Pasado, presente y futuro
A
fines de 2013 recibió el Premio a la Trayectoria en Artes Visuales,
máximo galardón del Fondo Nacional de las Artes. En diálogo con adn, con su estilo provocador y despiadado, pasa revista a su vida y a sus múltiples puntos de contacto con la creación
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1990
Presentimientos científicos, una de las historietas realizadas con
Sebastián Gordín en 1989 y exhibidas el año pasado en la galería Nora
Fisch |
Por Mercedes Urquiza / Para LA NACIÓN
Cuando 2013 estaba tocando su fin,
Roberto Jacoby recibió el Premio a la Trayectoria en Artes Visuales que
entrega el Fondo Nacional de las Artes, probablemente el galardón más
legitimador que puede recibir un artista argentino, algo así como el
pase de entrada al Olimpo de los grandes creadores de nuestra historia.
Sociólogo, periodista, despiadado crítico de teatro, letrista de rock,
artista de la agitación y la amistad, chamán de la vanguardia, Jacoby
estuvo "en todas": el Di Tella, la redacción del diario La Opinión,
Tucumán Arde, el grupo de rock Virus, el Centro Cultural Rojas en los
años 90, el Proyecto Venus, la revista Ramona, fue invitado a la Bienal
de San Pablo, homenajeado con una retrospectiva en el Reina Sofía de
Madrid.
Eterno "gurú" de los artistas y curadores de la escena
under y, a la vez, admirado por poderosos referentes del establishment,
Jacoby es un excelente conversador. Actividad que, como tantas otras
cosas, es capaz de transformar en arte.
-Un premio a la trayectoria. ¿Cómo ha sido esa trayectoria?
-Creo que la mía ha sido una "trayectoria browniana",
azarosa, imprevisible, no lineal. Salto de una actividad a otra, de un
tipo de ideas a otras, de una materia a otra materia. Aunque ahora hace
un tiempo que estoy haciendo cosas conocidas.
-Comencemos con su relación con el periodismo.
-Arranqué en la revista Gente, que dirigía
Chiche Gelblung, un lugar espantoso. Me fui de ese sitio inhumano y me
llamó Carlos Ulanovsky para ir a La Opinión como crítico de teatro. Yo
no era crítico pero sí buen espectador y había visto muchas obras de
vanguardia porque era el movimiento en el que yo participaba. De manera
que me dediqué a martirizar a los actores y directores de una forma por
la que creo que todavía me deben odiar. En ese momento yo me comportaba
como muchos de los periodistas jóvenes que abundan hoy. Yo los odio
porque fui como ellos y ahora me doy cuenta de qué horrible es ser así:
ser ignorante, muy agresivo, destructivo y sentirse con poder. Pero
aprendí mucho trabajando en La Opinión. Había un ambiente que no se
puede comparar con nada: el jefe era Juan Gelman, después fue Tomás Eloy
Martínez, mi subjefe era Kive Staiff, también estaba Osvaldo Soriano.
Era el Olimpo total. Venían escritores todo el tiempo, cuando llegaba
Cortázar a la Argentina venía a la redacción a charlar.
-Antes de eso, en los años 60, usted fue parte de la
fiesta del Instituto Di Tella, pero luego vivió la "resaca", que es
algo de lo que no se habla tanto.
-Yo dejé el arte a fines de la década del 60, como
muchos artistas vinculados al Di Tella: Pablo Suárez, Luis Carboni,
Margarita Paksa. Muchos se fueron del país, se dedicaron a la moda, al
teatro, como Alfredo Arias, Delia Cancela, Dalila Puzzovio, Rubén
Santantonín.. Toda esa vanguardia se dedicó a otra cosa. Y yo volví a
Sociología, que era la carrera que había dejado por el arte. Me puse a
estudiar y sobre todo a investigar, inspirado un poco por mi experiencia
en Tucumán Arde, que fue un trabajo colectivo donde aparecía el arte
vinculado a la investigación social, a la toma de una posición política,
a la alianza entre los trabajadores, los estudiantes y los artistas.
-En los años 80, el rock se convierte en el lenguaje que mejor expresa la transición entre dictadura y democracia.¿Cómo se inserta usted en esa escena?
-Los finales de los años 70 eran una catástrofe, la
cultura seguía pero muy subterránea, todo era casi clandestino. Los
Redonditos tocaban para 50 personas, Charly también, era una cosa
increíble. Federico Moura ya estaba tocando con Virus, pero no le
convencían las letras, así que empezamos a verlas juntos y él se llevó
unas cosas mías para leer y les puso música. De toda aquella
experiencia, mucho tiempo después, reflexionando, encontré un concepto
que es la "estrategia de la alegría", que va desde la época de la
dictadura hasta muchísimos años después: cosas en relación al HIV, al
arte de los años 90 en el Rojas, las fiestas de Eros, etc. Cosas como
fiestas, encuentros, modas, que yo promoví y que eran vistas como
frívolas. Es que a mí se me ve como el frívolo o como el terrorista. No
tengo nada en el medio.
