El famoso artista chino Cai Guo-Qiang expone en Buenos Aires sus sorprendentes creaciones con fuego.
El famoso artista chino Cai Guo-Qiang frente al lienzo cubierto de flores de cerámica y regado con pólvora Foto: LA NACIÓN / Marcelo Gómez |
Cai trabaja con asistentes que traducen del chino al inglés y al castellano Foto: LA NACIÓN / Marcelo Gómez |
Será él quien ubique los objetos sobre el lienzo, para luego quemar pólvora sobre ellos y dejar su silueta marcada en la tela Foto: LA NACIÓN / Marcelo Gómez |
Los voluntarios deberán alcanzarle ramos con flores en distintos grados de floración, con los que creará una enredadera. Foto: LA NACIÓN / Marcelo Gómez |
Cai arroja pólvora sobre las flores Foto: LA NACIÓN / Marcelo Gómez |
"La muestra se llama Impromptu, que significa improvisación, estar conectado con el momento Foto: LA NACIÓN / Marcelo Gómez |
Decenas estudiantes argentinos participaron en el armado del lienzo y miran espectantes a Cai que lo prende fuego Foto: LA NACIÓN / Marcelo Gómez |
Las flores y su "sombra" marcada a fuego, una de las obras que Cai presentará a partir del 13 de diciembre y durante todo el verano en la Fundación Proa Foto: LA NACIÓN / Marcelo Gómez |
"¡Paren!", gritan las asistentes de Cai Guo-Qiang. El
hombre alto, flaco y canoso, con corte estilo mohicano, se acerca con
los brazos en alto y dice algo en chino a decenas de estudiantes
argentinos que han comenzado a colocar quinientas flores y mil hojas de
cerámica sobre un gran lienzo blanco, en este gigantesco galpón de La
Boca.
Las asistentes traducen, en inglés y castellano: será él
quien ubique los objetos sobre el lienzo, para luego quemar pólvora
sobre ellos y dejar su silueta marcada en la tela. Los voluntarios
deberán alcanzarle ramos con flores en distintos grados de floración,
con los que creará una enredadera. Las flores y su "sombra" marcada a
fuego integrarán una de las obras que, por primera vez en la Argentina,
presentará este artista a partir del 13 de diciembre y durante todo el
verano en la Fundación Proa (Pedro de Mendoza 1929).
La variedad
es un valor central en el trabajo de Cai, nacido en China en 1957, que
vivió en Japón y conquistó el mundo con el trabajo que realiza en Nueva
York. Es reconocido, sobre todo, por haber logrado unir polaridades: la
tradición con lo contemporáneo, Oriente con Occidente, la sutileza con
el trabajo a gran escala, lo físico con lo metafísico, la ciencia con el
arte, la destrucción con la creación, la belleza de una imagen con su
significado profundo.
"La muestra se llama Impromptu, que
significa improvisación, estar conectado con el momento. Es algo que
relaciono con la cultura argentina; en el tango también hay mucha
improvisación", dijo Cai ayer a LA NACIÓN, al dar inicio a una semana de
producción in situ.
Desde hoy, ante las cámaras de
televisión, realizará con pólvora paisajes inspirados en su reciente
visita a Misiones y a Salta, así como retratos de bailarines de milonga.
El ritmo del 2x4 inspirará a su vez la obra más esperada: el "proyecto
de explosión" que iluminará la estructura del puente transbordador la
noche del 24 de enero.
Habrá que ir dispuesto a experimentar algo
nunca visto. Pese a su aspecto sereno y su tono dulce al hablar, Cai es
un hombre que siempre busca cruzar los límites. No duda, por ejemplo, en
romper el piso de un museo para crear una laguna artificial y llenarla
con tinta.
Tomar riesgos, una filosofía
"Éste es el día más
riesgoso", anuncia Mariluz, una de las asistentes del artista, junto a
las mechas que esperan ser encendidas. Explica que su jefe está por
hacer algo que jamás hizo antes. "No sabemos qué va a ocurrir, es
totalmente impredecible", aporta su compañera, Chinyan, mientras sonríe y
se encoge de hombros.
