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Lejos de acumular obras por especulación
o prestigio, los coleccionistas del siglo XXI se hacen amigos de los
artistas, devienen mecenas e impulsan proyectos para la promoción y
circulación del arte contemporáneo argentino. A pocas semanas de la 22a
edición de arteBA, centro neurálgico de ventas, historias de una pasión
sin retorno
Navone establece afinidades entre sus elecciones: cuelga las obras de manera que dialoguen entre sí.. Foto: Gentileza Guillermo Navone |
Guillermo Navone. "Ayudar a que las cosas pasen"
El apoyo a los artistas es
fundamental para este coleccionista que comenzó comprando un cuadro de
Molina Campos y en una década sumó más de 200 obras
A los 24 años, Guillermo Navone, "Willy", trabajaba en
Nueva York, dedicado a las finanzas, y extrañaba la Argentina. Esa
carencia lo llevó al arte: se encontró frente a un cuadro de Molina
Campos en lo de un amigo y quiso tener uno, como si ese gesto lo
acercara a su tierra.
El destino también lo acercó a Diego Gradowczyk, hijo
del coleccionista, que le aconsejó comprar obras de artistas
contemporáneos. "Esto es adictivo; no hay vuelta atrás", le advirtió.
Compró El buen paisano, de Molina Campos, y durante un
viaje a Buenos Aires en 2004 comenzó a explorar el mundo del arte
contemporáneo local. La primera compra, luego de consultar a su
consejero, fue una obra de Marina De Caro. "Creo que está bueno tener a
alguien que te asesore, que te frene y te ayude a pensar", opina.
Ahora tiene aproximadamente 200 obras, desde el Molina
Campos hasta Duville, Siquier, Ferrari, Adriana Bustos, unos luminosos
Sakai de la época pop, Londaibere, Marcos López, Schoijett, Carlos
Huffmann, Máximo Pedraza, Ballesteros, Eduardo Basualdo, Florencia
Rodríguez Giles, Luis Terán, Gómez Canle, Diego Vergara y Sandro
Pereira, por nombrar algunos.
Navone establece afinidades entre sus elecciones: un
Aizenberg geométrico dialoga con una témpera de su maestro Batlle
Planas, con un vidrio de Lucio Dorr y unos paisajes con guiños a la
historia del arte de Max Gómez Canle que se apoyan en la chimenea; un
paisano de Pablo Suárez mira a otro paisano de Molina Campos.
"Hay muchas maneras de coleccionar, y las respeto
-dice-. A mí me gusta involucrarme, ayudar a que las cosas pasen. Para
mí, las colecciones hechas desde el sentimiento, apoyando desde la
cercanía con los artistas, son mucho más valiosas."
Es raro que venda algo, porque las obras se convierten
en parte de su vida. "Prefiero que lleguen a casa con una anécdota; eso
les da un valor afectivo."
Desde lo institucional, Navone apoya el Programa de
Artistas de la Universidad Di Tella y el Programa de Adquisiciones de
Malba. "No me gusta definirme como coleccionista -aclara- sino como un
comprador de arte. Me da más libertad."
José Lorenzo: "No podría vivir sin el arte"
Una invitación de arteBA cambió la mirada del
arquitecto cordobés, que pasó, sin escalas, de la pintura tradicional al
arte contemporáneo, con el foco puesto en la fotografía
José Lorenzo es un arquitecto cordobés que comenzó su
relación con el arte a través de la pintura tradicional de fines del
siglo XIX y del XX; reunía paisajes y escenas campestres hasta que, en
2005, arteBA Fundación lo invitó a un programa para coleccionistas en
Buenos Aires. A la vuelta de esa experiencia intensa, que le permitió
recorrer colecciones y asistir a charlas, vio con otros ojos lo que
tenía colgado en su casa. Ese arte era de otro tiempo, que no era el
suyo.
Decidió comenzar a relacionarse con el arte
contemporáneo. Al principio con los artistas cordobeses presentes en la
feria arteBA, como Adriana Bustos, Ananké Assef y Hugo Aveta -todos
fotógrafos-, luego con artistas más jóvenes.
Cuñado de un gran dibujante, Fernando Allievi, decidió
pedirle consejo para que lo ayudara a decidir sus compras. En 2008
conoció a Gabriel Valansi, ganador del premio Roggio de ese año, cuando
asistió a la primera clínica de coleccionismo en Córdoba, y lo sumó a su
equipo de trabajo.
