"ARMO PEQUEÑAS PUESTAS EN ESCENA CON OBJETOS QUE VOY ENCONTRANDO"


Trabajando. Esta es una de las muchas y sugerentes escenas que Liliana Porter compuso para “El hombre con el hacha y otras situaciones breves”, su nueva muestra./FOTOS GERMÁN GARCÍA ADRASTI

Por Mercedes Pérez Bergliaffa

Minúsculo, el reino de lo diminuto se devela en la obra de Liliana Porter, especialmente en El hombre con el hacha y otras situaciones breves, la exposición que se acaba de inaugurar en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA). Formada por una instalación central que lleva ese título, más algunas pequeñas escenas que la acompañan y un conjunto de dibujos, la muestra se expone en la sala 3 del museo.
Como es típico en la artista desde hace años, utiliza en la obra central pequeños muñequitos vintage, porcelanas rotas, sillas descasquetadas, piedras, maderas antiguas, brillantina y pigmentos de colores, sobre una inmensa tarima: allí Porter propone una catarata de situaciones múltiples, a primera vista disparatadas pero siempre poéticas. No, la artista no las piensa previamente: las va armando sobre la marcha.
Su razonamiento se desarrolla a través de los objetos, con los que mantiene una relación casi amorosa. “En la instalación aparecen un montón de temas y objetos que usé en trabajos anteriores, por ejemplo, en fotos y grabados”, explica la artista. “En este sentido, es un vocabulario personal que puede ser reconocido.” Al mismo tiempo, los símbolos que aparecen son muy distintos: la familia Kennedy, el martillo y la hoz (un martillo de juguete), un Mickey Mouse de vidrio, un santo venezolano decapitado, el Che… La cabecita de un viejo Charlie Brown de madera: “Lo encontré en la playa, en los Estados Unidos”, explica, ciervitos de porcelana, un pollito desplumado y el ratón Mickey de murano –hecho pedazos–, conviven con soldados nazis apuntando con escopetas (de unos 3 centímetros), la mujer dorada regando platos estallados y el auto de los Kennedy en versión “micro”, con todos adentro.
La escala da ternura: todo lo que es mínimo, frágil, tiende a despertar instinto de protección. Pero si miramos con atención, no sabremos bien si las situaciones son ingenuas o plantean –por detrás– problemas más bien dramáticos, sombríos. “Creo que la cosa va más por acá”, comenta Porter, “aunque todo depende de cómo lee la obra el que la ve”. Y muchas veces esos problemas planteados rozan, casi de manera casual, puntos históricos. En este sentido, Porter es una provocadora sutil, que construye sugerencias a través de muñequitos y piedras, por ejemplo.

En su salsa. Porter, sonriente con su instalación terminada en el Malba.

Pero en medio de toda esta narrativa –para nada lineal–, hay un personaje central: ese hombrecito que, con su hacha, fue destruyéndolo todo: personajes, platos, animales, casitas, ¡hasta un piano! La artista explica que el hombre simboliza el tiempo, que todo lo destruye, que nada perdona. Pero claro, la lectura no es tan fácil: la instalación es compleja y tiene varios niveles de significación. Las diferentes escalas de los objetos crean una cadena de intrigas. A través de cualquiera de ellas es posible entrar en la obra: son sus puertas. Si pensamos que el alfabeto Porter está compuesto por objetos chiquitos, entonces su lengua es el espacio, sobre todo el espacio blanco. Y esta es otra de sus característica: dejar mucho “aire”, mucho plano blanco. Ella lo llama “silencios”: “Armo pequeñas puestas en escena con objetos que voy encontrando”, dice. “No elijo cualquier cosa en los mercados de pulgas y en las casas de antigüedades donde busco, me fijo cuidadosamente.
Pueden verse muchos objetos pertenecientes a la memoria colectiva. De eso estamos hechos: de memorias y vivencias”. Y reflexiona: “Creo que todas las imágenes que aparecen son, de algún modo, parte de mi experiencia. Tienen que ver con la construcción de mi propio mundo”. Y su mundo es detallado, sutil, ingenioso: el mundo de una enamorada de lo mínimo.

Fuente: clarin.com

CÓMO NACE UNA OBRA DE ARTE

En busca de las musas
¿Dónde se encuentra la inspiración? ¿Y qué se hace con ella cuando aparece? Ocho artistas argentinos de distintas disciplinas explican sus procesos creativos desde el momento en que conciben una idea hasta que el trabajo queda terminado



