EL MNBA TIENE NUEVO ESPACIO DE ARTE

Los artistas Mariano Ferrante y Daniel Joglar son los primeros en intervenir una sala de casi 1000 m2 de arquitectura moderna. Será renovado cada tres meses con obras de artistas jóvenes.

Amplio, moderno y luminoso. En un anexo al Pabellón de Exposiciones Temporarias, el Museo Nacional de Bellas Artes inaugura hoy miércoles 12 un nuevo espacio de arquitectura contemporánea y ventanales abiertos a la ciudad, que funcionará como punto de encuentro y descanso para los visitantes, además de una sala extra para la exhibición de la obra de artistas jóvenes, con diferentes propuestas cada tres meses.
Con la curaduría de Santiago Bengolea, Mariano Ferrante y Daniel Joglar fueron los primeros en intervenir la sala de casi 1000 m2 con sus obras de grandes dimensiones, que ofrecen una mirada diferente de la arquitectura del espacio.
Mientras la obra de Joglar parte del Movimiento Concreto como tradición; en la intervención de Ferrante, realizada in situ y en relación directa con el espacio que ocupa, los colores se articulan como notas musicales y se modifican constantemente.
CONSTRUCCION DINAMICA N° 46. La obra de Mariano Ferrante varía con la luz del día.
CONSTRUCCIÓN DINÁMICA N° 46. La obra de Mariano Ferrante varía con la luz del día.
Refaccionado con el apoyo de American Express y la AAMNBA (Asociación de Amigos del MNBA), el espacio se suma a los trabajos de renovación en otras áreas del museo porteño. “La inauguración de este nuevo espacio confirma nuestro interés por proteger el patrimonio cultural del país, apoyando a su vez la innovación artística en todas sus formas”, dijo Nora Vignolo, ganadora de la primera edición del “Premio Asociación Amigos del Museo Nacional de Bellas Artes” a quienes contribuyen al desarrollo de la cultura, la educación y las ciencias en la Argentina.

Fuente: Revista Ñ Clarín

LOS MISTERIOS DE SIEMPRE

Los trabajos seleccionados por un concurso de arte y nuevas tecnologías revelan que, aunque cambien los medios, las preguntas siguen siendo las mismas.

Por Eduardo Villar


Desde su primera edición, hace 10 años, el Premio MAMBA-Fundación Telefónica - Arte y nuevas tecnologías ha establecido una plataforma de artistas argentinos con proyección internacional en el camino de crear arte vinculado con las nuevas tecnologías, una producción por ahora escasa en el país. Esa escasez hace que la muestra que reúne las obras seleccionadas para el concurso en el Espacio Fundación Telefónica sea especialmente interesante.
Hay un puñado de obras que despegan claramente del resto de las exhibidas. En primer lugar, porque son las que uno, como espectador, calificaría sin dudas como producto de la relación entre arte y nuevas tecnologías. No son simplemente videos o videoinstalaciones, soportes que hace ya tiempo no pueden considerarse novedosos. En segundo término, por su calidad desde el punto de vista estético y conceptual. Las que sobresalen más claramente son “Insight”, de Sebastián Díaz Morales y “THUMOS (Corazón-Impulso)”, de Jorge Caterbetti, respectivamente Gran Premio y Primer Premio en la categoría “Proyectos. Incentivo a la producción artística”.
“THUMOS...” es una especie de altar tecnológico en una sala en penumbras. En vez de las velas habituales, algunas luces LED blancas y rojas se encienden y apagan con un ritmo incomprensible. Sabremos después que ese ritmo coincide con el que se escucha en el ambiente: las pulsaciones de un corazón cuyo ritmo varía según sea el de un cuerpo en reposo o un cuerpo en actividad y que altera, según el caso, el ritmo con que se encienden las luces. En el centro del altar, donde podría haber una imagen del Sagrado Corazón de Jesús, hay un antiguo marcapasos, de finales de la década del sesenta, que se encarga de enviar, a través de un sistema de microprocesadores, señales preprogramadas a un robot compuesto por 30 brazos metálicos, que tipean –en un teclado como de piano mecánico o de computadora– doce mensajes, como las tareas espirituales para el hogar que habitualmente recomiendan los sacerdotes de la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús a sus fieles. El doce, se sabe, es un número con ciertas connotaciones en la religión católica: doce son los apóstoles, y doce son las promesas del Sagrado Corazón de Jesús. Las doce frases en latín que escribe el teclado mecánico se leen en una pantalla. Por ejemplo: “Memento, homo, quia pulvis es et in pulverem reverteris” (recuerda, hombre, que polvo eres y en polvo te convertirás. Biblia. Génesis 3:19). “Ars longa, vita brevis” (la vida es corta, pero el arte es largo. Hipócrates). Y la que dejamos para el final: “Non festinet. Nullum magnum opus factum est post septem diebus” (No os apureis. Ninguna buena obra se hace en siete días. Jorge Caterbetti). Hay en el altar de Caterbetti mucho más que misticismo. Hay perplejidad en quien se para frente a él, como si en él estuvieran encerrados todos los misterios de la Creación. “THUMOS...”, con sus raros sonidos, movimientos robóticos y luces de colores que se encienden y se apagan de manera incomprensible, se puede ver no sólo como un altar sino también como un oráculo pagano. O como un jukebox o un flipper. O como una máquina tragamonedas de un casino. O como todo eso a la vez, una combinación monstruosa de religión, tecnología, arte y azar. Una máquina a la que ofrecerle devoción y a cambio pedirle cosas: vida, deseo, conocimiento, éxito, dinero, consultarle el futuro. Y hasta pedirle consejos para producir una obra artística. Una máquina que decide azarosamente todo, incluidas la vida y la muerte. Y que nos lo recuerda.
THUMOS (CORAZON-IMPULSO) , 2011-12, de Jorge Caterbetti. Instalación.
THUMOS (CORAZON-IMPULSO) , 2011-12, de Jorge Caterbetti. Instalación.