Hoy, Valansi lo asesora en el tema fotografía y Allievi
en pintura y dibujo. "Es un brain-storming continuo", explica Lorenzo
sobre su relación con sus asesores, devenidos amigos
familia. "Es un diálogo enriquecedor entre las partes, una tarea de investigación entre los tres", explica.
Define su gusto como "ecléctico" y no le preocupa que
los artistas sean contemporáneos; aún conserva sus primeros paisajes en
el comedor diario de su casa.
"No tengo una obsesión por tal obra o tal artista;
siempre compro obras con las que puedo convivir." Su casa se ha
convertido en el centro de reuniones entre la gente ligada al arte; sus
puertas están abiertas a recibir y alojar a artistas, curadores,
aquellos entusiastas como él.
"No podría vivir sin el arte. No le veo límites por
ahora -dice con tonada cordobesa-. Coleccionar generó algo en mí tan
lindo, tan renovador."
En pocos años, esta experiencia revolucionó su entorno:
la colección estuvo colgada en el Palacio Ferreyra y, junto con
Valansi, organiza en Córdoba encuentros con artistas y referentes
invitados. Es vicepresidente de la Asociación Amigos del Museo Caraffa y
de la Fundación Proarte Córdoba, que gestiona becas y ayuda para
artistas, no sólo del ámbito de las artes visuales.
"Si ser referente sirve para que la gente se interese y se involucre más, me encanta. Yo no saco rédito personal, lo disfruto."
Esteban Tedesco: "Es un mundo muy chico"
Médico cirujano y comprador compulsivo, se hizo muy
amigo de artistas y galeristas. Sueña con abrir al público su enorme
colección, que ofrece en préstamo para muestras.
Esteban Tedesco vive rodeado de obras de arte,
literalmente. Del piso al techo, de izquierda a derecha, las piezas
contemporáneas conviven con su colección de opalinas y cerámicas
haciendo un mix personalísimo.
Nadie puede quedar indiferente ante el despliegue
barroco de obras de Siquier, Hasper, Ballesteros, Macchi, Ana Gallardo,
Millán, Bianchi, Villar Rojas. Rotan, cambian de lugar, y muchas están
almacenadas en depósitos o en lo de sus sobrinos.
Tedesco es médico. El padre de un compañero suyo de la
facultad era amigo de artistas; así empezó a frecuentar exposiciones y a
comprar paisajes de pintores consagrados. Ya en los años 80 tenía obras
contemporáneas y, cerca de los años 90 se produjo un cambio.
No sólo compraba, sino que también, de tanto frecuentar
los ámbitos de exposición, se fue haciendo amigo de los artistas y esto
derivó en una suerte de familia extendida. Navidades, fiestas de fin de
año, encuentros más allá de la relación comercial llevaron a que
Tedesco fuera un posibilitador de proyectos.
Nunca compró asesorado, siempre lo guio su intuición, y
compró muchas obras a los propios artistas. De Ana Gallardo y Ernesto
Ballesteros, por ejemplo, tiene decenas. Como conoce a los artistas y
sabe lo que están produciendo, es lógico que llegue antes de la
exhibición. Sin embargo, es muy respetuoso de la relación
artista-galerista.
"Puedo comprarle al artista pero siempre con el
consentimiento de la galería. En ese sentido, soy extremadamente claro
-explica, y agrega: -Es un mundo muy chico, y con muchos de los
galeristas somos íntimos amigos."
Su casa cambia. "Casi todo lo que es de gran formato no
está acá, porque no entra", explica. También presta obras para
exhibiciones -acaba de recuperar un Siquier que estuvo dando vueltas por
el país- e incluso a sus amigos. "El problema es cuando les pido que me
devuelvan la obra", bromea.
"De los años 2000 adoro a Villar Rojas, Accinelli y
Duville; también me gustan mucho los artistas de Misiones, como Andrés
Paredes, Mónica Millán y Mauro Koliva, que no tienen nada que ver con
los otros."
Sus intereses son enormes. En fotografía, Marcos López,
Grosman, Erlich, Gian Paolo Minelli, Rosana Schoijett, Santiago Porter,
Ignacio Iasparra; esculturas de Nicola Costantino, Elba Bairon y Mónica
Girón, videos de artistas como Jorge Macchi. Más allá de su apoyo a los
artistas amigos, participa en la Asociación Amigos del Centro Cultural
Recoleta.
