EL NUEVO IMÁN DE LA CULTURA EN LA CIUDAD,
EN UN EDIFICIO ÚNICO


Con una fiesta y homenaje musical a Piazzolla, anoche inauguraron el complejo en La Boca. Tiene una Sala Sinfónica para 1.200 personas. Fue tras una obra monumental que involucró a tres gestiones.

Tango. Así se veía ayer la Sala Sinfónica, la principal de la Usina, durante el concierto de homenaje a Piazzolla. Es de estilo minimalista y con un altísimo nivel de calidad acústica.
Por Silvia Gómez

Hace exactamente dos años la Ciudad recuperaba el Teatro Colón, tras una fastuosa obra de restauración. Y ayer, la Ciudad siguió acrecentando su condición de gran capital cultural con la apertura de la Usina del Arte: el estreno de la Sala Sinfónica para 1.200 personas fue un bautismo de fuego que superó todas las expectativas.
La iniciativa y la obra atravesó tres gobiernos: los de Aníbal Ibarra, Jorge Telerman y Mauricio Macri, quien fue el encargado de inaugurarla. En el corazón de La Boca y en las entrañas de uno de los edificios más originales y bellos de la Ciudad –con aspecto de castillo medieval, con detalles de estilo lombardo y florentino, y que había funcionado como usina eléctrica–, abrió sus puertas el centro destinado a la música, la danza y las artes plásticas.
Está rodeado de depósitos, frente al puerto y pegado a la Autopista Buenos Aires-La Plata, en Pedro de Mendoza, entre Pérez Galdós y Caffarena y estuvo más de diez años cerrado y abandonado.
Las 1.200 butacas de la sala, sus palcos, el pullman y las bandejas se llenaron con un ecléctico elenco de invitados entre los que estaban el músico Atilio Stampone, la artista plástica Marta Minujín, la viuda de Piazzolla, Laura Escalada; el dibujante Quino; el ex jefe de Gobierno, Jorge Telerman; el ex presidente de la Nación, Fernando De la Rúa y hasta el ex jugador de Boca, Guillermo Barros Schelotto.
Macri, en el discurso de apertura, destacó que, con la apertura de la Usina del Arte,la Ciudad “mantiene la dinámica de la propuesta de cultura que va en sintonía con la reinauguración del Teatro Colón, de la refacción del MAMBA, los festivales de Tango y el BAFICI”. Fiel a su estilo, el jefe de Gobierno fue breve. Ayer se justificaba porque el evento tuvo poco de político y mucho de social.
Todos pudieron disfrutar del renovado edificio, construido entre 1914 y 1916 por el arquitecto italiano Juan Chiogna, por encargo de la Compañía Italo Argentina de Electricidad. La fachada luce intacta respetando el estilo original y su interior completamente renovado a nuevo. La Sala Sinfónica es sin duda la estrella de la usina. Ayer, en la inauguración, se realizó un homenaje a Astor Piazzolla, del que participaron el maestro Néstor Marconi, Pablo Agri y el pianista Horacio Lavandera. Desde el primer acorde de Adiós Nonino, que abrió el concierto, quedó en claro que la Ciudad se debía un auditorio de semejante magnitud con una acústica “maravillosa”, como definían anoche los músicos. Justamente uno de los ejes del proyecto fue lograr un sonido impecable en la sala, para que pueda ser utilizada por orquestas y cantantes líricos, entre otros, que demandan una mayor definición a nivel sonoro.
En la fiesta, los miembros del gabinete porteño estuvieron acompañados por sus cónyuges. Funcionarios e invitados, antes del concierto, pudieron recorrer las instalaciones que servirán para muestras y exposiciones y que desde hoy podrá conocer la gente.
En el espacio central de exposiciones, en la parte superior del edificio, un espejo gigante en un pared y una imagen de la fachada de un casa antigua bien porteña generan un juego de reflejos al que pocos pudieron resistirse. Esta instalación de Leandro Erlich también permanecerá en la usina al menos seis meses y, de acuerdo a lo que generó ayer, promete ser una de las grandes atracciones del lugar.
El arquitecto Alvaro Arrese fue director general de Infraestructura de la Ciudad entre 2000 y 2007, y junto a la entonces ministra de Cultura Silvia Fajre, iniciaron el proyecto. Anoche, muy contento, Arrese dijo: “Está muy bien romper con la tradición de que una obra se para cuando cambia un gobierno; claro que me hubiese gustado inaugurarla, pero el trabajo está bien hecho”.
Otro ámbito que llamó la atención fue el flamante Salón Dorado. Se trata de un amplio espacio flexible para la realización de diferentes eventos, con fachadas internas revestidas en piedra París, basamento de granito y molduras y capiteles recuperados de gran valor patrimonial.
En la calle interna de la usina una instalación sonora del artista japonés Ryoji Ikeda invadía e impresionaba a los que pasaban caminando por allí. Y un haz de luz –con una altura de diez kilómetros– salía del corazón del edificio para crear una escultura lumínica visible desde otros rincones de la Ciudad y le daba más brillo al edificio.
Recuperado del abandono y el deterioro, casi cien años después la Usina vuelve a generar energía. Ahora desde el arte. Porque ya sin tranvías ni fábricas, es otra manera de darle impulso a una zona oscura de la Ciudad que quiere volver a crecer.

