UNA CARTA DE NAPOLEÓN,
ESCRITA EN CLAVE,
SUBASTADA POR MÁS DE 180.000 EUROS

Una carta en clave en la que Napoleón anuncia que quiere destruir el Kremlin fue adjudicada este domingo por 187.500 euros en una subasta cerca de París, donde otro manuscrito del emperador francés alcanzó una suma récord de 375.000 euros.

Por Kenzo Tribouillard

Una carta en clave en la que Napoleón anuncia que quiere destruir el Kremlin fue adjudicada este domingo por 187.500 euros en una subasta cerca de París, donde otro manuscrito del emperador francés alcanzó una suma récord de 375.000 euros.
La carta, que salía a la venta con un precio estimado de entre 10.000 y 15.000 euros, generó mucho interés entre los coleccionistas internacionales, entre ellos varios rusos, pero finalmente quedó en manos del Museo de Cartas y Manuscritos de París.
"Hago explotar el Kremlin el 22 a las tres de la mañana", escribe Napoleón en esta carta, redactada en clave el 20 de octubre de 1812, en plena campaña de Rusia.
La misiva, dirigida a Hugues-Bernard Maret, su ministro de Relaciones Exteriores, y que lleva la firma "nap", fue redactada cuando el emperador acababa de salir de un Moscú en ruinas para replegarse en los alrededores de la ciudad.
En la misiva Napoleón pide a su ministro que consiga más víveres y caballos a causa del frío siberiano que asola Moscú. "Mi caballería se queda sin monturas, se mueren muchos caballos", escribe el emperador.
La orden de destruir el Kremlin fue finalmente ejecutada por el mariscal Mortier, que hizo volar las torres del palacio pero que luego fueron reconstruidas rápidamente igual que las anteriores.
Otro documento de Napoleón, dictado en la isla de Santa Helena donde fue desterrado por los británicos, fue adquirido por 375.000 por el mismo museo francés, un récord para una carta del empereador.

Fuente: AFP

DERRUMBE DE UN PEDAZO DE MURALLA
DE UNA VILLA DE POMPEYA

Parte de una muralla de una villa romana de Pompeya (cerca de Nápoles, sur) se derrumbó este viernes, indicó la dirección del sitio, casi dos años después de que estallara una polémica sobre el mantenimiento de ese conjunto único que forma parte del Patrimonio Mundial de la Humanidad de la UNESCO.

Por Carlo Hermann

Parte de una muralla de una villa romana de Pompeya (cerca de Nápoles, sur) se derrumbó este viernes, indicó la dirección del sitio, casi dos años después de que estallara una polémica sobre el mantenimiento de ese conjunto único que forma parte del Patrimonio Mundial de la Humanidad de la UNESCO.
El derrumbe se produjo en una zona de la ciudad antigua "prohibida al público desde hace tiempo", precisó en un comunicado la misma fuente.
Un plan para garantizar la seguridad del inmenso parque arqueológico fue programado ya y la licitación será abierta en pocos días, anunció la dirección.
Desde hace dos años se han registrado desmoronamientos en el sitio provocando fuertes polémicas con el gobierno por la falta de cuidado de uno de los grandes tesoros de la península.
En 2010 la Casa de los Gladiadores -una de las construcciones más conocidas- se derrumbó. El 30 de ese mismo mes se cayó un trozo de la pared de la Casa del Moralista. Las autoridades habían explicado este derrumbe por las fuertes lluvias y una renovación anterior hecha con cemento.
A inicios de septiembre de este años en la Villa de los Misterios un viga cedió.
La Unión Europea desbloqueó un financiamiento de 105 millones de euros para la restauración en los próximos cuatro años del sitio.
Situada cerca de Nápoles, Pompeya fue sepultada por la violenta erupción del Vesubio el 24 de agosto del año 79 y su descubrimiento en 1738 permitió tener un cuadro exacto de la vida romana durante el siglo I.
Desde 1997 está inscrita en la lista del Patrimonio Mundial de la Humanidad de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).


