La Casa del Lector y la Fundación Jorge Luis Borges editarán un audiolibro con cinco horas de grabación en las que el escritor argentino habla de Gardel y de sus tangos preferidos.
Escuchalo
Fina estampa. El escritor pasa entre las mesas de un café en 1981. Se definía como un “correcto desafinado” a la hora de cantar. “Tengo un oído escaso”, se justificaba / Marcello mencarini/LEEMAGE. |
Las charlas fueron grabadas en 1965 por Jorge Luis Borges, pero
recién salieron a la luz gracias a la donación que hizo el escritor
Bernardo Atxaga a la Casa del Lector de España, que en sociedad con la
Fundación Jorge Luis Borges, que dirige María Kodama, editarán un
audiolibro en el que se podrá conocer y escuchar losl pensamientos de
uno de los más grandes escritores argentinos sobre el tango y sus
principales exponentes.
"“Oyendo un tango viejo”, sostiene el escritor en las grabaciones a las que tuvo acceso El País,
“sabemos que hubo hombres valientes. El tango nos da a todos un pasado
imaginario. Estudiar el tango no es inútil, es estudiar las diversas
vicisitudes del alma argentina”.
María Kodama fue la encargada de
certificar que las grabaciones pertenecieran a Borges y también contó
que al autor de El Aleph no le gustaba mucho el estilo de Gardel. “El choclo
le divertía. Le gustaban los tangos de la guardia vieja porque no
tenían letra o, si la tenían, era con doble sentido. Sin embargo,
detestaba el tango cantado por Gardel por sus letras melodramáticas y
lloronas”, aseguró en El País.
En la página del diario español se pueden escuchar algunos fragmentos de esas extensas charlas:
CLIQUEE AQUÍ PARA ESCUCHAR CADA UNA DE ESTAS TRES CHARLAS:
El Gaucho; El origen del tango; Los Lugares del tango
CLIQUEE AQUÍ PARA ESCUCHAR CADA UNA DE ESTAS TRES CHARLAS:
El Gaucho; El origen del tango; Los Lugares del tango
Aunque prefería la milonga, vio en el tango nuestra alma
Por Eduardo Parise
Un cuarto de siglo después de muerto, Jorge Luis Borges vuelve a
aparecer hablando y nada menos que de la música de Buenos Aires. Y
aunque reconoce que “tango” y “gaucho” son las dos palabras que
identifican al país en el mundo, otra vez vuelve a la memoria aquello
que, puesto en su boca, siempre generó debate: que la verdadera
representatividad musical de los barrios de la ciudad no es el tango
sino la milonga.
“Creo que la milonga es una de las grandes conversaciones de Buenos Aires, como lo es también el truco, ese juego de naipes dialogado y lleno de picardías”, dijo una vez. Y hasta vapuleó a Carlos Gardel: “convirtió al tango en una especie de tragedia triste y teatral”, despachó sin piedad sobre el inventor del tango-canción.
También siempre fue conocida su postura contra el bandoneón y su aprecio por los sonidos de lo que se llama “guardia vieja”, cuando reinaban la guitarra y la flauta y había menos letra que música.
Sin embargo, Borges siempre es Borges. Y saber que existen cinco horas de grabaciones de charlas suyas que aluden al tango y que fueron realizadas hace casi medio siglo, resulta una buena noticia.
En especial, si allí hay un concepto que define a nuestra música por excelencia –que ya es patrimonio cultural de la humanidad– como “una forma de leer el alma argentina”, como una manera de eternizar su consigna elogiosa, aquella del “tango que fuiste y serás”.
“Creo que la milonga es una de las grandes conversaciones de Buenos Aires, como lo es también el truco, ese juego de naipes dialogado y lleno de picardías”, dijo una vez. Y hasta vapuleó a Carlos Gardel: “convirtió al tango en una especie de tragedia triste y teatral”, despachó sin piedad sobre el inventor del tango-canción.
También siempre fue conocida su postura contra el bandoneón y su aprecio por los sonidos de lo que se llama “guardia vieja”, cuando reinaban la guitarra y la flauta y había menos letra que música.
Sin embargo, Borges siempre es Borges. Y saber que existen cinco horas de grabaciones de charlas suyas que aluden al tango y que fueron realizadas hace casi medio siglo, resulta una buena noticia.
En especial, si allí hay un concepto que define a nuestra música por excelencia –que ya es patrimonio cultural de la humanidad– como “una forma de leer el alma argentina”, como una manera de eternizar su consigna elogiosa, aquella del “tango que fuiste y serás”.
Del cantor y de “niños bien” patoteros
Gardel Gardel toma el tango y lo hace dramático. Ahora,
una vez que Gardel ejecutó esa proeza se escribieron tangos para ser
cantados de un modo dramático. Tangos, por ejemplo, como “Te fuiste ja ja, que te cache el tren
" , tangos en los cuales el hombre simula alegrarse de que la mujer lo
ha dejado pero al final la voz se le quiebra en un sollozo. Todo esto
está hecho especialmente para el cantor.
