ANDÁ A VILLA ORTÚZAR A VER SI LLUEVE

El Observatorio Central del Servicio Meteorológico es mucho más que los datos del tiempo.

Instalaciones. Están en Constituyentes, casi Beiró. De allí salen los pronósticos del tiempo, se estudia el clima y se capacita gente de toda la región. / SMN


Por Eduardo Parise

En las últimas semanas, un tema fue central para muchos habitantes del país y, sobre todo, para la gente de Buenos Aires: el calor. Es cierto que esto de la alta temperatura es una vieja costumbre que tiene el verano. Pero la seguidilla de días agobiantes fue tan fuerte que se convirtió en pesadilla. Ante esto muchos buscaron una referencia, una especie de oráculo, que anunciara cuándo llegaría el alivio. Entonces surgió el nombre de un lugar al que recurrir en estos casos: el “observatorio de Villa Ortúzar”.
Instalado desde julio de 1906 en lo que entonces eran terrenos fiscales y parte del Instituto Superior de Agronomía y Veterinaria (que en 1909 se convirtió en la actual Facultad que depende de la UBA), lo más curioso del Observatorio Central de Buenos Aires (ese es su nombre real) es que no está en Villa Ortúzar, sino en Agronomía. La denominación popular se origina en que, en aquellos años de principio del siglo XX, la zona era parte del primero de los barrios. Recién en 1972, los límites iban a cambiar y la Avenida de los Constituyentes iba a quedar afuera de Ortúzar.
La entrada al observatorio (una dependencia del Servicio Meteorológico Nacional – SMN) está en Constituyentes 3454, a unos metros de la Avenida Francisco Beiró. El edificio, rodeado de un amplio parque, es lugar de trabajo para nueve observadores que están en la Estación Meteorológica, más cuatro especialistas del Departamento de Teledetección y Aplicaciones Ambientales, doce especialistas del Departamento de Vigilancia de la Atmósfera y Geofísica y diez docentes del Departamento de Capacitación, las cuatro áreas que conviven en el lugar. Trabajan en turnos rotativos de 24 horas, los 365 adías del año. Y lo hacen de acuerdo con los estándares internacionales de la Organización Meteorológica Mundial (OMM).
Además de las antenas especiales que sobresalen en el edificio central, el lugar tiene equipamientos extraños para quien no está en el tema. Por ejemplo, hay unas casetas con persianas que se llaman “abrigo meteorológico”. Están a un metro y medio del piso (la altura promedio de una persona) y sirven para las mediciones de temperatura. También hay un termohidrógrafo, un aparato que, con un sistema de relojería y una pluma, deja sobre un rodillo especial la tendencia de la temperatura y la humedad. Y para medir la cantidad de lluvia y el ozono están el pluviómetro y el espectofotómetro Dobson, un equipo que desarrolló el físico y meteorólogo británico Gordon Miller Bourne Dobson (1889/1976) en la Universidad de Oxford. Justamente, la unidad para medir el ozono lleva su apellido.
El Departamento de Capacitación tiene un alto valor: la OMM lo reconoce como Centro Regional de Instrucción para América del Sur. Es porque allí se hacen cursos técnicos para observadores meteorológicos y para todo el personal del SMN.
Como se ve, el “observatorio de Villa Ortúzar” es mucho más que los datos del tiempo que, cada día y a toda hora, se conocen a través de los medios de difusión. Y aunque esté afuera de las 130 manzanas que tiene el pequeño y casi desconocido barrio con el que lo identifican, es una dependencia importante para la vida cotidiana. Y quizá su nombre sirva algún día para contar la vida de don Santiago Francisco de Ortúzar, nacido en España en 1822. El hombre murió soltero y le dejó a un sobrino esas tierras donde ya, en 1827, se había radicado un grupo de agricultores alemanes que, a instancias de Bernardino Rivadavia, dieron origen al pueblo de Chorroarín, en homenaje a un reconocido sacerdote. Pero esa es otra historia.

Fuente: clarin.com

LA FERIA DE SAN TELMO YA LLEGA A PLAZA DE MAYO Y SE VENDE CUALQUIER COSA

La calle Defensa está tomada todo el día y ofrecen desde ropa hasta comida. Quejas de vecinos y Comerciantes. Las puestos habilitados de artesanías y antigüedades fueron desbordados por Manteros y estructuras ilegales.

Descontrol. Carlos Calvo y Defensa, ayer por la tarde, como todos los domingos. Son seis cuadras donde la feria se extendió ilegalmente. / FOTOS: MAXI FAILLA


Por Pablo Novillo

Lo que nació en 1970 como una feria temática de antigüedades se convirtió hoy en una especie de zoco árabe donde se vende cualquier cosa. La feria de San Telmo no sólo desborda de turistas cada domingo, también está repleta de puestos truchos o semilegales, al punto tal que ya llega hasta la calle Hipólito Yrigoyen, en la Plaza de Mayo.
En realidad, en la feria conviven distintas situaciones. Por un lado están los puestos históricamente habilitados para vender antigüedades: los de la Plaza Dorrego, la cuadra de Defensa entre San Juan y Cochabamba, los de Humberto Primo entre Defensa y Bolívar y los que se ubican en los pasajes Giuffra y San Lorenzo. Pero con el correr de los años se fueron instalando a lo largo de Defensa distintos manteros que vendían artesanías o manualidades, un poco porque las distintas crisis dejaron a mucha gente sin otro recurso para subsistir, y en parte también porque, sin control estatal, muchos aprovecharon para lucrar en el espacio público.
Esa feria ilegal se fue extendiendo por Defensa hacia Independencia, y luego hasta Belgrano. Y ya no sólo se ubicaron los artesanos o los artistas callejeros, sino gente que vende las mismas mercaderías que se pueden conseguir en comercios. La situación se desbordó tanto que a fines de 2011 la Legislatura aprobó una ley que autorizó la instalación de puestos entre Hipólito Yrigoyen y Chile, pero sólo para artesanos.
El problema es que esa ley nunca se puso en práctica en forma reglamentaria. Ayer, como cualquier otra tarde de domingo, se podía ver de todo.
Ilegal. Manteros sobre la calle Defensa. Trabajan sin ninguna habilitación.