Fuente: clarin.com

HALLAN LA PRIMERA EVIDENCIA ARQUEOLÓGICA
DE LA EXISTENCIA DE LA ANTIGUA BELÉN

 

Investigadores israelíes encontraron un sello de arcilla de 1,5 centímetros de casi 3.000 años de antigüedad. “Ahora sabemos que esa ciudad existió y no se trata sólo de una leyenda”, dijo el arqueólogo a cargo de la excavación.
Arqueólogos hallan sello de Belén de hace 3.000 años. (AFP)
Un equipo de arqueólogos israelíes halló en Jerusalén un sello de arcilla con la inscripción del antiguo nombre de Belén (“Bat Lejem”), lo que representaría la primera evidencia arqueológica de la existencia de la ciudad durante el período en el que aparece enunciada en la Biblia, según anunció ayer la Autoridad de Antigüedades de Israel.
Se trata de una pieza de arcilla de 1,5 centímetros que se usaba para sellar documentos u objetos. Fue desempolvada en las excavaciones del “Proyecto Ciudad de David”, en el poblado palestino de Silwán (Jerusalén Este). La pieza dataría de los siglos VII u VIII antes de Cristo, por lo que es medio milenio posterior a las Cartas de Amarna. Allí aparece mencionada por primera vez como “Bit-Lahmi”, en una misiva en la que el rey de Jerusalén pide ayuda al egipcio para reconquistarla. El descubrimiento remite a una época posterior, la del Primer Templo Judío (1006-586 a.C.), en la que aparece citada en el Antiguo Testamento como parte del reino de Judea.


Pieza clave. El sello lleva el nombre de Belén. Mide 1,5 centímetros y fue hallado en el poblado palestino de Silwán.

“Es la primera vez que el nombre de Belén aparece fuera de la Biblia en una inscripción del período del Primer Templo, lo que prueba que era una ciudad en el reino de Judea y posiblemente también en periodos anteriores”, señaló el responsable de las excavaciones, Eli Shukron y agregó que “ahora hay una prueba de que esa ciudad existió y no se trata sólo de una leyenda”.
Por la inscripción, Shukron estima que “se envió un cargamento desde Belén al rey de Jerusalén en el séptimo año del reinado” de un monarca que no se especifica, pero que sería Ezequías, Manases o Josías. La pieza es del grupo de las “fiscales”, sellos administrativos usados para cargamentos de impuestos “que se enviaban al sistema fiscal del reino de Judea a fines de los siglos VII u VIII a.C.”, agrega. Los impuestos podían ser retribuidos en plata o en especie, como vino o grano.
Una parte de la inscripción de la pieza, en hebreo antiguo, hace referencia al séptimo año de un mandato. Pero no está claro de qué rey judío se trata.


Fuente: clarin.com

PETTORUTI YA ES EL ARGENTINO MÁS CARO EN SUBASTAS:
CASI 795 MIL DÓLARES

La obra “Concierto” salió en US$ 794.500. Supera así a otro cuadro de Pettoruti.
 
Concierto. Pettoruti lo pintó en 1941, en la época madura del artista.


