LOS MOSAICOS
DE LA VILLA ROMANA DE CHEDWORTH





Un grupo de arqueólogos ha logrado recuperar uno de los mosaicos más grandes de Gran Bretaña en la villa romana de Chedworth, en Gloucestershire. Tras este hallazgo, la villa abrirá al público por primera vez en 150 años.


Un conjunto de mosaicos romanos ha sido descubierto en antigua Villa Romana de Chedworth, en Gloucestershire (Inglaterra).

Han estado ocultos durante siglos en la que es una de las más viejas villars romanas de Gran Bretaña, pero ahora han sido descubiertos por un grupo de arqueólogos.

Los arqueólogos han podido recuperar este gigantesco mosaico y otras partes del yacimiento gracias a un presupuesto de tres millones de libras.

De este modo, la villa romana de Chedworth abre al público por primera vez en 150 años.

Si bien es cierto que se conocía de la existencia de los mosaicos, únicamente se había descubierto una pequeña sección que se exhibía en pequeños edificios de madera de época victoriana.

El mosaico conforma uno de los pasillos más largos de Inglaterra, de 35 metros de longitud, que se exhibirá debajo de una plataforma por la que los visitantes podrán pasar a disfrutar de este descubrimiento.

Así, los visitantes pueden mirar hacia abajo para contemplar los mosaicos más fácilmente, y también pueden disfrutar de exhibiciones interactivas sobre la vida en la Gran Bretaña romana.

La villa fue descubierta de manera accidental en el siglo XIX, allá por el año 1864, pero no ha sido hasta hace poco cuando ha sido hallado este enorme conjunto de mosaicos.

La villa romana de Chedworth es una de las mejor conservadas de todo Reino Unido, que dan cuenta de la presencia romana en este país.

Todos los que deseen ver el nuevo hallazgo de estos mosaicos pueden hacerlo desde el pasado 4 de marzo.


UNA INESPERADA OBRA DE ARTE JAPONÉS
EN UN CIGARRAL TOLEDANO





Carmen(d) y Valle(i) Vaquero muestran el cuadro que el afamado pintor japonés Keizo Koyama regaló la familia de estas dos mujeres toledanas en 1926 como muestra de agradecimiento al acogerle en un cigarral de esta ciudad. EFE

Toledo, 25 mar (EFE).- El cigarral toledano donde se hospedó durante meses el afamado pintor japonés Keizo Koyama en 1926 aún alberga su recuerdo en un cuadro que el artista nipón pintó a sus anfitriones como muestra de agradecimiento por la acogida y que, inesperadamente, hoy alcanza un alto valor en el mercado.
El cuadro, pintado al óleo, reproduce el Puente de San Martín sobre el río Tajo visto desde el cigarral de las toledanas Carmen y Valle Vaquero, las nietas de Florentino Serrano, dueño de la histórica y ya desaparecida imprenta toledana "Serrano", donde fue a parar el japonés hace 86 años en busca de hospedaje.
Las hermanas Valle y Carmen Vaquero recuerdan a Efe la historia del apreciado cuadro, un relato que ha pasado en la familia de generación en generación y al que ahora se añade el valioso coste del mismo, que podría ascender hasta los 50.000 dólares (unos 38.000 euros), algo que durante años desconocieron.
Keizo Koyama, pintor impresionista, uno de los artistas japoneses más distinguidos del siglo XX y que hoy, ya fallecido, cuenta con un museo propio en su país, recaló en Toledo en 1926 interesado por el patrimonio artístico de la ciudad.
Nada más llegar, fue hasta la imprenta "Serrano", donde insistentemente pidió alojamiento, pues alguien le había recomendado hospedarse en la pensión "Serrano".
El dueño, Florentino, intentó disuadirlo de su empeño, ya que el negocio era una imprenta y no una pensión, pero ante su insistencia le ofreció alojarse en su cigarral, una finca de 15.000 metros cuadrados situada en los aledaños del valle de Toledo, y que la familia sólo usaba como lugar de descanso.
Durante meses, Koyama se hospedó en el cigarral de los toledanos, donde una vez a la semana la familia subía para compartir con él la comida, y en este tiempo pintó numerosos cuadros de la ciudad, muchos de ellos de sus vistas desde el valle, algo que hicieron antes y han hecho después otros muchos artistas.
Antes de abandonar Toledo, el pintor japonés quiso agradecer a Florentino su hospitalidad regalándole un cuadro pintado desde su cigarral con una dedicatoria escrita en castellano: "A mi amigo Florentino Serrano, como prueba de amistad. K.Koyama 1926".
Con el paso de los años, ha resultado que el pintor japonés devolvió considerablemente el favor a la familia Serrano, pues el cuadro, que está incluido en uno de los catálogos del pintor, ha alcanzado un gran cotización.
Las hermanas Vaquero descubrieron la valía de la pintura hace unos 30 años, poco antes de fallecer el artista, cuando unos pintores japoneses visitaron el cigarral y encontraron en él una de las obras del maestro Keizo Koyama, ante la que comenzaron "a doblar el espinazo" como signo de respeto y veneración.
A partir de entonces, numerosos turistas japoneses suben hasta el cigarral, que "siempre tiene las puertas abiertas a sus visitantes", para contemplar el cuadro que hace 86 años pintó su compatriota y disfrutar del lugar donde este pasó varios meses.
El "cariño" por la obra ha hecho el que el cuadro siga situado donde estaba mucho antes de la llegada de los pintores japoneses, en el salón, al lado del televisor y cerca de otros cuadros ambientados en Toledo.
"Es el cuadro con el que nos criamos de pequeñas. Le tenemos mucho cariño y se quedará para la familia", concluye Carmen Vaquero.
Por Sara Burgos.

