LA EXPLOSIÓN DEL CUARTEL DEL RETIRO

Una accidente hizo volar en 1864 el polvorín del ejército cerca de la actual Plaza San Martín.
Cuentan que hubo 50 muertos.

Los cuarteles de Retiro a mediados del siglo XIX.
    Los cuarteles de Retiro a mediados del siglo XIX.

    Eduardo Parise


Cuando ocurrió la explosión en Retiro, la nefasta Guerra de la Triple Alianza llevaba menos de un mes de comenzada. Y aunque la Argentina todavía era neutral (recién iba a participar militarmente desde abril de 1865), su influencia política en el conflicto ya era visible. De todas maneras, aquel hecho que conmovió a Buenos Aires el 9 de diciembre de 1864 no estaba vinculado con ese enfrentamiento: siempre se lo consideró un accidente. La historia habla de cincuenta muertos y muchos daños, no sólo en el cuartel sino también en los edificios de los alrededores que, por fortuna, todavía no eran muchos.
El cuartel estaba en lo que hoy son las cercanías del monumento al General José de San Martín, cuya imagen ecuestre había sido inaugurada en 1862. Los registros dicen que la explosión ocurrió quince minutos después de las 7 de una calurosa mañana porteña. Fue justo cuando los soldados de dos compañías del Regimiento de Artillería volvían al cuartel después de realizar trabajo de campo en el llamado “hueco de las cabecitas” (actual plaza Vicente López), un área por entonces bastante despoblada. Cuentan que en ese momento estalló el polvorín del cuartel y literalmente voló toda el ala derecha del edificio. Los soldados quedaron tapados por los escombros.
Después del primer momento de angustiosa sorpresa, llegó la asistencia. Entre una nube de polvo flotando en el aire soldados de la Legión Militar y del Segundo Batallón de línea empezaron a remover aquellas piedras. La intención era rescatar sobrevivientes. Además, mucha gente llegó para asistir a los habitantes de la zona vecina. Es que en todas las viviendas de los alrededores no sólo habían estallado los vidrios: puertas y ventanas también habían sido arrancadas de cuajo y mucha mampostería había quedado hecha pedazos. Se recuerda que el cura párroco de la cercana iglesia del Socorro corrió hasta el lugar para asistir espiritualmente a las víctimas que habían salvado sus vidas por milagro.
Años más tarde, el edificio había sido reconstruido para seguir funcionando como cuartel. Algunas versiones dicen que en un tiempo antes de la explosión se habían realizado trabajos bajo la dirección del arquitecto Edward Taylor, el mismo de la Aduana Nueva que estaba junto a la Casa Rosada. Sin embargo, otros investigadores lo desmienten. Lo que sí confirman es que recién en 1883 se agregaron torres con almenas en los extremos del edificio original del siglo XVIII. Además, se construyeron dependencias en un primer piso y se modificó el portón central, levantando una torre cuadrada que le otorgaba al sitio una imagen más militar.
Pero para ese tiempo la Ciudad ya perfilaba cambios importantes y el área en donde estaba el cuartel empezaba a transformarse en residencia de muchas familias que, en 1871, habían dejado el Sur por la epidemia de fiebre amarilla que azotó a Buenos Aires. Eso motivó que empezara a pensarse en el desplazamiento de las instalaciones militares hacia otros lugares. En 1878, cuando se cumplía el centenario del nacimiento de San Martín, la plaza cambió de nombre, dejando atrás el de Plaza de Marte por el actual que recuerda al prócer.
La demolición total del cuartel se realizó en 1891. La idea era que ese terreno lo ocupara el famoso Pabellón Argentino que había estado en la Exposición Universal realizada en 1889 en París, para celebrar el centenario de la Revolución Francesa.
Aquel Pabellón, totalmente desarmado, ya había sido embarcado hacia Buenos Aires. Luego estaría en Retiro hasta 1933, cuando lamentablemente se lo desguazó y se vendió como chatarra. El Cuartel de Artillería, igual que el Pabellón de París, quedó en el recuerdo. Pero no fueron las únicas construcciones de la zona de Retiro que se convirtieron en leyenda. En ese lugar, en 1800, se había edificado la segunda y última plaza de toros que tuvo Buenos Aires.
La tarea de construirla se la había encargado el virrey Gabriel Miguel de Avilés y del Fierro a don Martín Boneo y Villalonga, una suerte de “intendente” porteño de aquellos años. La demolieron en 1819. Pero esa es otra historia.

Fuente: clarin.com

EN VACACIONES DE INVIERNO,
EL ARTEES EL MEJOR PLAN PARA LOS CHICOS

Al margen de las salidas tradicionales, se abren este año actividades más originales y educativas, que incluyen desde experimentaciones con el arte óptico en la muestra de Polesello hasta una sala de juegos antigua
Los reflejos de la obra de Rogelio Polesello fascinan en Malba  Foto: PRENSA
Los reflejos de la obra de Rogelio Polesello fascinan en Malba. Foto: PRENSA
Por María Paula Zacharías / Para La Nación

