Entrevista
José Martínez Suárez recorre su infancia junto a las hermanas Legrand, su influencia en el Nuevo Cine Argentino y su labor al frente del Festival de Mar del Plata, que comienza hoy
Por Hugo Beccacece
Es como si uno hablara con Funes, el memorioso, o con Wikipedia. José Martínez Suárez ("Josecito", como todos lo llaman) es un testigo excepcional de la cultura argentina y uno de los cineastas más importantes de la generación de 1960, que cambió la estética y la forma de producir en la Argentina, pero, a la vez, el espíritu de sus films (El crack, Dar la cara, Los chantas, Los muchachos de antes no usaban arsénico, Noches sin lunes ni soles) se entronca con la mejor tradición de la época dorada de la cinematografía local. Su influencia se extiende hasta la actualidad por medio de sus películas y de quienes fueron discípulos de su taller (los directores Juan José Campanella, Lucrecia Martel, Gustavo Taretto, el ensayista David Oubiña). En 2008, cuando lo nombraron presidente del Festival Internacional de Mar del Plata, dejó de dar clases para dedicarse por completo a la nueva tarea. "Dirigirlo es el mejor trabajo de mi vida porque es el más difícil. El festival debe ser una fiesta para todos. Este año, recibimos 2500 películas y seleccionamos más de 400. En la muestra oficial, hay 16, dos son argentinas, La laguna y Fantasmas de la ruta." El prestigio que recuperó el festival, cuya 28° edición se inaugura esta noche, es el producto de su conocimiento, energía e imaginación.
Martínez Suárez siempre fue curioso. Todo le interesa, pero hay dos cosas que prefiere: leer y ver cine. Su autor predilecto es Jorge Luis Borges, pero no deja de mencionar a Graham Greene, Somerset Maugham, Raymond Chandler, y a una serie de autores húngaros que no son Sándor Márai. La literatura centroeuropea es una de sus debilidades. Hace unas semanas, se publicó Estoy hecho de cine , un libro de conversaciones de Martínez Suárez con Mario Gallina, que detalla las peripecias de una vida marcada por la vocación.
-La historia de su niñez y de la de sus hermanas, Mirtha y Silvia Legrand, tiene cierto parecido con Bellísima , la película de Luchino Visconti en la que una madre [Anna Magnani] lucha para convertir en estrella a su pequeña hija.
-Hay algo de eso. Mi madre hizo que estudiáramos de todo. En Rosario, yo estaba pupilo en el Colegio del Sagrado Corazón; mis hermanas, medio pupilas en el María Auxiliadora. Además, en forma privada nos enseñaban piano, inglés, francés, zapateo americano. Mis hermanas, ya en Buenos Aires, iban a tomar clases de baile con Lida Martinoli, la primera bailarina del Colón.
-Usted, pupilo de un colegio religioso, ¿cómo se convirtió en un agnóstico?
-Porque fui a un colegio religioso. [Se ríe] Nací pared por medio del cine de la Sociedad Italiana de Villa Cañás. Mi ámbito de juegos y de fantasías era el cine. Cuando "Chiquita" y "Goldie" empezaron a hacer películas, yo me convertí en el hermano más sumiso del planeta, el que siempre estaba vestido para acompañarlas, porque el acompañamiento significaba entrar en los estudios de Argentina Sono Films, San Miguel, Lumiton, Río de la Plata. En Lumiton, ayudaba un poco en todo. Un día, me llamaron de la administración. Me dieron un sobre con sesenta pesos. Me habían tomado. Con el tiempo, fui asistente de Vatteone, Lugones, Christensen, Tinayre, Borcosque, Cahen Salaverry, Demare, Torre Nilsson, qué sé yo...
-Su primera película, El crack , es de 1960. ¿Cómo llegó a la dirección?
-En 1959, los productores se dieron cuenta de que estaban pagando mucho a hombres que se limitaban a decir "Cámara" y "Corten". Apareció un grupo más joven: Manuel Antín, Osías Wilenski, Rodolfo Kuhn, Ricardo Alventosa, Enrique Dawi, Fernando Birri, David José Kohon. En esa camada, "la generación del 60", había un grupo que seguía a la nouvelle vague francesa, y otro, del que yo era parte muy activa, que estaba más cerca del neorrealismo italiano. A mí me interesaban Rossellini, De Sica, el Fellini del comienzo, Pietro Germi, Luigi Zampa, no tanto Antonioni, no tanto Visconti.