Por Celina Chatruc / LA NACIÓN

Como no le gusta leer y no toma alcohol ni pastillas para dormir, cuando viaja en avión Marcos López pinta con acuarelas. De esos pequeños dibujos han surgido grandes ideas para sus obras. Graciela Taquini encuentra inspiración en la cama, minutos antes de dormirse. Nushi Muntaabski, sentada en un banquito, en medio del bosque, mientras escribe en su iPad. Carlos Herrera sale a caminar por la ciudad, observa a la gente y compra objetos de todo tipo; luego se recluye en su taller del campo, donde los une y les da sentido.
Cada artista recorre su propio camino para llegar a una obra. Aunque todos se encuentran en algún punto, según quienes han estudiado cómo funciona el proceso creativo (ver columna). Estar tranquilos y atentos a la intuición, suspender por un rato el censor y liberar al niño interno, coinciden, son algunas de las condiciones principales para escuchar a las musas, que sólo parecen hablar en susurros.
En esta nota, ocho artistas cuentan cuáles son sus estrategias para "atrapar los peces más grandes", como diría el cineasta David Lynch. Porque, en palabras de Picasso, "la inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando". En sus concurridos talleres de guión, el dramaturgo Mauricio Kartun cuenta que él siempre tiene una libreta a mano y lleva un grabador cuando sale a correr, porque las ideas que se van no suelen volver.
Estos métodos no sólo son útiles para los artistas, sino también para mejorar la creatividad en la vida cotidiana. Por eso hoy muchas empresas ofrecen a sus empleados espacios de juego y meditación. El propio Steve Jobs, un hombre que cambió la historia con sus inventos tecnológicos, reconoció que gran parte de sus creaciones se basaron en una lección que aprendió de su padre mientras pintaban juntos un cerco de madera: "Le encantaba hacer bien las cosas -dice Jobs en la biografía escrita por Walter Isaacson-. Se preocupaba incluso por las partes que no se podían ver".
"La creatividad puede resolver casi cualquier problema", asegura el famoso publicista George Lois, que habría inspirado al personaje de Don Draper en la serie Mad Men, en su libro Damn Good Advice for People with Talent ("Buenos malditos consejos para gente con talento"). Dos de estos consejos son: leer los principales diarios todos los días y visitar los museos todos los fines de semana. "Continuamente tenés que alimentar la bestia interior, que echa chispas e inspira -opina Lois-. El ADN del talento está guardado en los grandes museos del mundo, que custodian las epifanías. Estas epifanías entran en el sistema nervioso y en los profundos recovecos de la mente.".

Mondongo

Perder prejuicios

El grupo integrado por Juliana Laffitte y Manuel Mendanha defiende el trabajo en equipo
 
"Las ideas no tienen dueño", opina Manuel Mendanha. Y señala un esternón que realizó con monedas junto a su mujer, Juliana Laffitte, inspirado en un libro que les regaló el escritor Rodolfo Fogwill. Casados desde hace 14 años, ambos fundaron en 1999 el grupo Mondongo con la artista Agustina Picasso. Aunque ella vive hoy en Los Ángeles, aseguran que sigue integrando la "familia".
"Crear algo es algo amistoso -sostiene Mendanha-. No solamente con los amigos vivos y con la gente que uno decide trabajar, sino también con el pasado. Formamos parte de una especie y los logros previos también nos pueden servir. Es un diálogo constante. El hecho de ser muchos nos permitió perder los prejuicios de la propiedad intelectual y de la autoría única de la obra. Del ego."
Si bien se consideran pintores, los integrantes de Mondongo se hicieron conocidos a nivel internacional por expandir los límites de la pintura al explorar con materiales poco habituales: desde pan y cigarrillos hasta chicles y carne disecada. Incluso se atrevieron a retratar a la realeza española con espejitos de colores.
El Museo de Arte Moderno de Buenos Aires expone hasta el domingo su producción reciente. Allí están el esternón, los retratos con hilo al estilo impresionista, las cajas de luz con superficies tridimensionales y la obra que se llevó todos los aplausos: una enorme instalación realizada en plastilina, que recrea con relieve un paisaje de Entre Ríos y demandó cuatro años de trabajo.
Son 15 paneles que crecieron sin fecha límite ni destino cierto, en paralelo a doce calaveras también creadas en plastilina. Este material probó ser muy flexible: puede funcionar como pintura -derretido y trabajado con espátula-, moldearse para dar vida a las pequeñas piezas de una obra más grande o ganar tres dimensiones hasta convertirse en escultura, sobre distintos soportes.
Ellos mismos encargan siete colores básicos, que Alba fabrica con pigmentos de óleo y les envía por toneladas. Luego los mezclan a mano e improvisan formas en torno de un tema. Junto con tres asistentes, sobre bocetos desarrollados en la computadora, a pocos pasos del Jardín Botánico trabajan ocho horas por día con música de fondo, casi sin hablar. Las series llegan a su fin cuando se aburren, cuando ya no sienten que algo es "auténtico".
 

lecturas recomendadas

  • El camino del artista. Julia Cameron (Troquel)
  • Free Play. Stephen Nachmanovitch (Paidós)
  • Atrapa el pez dorado. David Lynch (Mondadori)
  • Ágilmente. Estanislao Bachrach (Sudamericana)
  • El cuaderno de Bento. John Berger (Alfaguara)
  • Sobre el dibujo. John Berger (Gustavo Gili)
  • Damn Good Advice. George Lois (Phaidon)
  • Steve Jobs. Walter Isaacson (Debolsillo)
  • Zen en el arte del tiro con arco. E. Herrigel (Kier)
  • Cartas a Theo. Vincent Van Gogh (Adriana Hidalgo)

Marcos López 

Liberar al niño interior 

 

Más conocido por su carrera como fotógrafo, este artista logró ampliar sus propios límites mediante la transgresión y la improvisación constantes; considera fundamental jugar y vencer el miedo.


