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El Museo Nacional de Arte Decorativo fue creado en 1937 por Ley 12351 del Gobierno Nacional que determinó la adquisición de la residencia y la colección de arte de Josefina de Alvear y Matías Errázuriz. El edificio, excelente ejemplo del estilo ecléctico francés de gran auge en la ciudad de Buenos Aires a principios del siglo XX, los muebles de época, las pinturas, las esculturas y los objetos de arte decorativo justificaron plenamente esa inversión para brindar a la comunidad un nuevo museo
El arquitecto francés René Sergent, 1865-1927, realizó el proyecto de la residencia en 1911. En ese año
la Sociedad Central de Arquitectos Franceses le había otorgado la Gran
Medalla de la Arquitectura Privada destacando las cualidades de su
obra sobria y elegante dentro de un contexto ecléctico. Sergent había
estudiado en la Escuela Especial de Arquitectura de París. En 1884
entró en el estudio de Ernest Sanson considerado el mejor arquitecto
diseñador de viviendas privadas. Bajo su dirección Sergent se apasionó
por las obras de algunos arquitectos franceses de los siglos XVII y
XVIII.
Hacia 1899 estableció su propio estudio. Su
arquitectura ponía el acento en el confort y en la comodidad de la
distribución y se hizo célebre por la construcción de residencias
particulares de estilo neoclásico.
En los primeros quince años del siglo XX trabajó
en París, Buenos Aires y Nueva York; en Londres realizó la ampliación y
decoración de los hoteles Claridge y Savoy. En París proyectó las
mansiones del diseñador de modas Worth, del empresario Otto Bemberg y
de los anticuarios Duveen Brothers a las que se agrega el gran hotel de
pasajeros Trianon Palace en Versailles y entre 1912 y 1914 la
construcción de la residencia del Conde Moisés de Camondo, hoy
destinada a Museo de Artes Decorativas
Para la sociedad
porteña, además de la mansión de los Errázuriz-Alvear, proyectó las
residencias de la familia Atucha, de los Bosch-Alvear, la mansión Unzué,
el Palacio Sans Souci en San Fernando y el Hogar Luis María Saavedra.
René Sergent trabajaba en equipo con un selecto grupo de decoradores especialistas en interiores y jardines. Para la residencia Errázuriz-Alvear los elegidos fueron H. Nelson, Georges Hoentschel, André Carlhian y el paisajista Achille Duchêne. El Palacio Errázuriz Alvear fue construido entre 1911 y 1917 con la dirección de obra de los arquitectos locales Eduardo M. Lanús y Pablo Hary.
Todos los materiales, salvo la mampostería gruesa, fueron traídos de Europa. Los revestimientos de madera, espejos, mármoles, carpinterías, fallebas, molduras, llegaron preparados para su directa colocación en obra y para algunas tareas específicas, como la realización de estucos, vinieron artesanos europeos.
René Sergent trabajaba en equipo con un selecto grupo de decoradores especialistas en interiores y jardines. Para la residencia Errázuriz-Alvear los elegidos fueron H. Nelson, Georges Hoentschel, André Carlhian y el paisajista Achille Duchêne. El Palacio Errázuriz Alvear fue construido entre 1911 y 1917 con la dirección de obra de los arquitectos locales Eduardo M. Lanús y Pablo Hary.
Todos los materiales, salvo la mampostería gruesa, fueron traídos de Europa. Los revestimientos de madera, espejos, mármoles, carpinterías, fallebas, molduras, llegaron preparados para su directa colocación en obra y para algunas tareas específicas, como la realización de estucos, vinieron artesanos europeos.
El aspecto externo del edificio es
sobrio e imponente, inspirado en el neoclasicismo del siglo XVIII, en
especial en las obras de Jacques A. Gabriel artista de la corte de Luis
XV.
Los cuatro niveles son visibles desde el exterior: el subsuelo tiene ventanas que se abren en el basamento; la planta principal está comunicada con el jardín y la terraza por puertas en arco de medio punto; encima de éstas se abren las ventanas que corresponden a los aposentos; ya en el último nivel, detrás de la balaustrada, se ven las lucarnas de ventilación de las áreas de servicio que ocupan la mansarda.