Por Guido Carelli Lynch

Jamás Berni o Pettoruti vieron un mango de lo que sus obras movieron”, dijo hace dos años el enigmático pintor Helmut Ditsch en una entrevista en el diario Los Andes en la que exhibió el contrato el contrato de venta de El Mar II por 865 mil dólares, supuestamente la obra más cara de la historia de la pintura argentina.
El martes por la noche, su máxima volvió a cargarse de sentido, cuando Concierto , de Emilio Pettoruti (1892-1971) se remató en la Casa Christie´s de Nueva York durante la subasta de arte latinoamericano y se convirtió de buenas a primeras en el cuadro argentino más caro que se haya vendido en una subasta.
El lote 7 de la venta 2563 se vendió en 794.500 dólares y superó ampliamente las expectativas de la casa de subastas, que había cotizado el valor de la obra entre 300 y 500 mil dólares Concierto es un óleo sobre tela, de 116,2 x 89,2 centímetros y tiene una reconocible inspiración cubista, con la que el pintor nunca terminó de romper. En el centro de la escena se reconocen una botella (presumiblemente de champagne), una frutera y unas partituras que completan la obra y le dan sentido al título. En la base del cuadro y también en el centro se lee la firma del autor y el año del cuadro “Pettoruti–1941”. En el reverso aparecen el título de la obra, y, otra vez el nombre del autor y la fecha (CONCIERTO, Pettoruti- 1941).
No fue el único argentino de la subasta, también se vendieron obras de Xul Solar, Jorge de la Vega, Julio Le Parc, Antonio Seguí, Raúl Lozza, Rómulo Maccio, Liliana Porter, Florencio Molina Campos y hasta un Antonio Berni.
La venta superó el récord anterior que también ostentaba Pettoruti, cuando en 2008 se vendió en la misma casa de subastas su obra Cantor por 782.500 dólares. Aquella vez, el cuadro del artista platense ilustraba el catálogo del remate. Esta vez, ese privilegio lo ostentaba el brasileño Candido Portinari con su obra Navio negreiro , vendido en US$ 1.142.500. Ni entonces ni ahora las ventas de Pettoruti alcanzaron la cifra de Desocupados , de Antonio Berni, que en 1995 se vendió de forma privada en 800 mil dólares y, que hasta la irrupción de Ditsch era el más caro de los argentinos.
El cuadro pertenece a la época más madura de Pettoruti, en la que aparecieron algunos objetos icónicos de su obra: los arlequines, los músicos y los bodegones. Atrás había quedado el tiempo de su experimentación formal y cubista, explica el catálogo. “Igual que la monumental Intimidad (1941) y Sol argentino (1941), Concierto describe el brillo duro de la luz reflejada todavía en la mesa”, agrega. Y tal como refleja el crítico Edward Sullivan en el libro de la subasta, el brillo de la luz sirve no sólo para iluminar, sino que se convierte en un elemento concreto de la imagen y mejora la calidez de la escena. “En Concierto , la luz cristalizada arroja sombras en la geometría y el conjunto típico de los objetos”, advierte Sullivan en el catálogo.
La obra sólo se exhibió tres veces: en el Museo de San Francisco, en 1942; en el Salón Peuser, de Buenos Aires, en 1948; y en la Asociación Gente de Arte, de Avellaneda, un año después.
La subasta de arte latinoamericano alcanzó ventas por un total de 27.731.875 dólares y Pettoruti, un nuevo récord. Tuvo muchos reconocimientos en vida, pero nunca tantos billetes.


LAM Y MATTA, AL TOP TEN

 

“Idolo”. Del cubano Wilfredo Lam. A la derecha, “La revuelta de los contrarios”, de Roberto Matta.
Será la crisis, será el amor, serán las vacaciones en el trópico o en los mares del sur: quién sabe. La cuestión es que el martes a la noche se vendió en Christie’s Nueva York un cuadro del chileno Roberto Matta, “La revuelta de los contrarios” por 5.010.500 dólares. Y ayer, en la misma ciudad, pero en la casa rival, Sotheby’s, se vendió “Idolo (Oya, divinidad del aire y de la muerte)”, del cubano Wilfredo Lam, a 4.562.000 dólares. Así, los dos clásicos entraron a la lista de los latinoamericanos más caros. La encabeza, en primer y segundo lugar, el mexicano Rufino Tamayo, cuyo “Trovador” se subastaron por 7.209.000 dólares y su “América” por 6.802.500, ambos en 2008. Sigue “Raíces”, obra de Frida Kahlo vendida en 2006 por 5,6 millones de dólares. Kahlo se sigue a sí misma: su “Autorretrato” salió en 5.082.000 dólares en 2000. Ahora, Roberto Matta es el quinto y Wilfredo Lam el sexto. El que no se vendió ayer fue la “Niña en azul y blanco” de Diego Rivera. Nadie ofreció los 4 millones de dólares de base que pedía Sotheby’s.
Fuente: clarin.com