-¿Y eso le molesta?
-Me encanta. Además no tengo otra posibilidad, no tengo más remedio que ser yo, no puedo ser otro.
-Volvamos al concepto de "estrategia de la alegría".
-"Estamos cansados de escuchar música sentados, correr,
saltar, cantar por todo lados" creo que decía la canción y tenía que
ver con el cuerpo, con el uso del cuerpo, en la relación con el cuerpo
del otro. Encontré la idea escribiendo sobre aquella época. La idea de
que al salir de la dictadura había un duelo que procesar, muy largo, y
que duró hasta ahora; yo creo que se cerró finalmente el día en que
Néstor descolgó el cuadro de Videla.
-¿Cómo fue la experiencia en el Reina Sofía, que es uno de los grandes espacios de legitimación del arte hispanoamericano?
-Manolo Borja, del Reina Sofía, le planteó a Ana
Longoni el interés de hacer una muestra conmigo. Le parecía que era
pertinente. Y a mí me pareció un delirio. Empezamos a hacer fiestas para
planear qué íbamos a hacer y surgió la idea de irnos a vivir al Reina
Sofía una banda de veinte artistas, instalados en las salas. Pero luego
la descartamos: no podíamos vivir veinte personas donde está el Guernica
de Picasso. Entonces fuimos bajando a tierra y empezamos a pensar más
en una noción sobre la imposibilidad de mostrar cierto tipo de arte. No
de mostrarlo, sino de demostrar que no se puede mostrar. Y ésa fue la
tesis curatorial.
-En la muestra del Reina Sofía participaron un
montón de artistas, fue una construcción colectiva que luego repitió en
la Bienal de San Pablo. ¿Cómo recuerda esa experiencia brasileña, que
estuvo rodeada de polémicas?
-Fue una idea que se fue desarrollando de una manera
natural y orgánica porque la bienal tenía como tema "arte y política".
Me rechazaron dos proyectos y acabaron aceptando la propuesta de hacer
una unidad básica en la bienal a favor de Dilma, que en ese momento se
postulaba para suceder a Lula. Formamos un grupo de 25 argentinos que
tocaban música. Se hacían discusiones, polémicas y debates con
intelectuales brasileños; había carteles, pins, remeras. El problema fue
que la ley brasileña prohíbe hacer campaña en cualquier lugar, menos en
la televisión y en la radio. No hay carteles, no hay pintadas, está
prohibido; especialmente si es un lugar público. Los curadores de la
bienal no nos defendieron, acabaron denunciándonos y cubriendo todas las
imágenes hasta que pasaron las elecciones. Al final lograron que
saliéramos en la tapa de los diarios. Salimos en la sección Política,
que es lo que todo el mundo lee. Lo nuestro era un juego. Si hacés una
bienal de arte y política, vas a tener que lidiar con eso, nadie te
obliga a elegir ese tema. Pero no tuvieron capacidad de reacción, de
reflexión, ni de ocupar su rol de curadores. Luego comenzaron a
desprestigiarnos en el mundo del arte, acá, en Europa, dijeron que yo
era una persona despreciable. Pero fue una experiencia divertida y
hermosa, así que no me importa, no me importa nada.
adn jacoby
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Obra de la muestra 1968 El culo te abrocho, galería Appetite, 1998.
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Buenos Aires, 1944
Ingresó
en la carrera de Sociología de la UBA en 1964; suspendió los estudios
para dedicarse al arte y los retomó en la década de 1970. Integró el
grupo Arte de los Medios 1966 en el marco del Instituto Di Tella. Formó
parte del Centro de Investigaciones de Ciencias Sociales, tras abandonar
el arte a finales de los años sesenta. Fue letrista del grupo Virus.
Volvió a participar de una muestra colectiva junto con Oscar Bony,
Alejandro Kuropatwa y Pablo Suárez en 1988, en La escena intangible, que
se realizó en el ICI (Instituto de Cultura Iberoamericana). Diseñó y
concretó varios experimentos de redes sociales de artistas como Bola de
Nieve y Proyecto Venus. En 2002 ganó la Beca Guggenheim a la creación
artística y dispuso la totalidad de los fondos para sostener iniciativas
colectivas dentro del Proyecto Venus. Fue el concept manager de la
revista Ramona. En 2010 fue invitado a la 29a Bienal de San Pablo. La
curadora Victoria Noorthoorn lo invitó en 2006 a la Bienal de Pontevedra
y en 2011 a la Bienal de Lyon. Ese mismo año fue homenajeado con una
retrospectiva en el Reina Sofía de Madrid.
Fuente: ADN Cultura La Nación