También tiene su misterio “Insight”, la obra de Sebastián Díaz Morales: su video de altísima definición grabado con cámara Phantom muestra la imagen prácticamente fija de un equipo de producción, siete personas, detrás de una cámara, como filmando al espectador, en una composición que recuerda a un grupo de personas en una pintura flamenca o de Velázquez. La cámara se acerca muy despacio en un zoom y en cierto momento se rompe la superficie y descubrimos que lo que se veía era una imagen en un espejo que acaba de estallar espectacularmente en mil pedazos y mil detalles. En ausencia del espejo, la misma imagen aparece entonces invertida. El video, que dura 10 minutos y tiene una plasticidad que se disfruta a fondo, pone al espectador en el papel de detective para decodificar qué ocurre, como juegan en la obra la ficción, la realidad y su representación, en un juego de ida y vuelta de la mirada que recuerda a “Las Meninas” de Velázquez.
“Paisaje con vacas (no hay nada más puro que la sombra de una vaca)”, de Marcello Mercado, es una obra que se vincula con la ciencia y lo tecnológico más en su contenido que en su soporte. Se trata de una videoinstalación interactiva –tres grandes pantallas de video– donde se plantean temas como el paisaje y la identidad argentina a partir de la decodificación del genoma de la vaca.
Además de las de Díaz Morales, Caterbetti y Mercado, se exhiben los trabajos de Christian Wloch, Macello Mercado, Gabriela Golder, Laurence Bender, Yamil Burguener, Ananké Asseff, Nicolás Bacal, Claudia Flores Colominas, Javier Plano, Marcelo Galindo, Cristian Segura, Camilo Guinot y Cintia Clara Romero, con Laura Bucelatto como curadora invitada.
El esfuerzo que realizó Fundación Telefónica en este concurso y esta exposición –en concepto de premios y producción de nuevas obras superó los $ 140.000, a lo que se suma la producción de la exposición y la edición del catálogo– es poco frecuente en la Argentina y se advierte en los resultados.
Ya que el concurso incluye una categoría de “Obras realizadas”, algunos de los trabajos presentados y seleccionados ya habían sido expuestos en otras muestras. Ananké Asseff, por ejemplo, incluyó su videoperformance “Constelaciones” en la muestra “El miedo al viento”, que realizó entre setiembre y noviembre de 2011 en el entonces muy activo espacio de exhibición de la Torre YPF, en Puerto Madero. El video sin título de Camilo Guinot seleccionado para esta muestra se exhibió en el Espacio Itaú Cultural.
Un caso similar es el video “Colección Mercedes Santamarina”, de Cristian Segura, que pudo verse en el Palais de Glace, en el Salón Nacional de Artes Plásticas, donde logró una mención. El video se pregunta qué mira y qué comenta el público de un museo cuando está frente a un cuadro. Lo revela mediante una cámara escondida sobre un paisaje del pintor Jean Baptiste Camille Corot, perteneciente a la Colección Mercedes Santamarina, del Museo de Bellas Artes de Tandil. Imposible no reírse frente a los espectadores de la pintura, un espejo de uno mismo mirando el video.

