ROBAN EN PARÍS UN CUADRO DE DELACROIX
VALORADO EN MÁS DE 600.000 EUROS

Un cuadro del pintor Eugène Delacroix, cuyo valor se estima en 600.000 euros (780.000 dólares) fue robado este viernes en una galería parisna por un desconocido, informó una fuente cercana a la investigación.

Por Eric Feferberg

Un cuadro del pintor Eugène Delacroix, cuyo valor se estima en 600.000 euros (780.000 dólares) fue robado este viernes en una galería parisna por un desconocido, informó una fuente cercana a la investigación.
La obra robada, un pequeño lienzo (15 cm de alto x 19 cm de ancho) pintada en 1833 y llamada 'Los árabes de Orán', era exhibida en una galería de la calle Saint-Honoré, en el centro de París.
Según los primeros elementos, una empleada de la galería de arte supuestamente se dio cuenta a comienzos de la tarde de que el cuadro no estaba en su lugar. Un desconocido pudo haber logrado desprender la tela y huir con ella, según esa misma fuente.

Fuente: AFP

SUBASTA DE RAROS OBJETOS PRECOLOMBINOS
DE LA CULTURA PERUANA CHAVÍN EN PARÍS

Una parte de la colección de arte precolombino del suizo Benditch Rudolf Wagner, entre ellas obras raras de la muy antigua cultura peruana Chavín (900-200 antes de JC) serán subastadas el lunes en París, anunció este viernes la casa de remates Hôtel Drouot.

Por Ernesto Benavides

Una parte de la colección de arte precolombino del suizo Benditch Rudolf Wagner, entre ellas obras raras de la muy antigua cultura peruana Chavín (900-200 antes de JC) serán subastadas hoy lunes en París, anunció este viernes la casa de remates Hôtel Drouot.
Cerca de 260 objetos, valorados en total entre 800.000 y 1,2 millones de euros (entre un millón y un millón y medio de dólares), entre ellos varios en oro y terracotas, serán puestas en venta, según el experto Serge Reynes.
La cultura Chavín es la primera civilización peruana que trabajó el metal, el oro, la plata y el cobre.
Benditch Rudolf Wagner (1928-2012), quien vivió en Perú, era un gran coleccionista de arte precolombino.

Fuente: AFP

CON ACENTO ESPAÑOL Y ALGO MÁS

El edificio del Club Español, una obra de arte con raíces holandesas, francesas y argentinas.

Con acento español y algo más.
Por Eduardo Parise

Si se tiene en cuenta quiénes participaron en su construcción y decoración, se lo puede considerar como un edificio de nacionalidades unidas que confluyeron allí para darle a Buenos Aires una obra de arte. Veamos: lo diseñó un arquitecto holandés; tiene trabajos realizados por españoles de distintas regiones; en uno de sus sectores trabajó una artista francesa que fue la primera mujer admitida en la Academia de Bellas Artes de París y, como no podía ser de otra manera, en su pinacoteca hay una obra de uno de los argentinos más brillantes: Benito Quinquela Martín.
El edificio fue inaugurado el 8 de mayo de 1911 y ocupa dos lotes que, en un remate realizado en 1907, compró el Club Español, invirtiendo $ 160.000. Está en Bernardo de Irigoyen 172 (la calle se llamaba Buen Orden), tiene cuatro plantas y la consideran la sede de la más antigua sociedad de emigrantes españoles que existe en el mundo.
El Club Español fue pensado por el arquitecto Enrique Folkers, nacido en Groningen (Holanda), en 1873. Folkers llegó a la Argentina en 1907 y ese mismo año ganó la licitación internacional convocada para hacer ese edificio, que, según los especialistas, puede inscribirse en la categoría de Art Noveau, aunque el resultado final tenga sumados rasgos del Modernismo catalán, con toques de corrientes austriacas y alemanas. La construcción se hizo en apenas 28 meses y la dirigió el ingeniero Ernesto Gramondo.
Describir todas las riquezas estéticas de este palacio llevaría un espacio ilimitado. Por eso la mención es para algunos detalles que se destacan. Por ejemplo, los tres arcos de estilo mudéjar recubiertos con mosaicos venecianos. O la espectacular escalera de honor de la entrada. Realizada con mármoles traídos de Italia y España, muestra calados y tallas hechas a cincel. Un párrafo aparte merece el actual Salón Alhambra que reproduce sectores de la famosa construcción que está en Granada. En esa área se luce la obra que hicieron el artista español Francisco Villar y su esposa, la francesa Lèonie Mathis, aquella mujer pionera mencionada al principio. Y en la nutrida pinacoteca del tercer piso, entre consagrados de distintos orígenes, está “Elevadores”, una obra de ese genial artista que empezó dibujando en la carbonería de su padre adoptivo en La Boca y después el mundo conoció y reconoce como Benito Quinquela Martín.
Pero el símbolo del Club Español está en el exterior. Es su impactante cúpula, de un color entre dorado y cobrizo, donde se luce “Genio alado”, una obra de Torcuato Tasso y Nadal, artista que nació en Barcelona en 1852 y murió en Buenos Aires en 1935.
Se recuerda que en una mano sostenía un farol que se encendía en fechas especiales, como el 12 de octubre. Suyas también son otras dos obras del edificio: “La Navegación” y “La Recolección”. Las rejas originales de bronce que cubrían la parte baja de la balaustrada fueron robadas hace diez años. Las reemplazaron por unas de hierro, pintadas de dorado.
Con una biblioteca que supera los 20.000 libros, este club del barrio de Monserrat, (declarado en 2004 sitio de interés cultural de la Ciudad) también supo tener tres ascensores hechos en hierro y madera y considerados obras artísticas por su diseño y calidad. Fueron donados en mayo de 1910 por la Infanta Isabel de Borbón cuando visitó el país en los festejos del Primer Centenario de la Revolución de Mayo. Dos siguen funcionando allí. El tercero se le regaló al Gobierno Nacional, fue instalado en la Casa Rosada y lo usan los Presidentes. Pero esa es otra historia.