Clarín recorrió la zona y encontró, por ejemplo, que en la esquina de Chile, mientras muchos turistas hacían cola para sacarse una foto con la estatua de Mafalda, un artesano había volcado en la vereda de la esquina decenas de mates a los que les tallaba a pedido los nombres de los clientes. Metros más adelante había puestos de libros usados, CD truchos, camisetas de Messi, remeras de Violetta, ropa y cualquier otra cosa. En la cuadra entre México y Venezuela una persona cocinaba panqueques, otro vendía licuados, y hasta en algún puesto tenían postnet para cobrar con tarjeta de débito.
Los puesteros que antes se tiraban en el piso ahora tienen estructuras de metal de ambos lados de la calle, lo que deja muy poco espacio para caminar. Las esquinas también estaban ocupadas, con lo cual se bloqueaba bastante el tránsito para los autos. ¿Qué hubiera pasado si era necesario que circulara una ambulancia, un patrullero o un autobomba de los bomberos, en caso de algún accidente? Además en varios tramos de Defensa los puesteros colgaron telas tipo media-sombra, con lo cual partes de la feria quedan “bajo techo”.
“La feria le hizo muy bien al barrio en su momento y sigue siendo uno de sus principales atractivos, pero ahora es un desorden. A la noche, cuando se van todos, las calles quedan llenas de basura, y hay gente que orina en las veredas”, se quejó Gustavo Toro, vecino de San Telmo. La suciedad es uno de los peores problemas, porque mucho de los contenedores y cestos para residuos que puso el Gobierno porteño fueron robados o vandalizados, y no los repusieron.
Legal. Puestos reglamentados en Defensa y el pasaje San Lorenzo.

Para los comerciantes es una preocupación. “Nuestro pedido es que el Gobierno porteño ordene el espacio público, que se reglamente la ley y la feria legal se haga como corresponde, en las calles aprobadas y sólo con artesanos o manualistas. Sino se degrada el espacio público y eso nos perjudica a todos, además de la competencia desleal”, aseguró Edio Bassi, secretario de la Asociación de Comerciantes del Casco Histórico.
En el Gobierno porteño aseguran que están buscando ordenar la zona. “Estamos charlando con las cooperativas de puesteros. Es necesario que sólo haya artesanos, y que se ubiquen en las seis cuadras habilitadas, del 0 a 600 de Defensa. Seguimos dialogando”, afirmó Patricio Di Stéfano, subsecretario de Espacio Público de la Ciudad.
El avance de la feria ilegal va de la mano con el crecimiento de la venta callejera, tanto de manteros como de Saladitas, que se dio en los últimos años en toda la Ciudad (ver Las Saladitas...). En San Telmo también se creó otra feria, la que queda sobre la vereda del parque Lezama que da a Martín García, aunque los puestos de este lugar sí tienen permiso para revender cualquier tipo de mercaderías.

Fuente: clarin.com

EL SHOW DEL ARTE POP EN EL MAR

Apertura.Una muestra de espíritu festivo y masivo, como Mar del Plata, fue la elección para inaugurar el Museo de Arte Contemporáneo (MAR)
LOS NEUROTICOS. Edgardo Giménez, Delia Cancela y Marta Minujín posan sobre la obra de 1968 de Giménez.
LOS NEURÓTICOS. Edgardo Giménez, Delia Cancela y Marta Minujín posan sobre la obra de 1968 de Giménez.

Por Ana María Battistozzi

¿Por dónde empezar a explicar el fenómeno de un nuevo museo instalado en el balneario más popular del país que, desde que abrió sus puertas, el 27 de diciembre, hasta el cierre de esta edición, el 8 de enero, ha convocado a 75.000 personas? ¿Por su impactante edificio emplazado frente al mar en un postergado sector de la ciudad? ¿Por la oportuna intervención de Marta Minujín en la explanada de acceso, mezcla de alfajores y estatua de lobo de mar que conjuga todas las representaciones asociadas al recuerdo de unas vacaciones en la ciudad? ¿O por el contenido mismo de la exhibición inaugural que se impuso sintonizar con el espíritu festivo que caracterizó desde siempre al verano marplatense? Junto a cualquier variante que se elija como aproximación, emergerá la noción de espectáculo, que tan bien define todo lo que acontece en La feliz .
Sólo que en este caso coincide con el rasgo dominante y distintivo de los museos en la era actual. Es en la lógica institucional globalizada de los espacios de arte contemporáneo que habría que considerar la irrupción del MAR. Tanto por el rotundo protagonismo que asume su edificio como por la ausencia de una colección que en esta primera ocasión ha sido sustituida por una atractiva exhibición temporaria cuyo tono festivo eligió evocar y espejarse en la cultura que produjo uno de los momentos más auspiciosos y expansivos de la economía argentina del s. XX. 

EL MAR (DIPTICO). De Nicolás García Uriburu. Oleo sobre tela. Dos módulos 70 x 60 cm cada uno.
EL MAR (DÍPTICO). De Nicolás García Uriburu. Óleo sobre tela. Dos módulos 70 x 60 cm cada uno.