HACIA LA NUEVA DIAGONAL DEL SIGLO XXI



Tres dimensiones






Cabildo. Hoy, entre Bolívar y Diagonal Sur. Abajo, el mapa original de diagonales.
Por Berto González Montaner
EDITOR GENERAL ARQ

Si hay un edificio emblemático de la Revolución de Mayo, es el Cabildo porteño. Quién no lo tiene grabado en la memoria, en su versión original, estampado en los manuales de la escuela, con sus balcones colmados de patriotas y el pueblo en la plaza queriendo saber de qué se trata. Incluso, existe una réplica a escala del original en el pueblo de La Punta, San Luis. Pero lo que hoy se alza en el lado oeste de la Plaza de Mayo no es más que la caricatura del Cabildo original. “Tan solo un muñón de lo que fue”, como lo describe el arquitecto e historiador Alberto Petrina.
Es que el Cabildo porteño sufrió –literalmente– transformaciones al compás de los gustos e ideologías de cada época. En 1879 el arquitecto Pedro Benoit lo reformó con un aire italianizante: elevó su cúpula unos 10 metros y le colocó azulejos. También le sacó las tejas coloniales y vistió de balaustradas sus balcones.
Diez años después, con la apertura de la Avenida de Mayo, le rebanaron las tres arcadas del área norte. Y de paso, cañazo: demolieron la torre. ¿Consecuencia? Un engendro. Ni en figuritas la clase alta quería quedar anclada a su pasado colonial. Con el bolsillo coqueteaba con Inglaterra en la cultura Buenos Aires aspiraba ser la “París de América del Sur”. Así fue que Torcuato de Alvear, el primer intendente porteño, se inspiró en la apertura de bulevares que había hecho Haussmann en París (1850) para hacer la Avenida de Mayo. Y mandó a demoler por la mitad la hilera de manzanas que van desde la actual Hipólito Yrigoyen y Rivadavia, desde Plaza de Mayo a la actual Plaza de los Dos Congresos.
También se inician por esa época las obras para abrir la Diagonal Norte y en 1931 se materializa la Diagonal Sur (Avenida Presidente Julio A. Roca). Con ella, el Cabildo pierde otras tres arcadas, las del lado sur, y recupera su perdida simetría. Recién en 1940 el arquitecto Mario Buschiazzo le devuelve al monumento su dignidad original haciendo lo que en jerga se llama una “restauración científica” (la primera que se hizo en el país). Recupera su ropaje colonial y realiza cambios, como la reducción del tamaño de la torre original, para hacerla proporcional a la nueva dimensión del edificio tras las amputaciones.
El proyecto de armar un tridente urbano institucional venía de lejos. Y, con el Plan Noel del año 1925, formulado por la Comisión de Estética Edilicia, se precisó aún más. El eje principal, el de la Avenida de Mayo, une la Casa de Gobierno con el Congreso, y las diagonales, con el Palacio de Justicia y el edificio de la Municipalidad, respectivamente. La Diagonal Norte fue más allá de la 9 de Julio y desembocó en Plaza Lavalle. Y en el cruce con la 9 de Julio y Corrientes, recién ensanchada, dio lugar al Obelisco, un monumento que por su ubicación, dimensiones, forma y pregnancia se convirtió en el hito-símbolo porteño. Y así se corrió el baricentro de la ciudad del eje institucional de la Avenida de Mayo hacia Corrientes, eje del entretenimiento.
La Diagonal Sur no tuvo igual suerte: inconclusa, dejó una ciudad desbalanceada. No obstante, la parte que se construyó tiene bellos y significativos edificios como el Concejo Deliberante (1926-1931), proyectado por Héctor Ayerza con su particular torre y campanario y el edificio Somisa (1966-72) de Mario Roberto Alvarez, el primero realizado en la Argentina en acero y el primero en el mundo íntegramente soldado.
Hoy en la Legislatura hay un proyecto de ley del Ejecutivo porteño que propone completar el trazado de la Diagonal Sur hasta la 9 de Julio. No sé si es una iniciativa prioritaria, lo que sí creo es que es una oportunidad para ayudar a reequilibrar la ciudad. Me imagino el nuevo tramo de la diagonal como un torrente de sangre nueva sobre el área sur de la ciudad. Enmarcada con nuevos edificios que hablen del espíritu de nuestra época, edificios con conciencia ambiental, donde se materialicen todos los conceptos de la arquitectura sustentable que reclama nuestro tiempo. Así como la Diagonal Norte viene enmarcada por hieráticas construcciones, con un estricto código formal, que habla de cómo Buenos Aires se quería mostrar al mundo a principios del siglo pasado, la nueva diagonal sur podría hablar de nuestra época, con edificios que se adapten a nuestras necesidades actuales y anticipen nuestras necesidades futuras.

