INCREIBLE DESCUBRIMIENTO
EN EL FONDO DEL MAR MEDITERRÁNEO


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         Thonis-Heraclion: ¡la ciudad hundida se perdió hace miles de años en el mar Mediterráneo!

El océano cubre cerca del 71 por ciento de la superficie de la tierra, eso es una gran cantidad de agua. Así que realmente no debería ser una sorpresa que sólo hemos explorado un mísero 5% de este misterioso mundo submarino. Yo, personalmente, le tengo un poco de miedo al buceo en el mar. Pero, afortunadamente, hay personas que dedican su vida a descubrir lo que se esconde debajo de la superficie del mar. A veces encuentran una nueva especie de vida acuática, y otras una bota vieja. Lo que encontró Frank Goddio, fue algo completamente inesperado, encontró los restos de una antigua ciudad perdida en el mar Mediterráneo frente a la costa de Egipto. Increible…

Thonis-Heraclion: ¡la ciudad hundida se perdió hace miles de años en el mar Mediterráneo!
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     Thonis-Heraclion fue fundada en el siglo octavo antes de Cristo, como una ciudad portuaria de Egipto.
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     La ciudad se perdió en el mar en el siglo octavo AD debido a desastres naturales.
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      Junto con la ciudad perdida, se encontraron muchos artefactos y tesoros …
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      ¡Esta estatua de un faraón es enorme!
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      Recuperar los artefactos del fondo del mar no fue una tarea fácil.
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           ¡Esta es la primera vez que sale del agua en cerca de 1200 años!


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          ¿Qué nos pueden enseñar estas antiguas reliquias sobre nuestra historia?

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      ¡Éste es un descubrimiento realmente extraordinario!

Uno sólo puede imaginar lo que Frank Goddio y su equipo habran sentido cuando hicieron este descubrimiento. Y esto plantea la pregunta … ¿qué más habrá escondido en las profundidades del océano?


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Fuente: lindito.com

UNA BELLA CAPILLA INGLESA Y PORTEÑA

Secreta Buenos Aires.
Es la del Cementerio Británico de Chacarita, diseñada en 1930 por el mismo arquitecto que trabajó en la estación Retiro.

La capilla del Cementerio Británico, muy en línea con las de la colectividad galesa que fueron levantadas en la Patagonia con la inmigración del siglo XIX. (Rubén Digilio)
La capilla del Cementerio Británico, muy en línea con las de la colectividad galesa que fueron levantadas en la Patagonia con la inmigración del siglo XIX. (Rubén Digilio)

