,
Lino Palacio, Landrú, Hugo Pratt, Alberto y Enrique Breccia, Oscar
Chichoni, Raúl Fortín, Alfredo De la María, Ramón Columba, Carlos Nine y
Andrés Cascioli. También, las tapas y los bocetos que muestran los
pasos del proceso.
"Era muy difícil hacer la tapa de Patoruzito
porque había que darle una identidad, un estilo y un nuevo color, había
que darle una imagen que fuera diferente. Probaron muchos del equipo y a
Quinterno no le gustaba nada", recuerda Roux. En el catálogo de la
muestra, el curador incluyó testimonios de la mayoría de los
protagonistas de aquellos años. Con Roux mantuvo una larga charla, de la
que extrajo fragmentos en los que el artista opina sobre su
contribución al arte de portada: "Creo que aporté una visión del color
menos sabia. Más espontánea. El color de las otras tapas era más el que
se esperaba para una publicación, más entonado. Lo mío era un poco más
sorprendente: eran colores inesperados".
La muestra surgió hace un
año, a partir de una charla sobre la historieta que Gutiérrez dio en la
Biblioteca. "Repasando la historia del género, pensé que se podía
contar a través de las portadas de las principales revistas", explica el
autor, junto con Judith Gociol, del libro La historieta salvaje, que
reúne episodios de las primeras tiras publicadas en el país.
El
camino para encontrar el material por exhibir fue arduo: "Por la
dimensión de la muestra, reunir las obras llevó casi ocho meses. Hubo
que detectar dónde se encontraban muchos de los originales, a quién
pertenecen y tramitar los envíos. Algunos fueron remitidos desde
Barcelona, Bonn, Londres".
La mayoría de las piezas editadas
(revistas y portadas) pertenece a la colección de la Biblioteca y a la
Hemeroteca. Algunos ejemplares antiguos se conservaban en el Tesoro y
varios originales se encontraban en el Archivo de Humor Gráfico. "Pero
gran parte son obras que integran colecciones privadas, de los propios
autores y legados familiares. También hubo que solicitar revistas en
préstamo", agrega el curador.
Las obras de los artistas, pintadas
especialmente para las tapas de publicaciones como Caras y Caretas,
Billiken, Tit-Bits, Patoruzito, Hora Cero y Fierro, nunca habían sido
expuestas. Incluso hay material que permaneció inédito o que fue
encargado para la tapa y luego se publicó en una página interior o
terminó integrando un collage. Como ejemplo, están los dibujos en tinta y
lápiz de Alberto Breccia para las tapas de Tit-Bits. También, los
rostros en primer plano y mirando de frente al lector que dibujó Hugo
Pratt para Hora Cero, en la década del 50, recurso que generó un
importante cambio en las portadas de historietas, que hasta entonces se
ilustraban con perfiles y héroes de cuerpo entero.
Una joya nunca
antes exhibida es una acuarela de Pratt, publicada en octubre de 1956 en
la tapa de El diario de mi amiga, revista de Editorial Abril que
editaba cuentos ilustrados firmados con seudónimos por autores como
Héctor Oesterheld.
Ya en la década de 1960, Roux ilustró las tapas
de historietas gauchescas como Fabián Leyes y El huinca, que retomaban
la senda revisionista iniciada por Raúl Roux, su padre, en Cuentos del
fogón. "Si las analizo desde la actualidad, las veo realizadas de
acuerdo con las duras exigencias de ese momento. Dentro del estilo, me
parecen muy bien hechas, con frescura y entusiasmo, de alguien que, como
yo, nunca separó las formas del arte", dijo Roux a LA NACION.
La
presencia de las historietas en las revistas se remonta a 1870, cuando
algunas como El Mosquito publicaban para fin de año un calendario
ilustrado, que ofrecía a los lectores caricaturas y viñetas, además de
direcciones útiles, santorales, fechas de festividades y consejos
morales.
El material más antiguo que se muestra al público por
primera vez, ya que integra la colección del Tesoro de la Biblioteca, de
acceso sólo para investigadores, es un ejemplar de 1820 de El
desengañador gauchi-político. Editado por un sacerdote franciscano, que
se retrató en la horca para representar el clima político de la época,
es el antecedente más remoto de la portada ilustrada.
Fuente: lanacion.com
Fuente: lanacion.com