Las noticias sobre los escándalos protagonizados por Tracey Emin
se superponen. Unos cuentan que se emborracha, otros que gritó y
abandonó un panel de televisión diciendo que le importaba un carajo,
que tropezó con una alfombra roja, que vomitaba sus resacas delante de
todos y que convirtió en obra la lista de toda la gente con que se
acostó. Ciertas y no, su presentación en Buenos Aires estuvo precedida
de esa bien ganada fama de chica maldita. Acaso la más mala de los
Young British Artists, lo que ya es mucho decir. Todos chicos malos de
los noventa, devenidos señores célebres en lo que va del nuevo siglo.
La artista contemporánea que hoy goza del mayor pico de popularidad en
el Reino Unido inauguró el jueves pasado en el Malba su primera muestra
en América y, como tal, se prestaron a acompañarla el director del
British Council y una corte de circunspectos funcionarios de la
Embajada británica. En tanto, ella misma, botas vaqueras y bonito
vestido de nuevo diseño británico, se parecía un poco a Miss Amelia, la
desafortunada chica de la Balada del Café Triste, finalmente
congraciada con una vida que le ha empezado a sonreír tras haberla
tenido a los tumbos por años .
¿Pero es cierto que la vida finalmente le sonríe a Tracey?
De
sus éxitos, desventuras y de la íntima relación que todo ello mantiene
con su obra, habló en una entrevista pública que ofreció en el
auditorio del Malba al día siguiente. Colmado de gente que conocía más
las anécdotas sobre su persona que su obra misma. Aunque en verdad poco
importa la diferencia entre ambas ya que son parte de la misma
herramienta con que moldea un proceso creativo, que es inseparable de su
propia persona.
Solitaria, furiosa y frustrada, rica, sexy,
inteligente y talentosa, un buen sentido del humor. Así empezó por
definirse. En el mismo tono confesional que desliza en sus obras y en
especial en los videos que integran el conjunto que presenta en Buenos
Aires, Emin se fue descubriendo ante el público como un ser vulnerable,
necesitado de amor pero lo suficientemente fuerte como para enfrentar
los ribetes más problemáticos de sí.
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POR QUE NUNCA LLEGUE A SER BAILARINA, 1995. |
Para expresar todo esto
Emin se ha valido indistintamente de pinturas, dibujos, objetos,
letreros de neón, performances e instalaciones, como “Mi cama”, que
trasladó al Premio Turner el desquicio de su intimidad. Pero son los
filmes los que le permitieron desplegar la faceta narrativa de enorme
potencial afectivo que se muestra ahora en el Malba. Emin empezó a
hacer filmes al promediar los 90 y desde entonces ese capítulo de su
producción quedó marcado por la singular aptitud de narrar que posee.
De todas las cuestiones que revela esta exhibición acaso la más
interesante sea su talento para la escritura, que hizo popular a través
de sus periódicas columnas en The Independent, junto a un gran manejo
de los tiempos narrativos y de los tonos de su propia voz.
Los
cinco filmes elegidos por el curador Philip Larratt Smith dan cuenta de
esos recursos que la artista pone sabiamente en juego. Reforzados en
este caso por un diseño de montaje que compone una suerte de collage de
situaciones simultáneas en la penumbra al no separar en espacios
cerrados cada proyección. Así se produce una convivencia significativa
de imágenes y sonido. De manera tal que el drama íntimo que la artista
devela con insospechada franqueza en su doble rol de directora y
protagonista, se potencia con el sonido de lo que se proyecta
alrededor, que a su vez, forma parte de la misma saga personal. Por
momentos una música contagiosa y por momentos un grito desgarrador.
Uno de los más crudos y conmovedores es el que da nombre a la exhibición, How it feels. Originalmente llamado Abortion, How it feels.
(Aborto, lo que se siente), Este corto que dura veintidós minutos y
fue realizado en 1996, abre con una placa que dice: Esta es la
verdadera historia aunque mi interpretación personal de acontecimientos
que tuvieron lugar en la primavera de 1990. Lo que le sigue es una
larga caminata por la ciudad durante la cual la artista va relatando
las circunstancias que se fueron encadenando desde que supo que estaba
embarazada cuando jamás imaginó que podía llegar a estarlo, hasta que
tomó la decisión de hacerse un aborto con las complicaciones que
atravesó antes y después. Vestida como si fuera un muchacho, pelo corto,
pantalones, saco y camisa a rayas avanza a paso firme mientras la
cámara la sigue.
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HOW IT FEELS, 1996. |
Desde un punto de vista dramático-religioso,
esa caminata podría asimilarse a la tradición del vía crucis que la
lleva a detenerse básicamente en un par de estaciones: las escalinatas
de la iglesia donde supo que estaba embarazada y el hospital, donde se
le practicó el aborto y luego el raspaje en que derivó por haber sido
mal hecho.
Emin cuenta todo serenamente, sin golpes bajos, como
una simple conversación con una amiga que ocasionalmente cuestiona sus
conclusiones pero por sobre todo la ayuda a pensar. Por momentos se
detiene y continúa su marcha como si en esa actitud corporal reflejara
la decisión de seguir firme, adelante. O también un particular modo de
canalizar el enojo consigo misma. Lo interesante de la reflexión que
ocupa los veintidós minutos de duración del filme es que no culpa a
nadie. Incluso trata de entender los argumentos de los otros, tan
diferentes de los de ella.