Fuente: clarín.com

DAMIEN HIRST, EL ARTISTA MÁS RICO DEL MUNDO



 Mil Años, 1990.


De acuerdo a algunos críticos, a Damien Hirst le importa más el dinero y el escándalo que el arte. La controversia lo rodea desde sus primeras exposiciones a finales de los '80. Mil Años (1990) muestra un ciclo de vida completo. En la caja blanca se desarrollan larvas que se transforman en moscas y cuando escapan de su encierro se alimentan de la cabeza de la vaca.


La Imposibilidad Física de la Muerte en la Mente de un Viviente 1991 (Vista lateral).

La vida, la muerte, y lo difícil que es enfrentar la temporalidad en occidente son temas que obsesionan a Hirst, incluido desde sus primeras presentaciones en la selecta lista de Jóvenes Talentos Británicos. En la imagen, un tiburón suspendido en formol de 1991. 

Por el Amor de Dios, 2007 (detalle).



La exploración del tema de la muerte como tabú lo llevó a crear la que fue en 2007 la obra de arte más costosa de la historia, Por el Amor de Dios. Hirst incrustó más de 9.000 diamantes reales en el molde de platino sacado a una calavera del siglo XVIII.


Bella, infantil, expresiva, de mal gusto, que no es arte, demasiado simplista, para tirar, juego de niños, poco íntegra, rotativa, caramelo visual, sensacional, indiscutiblemente bella (para colgar arriba del sofá), 1996.







Aunque se le otorgó el premio Turner en 1995 y es considerado por muchos uno de los 20 artistas contemporáneos británicos de mayor relevancia, su obra ha sido criticada por tener 'poco contenido'. A partir de este miércoles, y hasta el 9 de septiembre, se podrá ver una retrospectiva de su trayectoria en la Tate Modern de Londres. En la imagen, uno de los lienzos giratorios que Hirst colorea con pintura que cae desde arriba.


Canción de Cuna, las estaciones: primavera 2002 (detalle).


Hirst saltó a la fama en 1988, cuando concibió, curó y organizó la exposición Freeze mientras cursaba el segundo año de su carrera en el Goldsmiths. Encontró un depósito abandonado en Londres, coordinó su limpieza y colgó las obras él mismo. Veinte años después, una de las mayores críticas que recibe es que 'terceriza' la ejecución de sus creaciones.


Canción de Cuna, las estaciones: primavera 2002 (detalle).

Pero los curadores de la muestra en la Tate invitan a que cada uno juzgue la relevancia de la obra de Hirst de primera mano. La muestra forma parte del Festival Londres 2012, que agrupa los eventos culturales en paralelo a las Olimpíadas. Incluye, entre otras, esta vitrina con miles de pastillas, que se subastó en 2007 por más de US$15 millones. Canción de Cuna quiere mostrar las estaciones con el cambio de colores de las píldoras.

Madre e Hijo Divididos (copia de 2007), original, 1993.


Su obra Madre e Hijo Divididos, originalmente de 1993, se convirtió en la vedette de la Tate Turner Prize en 1995, el año que otorgaron la distinción a Hirst. Consiste en cuatro tanques llenos de formol en donde se conservan una vaca y un ternero seccionados. Los tanques están dispuestos de tal manera que se puede pasar entre uno y otro y apreciar el interior de los animales.


Pecador, 1988.