FICHA
Premio MAMBA Fundación Telefónica. Arte y nuevas tecnologías

Lugar: Espacio Fundación Telefónica, Arenales 1540.
Fecha: hasta el 15 de setiembre.
Horario: lun a sáb, 14 a 20:30.
Entrada: gratis.


Fuente: Revista Ñ Clarín


LA IDENTIDAD NACIONAL,
SEGÚN LOS MEJORES FOTÓGRAFOS

Es la colección Rabobank, con 200 fotos de artistas argentinos de los últimos cien años en el Museo Nacional de Bellas Artes.

Por Mercedes Pérez Bergliaffa

Con más de 160 fotos y una sección especial en homenaje a la fotógrafa Sara Facio –curadora de la colección de fotografía del Museo Nacional de Bellas Artes–, se abre hoy allí una gran muestra dedicada a la historia de la fotografía argentina. Pero esta no es una exposición común sino que, además del homenaje a Facio –bien merecido, ya que fue ella quien consiguió formar, desde 1995, una colección de 800 fotografías nacionales e internacionales–, también se celebra la donación que el banco holandés Rabobank acaba de hacerle al museo: 200 fotografías de artistas argentinos, creadas durante los últimos cien años.
Y en la muestra y celebración doble, hay un poco de todo: desde retratos hechos por Annemarie Heinrich, hasta el del pintor Roberto Aizenberg con fondo de basural, sacado por el gran Humberto Rivas; los realizados por Adriana Lestido, Eduardo Comesaña, Alejandro Kuropatwa, Anatole Saderman, Carlos Bosch, Eduardo Gil, Dani Yako… Esa increíble foto de Alfredo Srur (la madre de 11 años en la Triple Frontera). Y la escena del terremoto de 1944 en San Juan, con su pila de cadáveres, foto y copia vintage de Juan Di Sandro. Y hay paisajes, como esas hermosas imágenes de San Luis y San Juan de Oscar Pintor. Y sí, están esas fotos increíbles, antiguas, viejas, de las Islas Orcadas y del Sur de Herbert Kirschorff. Y los paisajes urbanos –de Buenos Aires– limpios, claros, de Grete Stern, de 1950. El “Mate en la villa” de Alicia D´Amico, de 1972 (pero en una villa mucho más limpia y pulcra que las de ahora, eh), y la foto más antigua de la colección Rabobank: “Las cataratas del Iguazú”, de Gastón Bourquin, de 1920, un hilillo de agua que gotea en la inmensidad de la selva húmeda y arbolada. La vista de La Boca de los años 30´, a través de la mirada del gran Horacio Coppola, con todos esos barcos de madera anclados en la ribera de casas bajas. Y las obras de Esteban Pastorino, Cristina Fraire, Eduardo Grossman, Sameer Makarius, Juan Méndez Ezcurra, Roland Paiva, Walter Roil, Ricardo Sansó, entre tantos, tantos otros… Hay retratos, más retratos –aunque ambientados o contextualizados–, vistas urbanas, algunas abstracciones, alguna naturaleza muerta... Fotografías abarcando distintos géneros.
“Cuando empezamos a formar esta colección pusimos un eje: todas las obras tenían que ser fotografías, y todas debían ser tomas directas, sin manipular, trucar ni pre-armar. Queríamos que lo importante fuera la mirada del fotógrafo, antes que lo conceptual”, explica el curador de la muestra y también de la colección Rabobank, fotógrafo él mismo, Facundo de Zuviría. El, con Marjan Groothuis, creó la colección Rabobank.
Pero en medio de la sala donde se realiza la muestra –el Pabellón de exposiciones temporarias, esta vez pintado de blanco— hay una pared ubicada en el medio: es la dedicada a la obra de Facio. Allí pueden verse sus tres obras más emblemáticas: los retratos de Julio Cortázar, Jorge Luis Borges y María Elena Walsh. Pero hay dos fotos más a los costados. “Una es la más importante de la carrera de Sara”, explica el curador, “se llama “Ciela y Tierra”. La otra, es una flor de Anatole Saderman, que la pusimos como una manera de homenaje. Porque Facio es de una generosidad enorme, ¿eh…? Ella donó montones de fotos de su propia colección al museo”.
Y aquí, en esta exposición se pueden ver ahí nomás, traspasando la puerta, girando hacia la izquierda. Son obras de Henri Cartier-Bresson, André Kertész, Manuel Alvarez Bravo, María Cristina Orive, Sandra Eleta… Todos nombres fundamentales de la historia de la fotografía internacional.
Por eso, si usted va a visitar la muestra, se dará un buen paseo visual: reconocerá nuestra identidad a través de fotografías. Y se sorprenderá con otras imágenes, de esas que nunca pierden vigencia. Lo que se dice, casi 200 momentos de sorpresa y amor.