Los cuatro niveles son visibles desde el exterior: el subsuelo tiene ventanas que se abren en el basamento; la planta principal está comunicada con el jardín y la terraza por puertas en arco de medio punto; encima de éstas se abren las ventanas que corresponden a los aposentos; ya en el último nivel, detrás de la balaustrada, se ven las lucarnas de ventilación de las áreas de servicio que ocupan la mansarda.
Los salones de la
planta principal, destinados a las recepciones, fueron decorados en
diversos estilos franceses de los siglos XVII y XVIII excepto el Gran
Hall inspirado en los grandes salones característicos de la Inglaterra
del siglo XVI en la época de la dinastía Tudor.
En los departamentos privados del primer piso es evidente
también el gusto por la decoración francesa en los estilos Luis XV, Luis
XVI, Directorio e Imperio; la excepción es la sala Art Déco decorada
por el artista catalán José María Sert.
El bello palacio fue proyectado por el arquitecto francés René Sergent para Ernesto Bosch, quien había sido Embajador argentino en París, y su construcción estuvo a cargo de los arquitectos argentinos Lanús y Hary. Diseñada en 1912, la obra fue afectada por el estallido de la Primera Guerra Mundial, y la familia Bosch ocupó el edificio a partir de 1917. En 1924, fue el lugar de alojamiento del príncipe Humberto de Savoia.
Ya en 1929, la familia fue golpeada por la crisis económica internacional, y en ese momento el Departamento de Estado de los Estados Unidos la adquirió para transformarla en embajada y residencia del embajador. Desde ese momento, diversos presidentes estadounidenses se han hospedado allí en sus visitas: Franklin Delano Roosevelt, en 1936; Dwight Eisenhower, en 1960, George H. W. Bush, en 1994, y Barack Obama y familia, en marzo de 2016.
Sobre esta gran casa de Buenos Aires, dice Daniel Balmaceda:
"En 1910, el presidente electo Roque Sáenz Peña le ofreció ocupar el cargo de Ministro de Relaciones Exteriores a Ernesto Mauricio Carlos del Corazón de Jesús Bosch Peña, quien ocupaba un cargo diplomático en París. El hombre aceptó y regresó a Buenos Aires con su mujer, Elisa de Alvear.
El
Palacio Bosch o Palacio Bosch Alvear es una lujosa residencia que
perteneció a familia del embajador Ernesto Bosch, y sede, desde 1929,
de la Embajada de los Estados Unidos en Argentina.
El bello palacio fue proyectado por el arquitecto francés René Sergent para Ernesto Bosch, quien había sido Embajador argentino en París, y su construcción estuvo a cargo de los arquitectos argentinos Lanús y Hary. Diseñada en 1912, la obra fue afectada por el estallido de la Primera Guerra Mundial, y la familia Bosch ocupó el edificio a partir de 1917. En 1924, fue el lugar de alojamiento del príncipe Humberto de Savoia.
Ya en 1929, la familia fue golpeada por la crisis económica internacional, y en ese momento el Departamento de Estado de los Estados Unidos la adquirió para transformarla en embajada y residencia del embajador. Desde ese momento, diversos presidentes estadounidenses se han hospedado allí en sus visitas: Franklin Delano Roosevelt, en 1936; Dwight Eisenhower, en 1960, George H. W. Bush, en 1994, y Barack Obama y familia, en marzo de 2016.
Sobre esta gran casa de Buenos Aires, dice Daniel Balmaceda:
"En 1910, el presidente electo Roque Sáenz Peña le ofreció ocupar el cargo de Ministro de Relaciones Exteriores a Ernesto Mauricio Carlos del Corazón de Jesús Bosch Peña, quien ocupaba un cargo diplomático en París. El hombre aceptó y regresó a Buenos Aires con su mujer, Elisa de Alvear.
Juntos concibieron la idea de construirse una mansión que les recordara su vida parisina. Resolvieron que fuera en la zona de Palermo (en las actuales Libertador y Kennedy), frente al Parque 3 de Febrero, donde ya estaban el Jardín Zoológico, el Jardín Botánico, la Rural, el futuro campo de Polo (en ese entonces era un club deportivo de diversas actividades) y el Hipódromo. La zona tenía mucha actividad social, pero casi no había residencias.