"Sacar fotos me sale bien, me resulta fácil. Por eso me aburro. Me tomo un taxi ahora, me voy a la fiesta del precarnaval de Gualeguaychú y hago diez fotos buenas. Porque sé cómo se hace: toco el timbre y le digo al bailarín: '¿Te puedo fotografiar con tu mamá?' 'No, porque está con mi abuela en el hospital.' Entonces vamos y le saco al bailarín con la abuela."
Tanto se aburrió Marcos López de este mecanismo de trabajo que se dejó guiar por su intuición y tomó el camino de la desmesura. Su última muestra, que ocupó en marzo la Sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta, mostró la otra cara del fotógrafo: instalaciones, pinturas y las acuarelas que realiza en aviones y hoteles durante sus viajes.
Sentado en la casita de madera que luego ofrecería al mejor postor en Internet y más tarde exhibiría en arteBA, López confesó su "necesidad compulsiva" de improvisar en forma constante y su dificultad para ponerle a la obra un punto final. Eso hizo que demorara cuatro años en terminar la película sobre Ramón Ayala que presentó este año en el Bafici, y que sembrara el pánico en el Recoleta cuando se llevó a su taller de Constitución una obra sin avisar, una vez que ya había montado la muestra.
Lo mismo le pasa en Facebook, herramienta que usa para compartir -"sin corregir, sin red"- sus ideas casi siempre polémicas. "Hay un punto clave en el proceso creativo -opina- que es tratar de transgredir: a los maestros, a las instituciones, al establishment. Es fundamental en este ejercicio vencer el temor y liberar a ese niño interior para el juego."
Claro que el censor no tarda en llegar, y a veces se levanta de la cama a las cuatro de la mañana para borrar lo que publicó en Facebook. "En un momento hay que correrse -explica- en un movimiento disléxico, bipolar, y ser un adulto responsable, consecuente y lúcido, consciente de una realidad sociopolítica, socioeconómica. Y entonces, señores, no somos tan niños traviesos."
A López le cuesta "estar sin hacer nada" y sus fuentes de inspiración son múltiples: admira tanto a Pina Bausch, Antonio Berni y Wim Wenders como a las tejedoras de ñandutí o a los cantantes de vallenato colombiano. "Ojalá pueda aprender a meditar, porque creo que es muy importante intentar conectar con otras zonas", dice este artista que considera "muy curativo" guiarse por las ganas y que define el proceso creativo como algo "chamánico" que "te conecta con tus muertos".
"Cuando hicimos el montaje de esta muestra -observa-, en un momento de esa sincronía de trabajo hubo estados de lucidez colectiva. Y creo que cada uno de los veinte que estábamos involucrados nos llevamos algo a nuestras vidas.".




Graciela Taquini

 

Vincularse


Esta pionera del videoarte trabaja junto con las nuevas generaciones y encara su propia vida como una obra



"Mi lugar de trabajo es la cama", confiesa Graciela Taquini. Esta "vieja artista emergente", como se presenta a los 71 años, explica que las mejores ideas se le ocurren cuando está más relajada: minutos antes de dormirse, en la ducha, mientras lee o habla con su analista. Sus obras, que unen la historia del arte con el cine, el video y la imagen en movimiento, nacen a partir de una intuición, crecen con un brainstorming de palabras en la computadora y se materializan gracias al trabajo en equipo.
Mientras supervisa en la galería Pasaje 17 el montaje de una de las tantas muestras que ha curado -a las que considera obras en sí mismas, cuando no son por encargo y con temas impuestos-, Taquini aclara que no necesita un taller. "No soy pintora ni escultora, sino artista conceptual -observa-. Trabajo con equipos que varían en función de proyectos específicos y estímulos externos. Mi creatividad no es efervescente ni fluida, sino bastante esporádica. Pero una vez que surge, es como un volcán." Como demostró en Grata con otros, la exposición antológica que ocupó en 2011 la Sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta, esa energía se expande gracias a la sinergia que logra con las nuevas generaciones. "Toda mi vida es una obra -dice- que tiene que ver con los links, con los vínculos."
Esta pionera del videoarte, docente desde hace casi tres décadas y reconocida en 2012 con el Konex de Platino, que acaba de ser incorporada a la Academia Nacional de Bellas Artes, admite tener "buen ojo" para descubrir nuevos talentos. Aunque también confiesa que tardó en verse a sí misma como artista. Tras recibirse de licenciada en Historia del Arte, en 1971, partió hacia Barcelona para estudiar arte medieval. Recién en 1988 empezó a producir obras en video, y a partir del año 2000 amplió su potencial con el acceso a los nuevos medios. Ya estaba por cumplir sesenta años. "Vista en perspectiva, veo que mi obra tiene ejes recurrentes, como la ironía y el humor, que van apareciendo como agentes de disolución de cierta solemnidad, como experiencia de escucha. Son años de psicoanálisis.".


Eduardo Stupía

 

Concentrarse


El pintor necesita el silencio para abordar su proceso creativo como si se tratara de sesiones de free jazz

De Orson Welles a Pablo Picasso, pasando por Roland Barthes y la Nueva Enciclopedia de Labores Femeninas, la biblioteca de Eduardo Stupía, en esta enorme casa de Almagro que perteneció a la familia de Leopoldo Torres Agüero, parece no tener límites. Los libros de un artista que por azar no logró anotarse en la carrera de Letras se cuelan incluso en sus obras, trabajadas en técnica mixta y sin imágenes definidas.
Ese aparente caos se sostiene sobre un delicado equilibrio. Un punto medio que demanda concentración total, a tal punto que Stupía no puede escuchar música mientras trabaja. "Necesito el silencio, escuchar solamente", explica.
Tal vez por haber sido músico, este hombre que cada año es éxito de ventas en arteBA y que meses atrás expuso en Londres y en Art Basel Hong Kong encara su proceso creativo como si se tratara de sesiones de free jazz. Sin preparativos, rutinas ni horarios fijos, llega al taller y abre las ventanas que dan a la avenida Medrano, para dejar entrar "esas energías que solés intentar dejar afuera".
A los diez minutos comienza a dibujar, con el primer material que encuentra. Entonces siente que algo empieza a moverse. Y lo deja fluir hasta ubicarse "en el medio de la corriente", cada vez más profundo, sin destino cierto. "Ahí entran a tallar cosas como la conciencia, el oficio, la atención, la racionalidad y las emociones -observa-. Empiezo por cualquier lado, sigo por donde sopla el viento y termino donde sea."
En medio de esa "lógica desquiciada", Stupía procura construir las ganas y tomar distancia tanto de sus emociones como de las obras, algo que logra al abordar varias a la vez. Lo hace mientras lee cinco o seis libros en forma simultánea, escribe algún prólogo o reseña, da clases o hace curadurías, como las de La Línea Piensa junto con Luis Felipe Noé. Totalmente adaptado a la diversificación de roles del mundo contemporáneo, admira sin embargo a los pintores de otras épocas, como Matisse y Rodin. Artistas que, según él, vivían "más concentrados"..