No es una novedad que el arte puede ser una salida ideal. Siempre lo es para los chicos, aunque ahora hay novedades. Más allá de la tradicional visita guiada y su consiguiente taller de libre expresión, hay muestras para grandes que pueden interesarles especialmente: un rinoceronte gigante, exposiciones interactivas, ilustradores infantiles y no tanto, robots, arte plumario, arte óptico, museos con jardín y galerías de arte con rayuelas de luz. El itinerario se completa con talleres que, sólo en esta temporada alta de paseos, le escapan a la consigna de la clase de plástica y proponen ser arquitectos, directores de cine, crear robots, instrumentos musicales, muñecos y dispositivos ópticos. Dos semanas pueden quedar cortas.
"La creatividad en las actividades tiene que ver con poder seguir ofreciendo a los museos como una opción cultural para el entretenimiento y la educación. La competencia hoy es muy grande con otras formas tecnológicas y más espectaculares", dice María José Herrera, directora del Museo de Arte de Tigre (MAT), que inaugura su Atelier, un espacio ambientado como una sala de juegos de principios del siglo XX donde se exponen juguetes y fotos antiguas. El Museo Nacional de Bellas Artes también adaptó un espacio especial para talleres educativos, y espera con animales tallados en madera (hay un tremendo cocodrilo), máscaras y arte plumario en la muestra Tekoporã.
Federico Bacher pensó en los grandes y la ecología, y modeló un rinoceronte de cinco metros de largo que apenas cabe en la sala 11 en el Centro Cultural Recoleta. La escultura de 750 kilos de yeso se puede acariciar, los chicos pueden sentarse sobre sus patas o mirarle los ojos, que brillan negros, apenas abiertos. "Es un animal muy dulce", dice. Hay que ver las caras de los chicos cuando lo descubren.
Un artista trabajando es de por sí todo un espectáculo. A pocos metros del rinoceronte, la artista Isabel Peña instaló su taller, por lo que se la puede ver en acción a toda hora. "La muestra es child friendly", asegura. Tanto, que el martes 21 entre las 15 y las 17, invita a los chicos a hacer con ella y con Janinne Wolfsohn una escultura con cinta de papel, inspirados en sus pinturas, en las que siempre hay perros. "Los niños son grandes maestros del aquí y ahora", señala.
Para chicos más grandes, FAN, la muestra de Nora Lezano en Cronopios, repasa la historia del rock nacional en retratos intimistas de sus más grandes figuras: Cerati, Charly, Spinetta. Y si ya están inscriptos en las redes sociales, conocerán a @ElTopoIlustrado, la entrañable creación del dibujante Cristian Turdera y el filósofo Tobías Schleider, que se exhibe en la Galería Mar Dulce (Uriarte 1490), junto con otros artistas de este espacio siempre de amplio espectro, como las escenas de princesas de Marta Vicente, ilustradora de varios libros infantiles.
Otro hit del mismo género será Visión diurna, una muestra en el Centro Cultural General San Martín de Isol, Marisol Misenta (premio Astrid Lindgren 2013), ilustradora, escritora, cantante y compositora. Promete personajes corpóreos, videos y mucha de su magia: destellos de tinta fluorescente, collages para reinventar el Abecedario, murales de deseos, oráculos que darán respuestas gráficas, figuras imantadas para jugar, y talleres gratuitos de ilustración, el 21-26 y 28-7, a las 16. "También habrá animaciones basadas en los libros y un espacio oscuro para iluminar dibujos... ¡Son como 6 muestras en una!", invita Isol.
En el Museo de Calcos y Escultura Comparada Ernesto de la Cárcova (España 1701) hay hermosos jardines, y una muestra de calcos de piezas clave de la historia de la escultura en interacción con piezas contemporáneas, como los imponentes transformers de tela de Tadeo Muleiro, los enanos de jardín de Esteban Álvarez y los ekekos de Leo Chiachio y Daniel Giannone. "Es una muestra que a los chicos gusta mucho, no sólo por nuestras obras, sino también por los calcos gigantes que son un flash para ellos. Son increíbles sus comentarios cuando ven el David de Miguel Ángel", dicen Chiachio y Giannone.


El rinoceronte gigante del Recoleta
El rinoceronte gigante del Recoleta


Robots que dibujan retratos de modelos vivos, un avatar que imita los movimientos de un bailarín en tiempo real, una instalación del creador de efectos especiales de X-Men, el Señor de los Anillos, Star Wars y Matrix y un robot que actúa como si fuera un actor integrarán desde el sábado próximo la exposición de Inteligencia Artificial en el Centro Cultural Borges. La Fundación Telefónica y el Museo de Arte Moderno se inclinan también por robótica, con talleres. Verse deformado o multiplicado a través de los acrílicos de Rogelio Polesello en el Malba será también una buena experiencia. El recorrido para familias termina con un taller donde experimentar efectos ópticos con diferentes filtros de color.
Hay espacios específicos para vincular a los chicos con el arte, que exceden la estación. ETRA es un proyecto educativo de Cecilia Garavaglia y Mariano Vilela -curadora y artista-, que brinda talleres creativos como arquitectura, diseño de indumentaria y origami. Otro caso es Ojitos, la galería de arte contemporáneo para chicos que dirige Solange Guez, que preparó talleres y waffles para sus visitantes. Otra galería que pensó en los vacacionantes es PS Gallery, que los espera con cortos animados, obras kinéticas, audiovisuales e interactivas de la muestra Fantazia (Perón 690). Ahí, Javier Bilatz dibuja en el suelo obras de luz, que cambian cuando el espectador se mete en ellas (o salta como en una rayuela).
El Parque de la Memoria (Av. Costanera Norte Rafael Obligado 6745) invita a llevar rollers, bicicleta, monopatín y picnic, para recorrer sus catorce hectáreas de sol y río, y a través de pistas ir descubriendo sus esculturas, los martes y jueves a las 14. Pero para entrar a ver Volátil Felicidad, la muestra sobre la performance en los años 90, conviene dejar a los chicos afuera. Siempre es bueno verificar que el contenido de las obras no sea demasiado fuerte.ß
Recién llegada para participar en el jurado del Festival Asterisco 2015, que comenzó el martes pasado en la ciudad, Laerte Coutinho, célebre historietista, guionista y periodista brasileña que cambió de género pasada la mitad de su vida, dice que se siente feliz de estar de nuevo en Buenos Aires. El documental protagonizado por ella, El vestido de Laerte, dirigido por Claudia Priscilla y Pedro Marques, se proyectó en la edición 2014 del festival y fue ovacionado. Este año integra, junto con la directora teatral Vivi Tellas y el cineasta Marco Berger, el jurado de la sección Work in Progress de Asterisco. Además, hoy y mañana se podrá ver el documental de Miriam ChnaidermanDe corbata y uñas pintadas, en el que Laerte suma su testimonio al de otras personas trans, crossdressersy transformistas, como Ney Matogrosso y Rogéria, que cuentan su vida y el modo en que sortearon los prejuicios sociales.
Laerte Coutinho vivió como varón hasta los sesenta años; antes se había casado con mujeres, tuvo hijos (uno de ellos dibujante) y salió del closet al mismo tiempo que uno de sus personajes. Hugo, luego de travestirse por necesidad para escapar de sus acreedores, comenzó a hacerlo por puro deseo. Así, se convirtió en Muriel. Ambos son de los pocos personajes que Laerte, como se la conoce en su país y fuera de él, aún dibuja. Atrás quedaron Piratas de Tietê, Overman y Fagundes, el chupamedias que tenía como único amigo el felpudo de su casa. Actualmente ella hace una tira diaria en Folha de São Paulo, "sin ningún personaje que limite la creatividad".