Fuente: clarin.com

PAUL FRIEDLANDER:
"QUIERO EXPRESAR MI AMOR POR EL COSMOS"

En una conferencia en ArtFutura, el artista británico presentó en Buenos Aires sus esculturas de luces en movimiento que buscan traducir en una experiencia perceptible los secretos revelados del universo que, de otra manera, sólo entenderían los científicos. 


Por MARCELA MAZZEI

Cuando tenía seis años, un joven Paul Friedlander vio el lanzamiento del Sputnik por televisión. “Fue el primer satélite, y la primera noticia que comprendí completamente y me impactó”, recuerda hoy el artista británico aquel episodio que transformó su vida. Recuerda, incluso, el ruido de las ondas de radio que llegaban con interferencias y la tapa de su primer libro de astronomía. En una visita fugaz, llegó a Buenos Aires para presentar sus obras de arte lumínico y cinético en una conferencia de ArtFutura, el festival internacional de cultura y creatividad digital, donde también hizo una demostración de sus luces voluminosas que adquieren cuerpo girando sobre sí mismas; mientras que en la edición uruguaya del evento montó una enorme instalación luminosa que conjuga sus pasiones: la ciencia y el arte.
Hombre de su época, Friedlander abrazó con pasión la era espacial en la que le tocó crecer. Fascinado, soñaba desde niño con fabricar su propio aparato para viajar por el espacio. “Fue una época muy especial, donde el optimismo respecto al futuro hacía creer que para el año 2000 íbamos a estar viviendo todos en la Luna”, admitió el artista que se graduó en física y matemática, y luego dedicó su vida a darle forma visual y asequible por los sentidos a los millones de datos duros que los cosmólogos y astrónomos descubren del universo. “Es una forma particular de amor a la naturaleza”, dijo en diálogo con Ñ Digital, después de la conferencia.
La cosmología, explicó, es la disciplina que estudia todo el universo y hace preguntas como: ¿es el espacio finito o infinito? “No hago mis propias investigaciones, soy un artista, pero también soy un hombre de ciencia, y puedo interpretar los datos, como las 25 mil galaxias que Michael Longo compartió conmigo, que me permitió crear la instalación de Uruguay”. Lo que el desconocido profesor de Física de la Universidad de Michigan descubrió fue que las galaxias espirales prefieren girar en un mismo sentido. “Siempre me fascinó la cosmología, el estudio del origen y la naturaleza global del universo, y este descubrimiento tal vez es uno de los desarrollos más importantes en este campo”, dijo sobre la materia prima de Cosmos Spinning.
En un viaje de exploración a la capital inglesa, Friedlander descubrió cuando aún era un estudiante el arte lumínico y cinético. Conoció la obra de Nicholas Schaffer, que lo inspiraría al igual que László Moholy-Nagy y Dan Flavin, entre otros. Y antes de convertirse en artista, trabajó en el diseño de iluminación de conciertos de música de vanguardia y puestas de teatro. La música lo seguiría acompañando en sus presentaciones artísticas como una forma más de hacer perceptibles las fuerzas energéticas del universo, que se comportan de forma caótica y armónica a la vez, y “provocan una profunda paz espiritual” en los espectadores. “Mi amor por el cosmos es lo que quiero expresar”, confesó.
En 1993, recibió reconocimiento internacional: un premio en una muestra de arte futurista en Canadá; en 1998 creó su primera gran instalación sobre astronomía y cosmología, y ahora se encuentra trabajando en un gran proyecto: la representación física a través de sus maleables luces de colores de la magnetósfera de la Tierra. Una animación que elaboró como maqueta permite tener una experiencia perceptible de las tormentas magnéticas mientras los satélites las van captando. Allí está él para leer todas las variables y magnitudes.
“Desde que Copérnico explicó que la Tierra gira y por eso tenemos la noche y el día, sabemos que todo en el cosmos gira”, explicó Friedlander, hacia el final de su conferencia. Y describió la multitud de objetos del universo que giran. La novedad, aseguró, es que si se mira la suficiente cantidad de galaxias se advierte que no giran al azar sino con un patrón: el universo tiene un eje, así como la Tierra tiene un eje con polos norte y sur. “Hasta ahora no tenemos información suficiente para saber dónde está el eje del universo, pero se puede saber que en el hemisferio norte las galaxias giran en el sentido de las agujas del reloj, mientras que en el sur la tendencia es a girar en contra del sentido de las agujas del reloj. Este resultado es una sorpresa, algo totalmente inesperado para la comunidad científica: no hay manera de saber cuáles serían las consecuencias”.
-¿Por eso giran sus esculturas?

