Fue en 1890, a pocas cuadras donde 46 años más tarde estaría el Obelisco. Un intento por derrocar a Juárez Celman dejó 150 muertos.
Escenario. La plaza ocupa la manzana de Cerrito, Paraguay, Libertad y Marcelo T. de Alvear. / LORENA LUCCA
Por Eduardo Parise
Fue una batalla brutal, con cientos de muertos y heridos. Y
ocurrió a pocas cuadras del Obelisco, pero 46 años antes de que
existiera el Obelisco. Ya hacía una década que Buenos Aires era la
Capital Federal, algo que también había generado enfrentamientos en la
Ciudad. Sin embargo aquel combate, ocurrido en julio de 1890, tuvo un
escenario impensable para quienes, desconociendo ese pasado, lo recorren
hoy: la actual plaza Libertad.
Ocupa una manzana, entre las
calles Cerrito, Paraguay, Libertad y Marcelo T. de Alvear. Y como
símbolo de identidad, en el centro tiene una estatua hecha en bronce que
recuerda a Adolfo Alsina, una obra del francés Aimé Millet. Instalado
en 1882, el monumento evoca a ese caudillo unitario que fue gobernador
de la provincia de Buenos Aires y vicepresidente de la Nación, cuando el
presidente era Domingo Faustino Sarmiento. El monumento fue el lugar
junto al cual, durante los combates de 1890, se amontonaban los
cadáveres de los caídos en la batalla.
Aunque el número exacto
nunca se precisó, los historiadores hablan de más de 150 muertos, que
eran transportados hasta el lugar en carretillas. También recuerdan a
más de 300 heridos, asistidos en la vecina capilla de Nuestra Señora de
las Victorias (que ya estaba junto al asilo y colegio de Paraguay, entre
Libertad y Talcahuano), convertida en banco de sangre.
¿Cuál
había sido el origen de semejante masacre? En la madrugada del 26 de
julio de 1890 unos 900 militares y 300 civiles (muchos de la recién
fundada Unión Cívica) iniciaron un proceso revolucionario destinado a
derrocar al presidente Miguel Juárez Celman, concuñado de Julio
Argentino Roca, quien lo había precedido en el cargo. A los rebeldes los
lideraba el general Manuel Jorge Campos. El foco rebelde se situó en
los cuarteles del viejo Parque de Artillería que estaba donde ahora se
encuentra el Palacio de Tribunales, frente a la plaza Lavalle. Pero el
gobierno decidió enfrentarlos y organizó tropas al mando del general
Nicolás Levalle (ministro de Guerra), a quien acompañaron el coronel
Capdevila (jede de la Policía) y el general Donato Alvarez (jefe del
Estado Mayor).
Los tiroteos empezaron cerca de las 9 de la mañana.
Y cuentan que hubo un momento en que las tropas del gobierno casi
sucumben. Hubo un gran desbande cuando a Levalle y a varios de sus
oficiales les mataron los caballos. Pero el ministro se repuso y logró
reagrupar a los soldados en la plaza Libertad. Dicen que a algunos lo
llevó a cintazos y a punta de pistola desde los andamios de la obra del
primer edificio del teatro Coliseo, que estaba en construcción. Allí,
les hizo cantar el Himno y volvieron al combate. Al rato, también
llegaba el vicepresidente Carlos Pellegrini.
Mientras los
cadáveres, tapados con lonas, se apilaban junto al monumento a Alsina,
el coronel Ignacio Garmendia pensó un plan. Como cada avance frontal
contra el Parque de Artillería terminaba en masacre, propuso ir
perforando paredes de las casas de dos manzanas y mover a las tropas por
ese circuito para llegar por un flanco y atacar a los rebeldes por
sorpresa. Al día siguiente hubo una tregua, pero la suerte de los
revolucionarios estaba echada. Fue derrota, aunque en agosto Juárez
Celman dejó el gobierno y asumió Pellegrini.
Después, la plaza
Libertad volvió a ser parque público como lo habían pensado en 1809
algunos vecinos de la zona y como lo habían propuesto, en plena
Revolución de Mayo, Manuel Belgrano, Cornelio Saavedra y Manuel
Castelli. Ellos la habían denominado plaza “Fernando VII”, dejando atrás
el nombre de doña Engracia, una negra que, a fines del siglo XVIII, se
había instalado en ese “hueco” lleno de pajonales. En 1822 ya se llamaba
plaza de la Libertad.
Los ruidos de balas y cañonazos quedaron en
el pasado. Las fogatas del vivac de los combatientes también. Pero el
recuerdo de aquellos duros momentos siempre flotará en el aire. Lo mismo
ocurre junto al puente Alsina, en Pompeya. Allí, en junio de 1880, la
guerra civil enfrentó a tropas nacionales con tropas bonaerenses.
Aquella vez hubo 1.200 muertos. Pero esa es otra historia.
Fuente: clarin.com
Fuente: clarin.com