Fuente: EFE

EL MUSEO THYSSEN DE MÁLAGA,
ULTIMA SU MUESTRA DEL PARAÍSO,
DE BRUEGHEL A GAUGIN





Personal técnico supervisa el proceso de desembalaje de una de las obras pictóricas que conforman en el Museo Carmen Thyssen de Málaga la exposición temporal "Paraísos y paisajes" , desde Brueghel a Gauguin. EFE

Málaga, 23 mar - El Museo Carmen Thyssen de Málaga está ultimando la instalación de su próxima exposición temporal, sobre la representación del paraíso y los paisajes desde Brueghel a Gauguin, un recorrido desde el siglo XVI hasta mediados del XX que estará abierto al público a partir del 31 de marzo.
"En el Génesis, Yahvé crea un jardín singular, frondoso y con gran vegetación y sitúa a los animales de la Creación y a la primera pareja humana, que viven allí en armonía con la naturaleza, y otras culturas tienen mitos similares", ha afirmado a Efe la directora artística del museo y comisaria de la exposición, Lourdes Moreno.
En la colección de Carmen Thyssen abundan las referencias "a ese paraíso bucólico, idílico y pintoresco, siempre con un sentido de convivencia armoniosa, con paisajes serenos y de belleza en armonía".
Con casi medio centenar de obras, de las que alrededor de una decena proceden de la colección permanente del Museo Carmen Thyssen y las restantes, del Museo Thyssen de Madrid, uno de los pilares de la exposición es "El jardín del edén", de Jan Brueghel el Viejo, pintada entre 1610 y 1620, y que sigue la tradición bíblica, con los animales de la Creación en primer plano y, al fondo, Adán y Eva.
Mientras, en la escuela holandesa "el peso de la religión no es tan potente, y los paisajes son naturalezas idealizadas, no en el sentido bíblico ni mediterráneo del paraíso, sino con el componente calvinista y protestante del paraíso a través del trabajo y del esfuerzo", ha apuntado Moreno.
También está presente el paisaje rococó, representado por François Boucher, cuyos paisajes son "idílicos y bucólicos, con presencia de ruinas romanas y vestigios de la Antigüedad".
En la exposición tienen un peso importante, tanto cuantitativo como cualitativo, los paisajistas norteamericanos, "que encontraron una tierra virgen e hicieron de la representación del territorio un signo de identidad", con nombres como Frederic Edwin Church o Albert Bierstadt.
Por su parte, los maestros impresionistas como Pissarro, Renoir o Gauguin ofrecen visiones "muy diferentes", y por ejemplo del primero se expone "un mundo humilde con los campesinos trabajando, pero el tema no es este trabajo, sino un telón de fondo con una pantalla vegetal impresionante y las distintas tonalidades de verde son las protagonistas".
Mientras, de Renoir se muestra "un humilde campo de trigo con un potente color dorado, de gran riqueza cromática", y Gauguin plasma a sus hijos "en un momento lúdico en el jardín, de forma que el propio cuerpo de los niños casi se difumina con la hierba crecida", ha señalado a Efe la directora del Museo Carmen Thyssen.


Fuente: EFE

EL LOUVRE
EXPONE LA 'SANTA ANA' DE DA VINCI
TRAS SU POLÉMICA RESTAURACIÓN




LO NUEVO DE VINCENT VAN GOGH




Un cuadro de uno de los principales exponentes del postimpresionismo descubierto tras un año de investigaciones se expone desde hoy en Holanda. Su autoría fue develada gracias a una innovadora técnica de rayos X.


