SALE A SUBASTA LA MAYOR COLECCCIÓN DE ARTE PRECOLOMBINO EN MANOS PRIVADAS


Un empleado junto a figuras africanas de terracota que iban a ser exhibidas en octubre de 2008 en Luxemburgo. Las figuras pertenecen al coleccionista suizo Jean Paul Barbier-Mueller, también dueño de una colección de arte precolombino.
Por Fabrice Coffrini

La colección de arte precolombino Barbier-Mueller, considerada como la más importante en manos privadas, será subastada en marzo en París, anunció este lunes la casa de remates Sotheby's.
Unas 300 piezas de esa centenaria colección -entre ellas varias obras maestras de la cultura maya y azteca, así como también una urna de la isla de Marajo, en Brasil- serán ofrecidas al mejor postor el 22 y 23 de marzo próximos, por decisión de la familia, indicó Sotheby's.
La historia de esta colección centenaria agregará interés a esta venta. Todo empezó en 1920, cuando Josef Mueller adquirió en París una 'diosa del agua' azteca.
Esa fue la primera pieza de unas 300 de arte prehispánico, principalmente provenientes de México, compradas por esa familia, que posee también una colección de arte africano, de Oceanía y de las Cícladas.
Ahora, Sotheby's se prepara para exhibir la colección a posibles compradores en septiembre en la capital francesa, en Hong Kong en octubre, en Nueva York en noviembre, y luego en Londres.

Fuente: AFP

CÚPULA PORTEÑA CON AIRE CATALÁN EN HOMENAJE
AL GENIAL GAUDÍ

Secreta Buenos Aires

Inaugurada en 1914 y restaurada en 1999, luce en la ochava de Rivadavia y Ayacucho.
Imponente. La restauración incluyó nueva iluminación. / rodriguez adami

Por Eduardo Parise

Si la hubieran construido en Barcelona, seguramente sería parte de la finca Güell o de la Casa Battló. Y no sólo tendría la firma del genial arquitecto Antoni Gaudí i Cornet. También recibiría los aires marinos que llegan desde la zona de la Barceloneta. Pero nada de eso ocurre porque esta lujosa y artesanal cúpula está a una cuadra del Congreso Nacional, es obra de un ingeniero civil argentino que se llamaba Eduardo Rodríguez Ortega (1871-1938) y que, tras la restauración realizada en 1999, se luce como buen patrimonio de la Ciudad en la ochava de la avenida Rivadavia y Ayacucho.
Admirador de Gaudí, Rodríguez Ortega diseñó el edificio en los tiempos del Centenario de la Revolución de Mayo. Tiene planta baja, un entrepiso, cuatro pisos con departamentos y una terraza de 350 metros cuadrados. Justo en ese último piso está la cúpula en cuestión, donde hay tres niveles, que culminan con un cupulín y una construcción con forma de cebolla, rematada con una veleta de hierro. Y para que ese ensamble con el cielo sea completo, en el último nivel existe un gran telescopio destinado a cualquier soñador nocturno que quiera regodearse mirando estrellas.
Después de pasar décadas aguantando los cambiantes rigores del clima porteño, ese símbolo del modernismo catalán, inaugurado en 1914, fue restaurado poco antes de la llegada del siglo XXI. La tarea quedó a cargo del arquitecto Fernando Lorenzi, quien usó 952 piezas de vidrio espejado para cerrar todas las aberturas. Y rescató las ornamentaciones, réplicas exactas de la famosa Casa Battló, que hasta incluyen algunas chimeneas que muestran siluetas de guerreros.
También se trabajó y se mantuvo casi intacto el revoque original que era de piedra parís y se agregaron dos elementos que no desentonan y rinden un indirecto homenaje a Gaudí: un escudo de Catalunya y una frase escrita en catalán que afirma “No hi ha somnis impossibles” (No hay sueños imposibles). La frase tiene mucho del espíritu de aquella anécdota que cuentan sobre Gaudí cuando en 1883 presentó su proyecto para la basílica La Sagrada Familia en Barcelona, una obra aún en construcción. Le dijeron “eso le va a llevar muchos años” y el respondió: “Puede ser, pero mi cliente (Dios) tiene todo el tiempo del mundo”.
El homenaje porteño al genial arquitecto también incluye dos réplicas hechas a escala de la conocida Puerta del Dragón. Realizadas en hierro, las réplicas tienen el mismo diseño que Gaudí hizo para la finca Güell. Las de Buenos Aires se destacan en la terraza del edificio de Ayacucho y Rivadavia. También, como parte de la restauración se hizo especial hincapié en la iluminación por lo que, cada noche, tanto el edificio como la cúpula se lucen como corresponde. Claro que en un día de sol y con la luz natural aquello alcanza un grado casi sublime.
Por supuesto que la cúpula de ese edificio no es la única para admirar en la Ciudad. Muchas otras también tienen sus méritos aunque no llamen tanto la atención. Sin ir demasiado lejos, en el mismo barrio de Balvanera, está la del Congreso Nacional. Y hay una que es menos conocida pero que merece una mirada con mayor detenimiento. Es la del Santuario Nacional de Santa Rosa de Lima, en la avenida Belgrano y Pasco.
Proyectada en 1928 e inaugurada en 1934, la gran iglesia es obra del arquitecto Alejandro Christophersen. Fue construida sobre una cripta, que le sirve como cimiento, y tiene un espacio central con dieciocho columnas de mármol verde que sostienen la cúpula. Lo más llamativo es que, en el exterior, está recubierta con pequeñas tejas de cobre. Pero esa es otra historia.