AGENDA
Muestra: Colección Rabobank.
Dónde: Museo Nacional de Bellas Artes (Av. del Libertador 1473).
Cuándo: se inaugura esta tarde a las 19, y se puede visitar hasta el 10 de octubre.
Horarios: de martes a viernes, de 12.30 a 20.30. Sábados y domingos de 9.30 a 20.30. Gratis.


Fuente: Revista Ñ Clarín

LAS OBRAS DE UN ESCULTOR TROTAMUNDOS
ENCUENTRAN UN HOGAR

Las esculturas de Saint Clair Cemin, exhibidas en parques y en una galería de Nueva York, revelan la variedad de materiales, temas y tradiciones de todo el mundo que se combinan en su trabajo.
De chico, el escultor Saint Clair Cemin vivió durante dos años en la propiedad de 2.025 hectáreas que tenía su madre en el interior de Brasil, donde su padre, ingeniero, intentó cultivar trigo y fracasó. Esto sucedía a fines de los años 1950, cuando la zona que rodeaba la pequeña ciudad de Cruz Alta era, dijo Cemin, "una zona todavía conocida como tierra de gauchos, tan primitiva como el Oeste estadounidense en el siglo XIX". No había agua corriente ni electricidad. "Fue una época muy bella de mi vida", dijo Cemin, de 60 años. "Y siento que inspiró todo mi trabajo".
Siete de sus esculturas, exhibidas en parques y paseos peatonales de Nueva York sobre Broadway entre las calles 57 y 157, revelan hasta qué punto esto es cierto.
Presentada por la Broadway Mall Association en colaboración con la Paul Kasmin Gallery del barrio de Chelsea ­que está montando una muestra concurrente de la obra de Cemin­ "Saint Clair Cemin on Broadway" incluye "In the Center" (2002), una figura semiabstracta de dos metros de alto con sombrero de gaucho que sostiene una varita de rabdomante, elemento de adivinación considerado útil para encontrar agua. Cemin explicó recientemente que el título de la obra se relaciona con la propiedad de su madre, donde la familia sobrevivía gracias al agua de pozo. "El arte es percepción y en el centro de la percepción está ese extraño gigante sin rostro que busca cosas ­que busca agua­ y la encuentra".
Puede decirse que su obra está más centrada en las yuxtaposiciones de mundos diferentes que en uno solo. Este artista itinerante que habla cinco idiomas, incluido el ruso, emplea una variedad deslumbrante de materiales, temas y tradiciones escultóricas de todo el mundo, combinándolas a menudo con un efecto sorprendente y, en algunos casos, humorístico.
Otra obra en la exposición de Broadway, una escultura de cobre martillado llamada "Aphrodita" (2006) hace referencia a la diosa griega del amor y también recuerda tallas zulúes en madera. En la muestra de Paul Kasmin una pieza nueva de bronce, "And Then (I Close My Eyes), presenta lo que podría ser "una persona distraída meditando" de nuestra propia cultura, dijo Cemin, o "un Buda imperfecto". (Las obras en Broadway pueden verse hasta noviembre y la exposición de Kasmin, "Saint Clair Cemin: Six", continuará hasta el 13 de octubre).
"La obra de Saint Clair se relaciona con las teorías del antropólogo francés Claude LéviStrauss", dijo el pintor Peter Halley. "Alrededor del mundo encuentra alusiones del lenguaje con las que personas de otras culturas pueden identificarse".
Nacido en 1951, Cemin se trasladó con su familia desde Cruz Alta hasta San Pablo cuando era adolescente. Encontró a un grupo de surrealistas y finalmente asistió a la École National Supérieure des Beaux-Arts en París, lo cual podría explicar por qué adopta las técnicas tradicionales y el virtuosismo de la realización manual. Inquieto, se fue a vivir a Nueva York en 1978, donde trabajó como grabador hasta que una retrospectiva de Jospeh Beuys en el Guggenheim un año más tarde le hizo descubrir una nueva gama de posibilidades. "Fue verdaderamente un punto de inflexión", dijo.
Coqueteó con un abordaje más conceptual del arte, "haciendo dibujos y garabatos", dijo, hasta el verano de 1983. Cemin se encerró en una habitación durante una semana. Sentado a una mesa con unos pocos elementos básicos ­papel, lápices, pinturas y yeso, enfrentó lo que él definió como "la condición esencial de todo humano", e hizo lo que quería. "Estaba abierto a todo", recordó.
Modeló alrededor de 50 objetos, "jarros con caras; objetos extraños, decorativos o eróticos; animales pequeños; todo tipo de cosas", dijo. En el proceso, se dio cuenta de que "mi marco conceptual quedó totalmente destruido porque los objetos en sí eran mucho más potentes que el concepto".
Decidido a aceptarse como escultor, hizo traer piedra a su estudio y "empecé a tallar". Cemin ya formaba parte de la movida artística en plena explosión del East Village de Nueva York en los ’80, donde había trabado amistad con artistas como Jeff Koons y Halley. Sus trabajos se vendían en exposiciones individuales en Nueva York, Los Angeles y Roma, y fue incluido en muestras montadas por Collins & Milazzo, un dinámico equipo de curadores del momento.
Muy pronto, empero, volvió a sentirse impaciente. En 1992, alquiló una casa grande en Asuán, Egipto, donde hizo acuarelas y esculturas de hierro. Dos años más tarde, incorporó talladores en Bali para que lo ayudaran a producir piezas en teca y caoba. Y en 1999, comenzó a hacer esculturas en Beijing.
Las obras exhibidas en Broadway y en Kasmin son una suerte de vuelta a casa para Cemin. En agosto, este artista díscolo firmó un contrato de alquiler por un departamento en Nueva York.
Hay montones de mármol en crudo apilados en su estudio de Brooklyn, entre otras cosas, una piedra de 1.360 kilos que "está esperando a ser tallada", según dijo. Parecía entusiasmado con su regreso. "Pasaré mucho más tiempo aquí ahora", dijo

