Ocurre
que el pop parece tan bonito, tan colorido, llamativo y “feliz”… El
imaginario general establece que es, básicamente, sinónimo de la
Marilyn serigrafiada de Andy Warhol…
Si usted es de los que
piensan que el Pop es eso, ese glamour de colores brillantes que
arrastra sensación de Hollywood y amor, entonces para terminar con este
preconcepto, dese una vuelta por la Fundación Proa por estos días, que
allí se está realizando la muestra Pop, realismos y política. Brasil- Argentina 1960
y compruebe lo que Rolnik afirma: que el pop –especialmente el pop– fue
y sigue siendo, muy prostituido. Por eso esta exhibición organizada
por Proa y curada por el brasileño Paulo Herkenhoff y el argentino
Rodrigo Alonso, le da una vuelta de tuerca a la cuestión y nos dice: un
momentito, señores, que aquí, en nuestros países, en los 60, con todas
las cosas que pasaban, el pop era de todo menos glamoroso y feliz.
Estos no eran los Estados Unidos ni Gran Bretaña. Aquí el flower power
ocurrió de otro modo. Y llegó el momento de saber cómo.
Quizás
una manera del pop de acontecer en nuestra región haya sido ésa que
comentaba el investigador Gonzalo Aguilar durante el coloquio que Proa
organizó respecto del tema, hace unas semanas.
Aguilar decía que
aquí, el pop se manifestó a través de la representación de la miseria
por medio de la figura del niño –la ropa andrajosa del Juanito de Berni,
la Crónica de un niño solo, de Leonardo Favio– y del
“hombre en harapos”, de Glauber Rocha, del collar de dientes de
jabalíes que llevaba Caetano Veloso, del origen “bajo” de las joyas, de
lo táctil… De una visión sensorial del pop local frente a otras
visiones más dogmáticas. Aguilar hablaba del hombre en harapos como de
una “máquina sensorial”. Y en las salas la podemos ver: ahí está, bien
activa, en las chapas oxidadas y las telas roídas del Juanito de Berni,
en medio de la villa; está en las “21 petites sculptures en cheveux”
(21 pequeñas esculturas en cabello) de Artur Barrio; está en el
“Parangolé P17, capa 13, estoy poseído” y en el fabuloso “B50 Bólido
saco 1- Olfático”, de Hélio Oiticica…
Un recorrido por las
salas de Proa parece decirnos que, en el pop local, la felicidad y los
colores brillantes fueron pocos, y la muerte, el dolor, el yeso, los
materiales precarios, cierta manualidad, las técnicas de reproducción
gráficas y los materiales orgánicos, así como las performances con los
sentidos a flor de piel, fueron muchos. Pareciera que la pobreza de los
materiales esconde una gran fortaleza de un código distinto, de un
otro pop basado en lo que Rolnik llamaría el “saber del cuerpo” y de su
fragilidad, su vulnerabilidad extralogocéntrica.
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CILDO MEIRELES. ''Inserções em Circuitos Ideológicos. Projeto Coca-Cola'', 1970. |
Pero para
profundizar más sobre esto, pasen y vean: están las cuatro salas de
Proa llenas de obras potentes. Sobre todo la tercera sala, pintada de
negro y de forma trapezoidal, como si fuera ella misma un ataúd
gigante, albergando todas obras vinculadas con la muerte: el Che sobre
la mesa, bien negro y gris, de “La lección de anatomía N° 2”, de Carlos
Alonso; la obra Sin título, de Ivens Machado, esa pared con una
bombita de luz tenue y azulejos blancos en los que, desde un pequeño
agujero, cae goteando una línea de óxido o de sangre… El impresionante
colchón negro de la primera época de Marta Minujín –sin título–
fúnebre, bien fúnebre. Y las fotos del matadero, de Sameer Makarius.