Charlas en el Museo Nacional de Bellas Artes  Foto: PRENSA
Charlas en el Museo Nacional de Bellas Artes  Foto: PRENSA
MÁS ITINERARIOS CREATIVOS

Arte sonoro y sin pincel


En el Macba (Av. San Juan 328), hay talleres todos los días, a las 15. Arte con caramelos, globos y papeles de colores, retratos, investigaciones sonoras y un taller para armar un sistema solar de plastilina
Instrumentos musicales
Taller coordinado por Gustavo Agosti en el Museo Luis Perlotti (Pujol 644), el 31-7, a las 15. También habrá talleres de reciclado de papel (2-8, a las 15) y de creatividad sustentable (29-7, a las 16). Costo: $ 50

Cine y artefactos

En el Moderno (Avenida San Juan 350), hay un taller de cine, al que hay que llevar cámara de fotos, celular o tablet (para chicos de 6 a 13 años, con un adulto); los jueves 23 y 30 julio, a las 17. Otro hit, el Taller Artefacto de electrónica creativa para chicos de 7 a 16 años (martes, a las 11, y miércoles, a las 15)

Performance

En la Casa del Bicentenario hay espectáculos musicales, teatro, narrativa, cine y talleres. También performance apta todo público (Mr. Miguelius) acerca de la creación del sonido, en la que público y artista sonorizan una película de animación (el 23 y el 26 de julio, y el 2 de agosto, a las 15.30, en Riobamba 985)


Fuente: lanacion.com

SIN MONUMENTO A COLÓN,
AHORA VAN POR EL NOMBRE DEL PARQUE
QUE ESTÁ ATRÁS DE LA ROSADA

Una nueva polémica.

En el Gobierno ya lo rebautizaron como Juana Azurduy. Pero el cambio debe aprobarse en la Legislatura porteña.
El Parque Colón fue abierto al público ayer tras ocho años para celebrar la llegada de Azurduy. Foto: Guillermo Rodríguez Adami

Nora Sánchez
Primero sacaron el monumento a Colón y ahora buscan borrar su nombre de la plaza que está detrás de la Casa de Gobierno. El jueves, en la transmisión por la TV Pública de la inauguración de la estatua de Juana Azurduy, varias veces repitieron que a partir de ahora el parque lleva el nombre de la heroína de la Independencia. Y en el sitio web de la Presidencia se refieren al espacio verde como “el jardín posterior de la Casa Rosada”. Pero la única que puede cambiarle el nombre es la Legislatura porteña, porque sigue perteneciendo a la Ciudad.
El Parque Colón fue inaugurado el 9 de octubre de 1904, cuando la Ciudad era territorio federal. Después la Reforma Constitucional de 1994 estableció la autonomía porteña. Y sucesivas leyes del Congreso fueron determinando qué espacios públicos pasaban a la Ciudad y cuáles quedaban en manos de la Nación. El Parque Colón quedó bajo la órbita del Gobierno porteño. Y fuentes de esa administración aseguran que sólo otra ley del Congreso podría modificar lo que éste aprobó en su momento.
En agosto de 2014, la presidenta Cristina Fernández declaró por decreto Lugar Histórico Nacional “al conjunto urbano constituido por la Casa Rosada, el Museo del Bicentenario, la Plaza Colón y la Reja Federal”. Y le encargó a la Comisión Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares Históricos que los inscriba en el Registro Catastral y de la Propiedad.
Pero eso tampoco habilitaría a la Nación a disponer de la plaza o a rebautizarla. En el Gobierno porteño ponen como ejemplo al Parque Lezama, que es Lugar Histórico pero pertenece a la Ciudad. Y explican que esa declaración sólo los obliga a darle intervención a la Comisión para que apruebe cualquier obra que quieran realizar en ese lugar.
La Plaza de Mayo también es Lugar Histórico y depende de la Ciudad. Tanto es así que el Gobierno nacional le pidió permiso a ésta para hacer allí cuatro días de festejos a partir de la inauguración del monumento a Azurduy. El Gobierno porteño se lo denegó, por la veda electoral previa al balotaje del domingo. Y ahora la Nación ubicó los festejos en el Parque Colón.
Según el Ejecutivo porteño, a la plaza sólo se le puede cambiar el nombre con una ley aprobada por la Legislatura de la Ciudad. Si eso no pasa, aunque la llamen Azurduy, su nombre legal es Colón. 
En 2007, el ex jefe de Gobierno Jorge Telerman y el entonces Secretario General de la Presidencia, Oscar Parrilli, firmaron un acuerdo que autorizaba a la Nación a “disponer las medidas de seguridad que estime pertinentes en ocasión de desarrollarse actos del Gobierno Nacional en Plaza Colón”. Y establecía que ésta sería de libre acceso, excepto en ocasión de esos actos. La Nación nunca cumplió: enrejó la plaza y no la volvió a abrir.




Fuente: clarin.com

TRAS UNA LARGA ESPERA,
REABRE EL PRIMER PISO DE BELLAS ARTES

Estuvo cerrado desde 2011.

Allí se mostrarán obras del Siglo XX, cruzando arte nacional e internacional.
También habrá un espacio para obras de los 90.