Como si la mujer sola, que se sentía
incapaz de sostener a un hijo no deseado y el médico cristiano que
intenta persuadirla de lo contrario desde su cómoda situación económica
y su vida feliz, sólo fueran parte de una coincidencia fatal. Hay algo
que le permite desdoblarse y presentar las cosas así. Privilegiando la
estrategia del narrador en medio de la bronca que impulsa su enérgica
caminata. El recorrido es también el doloroso camino hacia sí misma que
se animó a remontar recién años después.
La palabra aborto
finalmente desapareció del título. La juzgó restrictiva. Así quedó
simplemente “Lo que se siente”, que va más allá de este episodio,
crucial y por cierto definitivo en su vida. Es una reflexión sobre la
frustración, o como ella misma lo expresó: sobre “el sentimiento de
fracaso al mirarse a uno mismo en retrospectiva y lo que se siente al
ser un artista”. Todo eso se cruza en “How it feels” de un modo seco y
perturbador. El calor, la bebida fría y los calmantes que tomó en medio
de la fiebre que tuvo tras la intervención mal hecha y la enorme
sensación de pérdida.
“Dejé la pintura, dejé el arte, dejé de
creer, dejé la fe… concluye en la última confesión que cierra el filme.
“Me di cuenta de que había una idea mejor de la creatividad. Mejor que
cualquier otra cosa que yo podía hacer con la cabeza o con las manos.
Me di cuenta de que había algo, la esencia, lo más importante, el ser
mismo de todo. Y me di cuenta de que si iba a hacer arte no podía ser
una pinturita de mierda… Si no podía llenar al mundo con alguien a
quien amar para siempre y por siempre, entonces no podía llenar el
mundo con pavadas. Eso es arte”, después dijo: “Necesito al arte como
necesito a Dios”.
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EL AMOR ES UNA COSA EXTRAÑA, 2000. |
En tanto, el relato confesional de “How it
feels” se mezcla con el sonido de “Homage to Edvard Munch and All My
Dead Children” (Homenaje a Edvard Munch y a todos mis hijos muertos)
que se proyecta en el espacio contiguo al de la exhibición. Aquí sólo
es la figura desnuda de Emin, acurrucada como un molusco en un muelle
frente al mar y un grito desgarrador que no cesa y contamina a “How it
feels” con un eco imposible de evitar. Sólo este ingrediente,
originalmente no pensado por la artista, agrega al drama impacto
adicional. Lo demás es sólo el relato desnudo y su voz.
El otro
filme íntimamente relacionado con éste es, “Why I Never Became a
Dancer” (Por qué nunca llegué a ser bailarina). Realizado un año antes
de “How it feels”, en formato súper 8 como los otros dos, está dominado
por la cautivante imagen de ella misma bailando sin parar, al ritmo
“You make me feel Mighty Real”, el tema de Sylvester. La danza opera
como una suerte de rito de redención a través del cual logra
transformar la vergüenza y la humillación en alegría, como ha dicho
Sally Munt. El filme abre con el título escrito en un tosco grafiti
sobre una pared descascarada y recorre lugares significativos de su
infancia y adolescencia en Margate. En ese reducto plebeyo de la costa
de Inglaterra donde se crió y descubrió la vida a través del sexo, se
enfrentó a la compleja situación de advertirse deseada y al mismo tiempo
rechazada. El filme habla de la ilusión de superar el rechazo
extendido y redimirse a través de la danza. Pero también del fracaso de
esa ilusión que en última instancia la empujó a buscar horizontes
fuera de Margate. A ese asunto remite también en “Riding for a Fall”,
(Tentando a la suerte), 1998, que toma el título del reggae de la banda
de sonido y tiene que ver con la ambición de un regreso con gloria. La
vuelta triunfante al sitio de origen.
“Siempre que caí y logré
reponerme, pude llegar más alto”, confesó ante una de las tantas
preguntas que se le formularon el viernes pasado en el Auditorio del
Malba. Su vida en ese sentido se ha parecido bastante a una montaña
rusa. De las zonas más oscuras ha logrado empinarse a las más
luminosas. Y no siempre está allí el amor, tópico central en su
producción a través del cual ha podido canalizar reflexiones de gran
hondura sobre el poder y la libertad. “Love is a Strange Thing“ (El
amor es una cosa extraña), el más reciente de los videos, de 2000,
remite a un sueño y alude a esa condición central en su vida y su obra.
“Es una fuerza que puede transformar a Emin, escribió el curador.
Estar enamorado es entrar en un grado más alto de conciencia,
dependencia y vulnerabilidad extrema”. Un estado de alto riesgo que al
menos hasta ahora le funcionó como fuente de su lúcida creatividad.
FICHA
Tracey Emin / How it feels
Lugar: Malba, Av. F. Alcorta 3415.
Fecha: hasta el 25 de febrero de 2013.
Horario: jue a lun y fer, 12 a 20. Miérc, hasta las 21.
Entrada: $ 30. Est, doc y jub $ 15. Miérc, gral. $15.
Fuente: Revista Ñ Clarín