Contrató los servicios del arquitecto de moda, el exquisito francés René Sergent, quien terminaría ocupándose de los palacios de otros Alvear: además del Bosch, el Errázuriz (de Matías Errázuriz y Josefina Alvear) y el Sans Souci (de Elvira Alvear). Con la ejecución de arquitectos argentinos, Sergent ideó todo esto sin moverse de Europa.
La construcción del Palacio Bosch se inició en 1911 y su inauguración oficial se realizó el 6 de septiembre de 1918, durante el baile de presentación en sociedad de María Elisa Bosch Alvear, hija mayor del matrimonio. Fue la introducción en sociedad de Elisita, pero también fue la presentación del palacio. Era la primera vez que en una mansión se encargaba la construcción de un salón adaptado a las necesidades de los bailarines. Dijo La Nación: “Destinada especialmente para el baile, la sala no ostenta otro adorno que largas banquetas y taburetes tapizados en brocatos ‘vieux rose’ y oro y un gran piano de cola”.
A partir de la construcción del Palacio Bosch, Palermo comenzó a transformarse en uno de los lugares más exclusivos de Buenos Aires.
En la mansión de Elisa Alvear y Ernesto Bosch se hicieron grandes fiestas, para agasajar a extranjeros, para presentar en sociedad a otras dos hijas –Teodolina y Teresa– y para convidar a los amigos y parientes que luego de dar unas vueltitas por el parque de Palermo y el Rosedal, paraban a tomar un copetín antes de emprender el regreso al centro.
Elisa de Alvear estaba encantada con su espléndida casa. Pero apareció en escena Robert Woods Bliss, embajador de Estados Unidos. Acotemos que Bliss, junto con su mujer, Mildred Barnes, establecieron el Instituto Cultural Argentino Norteamericano (ICANA), entre muchas otras iniciativas.
En 1928, visitó la Argentina el presidente electo de Estados Unidos, Herbert Hoover. Por falta de una residencia propia, Hoover fue alojado en el Palacio Noel (Suipacha y Libertador, actual sede del Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco). Luego de la visita, el gobierno norteamericano le encomendó a míster Bliss la misión de comprar una casa para que fuera la residencia de los embajadores de su país.
En varias oportunidades, el señor Bliss le manifestó a Ernesto Bosch su interés por el palacio, pero el argentino no tenía ninguna intención de desprenderse de él. Ante la insistencia de Bliss, Bosch le dijo que se la vendía por algo más de dos millones de pesos, un valor que excedía en más de un millón cualquier tasación seria. Para Bosch, esa era una manera elegante de dar por terminado el asunto. No esperaba que un par de semanas después, Bliss le comunicara que aceptaban la oferta.
Contrariado, pero dispuesto a mantener su palabra, Bosch anunció en su casa que se mudaría. Elisa estaba furiosa. El matrimonio se mudó a un palacio en Montevideo y Quintana (Recoleta). Con todas las comodidades, por supuesto. Pero no era lo mismo.
Desde 1929, el palacio Bosch es la residencia de los embajadores de los Estados Unidos."
La antigua residencia Larivière es un exponente del academicismo francés, y fue construída en 1940 por los arquitectos Juan Manuel Acevedo, Alejandro Becú y Pablo Moreno para Mauricio Renouard de Larivière Le Roger y María Luisa Dose Armstrong.
El anteproyecto fue del Arquitecto Blanche.
Hoy en día, es la sede de la Cancillería de la Embajada de España en Buenos Aires, en la Avenida Figueroa Alcorta 3102 y Mariscal Ramón Castilla.
El Palacio Ortiz Basualdo es un exponente de la arquitectura Beaux Arts.
Diseñado en 1912 por el arquitecto francés Paul E. Pater para el
matrimonio Ortiz Basualdo, frente a la plaza Carlos Pellegrini. Es sede
de la Embajada de Francia en Buenos Aires desde 1939. Declarado Bien de
Interés Histórico Artístico en 1997.
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Hasta finales del siglo XIX, toda el área de La Isla pertenecía a la familia Hale-Pearson. Más de 82 000 m² conformaban este predio conocido como Quinta Hale. Más tarde, los terrenos pasaron a manos de la firma inglesa Baring Brothers.
En 1906, con el objetivo de crear un barrio-parque de ubicación privilegiada, dotado con un mirador (aprovechando la barranca y la vista al río) y una plaza, el Intendente Alberto Casares autorizó la compra de los terrenos de la quinta Hale a la casa Baring.