Lo nuevo de Vincent van Gogh

La nueva obra del pintor, de dimensiones poco habituales para su estilo y cuya autenticidad se confirmó tras un año de investigaciones, se expone desde hoy en el museo holandés Kröller Müller.
Según indicó esta citada pinacoteca en un comunicado, el cuadro, titulado "Naturaleza muerta floral con amapolas y rosas", estaba atribuido a un artista anónimo y aunque se sospechaba que pudiera tratarse de un Van Gogh, sus grandes dimensiones (1 metro por 80 centímetros) habían hecho dudar de esa autoría.
La pinacoteca, situada en la ciudad de Arnhem (este de Holanda), confirmó que se trata de un Van Gogh tras aplicar una avanzada técnica, basada en rayos X, que descubrió bajo el motivo floral otra pintura con los torsos de dos luchadores.
Van Gogh dejó constancia en una de sus cartas a su hermano Theo que había pintado esos luchadores en torno a 1886, durante un curso en la academia de arte en Amberes.
A finales de enero de 1886, Van Gogh escribió a su hermano que había pintado "una cosa muy grande con dos torsos desnudos, dos luchadores" y que le había quedado bien.
El descubrimiento de la pintura subyacente explica las grandes dimensiones del cuadro, que eran una medida "estándar" para los estudios de figuras de la escuela de Amberes, según la pinacoteca que compró el cuadro en 1974.
El hecho de que Van Gogh pintara las flores sobre los luchadores también podría explicar que esta naturaleza muerta sea mucho más frondosa que otras del mismo autor, lo que también había llevado a pensar que no se trataba de una pintura de su mano.
Los investigadores piensan que el artista pintó las flores de la base del cuadro por el simple motivo que tenía que tapar la parte baja de uno de los torsos del cuadro subyacente.
El nuevo Van Gogh podrá contemplarse en la colección del Kröller Müller, que cuenta en su colección con famosas obras del pintor, como "Los Comedores de Patatas", junto con otras dos naturalezas muertas: "Rosas y Peonias" y "Flores en vasija Azul".

Fuente: infobae.com

BANCO DE PREMIOS




Martín Carrizo, Mariano Giraud y Mariana Sissia ganaron la tercera edición del Premio Itaú Cultural; sus obras y otras 23 seleccionadas entre más de 1700 se exhiben en pleno centro porteño.



Por Daniel Gigena / LA NACION

Si bien resulta irónico que la obra ganadora del premio adquisición de una institución financiera que no otorga créditos a la vivienda haya sido Pared de 30, columnas, loza, un inteligente híbrido entre la arquitectura en pequeña escala y la escultura que exhibe las diferentes etapas de una construcción modesta, lo cierto es que el Premio Itaú Cultural, que otorga 25.000, 20.000 y 15.000 pesos a los tres primeros premios, cumple con su objetivo de estimular la producción artística nacional. La convocatoria está dirigida a artistas entre los 18 y los 40 años, y para esta edición contó con un jurado compuesto, entre otros, por la historiadora del arte María José Herrera, la artista Graciela Hasper y la crítica y curadora Ana María Battistozzi. En las ediciones anteriores, los ganadores fueron Gabriel Chaile y Luciana Lamothe.
Este año, el cordobés Martín Carrizo (Río Tercero, 1983) presentó el símil de una vivienda popular en construcción, que aglutina un interés tanto por materiales poco habituales en la práctica artística, como el cemento y la madera basta, como por el oficio de albañil, que incluso en una ciudad agitada por el boom inmobiliario pasa inadvertido. Carrizo conoce los materiales y las herramientas por contacto directo, ya que ha trabajado en la construcción de viviendas familiares en su ciudad y en una carpintería. Al mismo tiempo, su obra, suerte de maqueta hecha en apariencia a las apuradas y que integra una serie, interpela los bienintencionados discursos sociales sobre la creación de viviendas para las clases populares (aún sin una concreción a gran escala).
Jaguar, de Mariano Giraud (Buenos Aires, 1977), obtuvo el segundo premio. Su escultura de plástico plegado, construida a partir de medios digitales, representa la figura blanca y facetada de un jaguar, que condensa aspectos simbólicos, tecnológicos e incluso ecológicos, ya que la especie -otrora una divinidad para algunos pueblos indoamericanos- se halla en peligro de extinción. El tercer premio fue para Mariana Sissia (Ramallo, 1980). Day is Done, dibujo en grafito, actúa como una "versión libre sobre papel" de la melancólica canción de Nick Drake. Al operar por la iteración de una especie de estribillo visual similar a un fractal, el dibujo de Sissia construye una montaña invertida que se hunde en el cielo.
De las más de 1700 obras presentadas, fueron elegidas 26 obras de 27 artistas. El guión curatorial de la muestra, a cargo de Ayelén Vázquez, está diseñado en función de las disciplinas (hay tres obras en video, seis fotografías, abstracciones geométricas, un tapiz y un objeto-chiste de Cristian Segura construido con una ballesta y lápices). Entre los finalistas, hay nombres conocidos: Malena Pizani, Esteban Pastorino -ambos con fotografías que profundizan caminos ya transitados- y Leonardo Gracés, que rescata en el título de su video un útil concepto del antropólogo Edward Hall: Proxemia. Las obras de Isabel Peña, Verónica Di Toro y Javier Carricajo sobresalen, por técnica y libido, entre las pinturas seleccionadas; lo mismo ocurre con la fotografía de Damián Linossi, también de Córdoba, punta del iceberg de su proyecto Indeterminados. Retratos de personas sin existencia, que crea seres a partir de fotos e imágenes de Internet. Hay una fotografía de la protagonista del film La niña santa, María Alché; un acrílico rebosante de figuras inconexas y sui generis de Agustín Sirai y un bordado a mano sobre voile de Bárbara Renati que, por el momento, es la obra preferida del público. Para votar, se debe ingresar a www.premioitau.com.ar y allí optar por la obra favorita, que se renueva cada quince días.