Fuente: clarin.com

LA SÍNTESIS DE ROBIROSA: 60 AÑOS DE ARTE ARGENTINO


Se exponen trabajos fundamentales de la artista, que confirma su vigencia creativa.


Obra nueva y clásica. Mucha gente en la inauguración de la muestra en el Centro Cultural Recoleta. martin bonetto.
Por Julián López

Un prodigioso cambio meteorológico; eso es lo que pudieron sentir quienes asistieron a la inauguración de la exposición de Josefina Robirosa, el jueves pasado, en el Centro Cultural Recoleta.
Y no fue para menos, entrar a la sala Cronopios del centro cultural ubicado en Junín 1930, en una tarde en que la lluvia agrisaba la ciudad, era toparse con una bandada de enormes pájaros multicolores que situaban la exposición no solamente sobre las paredes del recinto. Con un notable diseño de montaje a cargo de Gustavo Vázquez Ocampo, la muestra, que expone 39 cuadros, cuatro pinturas sobre esferas de resina de poliéster de 75 centímetros de diámetro, hace del aire su espacio fundamental: 57 pájaros penden de los cielos del recinto y generan una verdadera sorpresa para el visitante.
La presencia de personalidades de la plástica y de la cultura, como los artistas Luis Felipe Noé, Inés González Fraga, Pablo Siquier y Sara Facio, Magdalena Ruiz Guiñazú y Norma Morandini, Boy Olmi, Moris, entre otros, daba cuenta de la importancia del evento.
Es que la trayectoria de Josefina Robirosa define y sintetiza más de seis décadas de arte en la Argentina. Sus inicios, durante los 50, ya la mostraban como una personalidad definida en un momento de verdadera expansión creativa y social para el país. Por eso, sorprende que a pesar de ser una protagonista prominente de un movimiento como el que generó el Instituto Di Tella, verdadera cuna de la vanguardia en la década de 1960, la artista nunca se enrolara en colectivos que enmarcaran su producción o la obligaran a una obediencia estilística determinada.
La naturalidad con que su producción se adueña del espacio de la sala Cronopios y la enorme osadía de esa invasión tridimensional provocan una expectación acechante: detenerse a ver sus cuadros más clásicos, o la pintura sobre dos láminas de metal de cuatro por dos metros, por caso, implica dar la espalda a esa furiosa bandada colorida que hace trama en el vacío.
Tal vez, lo más destacable de la muestra, que podrá visitarse con entrada gratuita hasta el domingo 14 de octubre, sea que no está pensada simplemente como la retrospectiva de una de las artistas fundamentales de la plástica argentina contemporánea, porque, si bien hay mucha obra con historia, veintiséis de las pinturas corresponden a su conocida serie titulada “Bosques”, en la que Robirosa, de incansables 80 años, sorprende con una imponente producción del año 2012, cinco décadas después de aquella primera muestra individual.
De lo reciente, se destacan estos “artefactos esféricos de poliéster” —tal como los mencionan en la gacetilla incluida en el bello catálogo de la muestra— y los casi sesenta pájaros tridimensionales que agitan el aire de la sala y muestran a Josefina Robirosa como una tradición, sí, pero también como una notable innovadora.

Fuente: clarin.com

INTERESANTÍSIMO ÓLEO DE FIGARI EN ARROYO


ESTE LINDÍSIMO ÓLEO DE PEDRO FIGARI, ESCUELA URUGUAYA, 1861- 1938, SE REMATA EN LA GALERÍA ARROYO EL PRÓXIMO MIÉRCOLES 12, A LAS 19,00 HS

LOTE 1 .-

PEDRO FIGARI

Escuela uruguaya, 1861-1938

"MERCADO VIEJO".