El proyecto resultó todo un éxito. El terreno fue urbanizado, subdividido y, en poco tiempo, los lotes fueron vendidos para la construcción de exclusivas residencias del tipo petit hôtel y casonas rodeadas de parques. De todas estas casas particulares de clase alta, sólo sobrevive la que perteneció a la familia Madero-Unzué, hoy sede de la Embajada Británica.
Hacia 1930 se realizó el último loteo en el barrio y se comenzaron a construir los primeros edificios de departamentos ya que, hasta el momento, solo se edificaban residencias familiares. Los descendientes de Samuel Hale solo conservaron, hasta mediados del siglo XX, un sector sobre las calles Agote y Guido, que más tarde pasó a formar parte de los jardines de la Embajada.
A partir de la década de 1940, con la Ley de Propiedad Horizontal
que llevó a un auge de la construcción, la mayoría de las lujosas casas
del barrio fueron demolidas para levantar edificios de departamentos de
alta categoría. Actualmente, el barrio está compuesto sobre todo por
construcciones de más de diez pisos, del período 1950-1980.
Historia
Esta fastuosa residencia fue encargada al
arquitecto Roberto Prentice por Félix de Álzaga Unzué en el año 1916, y
fue levantada en terrenos de su propiedad en el barrio de Retiro, elegido
por la clase alta porteña desde fines del siglo XIX.
El 6 de mayo de ese año, Álzaga Unzué se había casado con su prima Elena Peña Unzué, y ambos se mudaron a su mansión en 1920.
Se dice que esta casa fue el regalo de casamiento de Félix a Elena, su mujer.
El 6 de mayo de ese año, Álzaga Unzué se había casado con su prima Elena Peña Unzué, y ambos se mudaron a su mansión en 1920.
Se dice que esta casa fue el regalo de casamiento de Félix a Elena, su mujer.
El
matrimonio Álzaga Unzué-Peña Unzué vivió en esta residencia hasta su muerte.
En 1985 el edificio fue adquirido por el árabe saudita Ghaith Pharaon, fuerte inversor del BCCI - Bank of Credit and Commerce International - en 5.000.000 de
dólares. Efectuaron la venta dos sobrinos de los dueños de casa, Carlos
Gómez Álzaga y Mercedes Paunero Peña de Zavalía, herederos del palacio. El inversor saudita se lo vendió a la cadena Hyatt para instalar en él un hotel.
Por otra parte, la casa Álzaga Unzué, cuya existencia había peligrado por la apertura del último tramo de la Avenida 9 de Julio, casi llegó a ser echada abajo por los nuevos dueños para construir el hotel. Se salvó por muy poco, debido a las protestas de todo tipo que el tema generó en Buenos Aires. En 1991, en terrenos del jardín de la residencia, comenzó la construcción de una torre diseñada por el estudio Sánchez Elía (SEPRA), encargada por el saudita Ghaith Pharaon, que abrió al año siguiente como parte del complejo Park Hyatt Hotel Buenos Aires. Con la crisis económica de 2001, ambos edificios pasaron a gestión de la cadena Four Seasons.
Por otra parte, la casa Álzaga Unzué, cuya existencia había peligrado por la apertura del último tramo de la Avenida 9 de Julio, casi llegó a ser echada abajo por los nuevos dueños para construir el hotel. Se salvó por muy poco, debido a las protestas de todo tipo que el tema generó en Buenos Aires. En 1991, en terrenos del jardín de la residencia, comenzó la construcción de una torre diseñada por el estudio Sánchez Elía (SEPRA), encargada por el saudita Ghaith Pharaon, que abrió al año siguiente como parte del complejo Park Hyatt Hotel Buenos Aires. Con la crisis económica de 2001, ambos edificios pasaron a gestión de la cadena Four Seasons.