-El desafío ahora es encontrar evidencia científica para probar que el universo está girando. Las razones que yo tengo para sospechar esto son un poco técnicas, pero sucede que hace muchos años estoy creando instalaciones de luz que involucran movimientos giratorios, para mí hay una hermosa coincidencia entre el descubrimiento científico y mi arte. 
-¿Todavía es optimista respecto al futuro?
-Es una palabra importante, el optimismo, para el presente; aunque la época sea muy diferente, con muchas dificultades. Pero no es bueno focalizar en las dificultades, sino en las posibilidades que presenta el futuro. En aquella época también teníamos dificultades, claro, desde la guerra fría al temor a las armas de destrucción masiva.

Fuente: Revista Ñ Clarín

LA INFATIGABLE LUCHA DE UN FOTÓGRAFO POR LA ATENCIÓN

Un libro reconoce el "estilo guerrillero" de Joel Meyerowitz, un artista que lleva cinco décadas de carrera como fotógrafo urbano en busca de hallazgos visuales.

Por RANDY KENNEDY - The New York Times

"Lo llamo la campana zen", dijo hace poco el fotógrafo Joel Meyerowitz al describir la persistente compulsión de iniciar un proyecto a largo plazo sobre bancos luego de la Gran Recesión. "Escucho el llamado constantemente, de modo que voy a prestar atención".
Durante una carrera que este año cumple cinco décadas, el trabajo de Meyerowitz con frecuencia ha parecido ser producto de más de una persona: la Quinta Avenida de Manhattan, donde se convirtió en un fotógrafo urbano conocido a principios de los años 60; Cape Cod, donde sus fotos del cielo y la luz artificial contribuyeron a incorporar el uso del color en el mundo de la fotografía artística en blanco y negro; Europa, donde sus complejas escenas urbanas ejercieron influencia en una generación de fotógrafos más jóvenes; la ground zero después de los atentados del 11 de septiembre.
La publicación este mes de "Taking My Time", una extensa retrospectiva en dos tomos, reúne esos trabajos en un mismo lugar por primera vez.
Contiene numerosas fotografías inéditas y es probable que contribuya a redefinir la carrera de un artista innovador que tiene una tendencia a disolverse en el conjunto.
Para quienes reconocen su nombre sobre todo debido a "Cape Light", el libro de 1979 que fue pionero en el uso del color, el nuevo libro y una muestra relacionada en la Howard Greenberg Gallery de Nueva York sin duda constituirán una sorpresa.
En muchas de sus primeras fotos de la calle, los Estados Unidos son un lugar de engañoso vértigo al borde de la convulsión de fines de los años 60.
En una fotografía de 1963, una mujer pálida de ojos cerrados transmite un mensaje paranoico: "Se han producido partes electrónicas del tamaño de una cabeza de alfiler".
"Una cámara podría pasar por una aguja hueca", agregó.  Pronto `Big Brother’ podría sentarse frente a su televisor y ver o escuchar".
En otras fotos, un niño apunta una pistola de juguete contra un bebé; sobre un televisor, la cabeza de Jacqueline Kennedy se cierne plañidera sobre una multitud; dos vagones de tren de juguete se inclinan a un lado detrás de casas vetustas en un desolado paisaje del oeste.