Un momento que despunta hacia fines de los 50 cuando Mar del Plata dejó de ser el balneario exclusivo de los Peralta Ramos y los Martínez de Hoz y empezó a ser el de la clase media argentina que encumbró el desarrollismo de los 60, imprimiéndole su sello y su estética. Cuando las colas empezaron a ser el signo de una recién estrenada bonanza, ya fueran a la entrada del restorán Montecatini, de las marisquerías del puerto o para ver a Jorge Shussheim, a Vinicius y Toquinho en La Fusa o a Susana Giménez, Porcel y Olmedo.
Se diría que con la aparición del MAR se abre una nueva perspectiva para la “Feliz” hoy recobrada de la crisis que le infligieron el éxodo hacia los balnearios vecinos y del Uruguay en los 90 y la crisis de 2001. Recuperada de ese trance puede postularse como la única en condiciones de erigirse en un centro cultural de importancia en las adyacencias del mar. “Queremos que el MAR se convierta en un faro de actividad cultural de excelencia, se entusiasmó el presidente del Instituto Cultural Jorge Telerman la noche de la apertura.
En los últimos veinte años los museos se han revelado poderosos motores de desarrollo urbano asociados al turismo. La nave insignia de ese proceso a escala mundial fue el Guggenheim. Desde que Frank Gehry instaló en una de las rías de Bilbao su descalabrado edificio de paredes de titanio, la fortuna de la alicaída ciudad vasca cambió radicalmente. Hay similitud con el proyecto del marplatense: el punto de partida aquí, como allá, fue un edificio de museo sin colección para exhibir.

ROMPECABEZAS. 1968-70, de Jorge de la Vega, acrílico sobre tela, 17 paneles de 100 x 100 cm cada uno.
SIN TÍTULO. 1968, de Josefina Robirosa. Óleo sobre tela, 84 x 95 cm.

Con todo, al parecer no fue éste el modelo que dio origen al proyecto. Según relató Pacho O’Donnell, invitado a la tribuna el día de la inauguración, fue una sugerencia suya al gobernador Scioli que lo instó a dejar alguna “obra que lo trascendiera”. Sólo que su fuente inspiración fue la tradición monárquica francesa, actualizada en el siglo XX por Georges Pompidou y Valéry Giscard D’Estaing con el Centro Pompidou y el arco de La Defénse en París.
La sagaz elección del curador Rodrigo Alonso le permitió entre otras cosas reinstalar en la cresta de la “ola del MAR” a los personajes más populares de ese universo, para muchos caprichoso e indescifrable, que es el arte contemporáneo. Así en la inefable noche de apertura se codearon –no sin recelo– los ex Di Tella, Marta Minujin, Delia Cancela y Nacha Guevara con Moria Casán en vivo como el último aporte de Edgardo Giménez a la estética protagónica de la ocasión.
La selección de Alonso no se limitó a reconstruir la cronología canónica del pop que en el relato tradicional despunta entre 1964 y 1966 y se presenta mayormente asociada al acontecer bullicioso, irreverente y hedonista que monopolizó el Di Tella y propagó Primera Plana. En los tres núcleos que articulan la exhibición se advierten desplazamientos temporales que van más allá de aquellos años y exceden el staff y el espíritu oficial del movimiento en Argentina. 

SIN TITULO. 1968, de Josefina Robirosa. Oleo sobre tela, 84 x 95 cm.
ROMPECABEZAS. 1968-70, de Jorge de la Vega, acrílico sobre tela, 17 paneles de 100 x 100 cm cada uno.

Por caso, en el primer apartado se ha incluido la serie de collages sobre papel que Alberto Greco realizó en 1964 a raíz de la muerte de Kennedy y presentó en Madrid un año antes de su propia muerte junto a Antonio Saura. También, la torta que Alfredo Rodríguez Arias realizó en 2011 como homenaje al clásico recetario de doña Petrona C. de Gandulfo. Y el “Rompecabezas” que Jorge de la Vega montó a su regreso de Estados Unidos en 1968 cuando presentó su “muestra concert” en la galería Carmen Waugh. El “espiritu pop” alcanzó también a los no encuadrados formalmente pero que de un modo u otro participaron de él. Tal el caso de Josefina Robirosa, con su serie de figuras de 1968 inspiradas en las vibraciones solares de un día de playa o Elsa Soibelman, representada aquí por la serie De ayer para hoy con afecto de 1968 que hizo retratos pop del panteón de héroes argentinos. También Luis Wells y ese pariente afín y poco recordado que es Anteo Salvi, Antonio Seguí, Juan Carlos Distéfano y Marie Orensanz.
Pero también y en íntima sintonía con el clima y simpatías del público marplatense el curador rescató los retratos que Martha Peluffo hizo de Nicolino Locche y el “Negro” Guerrero Marthineitz. Su trabajo ha sido especialmente minucioso y creativo en ese sentido.
Desde ya que la constelación de estrellas del pop local que integran Marta Minujin, Juan Stoppani, Pablo Menicucci, Delia Cancela, Pablo Mesejean, Nicolás García Uriburu y Eduardo Costa ocupan un lugar central en el espacio que ordenó de modo espectacular el diseño de Dani Fischer. 

NICOLINO LOCCHE. 1969, de Martha Peluffo. Acrílico sobre tela, 116 x 89 cm.
NICOLINO LOCCHE. 1969, de Martha Peluffo. Acrílico sobre tela, 116 x 89 cm.

Sólo faltan Dalila Puzzovio y Charlie Squirru, al parecer ausentes con aviso. Es de destacar también el gran protagonismo de Edgardo Giménez que junto a varias piezas históricas como “El mono albino”, de 1966, la escenografía de Los neuróticos, de 1968, y el retrato de Federico Klemm de 1971 suma otras recientes.Entre ellas, la gran intervención de la entrada con la figura de Moria Casán. Otros favorecidos por el diseño o la producción que permitió reconstruir adecuadamente obras de época fueron el marplatense Pablo Menicucci y el binomio Cancela-Mesejean, cuyas obras lucen mejor que nunca en el espacio asignado. Hasta aquí la fiesta del MAR. Por delante queda el arduo camino de su organización administrativa, su definición presupuestaria e institucional. Los tiempos que vienen tal vez no permitan internarse en el largo plazo, pero es fundamental que una iniciativa de semejante importancia se inscriba en él.