Descripción
Prentice diseñó el edificio en estilo eduardiano (correspondiente a la Belle Époque), inspirándose en los castillos del Loire.La fachada se destaca por el uso de ladrillo a la vista y por la gran entrada con columnas corintias dobles y remata en un frontis que es interrumpido por una buhardilla. La mansarda de pizarra que ocupa el 3º piso tiene un coronamiento de zinc y hierro forjado. La mansión se conecta con la torre moderna por el lateral, mediante un pórtico circular con columnas jónicas.En la cochera de la mansión, los Álzaga Unzué-Peña Unzué contaban con dos automóviles: un Cadillac y un Mercedes-Benz. No tuvieron hijos, y por ello vivían con muchas mascotas, como varios perros y aves. En el subsuelo se ubicaron las cocinas, el lavadero y el comedor (con platería inglesa y muebles franceses), donde trabajaban alrededor de 20 personas. En su momento la pareja contaba con la cocina del chef italiano Nicola Argentieri. También se encontraba en ese nivel la bodega. Al transformarse en hotel, la residencia Álzaga Unzué fue dividida en siete habitaciones. La más importante es la suite Mozart, que tiene
Zenteno 3131 y Ortiz de Ocampo.
Vivieron en ella el Dr. Miguel Cárcano y su mujer, Stella Morra de Cárcano. Proyecto del estudio de los Arquitectos Juan Manuel Acevedo, Alejandro Becú y Pablo Moreno, 1938. |
El Palacio Atucha es obra del arquitecto francés René Sergent, proyectado en 1924 por encargo del Sr. Jorge de Atucha, de sobrias líneas francesas, que sobresale en la esquina de Avenida Alvear y Arroyo. La residencia posee planta baja, dos pisos y buhardilla con mansarda como remate. Cada nivel tiene tratamiento diferenciado sólo unificado por el movimiento del muro que jerarquiza la esquina y conforma terrazas en el primer nivel. En la década del 40, el palacio fue subdividido en propiedad horizontal y se vendió a particulares.
Declarado Bien de Interés Histórico Artístico en 1997. Año proyecto: 1916. Año Construcción: 1924. Año Inauguración: 1924. En 1916 la Sra. Llavallol de Atucha como propietaria del predio, encargó el proyecto al arquieco René Sergent. En 1943 la propiedad pasa a manos de la Compañía de Explotaciones Financieras Urbanas y Rurales S.A. A partir de 1950, el edificio fue subdividido en propiedad horizontal y vendido a particulares. Desde 1912 el área ocupada estuvo afectada a utilidad pública para la apertura de la Av. 9 de Julio. En 1980 se cambió la traza de ésta para conservar el conjunto edilicio que rodea a la Plaza Carlos Pellegrini. |
Proyecto de los Arquitectos Juan Manuel Acevedo, Alejandro Becú y Pablo Moreno para Santiago Soulas, 1939.
Fue más adelante la casa de José Antonio González Balcarce y Monique Soulas de González Balcarce y sus hijos.
Obtuvo el Premio Municipal de Fachadas.
Hoy en día es del empresario y político Francisco de Narvaez.Fue más adelante la casa de José Antonio González Balcarce y Monique Soulas de González Balcarce y sus hijos.
Obtuvo el Premio Municipal de Fachadas.
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La sede de la residencia de la Embajada de Bélgica, fue hecha por el Arquitecto Alejandro Bustillo para Carlos A. Tornquist, en la calle Rufino de Elizalde, frente al Instituto Sanmartiniano de Grand Bourg y a la casa que también hizo - Bustillo - para la escritora Victoria Ocampo.
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PALACIO ESTRUGAMOU:
PARA GENTE COMO UNO
CULTURA. ARQUITECTURA - Por Nanu Zalazar
En la esquina de Juncal y Esmeralda se
encuentra este edificio de estilo francés que fue pensado
como de propiedades para alquilar a familias con buenos ingresos.
Alejandro Estrugamou fue el dueño del terreno de
Esmeralda y Juncal y quien tuvo la idea de construir un edificio con
departamentos de lujo para alquilar. En la década del 20, del siglo pasado,
para eso decidió contratar a los arquitectos Eduardo Sauze, un argentino que
había estudiado en Francia, y a Auguste Huguier, un francés que se había
instalado en Buenos aires, ciudad en crecimiento que resultaba atractiva para
muchos profesionales europeos.
Estrugamou, un rico terrateniente con campos en
Venado Tuerto, fue un importante promotor del crecimiento y desarrollo de la
ciudad. Se casó con Rosa Isabel Turner Casey, con la que tuvo cinco hijos.
Para hacer un edificio de lujo no basta sólo con un
buen diseño, los materiales deben ser de una calidad superior a la media. Tal
es el caso: el Estrugamou tiene picaportes de bronce, pisos de roble traídos de
Eslabona y el piso de los vestíbulos y las escaleras es de mármol. Como un
detalle más de confort, cada departamento tiene un hogar a leña.