Fuente: ADN Cultura La Nación

SHERMAN EN EL MOMA



Arte / Museos
 
Imperdible retrospectiva de la camaleónica fotógrafa estadounidense, ícono posmoderno, que apela al juego de roles para derribar estereotipos femeninos y cuestionar mandatos de la moda.


Hay varias conclusiones sobre la retrospectiva de Cindy Sherman que se exhibe en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) hasta el 11 de junio. En muchos puntos de esta muestra densa, a menudo excitante, nos encontramos con una artista personalísima en todo sentido, que en los últimos 35 años ha vuelto en forma consistente y provocadora la fotografía contra sí misma. Aparece aquí como un ángel vengador cada vez más vehemente, que libra una especie de guerra con la cámara, usándola para exponer lo que podría llamarse tanto la tiranía como la vida interior de las imágenes, especialmente las de mujeres, que nos bombardean y modelan a cada momento.
Con la ayuda de un conjunto siempre cambiante de vestuarios, pelucas, técnicas de maquillaje, accesorios, utilería y a veces máscaras y prótesis corporales, Sherman impulsa un agresivo juego de roles y actúa como directora de escena, destruyendo en muchos casos un léxico de estereotipos mayormente femeninos.
Su carrera comenzó a fines de la década de 1970 con la pequeña colección en blanco y negro Tomas fijas de películas sin título, escenas calladamente reverberantes de films inexistentes. Inspirando líneas narrativas casi reflexivas en los espectadores, sus protagonistas femeninas se identifican como amas de casa, amantes despechadas, gatitas sexuales y turistas. De allí avanzó hacia adelante y hacia afuera, al color y a formatos mayores, a un conjunto de convenciones que marea: moda, historia del arte, páginas centrales de revistas, pornografía, retratos, cuentos de hadas y películas de terror.
Al desplegarse en series discretas, como capítulos, su trabajo ha demostrado ser tan formalmente ambicioso e inventivo como psíquicamente inquisidor. Sus fotografías están sesgadas de tal modo que se les ven las costuras y se hace evidente su naturaleza ficticia y construida; siempre sabemos cuál es el truco, alertados de su naturaleza real-fingida. La despreocupación tosca y visible con la que han sido ensambladas para la cámara ha expandido los límites de la fotografía estudiada, incorporando aspectos de la pintura, la escultura, el cine, las instalaciones, las representaciones, el collage y el montaje.
A menudo se alaba a Sherman por ser una actriz hábil y camaleónica, y lo es: actriz siempre al borde de estar en un rol pero nunca del todo. También es una consumada manipuladora del espacio, la escala y el color. Es famosa por su trabajo solitario en el estudio. Parte del poder de sus imágenes es su condición de estar "a solas en casa".
Esta muestra tiene sentido de la oportunidad. En un momento en que muchas obras de arte dependen, para lograr su efecto, de largas explicaciones ofrecidas por curadores, dealers o charlatanes, Sherman ha desarrollado un arte decididamente visual que permite -más bien obliga- al espectador a rumiar en libertad.
Sherman, que nació en Nueva Jersey en 1954 y creció en Long Island, es una de las artistas más importantes de su tiempo; su obra sigue siendo "la piedra angular indiscutida de la fotografía posmoderna". Pero también es única en su género: una artista innatamente precoz, innovadora, prolífica, influyente, que ha disfrutado del reconocimiento general -y éxito en el mercado- desde que apareció, a comienzos de la década de 1980, y que nunca se durmió en los laureles sino que ha persistido, década tras década, con obras interesantes y sorprendentes.