FICHA
El espíritu pop

Lugar: Museo de Arte Contemporáneo de Bs. As (MAR), Av. Camet y López de Gomara.
Fecha: hasta abril.
Horario: jue a mar, 17 a 23.
Entrada: gratis.

¿Museo o centro cultural?

El debate detrás del nuevo polo de las artes plásticas en la Costa Atlántica: ¿qué objetivos persigue en relación con el turismo y la comunidad local de Mar del Plata? Aquí, las preguntas todavía abiertas.

Por Mercedes Pérez Bergliaffa

 

Sofisticadas e imponentes, las amplias salas del MAR –el nuevo Museo de Arte de Mar del Plata se ubican sobre la costa de la ciudad argentina, de cara a la popular playa La Perla y tan sólo a unos cien metros del agua. Aquí, para pasar de una ola a una obra, sólo hay que cruzar la calle: la avenida costera Camet. El museo está pensado de esta manera para que el gran público del verano también pueda –en ojotas y traje de baño, con heladerita y sombrilla–, tener su dosis de arte dándose una vuelta por el MAR al caer el sol o durante los días lluviosos. Es decir, es un museo ubicado en un gran punto turístico nacional, un punto de encuentro de públicos muy distintos provenientes de todo el país, que es parte de nuestro imaginario e identidad nacionales (¿o acaso a alguien le falta la foto en La Rambla o con el Monumento al lobo marino realizado por José Fioravanti en los años 40?). Por otro lado, el MAR tiene la clara intención de querer acercar el arte a un público masivo: es gratuito. Podríamos decir que constituye un cruce de proyecto turístico-cultural en vínculo con las industrias culturales y con el mundo de las artes plásticas, audiovisuales, musicales y performáticas. Hasta ahora, esta era una falta en la ciudad. Aunque como veremos más adelante, el MAR está pensado para tener público constante durante todo el año, no sólo durante el verano: es una entidad cultural con un fuerte interés en trabajar con la comunidad local, con su identidad. ¿Es éste un objetivo exclusivo de un museo? Parecería que la cuestión se flexibiliza y los límites se vuelven laxos cuando se trata de arte contemporáneo. Tal vez por eso, durante un recorrido por el lugar acompañando a Ñ, Jorge Telerman –director del Instituto Cultural Provincial y responsable del museo– se referirá al MAR con un “centro cultural”, una denominación que pasó inadvertida en la inauguración de la primera exposición del museo.
Con una superficie de 7 mil metros cuadrados –el Museo Nacional de Bellas Artes tiene 8.800; el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires llegó a 6.950 con su reciente ampliación; el museo Franklin Rawson de San Juan tiene 4.800, el Caraffa de Córdoba, 4.400–, y grandes salas pensadas para exhibir obras de gran escala, diseñadas por el estudio Monoblock, el MAR está pensado de manera celular, es decir, como un sistema de módulos semi-independientes que pueden ir aumentando a medida que se vayan construyendo más para sumarse a los anteriores. Funcionaría de manera similar a un organismo en desarrollo, siempre contemplando la posibilidad de ampliación. Esto se nota a simple vista desde el exterior y también desde dentro mismo del espacio del MAR: ni bien el visitante traspasa la puerta, observa un gran módulo cúbico central que funciona como espacio distributivo. A él dan todas las salas, que –por el momento– son tres y están destinadas a exhibir muestras de arte. Las dimensiones son inusuales: dos salas tienen 20 por 30 metros de base, por 9 metros de altura y la tercera 30 por 30, con la misma altura. Construidos en hormigón, sin embargo gran parte de la superficie de los cubos es de vidrio, con lo que se logró continuidad entre el espacio interior del museo y el paisaje urbano. Enormes ventanales permiten amplias vistas hacia las puestas de sol sobre el mar, hacia La Perla, las calles laterales del museo o hacia al predio que recientemente se anexó como parte del museo gracias al convenio que firmó con el municipio marplatense. Es en este predio donde se proyecta construir en el futuro un anfiteatro para presentaciones musicales, teatrales y performáticas. A su vez, a los costados del terreno se ubican actualmente dos “domos” que asilarán pronto muestras temporarias complementarias a la exposición central (montada dentro del cuerpo nuclear del museo). Las dos primeras muestras son Yo, Sandro y Homenaje a Alberto Olmedo .
Curada por Rodrigo Alonso y dedicada al arte pop argentino –sobre todo aquel que sigue la línea del Instituto Di Tella– Ola pop en el mar , la muestra con la que se inauguró el museo marplatense, fue precedida en años recientes por otras dos exposiciones. Para ¡Pop! La consagración de la primavera, realizada en el espacio de la Fundación OSDE durante 2010, su curadora, la historiadora del arte María José Herrera, seleccionó buena parte de los artistas cuyos trabajos se exhiben hoy en Mar del Plata, coincidiendo con el mismo abordaje sobre el pop nacional: haciendo un recorte de un tipo de obras que muestran un optimismo vitalista, mucho hedonismo juvenil, y que ven a la tecnología (de los 60) y al mundo “del futuro” de entonces como “promesas”. Bien diferente fue “Arte de contradicciones. Pop, realismos y política. Brasil- Argentina 1960”, que Rodrigo Alonso y Paulo Herkenhoff curaron en la Fundación Proa durante 2012. En ella los curadores hicieron foco en las obras pop regionales que mostraban cierta resistencia política, proponiendo una resonancia diferente para “lo popular” en el sur del mundo, en contrapunto con lo mismo pero en el hemisferio norte.
Estas comparaciones parecen señalar que la exposición fundacional del museo se inclina por un fuerte acento en el pop “alegre” y nacional (se muestran sólo obras de artistas argentinos).
“Hoy queremos que el MAR exceda el criterio de museo”, comenta Telerman, “que convulsione, que polemice. Que sea apropiado por la escena artística marplatense.”