Eduardo Parise

Entre 1865 y 1925 los galeses que se instalaron en el valle del río Chubut construyeron 34 capillas destinadas a los aspectos religiosos de la comunidad. Hoy sólo quedan 16 y es común verlas en lugares tradicionales como Gaiman o Dolavon, por nombrar algunas. Claro que aquel fervor religioso no fue solo propiedad de esos inmigrantes y de esa región de la Patagonia. Buenos Aires también tiene capillas que se relacionan con las tradiciones protestantes. Y un símbolo de eso puede ser la capilla del Cementerio Británico, una construcción que, por el decreto 525 del 21 de abril de 2010, fue declarada Monumento Histórico Nacional.
Después de haber estado en distintos lugares de la Ciudad –junto a la iglesia del Socorro y luego bajo lo que hoy es la plaza 1° de Mayo–, el Cementerio Británico fue ubicado en la zona de Chacarita, como parte de las 97 hectáreas del gran Cementerio del Oeste. El diseño, realizado en 1930, estuvo a cargo del estudio encabezado por los arquitectos británicos Eustace Lauriston Conder, Sidney George Follett y Frances Farmer, aquellos que habían desarrollado y realizado la gran estación de Retiro, inaugurada en 1915. Pero fue Follett quien en 1942 realizó la capilla.
Sidney George Follett (Londres 1883-Buenos Aires 1968) había llegado a la Argentina en 1911 luego de ser seleccionado entre 120 arquitectos para participar justamente en el proyecto de la estación Retiro. Sus antecedentes de joven brillante fueron decisivos. Así se incorporó al estudio de Conder. Y con los años se convirtió en el arquitecto más representativo de las construcciones de las empresas británicas en el país. La clave maestra: la gran minuciosidad que ponía en sus obras.
Esa minuciosidad está presente en la capilla ubicada a metros de la entrada del Cementerio Británico, pórtico que también diseñó Follett. Realizada en ladrillos colocados con una impecable precisión, la obra tiene un cuerpo central compacto que muestra su robustez. Adentro, el techo revestido con madera (creen que utilizó roble) es parte de la sobriedad, sólo interrumpida por dieciséis sillas y dos bancos de vieja data, igual que las puertas del frente y las laterales. El altar, de mármol, tiene como única referencia un pequeño crucifijo de madera. Y en las paredes laterales cuatro grandes ventanales y otros dos más pequeños aportan luminosidad al lugar. Ese ambiente austero, tanto dentro como en la parte exterior, es lo que le otorga su belleza, similar a la de aquellas capillas galesas de la Patagonia.
Con entrada por la avenida Elcano 4568, el Cementerio Británico tiene a la capilla diseñada por Follett como un símbolo. Pero al margen de la importancia de esa construcción, importa también destacar que el lugar es un sitio abierto para que allí reposen los restos de personas de distintos credos. Y entre ellas, algunas personalidades que dejaron su huella en el pasado del país. En esa lista se puede mencionar al coronel Juan Bautista Thorne, figura de distintas batallas, incluida la heroica gesta de 1845, en la Vuelta de Obligado. También allí reposan los restos del famoso clown Frank Brown y los de las maestras Sara Eccleston, Jennie Howard, Minnie Amstrong de Ridley y Francis Bessler, aquellas docentes estadounidenses que llegaron a la Argentina a fines del siglo XIX, a instancias de Domingo Faustino Sarmiento.
Una mención especial merece otra ciudadana ilustre, cuyos restos también están allí. Se trata de Cecilia Grierson. Nacida en Buenos Aires el 22 de noviembre de 1859, Grierson era hija de colonos de origen irlandés y escocés. En su adolescencia trabajó como maestra rural. Sin embargo, su figura se destaca porque en julio de 1889 se graduó como médica en la Universidad de Buenos Aires. Fue la primera mujer de nuestro país en lograr ese título y hasta participó en la fundación de la Asociación Médica Argentina. Pero esa es otra historia.



Fuente: clarin.com

OBJETOS COTIDIANOS PREVIOS A COLÓN

En El Salvador descubren elementos y ofrendas prehispánicas



El hallazgo de fragmentos de objetos de cerámica, de parte de un utensilio de piedra, de un campo de cultivo, de una sepultura de un campesino y de sus ofrendas parecen ser claves para reconstruir cómo pudo ser la vida cotidiana en Nuevo Lourdes, centro de El Salvador, mucho antes de la llegada de Cristóbal Colón al continente.
"Muchas investigaciones realizadas en la región mesoamericana han descubierto principalmente centros ceremoniales. Pero esta vez, en Nuevo Lourdes, se ha hallado una especie de vivienda o de campo de cultivo relacionado con la vida cotidiana, la gente, punto que se ha investigado mucho", informó a la agencia EFE el director de Arqueología de la Dirección de Patrimonio Cultural de la Secretaría de Cultura de El Salvador, Shione Shibata.
Desde los primeros hallazgos, ocurridos en 2013, cuando un grupo de obreros de una empresa constructora descubrieron indicios arqueológicos en Nuevo Lourdes, ya se han recolectado más de 350 bolsas con materiales diversos que serán estudiados por arqueólogos.
Entre esos hallazgos se encuentran vasijas y cuencos de cerámica, mazos de piedra para moler maíz y dos cuentas de jade. Según explicó Shibata, esos hallazgos datan del período clásico tardío, entre 650 a 950 años después de Cristo.
"En este caso de Lourdes se encontraron diversas osamentas, diversas formas de objetos y también de cultivo con lo que podemos reconstruir la vida cotidiana de aquel entonces", añadió el funcionario en declaraciones a la agencia EFE.
Hugo Díaz, otro de los arqueólogos que participan de los estudios de la región, no descartó que podrían tratarse de indicios de la cultura maya, ya que esa etnia habitó partes de México, Belice, Guatemala, Honduras y El Salvador..