Fuente: Revista Ñ Clarín

FÁBRICAS DOMESTICADAS

Tres dimensiones.

La nueva edición de Casa FOA en la ex sede fabril de Alpargatas se liga a un puñado de obras porteñas similares y al invento del loft.

Por Berto González Montaner *


Días atrás recorrimos en esta columna esas mágicas y bellas chimeneas de ladrillo que salpican la ciudad. Las que muchos creíamos erróneamente que eran el resabio de industrias desactivadas cuando en realidad son las ventilaciones de la cloaca máxima de Buenos Aires. La semana pasada me sorprendió otra. Similar en forma a las anteriores, pero de un porte descomunal y de una materialidad diferente. La chimenea de marras emerge orgullosa del interior de una de los establecimientos que tenía Alpargatas en La Boca. La misma firma de las legendarias zapatillas de lona y cáñamo. La que bautizó la famosa rotonda que nos llevaba a Mar del Plata. Y la que difundió –a partir de los años 30– los almanaques con motivos camperos, inmortalizados por el artista plástico Florencio Molina Campos. Es esta fábrica, desmantelada y cargada de significados, el edificio que eligió la Fundación Oftalmológica Argentina para montar la 29° edición de Casa FOA, la muestra anual de arquitectura, diseño interior, decoración y paisajismo.
No es la primera vez que FOA insiste con el sur porteño y con revitalizar edificios industriales. Lo del sur viene de su vocación de adelantados: de promover lugares postergados de la Ciudad donde intuyen posibilidades de desarrollo. ¿Y lo de intervenir las fábricas? ¿Será por aquella movida estadounidense que inventó la palabra loft , tan seductoramente retratada por la película Flash-dance a principios de los 80? Lo cierto es que estos edificios industriales brindan grandes posibilidades y tienen atributos casi perdidos en los edificios de departamentos habituales. Garantizan buenas e inusuales dimensiones, solidez, carácter y –como el caso de Alpargatas– el valor agregado de su historia. Además, para los arquitectos, diseñadores y decoradores son todo un desafío a la creatividad. Basta con darse una vuelta por la citada expo de la Av. Regimiento de Patricios 1052 para comprobarlo. Ya sea en la original Molina Cafetería, de Julio Oropel; el estar de un Hotel Boutique, de Silvina Descole; el gigantesco escritorio propuesto por Viviana Melamed o el blanquísimo y movedizo Estudio de Mónica Schuvaks (más info: ARQ 12-09-2012 y video en arq.clarin.com).
Repasando otras de estas historias del patrimonio industrial, una bien curiosa es la del actual Palacio Alcorta, el imponente edificio en la avenida homónima construido a principios de siglo XX por Mario Palanti para la firma Chrysler. Ese edificio tenía en su piso superior una pista con peralte donde probaban los autos a velocidades que llegaban a los 100 km/h. En el año 1994, el estudio MSGSSS lo convirtió en exclusivos lofts y estudios, conservando la impronta de la pista y abriendo un patio oval atravesado por una larga pileta.
Volviendo a las chimeneas, hay otros dos ex edificios industriales que también lucen orgullosos las suyas. Uno es la ex fábrica de chocolates Nestlé, en el barrio de Coghlan. Allí en 2005, el arquitecto Edgardo Minond convirtió el viejo establecimiento en el complejo Tronador, una suerte de condominio urbano de gran escala con viviendas poco convencionales con alturas de entre 3,5 y 4 metros. El otro establecimiento marcado por su chimenea es el complejo MOCA, diseñado sobre la carcaza de la emblemática ex fábrica de galletitas Bagley, construida en 1929 por el ingeniero José Luis Delpini, el mismo que diseñó el Mercado de Abasto. En MOCA, a pasos de Constitución, los estudios Lopatin y Caffarini-Vainstein hicieron viviendas con un ¿toque bohemio? y servicios VIP (dos piletas semi olímpicas, spa y jacuzzi) y un sector comercial sobre la Av. Montes de Oca. También imaginaron un lugar para la historia y para el arte en el centro cultural que diseñaron en el ex anfiteatro de la fábrica. Siguiendo con el rubro galletitas, en la frontera entre Barracas, San Telmo y La Boca, en 2006 se anunció el reciclaje y ampliación de la ex fábrica Canale, otro de los lugares por donde pasó Casa FOA. En la ex fábrica de bizcochos, ahora denominada Palacio Lezama, están construyendo un complejo de oficinas y estudios con sectores comerciales enfocados al turismo.
Cuando finalice esta edición de Casa FOA en Alpargatas, el estudio Dujovne-Hirsch convertirá la ex fábrica en el complejo Molino Ciudad, un edificio de una manzana con unos 350 lofts o estudios y con restaurantes, locales comerciales, galería de arte y espacios de encuentro en su amplio lobby de planta baja. Sin duda, repasar la historia de estos edificios es reencontrarnos con sabores, imágenes y marcas entrañables que vienen desde nuestra infancia.