Los cincuenta voluntarios de la Universidad
Nacional de las Artes (UNA) y los alumnos del Instituto de Avellaneda
que crearon las flores de cerámica escuchan en silencio absoluto. Y
observan con temor a un bombero que acerca varios matafuegos.
Los
habitantes de los países donde realiza sus exposiciones siempre son
convocados por Cai, quien considera al público una energía que completa
sus obras. Heredero de la tradición confuciana, procura practicar la
tolerancia y que nadie quede excluido.
Ésta es su tercera visita a
la Argentina en un año: después de haber dialogado con bailarines de
tango y músicos en viajes anteriores, se entusiasmó en Misiones con las
figuras de animales que los guaraníes realizan con maderas quemadas y
colaboró en Salta con un grupo de collas que pintaban una tumba.
El
legado de sus antepasados, que creían en el poder de las cosas
invisibles, está muy presente en sus obras. En ellas puede evocar tanto
el Feng Shui y la medicina China como la cosmología taoísta o la
filosofía budista. Para simbolizar la humanidad suele apelar a animales;
los más salvajes y agresivos -tigres, leones, lobos y cocodrilos-
ganaron protagonismo desde el 11 de septiembre de 2001.
En 2006
creó en Berlín una instalación en la cual una manada de lobos choca
contra una pared de vidrio, de la misma altura del Muro de Berlín, para
volver a intentar cruzarla una y otra vez sin sentido. Siete años más
tarde hizo en Australia Herencia, una laguna de la que bebían depredadores y presas en armoniosa convivencia. Y hace unos meses presentó en Shanghai La novena ola,
un Arca de Noé con animales enfermos de todas las especies y una
bandera blanca ondeando en el mástil, en clara alusión a la crisis
ecológica que enfrenta el planeta.
Sabiduría oriental
Cuando
era chico, Cai solía mirar cómo su padre pintaba paisajes en pequeñas
cajas de fósforos. Sentado sobre sus piernas, aprendió que "un espacio
pequeño puede abarcar todos los rincones de la tierra". Esa mirada
universal le valió el León de Oro en la 48» Bienal de Venecia (1999),
entre otros importantes premios, y su nombramiento como director de los
efectos visuales y especiales de las ceremonias de apertura y clausura
de las Olimpíadas de Pekín en 2008.
Finalmente, en el galpón de La
Boca, las mechas se encienden. El fuego comienza a arder hasta que se
apaga, sin grandes estridencias. Los voluntarios separan del lienzo las
flores quemadas. Entonces Cai descubre que algo falló: hay que volver a
repetir la experiencia porque no se distinguen en la tela las campanitas
de la enredadera. Una planta que ha visto en muchos lugares de Buenos
Aires y que, según él, simboliza "el crecimiento natural, orgánico, sin
forma fija y muy vital".
Sentado, impasible frente al resultado
fallido, el artista demuestra su sabiduría oriental. Antes de volver a
empezar, recuerda entusiasmado cómo fue el "viaje mágico" que realizó
este fin de semana por el norte argentino.
"Pensé que ya sabía lo
que iba a encontrar -cuenta-, que iba a ver las Cataratas desde una
perspectiva humana, como en una postal. No esperaba verlas desde la
perspectiva de un pájaro, que es la que llevaré a mis dibujos."
En
Salta, en cambio, se identificó con los cactus. "Fue un fenómeno
extraño ver cómo absorbían la humedad en un terreno tan árido, bajo un
cielo en el que la luz del sol convivía con nubes espesas, como una
bruma. La luz y la oscuridad en equilibrio. Como en mis obras."
Un perfil muy singular
- Cai Guo-Qiang
- Profesión: artista
- Edad: 56 años
- Origen: Quanzhou, China
- Estudió escenografía en el Teatro de Shanghai
- Entre 1986 y 1995 vivió en Japón, donde comenzó a trabajar con pólvora, una investigación que lo llevaría a experimentar con explosivos en gran escala
- Su obra incluye dibujo, instalación y performance
- Obtuvo el León de Oro en la Bienal de Venecia (1999), donde curó en 2005 el primer pabellón nacional de China. En 2008 dirigió los efectos especiales de las ceremonias de los Juegos Olímpicos en Pekín
- Reside en Nueva York y exhibe en todo el mundo.
Fuente: lanacion.com