Es la de El Sediento, un notable conjunto hecho en mármol de Carrara que puede apreciarse en la Plaza Rodríguez Peña.
El sediento y su fuente, en plaza Rodríguez Peña. (Julio Juárez)
Eduardo Parise
El verano en Buenos Aires se siente cada vez
con más rigor. Para comprobarlo alcanza con recordar lo que fueron las
temperaturas en estas últimas semanas y así darse cuenta que el verano
porteño es mucho más que ese maravilloso tango compuesto por Astor
Piazzolla. Ante esta situación, los médicos previenen sobre los peligros
del golpe de calor y recomiendan beber mucha agua para mantener al
cuerpo bien hidratado. Pero el tema de la sed y el agua es una cuestión
de vieja data para los seres humanos y para la gente de la Ciudad. Y la
mejor prueba la otorga una pequeña escultura que, desde 1914, se luce en
una plaza porteña. La obra se conoce como El sediento.
Instalada
en un sector de la Plaza Rodríguez Peña (avenida Callao, entre Paraguay y
Marcelo T. de Alvear), la obra apenas supera el metro de altura. La
imagen: un muchacho agachado y bebiendo el agua que brota de una roca.
Una fuente que lo rodea completa la escena. La escultura, realizada en
valioso mármol de Carrara, es obra de la artista argentina Luisa Isabel
Isella de Motteau, una mujer que nació en Buenos Aires el 21 de octubre
de 1886. Con estudios realizados en la ciudad de Monza (Italia) y en la
Academia Nacional de Bellas Artes de Chile, la escultora desarrolló su
obra a pedido de la entonces Municipalidad de Buenos Aires.
Para
el tiempo en que le encargaron el trabajo, Luisa Isella ya tenía su
prestigio. A tal punto que el mismísimo Carlos Pellegrini la había
recomendado para que le dieran una beca de estudio en París. Isella ya
había ganado varias medallas de oro en distintos concursos y su talento
quedó a la vista con la imagen que logró para El sediento: un cuerpo
desnudo, con perfectas proporciones, en las que el frío mármol dejó
lugar a la perfección de tensos y pulidos músculos. Claro que no todo
fue elogio. Vale recordar que era el principio del siglo XX y exponer el
cuerpo de un joven desnudo en un espacio público generaba reparos en la
gente con mente pequeña, aunque se tratase de una estatua. Pero igual
la obra se instaló en la plaza, aunque sin la presencia de la autora:
estaba en Europa y recién volvería al país en 1919, tras el fin de la
Primera Guerra Mundial.
Desde su llegada a la Argentina, Luisa
Isella se dedicó a la docencia prácticamente hasta el 15 de enero de
1942, cuando murió en San Isidro, el lugar en el que residía. Algunas
otras de sus obras se encuentran en el Museo Nacional de Bellas Artes.
Pero la escultura de El sediento (monumento al que algunos también
denominan Niño de la Fuente) sigue presente dándole arte a ese Boulevard
Callao, como se conocía a la lujosa avenida a principios del siglo
pasado.
La Plaza Rodríguez Peña fue diseñada por el gran
paisajista francés Carlos Thays en 1893 y se inauguró un año más tarde
cuando el intendente era Emilio V. Bunge. Dicen que todavía conserva
mucho de su diseño original. Lleva el nombre de una de las figuras más
importantes de la Revolución de Mayo: Nicolás Rodríguez Peña, el único
prócer al que se le erigió un monumento vecino a la casa paterna en la
que nació. Es que aquella zona, conocida en un tiempo como “la perla de
la Capital”, había sido parte de la quinta de Alonso Rodríguez de la
Peña y Damiana Funes, los padres de Nicolás, un hombre que fue figura en
la lucha contra los invasores ingleses en 1806 y 1807 y también, junto
con Hipólito Vieytes, el impulsor de las reuniones en la famosa
jabonería, que luego derivaron en la Revolución de Mayo de 1810.
Gran
amigo de José de San Martín, Nicolás Rodríguez Peña colaboró en la
formación del Ejército de los Andes. El 23 de mayo de 1910, en vísperas
del primer centenario de la Revolución y en la plaza que lleva su
nombre, se inauguró el monumento de bronce para recordarlo y
homenajearlo. Lo realizó el artista Gustav Heinrich Eberlein, un
escultor, pintor y escritor alemán. Pero esa es otra historia.
Fuente: clarín.com
NUESTRA OPINIÓN
Lo
que es inconcebible es que esta fuente tenga justo adelante el
enorme kiosco de diarios y revistas que se le ha puesto sobre la vereda
de la Av. Callao.
Parece hecho a propósito para impedirle a la gente
que pasa por ahí caminando o en auto disfrutar de esa linda obra de la
escultora argentina Luisa Isabel Isella de Motteau, 1886-1942. El citado kiosco de diarios y revistas debería estar en la vereda de enfrente.
En la misma plaza, pero en la esquina de la Av. Callao y Paraguay, está el imponente monumento al Dr. Bernardo de Irigoyen, realizado en España por el escultor valenciano Mariano Benlliure y Gil,1862-1947, e inaugurado el 28 de diciembre de 1933.
Rodean a la figura de bronce de Irigoyen, fundida a la cera perdida, que se encuentra sobre un pedestal, figuras de mármol que representan a la Fuerza y la Abundancia, el escudo de la Argentina y alegorías de las riqueza agrícola y ganadera del país.
Hoy, ese monumento parece el monumento a la roña y del lado de atrás, se ha convertido en el baño de los cirujas del barrio, en refugio de drogadictos, malvivientes, etc.
Habría que limpiarlo bien, ponerlo en valor con una iluminación adecuada y tomar medidas que desalentaran el resto de los inconvenientes señalados.
P.L.B.