Óleo sobre carton. Mide 60 x 80 cm.

Firmado abajo, a la izquierda y fechado "1932" abajo, a la derecha.

Obra registrada bajo el nº 146, Serie V.H.h en el inventario sucesorio del artista, realizado por el Arq. Carlos Herrera Mac Lean. Correspondiente etiqueta al dorso.

Lleva asimismo, manuscrito en rojo, el número 140 del inventario también realizado por Herrera Mac Lean.
También lleva etiqueta al dorso de la colección El Mangrullo (Federico Vogelius).
Obra expuesta en 1945 en el Salón Nacional de Bellas Artes (Montevideo), donde figuró bajo el nº 588 del catálogo (Tercer grupo, Escenas de Pueblo). Correspondiente etiqueta al dorso.
Colección Sr. Pedro Figari, hijo del artista; en 1961 en el Musée National d´Art Moderne (París), donde figuró bajo nº 116 del catálogo. Correspondiente etiqueta al dorso.
Colección Srta. Lucille Figari, nieta del artista; y también en 1961 en el Museo Nacional de Bellas Artes (Buenos Aires), exposición en homenaje al centenario del artista, donde figuró bajo el nº174 del catálogo. Correspondiente etiqueta al dorso.
Colección Sr. Federico Vogelius.
Con examen técnico realizado por la Sra. Gloria Wingord, ex Jefe del Laboratorio de restauración del Museo Nacional de Bellas Artes, y Jefe del Laboratorio de restauración del maestro Juan Corradini.

Base: $ 350.000.-     VENDIDO EN $ 440.000.-

YAGUANÉ - Elegía - 1996


DIEGO VELÁZQUEZ, 1599-1660, LAS MENINAS, FRAGMENTO.
YAGUANÉ - Elegía

Nunca pensé
que el aterido,
deplorable esqueleto
que meneándose encontrara,
implorante,
en aquella gélida tarde gris plomo…
Aquel andrajo de costillas prominentes
y patazas de oso,
se convertiría con el paso del tiempo
en el
dócil gentilperro rubicundo del
gesto adusto y familiar.
En el agradecido, infaltable
compañero de nuestros plácidos días
junto al Salado.
En el centinela solitario de la sacrificada y
blanquinegra rutina diaria del tambo.
En ese verosímil perro velazqueño
que por propia elección
emigró de alguna tela
con sus dignidades de Habsburgo,
su gravedad de esfinge
y ese inconmovible sentido del deber.
Que el vigor de su tensa anatomía de atleta
impondría su dominio
a las caninas jerarquías lugareñas:
Primus inter pares.
Luego de pasear su austera, esquiva gracia
de saltimbanqui entre los cardos.
Que sus visitas serían tan esperadas por todos,
Aún desperezándose después de sus siempre estéticas siestas
constantemente alerta
en la galería, o bajo la vieja glicina
o junto a la persistencia del cedrón.
Que su manto erizado de Aguará nos daría protección
ante las incursiones de
indeseables cazadores foráneos.
Qué duro será volver y que no esté
dando el presente, pasando revista, corriendo al toro.
Apareciendo casi mágicamente,
al transponer los alambres tejidos
con la facilidad de una ratona.
Saludando cuerpo a tierra,
reptando y pidiendo de su tan particular manera
las caricias que tanto le gustaban.
Qué raro ver la tarde de la pampa
en el horizonte
sin su mestiza armonía, ni su figura de hidalgo,
displicente,
trajinándolo
por las serpenteantes y fatigadas sendas vacunas.
Será duro
hacerse a la idea
de que no tendremos ya
ése,
su especial humor,
su atractiva manera de ser.
Debes saberlo, Yaguané,
esperamos que el crujir de las
amarronadas hojas de la magnolia contra el piso
nos anuncie
de una vez
que has vuelto.

Pedro L. Baliña
Lezama, septiembre de 1996



UN MURAL "NUEVO" PARA EL RECOLETA


Restauraron en el Centro Cultural una obra de 1906, que no se veía. Apareció en 2010 tras la limpieza del vitraux. Es una imagen religiosa. Lo bendecirá el párroco de la Basílica del Pilar.