Fuente: lanacion.com

HABRÍAN ENCONTRADO EL ATAÚD DE CERVANTES
EN UNA CRIPTA EN MADRID

Estaba en el convento de las Trinitarias Descalzas, con las iniciales M C; faltan varios estudios para confirmarlo
Miguel de Cervantes
Miguel de Cervantes.



Varias tachuelas forman las letras M C y despiertan la ilusión de que signifiquen Miguel de Cervantes, el gran escritor español, en cuyo ataúd fue depositado el 23 de abril de 1616 en la cripta del convento de las Trinitarias Descalzas, en el centro histórico de Madrid. Los investigadores, según informa en su última edición el diario El País, están prácticamente persuadidos de que en su interior se hallan los restos del autor del Quijote de la Macha.
El hallazgo del ataúd sucedió anteayer al mediodía. El equipo que busca los restos del autor, liderado por Francisco Exeberría, es cauto, pero fuentes vinculadas con los investigadores prácticamente dan por hecho que se trata del Príncipe de las Letras.
La investigación para encontrar los restos de Miguel de Cervantes comenzó en junio último por el impulso del Ayuntamiento de Madrid. La coincidencia con los 400 años de la publicación de la segunda parte de la novela del Quijote, en 1615, y la atracción turística que podría generar han sido claves para que las autoridades madrileñas respaldaran las investigaciones.
Se sabe que Miguel de Cervantes murió a pocos pasos de la sencilla casa en la que el gran escritor pasó sus últimos días. También eran conocidos sus vínculos con los monjes trinitarios, uno de los cuales intervino en 1579 para rescatarlo de los corsarios que lo tuvieron preso en Argel durante cinco años, que le permitieron lograr un permiso especial para ser enterrado en el templo de esa orden, en Madrid.
Según ha trascendido al diario El País, el ataúd con las iniciales M C está carcomido por la humedad y faltan efectuar muchos estudios específicos para confirmar de manera inobjetable que los restos óseos hallados en su interior pertenezcan a Cervantes.
Los investigadores trabajaron en una cripta de diez por seis debajo del altar barroco de la iglesia del convento de las Trinitarias Descalzas, tras casi una década en la que nadie bajaba por la escalinata hasta el subsuelo más que polvoriento.
La "operación Cervantes", como fue bautizada, se cumple en fases. La primera había consistido en una prospección con un georradar en todo el edificio, que permitió detectar 33 posibles sepulturas.
Entre las tareas científicas que se desarrollaron anteayer, se supo que se introdujo una microcámara en el interior de una sepultura y que se detectó dentro de ella material osteológico.
La crónica de El País sobre el momento del hallazgo plantea la euforia que tenía la decena de investigadores que estaban en el interior de la cripta, con la cautela por la necesidad de confirmar con análisis científicos a quién pertenecen esos restos, ya que serían de más de una persona. Se estima que la sepultura hallada contendría restos infantiles y de adultos.
Los próximos pasos de los científicos estarán enfocados en lograr separar las piezas infantiles y de adultos, y luego discriminar la de los mayores por géneros. Aparentemente, habría diferencias anatómicas en los cráneos encontrados que permitirían establecer que pertenecieron a hombres y mujeres.
También se efectuarán estudios de los restos textiles del sudario franciscano con el que posiblemente fue enterrado Cervantes y la madera misma del ataúd cuyas tachuelas M C hacen soñar a los científicos. El genial escritor se había unido a la venerable Orden Tercera poco tiempo antes de su muerte, lo que le habría permitido ser envuelto en un sudario especial.
Miguel de Cervantes murió a los 68 años. Estaba enfermo de diabetes, desdentado y lleno de achaques físicos que le complicaban su tarea de escritor. Había sufrido dos disparos de arcabuz en el pecho u otro proyectil le había dejado atrofiada la mano izquierda, lo que le valió el mote de "el manco de Lepanto". Esas lesiones sucedieron en sus días de soldado en guerra con los otomanos. En 1613 se editó las Novelas ejemplares y en 1615 la segunda parte del Quijote. A 400 años de esa publicación, el enigma de sus restos estaría por resolverse.