"Nadie daba tanto dramatismo como Meyerowitz a ese tipo de estilo guerrillero de fotografía de la calle que él llevó de los años sesenta al trabajo en color de los setenta y los ochenta", dijo Brian Wallis, el principal curador del Centro Internacional de Fotografía de Nueva York.
"Nunca entendí por qué no ha tenido el debido reconocimiento".
Ve la influencia de Meyerowitz en el trabajo de fotógrafos de tendencia social como Paul Graham y Alec Soth.
Rineke Dijkstra, conocida por sus grandes retratos en color, dijo que el trabajo de Meyerowitz le abrió los ojos cuando era una estudiante en Amsterdam en la década de 1980.
Al igual que muchos fotógrafos jóvenes europeos, ella trabajaba en blanco y negro, pero el complejo trabajo de Meyerowitz con la luz la ayudó a entender la fuerza del color.
"Había un bello silencio sin gente", dijo Dijkstra al hacer referencia a muchas de las imágenes más conocidas de Meyerowitz.
"Pero también, en cierto sentido, trataba de componer la realidad".
Meyerowitz, que tiene setenta y cuatro años, dijo que nunca se ha considerado otra cosa que un miembro de "la generación que respeta el cuadro y se atiene a lo que ve".
"Lo que siempre pensábamos era: `¿En qué medida podemos absorber y abrazar un momento de la existencia que desaparecerá en un instante?’" dijo, y agregó: "Era una dimensión que bordeaba lo moral".
Abandonó su trabajo en una agencia de publicidad y se dedicó a la fotografía de la calle. "Lo único que sabía en aquel momento era que necesitaba estar en la calle", declaró.
"Me interesaba mucho la perspectiva de la escuela Ashcan de la realidad, o su complejidad y confusión".
Muchos fotógrafos artísticos de ese momento consideraban que el color era algo comercial, pero eso nunca constituyó un problema para él.
"El hecho era que proporcionaba más información, y yo quería más información".
Para mediados de los años setenta había empezado a sacar lo que llamaba fotografías de campo, en las que trataba de ver más allá de un solo lugar de acción y disparar desde mucho más atrás a los efectos de abarcar escenas más complejas.
"Quería una fotografía que no se revelara de inmediato, que no se entregara. Pero eso siempre es arriesgado, ya que se trabaja con el temor de que, al tratar de conseguir demasiado, tal vez no se consiga nada".
En los últimos años se ha dedicado a fotografías que ilustran los elementos clásicos: tierra, fuego, agua y aire.
"La verdad es que una foto de tierra puede ser muy aburrida", declaró.
"Me pregunto si no es una locura, si es un callejón sin salida o punto de entrada. Todavía estoy tratando de averiguarlo". 

Fuente: Revista Ñ Clarín.

URRA, UNA RESIDENCIA DONDE SE PONE EL CUERPO
Y SE DEJAN AFUERA LOS PREJUICIOS

En su tercera edición, la residencia internacional de arte recibió durante un mes entero en su sede de Almagro a un grupo que atraviesa las disciplinas como el mundo entero: de la performance al site specific, y de Hong Kong a San Pablo. Hoy presentan su trabajo en un estudio abierto.


