Lleva años desafiando con su arte la ley de gravedad. Dice que
el espacio urbano es una construcción de la mirada y puede cambiar.
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Con su obra. Baglietto y sus máximas: “La ciudad es como una jungla en la que hay de todo”, dice. / DIEGO WALDMANN
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Por Einat Rozenwasser
Parte de una propuesta que conjuga búsqueda personal y creación
artística. Mireya Baglietto invita a cambiar la perspectiva para
descubrir cómo el piso se transforma en cielo, el techo en suelo y lo
que hay alrededor en un continuo que da lugar a nuevas formas, colores,
sensaciones. El objetivo es desafiar la rigidez a la que nos tiene
acostumbrados la percepción tradicional del tiempo y el espacio.
-¿Qué es para vos el espacio?
-Es
esencial, es lo que da sentido a nuestra percepción y nuestro
conocimiento. Si lo pensamos desde el punto de vista de la ciudad, es
una condición. La ciudad es un gran continente que difiere del campo,
obviamente.
Comenzaba la década del 80 y ella buscaba la manera
de romper con la ley de gravedad. Fueron años de investigación alrededor
de las formas, las estructuras. “Trabajaba en mi taller con un espejo
de fondo y empecé a ver que, si bien no podía sacar la gravedad, podía
engañarla. Me di cuenta que existía, era un campo virtual”, explica. Fue
agregando colores, texturas y sonidos para alimentar el universo
sensorial y así dio forma a lo que denominó arte núbico: una experiencia
artística que se completa con la mirada de cada espectador (el eje de
la antología que está presentando en el Palais de Glace).
-Hay mucho de la personalidad, de las sociedades, que se define a partir de esa espacialidad...
-Todo
pasa por ahí. Por eso me gusta hablar de la ciudad como un continente
de situaciones diferentes: algunas más lindas, otras miserables, algunas
luminosas y otras muy perversas. La ciudad es como una jungla, uno no
puede lanzarse, tiene que ir ajustando el paso con cuidado, sabiendo qué
va a encontrar de todo. Con un ojo hay que entregarse y con el otro hay
que controlar, mita y mita , porque si no, no se disfruta.
Vuelve
al día en el que descubrió que detrás de la Buenos Aires de las
corridas, de la vida cotidiana, había una Buenos Aires arquitectónica.
“Hace muchos años, cuando mis hijos eran chicos, tomamos uno de esos
ómnibus que hacen recorridos turísticos y tienen el segundo piso
abierto. Nos sentamos adelante y veíamos la ciudad por encima de las
marquesinas. Ahí descubrí Buenos Aires: EL Buenos Aires. Después está
toda la chamuchina que se pone abajo, las marquesinas, que la mayoría son una porquería”, sigue.
-Los medios de transporte, las calles, los locales, la gente, todo es información visual...
-Resulta
que en esa vertiginosidad hablando de tiempo, o en esa espacialidad tan
confusa como es una ciudad en acción, uno tiene que elegir. Y
generalmente no elige, se deja hacer. Es lo que tenemos que modificar
cuando transitamos la ciudad. Siempre digo que el mundo es una
construcción de la mirada y, como tal, susceptible de ser modificado. En
definitiva, la ciudad es un pedazo de ese mundo en el que yo vivo. Pero
nos brindamos poco a la ciudad, siempre apurados y de un lugar a otro.
-Entonces, ¿aprovechás tus traslados para mirarla?
-Aprendo
mucho. El tránsito por la zona de vidrieras me apasiona. No miro lo que
hay en esa vidriera, miro los reflejos. Desde un colectivo o un taxi
vas viendo cómo ese vehículo está donde vos estás y se refleja en otro
lado. Me refiero a las grandes vidrieras que no tienen demasiadas cosas,
como las de los bares o los hoteles. Entonces hay gente sentada del
otro lado, y resulta que en el reflejo están con vos. Es una lección que
enseño a la gente cada vez que puedo: a mirar otra cosa que tiene que
ver con lo interno, la percepción de cada uno.
-Hay que aprender a entender esa percepción, porque estamos configurados para ver a la altura de los ojos y hacia adelante...
-Estamos
configurados para mirar con un solo punto de vista. Mi desafío con el
arte núbico siempre fue modificar las pautas de la percepción. Ya no
seguir como el burro tras la zanahoria, con esa estructura creada en el
Renacimiento para llevar paisajes al plano. Ampliar la percepción
también es ampliar el sistema de conocimiento.