Casi 400 años de misterio

Miguel de Cervantes
Escritor
Se estima que el autor del Quijote de la Mancha fue enterrado en la cripta de las Trinitarias el 23 de abril de 1616.


Fuente: lanacion.com

LOLA MORA:
UNA EXPEDICIÓN A SALTA EN BUSCA DE SUS HUELLAS

Fue una de las más importantes escultoras del país y del mundo.En Tala, su pueblo natal, hay un centro cultural y un museo que llevan su nombre. También está la casa donde nació.



Mercedes Pérez Bergliaffa

A veces buscar arte se convierte en toda una expedición: éste es el caso. Investigando las huellas de la importante escultora Lola Mora, esta cronista emprende un viaje al interior profundo de nuestro país: llegar hasta el pueblo de El Tala, en Salta. Y no es tan fácil: primero hay que tomar un avión hasta el aeropuerto de Tucumán, luego atravesar el límite entre Tucumán y Salta, y después hacer unos 60 kilómetros en 4 x 4 por una ruta bastante desértica, en la que de vez en cuando aparecen víboras, vacas paseando y sentándose en la ruta, tranquilas. Aquí, todo hay que tomárselo con calma: los animales, la flora y el clima reinan.
Pero además de naturaleza, El Tala tiene historias ocultas: a 2 kilómetros del centro está uno de los tesoros más preciosos para la historia artística de nuestro país, la casa natal de la talentosa escultora Lola Mora (1866-1936), la finca “El Dátil”, un monumento nacional ubicado en territorio privado. También hay en El Tala un centro cultural que lleva su nombre, El solar de Lola Mora, que es en realidad la casa de la cultura de El Tala. Aunque tiene una sala dedicada a la rica y antigua cultura La Candelaria, no tiene obras de la artista. La única escultura de Lola Mora que se expone en la zona es una lápida descuidada, un sobrerrelieve realizado en piedra como homenaje a Don Facundo Victoriano Zelarrayán, el primer jefe de la estación de trenes de la zona, ubicado en el modesto y polvoriento cementerio del poblado. Dicen que fue la última obra que realizó la artista. Está en el mausoleo de la familia Zelarrayán. Ningún cartel indica que el trabajo pertenece a la famosa escultora. Sólo se sabe por el “de boca en boca”. Esto es injusto: Lola Mora fue una de las escultoras más importantes de nuestro país y del mundo, a fines del siglo XIX-principios del XX. Cuando la artista vivió durante algunos años en Roma gracias a una beca, su perfección en la disciplina –su gran capacidad para realizar retratos escultóricos con rapidez, exactitud y gracia– llamó tanto la atención que hasta el gobierno de Rusia le encargó el monumento al Zar Alejandro y el de Australia el de la Reina Victoria. Los trabajos no se concretaron porque para ello Mora debía cambiar de nacionalidad. Se negó a hacerlo. Existen proyectos, para cambiar la situación de la lápida: lo declara Fabricio Díaz, secretario de Cultura y Turismo de El Tala. “Vamos a construir una cúpula con la intención de cobijar la lápida de Mora”, menciona Díaz, quien comenzó su gestión en 2007. Hace poco, en noviembre del año pasado, la municipalidad de esa localidad también inauguró un gran monumento en honor de la escultora, realizado por la artista local Fabiana Navarro, a manera de respetuoso recordatorio y homenaje.