Las salas ya estaban listas en 2012, cuando Clarín las recorrió e hizo estas fotos. / Marcelo Genlote
Las salas ya estaban listas en 2012, cuando Clarín las recorrió e hizo estas fotos. / Marcelo Genlote




Después de casi tres años de misterio y clausura, abren al público el 21 de julio –¡por fin!– las salas del primer piso del Museo Nacional de Bellas Artes. Recordemos: las salas -cerradas por reformas desde 2011- estaban prácticamente listas en diciembre de 2012, cuando el museo estaba dirigido por Guillermo Alonso. Pero su inauguración fue misteriosamente suspendida. Las fuentes oficiales del MNBA informaron que se debía a que los equipos de aire acondicionado eran “inadecuados” para el área. Esta cronista accedió en diciembre de 2012 a las salas: se encontraban prácticamente terminadas, con las obras ya sobre las paredes, iluminadas, las luces generales colocadas, y las paredes pintadas. Sólo faltaba terminar de armar una sala y los baños (que eran exteriores). Al suspenderse la inauguración por –según sostuvieron desde el MNBA– “lo inadecuado de los aires acondicionados”, Clarín pide ver los planos de ingeniería y de las obras para poder verificar el estado de las salas. Esta información, que debiera ser pública, nunca fue brindada. Sin embargo, Clarín pudo saber que la licitación original fue anulada y tuvo que hacerse otra. Eso también llevó tiempo.
Sigamos recordando: en abril de 2013, Alonso fue removido de manera abrupta. Su mandato había terminado en diciembre de 2012, aunque no se sabe bien por qué se mantuvo en su cargo hasta abril de 2013, pero la forma de su salida fue polémica. Se presentaron en el MNBA, sin previo aviso, Alberto Petrina (entonces Director Nacional de Patrimonio y Museos) y Marcela Cardillo (desde ese momento y hasta hoy, directora interina del MNBA), pidiéndole que se retirara de la oficina. Alonso había sido concursado como director en 2007. Desde ese abril de 2013 se vienen esperando dos cosas: que se inauguren las salas del primer piso del MNBA, y un nuevo concurso que recién el lunes 13 se volvió a abrir, a meses de las elecciones presidenciales.
Las salas ya estaban listas en 2012, cuando Clarín las recorrió e hizo estas fotos. / Marcelo Genlote
Las salas ya estaban listas en 2012, cuando Clarín las recorrió e hizo estas fotos. / Marcelo Genlote

Volviendo a la inauguración de las salas del primer piso, allí se planeó, durante la gestión de Alonso, contar la historia del arte del siglo XX de otra manera: mezclando las obras de arte nacionales con las internacionales, con un guión curatorial que posicionara el arte nacional y el internacional en un mismo nivel. Cuando esta cronista vio esas salas en diciembre de 2012, las obras ya estaban montadas de esta manera. Y la sala especial dedicada a Antonio Berni, dispuesta.
Lo que sí es una novedad es la incorporación –dentro de este guión– de obras fotográficas: la fotografía pasará a ser una obra de arte más, entre pinturas, esculturas y dibujos. El espacio hasta ahora dedicado a la fotografía en el MNBA exhibirá las adquisiciones que el museo realizó durante los últimos años: obras de Marcelo Pombo, Graciela Hasper, Gumier Maier y Daniel García, entre otros. Son trabajos comprados bajo la guía de Fernando Farina –funcionario de la dirección del Fondo Nacional de las Artes– y Roberto Amigo –contratado por el MNBA para ejecutar múltiples tareas–.
Otro cambio dentro de la museografía del MNBA será la exhibición en las salas 1 y 2 de la colección de arte precolombino, inaugurada en 2005 bajo gestión de Alonso, siendo Secretario de Cultura José Nun, y removida del guión en 2010, también bajo la dirección de Alonso pero con Coscia en la cartera de Cultura. En diez días, se mostrará en el hall de ingreso una maqueta con el plan: allí donde ahora puede verse arte europeo del siglo XII al XVI, esta gestión planea exponer la colección precolombina y todas las Tablas de la Conquista.
Sólo esperemos poder ver, nuevamente, las obras que desde 2012 no se exhiben: son patrimonio de todos nosotros.
Fuente: Revista Ñ Clarín

DE HOMBRECITOS Y OTROS DEMONIOS

Acaba de inaugurarse una gran restrospectiva de su obra en el Museo de Soissons. Antes recibió a Ñ en su refugio de Arcueil.
Un aroma a Villa Allende en un delicioso y bien cuidado jardín de Arcueil, en los suburbios del sur de París. Las hortensias, la caída del agua de la fuente, le recuerdan al pintor cordobés Antonio Seguí su provincia y especialmente, su infancia. A pesar de sus 60 años en Francia, Córdoba vive en el Maestro Seguí todos los días. Y también su relación constante con el presente argentino: es el único artista que integra el Jurado para el Concurso que elegirá al próximo director del Museo Nacional de Bellas Artes, organizado para dos meses antes de que finalice la gestión kirchnerista. La diferencia es que detrás está su otra vida: la mansión de cinco pisos donde vive y que alberga una colección precolombina y africana que Seguí comenzó a reunir en las calles polvorientas de los pueblitos de Sudamérica, y que perfeccionó en París hasta tener en su museo personal una de las más originales colecciones de arte africano del mundo.
Al fondo, “el galpón”. Un atelier luminoso y ordenado, cubierto de bastidores prolijamente acomodados y un enorme cuadro con fondo azul, en el que Antonio Seguí lleva tres días trabajando. Estuvo terminando de preparar una retrospectiva que recorre toda su obra que acaba de inaugurarse en el Arsenal del Museo de Soissons, un lugar que quiere y respeta.
“El taller no es tan fantástico, pero es un galpón donde yo trabajo, que quiero mucho. Por este lugar ha pasado mucha gente. Porque es grande, amplio. Me dio la oportunidad de poder compartirlo con muchos artistas que han pasado por París y que no tenían lugar en ese momento para trabajar tranquilos. Voilà, estamos acá”, dice Seguí, a modo de bienvenida.
–Es un atelier que tiene una larga historia. ¿Cómo llegó hasta Arcueil?
–Llegué con las llaves del atelier de Antonio Berni, que muy generosamente me lo prestó hasta que yo consiguiera algo. Trabajé en su atelier durante tres o cuatro meses, hasta que un buen día me avisó que volvía a París a trabajar. Tuve que salir a buscar rápidamente un lugar. Alguien me informó que había un depósito que se alquilaba en Arcueil, un lugar que me sonaba por dos razones: primero porque yo sabía que Berni había venido por acá a hacer paisajes al exterior, y además porque era el lugar donde había hecho toda su obra Erik Satie, por quien tengo una enorme admiración. Llegué a este lugar e inmediatamente lo alquilé y lo compartí.
–Lentamente fue progresando, y compró esta casa maravillosa, que perteneció a Raspail.
–Exactamente. Era la casa de François Raspail, un médico y político republicano muy influyente a mediados del siglo XIX. Cuando llegué la casa era compartida con mucha gente joven que se hospedada temporalmente. Luego la municipalidad quería comprarla pero no tenía los medios, entonces me la ofrecieron. Hubo que refaccionarla toda, los techos se estaban cayendo, y trabajamos cinco años para restaurarla y dejarla tal como estaba cuando la habitaba Raspail.