Fuente: AFP

ROBAN EN PARÍS UN CUADRO DE DELACROIX
VALORADO EN MÁS DE 600.000 EUROS

Un cuadro del pintor Eugène Delacroix, cuyo valor se estima en 600.000 euros (780.000 dólares) fue robado este viernes en una galería parisna por un desconocido, informó una fuente cercana a la investigación.

Por Eric Feferberg

Un cuadro del pintor Eugène Delacroix, cuyo valor se estima en 600.000 euros (780.000 dólares) fue robado este viernes en una galería parisna por un desconocido, informó una fuente cercana a la investigación.
La obra robada, un pequeño lienzo (15 cm de alto x 19 cm de ancho) pintada en 1833 y llamada 'Los árabes de Orán', era exhibida en una galería de la calle Saint-Honoré, en el centro de París.
Según los primeros elementos, una empleada de la galería de arte supuestamente se dio cuenta a comienzos de la tarde de que el cuadro no estaba en su lugar. Un desconocido pudo haber logrado desprender la tela y huir con ella, según esa misma fuente.

Fuente: AFP

SUBASTA DE RAROS OBJETOS PRECOLOMBINOS
DE LA CULTURA PERUANA CHAVÍN EN PARÍS

Una parte de la colección de arte precolombino del suizo Benditch Rudolf Wagner, entre ellas obras raras de la muy antigua cultura peruana Chavín (900-200 antes de JC) serán subastadas el lunes en París, anunció este viernes la casa de remates Hôtel Drouot.

Por Ernesto Benavides

Una parte de la colección de arte precolombino del suizo Benditch Rudolf Wagner, entre ellas obras raras de la muy antigua cultura peruana Chavín (900-200 antes de JC) serán subastadas hoy lunes en París, anunció este viernes la casa de remates Hôtel Drouot.
Cerca de 260 objetos, valorados en total entre 800.000 y 1,2 millones de euros (entre un millón y un millón y medio de dólares), entre ellos varios en oro y terracotas, serán puestas en venta, según el experto Serge Reynes.
La cultura Chavín es la primera civilización peruana que trabajó el metal, el oro, la plata y el cobre.
Benditch Rudolf Wagner (1928-2012), quien vivió en Perú, era un gran coleccionista de arte precolombino.

Fuente: AFP

CON ACENTO ESPAÑOL Y ALGO MÁS

El edificio del Club Español, una obra de arte con raíces holandesas, francesas y argentinas.