En nuestro país hay mucha obra suya ubicada en lugares públicos que recorremos diariamente: la Fuente de las Nereidas –en la Costanera Sur, Av. Brasil y la Av. Tristán Achával Rodríguez, Buenos Aires– que en su momento desató todo un escándalo por la inclusión de desnudos femeninos sensuales en el grupo escultórico (no era eso lo que se esperaba que una mujer artista creara en la época, el placer y el erotismo le estaban vedados); los relieves de la Casita de Tucumán; el Monumento a la Bandera en Rosario, Santa Fe; las Alegorías cuyas réplicas fueron emplazadas el año pasado frente el Congreso de la Nación, representando La Libertad, La Justicia, La Paz, El Comercio y Los Leones. Realizadas en 1906 dentro del propio Congreso –donde la artista instaló su vivienda y taller por unos meses–, en 1912, junto con las alegorías ya terminadas y emplazadas, sobrevino el cambio político y de “gusto”: las esculturas fueron declaradas “mamarrachos”, retiradas del Congreso, llevadas a Jujuy. Allí se encuentran hoy en día las alegorías originales, emplazadas frente a la Casa de Gobierno, mientras que sus calcos fueron encargados y emplazados en su lugar de origen –el Congreso Nacional– hace poco, en 2013.
Dueña de una vida atípica para su época, talentosa y sobre todo libre, Mora fue una mujer considerada a veces, en nuestro país, excéntrica. Digámoslo: en esos momentos no abundaban las mujeres escultoras que vestían pantalones, y menos aún, las que realizaban grandes monumentos en piedra. Su propia biografía está aún hoy en día surcada de enigmas: se dice que fue amante del ex presidente Julio Roca. También se cuenta que era bisexual. Con más de 40 años se casó con Luis Hernández Otero (1908-1909), 17 años menor que ella, hijo del gobernador de Entre Ríos. Pero sobre todo, lo más innovador en esta mujer, es que diseñó su vida llevando adelante sus propias decisiones, apartándose de lo que se esperaba que una mujer de nuestro país hiciera a fines del siglo XIX y principios del XX: Lola Mora no pensaba que casarse debía ser una primacía, ni quería ser la mantenida de un señor. Pensaba en llevar adelante sus ideas, desarrollar sus obras. Y estas no eran fáciles de ejecutar: primero inmensos monumentos y más tarde invirtió toda su energía y dinero en obtener petróleo en Salta. Alrededor de 1920, instalada en una finca en Rosario de la Frontera, construyó hornos y realizó excavaciones de los que hoy sólo quedan ruinas invadidas de yuyos, al igual que de su casa, abandonada, olvidada, destruida.
Entre 1932-33, la escultora vuelve –enferma, arruinada– a Buenos Aires, donde vivió con sus sobrinas, que la cuidaron hasta su muerte en 1936. Su figura –bastante abandonada–, hace que nadie recuerde que el 17 de noviembre –el día de su nacimiento– se celebra el Día Nacional del Escultor y de las Artes Plásticas como homenaje a ella.