Nushi Muntaabski

Desconectar


Artista versátil, encuentra inspiración en la lectura, la escritura y el contacto con la naturaleza


En una caja abandonada en un sótano, Nushi Muntaabski descubrió algo que le cambió la vida. Las venecitas verdes, blancas y celestes que encontró en esa casa donde vivió en San Pablo, en 1995, marcaron un antes y un después en su carrera. "Fue amor a primera vista", recuerda hoy, sentada en la galería de su quinta de Ingeniero Maschwitz.
Hija de intelectuales con gran apertura mental, había llegado a Brasil después de trabajar durante casi dos décadas como maquilladora publicitaria. De regreso en Buenos Aires, su atención se concentró en los pequeños mosaicos de vidrios de colores. Con ese material creó junto con Cristina Schiavi la plaza seca que rinde homenaje a Burle-Marx en la explanada de Malba y la serie Taxidermia, con la que ganó el premio Fundación Klemm 2010. Esta última obra, que aborda el tema de los cazadores y los animales en extinción, nació de una novela escrita por ella misma.
La lectura, la escritura y la naturaleza son piezas fundamentales en los múltiples proyectos de Muntaabski, que abarcan desde revestimientos de baños, piletas y cocinas hasta edición -dirigió la revista de arte Canecalón- y dirección de obras site-specific en espacios públicos, como una rotonda en Miami inspirada en Pettoruti.
Por las noches, la autora de La novia de Duchamp (Emecé, 2012) desconecta el celular, se rocía con repelente de mosquitos y se interna con un banquito de madera en el bosque que rodea su inmenso jardín. Apenas iluminada con la luz del iPad, escribe ficciones y prepara sus columnas de arte para Tarde Negra, el programa de Elizabeth Vernaci en la Rock & Pop. Mientras escucha música, se deja llevar.
"Creo que un artista tiene que buscar a alguien con quien poder construir una obra nueva, y hoy mi principal interlocutor es la naturaleza. Es sabia; me da confianza el consejo que me da", confiesa esta mujer que no mira televisión y dice haber aprendido a calmar su ego y a observar a la gente. Su próxima novela tratará sobre la sordera: "Cada uno escucha lo que quiere escuchar -dice-. Y eso también tiene que ver con el proceso creativo.".


Carlos Herrera

 

Transformar


Talentoso rosarino, aprovecha sus viajes a Buenos Aires para comprar objetos que convierte en instalaciones



Primero sintieron el olor nauseabundo. Después vieron las moscas que entraban y salían por la cerradura. Llamaron a la casa de Carlos Herrera, que no usaba teléfono celular, pero nadie contestaba. Pensaron lo peor. Los vecinos del artista rosarino tiraron la puerta abajo y encontraron... una bolsa de calamares podridos.
Era el año 2006 y Herrera había estado trabajando en uno de sus videos con material efímero, como el de las salchichas bailarinas con el que ganaría al año siguiente el Primer Premio Cultural Chandon. Aunque la muerte ya estaba presente en esa obra -las salchichas "morían" acuchilladas-, cobró mayor protagonismo después de 2009, luego de que falleciera su madre.
La crisis llegó cuando él se encontraba en uno de los mejores momentos de su carrera. A los 32 años, venía de dirigir el Museo Castagnino+macro, estaba por inaugurar una muestra en la galería porteña Zavaleta Lab y había sido seleccionado para la Beca Kuitca en la Universidad Torcuato Di Tella. En ese espacio elaboró su duelo. Uno de los proyectos que nacieron entonces, Autorretrato sobre mi muerte, ganó el premio arteBA-Petrobras de Artes Visuales 2011: consistía en una bolsa de nailon que contenía sus objetos preferidos y dos calamares en descomposición. Otros se convirtieron en las instalaciones que presentó este año en Ruth Benzacar.
"Generalmente muestro una obra después de casi dos años de haberla hecho", dice mientras sirve té verde en su PH de Villa Urquiza, igual de despojado pero más chico que su taller-casa en las afueras de Rosario. Allí procesa lo que suele recolectar en la ciudad.
En Buenos Aires sale a caminar, observa a las personas que duermen en la calle, entra en bazares y compra cosas. Muchas. Banquitos de madera, escaleras, pelucas o narices de payaso que va guardando, como en un archivo. Ya en el taller, mientras escucha música, se produce la alquimia: "Ahí ocurre algo con el color, la forma y la composición: como si algo empezara a unir los materiales".


Nicola Costantino

 

¿Por qué no?