Las películas de Martínez Suárez son corales, salvo Noches sin lunas ni soles , un policial negro en el que el protagonista es claramente Alberto de Mendoza, y todos esos films, menos Los muchachos de antes no usaban arsénico , retratan o denuncian una situación social. El crack muestra la mafia que se mueve alrededor de los jóvenes deportistas. Dar la cara , con libro de David Viñas, refleja la agitación de los jóvenes de la década de 1960, que, terminado el servicio militar, deben ocupar un lugar en el mundo. Es un notable fresco social en el que se enfrentan los estudiantes de derecha (Héctor Pellegrini) y los de la izquierda nacionalista (Luis Medina Castro), los ricos aspirantes a productores de cine de vanguardia (Pablo Moret) y los trabajadores humildes y populares (Leonardo Favio). Los muchachos de antes no usaban arsénico , en cambio, es un raro y valioso ejemplo de humor negro en el cine argentino.
-La historia de su niñez y de la de sus hermanas, Mirtha y Silvia Legrand, tiene cierto parecido con Bellísima , la película de Luchino Visconti en la que una madre [Anna Magnani] lucha para convertir en estrella a su pequeña hija.
-Hay algo de eso. Mi madre hizo que estudiáramos de todo. En Rosario, yo estaba pupilo en el Colegio del Sagrado Corazón; mis hermanas, medio pupilas en el María Auxiliadora. Además, en forma privada nos enseñaban piano, inglés, francés, zapateo americano. Mis hermanas, ya en Buenos Aires, iban a tomar clases de baile con Lida Martinoli, la primera bailarina del Colón.
-Usted, pupilo de un colegio religioso, ¿cómo se convirtió en un agnóstico?
-Porque fui a un colegio religioso. [Se ríe] Nací pared por medio del cine de la Sociedad Italiana de Villa Cañás. Mi ámbito de juegos y de fantasías era el cine. Cuando "Chiquita" y "Goldie" empezaron a hacer películas, yo me convertí en el hermano más sumiso del planeta, el que siempre estaba vestido para acompañarlas, porque el acompañamiento significaba entrar en los estudios de Argentina Sono Films, San Miguel, Lumiton, Río de la Plata. En Lumiton, ayudaba un poco en todo. Un día, me llamaron de la administración. Me dieron un sobre con sesenta pesos. Me habían tomado. Con el tiempo, fui asistente de Vatteone, Lugones, Christensen, Tinayre, Borcosque, Cahen Salaverry, Demare, Torre Nilsson, qué sé yo...
-Su primera película, El crack , es de 1960. ¿Cómo llegó a la dirección?
-En 1959, los productores se dieron cuenta de que estaban pagando mucho a hombres que se limitaban a decir "Cámara" y "Corten". Apareció un grupo más joven: Manuel Antín, Osías Wilenski, Rodolfo Kuhn, Ricardo Alventosa, Enrique Dawi, Fernando Birri, David José Kohon. En esa camada, "la generación del 60", había un grupo que seguía a la nouvelle vague francesa, y otro, del que yo era parte muy activa, que estaba más cerca del neorrealismo italiano. A mí me interesaban Rossellini, De Sica, el Fellini del comienzo, Pietro Germi, Luigi Zampa, no tanto Antonioni, no tanto Visconti.
Las películas de Martínez Suárez son corales, salvo Noches sin lunas ni soles , un policial negro en el que el protagonista es claramente Alberto de Mendoza, y todos esos films, menos Los muchachos de antes no usaban arsénico , retratan o denuncian una situación social. El crack muestra la mafia que se mueve alrededor de los jóvenes deportistas. Dar la cara , con libro de David Viñas, refleja la agitación de los jóvenes de la década de 1960, que, terminado el servicio militar, deben ocupar un lugar en el mundo. Es un notable fresco social en el que se enfrentan los estudiantes de derecha (Héctor Pellegrini) y los de la izquierda nacionalista (Luis Medina Castro), los ricos aspirantes a productores de cine de vanguardia (Pablo Moret) y los trabajadores humildes y populares (Leonardo Favio). Los muchachos de antes no usaban arsénico , en cambio, es un raro y valioso ejemplo de humor negro en el cine argentino.
-Usted siempre dijo que una clave importante de su obra es la amistad. Pero también hay otra constante: todas esas historias terminan en fracaso. -Tengo una respuesta. Un día, en mi pueblo, cuando terminó una película con el beso del muchacho a la muchacha, cuando todo el mundo sonreía, le pregunté a mi mamá: "Y a él, al día siguiente, ¿no le pueden doler las muelas?" Tenía ocho años. Otra anécdota: mucho después de hacer Dar la cara , cada tanto, nos encontrábamos con David Viñas a tomar un café. Un día, fantaseamos con hacer la continuación de aquella película: Pablo Moret, el que había querido ser productor de cine de vanguardia, producía películas pornográficas; Medina Castro, el izquierdista, trabajaba para compañías multinacionales; Leonardo Favio heredaba el quiosco de su padre, recogía el dinero y después se iba a jugarlo a las carreras de caballos.