Fuente: clarin.com

SU BUENOS AIRES QUERIDO

Porteños.
En la obra de Claudio Larrea, los edificios “reemplazan el cuerpo del ser amado”. Buscó equilibrios, simetrías, “con ojos de enamorado”.

Bicicleta. Larrea la usó para crear. Expone en el Centro Cultural Recoleta/ Diego Waldmann
Bicicleta. Larrea la usó para crear. Expone en el Centro Cultural Recoleta/ Diego Waldmann

Hernán Firpo


¿Qué ciudad nos gusta más? ¿La del Obelisco o la Buenos Aires integrada de las redes sociales? ¿La del farolito de la calle en que nací o la de tu smartphone? ¿Ciudad porteña de mi único querer o un pasaporte de la comunidad europea?
Claudio Larrea agarró su bicicleta y sacó fotos de su propia porteñitud. Gatilló como loco.
“La fotografía digital es una droga”, dice.
Ahora, en este preciso momento, esas imágenes se están exponiendo en el Centro Cultural Recoleta. Claudio viaja y viene en bicicleta y dirige su ojo altamente refinado hacia objetivos de una metrópoli imposible de exportar. Su Buenos Aires querido, dice, también podría haber sido reflejado por Stanley Kubrick.
“No, no fijate bien, Hernán: la bicicleta sí está en la obra. Observá las circularidades retratadas y la búsqueda de equilibrio. La simetría es algo que particularmente me serena. Es como el mar: me tranquiliza, me hace sentir bien ecualizado”.
Es muy probable que Larrea haya pedaleado por la calle Larrea. Anduvo miles de kilómetros. Se había ido en el sintomático 2001 y volvió casi diez años después. Cruzó la aldea infinidad de veces y nunca se detuvo en ninguna hipervisibilidad.  Sacó alrededor de 5.000 fotos y descartó la mayoría. En su Buenos Aires secreta hay una cúpula que parece arrancada de un dibujo de Escher. Lo que dice de Kubrick viene a cuento de una distancia ascética, fugitiva. Si las perspectivas siempre dan un poco de vértigo, la simple fotografía del hall de un edificio cualquiera puede ser la antesala del infierno.
“Cuando regresé, Buenos Aires se había vuelto espantosa. Era un pop latino mal, un maxikiosco pintado con colores saturados. Yo venía de Barcelona donde la paleta de colores era más tranquila (…) Me había ido prediluviano, tras el microondas de la crisis. La sensación de regreso fue la saturación total. Esa Buenos Aires también fue retratada y el conjunto está desfigurado. Pero yo quería estar acá y entonces preferí verla con ojos de enamorado. Para no quejarme decidí empezar de nuevo y de manera más equilibrada. A mí me interesa la ciudad del orden, la de los materiales nobles, la ciudad de los artesanos que quedó como vestigio de una época de calidad”.
¿Cerrar un círculo es llegar a una meta? “Creo que la bicicleta debería formar parte de lo cotidiano, con toda la responsabilidad que eso significa. La bici no debe ser una buena posibilidad para pasar los semáforos en rojo. En Barcelona son más exigentes: hay que usar casco y no se puede andar con auriculares. Yo uso bicicleta desde los ‘80. Mi bici hindú, copia de una inglesa, una de esas bicis de paseo y con portaequipaje trasero”.
Claudio fue, volvió, probó con una Buenos Aires, no le gustó, probó con otra y terminó transformando su capital en la gigantografía de Alphaville, la película de Godard. Una sociedad del orden a la vez vanguardista y accesible. Quizás impúdicamente limpia, libre de humo y de vida humana. Tersa, frozen, escandinava.
“Hay épocas de Buenos Aires en que si mirás bien, la luz es lo más importante. La sutileza es algo que se adquiere con el tiempo”, dice. “De pronto lográs sintonizar más sutilmente y te sentís sensible”.
¿Y  dónde fue la gente?
No hay gente en mi Buenos Aires fotográfica porque considero que los edificios reemplazan el cuerpo del ser amado. Los recortes, es más, creo que son parte de ese cuerpo del ser amado.
Explicalo para principiantes.
Una medianera cualquiera pueden ser los hombros. No es que se trate de un cuerpo descuartizado: es reubicar el cuerpo del ser amado en los edificos de la ciudad.
Dijo David Byrne:
El día en que la mujer se suba a la bicicleta, el hombre la va a seguir.
El mismo Larrea acepta que las imágenes de su relevamiento urbano tienen algo del sello de ese guardián talentoso llamado Horacio Coppola: fotógrafo, argentino, discípulo de la Bauhaus.
Aclaración: si van a ver su Buenos Aires es necesario sí o sí, definitivamente, que se olviden de los conceptos patrimoniales del relato. Dicen que Larrea es un nostálgico irredento. Dicen que su trabajo es el espejo menos pensado de la ciudad autónoma y que su intención estética está bien lejos de lo decorativo. Veintiocho fotografías. Muchas en blanco y negro.
¿La obra de un misántropo?


Fuente: clarin.com

¿DEJÓ MIGUEL ÁNGEL
MENSAJES OCULTOS EN LA CAPILLA SIXTINA?

Investigación
Son varios los textos que indican que el artista italiano tuvo, en sus pinturas, una intención más allá de la estética.

Dios y la ciencia. El artista habría representado un cerebro en su gran obra de la Capilla Sixtina.
Dios y la ciencia. El artista habría representado un cerebro en su gran obra de la Capilla Sixtina.