–¿Entonces el MAR pasaría a tomar otra forma, antes que la de “museo”?
–Sí. Nuestra idea es que funcione más bien como un centro cultural, siguiendo una de las tendencias que existen a escala planetaria de la función museística, mucho más en relación a un museo de arte contemporáneo, contestó Telerman.
El Comité Internacional de Museos (ICOM) define museo como “una institución permanente, sin fines de lucro, al servicio de la sociedad y abierta al público, que adquiere, conserva, estudia, expone y difunde el patrimonio material e inmaterial de la humanidad con fines de estudio, educación y recreo”. El MAR todavía se encuentra en pleno proceso de formación y también transformación: se inauguró el edificio estando el resto de la estructura museística en plena creación y se está modificando ahora cierta parte de su naturaleza: constituiría, según el director del Instituto Cultural, un museo con ciertas funciones de centro cultural.
El espacio tiene un enorme potencial para trabajar con el patrimonio cultural tangible pero también intangible, de Mar del Plata : es capaz, por ejemplo, de provocar cruces inauditos, como el de reunir, en un mismo lugar y con el mismo motivo, a Divina Gloria semi-vestida de monja, Delia Cancela, el gobernador Daniel Scioli, Moria Casán, Edgardo Giménez, Fabián Burgos, Adriana Rosenberg, las hermanas Xipolitakis y una gran cantidad de público en pareo y con el termo bajo el brazo. Todos ellos, brindando alrededor del lobo marino de diez metros de altura recubierto por 80 mil falsos alfajores Havanna (la obra de Marta Minujín) dan una idea de lo que la existencia del MAR podría crear, a partir de la exposición de obras de arte: el nacimiento de nuevos tipos de movimientos, conocimiento y comunidades.

Experiencia colectiva


Por Ataulfo Pérez Aznar

 


Tengo recuerdos de Mar del Plata desde 1958, cuando visitaba la obra del departamento que aún tenemos sobre la peatonal, que en ese entonces compraron mis padres. Así comenzó mi profundo vínculo con esa ciudad, yendo los tres meses de verano y los 15 días de vacaciones de invierno.
Cuando terminé el secundario en 1973, la ciudad era producto de cambios vertiginosos, se había modificado su fisonomía. Los grandes chalets de la avenida Colón y la costa fueron arrasados por la piqueta, dando paso a altos edificios de departamentos y a hoteles sindicales; aumentó la cantidad de plazas disponibles y se masificaron los usos y costumbres. La Mar de Plata aristocrática de principios del siglo XX se transformó en los 70 en una ciudad masiva y popular que sintetiza nuestra idiosincrasia y diversidad cultural.
En 1981, cuando volví a Mar del Plata después del período de la represión, a medida que fotografiaba me fui encontrando con imágenes que estaban latentes en mis recuerdos. Una de mis fotos más conocidas es la de la señora gorda en Mardel, de espaldas, que usa un corpiño bajo la malla, algo común en mi niñez. Las señoras también se agarraban de la soga para que no las tiraran las olas. Hace décadas que tampoco eso existe.
Mientras que en Pinamar o Punta del Este las personas siempre llevan la última moda uniformada, en Mar del Plata conviven el desenfado y la espontaneidad. Se visten de una manera tal que pareciera que el tiempo se ha detenido en diferentes décadas. El batón, por ejemplo, nunca perdió vigencia.
Lo único que añoro –que hasta ahora no he podido fotografiar–, son las famosas mallas “con pollerita”, tan recatadas; y las gorras de baño con flores, tan comunes y llamativas en mi infancia.
Mar del Plata hace varios años cruzó el nivel de ciudad turística para ser ciudad a secas, de más de medio millón de habitantes y con la complejidad que eso significa.
En lo personal, creo que en la actualidad hay cierto menosprecio por los turistas de esta ciudad, creyendo que sólo asisten al teatro de revistas y al cine, o a los espectáculos gasoleros de la rambla.
Con respecto al proyecto de abrir un museo de arte contemporáneo, pienso que quizás el mal de este tipo de museos en general sea que se volvieron elitistas y aislados de la comunidad que les da sentido y los nutre como experiencia colectiva de intercambio. Por eso creo que lo más positivo del MAR es que ha ido a la gente, al lugar que durante el verano reúne a más de un millón de argentinos con tiempo libre para nuevas experiencias.


Fuente: Revista Ñ Clarín

CERVEZA PARA UNA DIOSA

Imagen facilitada por el Ministerio de Antigüedades de Egipto de la tumba de un jefe de la fábrica y el almacén de cerveza, dedicados a la diosa Mut, en la época ramésida, (siglos XIII a XI a.C.), des


Imagen facilitada por el Ministerio de Antigüedades de Egipto de la tumba de un jefe de la fábrica y el almacén de cerveza, dedicados a la diosa Mut, en la época ramésida, (siglos XIII a XI a.C.), descubierta por expertos japoneses en Luxor, en el sur de Egipto.

 Imagen facilitada por el Ministerio de Antigüedades de Egipto de la tumba de un jefe de la fábrica y el almacén de cerveza, dedicados a la diosa Mut, en la época ramésida, (siglos XIII a XI a.C.), des

Fuente: EFE

DESTACAN A BUENOS AIRES COMO LA CAPITAL ART NOUVEAU SUDAMERICANA

Acaban de lanzar un mapa que valoriza 50 maravillas arquitectónicas de esa corriente que brilló en el fin de siglo, hace más de 100 años. Los secretos de obras como el edificio Otto Wulff y la Casa de los Lirios.

