El Museo de Arte Moderno de Nueva York presenta una exposición del mundo de los muñecos de los hermanos Quay.
No todos los cineastas crean mundos de fantasía absolutos y
relevantes, llenos de seres extraños, aterradores por momentos, que
tengan además un movimiento misterioso, suspenso emocional y detalles
increíbles.
Son aún menos los homenajeados con retrospectivas
amplias que hagan justicia a esos mundos. Pues eso es justamente lo que
ha hecho del Museo de Arte Moderno para el elaborado universo paralelo
centrado en marionetas que han creado los animadores conocidos como los
Quay Brothers.
Salpicada, en un primer momento, y luego dominada
por pantallas de video y proyecciones que presentan más de siete horas
de filmación –la muestra rinde homenaje al trabajo de toda una vida y a
la saga artística de Timothy y Stephen Quay, dos gemelos que nacieron en
Norristown, Pensilvania, en 1947, pasaron al cine después de una
carrera inicial como ilustradores y trabajan principalmente en Europa
desde fines de los años setenta.
"Quay Brothers: On Deciphering
the Pharmacist’s Prescription for Lip-Reading Puppets" (Los hermanos
Quay: descifrando la receta del farmacéutico para muñecos que leen los
labios), que continuará hasta el 7 de enero, revela que los Quay son
hábiles en varias técnicas artísticas. Incluye un número excesivo de sus
diseños para tapas de libros y discos, aunque es fantástico enterarse
de que una tapa famosa para el álbum de Blood Sweat & Tears de 1968 es obra de ellos, diseñada mientras estaban en la University of the Arts de Filadelfia.
Hay
dibujos, collages y grabados, y animaciones con papel recortado, así
como también trabajos realizados después de su éxito como animadores:
videos de diseños de escenografías para ópera y teatro (en uso) y dos
largometrajes de acción en vivo –Institute Benjamenta (1995) y The Piano Tuner of Earthquakes
(2006)– que están en el programa cinematográfico de la muestra. (El
argumento de El afinador de piano gira en torno a siete Décors,
definidos como autómatas; hacen sólo apariciones breves en la película
pero en directo son extraordinarios.)
De todas maneras, la
exposición no deja ninguna duda de que los Quay son maestros de una
forma excepcionalmente cautivante de animación cuadro por cuadro que
revelaron en 1979. Cargados de narrativas oníricas con tensiones
psico-sexuales y sin resolución, estos trabajos se inspiran en el
surrealismo, lo gótico y el estilo victoriano, y también reflejan la
profunda relación de los Quay con la literatura, el arte gráfico, la
animación y la música de Europa Oriental.
Las mejores de estas
animaciones utilizan marionetas, muñecos, animales de peluche y
criaturas afines (los demonios maníacos emplumados). Estos "tableaux"
con aspecto de cubos voluminosos ahondan en la estética de Joseph
Cornell y el artista checo Jiri Kolar reuniendo una cantidad increíble
de materiales naturales y artificiales y objetos hallados, y son
verdaderas esculturas.
La exposición es una suerte de revelación
total que resulta poco frecuente, aun en el caso de las retrospectivas.
La mayoría de las obras están dispuestas en salas cuya distribución
laberíntica entre paredes grises retoma la sensibilidad morosa y a
menudo claustrofóbica de los Quay.
Aportan un poco de humor una
docena de comerciales animados para TV que los Quay definen como "tratos
con el diablo", ya que fueron realizados para financiar iniciativas más
serias, pero son tan brillantes como todo lo demás que han hecho.
La
muestra culmina en una sala montada como un teatro, llena de butacas de
cine, donde se puede ver la aclamada obra maestra de los hermanos, Street of Crocodiles
(La calle de los cocodrilos) (1986), una visita onírica de una
marioneta de mirada aguda a una sastrería. Allí es abordado por un grupo
de asistentes del sastre, con ojos en blanco, que brevemente lo equipan
con una nueva cabeza y cerebro. Mientras tanto, del piso asoman
tornillos girando y le ajustan con un molde un pedazo de carne
polimorfamente sugestivo, que sujetan con alfileres y acarician. Basado
libremente en un cuento del escritor polaco Bruno Schulz (1892-1942), el
espíritu del viejo mundo de entreguerras desborda de alusiones al
control de la mente y la proximidad del fascismo.
A partir de
ese punto, el visitante puede proceder viendo 15 de los Décors. Hay
diferentes niveles de realidad, giros inesperados y muchas conexiones
sueltas y ecos vagos. El gnomo tuerto que domina un póster del diseñador
de carteles polaco Roman Cieslewicz, uno de los varios diseñadores
polacos en la muestra, reaparece en el mundo de los Quay como un ogro
encantador que tiene un cuerpo hecho de alambre negro retorcido y señala
obsesivamente un lunar con un pelo en su frente. Es el primer personaje
que aparece en Rehearsal for Extinct Anatomies de 1987.
Resulta
tentador ver a los Quay como artistas que no siguen el compás de los
tiempos, abiertamente atraídos por lo antiguo y lo arcano. Sin embargo, a
su modo caprichoso, resultan posmodernos. Lo que hace que su trabajo
parezca tan actual es la naturaleza enfáticamente física de sus
animaciones, su acento en la textura y los materiales, en el cine como
algo hecho a mano.
También explayan el potencial para la
animación implícito en la caligrafía o en los elaborados retratos de
Arcimboldo, especialmente en su corto de 1984 The Cabinet of Jan Svankmajer, un homenaje al animador checo.
Es
básicamente la historia de la educación artística de un muchacho
(incluida una realización cuadro por cuadro) en las manos de un hombre
mayor, con sus clases desarrolladas a lo largo de una serie de espacios
de cajones forrados que muestran sobre todo la estética de collage de
los hermanos.
Los Quay, como todos los artistas, no son perfectos, pero han hecho más que suficiente por enriquecer la cultura de su tiempo.
Fuente: Revista Ñ Clarín