Por Mercedes Urquiza
El último viernes de junio, en el Malba se hacía la presentación de la muestra de Yayoi Kusama. Mientras tanto, en las calles del centro porteño atronaba el ritmo festivo-reivindicativo de la ya tradicional marcha del día internacional del Orgullo Gay. La coincidencia tuvo un simbolismo muy particular.
Lo que se recuerda en las marchas del
Orgullo Gay son hechos ocurridos el 28 de junio de 1969 en Nueva York.
Aquel día –aquella noche, para ser precisa– la policía de Manhattan
realizó una redada en el Stonewall Inn, un bar de la comunidad gay
neoyorquina. La violencia empleada por los policías derivó en una
sucesión de disturbios que dieron visibilidad global a los reclamos de
esta comunidad, que desde entonces tiene a los sucesos de Stonewall como
su mayor efemérides.
Kusama vivía en Nueva York. Estaba inmersa
en el universo artístico-gay que afloraba en el barrio de Greenwich
Village, cuyo ambiente influyó notablemente en su formación como
creadora. Un ambiente que Kusama capturó con nitidez y crudeza en
relatos como “El escondite de prostitutos de la calle Christopher”, uno
de los cuentos que publican el Malba y Editorial Mansalva en el marco de
la magnífica muestra. La calle Christopher está en el Village. Y allí
había un bar –hermano mellizo del Stonewall Inn–, el escenario que
Kusama elige para narrar las peripecias de Henry y Yanni, personajes que
buscan destino en la dura Nueva York de aquellos años. Llegado desde
Nueva Orleans a los 17 años, Henry es joven y tiene un cuerpo que le
permite ejercer la prostitución y con eso pagarse clases de economía en
la New York University. Una estrategia de ascenso social que colapsa
cuando comienza a consumir heroína.
Yanni es una madama que escoge
chicos guapos y necesitados de efectivo en las distintas universidades
de la ciudad, para abastecer su red de prostitutos de alto nivel. Entre
ella y Henry se establece una relación que va más allá de lo laboral,
que podría parecerse al amor. Kusama, artista plástica al fin y al cabo,
no deja en ningún momento de resaltar los contrastes cromáticos entre
ambos: nacido en Hong Kong, Yanni tenía la piel ámbar y Henry es de un
intensísimo negro, casi azulino.
El relato es al mismo tiempo
delicado y morbosamente explícito. Está plagado de referencias
estéticas, poéticas imágenes y situaciones llenas de descripciones
visuales, cargadas de colores y formas plásticas. Escenas dominadas por
los destellos de luces estroboscópicas y alucinaciones. El relato
también describe desde adentro la escena del arte pop y plantea, al
pasar, las relaciones entre artistas, galeristas y críticos.
Pero,
por sobre todo, su relato es una vívida crónica de aquella Nueva York,
retratada en toda su belleza y decadencia. Una ciudad en la que Kusama
conoció a referentes de la vanguardia artística local como Donald Judd,
Andy Warhol, Claes Oldenburg y Joseph Cornell. Allí pasó de la práctica
pictórica a las esculturas blandas conocidas como Accumulations y luego a
performances en vivo y happenings. En 1973 volvió a Japón y en 1977 se
instaló voluntariamente en una clínica psiquiátrica, en la que reside
desde entonces.
En “El escondite de prostitutos de la calle
Christopher”, Kusama despliega de forma literaria muchos de los
elementos y obsesiones que dan sentido a su obra como artista plástica,
indivisible de los avatares de su vida personal. A lo largo de su
carrera Kusama realizó instalaciones que parecen performances y
performances que son instalaciones. Ella misma se definió como “una
adicta al suicidio”, y hoy a los 84 años ha llegado con obras de lo más
consistentes, además de acumular incontables proyectos innovadores y
alucinantes en distintas disciplinas que parecen surgir de la mente más
jovial.
“La peculiar condición que la ha llevado a sufrir durante
toda su vida, la ha empujado a un mundo simbólico creado por ella. Ha
concebido espacios que nos permiten experimentar los contradictorios
mecanismos que se funden en su inconsciente”, explica Philip
Larratt-Smith, curador junto con Frances Morris, de la muestra de Kusama
en el Malba.
Junto con “El escondite de prostitutos de la calle
Christopher” se publican otros dos relatos de Kusama: “Acacia, olor a
muerte”, y la nouvelle “Suicidio doble en el monte de los cerezos”,
traducidos por primera vez al español por la escritora Anna Kazumi-Stahl
y su madre, Tomiko Sasagawa Stahl.
Ficha
Acacia olor a muerte
Yayoi Kusama
Trad. Ana Kazumi Stahl
y Tomiko Sasagawa Stahl
Mansalva
Yayoi Kusama
Trad. Ana Kazumi Stahl
y Tomiko Sasagawa Stahl
Mansalva
Fuente: Revista Ñ Clarín