Misterio. El hall del Palacio Barolo (1923), de Mario Palanti, Avenida de Mayo al 1300. Rinde homenaje a Dante Alighieri


Algunos ostentan su belleza desde la fachada: el Casal de Cataluña, por ejemplo, ornamentado y llamativo, atrae como un tesoro en el corazón de San Telmo. El Palacio de los Pavos Reales, de Virginio Colombo, en Balvanera, también: es fastuoso por fuera pero también lo es por dentro, con sus bellísimos diseños de coloridos pájaros. Y la Casa de Los Lirios, célebre por su frente ondulado que sobresale en la avenida Rivadavia al 2000, donde vivieron el fotógrafo Alejandro Kuropatwa y también Fito Páez, es otro símbolo que aún hoy exhibe esa época dorada de la arquitectura porteña. Otros están en estado de abandono, son los que necesitan un rescate urgente. Como la Confitería del Molino, frente al Congreso. Pero todos, por fuera, o por dentro, tienen piezas exquisitas del Art Nouveau porteño. Para descubrirlas y resguardarlas, una asociación sin fines de lucro acaba de lanzar un mapa que identifica a 50 edificios representativos de este lenguaje y hasta ubica a Buenos Aires, nada menos, como la ciudad sudamericana con mayor riqueza en esta corriente de arquitectura.
El mapa, que fue lanzado por la Asociación Art Nouveau de Buenos Aires (AANBA), tiene cinco recorridos que pasan por distintos barrios (San Telmo, Recoleta, Congreso, Balvanera y Centro) y con él apuntan tanto a vecinos de la Ciudad como a turistas que buscan experiencias no convencionales: recorrer las calles con otros ojos, con cuidado y memoria y también con fascinación. El mapa se consigue gratis en hoteles, comercios, oficinas de turismo y de tours, edificios Art Nouveau, librerías, kioscos de revistas, museos, lugares turísticos y hasta en Internet. Y se completa con una serie de tours personalizados que los mismos especialistas armaron para descubrir, en un paseo a pie, los grandes secretos detrás de estas construcciones.
El emblemático edificio y pasaje Barolo, del italiano Mario Palanti, faro de Buenos Aires, está teñido de Art Nouveau en sus molduras pero además es un verdadero rompecabezas sincrético, incluso arquitectónico, con influencias Art Decó e hindúes: hecho en homenaje e inspiración de la Divina Comedia del Dante, tiene un sinnúmero de referencias ocultistas, tales como la repetición de múltiplos del número 3, un símbolo de la masonería. 

Fachada ondulada. La de la Casa de los Lirios (1905), avenida Rivadavia al 2000, de Eduardo Rodríguez Ortega, inspirada en el modernismo catalán de Gaudí.

El caso del Palacio de los Pavos Reales es un ejemplo del modernismo catalán encabezado por el inigualable Antoni Gaudí: alejado de circuitos turísticos convencionales, está lleno de tesoros para conocer. Y también de historias: firmado por el maestro italiano Virginio Colombo, se muestra en Rivadavia al 3200 con más de cien años (es de 1912): fue el más alto de su entorno y su frente es único: con cuatro pares de pavos reales enmarcando los balcones y otros tantos leones, es una pieza que revela el rescate de la naturaleza tan propio del espíritu Art Nouveau. 
Ese es un edificio con misterios por conocer. Pero no es el único: en lo alto de la fachada de la Casa de Los Lirios, otra obra extraordinaria del argentino Rodríguez Ortega (1905), que recuerda al catalán Gaudí, hay una figura que unos identifican como Poiseidón y otros como Eolo; cualquiera sea el dios, aparece con largos cabellos que simulan el movimiento del viento. Sobre la misma fachada, además, caen las flores que le dan el nombre y que están inspiradas en el Art Nouveau francés.
En San Telmo, en cambio, hay otra línea. El Edificio Otto Wulff, de Belgrano y Perú, es obra del danés Morten F. Rönnow y es de estilo Jugendstil, como se denomina al Art Nouveau en Autria y Alemania (ver Varios nombres...). En pie desde 1914, fue creado como sede diplomática del imperio austrohúngaro y tiene tantos detalles como mitos. Tanto el mapa como los tours buscan eso: revelar el uso cotidiano de estos palacios magistrales, pero también contar sus orígenes, para qué fueron hechos y por qué son hijos que la inmigración trajo de las corrientes artísticas europeas; qué huellas dejaron y por qué tienen que ser resguardados. “Por eso el objetivos del proyecto es difundir estas construcciones para que de esa manera sean revalorizadas y preservadas, posicionándolas como un bien cultural que pertenece a todos”, sintetizó Willy Pastrana, presidente de la AANBA, la asociación que integran profesionales de distintas áreas (www.near-art.com). Y otra misión: impulsar un proyecto para que la Ciudad sea declarada Capital Latinoamericana del Art Nouveau. Para Luis Grossman, arquitecto y director General de Casco Histórico, es una misión justa. “El Molino o la Güemes fueron primicias para toda Latinoamérica. Buenos Aires fue vanguardia en el tema arquitectónico. Y por eso es un planteo válido”, destacó.

Muchos nombres y una sola revolución








Art Nouveau en Francia y Bélgica, Modernismo en España, Jugendstil en Alemania, Floreale o Liberty en Italia. La corriente de arte orgánica y libertaria carcterística de la Belle Époque es una reacción al corset del academicismo ante la entrada en un nuevo siglo, el XX. El arquitecto Luis Grossman explica: “Buenos Aires empezó a tener construcciones de ese lenguaje creado en Europa. Allá fue a fines del siglo XIX y acá a principios del XX. El Salvo de Montevideo fue un eco del Barolo, también de Palanti, y el centro de Río de Janeiro tiene buenos exponentes, aunque un poco posteriores”. Grossman plantea que “el Art Nouveau es la oposición a la geometría convencional, los ángulos rectos: va a una configuración más arbórea, ramificada, y así surgen esas creaciones. Hay mucha figura escultórica que los italianos usaron con libertad y fascinación, y esa libertad le da a la arquitectura un tono transgresor con respecto a lo que se venía viendo. El Art Nouveau trajo volúmenes, curvas, balcones con un lenguaje muy singular. Hasta el 30 los arquitectos trabajaron con esa creatividad muy frondosa”. La Ciudad es el gran ejemplo vivo de la corriente.