QUERUBINES. El trabajo está en la sala “El Aleph”, que fue la capilla de un asilo de mendigos. /Andrés Delia

Por Susana Reinoso

La restauración está en boca de todos. Y si se trata de una obra religiosa mucho más. A distancia de lo ocurrido con Ecce Homo, la pequeña pintura mural del siglo XIX del Santuario de la Misericordia de Borja, España, que ha dado la vuelta al mundo, en la Capilla El Aleph (hoy auditorio), del Centro Cultural Recoleta, el mural de la Medalla Milagrosa de Parisi ha recuperado la fisonomía creada por el artista en 1906.
Francisco Paolo Parisi fue un artista italiano, también decorador y docente, cuyas actividades plásticas más destacadas fueron el retrato y el paisaje, pero su obra se halla mayormente desaparecida, no obstante lo cual hay huellas de la misma en Santa Fe, Mendoza, y en las ciudades de Mar del Plata y Buenos Aires, donde pintó el presbiterio, la cúpula y la nave principal de la Catedral metropolitana Lo descubrió el director general del Centro Cultural Recoleta, Claudio Massetti en 2010, cuando la restauración del mural de la cúpula dio luz al lugar.
El trabajo de restauración, a cargo de un equipo dirigido por Teresa Gowland, insumió un año y medio. La etapa más larga de la recuperación fue la de diagnóstico e investigación, para llegar luego a la limpieza y restauración definitiva.
La obra muestra una cruz con una letra M rodeada de dos querubines en colores pasteles y pequeñas estrellas doradas entre las que se esfuman rostros de angelitos. Al pie de los querubines hay dos corazones dorados: uno con espinas, otro perforado por una flecha.
No es casual que se trate de una imagen religiosa. El Centro Cultural Recoleta fue en sus inicios un asilo de mendigos, a cargo de una congregación devota de la Virgen de la Medalla Milagrosa.
La técnica del mural llama la atención: “Es la conocida como incáustica y ya se usaba en tiempos de los etruscos, incluso hay pruebas de que fue aplicada en obras de la ciudad de Pompeya”, cuenta Massetti a Clarín. Esta técnica consiste en cera líquida coloreada.
La arquitecta Bettina Kropf, a cargo de la Dirección General de Patrimonio, llevó adelante el trabajo de diagnosticar el estado del mural. Los hongos comieron gran parte de la pintura, pero la obra tenía un barnizado por encima que, al oxidarse, la oscureció con un color ocre. Todo fue documentado por Valeria Bortoletto, a cargo del área fotográfica del Centro Recoleta.
Para Massetti, según los informes recogidos sobre la obra de Parisi, buena parte de los faltantes de la pintura pueden ser consecuencia de la colocación de los conductos del aire acondicionado o la parrilla de luces del auditorio El Aleph, todo lo que se hizo, curiosamente, sin reparar en la joya escondida detrás del óxido y el herrumbe.
El costo del trabajo fue de 300.000 pesos. A ello se suman 48.000 pesos de alquiler de andamios. El Aleph está oficialmente abierto desde ayer.
“Con el mural de Parisi lo pagano y lo religioso van a convivir en el Centro Recoleta. A todo le concedemos valor: a la historia y al presente. Y el párroco de la Basílica del Pilar quiere bendecirlo. Por supuesto le hemos dicho que sí”, concluye Massetti.

Fuente: Revista Ñ Clarín

TRIBUTO A LOS ARTISTAS DE LO EXTRAÑO


El Museo de Arte Moderno de Nueva York presenta una exposición del mundo de los muñecos de los hermanos Quay.

