Es el casi centenario edificio del Yatch Club Argentino, en la Dársena Norte del puerto.
Río abierto. Cuando se construyó, rompió con la monótona geografía del puerto porteño. /FERNANDO DE LA ORDEN |
Por Eduardo Parise
Si Buenos Aires fuera una antigua fragata, seguramente éste edificio sería su mascarón de proa. Es decir: la presentación de una estructura arquitectónicamente bella, a pesar de sus altibajos y contrastes. Y eso no sólo porque el edificio tiene una ubicación de privilegio, de cara al río abierto, sino también por su llamativa construcción, la que en 1913 pensó el arquitecto francés Edouard Stanislas Louis Le Monnier y que el 23 de diciembre de 1915, en un brindis con champagne, se inauguró en la zona de la Dársena Norte, el lugar donde sigue luciéndose.
Si Buenos Aires fuera una antigua fragata, seguramente éste edificio sería su mascarón de proa. Es decir: la presentación de una estructura arquitectónicamente bella, a pesar de sus altibajos y contrastes. Y eso no sólo porque el edificio tiene una ubicación de privilegio, de cara al río abierto, sino también por su llamativa construcción, la que en 1913 pensó el arquitecto francés Edouard Stanislas Louis Le Monnier y que el 23 de diciembre de 1915, en un brindis con champagne, se inauguró en la zona de la Dársena Norte, el lugar donde sigue luciéndose.
El edificio creado por Le Monnier
(París, 30/9/1873 – Buenos Aires, 14/2/1931) es desde entonces la sede
central del Yacht Club Argentino (YCA), una institución próxima a
cumplir 130 años. Su fundación formal tiene como fecha el 2 de julio de
1883, el día en que una asamblea, después de recibir poco antes la
autorización para usar la Bandera Nacional en sus embarcaciones, designó
como su primer comodoro a don Hortensio Aguirre Anchorena.
La
construcción fue realizada por la empresa Erausquin y Sanmartino y se
invirtieron 57.000 pesos. Con ese presupuesto, se rompió el monótono
paisaje portuario que mostraba sólo una sucesión de depósitos. Aquella
obra, que después el propio Le Monnier amplió entre 1929 y 1930,
mostraba una propuesta urbana innovadora con una mezcla de Modernismo
pero con base Académica. La innovación está dada en un conjunto
asimétrico, donde un sector más alto, que se remata con una torre-faro,
se ensambla con otro, más bajo y en forma de hemiciclo, que se abre de
cara al río. El acceso principal con su fachada, está mirando de frente a
la Ciudad.
La sede social del YCA tiene cuatro lugares que se
usan como comedor: el Salón Principal, el Salón Grumete (para los más
chicos) el Salón Copa Atlántico y el Bar. Todos tiene su encanto y un
bello diseño, pero en el Principal los ventanales con arcos de medio
punto y las paredes revestidas en madera, lo convierten en algo
especial. Y el Bar tiene lo suyo, empezando por la original barra de
madera de forma cóncava (lo habitual es que sean convexas), dicen que
para que haya mayor integración entre quienes concurren a acodarse junto
a ella. Ahí, la madera también se destaca.
Vista. De Buenos Aires, desde el edificios del YCA. /JUAN JOSE TRAVERSO |
El conjunto, declarado
Monumento Histórico Nacional, tiene además una explanada, casi como si
fuera la cubierta de un barco. Con el río como fondo, allí hay
escalinatas, un histórico ceibo y hasta un reloj de sol que ya aguantó
muchos embates de ese río marrón, a veces difícil de aguantar. En la
parte superior del edificio está la biblioteca y también hay tres
habitaciones (llevan los nombres de “Recluta”, “Fortuna” y ”Fjord III”,
tres históricos veleros) destinadas a albergar a los jueces de las
regatas internacionales que organiza el YCA.
El hecho de que el
club esté en ese rincón del puerto y a río abierto, obligó a que en 1991
se hiciera un trabajo importante para apuntalarlo. Por eso se colocaron
cientos de pilotes, una tarea que incluyó a buzos especializados en
estudiar dónde debían hacerse los anclajes. En el mundo, el YCA está
considerado como un club fundador de la actividad y figura entre los 30
más antiguos dedicados al yachting. Para los socios (unos 3.500,
contando los de todas las categorías) es casi como un living y por eso
sólo se puede acceder con invitación.
Construido en un sitio para
destacarse, el edificio se puede ver desde el sector que está al lado
del lugar en el que salen los barcos hacia Uruguay. De noche, muy bien
iluminado, también llama la atención. En la orilla contraria, los altos y
modernos edificios son un contraste para ese ícono del puerto. Y ya que
se habla de íconos, no hay que olvidarse que en la zona de Puerto Nuevo
también hay otro edificio importante construido en los años 30. Es el
de la Central Termoeléctrica Nuevo Puerto, con sus dos torres
características dominando el horizonte. Pero esa es otra historia.
Fuente: clarin.com