Nada parece imposible para la mujer que este año representa al país en la Bienal de Venecia



Veinte años exactos antes de presentar sus instalaciones sobre Evita en la 55ª Bienal de Venecia, Nicola Costantino inauguraba su primera muestra. El 29 de mayo de 1993, esa joven de ojos grandes impactaba en Rosario con lo que sería su marca registrada: una performance con animales asados, rodeados por otros que colgaban del techo, momificados.
Hasta entonces había dedicado una década a estudiar. Las materias que cursaba en la Escuela de Artes Plásticas le interesaban menos que lo que hacía en su casa, con su madre. Como si fuera el álter ego de Louise Bourgeois, pasó su adolescencia haciendo moldes, diseñando y bordando. "Aprendí a dominar la tridimensión haciendo cortes en el maniquí", asegura hoy, en su taller de Villa Crespo, donde continúa experimentando con resina, silicona y matricería, técnicas que heredó de su hermano y de su cuñado ingenieros. "Creo -agrega- que todos mis trabajos se originan en esos diez años."
A tal punto desarrolló el oficio que puede imaginar las obras ya terminadas. Las ideas más interesantes aparecen por la noche, frente a la computadora. Después, sólo resta explicarles a sus asistentes cómo desarrollarlas, supervisarlas y dejar que den vida a las siguientes.
"Cada proyecto dura dos años, en promedio, y siempre salgo de un trabajo pensando en cómo continuarlo", aclara. A la primera muestra, Cochon sur canapé, siguieron la peletería con pezones y orificios anales, los "chanchos bola", los animales nonatos, las máquinas, el polémico jabón realizado con su propia grasa, las fotografías, su monstruoso doble y los videos.
Cuando llegó a los soportes digitales se vio obligada a compartir el proceso creativo con expertos en el tema, como el fotógrafo Gabriel Valansi. Y si le explicaban que no era posible concretar alguna idea, ella forzaba los límites con una simple pregunta: "¿Por qué no?"
Como si esto fuera poco, Costantino también realizó performances que sumaron su habilidad en la cocina. E incluso integró en la obra "lo más inspirador y enriquecedor": su hijo, Aquiles..


Opinión

 

Tranquilidad e incertidumbre



Por Estanislao Bachrach / Para LA NACIÓN

El cerebro humano es un sistema que puede procesar información de manera extraordinaria. Realiza trillones de cálculos por segundo. Sin embargo, la mayoría de los problemas que enfrentamos son mucho más complicados que una simple multiplicación. No son lineales y no tienen una respuesta fácil o lógica. Nuestros recursos conscientes para resolverlos no nos sirven.
Luego de trabajar durante años sobre temas de creatividad e innovación en organizaciones, cuando le pregunto a la gente cómo resuelven problemas complejos la respuesta es similar: nadie lo hace de manera totalmente consciente sino cuando están en el auto, en el subte, antes de dormirse, en la ducha, durante un viaje, cuando realizan una actividad física o algo que disfrutan, como cocinar, pintar, trabajar en el jardín, etcétera.
Hay mucho conocimiento científico sobre cómo incrementar esas revelaciones. Y si bien parece que es poco probable controlar cuándo queremos que ocurran, sí podemos estimular la probabilidad de que aparezcan en forma más frecuente, poniendo el cerebro en un estado que incremente esas chances. Esto es lo que hacen todos los días las personas muy creativas.
Una revelación es un recuerdo lejano o una combinación de recuerdos que involucran unas pocas neuronas. Y así como es difícil escuchar el sonido de tu celular en medio de una fiesta, también lo es notar señales con menor energía cerebral. Las revelaciones necesitan una mente tranquila porque ellas son tranquilas.
Nuestra atención cambia todo el tiempo entre focalizar en algo externo -por ejemplo, esta nota- o en algo interno, como una imagen que aparece en tu mente. Las revelaciones aparecen cuando no focalizamos externamente en el problema. Es decir, cuando "apagamos el mundo exterior" y nos sentimos lo suficientemente seguros para reflexionar en los pensamientos más profundos, sin preocuparnos por lo que nos rodea en ese momento.
También estar contentos, curiosos e interesados en algo estimula más la aparición de revelaciones que cuando predomina el estado de ansiedad que produce una "visión de túnel", en el que dejamos de notar mucha de la información que nos rodea.
Por último, para tener más revelaciones hay que dejar de tratar de resolver el problema. Muchas veces, las soluciones aparecen cuando estamos en un impasse. Cuanto más insistimos en la misma mala solución, menos nuevas ideas aparecen. Esto requiere algo contraintuitivo: olvidar el problema para dejar que aparezca la solución. La incertidumbre es parte del proceso..

Fuente. ADN Cultura La Nación

LAS FOTOS MÍTICAS AHORA BRILLAN EN COLOR

Son íconos históricos, captados en blanco y negro. Con programas de diseño, se lograron las nuevas versiones.


Nueva York, 1945. El beso de un marinero a una mujer vestida de blanco en Times Square, en la celebración del día de la victoria sobre Japón.


Muchas son imágenes emblemáticas testimonios de época y de sucesos históricos. Otras son retratos de personajes famosos o de seres anónimos, que de un modo u otro también construyeron parte de la historia de la humanidad. Captadas en blanco y negro, muchas de las instantáneas más icónicas de la fotografía acaban de aparecer con nuevo aspecto: gracias a las nuevas técnicas y tratamientos de digitalización, se las puede ver en color.
El sitio de tecnología Gizmodo recopiló y difundió varias de estas fotos intervenidas o reimaginadas por diferentes diseñadores y fotógrafos. Así, por ejemplo, una explosión atómica en el atolón de Bikini resulta aún más impactante con el hongo blanco elevándose sobre las aguas turquesa y conmueven los detalles de una tienda en Carolina del Norte, tomada por Dorothea Lange en 1939.
Algunos hitos de la fotografía ahora coloreados son la foto de Eddie Adams de la ejecución del un miembro del Frente Nacional de Liberación de Vietnam (1968), el beso de un marinero a una mujer vestida de blanco en Times Square en la celebración del día de la victoria sobre Japón (1945). Y entre los retratos, se destacan los de Ernest Hemingway (1957), Audrey Hepburn (1953), Winston Churchill (1941) y la última imagen tomada a Abraham Lincoln (1865).