En los primeros años Hirst fue muy conocido por sus gabinetes de fármacos. Pecador es una de sus primeras obras. En ella incluyó medicamentos de su abuela. Años más tarde diría que le provocaba desconcierto la credulidad de las personas en la medicina y su falta de fe en el arte.


Empatía en Blanco Mayor - Absolución II, 2006 (detalle).


En los últimos años Hirst ha vuelto una y otra vez a las mariposas, creando instalaciones con especímenes vivos y vidrieras caleidoscópicas a partir de sus alas.


Fuente: msn

ENGLISH LAVENDER AND RED POPPIES






IN MEMORIAM

FERNANDO A. HERRERO MACKAYE

13 - 10 - 1976   -   2 - 12 - 2011



Las lavandas en pleno apogeo.

La estética visión de un joven fotógrafo argentino, Fernando A. Herrero Mackaye, de estos cultivos de lavanda y de amapolas coloradas, en los Hitchin Lavender Beds, en el condado de Hertfordshire, en Inglaterra, y los cuadros del impresionista francés Claude Monet, 1840-1926, del holandés Vincent van Gogh, 1853-1890, y de la estadounidense Georgia O'Keefe, 1887-1987, en un mágico contrapunto con su plástica mirada. Y agregamos algunos apuntes sobre la fuerte carga evocadora de las célebres red poppies artificiales para los británicos.


Las laboriosas abejas colaborando a pleno con la polinización.

Todo la belleza y el misterio de la campiña inglesa sintetizados en esta foto llena de sugestión. El camino asfaltado, corre atrás del cerco de madera. Si se mira la foto bien en detalle, se ven una mesa y dos bancos, que seguramente han sido puestos ahí para que la gente pueda parar a hacer un picnic.


Un plano cercano de estas fuertes inflorescencias que con el tiempo se convertirán en la base de las ya míticas colonias de lavanda inglesas.


Como en la Provence francesa, las prolijas hileras de lavanda copian los desniveles del terreno. Y cada tanto, un árbol medio aislado.

 

Amapolas coloradas en Argenteuil, de Claude Monet, detalle.


Les Coquelicots, por Claude Monet. Amapolas coloradas en Argenteuil. Este cuadro puede verse en el Musée d'Orsay, en Paris.



Red Poppy por Georgia O'Keefe, la pintora estadounidense que vivió casi hasta los cien años.

Otro de los cuadros de Monet donde se ven las amapolas coloradas.


Campo de amapolas en un cañadón cerca de Giverny, de Claude Monet. Este cuadro se puede ver en el Boston Museum of Fine Arts, Massachusetts, E.E.U.U.

 
Campo de Amapolas, de Monet, detalle.

 


Amapola artificial lucida en la solapa por un canadiense. El Remembrance Day, Día de la Recordación, también conocido como Poppy Day, Armistice Day, Día del Armisticio (el evento que conmemora) o Veterans Day, Día de los Veteranos, es un día para conmemorar a los sacrificios de los miembros de las fuerzas armadas y de civiles en tiempos de guerra, específicamente desde la Primera Guerra Mundial. Se lleva a cabo el 11 de noviembre de cada año para conmemorar el armisticio que dió fin a la Primera Guerra Mundial. Las principales hostilidades de la Primera Guerra Mundial finalizaron oficialmente a la hora 11 del día 11 del mes 11 de 1918, con la firma del armisticio con Alemania. El día fue dedicado específicamente por el rey George V, el 7 de noviembre de 1919, a la observancia de los miembros de las fuerzas armadas que fueron asesinados durante la guerra, lo que posiblemente fue hecho sobre la propuesta de Edward George Miel de Wellesley Tudor Pole, que se establecieron dos períodos de ceremonial de la memoria basada en los acontecimientos de 1917. En Inglaterra y en sus colonias y ex colonias todo hombre luce orgulloso este símbolo después de haber contribuido en la colecta anual que se hace a beneficio de los veteranos de guerra.


 
Plano cercano de una amapola inglesa que no ha llegado todavía a su madurez. Las amapolas coloradas tienen un significado patriótico muy importante para los ingleses ya que se identifica con ellas a los muertos por la patria y a los veteranos de guerra, civiles y militares.


Campo de amapolas en Vetheuil, pintado por Monet en 1879.


La visión de Vincent van Gogh de este campo de amapolas pintado en 1890, el mismo año en que decidió quitarse la vida.