Por Roberta Smith - The New York Times

No todos los cineastas crean mundos de fantasía absolutos y relevantes, llenos de seres extraños, aterradores por momentos, que tengan además un movimiento misterioso, suspenso emocional y detalles increíbles.
Son aún menos los homenajeados con retrospectivas amplias que hagan justicia a esos mundos. Pues eso es justamente lo que ha hecho del Museo de Arte Moderno para el elaborado universo paralelo centrado en marionetas que han creado los animadores conocidos como los Quay Brothers.
Salpicada, en un primer momento, y luego dominada por pantallas de video y proyecciones que presentan más de siete horas de filmación –la muestra rinde homenaje al trabajo de toda una vida y a la saga artística de Timothy y Stephen Quay, dos gemelos que nacieron en Norristown, Pensilvania, en 1947, pasaron al cine después de una carrera inicial como ilustradores y trabajan principalmente en Europa desde fines de los años setenta.
"Quay Brothers: On Deciphering the Pharmacist’s Prescription for Lip-Reading Puppets" (Los hermanos Quay: descifrando la receta del farmacéutico para muñecos que leen los labios), que continuará hasta el 7 de enero, revela que los Quay son hábiles en varias técnicas artísticas. Incluye un número excesivo de sus diseños para tapas de libros y discos, aunque es fantástico enterarse de que una tapa famosa para el álbum de Blood Sweat & Tears de 1968 es obra de ellos, diseñada mientras estaban en la University of the Arts de Filadelfia.
Hay dibujos, collages y grabados, y animaciones con papel recortado, así como también trabajos realizados después de su éxito como animadores: videos de diseños de escenografías para ópera y teatro (en uso) y dos largometrajes de acción en vivo –Institute Benjamenta (1995) y The Piano Tuner of Earthquakes (2006)– que están en el programa cinematográfico de la muestra. (El argumento de El afinador de piano gira en torno a siete Décors, definidos como autómatas; hacen sólo apariciones breves en la película pero en directo son extraordinarios.)
De todas maneras, la exposición no deja ninguna duda de que los Quay son maestros de una forma excepcionalmente cautivante de animación cuadro por cuadro que revelaron en 1979. Cargados de narrativas oníricas con tensiones psico-sexuales y sin resolución, estos trabajos se inspiran en el surrealismo, lo gótico y el estilo victoriano, y también reflejan la profunda relación de los Quay con la literatura, el arte gráfico, la animación y la música de Europa Oriental.
Las mejores de estas animaciones utilizan marionetas, muñecos, animales de peluche y criaturas afines (los demonios maníacos emplumados). Estos "tableaux" con aspecto de cubos voluminosos ahondan en la estética de Joseph Cornell y el artista checo Jiri Kolar reuniendo una cantidad increíble de materiales naturales y artificiales y objetos hallados, y son verdaderas esculturas.
La exposición es una suerte de revelación total que resulta poco frecuente, aun en el caso de las retrospectivas. La mayoría de las obras están dispuestas en salas cuya distribución laberíntica entre paredes grises retoma la sensibilidad morosa y a menudo claustrofóbica de los Quay.
Aportan un poco de humor una docena de comerciales animados para TV que los Quay definen como "tratos con el diablo", ya que fueron realizados para financiar iniciativas más serias, pero son tan brillantes como todo lo demás que han hecho.
La muestra culmina en una sala montada como un teatro, llena de butacas de cine, donde se puede ver la aclamada obra maestra de los hermanos, Street of Crocodiles (La calle de los cocodrilos) (1986), una visita onírica de una marioneta de mirada aguda a una sastrería. Allí es abordado por un grupo de asistentes del sastre, con ojos en blanco, que brevemente lo equipan con una nueva cabeza y cerebro. Mientras tanto, del piso asoman tornillos girando y le ajustan con un molde un pedazo de carne polimorfamente sugestivo, que sujetan con alfileres y acarician. Basado libremente en un cuento del escritor polaco Bruno Schulz (1892-1942), el espíritu del viejo mundo de entreguerras desborda de alusiones al control de la mente y la proximidad del fascismo.
A partir de ese punto, el visitante puede proceder viendo 15 de los Décors. Hay diferentes niveles de realidad, giros inesperados y muchas conexiones sueltas y ecos vagos. El gnomo tuerto que domina un póster del diseñador de carteles polaco Roman Cieslewicz, uno de los varios diseñadores polacos en la muestra, reaparece en el mundo de los Quay como un ogro encantador que tiene un cuerpo hecho de alambre negro retorcido y señala obsesivamente un lunar con un pelo en su frente. Es el primer personaje que aparece en Rehearsal for Extinct Anatomies de 1987.
Resulta tentador ver a los Quay como artistas que no siguen el compás de los tiempos, abiertamente atraídos por lo antiguo y lo arcano. Sin embargo, a su modo caprichoso, resultan posmodernos. Lo que hace que su trabajo parezca tan actual es la naturaleza enfáticamente física de sus animaciones, su acento en la textura y los materiales, en el cine como algo hecho a mano.
También explayan el potencial para la animación implícito en la caligrafía o en los elaborados retratos de Arcimboldo, especialmente en su corto de 1984 The Cabinet of Jan Svankmajer, un homenaje al animador checo.
Es básicamente la historia de la educación artística de un muchacho (incluida una realización cuadro por cuadro) en las manos de un hombre mayor, con sus clases desarrolladas a lo largo de una serie de espacios de cajones forrados que muestran sobre todo la estética de collage de los hermanos.
Los Quay, como todos los artistas, no son perfectos, pero han hecho más que suficiente por enriquecer la cultura de su tiempo. 

Fuente: Revista Ñ Clarín