Cuando los arquitectos hicieron un gran lío

 

Por Berto González Montaner










Hagan lío, dijo el papa Francisco. Como si lo hubieran oído, fue lo que hicieron los arquitectos Art Nouveau que llegaron a Buenos Aires entre fines del siglo XIX y principios del XX para construir los edificios de las colectividades extranjeras que no dejaban de bajar de los barcos. Fueron rechazados por la burguesía local que todavía adscribía al cada vez más agotado estilo academicista. El Art Nouveau venía con su festival de formas, sus curvas látigo, sus bajorrelieves con floras y faunas exóticas, con cuerpos semidesnudos, y con transparencias, texturas y colores para alegrar con esperanza nuestras adormecidas fachadas. Los clientes eran una segunda ola de inmigrantes, en su mayoría italianos y españoles, pero también franceses o árabes que ya consolidados económicamente buscaban en las propiedades un modo de renta. Y con la elección del estilo de sus edificios, una forma de marcar su procedencia y afirmar su identidad. Así, nuestra ciudad está llena de diversas cepas Art Nouveau. Y es posible encontrar versiones Liberty, Floreale, Jugendstil, Modernista o sincretismos como el del Palacio Barolo. Esto es lo original de Buenos Aires: reunió en la misma ciudad a todas estas versiones de diverso origen. Será por eso que era considerada por los viajeros como la capital de Europa.

Fuente: clarin.com

COLOR QUE VIBRA

Pintura. Una muestra antológica en el Museo de Bellas Artes de Salta rescata la figura de María Martorell. La exposición, que recorre sus trabajos entre 1954 y 1993, se verá en mayo en Buenos Aires.
Color que vibra
Color que vibra

Por Ana Maria Battistozzi


Entre los múltiples balances que suscitó la evocación de los treinta años de democracia, no fueron muchos los que se detuvieron en la modernización de gestiones culturales que acompañó la proliferación y renovación de museos en el interior del país. Y sobre todo, en la expansión de exhibiciones que prosperó en estos últimos años y fue acompañada de una sofisticada producción de catálogos y textos teóricos que contribuyeron a revalorizar la obra de artistas que, por una razón u otra, ya empezaban a extraviarse en el horizonte de las nuevas generaciones.
En esta conjunción habría que inscribir la muestra María Martorell, la energía del color que se presenta ahora en el Museo de Bellas Artes de Salta y llegará en mayo próximo a la sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta acompañada de un importante catálogo. Se trata de un proyecto de larga data impulsado por la directora del MBA de Salta Andrea Elías, quien convocó a participar de la curaduría e investigación a María José Herrera. Infrecuente proyecto porque invierte el recorrido habitual de este tipo de exhibiciones y, desde sus comienzos tuvo como objetivo actualizar la visibilidad de una artista nacida en Salta que cimentó su singularidad en una especial sensibilidad del color y un sofisticado diálogo con la tradición andina desde la pintura moderna.
Su relación con la pintura comenzó de forma tardía. Tenía más de treinta años cuando empezó a estudiar con Ernesto Scotti que había instalado su taller frente a la casa de su familia en Salta. Sus primeros trabajos, que ya entonces denunciaban una especial percepción del color, fueron paisajes, naturalezas muertas y retratos. De ese momento es el óleo “Tres árboles” con el que obtuvo el Primer Premio en el Primer Salón de Pintura de Salta en 1949 y hoy es una de las piezas de la artista que forman parte de la colección del Museo de Bellas Artes de Salta. Pero esta mujer inquieta no tardó en ponerse en contacto con los artistas de los grupos Arte Concreto-Invención y Madí, cuya irrupción alteraba la escena del arte argentino desde 1945. Así también, en sus frecuentes viajes a Buenos Aires asistió a las charlas de los sábados que dictaba Romero Brest. Y, casi al mismo tiempo comenzó a recibir en Salta la revista Ver y Estimar que fue fundada por el crítico en 1948. Es decir: su curiosidad la puso al tanto de los debates de la vanguardia local e internacional. Y así se interesó por los problemas puntuales que plantean la superficie y la organización del plano en relación con la percepción. Pero sobre todo experimentó un interés perdurable por el lenguaje de la abstracción atenta a la dinámica cambiante de los tiempos que le tocó atravesar Así la década del 50 la encontró viviendo en Madrid y luego en París, lo que le permitió esporádicos viajes por las capitales europeas que le habilitaron renovados encuentros. En Amsterdam se acercó a la obra de Mondrian confesando que recién entonces lo había “comprendido”. Es probable que el enfrentarse con el conjunto de su obra en los museos holandeses se haya enfrentado también al proceso de sustracción y abstracción que consumó el autor de “Victory Boogie, Boogie” y eso le haya impactado de modo ejemplar.
En París, María Martorell no sólo tuvo oportunidad de vincularse a la comunidad de artistas argentinos residentes que aún mantenían el ritual del viaje a la Ciudad Luz. También se puso en contacto con la galería de Denise René, un espacio que ejerció un rol fundamental en la promoción del arte óptico y cinético. En ese marco fue que conoció a Georges Vantongerloo, a Jesús Soto y a Vasarely, cuya muestra en el Museo Bellas Artes de Buenos Aires en 1958, había resultado de un gran impacto para artistas como Polesello, Le Parc, Francisco Sobrino y Horacio García Rossi, algunos de los que posteriormente integraron el GRAV en París.
Lo cierto es que a pesar de un comienzo relativamente tardío María Martorell rápidamente consumó etapas que la condujeron hacia diversas instancias de abstracción en las que la dinámica del movimiento se manifestó de un modo u otro través de la forma o del color. Impulso que la artista materializó en sucesivas series. Primero, en las gouaches de 1955, inspiradas en el subte de París, de clara afinidad con la pintura de Kandinsky; luego, en los hexágonos que ordenó uno dentro de otro, generando movimiento y a la vez una vertiginosa profundidad. En esta serie que realizó a su regreso de Europa hacia fines del 50, su atención se concentró en el movimiento virtual que tanto interesaba a los artistas que frecuentaban la galería Denise René. Es al menos lo que muestra “Fuga”, una de las obras de 1958 que da inicio al recorrido que propone la muestra. Ese mismo año continúa con otra serie y en ese caso la figura dominante es el óvalo que permanecerá en sus búsquedas hasta 1962, cuando dará paso a las elipsis.
La exposición se articula en siete núcleos que ordenan la producción del artista desde 1954 hasta 1993. Ocupa la mayor parte de las salas del museo y en una de ellas con la reconstrucción de “La banda oscilante”, una impactante instalación de 1969 con la que la artista modificó el espacio de la galería El taller, de Buenos Aires. Es una banda de colores que flota en un espacio oscurecido e iluminado con luz negra. La obra da cuenta de la sintonía que mantenía la artista con los planteos de expansión y superación del cuadro que sobrevolaban el pensamiento pictórico de la época.
En otro ámbito tres tapices y dos óleos de Martorell dialogan con piezas del patrimonio precolombino del Museo. Este capítulo fundamental, que pone de manifiesto la relación de la pintura de Martorell con el tapiz, es el eje de la contribución de Andrea Elías para el catálogo. Según Elía, confluyen en ese punto su interés por la pintura moderna y su relación con la cultura ancestral de Salta. La revalorización que Martorell hace del tapiz coincide con algo que había iniciado Pajita García Bes, –autor material de uno de sus diseños– en los años 40. Pero también con algo más extendido en el arte de los años 60, que hundía raíces en la tradición moderna iniciada por la Bauhaus y fue cultivado entre otros artistas por Josefina Robirosa. Esta muestra, que en breve podrán disfrutar los porteños, ratifica plenamente el sentido de su título en la enorme energía de esta mujer que no por nada llegó a festejar 101 años.