¿Dejó Miguel Angel Buonarroti mensajes ocultos en los frescos con los que decoró la Capilla Sixtina a principios del siglo XV? ¿Se trató de una reacción del genio renacentista contra el inmenso poder que la Iglesia Católica tenía en su tiempo? ¿Intentó, tal vez, señalar al hombre como ser superior a la divinidad o a la ciencia como doctrina superior a la religión?¿Qué fue lo que trató de decirnos desde su arte? Estas son algunas de las cuestiones que el restaurador Silvio Goren trata de dilucidar en su libro Los mensajes ocultos de Miguel Ángel en el Vaticano (Editorial Autores de Argentina).
Y Goren –que entre otras cosas fue profesor de la Licenciatura en Conservación y Restauración de Bienes Culturales del Instituto Universitario Nacional del Arte– no es el único. Son varios los textos que avalan la idea de que Miguel Angel pintó en la Capilla Sixtina mucho más de lo que se puede contemplar a simple vista. Las teorías son diversas pero no contradictorias. “Miguel Angel pintó la Capilla Sixtina en el Siglo XVI, una época en que tanto la religión como la ciencia creían tener la verdad absoluta”, afirma Goren. Y desliza la idea de que quizás lo que el artista trató de decir fue que ambas, religión y ciencia, eran parte de la misma cosa: ¿El cerebro humano?
En la parte central del techo de la Capilla Sixtina, Miguel Angel pintó nueve escenas que narran el libro del Génesis. De ellas, la más conocida es La creación de Adán. La escena representa el momento exacto en que, según la tradición judeocristiana, Dios le dio vida al primer hombre.
A primera vista, Dios y Adán son los únicos personajes pero, según Goren –que se apoya en la teoría que Frank Lynn Meshberger publicó en los años 90 en el Diario de la Asociación Médica Norteamericana– hay algo oculto en la imagen: el manto que encierra la figura de Dios representa casi de forma exacta un cerebro humano, con arterias, glándulas y nervios ópticos, visto en su corte lateral.
Mientras para Meshberger esto significaría que Miguel Angel quiso indicar que Dios dotó a Adán no sólo con la vida, sino con la inteligencia, Goren suscribe esta teoría y aporta un dato. Afirma que en la figura se ve, además, un ángel triste, “la única expresión de tristeza que aparece en toda la bóveda”, afirma, “y está situado justo en la zona del cerebro que se activa cuando alguien tiene un pensamiento triste”.
¿Cómo Miguel Angel conocía tan bien la anatomía y estructura del cerebro? Biógrafos del artista, entre ellos Giorgio Vasari, hablaron de la pasión del artista por el estudio de la anatomía y de cómo, siguiendo esa inquietud, diseccionaba cadáveres a los 17 años, algo que tenía que hacer en secreto porque era una práctica condenada por la Iglesia Católica. Goren sostiene, además, que pudo haber adquirido muchos de sus conocimientos durante sus contactos con Leonardo Da Vinci.
Otra de las hipótesis que circularon es la que los expertos en neurocirugía Ian Suk y Rafael Tamargo publicaron en la revista Neurosurgery y que alude a otra de las escenas: La separación de la luz y la oscuridad. En el cuello de Dios habría una precisa representación de una médula espinal y un tallo cerebral humano. “Tal vez el artista hacía referencia a la capacidad de la ciencia de estar a la par de la religión, o incluso por encima”, fue la conclusión de los neurocirujanos. “¿Mística y espiritualidad o crítica y descreimiento? ¿Homenaje o sacrilegio?
Hay más. En la pared del altar está la escena de El juicio final. En ella, Miguel Angel pintó a todos los personajes desnudos, lo que le costó una campaña de la Iglesia para que los frescos se eliminaran –cosa que no pasó– y que lo acusaran de hereje. Todo se solucionó pintando unos “paños de la pureza”, que taparon los desnudos de los personajes y que fueron realizados por un discípulo de Miguel Angel. Estudios recientes que afirman que la intención del artista era hacer una crítica contra la doble moral de la época.
Y más. Son muchos más los mensajes que parece que dejó Miguel Angel en la Capilla Sixtina, que pareciera ser un mapa de anatomía humana y que, a simple vista no se ven.
O quizás habría que preguntarle al mismo Miguel Angel cuál fue el verdadero propósito de sus pinturas. Hipótesis, caben todas.


Fuente: clarin.com