Actualmente está pensando en conseguir un lugar donde
toda la colección pueda estar colgada y accesible al público, con
exposiciones temporarias y la visión de diferentes curadores. "Es una
lástima que la gente no la vea; ni siquiera yo veo obras que compré hace
años", confiesa.
Gustavo Bruzzone: "Un pedacito de historia"
Hace veinte años, cuando aún no era juez, inició lo
que se convertiría en el acervo más completo de arte argentino de los
años 90, con acento en los "artistas del Rojas"
Todo comenzó con una tinta china de Alberto Greco que
compró en la galería Jacques Martínez en los tempranos años 90. Todavía
la tiene. En 1993 o 1994, entonces secretario de juzgado, Gustavo
Bruzzone conoció a Pablo Suárez y a Nora Dobarro, y empezó a comprar
obras de los artistas que salían de la "cantera de Gumier".
Gumier es Gumier Maier, quien estuvo al frente de la
galería del Centro Cultural Rojas desde 1989 hasta 1996. Un personaje
insoslayable de esa década. Su aporte en su rol de curador-descubridor
de artistas que luego pasarían al circuito oficial es considerado
fundamental.
Bruzzone nunca más paró. Ahora es juez y tiene la
colección más completa que hay dedicada al arte argentino de los años 90
con foco en los "artistas del Rojas".
Su casa es un departamento en el centro con espacios
"temáticos"; cada ambiente está dedicado a algún artista o período
específico, como el "Gordin Room", dedicado a acomodar obra histórica de
Sebastián Gordín. Su cuarto, por ejemplo, es un recorte del año 1995.
"Quiero tener las obras de todo este grupo", explica.
Y no sólo eso. Acompaña cada espacio con un registro de
la época, como el artículo de Jorge López Anaya donde bautiza a los
artistas del Rojas con el calificativo de "arte light", que luego se
usará para agruparlos. Un póster original de 1992 de la muestra Algunos
artistas y el rincón dedicado al espacio Belleza y Felicidad, de
Fernanda Laguna y Cecilia Pavón, con el cartel que colgaba en la
vidriera y unas latas de galletitas intervenidas que Benito Laren quiso
tirar y Bruzzone rescató.
"Siento que conservé un pedacito de la historia
argentina -confiesa-. Nunca vendí un cuadro, los guardo; están en lo de
mis amigos, en mi trabajo."
Amigo de los artistas, tiene algunas joyitas que
algunos codician, como el tocadiscos Winco intervenido de Marcelo Pombo y
una pintura del fotógrafo Marcos López que dice "Bienvenido a Carlos
Paz", muy pedida por los cordobeses.
Esa misma cercanía es la que lo tuvo al frente de
proyectos como Ramona, la revista que nació de una idea de Roberto
Jacoby. "Quería oír la voz de los artistas", recuerda, en un momento en
donde los que hablaban eran otros. Fue un lugar de debate sobre las
prácticas del arte contemporáneo a partir del año 2000.
Hoy apoya el Centro de Investigaciones Artísticas
(CIA), un "espacio de artistas y pensadores de todo el mundo, y en
especial de América Latina" que organiza cursos y tiene un programa de
visitas calificadas del exterior muy ambicioso para la escena local.
Guillermo González Taboada: "El arte es pasión pura"
Lo que comenzó como el hobby de un publicista se
convirtió en Art Democracy, un sitio online con más de 150.000
seguidores en Facebook
Una lámina de Vasarely en un libro de un amigo fue el
primer vínculo del publicista Guillermo González Taboada con el mundo
del arte, y es una marca que todavía persigue: los artistas de la
abstracción geométrica, a los que añadió los representantes del pop de
los años 60 en la Argentina.
Estas dos vertientes forman el ADN de su colección.
Creaciones de García Uriburu, Martha Peluffo, Edgardo Giménez, De la
Vega (de la época de Nueva York) junto con Mac Entyre, Brizzi,
Polesello, Antonio Asís y un Robirosa abstracto de 1968 que cuelga en su
oficina junto a los afiches del mítico local Fuera de Caja, de Marta
Romero Brest, y de la muestra La Pompadour de García Uriburu en París en
los años sesenta.