* Editor General ARQ


Fuente: clarin.com

AUTORRETRATOS A CARA LIMPIA

"Yo soy", un libro que reúne 91 imágenes, algunas de reconocidos fotógrafos y otras de personas que simplemente quisieron mostrar la manera en que se ven.
DOS A BAÑARSE. Autorretrato del fotógrafo Gerardo Dell’Oro

 Por Bárbara Álvarez Plá

¿Cómo nos vemos a nosotros mismos? ¿Qué pasa al usar la cámara como si fuera una extensión del fotógrafo, una extensión que consigue captar su esencia? Todos tenemos una foto que nos identifica, que nos cuenta, una en la que nos parece estar viendo quiénes somos.
Esta fue la idea del fotógrafo y editor Fernando De la Orden, que trabajó con la diseñadora gráfica Mariana Zerman y el fotógrafo e impresor Manuel Fernández.
El resultado es el libro Yo soy, que reúne 91 imágenes, algunas de reconocidos fotógrafos como Dani Yako, Michael Cooper, Fabiana Barreda, Gerardo Dell’Oro, Horacio Agulla y Carlos Bosch entre otros, y otras de personas que simplemente quisieron mostrar la manera en que se ven.
Cuanta De la Orden que “en principio pensábamos convocar sólo a profesionales, pero después se amplió la convocatoria a todo el mundo”.
Este es el segundo libro de la colección Pianopiano que, creada con espíritu de coleccionista, dio en 2010 su primer fruto: BICIS, un libro de imágenes, en esa ocasión, de bicicletas, creado con el mismo método que utilizaron para Yosoy: una convocatoria a través de las redes sociales y un mail para enviar las fotografías. “Recibimos más de 900 fotos en esta ocasión”, cuenta Fernando, “entre las que seleccionamos las que forman la obra”.
Rostros que recién despiertan, unas piernas que salen de un armario, tatuajes, cuerpos, estrellas, el mar, pero también el reflejo de las emociones del artista, de su imaginario: un conjunto de cámaras disparando al mismo tiempo y en una dirección: el autor.
¿Cómo se financió un libro así? De La Orden cuenta: “Pensamos que si cada uno de los 90 autores compraba 10 ejemplares, se podía hacer una tirada de 2.000”. Mil fueron para los participantes, y los otros mil se repartieron en los lugares donde se puede comprar. Cuesta 77 pesos.