En su definición: ampliar la mirada / sentir que se siente/ trasponer culturas / volver al origen / ser el universo / repensar el mundo .
Parte de una propuesta que conjuga búsqueda personal y creación
artística. Mireya Baglietto invita a cambiar la perspectiva para
descubrir cómo el piso se transforma en cielo, el techo en suelo y lo
que hay alrededor en un continuo que da lugar a nuevas formas, colores,
sensaciones. El objetivo es desafiar la rigidez a la que nos tiene
acostumbrados la percepción tradicional del tiempo y el espacio.
-¿Qué es para vos el espacio?
-Es
esencial, es lo que da sentido a nuestra percepción y nuestro
conocimiento. Si lo pensamos desde el punto de vista de la ciudad, es
una condición. La ciudad es un gran continente que difiere del campo,
obviamente.
Comenzaba la década del 80 y ella buscaba la manera
de romper con la ley de gravedad. Fueron años de investigación alrededor
de las formas, las estructuras. “Trabajaba en mi taller con un espejo
de fondo y empecé a ver que, si bien no podía sacar la gravedad, podía
engañarla. Me di cuenta que existía, era un campo virtual”, explica. Fue
agregando colores, texturas y sonidos para alimentar el universo
sensorial y así dio forma a lo que denominó arte núbico: una experiencia
artística que se completa con la mirada de cada espectador (el eje de
la antología que está presentando en el Palais de Glace).
-Hay mucho de la personalidad, de las sociedades, que se define a partir de esa espacialidad...
-Todo
pasa por ahí. Por eso me gusta hablar de la ciudad como un continente
de situaciones diferentes: algunas más lindas, otras miserables, algunas
luminosas y otras muy perversas. La ciudad es como una jungla, uno no
puede lanzarse, tiene que ir ajustando el paso con cuidado, sabiendo qué
va a encontrar de todo. Con un ojo hay que entregarse y con el otro hay
que controlar, mita y mita , porque si no, no se disfruta.
Vuelve
al día en el que descubrió que detrás de la Buenos Aires de las
corridas, de la vida cotidiana, había una Buenos Aires arquitectónica.
“Hace muchos años, cuando mis hijos eran chicos, tomamos uno de esos
ómnibus que hacen recorridos turísticos y tienen el segundo piso
abierto. Nos sentamos adelante y veíamos la ciudad por encima de las
marquesinas. Ahí descubrí Buenos Aires: EL Buenos Aires. Después está
toda la chamuchina que se pone abajo, las marquesinas, que la mayoría son una porquería”, sigue.
-Los medios de transporte, las calles, los locales, la gente, todo es información visual...
-Resulta
que en esa vertiginosidad hablando de tiempo, o en esa espacialidad tan
confusa como es una ciudad en acción, uno tiene que elegir. Y
generalmente no elige, se deja hacer. Es lo que tenemos que modificar
cuando transitamos la ciudad. Siempre digo que el mundo es una
construcción de la mirada y, como tal, susceptible de ser modificado. En
definitiva, la ciudad es un pedazo de ese mundo en el que yo vivo. Pero
nos brindamos poco a la ciudad, siempre apurados y de un lugar a otro.
-Entonces, ¿aprovechás tus traslados para mirarla?
-Aprendo
mucho. El tránsito por la zona de vidrieras me apasiona. No miro lo que
hay en esa vidriera, miro los reflejos. Desde un colectivo o un taxi
vas viendo cómo ese vehículo está donde vos estás y se refleja en otro
lado. Me refiero a las grandes vidrieras que no tienen demasiadas cosas,
como las de los bares o los hoteles. Entonces hay gente sentada del
otro lado, y resulta que en el reflejo están con vos. Es una lección que
enseño a la gente cada vez que puedo: a mirar otra cosa que tiene que
ver con lo interno, la percepción de cada uno.
-Hay que aprender a entender esa percepción, porque estamos configurados para ver a la altura de los ojos y hacia adelante...
-Estamos
configurados para mirar con un solo punto de vista. Mi desafío con el
arte núbico siempre fue modificar las pautas de la percepción. Ya no
seguir como el burro tras la zanahoria, con esa estructura creada en el
Renacimiento para llevar paisajes al plano. Ampliar la percepción
también es ampliar el sistema de conocimiento.
En su definición: ampliar la mirada / sentir que se siente/ trasponer culturas / volver al origen / ser el universo / repensar el mundo .
Fuente: clarin.com