Con acento español y algo más.
Por Eduardo Parise

Si se tiene en cuenta quiénes participaron en su construcción y decoración, se lo puede considerar como un edificio de nacionalidades unidas que confluyeron allí para darle a Buenos Aires una obra de arte. Veamos: lo diseñó un arquitecto holandés; tiene trabajos realizados por españoles de distintas regiones; en uno de sus sectores trabajó una artista francesa que fue la primera mujer admitida en la Academia de Bellas Artes de París y, como no podía ser de otra manera, en su pinacoteca hay una obra de uno de los argentinos más brillantes: Benito Quinquela Martín.
El edificio fue inaugurado el 8 de mayo de 1911 y ocupa dos lotes que, en un remate realizado en 1907, compró el Club Español, invirtiendo $ 160.000. Está en Bernardo de Irigoyen 172 (la calle se llamaba Buen Orden), tiene cuatro plantas y la consideran la sede de la más antigua sociedad de emigrantes españoles que existe en el mundo.
El Club Español fue pensado por el arquitecto Enrique Folkers, nacido en Groningen (Holanda), en 1873. Folkers llegó a la Argentina en 1907 y ese mismo año ganó la licitación internacional convocada para hacer ese edificio, que, según los especialistas, puede inscribirse en la categoría de Art Noveau, aunque el resultado final tenga sumados rasgos del Modernismo catalán, con toques de corrientes austriacas y alemanas. La construcción se hizo en apenas 28 meses y la dirigió el ingeniero Ernesto Gramondo.
Describir todas las riquezas estéticas de este palacio llevaría un espacio ilimitado. Por eso la mención es para algunos detalles que se destacan. Por ejemplo, los tres arcos de estilo mudéjar recubiertos con mosaicos venecianos. O la espectacular escalera de honor de la entrada. Realizada con mármoles traídos de Italia y España, muestra calados y tallas hechas a cincel. Un párrafo aparte merece el actual Salón Alhambra que reproduce sectores de la famosa construcción que está en Granada. En esa área se luce la obra que hicieron el artista español Francisco Villar y su esposa, la francesa Lèonie Mathis, aquella mujer pionera mencionada al principio. Y en la nutrida pinacoteca del tercer piso, entre consagrados de distintos orígenes, está “Elevadores”, una obra de ese genial artista que empezó dibujando en la carbonería de su padre adoptivo en La Boca y después el mundo conoció y reconoce como Benito Quinquela Martín.
Pero el símbolo del Club Español está en el exterior. Es su impactante cúpula, de un color entre dorado y cobrizo, donde se luce “Genio alado”, una obra de Torcuato Tasso y Nadal, artista que nació en Barcelona en 1852 y murió en Buenos Aires en 1935.
Se recuerda que en una mano sostenía un farol que se encendía en fechas especiales, como el 12 de octubre. Suyas también son otras dos obras del edificio: “La Navegación” y “La Recolección”. Las rejas originales de bronce que cubrían la parte baja de la balaustrada fueron robadas hace diez años. Las reemplazaron por unas de hierro, pintadas de dorado.
Con una biblioteca que supera los 20.000 libros, este club del barrio de Monserrat, (declarado en 2004 sitio de interés cultural de la Ciudad) también supo tener tres ascensores hechos en hierro y madera y considerados obras artísticas por su diseño y calidad. Fueron donados en mayo de 1910 por la Infanta Isabel de Borbón cuando visitó el país en los festejos del Primer Centenario de la Revolución de Mayo. Dos siguen funcionando allí. El tercero se le regaló al Gobierno Nacional, fue instalado en la Casa Rosada y lo usan los Presidentes. Pero esa es otra historia.

Fuente: clarin.com

PAUL FRIEDLANDER:
"QUIERO EXPRESAR MI AMOR POR EL COSMOS"

En una conferencia en ArtFutura, el artista británico presentó en Buenos Aires sus esculturas de luces en movimiento que buscan traducir en una experiencia perceptible los secretos revelados del universo que, de otra manera, sólo entenderían los científicos. 