Todas sus series
–Se acaba de inaugurar una gran retrospectiva suya en el Museo de Soissons, en el Arsenal, a una hora de París. ¿Cuál fue el criterio de selección de las obras?
–Es una invitación que me hace el Museo de Soissons, que tiene una gran tradición y tiene un espacio en el Arsenal St-Jean-Des-Vignes. La idea era mostrar los primeros cuadros que hice cuando llegué a Francia, en el 63, hasta las obras últimas, que estoy haciendo en este momento. Ese fue el criterio. No es la primera retrospectiva que hago: en París, en el 79, hubo una con toda mi obra gráfica en el Museo de Arte Moderno de la ciudad.
–¿Han elegido una selección por períodos, por concepto? ¿Cómo ha trabajado con el curador Roussel?
–Yo siempre he trabajado por series, y he tenido la costumbre de guardar siempre algún cuadro de cada una. Aunque de algunas ya no tengo ninguno, porque un buen día llegan de algún museo y me los compran. Prefiero que estén en un museo y no tenerlos yo. Pero para esta exposición hemos podido reunir varias series y la muestra se armó sólo con cuadros que tengo en mi poder. No he pedido prestado nada a ninguna institución ni a ningún coleccionista. Y son setenta cuadros del 63 hasta hoy, casi todos de grandes dimensiones, dos por dos, tres por dos ...
–Usted es pintor, escultor, hace grabados. ¿Esta diversidad está reflejada en esta muestra?
–Son acrílicos, óleos, dos o tres esculturas. Hay objetos de una serie que hice, que se expusieron en París en el año 67, y que son relieves en madera pintada. Esas cosas también están expuestas. Que son un poco la recuperación de cuando yo era chico en Córdoba, en la época de la guerra. Yo era propietario de todos los juguetes más modernos que se hacían. Mi abuela me los compraba. Y en un momento dado, por la guerra, desaparecieron todos esos juguetes japoneses y alemanes. Aparecen en la feria los juguetes hechos en madera, pintados, que son muy divertidos y muy ingeniosos, y yo me inspiro en eso para hacer toda una serie de trabajos entre el 66 y el 68, que luego expuse en París en dos galerías, en Jeanne-Bucher y Claude Bernard. Algunos están en esta muestra.
–Usted siempre ha dicho que su obra tiene raíces en su infancia, desde los sombreritos de su abuelo y su papá, hasta los hombrecitos ...
–Yo creo que una gran parte de mi trabajo es un poco la reconstrucción histórica de mi infancia. Sí, los sombreritos ... Yo no me acuerdo haber visto a mis tíos ni a mi abuelo sin sombrero. Y me preguntan muchas veces por qué hay tan pocas mujeres en mis cuadros. Es porque en esa época la mujer estaba en la casa. Se ocupaba de la casa y no salía. Y si salía poco, es que no salía toda entera. Salía un pedazo. Y de ahí viene que me pregunten a veces “¿Por qué están de la cintura para abajo?”. Y bueno, era parte de lo que yo me acordaba de cuando era muy chico.
–¿Cómo fueron cambiando sus temas, sus materiales, sus texturas, desde el 63 hasta ahora?
–Creo que llegué acá con una pequeña experiencia. Ya había empezado a hacer mi carrera en la Argentina, y luego en México, donde hice una pintura bastante de ruptura. Llegué allá pensando que los pintores revolucionarios todavía tenían vigencia, y era lo que yo estaba buscando. Pero cuando llegué a México fue una gran desilusión, porque eran todos pintores académicos. Por supuesto, en el momento de los cambios políticos en México, ellos cumplieron un rol muy importante. Pero yo llegué a mediados de los 50 ...
–Ya habían pasado Kahlo, Rivera …
–Exacto, y lo que llegaba no me interesaba para nada. Eran los momentos en que uno pensaba que la pintura tenía que ser latinoamericana o no ser nada. Y me dije: ¿por qué no buscar una pintura que sea realmente latinoamericana, pero eliminando algunos personajes, haciendo desaparecer los indicios y la pintura con carácter político, pero muy superficial y sin ninguna carga ni poética ni política? Fue en ese momento que hice una pintura abstracta y con una coloración que, evidentemente, era latinoamericana. Con esa pintura llegué a Buenos Aires. Fui cambiando porque no tuve más necesidad de hacer una pintura no figurativa, e inmediatamente recuperé la figura. Con la carga que yo tenía de muy joven, que era el expresionismo, que fue lo que más me tocó cuando empecé a trabajar. Sobre todo el grupo de los expresionistas alemanes, como George Grosz y toda esa línea que tenía un carácter evidentemente social y muy influenciado políticamente.

Los “bichos”. Así llama Seguí a las figuras de su enorme colección de arte mumuye africano.
Los “bichos”. Así llama Seguí a las figuras de su enorme colección de arte mumuye africano.