Vietnam, 1968. La impactante fotografía de Eddie Adams de la ejecución del un miembro del Frente Nacional de Liberación de Vietnam.

Posibilidades de la época, que pueden despertar debates. Intervenir o modificar el estado original de una expresión artística, ¿implica una profanación o un cambio de su esencia natural? Preguntas que se discuten sin punto de acuerdo en foros e industrias. Mientras tanto, las innovaciones avanzan sin pedir permiso, los resultados aparecen de un día para otro y lucen sorprendentes.


Fuente: clari.com

ENCUENTRAN UN ANTIGUO POZO DE ALJIBE,
EL MÁS GRANDE DE LA CIUDAD

Está en San Telmo, en la casa que habitó la familia Estrada. Creían que era un sótano, pero oculta bajo un piso de baldosas, descubrieron la enorme cisterna.

Bajo tierra. Especialistas trabajan en el la cisterna. La idea es integrarla a un recorrido histórico./
FOTOS DIEGO DIAZ
Por Romina Smith

Está completo, es abovedado, tiene capacidad para unos 90 mil litros y estaba oculto bajo un piso de baldosas. Según aseguran los expertos, servía para juntar agua de lluvia y abastecer a una familia de principios de 1800. Es más, creían que era un sótano pero la revelación causó sorpresa: debajo de la casa donde hasta 2010 funcionó la Editorial Estrada, y que fue adquirida por el Gobierno de la Ciudad para cederla a la Dirección de Patrimonio y el Instituto Histórico de Buenos Aires, el equipo de arqueólogos de ese organismo encontró el pozo de aljibe más grande de la Ciudad. Está en Bolívar al 400, en San Telmo, ya hicieron trabajos en el lugar y rescataron varios objetos antiguos: botellas enteras y restos de mampostería. Ahora buscan armarlo e integrarlo a un recorrido para que a partir de diciembre se pueda bajar y contar el patrimonio de esa época a través del uso del agua.
“Este hallazgo tiene que ver con el plan de excavación que ya hicimos en lo que se conoce como ‘la Casa del Virrey Liniers’, una de las viviendas aún en pie más antiguas de la Ciudad y que fue recuperada como centro cultural en 2011. Esa propiedad está pegada al fondo de este terreno. Y esta vivienda sería el lado de adelante, es la casa que habitaron los Estrada, y acá es dónde apareció esta sorpresa”, detalla Liliana Barela, directora del área dependiente del Ministerio de Cultura.
¿Por qué un hallazgo así, justo en un lugar público? Lo explica Barela: “Esta casa, toda, es una gran incógnita: la estadía de Liniers sacralizó la parte de atrás como Monumento Histórico Nacional. Y estamos tratando, y no es fácil, de indagar este espacio hacia atrás en el tiempo. No es fácil porque es grande, hay que saber leer los planos, hay unas obras sobre otras. Así que decidimos ir a lo concreto y empezamos a desarmar todo. Primero encontramos los techos de 1820, más antiguos de lo que suponíamos, y el descubrimiento del aljibe se dio dónde pensábamos que había un sótano. La idea es ir a ver. Levantar y mirar, y así hicimos”.
Los arqueólogos Daniel Schavelzon, asesor de Barela, y Ricardo Orsini, director del registro arqueológico, fueron los que encabezaron esta misión en primera persona, pero también con todo el equipo de la Dirección. “Primero vimos un plano de 1900 que nos sirvió de guía: ahí se veía un sótano, pero sin escaleras, y eso nos llamó la atención. En los planos más actuales ese sótano ya no se veía, por eso recurrimos a otros de 1860 y 1870, y ahí descubrimos cómo era la casa en esa época. Tenía un patio donde hoy es la recepción, y en ese patio estaba el aljibe”, relata Orsini. Y sigue: “Ahí empezamos a seguir los pozos de agua, cómo era la distribución de caños, y decidimos cavar: apenas levantamos las baldosas nos encontramos con esta bóveda, la cisterna más grande y antigua de este tipo que sigue intacta en la Ciudad”.
Escalera. Al pozo se baja por un pequeño agujero