FICHA
 
María Martorell, la energía del color

Lugar: Museo de Bellas Artes de Salta, Av. Belgrano 992, Salta.
Fecha: hasta el 8 de enero.
Horario: lunes a vienes, de 9 a 19; sábados, de 11 a 19; feriados, de 10 a 14.
Entrada: gratis.


Fuente: clarin.com

INSÓLITAS PROPUESTAS PARA PROTEGER DOS MONUMENTOS

La intevención urbana de Amalia Pica: ¿De que color es el caballo?

Por Claudio Andrade
Especial Bariloche


Con el propósito de frenar las habituales agresiones que sufren los monumentos a José de San Martín y el general Julio Argentino Roca los gobiernos de las provincias de Neuquén y Río Negro decidieron tomar medidas poco ortodoxas pero definitivas para su protección en una época cargada de manifestaciones sociales por las subas de salarios.
Según lo decidió el intendente Horacio “Pechi” Quiroga el monumento al Libertador ubicado en el centro de Neuquén, será custodiado por una cortina de agua que impedirá las rutinarias pintadas con consignas políticas. También en la base se plantarán arbustos de 60 centímetros que harán muy difícil rayar la parte inferior donde se precipitará el agua.
Hay otro motivo detrás: cada año el municipio local gasta alrededor de 50 mil pesos sólo en quitar los graffittis que recibe el monumento. La futura cortina de agua será una obra imponente que costará alrededor de 2 millones de pesos y estará a cargo de la empresa HG Construcciones.
Con motivos puramente estéticos pero en el mismo escenario, hace unos días la joven artista neuquina Amalia Pica, quien obtuvo el permiso del intendente y el auspicio de la sede local del Museo de Bellas Artes, pintó de blanco el caballo de San Martín provocando, en general, más apoyo y risas entre la población que rechazo.
“La obra no tiene tanto que ver con la figura de San Martín como con el monumento a San Martín en sí. Y con la idea que nos hacemos desde chicos debido a la educación que recibimos. La tiza no daña al monumento pero lo resignifica. El cambio de color funciona simbólicamente. Por un lado está el monumento, por el otro el blanco efímero que se irá diluyendo con el clima, el viento, la lluvia y que nos muestra que muchas cosas de la historia son espejismos, buzones que nos vendieron porque al final nuestros héroes eran hombres”, le comentó a Clarín la artista reconocida en Europa. Por estas horas el caballo blanco ya volvió a ser gris metálico.
En Bariloche, el monumento al general Roca es objeto recurrente de las más increíbles agresiones de parte de grupos indigenistas que sienten como un agravio la estatua, levantada en 1940, a quién ellos consideran un genocida.
Este año, poco antes de las fiestas, el municipio local, dirigido por la intendenta K María Eugenia Martini, cubrió por completo la figura del general con un gigantesco árbol de navidad para evitarse mayores dolores de cabeza.
La intendencia está tratando de aliviar el Centro Cívico de su carga social. Es por eso que los artesanos locales fueron mudados a una peatonal y el monumento a Roca se encuentra tapado con un cono blanco que lo deja a salvo de las pintadas y burlas de siempre.
En octubre de 2012 los integrantes de la agrupación 1 de Mayo estuvieron a punto de tirarlo utilizando cuerdas y sierras. Pero los ataques son tan extensos como su historia.
El caballo ha sido vestido con un sombrero, pintado de rojo, y a Roca, se lo ha visto cargando banderas, máscaras y bolsas de basura. La nueva “obra” terminó por anular uno de los temas de conflicto cotidiano dentro de la ciudad. En plena temporada alta miles de turistas se pasean alrededor del curioso arbolito navideño sin saber que en su interior permanece oculto el general Roca montado en su caballo.

Fuente: clarín.com