Por MARCELA MAZZEI

Cuando tenía seis años, un joven Paul Friedlander vio el lanzamiento del Sputnik por televisión. “Fue el primer satélite, y la primera noticia que comprendí completamente y me impactó”, recuerda hoy el artista británico aquel episodio que transformó su vida. Recuerda, incluso, el ruido de las ondas de radio que llegaban con interferencias y la tapa de su primer libro de astronomía. En una visita fugaz, llegó a Buenos Aires para presentar sus obras de arte lumínico y cinético en una conferencia de ArtFutura, el festival internacional de cultura y creatividad digital, donde también hizo una demostración de sus luces voluminosas que adquieren cuerpo girando sobre sí mismas; mientras que en la edición uruguaya del evento montó una enorme instalación luminosa que conjuga sus pasiones: la ciencia y el arte.
Hombre de su época, Friedlander abrazó con pasión la era espacial en la que le tocó crecer. Fascinado, soñaba desde niño con fabricar su propio aparato para viajar por el espacio. “Fue una época muy especial, donde el optimismo respecto al futuro hacía creer que para el año 2000 íbamos a estar viviendo todos en la Luna”, admitió el artista que se graduó en física y matemática, y luego dedicó su vida a darle forma visual y asequible por los sentidos a los millones de datos duros que los cosmólogos y astrónomos descubren del universo. “Es una forma particular de amor a la naturaleza”, dijo en diálogo con Ñ Digital, después de la conferencia.
La cosmología, explicó, es la disciplina que estudia todo el universo y hace preguntas como: ¿es el espacio finito o infinito? “No hago mis propias investigaciones, soy un artista, pero también soy un hombre de ciencia, y puedo interpretar los datos, como las 25 mil galaxias que Michael Longo compartió conmigo, que me permitió crear la instalación de Uruguay”. Lo que el desconocido profesor de Física de la Universidad de Michigan descubrió fue que las galaxias espirales prefieren girar en un mismo sentido. “Siempre me fascinó la cosmología, el estudio del origen y la naturaleza global del universo, y este descubrimiento tal vez es uno de los desarrollos más importantes en este campo”, dijo sobre la materia prima de Cosmos Spinning.
En un viaje de exploración a la capital inglesa, Friedlander descubrió cuando aún era un estudiante el arte lumínico y cinético. Conoció la obra de Nicholas Schaffer, que lo inspiraría al igual que László Moholy-Nagy y Dan Flavin, entre otros. Y antes de convertirse en artista, trabajó en el diseño de iluminación de conciertos de música de vanguardia y puestas de teatro. La música lo seguiría acompañando en sus presentaciones artísticas como una forma más de hacer perceptibles las fuerzas energéticas del universo, que se comportan de forma caótica y armónica a la vez, y “provocan una profunda paz espiritual” en los espectadores. “Mi amor por el cosmos es lo que quiero expresar”, confesó.
En 1993, recibió reconocimiento internacional: un premio en una muestra de arte futurista en Canadá; en 1998 creó su primera gran instalación sobre astronomía y cosmología, y ahora se encuentra trabajando en un gran proyecto: la representación física a través de sus maleables luces de colores de la magnetósfera de la Tierra. Una animación que elaboró como maqueta permite tener una experiencia perceptible de las tormentas magnéticas mientras los satélites las van captando. Allí está él para leer todas las variables y magnitudes.
“Desde que Copérnico explicó que la Tierra gira y por eso tenemos la noche y el día, sabemos que todo en el cosmos gira”, explicó Friedlander, hacia el final de su conferencia. Y describió la multitud de objetos del universo que giran. La novedad, aseguró, es que si se mira la suficiente cantidad de galaxias se advierte que no giran al azar sino con un patrón: el universo tiene un eje, así como la Tierra tiene un eje con polos norte y sur. “Hasta ahora no tenemos información suficiente para saber dónde está el eje del universo, pero se puede saber que en el hemisferio norte las galaxias giran en el sentido de las agujas del reloj, mientras que en el sur la tendencia es a girar en contra del sentido de las agujas del reloj. Este resultado es una sorpresa, algo totalmente inesperado para la comunidad científica: no hay manera de saber cuáles serían las consecuencias”.
-¿Por eso giran sus esculturas?

-El desafío ahora es encontrar evidencia científica para probar que el universo está girando. Las razones que yo tengo para sospechar esto son un poco técnicas, pero sucede que hace muchos años estoy creando instalaciones de luz que involucran movimientos giratorios, para mí hay una hermosa coincidencia entre el descubrimiento científico y mi arte. 
-¿Todavía es optimista respecto al futuro?
-Es una palabra importante, el optimismo, para el presente; aunque la época sea muy diferente, con muchas dificultades. Pero no es bueno focalizar en las dificultades, sino en las posibilidades que presenta el futuro. En aquella época también teníamos dificultades, claro, desde la guerra fría al temor a las armas de destrucción masiva.

Fuente: Revista Ñ Clarín

LA INFATIGABLE LUCHA DE UN FOTÓGRAFO POR LA ATENCIÓN

Un libro reconoce el "estilo guerrillero" de Joel Meyerowitz, un artista que lleva cinco décadas de carrera como fotógrafo urbano en busca de hallazgos visuales.