-La música tiene un papel muy importante en sus producciones. Tuvo a Astor Piazzolla en El crack y al "Gato" Barbieri en Dar la cara .
-A Piazzolla le hablé en las escalinatas de Alex para pedirle una composición: Tzigane Tango . En Dar la cara, lo llamé al "Gato" Barbieri. En las otras películas, trabajé con Tito Ribero. Soy un apasionado de Nino Rota. Como aprendí música, trabajé muy cerca de Tito. Me gusta tener un solo tema en mis films, con distintos desarrollos: el dramático, el humorístico, el tenebroso. Nos costó bastante dar con el tema de Los muchachos de antes no usaban arsénico . Es un ritornello . En la película, hay muchos guiños. En un momento, el personaje de Mario Soffici dice: "¿Cómo se llamaba ese muchacho que trabajaba en la película de Soffici?" Es el cine dentro del cine. Siempre hay algo así en mis films. Para que el espectador se pregunte cuál es la realidad y cuál la ficción.
-Usted es un gran admirador de Borges. ¿Nunca pensó en adaptar uno de sus cuentos o en hacer un relato biográfico?
-Espere un momento [se levanta del sillón, va a la biblioteca y toma un DVD]. Esto no lo filmé yo, lo filmaron mis alumnos. Es un corto de ocho minutos. Lo podemos ver, si no lo retraso.
En el televisor de Martínez Suárez se oye la hermosa voz de María Concepción César que dice fragmentos de Atlas , de Borges y María Kodama. Los nombres de ciudades y países remotos se suceden; en la pantalla, sólo se ven sombras, manchas de colores, sobre todo amarillas y rojas. Continúa Martínez Suárez: " Quise que el espectador se sintiera incómodo por esas manchas, por tanta incógnita. Hasta que al final, el espectador debe pedir disculpas por esa incomodidad. Lo que está viendo son las manchas que podía ver Borges. Ahora me interesa una obra de Mario Diament, Cita a ciegas , inspirada en Borges. Me gustaría filmarla. Hasta hice una adaptación. Es un proyecto. ¿Cómo se puede vivir sin proyectos?".
-La música tiene un papel muy importante en sus producciones. Tuvo a Astor Piazzolla en El crack y al "Gato" Barbieri en Dar la cara .
-A Piazzolla le hablé en las escalinatas de Alex para pedirle una composición: Tzigane Tango . En Dar la cara, lo llamé al "Gato" Barbieri. En las otras películas, trabajé con Tito Ribero. Soy un apasionado de Nino Rota. Como aprendí música, trabajé muy cerca de Tito. Me gusta tener un solo tema en mis films, con distintos desarrollos: el dramático, el humorístico, el tenebroso. Nos costó bastante dar con el tema de Los muchachos de antes no usaban arsénico . Es un ritornello . En la película, hay muchos guiños. En un momento, el personaje de Mario Soffici dice: "¿Cómo se llamaba ese muchacho que trabajaba en la película de Soffici?" Es el cine dentro del cine. Siempre hay algo así en mis films. Para que el espectador se pregunte cuál es la realidad y cuál la ficción.
-Usted es un gran admirador de Borges. ¿Nunca pensó en adaptar uno de sus cuentos o en hacer un relato biográfico?
-Espere un momento [se levanta del sillón, va a la biblioteca y toma un DVD]. Esto no lo filmé yo, lo filmaron mis alumnos. Es un corto de ocho minutos. Lo podemos ver, si no lo retraso.
En el televisor de Martínez Suárez se oye la hermosa voz de María Concepción César que dice fragmentos de Atlas , de Borges y María Kodama. Los nombres de ciudades y países remotos se suceden; en la pantalla, sólo se ven sombras, manchas de colores, sobre todo amarillas y rojas. Continúa Martínez Suárez: " Quise que el espectador se sintiera incómodo por esas manchas, por tanta incógnita. Hasta que al final, el espectador debe pedir disculpas por esa incomodidad. Lo que está viendo son las manchas que podía ver Borges. Ahora me interesa una obra de Mario Diament, Cita a ciegas , inspirada en Borges. Me gustaría filmarla. Hasta hice una adaptación. Es un proyecto. ¿Cómo se puede vivir sin proyectos?".
Fuente: Revista Ñ Clarín.