“No puedo vivir sin estos bichos”
–Usted no sólo es pintor, sino que es un gran coleccionista de arte precolombino y africano, una faceta suya que no todo el mundo conoce. ¿Cómo empezó esa pasión suya por las piezas de América Latina y por Africa, especialmente por la cultura mumuye de Nigeria?
–Comencé en América Latina, porque cuando llegué a Perú, en los caminos cerca de Lima, vendían piezas y pedazos de tejido precolombino por nada. Cuando llegué a Ecuador y a Colombia me pasó lo mismo. Llegué a México con un pequeño cargamento, que era parte de mi pequeña colección. Y bueno, cuando uno empieza en esas cosas, no para más.
–Y ahora es uno de los grandes coleccionistas de arte africano del mundo.
–No, yo tengo una linda colección, bastante loca, de cosas que me gustan.
–Este interés por los mumuye ya ha invadido su casa –ocupa el salón, la antesala, hasta su dormitorio–. ¿Cómo es el vínculo con lo que usted llama “los bichos”?
–Es una cultura que está instalada en las montañas de Nigeria. Y recién empezaron a circular a fines de los 60. Uno de los grandes coleccionistas de esto era un amigo que ya me vendió algunas piezas. Después, dos o tres africanos que le traían cosas a él, venían primero a traérmelas a mí porque yo les pagaba mejor. Y así fui acumulando todas estas piezas. Debo tener cerca de doscientas.
–Pero además hay otras cosas. Tiene los elefantes, las máscaras. Aparentemente se usan en las ceremonias y después se tiran, ¿no?
–Pero esos son de diferentes etnias. Eso viene de Camerún. Y todavía se hacen ceremonias con esas máscaras. Son parte de los rituales. Son años de ir descubriendo, y encontrarlas en algún remate, o en alguna galería ... La colección es como los jardines, no se hacen en dos meses. Yo hace cincuenta años que vengo juntando cosas.
–Muchas de esas máscaras representan ritos funerarios fuertes. ¿No lo perturba convivir con los bichos? ¿No tuvo que exorcizar la casa, por ejemplo?
–Bueno, en una época pasaban cosas muy raras y por consejo de alguien lo tuve que hacer. Se me inundó el atelier, y no había ningún caño roto, ni pasaba nada. Y empezamos a encontrar montañitas de sal cerca de la puerta. Yo nunca creí demasiado en esas cosas, pero vino un exorcista, que era un sacerdote que está en Normandía, muy simpático. Yo tenía todas estas piezas y dije: “Uy … lo que va a decir este señor”. Y fue exactamente lo contrario. Dijo que la carga que había en la casa era perfecta, que nada de eso molestaba. Lo que molestaba era un señor que alquilaba una pieza acá todavía, y que se iba a mudar muy pronto. Y pasó así.
–Qué historia …
–Es una anécdota de hace mucho tiempo. Esto me pasó hace como treinta años …
–Entonces volvamos una vez más al presente. Usted será uno de los Jurados del Concurso para la direccion del Museo de Bellas Artes. El único artista. A pesar de que los Jurados son figuras incuestionables, ¿usted está al tanto del rechazo que despierta este concurso de último minuto, cuando pudo hacerse en estos años de gestión kirchnerista sin concursar?
–Después de que terminara su mandato el anterior director de Bellas Artes, Guillermo Alonso, el concurso para elegir a su sucesor era una cuestión pendiente. Se ha efectivizado recién en estos meses, y siempre que el procedimiento sea democrático, voy a estar de acuerdo en participar, si ello puede ser útil.
–¿Cuál quiere que sea su contribución personal a la hora de decidir quién quedará al frente del Bellas Artes durante el próximo gobierno?
–El Jurado debe poder elegir a la persona más idónea para la función, que no debe estar atada a los cambios políticos del país.

Los hombrecitos y él

–Usted habla siempre del humor, del sarcasmo en su obra. ¿Qué rol juega? ¿Usted puede pintar sin humor?
–No, pero tampoco es una cosa muy reflexionada. El humor siempre me ha salido de adentro. Es parte de pertenecer a ese lugarcito del mundo que es Córdoba. Pero creo que uno puede decir con el humor cosas mucho más serias de las que a veces tienen ese aire de trascendencia. Creo que el humor es clave para la vida y es una de las cosas que puede salvarnos de muchos horrores.
–En sus cuadros siempre aparece el hombrecito. Por todos lados. ¿Quién es el hombrecito? Uno tiene la sensación de que está ahí rígido, encuadrado, aunque esté en movimiento.
–Bueno, yo podría decir que es un elemento plástico, como podría ser un arbolito … Muchos me preguntan si el hombrecito soy yo.
–Exacto. Yo le iba a preguntar eso …
–Y yo digo, de repente también, que en cierta parte puedo ser yo. Pero no sé. Tiene mucho que ver también con la incomunicación. Cierta angustia por la vida, por el mundo … Pero con una carga de humor que te puede dejar seguir viviendo.
–Porque usted cuando pinta no se angustia. Es como una liberación.
–Para mí el trabajo es como una liberación. Es el acto cotidiano primario. Yo lo primero que hago a la mañana es poner la computadora y ver qué pasó en la Argentina. Y después me vengo acá, al taller.
–También en su obra hay algo de dibujo animado, ¿no es cierto?
–Y sí, porque hay una influencia también. Más que el dibujo animado, la tira cómica. Cuando digo que los recuerdos de mi infancia tienen un rol importante en mi trabajo, también pienso en todas las revistas que había en la Argentina y que estaban en mi casa.
Leoplan , Patoruzú , Billiken … Hay muchas cosas que hago, que las reveo y digo: “Pero esto estaba en Billiken ”. Yo nunca hago un trabajo preparatorio cuando hago un cuadro. Me gusta que siempre tenga un color de fondo. El blanco blanco me da miedo. Pero bueno, a veces lo dejo. Pero casi nunca. Hay un fondo, y sobre ese fondo trabajo.
–Ahora está pintando un cuadro con un fondo azul electrificante, extraordinario, vivo, energético …
–Es un azul cobalto.
–Exactamente, pero … Yo diría que es un fondo feliz, Seguí.
–¿Sí? Bueno…
-¿Usted está feliz? ¿Es muy importante el estado de ánimo cuando pinta?
–Y … sí. Por sobre todo, salen cosas distintas de acuerdo a los estados de ánimo de cada uno. No sé, yo llego acá y, cuando entro a mi taller, empiezo a respirar. Siempre ha sido así.



Pinceladas cordobesas en las afueras de París


Retrospectiva. Setenta obras de Antonio Seguí, que van desde los años 60 hasta la actualidad, ocupan los dos enormes salones del Museo de Soissons.