Por RANDY KENNEDY - The New York Times

"Lo llamo la campana zen", dijo hace poco el fotógrafo Joel Meyerowitz al describir la persistente compulsión de iniciar un proyecto a largo plazo sobre bancos luego de la Gran Recesión. "Escucho el llamado constantemente, de modo que voy a prestar atención".
Durante una carrera que este año cumple cinco décadas, el trabajo de Meyerowitz con frecuencia ha parecido ser producto de más de una persona: la Quinta Avenida de Manhattan, donde se convirtió en un fotógrafo urbano conocido a principios de los años 60; Cape Cod, donde sus fotos del cielo y la luz artificial contribuyeron a incorporar el uso del color en el mundo de la fotografía artística en blanco y negro; Europa, donde sus complejas escenas urbanas ejercieron influencia en una generación de fotógrafos más jóvenes; la ground zero después de los atentados del 11 de septiembre.
La publicación este mes de "Taking My Time", una extensa retrospectiva en dos tomos, reúne esos trabajos en un mismo lugar por primera vez.
Contiene numerosas fotografías inéditas y es probable que contribuya a redefinir la carrera de un artista innovador que tiene una tendencia a disolverse en el conjunto.
Para quienes reconocen su nombre sobre todo debido a "Cape Light", el libro de 1979 que fue pionero en el uso del color, el nuevo libro y una muestra relacionada en la Howard Greenberg Gallery de Nueva York sin duda constituirán una sorpresa.
En muchas de sus primeras fotos de la calle, los Estados Unidos son un lugar de engañoso vértigo al borde de la convulsión de fines de los años 60.
En una fotografía de 1963, una mujer pálida de ojos cerrados transmite un mensaje paranoico: "Se han producido partes electrónicas del tamaño de una cabeza de alfiler".
"Una cámara podría pasar por una aguja hueca", agregó.  Pronto `Big Brother’ podría sentarse frente a su televisor y ver o escuchar".
En otras fotos, un niño apunta una pistola de juguete contra un bebé; sobre un televisor, la cabeza de Jacqueline Kennedy se cierne plañidera sobre una multitud; dos vagones de tren de juguete se inclinan a un lado detrás de casas vetustas en un desolado paisaje del oeste.
"Nadie daba tanto dramatismo como Meyerowitz a ese tipo de estilo guerrillero de fotografía de la calle que él llevó de los años sesenta al trabajo en color de los setenta y los ochenta", dijo Brian Wallis, el principal curador del Centro Internacional de Fotografía de Nueva York.
"Nunca entendí por qué no ha tenido el debido reconocimiento".
Ve la influencia de Meyerowitz en el trabajo de fotógrafos de tendencia social como Paul Graham y Alec Soth.
Rineke Dijkstra, conocida por sus grandes retratos en color, dijo que el trabajo de Meyerowitz le abrió los ojos cuando era una estudiante en Amsterdam en la década de 1980.
Al igual que muchos fotógrafos jóvenes europeos, ella trabajaba en blanco y negro, pero el complejo trabajo de Meyerowitz con la luz la ayudó a entender la fuerza del color.
"Había un bello silencio sin gente", dijo Dijkstra al hacer referencia a muchas de las imágenes más conocidas de Meyerowitz.
"Pero también, en cierto sentido, trataba de componer la realidad".
Meyerowitz, que tiene setenta y cuatro años, dijo que nunca se ha considerado otra cosa que un miembro de "la generación que respeta el cuadro y se atiene a lo que ve".
"Lo que siempre pensábamos era: `¿En qué medida podemos absorber y abrazar un momento de la existencia que desaparecerá en un instante?’" dijo, y agregó: "Era una dimensión que bordeaba lo moral".
Abandonó su trabajo en una agencia de publicidad y se dedicó a la fotografía de la calle. "Lo único que sabía en aquel momento era que necesitaba estar en la calle", declaró.
"Me interesaba mucho la perspectiva de la escuela Ashcan de la realidad, o su complejidad y confusión".
Muchos fotógrafos artísticos de ese momento consideraban que el color era algo comercial, pero eso nunca constituyó un problema para él.
"El hecho era que proporcionaba más información, y yo quería más información".
Para mediados de los años setenta había empezado a sacar lo que llamaba fotografías de campo, en las que trataba de ver más allá de un solo lugar de acción y disparar desde mucho más atrás a los efectos de abarcar escenas más complejas.
"Quería una fotografía que no se revelara de inmediato, que no se entregara. Pero eso siempre es arriesgado, ya que se trabaja con el temor de que, al tratar de conseguir demasiado, tal vez no se consiga nada".
En los últimos años se ha dedicado a fotografías que ilustran los elementos clásicos: tierra, fuego, agua y aire.
"La verdad es que una foto de tierra puede ser muy aburrida", declaró.
"Me pregunto si no es una locura, si es un callejón sin salida o punto de entrada. Todavía estoy tratando de averiguarlo". 

Fuente: Revista Ñ Clarín.