El edificio está compuesto por un conjunto de
cuatro edificios de ocho pisos cada uno, en todos las habitaciones principales
tienen vista a la calle y las demás miran hacia un patio, que tiene una copia
en bronce de
Cada grupo de departamentos tiene un vestíbulo
privado con una araña francesa colgando en las escaleras, y un ascensor
principal y otro de servicio.
En el frente que da a Juncal había un jardín que
tuvo que quitarse cuando se agrandó esa calle, y tal como la mayoría de los
departamentos de esa época, no tiene cocheras.
Cada uno de los cuatro edificios tiene cuatro
departamentos con una sala de estar, un comedor, un living, cinco dormitorios
para la familia y tres más para el personal doméstico. La de Esmeralda y Juncal
es una esquina topográficamente extraña ya que es más alta y las dos calles son
en subida. A este lugar de Buenos Aires el escritor Eduardo Mallea lo llamó, en
uno de sus libros, el “codo aristocrático” de
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PALACIO HIRSCH, Conde 2084.
Alfredo Hirsch llegó de Alemania en 1897 y encargó su casa al arquitecto británico Sutton. La estrenó en 1922. En 1.200 m2 cubiertos, muestra influencias varias: ladrillo a la vista, chimeneas y un portal de rejas negras con ornamentos dorados de tipo inglés, balcones de rasgos italianos y óvalos y otras formas de decoración Art Déco y Art Nouveau. Comerciante millonario, formó una colección con obras de Rembrandt y Rubens, entre otros maestros, que donó al Museo Nacional de Bellas Artes.
PALACIO LELOIR, Libertad 1264
Es una mansión de estilo del Academicismo francés con toques Art nouveau que se comenzó a construir en 1903 por el arquitecto noruego Alejandro Christophersen.
Proyectada como residencia del señor Antonio
Leloir.2 En
junio de 1944 fue adquirida a la señora, en ese
entonces viuda, Adela Unzué de Leloir por el “Círcolo Italiano di Buenos
Aires” que fue fundado en 1873.
Estructura
La estructura es una residencia de planta baja y dos pisos superiores con un amplio jardín posterior y una fachada retirada de la línea municipal. Su arquitectura combina elementos del clasicismo francés, dando como resultado un elegante hotel privado, con un espacio destinado originalmente a la entrada de carruajes frente a su acceso.3
En su interior posee arañas de cristal, mármoles y una bosserie intacta. Sus pasillos conducen a una biblioteca que asemeja a un museo con vitrinas, enciclopedias y diccionarios de 1790 sobre cultura italiana.
En la actualidad se realizan diversos eventos como conferencias ycongresos, pero también del tipo social como casamientos. También funciona allí un restaurante de comida italiana y se dictan clases deidioma italiano, de bridge y de tango.
A principios de la década de 1990 el arquitecto Eduardo Ellis llevó a cabo una puesta en valor de los salones de planta baja. Entre los trabajos ejecutados se demolieron los cielorrasos dejando expuestos los originales, con un trabajo de molduras que no pudieron ser reconstruidas por el alto valor del trabajo. Sin embargo se preservaron construyendo un nuevo cielorraso por debajo
CASA DE VICTORIA OCAMPO
Ahora Fondo Nacional de las Artes
Rufino de Elizalde 2832
Grand Bourg
Arq. Alejandro Bustillo, 1929.
CÓMPLICES O COMPINCHES
Por Berto González Montaner-
24/11/11
Cliente y arquitecto transitan una relación con múltiples matices a lo largo de un proyecto. Entender cuál es el rol de cada uno ayuda a que el resultado sea el esperado.
La casa de Victoria Ocampo. La hizo Alejandro Bustillo en Barrio Parque.
Desde siempre, la relación entre arquitectos y clientes (comitentes, como se denomina en la jerga) ha sido conflictiva.
Para algunos historiadores, aunque existan el Partenón, el Coliseo o de las pirámides de Egipto, la Arquitectura existe como disciplina, en los términos en que la conocemos ahora, desde el Renacimiento (siglo XV). Lo cierto es que por mucho tiempo no se ocupó de la gente común; estuvo dedicada a satisfacer las necesidades de dioses, papas, reyes y príncipes.