Hace tres años que la residencia de arte URRA reúne durante el mes de noviembre a artistas locales y extranjeros. La información es correcta aunque no sería del todo preciso referirse a locales y extranjeros en este grupo que claramente viene a desafiar lo que entendemos por territorialidad. Sonia Abian, por ejemplo, es nacida y criada en Posadas pero desarrolló casi toda su obra en Barcelona. Xi Zhang es un chino de Denver, Colorado. La canadiense Karen Kipphof tiene domicilio en Bergen, Noruega y trabaja con instituciones de Oslo, Estocolmo, Berlín, Hong Kong y Jerusalén. Hay un salteño, Javier Soria Vázquez, que vive en Tucumán. Y porteños, como la mendocina Marcela Astorga, el neuquino Ariel Mora, el cordobés Fabián Nonino y el colombiano Luis Hernández Mellizo, quienes hace ya varios años adoptaron a la reina del plata como su ciudad.
Decimos entonces: pasajeros en tránsito, por Buenos Aires, donde hace 30 días comparten hotel y taller en el porteñísimo barrio de Almagro. Hoy, por única vez, el galpón de Gascón 104 abre sus puertas para mostrar sus producciones. Para el caso: obras en tránsito.
EL TALLER. Durante el Estudio Abierto, se puede visitar los talleres y ver los proyectos de los artista.
MOMENTO INFORMAL. Además de trabajar, durante URRA los artistas participan de visitas a colecciones, galerías y talleres de artistas.

Todos practican el cruce de disciplinas. Hay coincidencia en la performance, y es que el término ya no se refiere específicamente a un acting escénico o a algún tipo de improvisación sino al solo hecho de poner el cuerpo para una acción concreta que puede ser o no el resultado final. Otro concepto que se repite es el de sitio específico o todo lo que se relaciona con el lugar donde uno está: sus olores, sus colores, sus sonidos, la dimensión espacial, histórica y cultural. Entre estas dos ideas –el estar y el dónde estar– todo lo que sucede puede ser, y de hecho, será arte, si es que está documentado. El brasileño Guilhermen Peters, por ejemplo, sale a recorrer San Pablo con su patineta y se saca fotos trepando a las grandes esculturas de arte concreto que le dieron fama a su país. Esa es su obra. Acá, en Buenos Aires dice que hizo algo con "una escultura controvertida", y es imposible no pensar en el monumento a Roca, aunque también podría ser El pensador de Rodin, porque si algo queda claro es que para entrar a URRA, como artista o visitante, habrá que poner a andar la cabeza. Las ideas preconcebidas, acá, no van.

URRA

Residencia de Arte en Buenos Aires
Open Studio 29 de Noviembre
Gascón 104, de 18 a 22


Fuente: Revista Ñ Clarín

 

LOS DRAMAS ÍNTIMOS DE UNA CHICA MALA

Cinco videos confesionales integran la primera muestra en América de Tracey Emin, que se exhibe en el Malba. Son obras de los 90, cuando junto con Damien Hirst y otros “Young British Artists” emergió a la escena internacional.

Las noticias sobre los escándalos protagonizados por Tracey Emin se superponen. Unos cuentan que se emborracha, otros que gritó y abandonó un panel de televisión diciendo que le importaba un carajo, que tropezó con una alfombra roja, que vomitaba sus resacas delante de todos y que convirtió en obra la lista de toda la gente con que se acostó. Ciertas y no, su presentación en Buenos Aires estuvo precedida de esa bien ganada fama de chica maldita. Acaso la más mala de los Young British Artists, lo que ya es mucho decir. Todos chicos malos de los noventa, devenidos señores célebres en lo que va del nuevo siglo. La artista contemporánea que hoy goza del mayor pico de popularidad en el Reino Unido inauguró el jueves pasado en el Malba su primera muestra en América y, como tal, se prestaron a acompañarla el director del British Council y una corte de circunspectos funcionarios de la Embajada británica. En tanto, ella misma, botas vaqueras y bonito vestido de nuevo diseño británico, se parecía un poco a Miss Amelia, la desafortunada chica de la Balada del Café Triste, finalmente congraciada con una vida que le ha empezado a sonreír tras haberla tenido a los tumbos por años .
¿Pero es cierto que la vida finalmente le sonríe a Tracey?
De sus éxitos, desventuras y de la íntima relación que todo ello mantiene con su obra, habló en una entrevista pública que ofreció en el auditorio del Malba al día siguiente. Colmado de gente que conocía más las anécdotas sobre su persona que su obra misma. Aunque en verdad poco importa la diferencia entre ambas ya que son parte de la misma herramienta con que moldea un proceso creativo, que es inseparable de su propia persona.
Solitaria, furiosa y frustrada, rica, sexy, inteligente y talentosa, un buen sentido del humor. Así empezó por definirse. En el mismo tono confesional que desliza en sus obras y en especial en los videos que integran el conjunto que presenta en Buenos Aires, Emin se fue descubriendo ante el público como un ser vulnerable, necesitado de amor pero lo suficientemente fuerte como para enfrentar los ribetes más problemáticos de sí.
POR QUE NUNCA LLEGUE A SER BAILARINA, 1995.
POR QUE NUNCA LLEGUE A SER BAILARINA, 1995.