En
general en la muestra hay muchas pinturas, mucha obra gráfica, mucha
bidimensión, y quizás menos despliegue espacial, menos tridimensión de
lo que podría haberse exhibido. Pienso, por ejemplo, en las
posibilidades que podrían haber aportado al público el exponer en vivo y
en directo las magníficas obras de los 60 de la carioca Lygia Pape, o
en las formas y códigos de exhibición –el despliegue curatorial– del
colchón negro de Minujín del 62, o de ese espléndido trabajo que es
“Lute” (luche, en español) –exhibido pegado a la pared…
Pero
claro que también es fuerte la presencia del Cristo de León Ferrari no
bien se entra en la exposición. Montada de espaldas al público, su
famosa obra de 1965 “La civilización occidental y cristiana”,
suspendida en medio del espacio de la sala y proyectando una sombra
amenazante sobre la pared...
Y están, también, las reflexiones
de Paulo Herkenhoff –curador de la muestra junto con Rodrigo Alonso–,
quien comentó, durante su estadía en nuestro país, al explicar las
razones para organizar una exposición sobre el pop en Brasil y la
Argentina en los 60: “Aquí, en nuestra región, hay una historia
transversal en términos geopolíticos que me interesa mucho y es la de
las relaciones entre Brasil y la Argentina. Y me interesa, también,
buscar una dimensión argentina del Brasil ya que, en el fondo, nosotros
tenemos algo de argentinos. Y esto, para el arte es fundamental. No
estoy hablando de fronteras sino de intercambios históricos: hubo
artistas argentinos que se formaron en Brasil pero también artistas
brasileños que vinieron a formarse a la Argentina. Por ejemplo, lo que
había acá en los años cuarenta –precisa Herkenhoff– era verdaderamente
impresionante: el tema de los marcos recortados, entre otras cosas.
Entonces estamos hablando de un lugar donde la riqueza, los medios, la
apertura hacia otras partes del mundo, las posibilidades, todo eso
junto, dio lugar a un proceso muy rico, que a los brasileños nos llamó
la atención. Y eso tuvo consecuencias.
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EDUARDO COSTA. ''Fashion Fiction I: la instalación fotográfica'', 1966-2007. Medidas variables. |
Dentro de ese marco, para mí, la
historia tiene sentido sólo si tiene algún tipo de significado en el
presente. Si no, está muerta. Por eso me interesa trabajar con una
historia de continuidades, en la que las cosas están encadenadas; y
pensar más a partir del punto de vista de lo esperable, de las
direcciones, antes que desde un punto de vista en el que las cosas
estén fijadas desde un comienzo”, concluye el curador.
Por su
parte, escribe Alonso en el catálogo de la muestra: “En los 60 se
produce el desplazamiento de las antiguas culturas populares por la
nueva cultura de masas y éste es un fenómeno evidente en ciudades como
Nueva York o Los Angeles (…) Sin embargo, en los países donde los
procesos de industrialización no son tan marcados y las economías
regionales no acceden al nivel de los países líderes del capitalismo
global, ese desplazamiento es necesariamente incompleto. Este es el caso
de Brasil y de la Argentina.”
Hay otro par de conceptos-clave
que podrían servir para tener en cuenta en el recorrido de la
exhibición: la noción de ideario político en relación con las luchas
sociales de los años 60, la revolución cubana, el asesinato de Kennedy;
la figura del pueblo como motor de cambios y eje de la Historia; las
condiciones de vida precarias, la burguesía industrial, los gobiernos
populistas, los golpes de Estado, las presiones militares, las
migraciones internas y regionales, la dependencia económica y cultural.
El desfasaje entre la exaltación mediática del consumo y las
realidades socio-políticas de América Latina.
Son dos obras
fundamentales –y discretas– dentro de la exhibición, ambas de 1968, las
que lo sintetizan todo: “Un guerrillero no muere para que se lo
cuelgue en la pared”, de Roberto Jacoby, y sobre todo, la de Hélio
Oiticica: “Sea marginal. Sea un héroe”. En este sentido, entonces,
probablemente todos nosotros estemos siendo, todavía, heroicos.
FICHA
Pop, realismos y política. Brasil - Argentina
Lugar: Fundacion Proa. Av. Pedro de Mendoza 1929.
Fecha: hasta el 16 de setiembre.
Horario: mar a dom, 11 a 19.
Entrada: $12. estudiantes.
Gratis los martes.
Fuente: Revista Ñ Clarín