Las páginas de la Historia del Arte muestran iglesias, templos o castillos y sólo recién en los últimos capítulos, dedicados a la Modernidad (fines del siglo XIX y principio del XX) aparecen las viviendas. Como decía el arquitecto cordobés Ignacio “Togo” Díaz: un tema donde “el usuario tiene rostro”. Claro que no viene solo... Con las casas, las relaciones entre arquitectos y clientes se hicieron más personales, aparecieron con mayor intensidad las comedias de enredos y los conflictos.
Todos tienen un poquito de razón. Los clientes dicen: “La plata la pongo yo, por qué mi arquitecto va hacer lo que quiere”. “¿Qué se cree que me va a enseñar cómo tengo que vivir?” Los arquitectos, en muchos casos, la juegan de incomprendidos y reclaman clientes más cultos, que sepan comprender su arte. Añoran los tiempos en que la Arquitectura, así con mayúsculas, estaba allá arriba. Cuando una Victoria Ocampo buscaba a los mejores arquitectos (primero a Le Corbusier y luego a Alejandro Bustillo) para hacerse su casa en Barrio Parque, en Rufino de Elizalde 2831, donde hoy funciona la Casa de la Cultura del Fondo Nacional de las Artes.
Volviendo a hoy y a la tierra, se quejan porque una vez que terminan las obras, cuando llegan los dueños y las habitan, se las arruinan. Se sabe, dicen como un secreto a voces, la foto hay que sacarla inmediatamente antes de que se muden.
También, pobres, se sienten ultrajados porque luego de parir la obra durante más de un año, les cierran las puertas y en el mejor de los casos pueden pedir permiso para visitarla.
En la última recorrida que hice acompañado por arquitectos visitando “sus” casas, recogí nuevos testimonios que ¿echan luz? sobre estas relaciones peligrosas.
Uno de los arquitectos me contó que hasta le ofreció regalar al cliente los planos con los diseños de los muebles de la casa supervanguardista que estábamos visitando para evitar que pusiera los horrendos muebles de caño que finalmente puso e imposibilitaron cualquier foto digna.
Otro me confesó que para evitar que su obra quede desdibujada por los gustos de los dueños, su estrategia es hacer una arquitectura tan fuerte, de tanta presencia, que resista cualquier cachivache. El susodicho las crea con unas potentes estructuras de hormigón visto que concentran la atención de cualquier distraído y ningunean el equipamiento.
El más conceptuoso me aseguró, mientras visitábamos una fantástica casa donde estaba cuidadosamente diseñado hasta el más mínimo detalle, que los arquitectos necesitan de un cómplice para hacer una buena obra. Una curiosa definición que deja implícito que la intención profunda del proyectista es llevar a cabo una tropelía, un capricho o, si seguimos al pie de la letra la acepción de la palabra cómplice, simplemente algo así como un delito.
También hubo de los otros, de esos que se llenan la boca con discursos políticamente correctos. Son los que dicen respetar el gusto de la gente, que no hay que imponerles nada, que la gente no come vidrios y sabe perfectamente qué quiere.
Ni tanto ni tan poco, qué tal una comparación gastronómica. Habito todos los días como desayuno, almuerzo, meriendo y ceno. Puedo asegurar que la carne me gusta a punto, jugosa o medio pasadita. Con mucha o poca sal. Que prefiero tal o cual corte. Pero todas esas sabidurías no me convierten ni en cocinero ni me habilitan para hacer un programa gourmet.
Un buen chef me puede sorprender con los más exquisitos manjares. Puede guiarme a descubrir una impensable combinación de gustos, colores, aromas y texturas. Puede aconsejarme en la elección del vino adecuado. Y, en algunos casos, hasta programarme una dieta saludable. Para mí, los buenos arquitectos son los que hacen eso. Guían, asesoran, acompañan al cliente para hacer su casa. Los ayudan a decidir, a descubrir las mejores posibilidades aunque estén fuera de libreto. No buscan en el cliente un cómplice para llevar a cabo “su” obra, ni un instrumento para obtener una buena foto que rankee para ser publicada. En todo caso, buscan un compinche. Alguien con quien compartir la aventura de generar un proyecto con intereses que se potencien: “tu mejor casa, mi mejor proyecto”.
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