Roussel dice que Seguí es un gran artista francés y muy cercano a Soissons, un pueblo encantador destruido durante la Gran Guerra de 1914, y mucho antes, durante la Revolución Francesa en el siglo XVIII, a tal punto que de la bellísima abadía de Saint Jean sólo quedó la fachada en pie, gracias a la intervención de destacados escritores de su tiempo, entre otros Víctor Hugo, que impidieron que la borraran de la faz de la tierra. El resto de la piedra de la abadía se convirtió en paredes de casas de los revolucionarios.
La retrospectiva está curada por Roussel y Clelia Taricco, durante años curadora en el Centro Recoleta, la persona más cercana al artista y la que conoce en profundidad su vida personal. En diálogo con Ñ, en su histórica casona de tres plantas y dos subsuelos ubicada en un pueblo cercano a París, Clelia dice: “Decidimos que el hilo curatorial fuera cronológico. Las rupturas no son abruptas. Hay una continuidad en su obra. Pero como Antonio trabaja en series, se fueron armando núcleos temáticos”.
La recorrida por la exhibición que ocupa dos plantas de inmensas dimensiones, divididas en paneles que agrupan la obra por períodos desde los años 60 hasta hoy, permite apreciar que la preocupación de Seguí en relación con el hombre adquiere hondura y agudiza la crítica a medida que su producción madura. La última obra de las 70 expuestas llega hasta 2014. La producción de 2015 quedó fuera La voz de Seguí introduce al visitante en el quid de su obra: “La pintura es el más genuino espacio de libertad. Sin ella yo no podría ni pintar ni vivir. Arte, libertad y ética son palabras que encajan entre sí. El arte es una moral de la vida en una mayor libertad. Y como un buen argentino con añoranzas a cuestas, la primera pintura de la exposición es Villa del Lago, Córdoba , de 1969.
"Te fuiste sin que nos diéramos cuenta” (1977), uno de los cuadros de la serie sobre Gardel que integran la muestra. “Nunca pinté el tango. Pinté un personaje. A mí Gardel siempre me pareció un tipo sensacional, un ser fuera de serie. Y su vida y su fin y su muerte y todo forman parte de una historia. La desmitificación del personaje fue una buena excusa para hacer una serie”, explica Antonio Seguí.
"Te fuiste sin que nos diéramos cuenta” (1977), uno de los cuadros de la serie sobre Gardel que integran la muestra. “Nunca pinté el tango. Pinté un personaje. A mí Gardel siempre me pareció un tipo sensacional, un ser fuera de serie. Y su vida y su fin y su muerte y todo forman parte de una historia. La desmitificación del personaje fue una buena excusa para hacer una serie”, explica Antonio Seguí.

Las obsesiones del creador
Esta exhibición es un homenaje que emociona a Seguí. En 2014 se montó otra retrospectiva en Split, Croacia, y en 2007 había sido una doble en el Centro Cultural Recoleta y el Centro Cultural Borges, en Buenos Aires. Un poco antes, en 2004, Atenas lo había recibido con los brazos abiertos. Ese mismo año, una retrospectiva de sus trabajos en papel, que rebasan un cajón de un amplio mueble en su casa, fue montada en el Centro Pompidou.
Si bien lleva un tiempo sin exponer en Francia, y su más vasta retrospectiva en París data de finales de los años 70, la obra de Seguí se ha movido sin pausa por toda Europa, a través de galerías y museos, y su obra se cotiza en miles de euros.
Pintura, óleo, carbón, papel de diario, cortes de madera dan forma a su técnica tan característica. Del hombrecito solo y con sombrero hasta las multitudes ruidosas, desde los años 70 a la actualidad, sus personajes parecen tener vida propia en una obra creada a lo largo de más de medio siglo, donde el humor y su mirada en perspectiva son parte inescindible de sus trabajos. Así se reconoce en el diario de la exposición.
Como parte de la muestra del Arsenal, antiguo predio del Ejército francés que Roussel hizo restaurar y acondicionar como espacio de exhibición hace 20 años, hay un documental en video para acercarse al atelier del maestro, observar su colección de arte africano y escuchar de boca propia sus conceptos sobre el arte contemporáneo. Y una vitrina con libros sobre él y su obra. Artistas franceses, húngaros y otros argentinos como Pablo Reinoso y Leopoldo Torres Agüero también tuvieron sus exhibiciones en el Arsenal de Soissons.
La exposición, que es también un reconocimiento afectuoso a Seguí, recoge la complejidad de la obra del artista argentino-francés, su extenso trabajo en las series y, debajo del humor made in Córdoba, el sentido de la pintura con mayúsculas. Los textos de la muestra son de Daniel Abadie, especialista en la obra de Seguí, ex curador del Museo Nacional de Arte Moderno y director del Museo Jeu de Paume de París. Es autor de la primera biografía de Antonio Seguí.
La contemporaneidad del maestro está en sus obsesiones y en los personajes que su obra retrata, de inserción real en la sociedad actual. Los argentinos podemos reconocernos en algunos de ellos. Desde el teatro social de sus inicios a la representación de la sociedad de consumo, Seguí fue descubriendo una forma propia de expresión que queda materializada en la selección de obras expuestas en Soissons.
Desde hace cinco años la serie de multitudes en colores más saturados le confieren a su trabajo una dimensión diferente. Trabajados en caballete de abajo hacia arriba o del centro hacia arriba, según el artista trabaje sentado o de pie, los personajes de esas muchedumbres son parecidos pero diferentes. Dice Daniel Abadie, en el diario de la muestra, que Fernando Pessoa inventó sus dobles con distintas identidades ficticias, pero todos fueron su portavoz y co-autores de su obra. En igual sentido, Antonio Seguí crea personajes parecidos pero diferentes en cada nueva obra, pero todos ellos son parte de un cuerpo único de su pintura.



Antonio Seguí básico

Córdoba, 1934. Pintor, escultor, grabador.


A los 19 años viajó a Europa y estudió Bellas Artes en París. Luego de vivir tres años en Buenos Aires, en 1964 se radicó definitivamente en Francia. Sus pequeños personajes, múltiples universales y anónimos, representan una humanidad encerrada en el absurdo de su existencia. En 1984, Antonio Seguí representó a la Argentina en la Bienal de Venecia. En 1989 obtuvo el Premio Di Tella a las Artes Visuales y en 1990 fue el primer artista vivo en exponer en el Museo Nacional de Bellas Artes.