Schavelzon pidió autorización y avanzó: “Hicimos un pequeño agujero en el piso para no dañar esta propiedad y encontramos esta bóveda que es muy grande para la época: en esos años, los aljibes eran un pozo de un metro que bajaba hasta la napa, y de ahí se sacaba el agua, pero esto es una construcción rectangular y abovedada que juntaba la de lluvia de las terrazas y creemos que es la más grande de aquella Buenos Aires. Todavía se pueden ver los agujeritos cuadrados por dónde se llena el pozo, porque en esa época se usaba ese sistema para los aljibes”.
Para el arqueólogo, el año en que empiezan a verse este tipo de cisternas está en discusión: “Para algunos son del siglo XVIII, para mí, del XVII. Era una vieja tradición de España. Esta calculamos que es de entre 1830 y 1850”. La expedición dejó un pequeño agujero por donde apenas cabe una persona. Y desde ahí se baja en una escalera de sogas y escalones de madera, que parece antigua, pero no lo es, y es la única manera de descender. Abajo, el olor a humedad delata el paso del agua durante décadas. Y los escombros, el abandono. Pero con una pequeña lamparita los especialistas ya rescataron distintos objetos que delatan que durante los últimos años de la editorial Estrada el enorme pozo se usaba para arrojar residuos. En una repisa se ven esos tesoros: botellas de tinta intactas y aún con algo de líquido de color adentro, restos de mampostería, frasquitos de vidrio, cerámicas de época.
“En esta casa vivía una familia aristocrática, no cualquiera tenía un aljibe como este. El agua se usaba para lavar la ropa, los platos, los patios, pero no se podía tomar: el agua que tomaban se la compraban al aguatero, que la traía del río. Por eso creemos que es una buena manera de contar esa época”, dice Schavelzon. “Hay una maravillosa anécdota de principios del siglo XIX de Mariquita Sánchez de Thompson. Desde Brasil, donde viaja exiliada durante la época de Rosas, manda una carta contando que estaba en un hotel y que lo más extraordinario que había visto era que en el baño había dos canillas: una de agua caliente y otra fría. Para acá eso era imposible. Y eso que ella era de una familia adinerada”.
Todo lo recuperado será colocado antes de fin de año en vitrinas que se armarán dentro del pozo, para lo que se construirá una escalera más firme. La idea, dicen, es que las visitas guiadas que se hacen en la casa de Liniers y en la de Estrada puedan contar la historia de otra manera: recrear esa época a través del agua. Incluso, la anécdota de Mariquita: nada más que una divertida manera de mostrar cómo se vivía en la ciudad a mediados de 1800.

Fuente: clarin.com

EL GALEÓN ESPERA POR SU RESTAURACIÓN, OTRA VEZ BAJO TIERRA

Sin presupuesto ni lugar para hacer el trabajo, los restos se preservan tal como habían sido descubiertos en 2008.
Reconstrucción. La nave fue descubierta cuando hacían el pozo de una obra.

El aljibe de la antigua editorial Estrada no fue el único secret
o vinculado al agua que supo guardarse la Ciudad. En diciembre de 2008, un barco español del siglo XVIII que nadie esperaba apareció cuando excavaban los cimientos para construir una torre en el Dique 1 de Puerto Madero. Alguien lo llamó galeón, y así le quedó. Pero en realidad era una embarcación mercante que estuvo más de 200 años bajo el lecho del Río de la Plata. Hoy, el “galeón” está bajo tierra pero en otro lugar: protegido, espera su suerte en la Barraca Peña, frente al Riachuelo, en La Boca, una vieja construcción que está en pie desde 1860 y espera una intervención que la convierta en un espacio cultural.
La misma intervención que espera el barco desde que fue mudado ahí, en 2010. La idea de volver a enterrarlo fue de los que estuvieron a cargo de su conservación y, según explicaron, es lo que se usa en estos casos para que sus maderas y restos puedan seguir conservados en las mismas condiciones en las que lo encontraron.
“El barco se resguardo a la espera de que haya un presupuesto para su restauración y recuperación. Es un trabajo caro, se necesita un galpón del tamaño de la nave y un equipo de especialistas en esto”, explicó Schavelzon. Según dijo, no es una tarea simple: requiere de mucha experiencia para no dañar los restos. Cuando fue hallado, los expertos trataron de rearmar la historia del “galeón”. Según difundieron, el barco venía de la península ibérica hacia Buenos Aires, al parecer con mercaderías de contrabando, y quedó encallado tras una fuerte tormenta. En las tareas de recuperación se encontraron objetos de la época como monedas, cerámicas, vasijas, pipas, clavos, sogas, un espejo, llaves y cuatro cañones. Hoy, todo eso está exhibido en una habitación de la dirección de Patrimonio en la Casa de Liniers. Ahí se guarda y se preserva. Según adelantó el área, ahora se está por editar un libro con lo que se trabajó en esa misión arqueológica.

Fuente: clarin.com

MUSEO DE INMIGRACIÓN:
SE RENUEVA UN SITIO CLAVE EN LA HISTORIA ARGENTINA

Funciona en el Hotel de Inmigrantes, donde se alojaron muchos de quienes llegaron al país entre 1880 y 1950.

El mar que nos trajo. El director, Aníbal Jozami (izq.) guiando una visita de prensa, ayer. /DIEGO WALDMANN

Por Mercedes Pérez Bergliaffa

 