Fuente: Revista Ñ Clarín

EN EL POP TAMBIÉN CABE LA TRAGEDIA

Aún quedan ocho días para recorrer en Proa esta muestra imperdible. Después, quien quiera verla deberá viajar a alguna de las escalas de su itinerario: Curitiba, Italia y Río de Janeiro.

El arte es el campo más prostituido, porque ahí reside toda la fuerza de la creación”, comentaba la psicoanalista Suely Rolnik unos días atrás, durante su paso por Buenos Aires, invitada por la Fundación Proa. Rolnik se refería específicamente al arte pop. La especialista hablaba de él y es fácil creerle: pocos movimientos artísticos han sido tan usados como carne de cañón del mercado y las modas.
Ocurre que el pop parece tan bonito, tan colorido, llamativo y “feliz”… El imaginario general establece que es, básicamente, sinónimo de la Marilyn serigrafiada de Andy Warhol…
Si usted es de los que piensan que el Pop es eso, ese glamour de colores brillantes que arrastra sensación de Hollywood y amor, entonces para terminar con este preconcepto, dese una vuelta por la Fundación Proa por estos días, que allí se está realizando la muestra Pop, realismos y política. Brasil- Argentina 1960 y compruebe lo que Rolnik afirma: que el pop –especialmente el pop– fue y sigue siendo, muy prostituido. Por eso esta exhibición organizada por Proa y curada por el brasileño Paulo Herkenhoff y el argentino Rodrigo Alonso, le da una vuelta de tuerca a la cuestión y nos dice: un momentito, señores, que aquí, en nuestros países, en los 60, con todas las cosas que pasaban, el pop era de todo menos glamoroso y feliz. Estos no eran los Estados Unidos ni Gran Bretaña. Aquí el flower power ocurrió de otro modo. Y llegó el momento de saber cómo.
Quizás una manera del pop de acontecer en nuestra región haya sido ésa que comentaba el investigador Gonzalo Aguilar durante el coloquio que Proa organizó respecto del tema, hace unas semanas.
Aguilar decía que aquí, el pop se manifestó a través de la representación de la miseria por medio de la figura del niño –la ropa andrajosa del Juanito de Berni, la Crónica de un niño solo, de Leonardo Favio– y del “hombre en harapos”, de Glauber Rocha, del collar de dientes de jabalíes que llevaba Caetano Veloso, del origen “bajo” de las joyas, de lo táctil… De una visión sensorial del pop local frente a otras visiones más dogmáticas. Aguilar hablaba del hombre en harapos como de una “máquina sensorial”. Y en las salas la podemos ver: ahí está, bien activa, en las chapas oxidadas y las telas roídas del Juanito de Berni, en medio de la villa; está en las “21 petites sculptures en cheveux” (21 pequeñas esculturas en cabello) de Artur Barrio; está en el “Parangolé P17, capa 13, estoy poseído” y en el fabuloso “B50 Bólido saco 1- Olfático”, de Hélio Oiticica…
Un recorrido por las salas de Proa parece decirnos que, en el pop local, la felicidad y los colores brillantes fueron pocos, y la muerte, el dolor, el yeso, los materiales precarios, cierta manualidad, las técnicas de reproducción gráficas y los materiales orgánicos, así como las performances con los sentidos a flor de piel, fueron muchos. Pareciera que la pobreza de los materiales esconde una gran fortaleza de un código distinto, de un otro pop basado en lo que Rolnik llamaría el “saber del cuerpo” y de su fragilidad, su vulnerabilidad extralogocéntrica.

CILDO MEIRELES. ''Inserções em Circuitos Ideológicos. Projeto Coca-Cola'', 1970.
CILDO MEIRELES. ''Inserções em Circuitos Ideológicos. Projeto Coca-Cola'', 1970.