La geometría de artistas como Beto de Volder, Pablo
Siquier, Lucio Dorr, Fabián Burgos y Mariano Ferrante son sus elecciones
contemporáneas. A veces no se ciñe estrictamente a estas líneas; valora
la obra de Daniel Santoro, que en su opinión encontró algo que contar, y
la de Pirozzi de los años ochenta.
"Nunca compré asesorado -aclara-, compro lo que me
genera un vínculo emocional. El arte es pasión pura; están los que lo
sienten y los que no. Hay gente que no siente lo que tiene: ésa es obra
para decoración."
El reto de González Taboada se llama Art Democracy: es
un sitio online dedicado a la difusión del arte argentino que comenzó
como algo que podía hacer en su tiempo libre y hoy tiene más de 150.000
seguidores en Facebook. La edición de libros es un primer paso del
proyecto virtual para insertarse en el mundo real. Ya hay uno en carrera
dedicado al período abstracto de Josefina Robirosa que escribió Rafael
Cippolini y otro de Dolores Casares, por Rodrigo Alonso.
"Art Democracy tiene un proyecto a futuro -explica
González Taboada-, tiene el espíritu de hacer trascender el arte
argentino para que participe del mundo."
Alexandra de Royere: "Una aventura que no termina"
Administradora de empresas de origen francés,
considera fundamental el vínculo con los artistas, que, a su juicio, es
más cercano en la Argentina que en su país
A la entrada de la casa de Alexandra de Royere no hay
manera de pasar por alto una obra de Villar Rojas de la serie Lo que el
fuego me trajo. La colección convive con la familia como si fuera un
integrante más, y nada parece impostado.
"El primer acercamiento al arte fue a los 14 años,
cuando mi padre me regaló un libro sobre Goya", explica De Royere, de
origen francés y directora general de Tramando. Se dedicó a la
administración de empresas y, en forma paralela, a los estudios sobre
historia del arte.
"Compré la primera obra de arte contemporáneo en la
Argentina, por el año 95; todavía no conocía bien la escena local
-recuerda-. Conocí a Esteban Tedesco y decidimos tomar clases con
Mercedes Casanegra, que me dejó reflexionando. Creo mucho en los
encuentros cuando uno tiene una pasión."
De aquellos años destaca su amistad con Tedesco y con
el galerista Alberto Sendrós. "Siempre quise articular la parte teórica
con la sensible, aprender mucho, leer, escuchar... Sobre todo escuchar
-agrega-. Con Santiago García Navarro y Victoria Noorthoorn tengo un
diálogo muy cercano, son personas del ecosistema del arte que me han
dado mucho y con los que intercambié ideas."
De Royere asegura que en la Argentina es posible una
cercanía con los artistas que no se da en su país, y como no hay tantos
libros ni documentación, conocer el taller y al artista es casi un paso
necesario.
"Logré articular vínculos con artistas de mi
generación, los que tienen entre 40 y 50 años, que se han convertido en
mis amigos. Por ejemplo Ana Gallardo, Nicola Costantino y Gabriel
Valansi. Después me enfoqué en la generación más joven: Eduardo
Basualdo, Adrián Villar Rojas y Matías Duville. No me considero una
coleccionista prolija, sino una activista del arte", aclara esta mujer
que integra el Comité Internacional de arteBA, donde se concentra en
abrir puertas a los artistas en el extranjero.
Su vínculo con la generación de artistas mas jóvenes se
relaciona con su interés por "seguir intentando entender el pulso del
mundo que viene. Es un desafío constante, que va mucho mas allá de tener
una obra en casa."
Según ella, "el camino de una colección es una aventura
que empieza y nunca termina; cambia sobre la marcha". Eso la llevó a
deshacerse de algunas obras que no tenían más sentido en la ruta que
estaba recorriendo.
"He decidido reenfocarme en los artistas locales y en
la construcción de una colección a partir de eso. Entendí que ese
vínculo era fundamental para mí. Los artistas son parte de los vínculos
que he construido en la Argentina, es un universo que me ata al país."
Siempre les compra a los galeristas, explica, porque
son una parte muy importante en la "cadena de valor", aunque ya no la
asesora nadie porque, según ella, "no hay un camino sino varios
posibles."
Fuente: ADN Cultura La Nación