Para expresar todo esto Emin se ha valido indistintamente de pinturas, dibujos, objetos, letreros de neón, performances e instalaciones, como “Mi cama”, que trasladó al Premio Turner el desquicio de su intimidad. Pero son los filmes los que le permitieron desplegar la faceta narrativa de enorme potencial afectivo que se muestra ahora en el Malba. Emin empezó a hacer filmes al promediar los 90 y desde entonces ese capítulo de su producción quedó marcado por la singular aptitud de narrar que posee. De todas las cuestiones que revela esta exhibición acaso la más interesante sea su talento para la escritura, que hizo popular a través de sus periódicas columnas en The Independent, junto a un gran manejo de los tiempos narrativos y de los tonos de su propia voz.
Los cinco filmes elegidos por el curador Philip Larratt Smith dan cuenta de esos recursos que la artista pone sabiamente en juego. Reforzados en este caso por un diseño de montaje que compone una suerte de collage de situaciones simultáneas en la penumbra al no separar en espacios cerrados cada proyección. Así se produce una convivencia significativa de imágenes y sonido. De manera tal que el drama íntimo que la artista devela con insospechada franqueza en su doble rol de directora y protagonista, se potencia con el sonido de lo que se proyecta alrededor, que a su vez, forma parte de la misma saga personal. Por momentos una música contagiosa y por momentos un grito desgarrador.
Uno de los más crudos y conmovedores es el que da nombre a la exhibición, How it feels. Originalmente llamado Abortion, How it feels. (Aborto, lo que se siente), Este corto que dura veintidós minutos y fue realizado en 1996, abre con una placa que dice: Esta es la verdadera historia aunque mi interpretación personal de acontecimientos que tuvieron lugar en la primavera de 1990. Lo que le sigue es una larga caminata por la ciudad durante la cual la artista va relatando las circunstancias que se fueron encadenando desde que supo que estaba embarazada cuando jamás imaginó que podía llegar a estarlo, hasta que tomó la decisión de hacerse un aborto con las complicaciones que atravesó antes y después. Vestida como si fuera un muchacho, pelo corto, pantalones, saco y camisa a rayas avanza a paso firme mientras la cámara la sigue.
HOW IT FEELS, 1996.
HOW IT FEELS, 1996.

Desde un punto de vista dramático-religioso, esa caminata podría asimilarse a la tradición del vía crucis que la lleva a detenerse básicamente en un par de estaciones: las escalinatas de la iglesia donde supo que estaba embarazada y el hospital, donde se le practicó el aborto y luego el raspaje en que derivó por haber sido mal hecho.
Emin cuenta todo serenamente, sin golpes bajos, como una simple conversación con una amiga que ocasionalmente cuestiona sus conclusiones pero por sobre todo la ayuda a pensar. Por momentos se detiene y continúa su marcha como si en esa actitud corporal reflejara la decisión de seguir firme, adelante. O también un particular modo de canalizar el enojo consigo misma. Lo interesante de la reflexión que ocupa los veintidós minutos de duración del filme es que no culpa a nadie. Incluso trata de entender los argumentos de los otros, tan diferentes de los de ella.
Como si la mujer sola, que se sentía incapaz de sostener a un hijo no deseado y el médico cristiano que intenta persuadirla de lo contrario desde su cómoda situación económica y su vida feliz, sólo fueran parte de una coincidencia fatal. Hay algo que le permite desdoblarse y presentar las cosas así. Privilegiando la estrategia del narrador en medio de la bronca que impulsa su enérgica caminata. El recorrido es también el doloroso camino hacia sí misma que se animó a remontar recién años después.
La palabra aborto finalmente desapareció del título. La juzgó restrictiva. Así quedó simplemente “Lo que se siente”, que va más allá de este episodio, crucial y por cierto definitivo en su vida. Es una reflexión sobre la frustración, o como ella misma lo expresó: sobre “el sentimiento de fracaso al mirarse a uno mismo en retrospectiva y lo que se siente al ser un artista”. Todo eso se cruza en “How it feels” de un modo seco y perturbador. El calor, la bebida fría y los calmantes que tomó en medio de la fiebre que tuvo tras la intervención mal hecha y la enorme sensación de pérdida.
 “Dejé la pintura, dejé el arte, dejé de creer, dejé la fe… concluye en la última confesión que cierra el filme. “Me di cuenta de que había una idea mejor de la creatividad. Mejor que cualquier otra cosa que yo podía hacer con la cabeza o con las manos. Me di cuenta de que había algo, la esencia, lo más importante, el ser mismo de todo. Y me di cuenta de que si iba a hacer arte no podía ser una pinturita de mierda… Si no podía llenar al mundo con alguien a quien amar para siempre y por siempre, entonces no podía llenar el mundo con pavadas. Eso es arte”, después dijo: “Necesito al arte como necesito a Dios”.
EL AMOR ES UNA COSA EXTRAÑA, 2000.
EL AMOR ES UNA COSA EXTRAÑA, 2000.