Hoy es un día importante: todos los que alguna vez emigramos, todos los que descendemos de un inmigrante o fuimos y vinimos por el mundo, tendremos un lugar de última generación donde encontrar nuestras historias. Se trata del Museo de la Inmigración, ese espacio que funciona desde hace años en lo que fue el Hotel de Inmigrantes, en pleno centro de Buenos Aires pero escondido sobre la ribera del Río de la Plata.
Hoy inaugura una nueva etapa: aunque el museo ya existía, la Dirección Nacional de Migraciones firmó un convenio con la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF) gracias al cual le cede la coordinación del museo por diez años. Al costado del Museo de la Inmigración, además, se inaugura hoy el Centro de Arte Contemporáneo de la UNTREF (CAC). Así, esta universidad abre nuevos espacios de exhibición y especializa los que ya tenía: su propio museo, en la localidad de Caseros, expondrá desde ahora sólo arte moderno (arte del Siglo XIX y primera mitad del XX). Lo que sea arte contemporáneo irá al nuevo centro cultural.
Los dos museos son espacios muy amplios, luminosos y grandes, que respetan la arquitectura higienista que tiene de por sí el Hotel de Inmigrantes (que está siendo restaurado por la UNTREF). Se ubican en el tercer piso del edificio, allí donde –entre 1880 y 1953– funcionó un dormitorio multitudinario para los inmigrantes pobres que llegaban en barco desde Europa, huyendo de las Guerras Mundiales, de la Guerra Civil Española o del Nazismo.
“El Museo de la Inmigración no plantea un recorrido cronológico sino nodos temáticos en torno a los cuales se desarrolla la exhibición, que va a ser permanente, aunque algunas de las piezas van a ir rotando”, explica a Clarín Diana Wechsler, subdirectora de los nuevos espacios. Los nodos son “Viaje”, “Arribo” e “Inserción y legado”. En el primer núcleo, salta a la vista la enorme maqueta de un barco holandés –el Tubantia– hundido durante la Primera Guerra Mundial para cobrar el seguro. Cuentan que venía hacia la Argentina lleno de oro: era el pago de las exportaciones de granos y carne que se hacían hacia Europa. Al costado de la maqueta están los posters que publicitaban en Italia la “nueva tierra prometida”. Cerca de allí, usted verá un mueble con cajones: los podrá abrir. Encontrará, por ejemplo, la historia de la familia Prikels, alemanes llegados a la Argentina alrededor de los años 20. Podrá ver sus documentos, sus fotos y el almacén-recreo que la familia abrió en Vélez Sarsfield.
Los Prikels. Se exhibe la historia de esta familia. Habrá otras./DIEGO WALDMANN
También abre hoy el “Archivo Chela”. “Fue creado en homenaje a Chela”, comenta el museólogo Martín Verlini, “una empleada de inmigraciones que durante décadas se dedicó, solitaria y pacientemente, a copiar los libros de los barcos”. En el pasado, antes de que la Aduana tuviera un listado de pasajeros de los barcos, este era el único registro de quienes llegaban al país.
“También vamos a hacer un ascensor exterior, una librería y un café. Estos movimientos costaron unos 2 millones de pesos”, comenta Aníbal Jozami, director de los dos museos y rector de la UNTREF.
Mientras, en el Centro de Arte Contemporáneo, hoy se inaugurará Miradas insobornables, una exposición con curaduría del alemán Alfons Hug, director del Instituto Goethe de Río de Janeiro. Son video-instalaciones de artistas de todas partes del mundo, desde China a Italia. Montadas en el espacio del Hotel, las grandes imágenes quedan envueltas en un clima extraño, surreal, melancólico.
Si visita el Museo, observe un plus: mientras recorre las muestras podrá ver, por las ventanas, de un lado el centro de Buenos Aires; del otro, el Río de la Plata. Y al frente del edificio, la ola inmigratoria más reciente: viene de Paraguay, Bolivia, Africa. Señores, ¡bienvenidos a Babel! Acá se expone su construcción.

Fuente: clarin.com

CONFIRMAN LA AUTENTICIDAD DE UN VAN GOGH DESCONOCIDO

Es un paisaje pintado en 1888 que había dejado insatisfecho al genio impresionista.
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Revelación. El director del Museo Van Gogh (izquierda) y un investigador (derecha) descubren la pintura. / AP
Ayer hubo aplausos en el Museo Van Gogh de Amsterdam. Fue cuando el director de la institución holandesa, Alex Rüger, anunció que el óleo que los expertos del museo habían investigado durante dos años era efectivamente obra de Vincent Van Gogh.
“Puesta del sol en Montmajour” es un paisaje con robles y arbustos en el que se adivinan las ruinas de una abadía en el horizonte. Según los expertos de la pinacoteca del museo Louis van Tilborgh y Teio Meedendorp, el estilo, la técnica, el color y el tipo de lienzo implementado confirman que se trata de un Van Gogh auténtico –el primer lienzo completo del artista que se descubre desde 1928–.
Hay más indicios: los especialistas aseguran que la obra es del verano de 1888, y el 4 de julio de ese año, Vincent le escribió una carta a su hermano Theo en la que describe una obra de las características de la presentada ayer: según el pintor, la obra presenta “un páramo pedregoso donde crecen pequeños robles trenzados”.
El cuadro tiene 93,3 centímetros de ancho y 73,3 de alto, lo que implica una obra relativamente grande dentro de la producción del genio del impresionismo, y según las dos cartas de 1888 en las que Van Gogh lo mencionó, no lo dejó satisfecho: era algo habitual en el holandés; lo mismo le pasaba con “La noche estrellada”. La pintura es de la época en la que el artista pintó otros cuadros florales, como “Los girasoles”, mientras residía en la localidad francesa de Arles.
Según detalló el Museo Van Gogh, el cuadro perteneció a la colección de Theo, que lo catalogó con el número 180 en su listado, número que coincide con el que figura en el reverso del lienzo. Se vendió en 1901. En 1908, lo adquirió un coleccionista noruego y pasó varios años en un altillo, hasta que sus dueños decidieron, en 1991, que el museo lo analizara aunque suponían que era una falsificación. En aquel momento, la institución sostuvo que no era un Van Gogh auténtico, pero ahora, y argumentando que las nuevas tecnologías permitieron mejores análisis, aseguran que se trata de una obra del autor de “La habitación”.
“En la historia de nuestro museo no había habido un descubrimiento de este calibre”, celebró Rüger, y anunció que desde el 24 de septiembre el público podrá ver la pintura recién descubierta.

Fuente: clarin.com