Fuente: Revista Ñ Clarín

EL MUSEO DEL BARRO YA LLEGÓ PARA CUESTIONAR EL CANON

La muestra, con piezas del singular museo de Asunción, busca zanjar la distinción clásica entre arte y artesanía.
http://www.revistaenie.clarin.com/arte/Madera_CLAIMA20150714_0191_15.jpg

Por Mercedes Perez Bergliaffa

Folklore y arte: ¿cuál es la diferencia? ¿La hay? La exposición Tekoporã: Arte indígena y popular del Paraguay –que abre hoy en el Museo Nacional de Bellas Artes– pone esta cuestión en primer plano. Son más de 220 obras procedentes en su mayoría del Museo del Barro de Asunción, a cargo no de los considerados artistas contemporáneos sino de quienes algunos llaman artesanos (¿habrá alguna diferencia?). La exposición se abre a la cultura popular y su relación con la alta cultura. Su curador es el crítico paraguayo Ticio Escobar, fundador y director de este singular e innovador museo de Paraguay.
 Escobar dice: “La cultura popular comprende las prácticas, discursos y figuras particulares de sectores ubicados desfavorablemente en la escena social, marginados del acceso a diversas instancias de decisión en asuntos que involucran sus intereses”. El arte popular se relaciona con los “sin-parte”, los excluidos de participación y representación en el espacio donde se ejerce el poder, como, por ejemplo, los grandes museos. Sin ir más lejos, el mismo MNBA no tiene más antecedente de esta exposición que las salas de arte precolombino inauguradas en 2005 y luego cerradas en 2010.
Pero ahora, con Tekoporã, las preguntas empiezan a rodar: ¿un arte popular (considerado por algunas personas artesanías) debería exponerse en un museo nacional de Bellas Artes? ¿Se trata de artistas o de artesanos, de arte contemporáneo o folklore? Estas preguntas se cuelan a través de toda la exposición que, desde el primer momento, ya con el mismo nombre, sienta una posición: Tekoporã es una palabra guaraní compuesta, en realidad, por dos palabras, Tekó (modo propio de ser) y porã (belleza, bien).
Tekoporã nombra, entonces, algo así como el buen vivir colectivo, el convivir con belleza. Es un ideal ético guaraní extendido entre las diversas etnias, pero que también subraya –en la muestra– la expectativa de vivir mejor que subsiste en los pueblos originarios pese a los despojos. Las culturas populares no aíslan el momento estético: tampoco despojan de belleza los objetos utilitarios, sino al contrario.
En la muestra se aprecian máscaras – usadas para los rituales, por los penitentes para cumplir una promesa pero también en la festividad de los santos patronos–, vírgenes y Cristos de síntesis entre la imaginería cristiana y la americana (extraña mezcla de esculturas misioneras jesuíticas y franciscanas, que luego dieron origen a las imágenes de los santos populares y mestizos, también expuestos), conviven junto a disfraces de yacaré hechos en madera –entran en ellos dos niños que los articulan–, vestuario plumario, testimonios de la Guerra Guasú (o “Guerra Grande”, la Guerra de la Triple Alianza), y esas magníficas coronas rituales de plumas: ellas iluminan la fuerza del chamán. Hay un corredor que une diferentes salas y presenta, de alguna manera–, la selva en medio del museo. Hay pinturas, una práctica transcultural de adopción reciente en distintas comunidades paraguayas. Y se expone también un espectacular traje ritual de la etnia ishir.
Hay una serie de esculturas talladas en madera con representaciones de la Virgen (Tupãs) y Dios (Ñanderú) desnudos y con sus genitales especialmente remarcados: son metáforas de la abundancia, en madera de cedro (un árbol que en la cultura guaraní tiene implicancias mítico-religiosas).  
En la última parte de la exposición puede verse el “Cabichuí” (“Avispa”, en guaraní), el periódico editado desde las trincheras de la Guerra de la Triple Alianza, ilustrado por los soldados. A su lado, las vainas de bronce de las balas de mortero, tiradas durante la guerra, muestran dibujos grabados por los soldados. Mensajes amorosos, corazones, flores, lazos. A 150 años de la guerra, son el pedido de amor en medio de los cañones.   


FICHA
Tekoporã: Arte indígena y popular del Paraguay

Dónde: MNBA (Av. Del Libertador 1473).
Cuándo: Hasta el 13/9. Martes a viernes, de 12.30 a 20. Sábados y domingos, de 9.30 a 20.
Entrada: Gratis. Más info: www.mnba.gob.ar  
   

Fuente: Revista Ñ Clarín

"LAS ROBÉ EN 1995 Y NO ME HAN TRAÍDO MÁS QUE PROBLEMAS"

Israel.

El ladrón las dejó dentro de una bolsa, en el patio de un museo. Dejó una nota escrita en hebreo en la que finalmente pide: "¡Por favor, no roben antigüedades!".
Las piedas devueltas por el ladrón 20 años después. (EFE)
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No fue la culpa. Tampoco un súbito deseo de hacer las cosas bien. Fue la suerte o, más bien, la mala suerte la que hizo que un ladrón devolviera su botín. Un hombre devolvió dos piedras milenarias que había robado de una ciudad antigua de Israel, tras padecer dos décadas de infortunio.
El curioso hecho ocurrió en Israel. La semana pasada, las autoridades del Museo de las Culturas Islamica y de Próximo Oriente de la ciudad de Beersheba hallaron en el patio de la institución una bolsa que contenía dos piedras. Las rocas tenían unos dos mil años de antigüedad y eran bolas de balista (un arma similar a una ballesta).
Junto a la bolsa, había una nota escrita en hebreo. “Estas son dos bolas de balista romanas de Gamla, procedentes de un barrio residencial a los pies de la colina. Las robé en julio de 1995 y desde entonces no me han traído más que problemas”, confiesa el ladrón anónimo que concluye su escrito con un pedido: “¡Por favor, no roben antigüedades!”.
La Autoridad israelí encargada de las Antigüedades detalló que en Gamla se hallaron unas 2.000 piedras de ese tipo, que solían ser usadas por los romanos contra los judíos que intentaban evitar la conquista de esa ciudad.
 AFP

Fuente: clarin.com