En tanto, el relato confesional de “How it feels” se mezcla con el sonido de “Homage to Edvard Munch and All My Dead Children” (Homenaje a Edvard Munch y a todos mis hijos muertos) que se proyecta en el espacio contiguo al de la exhibición. Aquí sólo es la figura desnuda de Emin, acurrucada como un molusco en un muelle frente al mar y un grito desgarrador que no cesa y contamina a “How it feels” con un eco imposible de evitar. Sólo este ingrediente, originalmente no pensado por la artista, agrega al drama impacto adicional. Lo demás es sólo el relato desnudo y su voz.
El otro filme íntimamente relacionado con éste es, “Why I Never Became a Dancer” (Por qué nunca llegué a ser bailarina). Realizado un año antes de “How it feels”, en formato súper 8 como los otros dos, está dominado por la cautivante imagen de ella misma bailando sin parar, al ritmo “You make me feel Mighty Real”, el tema de Sylvester. La danza opera como una suerte de rito de redención a través del cual logra transformar la vergüenza y la humillación en alegría, como ha dicho Sally Munt. El filme abre con el título escrito en un tosco grafiti sobre una pared descascarada y recorre lugares significativos de su infancia y adolescencia en Margate. En ese reducto plebeyo de la costa de Inglaterra donde se crió y descubrió la vida a través del sexo, se enfrentó a la compleja situación de advertirse deseada y al mismo tiempo rechazada. El filme habla de la ilusión de superar el rechazo extendido y redimirse a través de la danza. Pero también del fracaso de esa ilusión que en última instancia la empujó a buscar horizontes fuera de Margate. A ese asunto remite también en “Riding for a Fall”, (Tentando a la suerte), 1998, que toma el título del reggae de la banda de sonido y tiene que ver con la ambición de un regreso con gloria. La vuelta triunfante al sitio de origen.
“Siempre que caí y logré reponerme, pude llegar más alto”, confesó ante una de las tantas preguntas que se le formularon el viernes pasado en el Auditorio del Malba. Su vida en ese sentido se ha parecido bastante a una montaña rusa. De las zonas más oscuras ha logrado empinarse a las más luminosas. Y no siempre está allí el amor, tópico central en su producción a través del cual ha podido canalizar reflexiones de gran hondura sobre el poder y la libertad. “Love is a Strange Thing“ (El amor es una cosa extraña), el más reciente de los videos, de 2000, remite a un sueño y alude a esa condición central en su vida y su obra. “Es una fuerza que puede transformar a Emin, escribió el curador. Estar enamorado es entrar en un grado más alto de conciencia, dependencia y vulnerabilidad extrema”. Un estado de alto riesgo que al menos hasta ahora le funcionó como fuente de su lúcida creatividad.

FICHA
Tracey Emin / How it feels

Lugar: Malba, Av. F. Alcorta 3415.
Fecha: hasta el 25 de febrero de 2013.
Horario: jue a lun y fer, 12 a 20. Miérc, hasta las 21.
Entrada: $ 30. Est, doc y jub $ 15.  Miérc, gral. $15.


Fuente: Revista Ñ Clarín