Amapola madura.



Campo de amapolas.


Red poppies comestibles.


LOS PALACIOS PORTEÑOS DE LA LUZ


La Italo. Unas de las subestaciones que hay en la Capital y el logo sobre los ladrillos naranjas. En los 90 los edificios pasaron a la Ciudad.
Por Eduardo Parise

Desde los tiempos de la revolución industrial, la energía es un elemento clave para producir, construir o moverse. Y en esto la electricidad siempre ocupó un lugar de privilegio. Buenos Aires, como toda gran ciudad, no puede prescindir de ella. Lo que ocurre cada vez que hay un corte, aunque dure sólo unas horas, es la mejor prueba. Ese proceso de usar la electricidad comienza aquí en 1887 con la creación de la Compañía General Eléctrica de Buenos Aires y se generaliza en 1912. Por ese tiempo, la instalación de usinas pasó a resultar imprescindible.
Fue en ese año, cuando la Compañía Italo Argentina de Electricidad (CIAE) logró una concesión por 50 años y terminó con el monopolio que tenía la CATE (Compañía Alemana Transatlántica de Electricidad). Pero a diferencia de esta empresa, la Italo (como empezó a decirle la gente) optó por apuntarle al consumo urbano. Así surgieron usinas que, con una estética atrayente, se metieron en el paisaje porteño.
La que siempre se destacó es la que aún se conserva en Pedro de Mendoza y Benito Pérez Galdós, en La Boca y que, en horas, estará otra vez en marcha, ya no para generar electricidad sino convertida en la Usina del Arte (ver pág. 34). El edificio original empezó a construirse en 1912 y se terminó e inauguró en 1916. Fue diseñado por el arquitecto Giovanni Chiogna, un hombre nacido en Trento, Italia que, como tantos compatriotas, un día se embarcó en Génova en el vapor Formosa y recaló en esta Buenos Aires “per fare l’America”. Chiogna traía la impronta de Camilo Boito, un predicador del estilo románico gótico que, a fines del siglo XIX, era casi un emblema para los italianos.
Con ese estilo propio de los municipios medievales (asentado sobre una base de piedra, con paredes de ladrillo a la vista, ventanas con arcos de medio punto y hasta con una torre con reloj, digna de cualquier palacio de Florencia) el gran edificio de la usina boquense producía energía de alta tensión y estaba acompañado por otras cuatro estaciones intermedias (Montevideo 919, Tres Sargentos 320, Moreno 1808 y Balcarce 547) y otras muchas conocidas como “subestaciones estáticas”, ubicadas en pequeños lotes de la ciudad y el conurbano. Se calcula que de éstas hubo unas doscientas.
La usina de Pedro de Mendoza 501 funcionaba a vapor, que se producía con carbón, y hasta tenía canales subterráneos desde donde llegaba el agua del río para refrigerar a los generadores. Aquel diseño elegante fue el que le permitió a la Italo instalarla en una zona urbana sin que hubiera quejas de los vecinos. Y hasta se conocieran elogios como aquel publicado tras la inauguración donde se destacaba “la acertada y armónica aplicación de un estilo puramente italiano”. Años más tarde, la empresa construiría la usina de Puerto Nuevo, pero con otro diseño diferente a los propuestos por Chiogna. Hacia 1990 todos los edificios de la ex Italo que estaban en la Capital pasaron a la Ciudad. Para recordarlos, desde mañana, martes 22, habrá una muestra fotográfica en el Palacio Legislativo (Perú 160) titulada “Proyecto Italo: Palacios de la Luz”, que mostrará, hasta el 1 de junio, lo que eran esas construcciones.


De todas maneras, las principales miradas se centrarán en aquella usina que ahora tendrá otro destino. Según lo definió hace un par de años un funcionario será “el Teatro Colón del siglo XXI”. Tal vez nadie recuerde que, en 1905, en ese terreno de Pedro de Mendoza y Benito Pérez Galdós (se llamaba Colorado) estuvo la cancha del club Independencia Sud, el lugar en el que un club recién fundado jugó sus primeros partidos como local. Era Boca Juniors que en esos tiempos usaba una camiseta rosa (aún no había adoptado el azul y oro) y La Bombonera ni siquiera era un proyecto. Pero esa es otra historia.