Por Bárbara Álvarez Plá
Un mes de septiembre de hace diez años ardía Villa Ocampo, la
casa en San Isidro de Victoria Ocampo hasta el momento de su muerte, en
1979. Unos días después, la casa fue robada. Fue entonces cuando la
Unesco, institución a la que Victoria legó esta mansión, comenzó a
reciclarla. El tiempo fue pasando y hoy Villa Ocampo celebra su décimo
aniversario, con una fiesta de puertas abiertas.
Diez
años y mucho trabajo por parte de un equipo de especialistas han hecho
posible que hoy podamos recorrer Villa Ocampo y sus jardines, y
disfrutar de sus muebles, sus obras de arte, sus libros y de muchas
actividades culturales. “Villa Ocampo es mucho más que un museo”,
explica Nicolás Helft, director de Villa Ocampo, “porque Victoria
pensaba que la cultura no solo tiene un valor estético, es una
herramienta de transformación y desarrollo”, y recuerda como la
escritora promovió la traducción de los clásicos ingleses y franceses e
imprimió la revista “Sur” en el papel más barato para hacerla más
accesible. “Todos eran bienvenidos a esta isla que reunió a comunistas y
conservadores en un ambiente de tolerancia, y eso es lo que queremos
mantener: quienes vengan deben sentirse como invitados, no como
visitantes”, afirma.
Villa Ocampo, que según su director recibe
desde 2007 una media de 30 mil visitantes por año, es “una caja de
resonancia de lo que pasaba en el país en ese momento, y que la figura
de Victoria encarnaba: la mezcla de refinamiento intelectual y
transgresión”, señala Helf, y añade, “no se trata de recordar lo que
hacía Victoria de forma literal, se trata de hacer lo mismo desde
nuestro tiempo”.
Afirma Helft que “a Victoria le interesaban desde
Sarmiento hasta los Beatles”, y en esa seña de identidad de la casa y
de su propietaria que es el cruce entre lo clásico y lo moderno es
imposible pasar por alto la biblioteca, compuesta por 11 mil volúmenes
en los que podemos encontrar desde la edición original del Manifiesto Surrealista de André Breton (1924), hasta la colección de los policiales de Georges Simenon, e incluso De profundis
escrito por Oscar Wilde en 1897, que la escritora “leía a escondidas
desafiando a la autoridad de su madre”, señala Ernesto Montequín,
curador del archivo y biblioteca. Ernesto cuenta que de todos los
volúmenes, que fueron clasificados y digitalizados en su totalidad,
seleccionó 3 mil, que son los que se pueden ver en la biblioteca de la
casa.
“Victoria era una lectora apasionada, casi patológica”,
señala Montequín, “no solo leía los libros, los vivía: los corregía,
hacía anotaciones, añadía anécdotas personales con los autores y hasta
discutía con ellos en los márgenes”. Como el caso del libro Eva Perón, aventurera o militante,
de 1966, en el que Juan José Sebreli compara a Evita con Victoria, “en
detrimento de Victoria”, dice Montequín, y que la escritora llenó de
insultos dirigidos tanto al autor como a Eva Perón. O la biografía de
la inglesa Virginia Woolf en la que Victoria añadió textos que la
completaban, contando sus aventuras junto a la escritora de Orlando,
durante sus visitas a Londres. “Lo que queda por delante”, cuenta
Montequín, “es la creación de un centro de documentación sobre Victoria
Ocampo y la revista Sur”. A festejar.
Fuente: clarin.com