Todo esto nada tenía que ver con el antiguo compadrito. Dice Vicente Rossi en su libro que esos temas de rivalidad el compadrito los resolvía a su modo: duelo criollo, sin testigos, a cuchillo y muerte.
Luego llegaron los tangos quejosos y recuerdo una frase de un malevo, puedo decir, que me honró con su amistad, según la frase consabida y era “el hombre que piensa cinco minutos seguidos en una mujer no es un hombre, es un maricón” salvo que en lugar de la palabra “maricón” usaba una más fuerte que empieza con la misma letra y que es una variación de “hermafrodita”. Espero haber sido demasiado explícito en esta aclaración.
Cómo empezó el tango (…) y otra, famosa, porque dio su nombre a un tango famoso. Una casa de baile de compadritos y de patoteros y de mujeres de la vida situada en la calle Rodríguez Peña, acaso en esas casas viejas que todavía quedan en esa cuadra… Rodríguez Peña entre Lavalle y Corrientes. Y si se necesitaran más pruebas tendríamos, además, cuatro versos de Evaristo Carriego que estaba describiendo lo contemporáneo y que no tenía y no podía mentir.
Dice: " En la calle la buena gente derrocha sus guarangos decires más lisonjeros porque al compás de un tango, que es La Morocha, lucen ágiles cortes, dos bolilleros " es decir, dos hombres. Y un tío mío, marino, calavera en su juventud, dice que fue con un grupo de cadetes a un famoso conventillo de la época llamado, significativamente, “Los Cuatro Vientos”, en la calle Las Heras, “Los Cuatro Vientos” ya sugiere grandes patios, grandes patios con muchas ventolinas, como dice Silvina Ocampo, admirable poema sobre Buenos Aires. Y que ahí uno de ellos quiso bailar con corte y la gente del conventillo, la gente humilde del conventillo, lo echó.
Es decir, contrariamente a esa suerte de novela sentimental que han hecho los films, el pueblo no inventa el tango. El pueblo no impone el tango a la gente bien, ocurre exactamente lo contrario. El tango tiene esa raíz infame que hemos visto y luego los niños bien, patoteros, que eran gentes de armas llevar o de puños llevar, porque fueron los primeros boxeadores del país, lo llevaron a París… cuando el baile fue aprobado y aceptado en París, entonces el Barrio Norte, digamos, lo impuso a la Ciudad de Buenos Aires que ahora lo acepta y es una suerte que haya ocurrido así.
Fuente: clarin.com
Todo esto nada tenía que ver con el antiguo compadrito. Dice Vicente Rossi en su libro que esos temas de rivalidad el compadrito los resolvía a su modo: duelo criollo, sin testigos, a cuchillo y muerte.
Luego llegaron los tangos quejosos y recuerdo una frase de un malevo, puedo decir, que me honró con su amistad, según la frase consabida y era “el hombre que piensa cinco minutos seguidos en una mujer no es un hombre, es un maricón” salvo que en lugar de la palabra “maricón” usaba una más fuerte que empieza con la misma letra y que es una variación de “hermafrodita”. Espero haber sido demasiado explícito en esta aclaración.
Cómo empezó el tango (…) y otra, famosa, porque dio su nombre a un tango famoso. Una casa de baile de compadritos y de patoteros y de mujeres de la vida situada en la calle Rodríguez Peña, acaso en esas casas viejas que todavía quedan en esa cuadra… Rodríguez Peña entre Lavalle y Corrientes. Y si se necesitaran más pruebas tendríamos, además, cuatro versos de Evaristo Carriego que estaba describiendo lo contemporáneo y que no tenía y no podía mentir.
Dice: " En la calle la buena gente derrocha sus guarangos decires más lisonjeros porque al compás de un tango, que es La Morocha, lucen ágiles cortes, dos bolilleros " es decir, dos hombres. Y un tío mío, marino, calavera en su juventud, dice que fue con un grupo de cadetes a un famoso conventillo de la época llamado, significativamente, “Los Cuatro Vientos”, en la calle Las Heras, “Los Cuatro Vientos” ya sugiere grandes patios, grandes patios con muchas ventolinas, como dice Silvina Ocampo, admirable poema sobre Buenos Aires. Y que ahí uno de ellos quiso bailar con corte y la gente del conventillo, la gente humilde del conventillo, lo echó.
Es decir, contrariamente a esa suerte de novela sentimental que han hecho los films, el pueblo no inventa el tango. El pueblo no impone el tango a la gente bien, ocurre exactamente lo contrario. El tango tiene esa raíz infame que hemos visto y luego los niños bien, patoteros, que eran gentes de armas llevar o de puños llevar, porque fueron los primeros boxeadores del país, lo llevaron a París… cuando el baile fue aprobado y aceptado en París, entonces el Barrio Norte, digamos, lo impuso a la Ciudad de Buenos Aires que ahora lo acepta y es una suerte que haya ocurrido así.
Fuente: clarin.com