Pero para profundizar más sobre esto, pasen y vean: están las cuatro salas de Proa llenas de obras potentes. Sobre todo la tercera sala, pintada de negro y de forma trapezoidal, como si fuera ella misma un ataúd gigante, albergando todas obras vinculadas con la muerte: el Che sobre la mesa, bien negro y gris, de “La lección de anatomía N° 2”, de Carlos Alonso; la obra Sin título, de Ivens Machado, esa pared con una bombita de luz tenue y azulejos blancos en los que, desde un pequeño agujero, cae goteando una línea de óxido o de sangre… El impresionante colchón negro de la primera época de Marta Minujín –sin título– fúnebre, bien fúnebre. Y las fotos del matadero, de Sameer Makarius.
En general en la muestra hay muchas pinturas, mucha obra gráfica, mucha bidimensión, y quizás menos despliegue espacial, menos tridimensión de lo que podría haberse exhibido. Pienso, por ejemplo, en las posibilidades que podrían haber aportado al público el exponer en vivo y en directo las magníficas obras de los 60 de la carioca Lygia Pape, o en las formas y códigos de exhibición –el despliegue curatorial– del colchón negro de Minujín del 62, o de ese espléndido trabajo que es “Lute” (luche, en español) –exhibido pegado a la pared…
Pero claro que también es fuerte la presencia del Cristo de León Ferrari no bien se entra en la exposición. Montada de espaldas al público, su famosa obra de 1965 “La civilización occidental y cristiana”, suspendida en medio del espacio de la sala y proyectando una sombra amenazante sobre la pared...
Y están, también, las reflexiones de Paulo Herkenhoff –curador de la muestra junto con Rodrigo Alonso–, quien comentó, durante su estadía en nuestro país, al explicar las razones para organizar una exposición sobre el pop en Brasil y la Argentina en los 60: “Aquí, en nuestra región, hay una historia transversal en términos geopolíticos que me interesa mucho y es la de las relaciones entre Brasil y la Argentina. Y me interesa, también, buscar una dimensión argentina del Brasil ya que, en el fondo, nosotros tenemos algo de argentinos. Y esto, para el arte es fundamental. No estoy hablando de fronteras sino de intercambios históricos: hubo artistas argentinos que se formaron en Brasil pero también artistas brasileños que vinieron a formarse a la Argentina. Por ejemplo, lo que había acá en los años cuarenta –precisa Herkenhoff– era verdaderamente impresionante: el tema de los marcos recortados, entre otras cosas. Entonces estamos hablando de un lugar donde la riqueza, los medios, la apertura hacia otras partes del mundo, las posibilidades, todo eso junto, dio lugar a un proceso muy rico, que a los brasileños nos llamó la atención. Y eso tuvo consecuencias.

EDUARDO COSTA. ''Fashion Fiction I: la instalación fotográfica'', 1966-2007. Medidas variables.
EDUARDO COSTA. ''Fashion Fiction I: la instalación fotográfica'', 1966-2007. Medidas variables.

Dentro de ese marco, para mí, la historia tiene sentido sólo si tiene algún tipo de significado en el presente. Si no, está muerta. Por eso me interesa trabajar con una historia de continuidades, en la que las cosas están encadenadas; y pensar más a partir del punto de vista de lo esperable, de las direcciones, antes que desde un punto de vista en el que las cosas estén fijadas desde un comienzo”, concluye el curador.
Por su parte, escribe Alonso en el catálogo de la muestra: “En los 60 se produce el desplazamiento de las antiguas culturas populares por la nueva cultura de masas y éste es un fenómeno evidente en ciudades como Nueva York o Los Angeles (…) Sin embargo, en los países donde los procesos de industrialización no son tan marcados y las economías regionales no acceden al nivel de los países líderes del capitalismo global, ese desplazamiento es necesariamente incompleto. Este es el caso de Brasil y de la Argentina.”
Hay otro par de conceptos-clave que podrían servir para tener en cuenta en el recorrido de la exhibición: la noción de ideario político en relación con las luchas sociales de los años 60, la revolución cubana, el asesinato de Kennedy; la figura del pueblo como motor de cambios y eje de la Historia; las condiciones de vida precarias, la burguesía industrial, los gobiernos populistas, los golpes de Estado, las presiones militares, las migraciones internas y regionales, la dependencia económica y cultural. El desfasaje entre la exaltación mediática del consumo y las realidades socio-políticas de América Latina.
Son dos obras fundamentales –y discretas– dentro de la exhibición, ambas de 1968, las que lo sintetizan todo: “Un guerrillero no muere para que se lo cuelgue en la pared”, de Roberto Jacoby, y sobre todo, la de Hélio Oiticica: “Sea marginal. Sea un héroe”. En este sentido, entonces, probablemente todos nosotros estemos siendo, todavía, heroicos.

FICHA
Pop, realismos y política. Brasil - Argentina

Lugar: Fundacion Proa. Av. Pedro de Mendoza 1929.
Fecha: hasta el 16 de setiembre.
Horario: mar a dom, 11 a 19.
Entrada: $12. estudiantes.
Gratis los martes.

Fuente: Revista Ñ Clarín