La retrospectiva de Sherman en el MoMA es sin duda una ocasión histórica, aunque al mismo tiempo sea una oportunidad perdida. Se monta sobre las faldas de los logros de Sherman, sin llegar a hacerles justicia. Es atrapante para el público en general, pero una visión más arriesgada y rigurosa de lo que ha producido Sherman podría haber impactado a todos y también inspirado a los artistas. Básicamente, el MoMA vaciló. Las obras de Sherman fácilmente podrían haber ocupado todo el sexto piso, como la reciente retrospectiva de De Kooning, en vez de sólo dos tercios. O se le debió haber dado espacio adicional en otra parte del museo, como a la reciente retrospectiva de las obras de Martin Kippenberger, Gabriel Orozco y Martin Puryear, y a la muestra de Richard Serra de 2007. Al no contar con ese espacio mayor, se debió haber hecho mejor uso del espacio disponible.
Es fácil advertir el desafío que la calidad, la cantidad y variedad del arte de Sherman representó para las hábiles organizadoras de la muestra, Eva Respini, curadora asociada, y Lucy Gallun, asistente curatorial del departamento de fotografía.
La muestra consiste en una combinación de cinco salas dedicadas a series individuales, que comienza con las Tomas fijas de películas sin título y concluye con sus recientes retratos sociales oscuros y monumentales de matronas muy maquilladas, calladamente desesperadas, de cierta edad, y seis nebulosas salas temáticas que mezclan distintas series. La combinación apaga la ira presente en su obra, oscurece la claridad de su evolución y diluye o esquiva sus series menos populares o menos difundidas por la crítica.
Yo habría usado muchos más ejemplos de las fotografías de moda, que pese a ser trabajo comercial, se cuentan entre los esfuerzos más agresivos, sardónicamente opulentos. Aquí, casi 30 años de proyectos están representados por apenas 11 imágenes, y la muestra se detiene demasiado en sus retratos históricos, populares pero desiguales, en los que reunió aproximaciones ruidosamente falsas de viejas obras maestras de Rafael, Rembrandt, Caravaggio e Ingres.

Una artista precoz

Finalmente, esta retrospectiva le quita importancia a la asombrosa precocidad artística de Sherman; incluye muy pocas de sus primeras obras y las distribuye entre otras en las primeras y últimas salas. Su inclinación por el juego de roles tomó impulso al ver obras conceptuales basadas en fotos de artistas femeninas como Hannah Wilke, Eleanor Atnin y Adrian Piper a mediados de los años setenta, mientras asistía a clases en el Buffalo State College.
Su atracción inusualmente intensa por los disfraces y las máscaras comenzó en su infancia: estaba en su sangre. El catálogo incluye una fotografía de Sherman y una amiga, alrededor de los 11 años, vestidas y maquilladas como ancianas, en la que su postura encorvada ya da señal de su habilidad para meterse en la piel de otras personas.
Las obras más recientes son murales de inmensas imágenes que se salen del marco fotográfico y retratan a la artista sin maquillaje, vestida con ropa que a menudo le queda mal. Aquí Sherman juega sin inmutarse con su propio envejecimiento -como lo hace de modo más oblicuo en sus retratos sociales- pero también evoca a la niñita a la que le gustaba actuar, aunque lo hace sentir como si fuera un territorio nuevo.
Si bien esta exposición no rinde tributo a la dimensión colosal de la artista, sigue siendo un verdadero regalo, que nos recuerda, en un momento en que necesitamos precisamente que se nos recuerde, lo que se requiere para ser una gran artista. Aunque ninguna de sus imágenes puede considerarse exactamente un autorretrato, la muestra del MoMA es sobre todo un retrato inspirador de la artista que trabaja incesantemente, buscando nunca repetirse, siempre intentando ir más profundo y más allá en una u otra dirección. Su ser -sin remordimientos, generosa, imaginativa y sabia- está presente en toda la muestra.

adn SHERMAN
Nueva Jersey, 1954

Hábil actriz, es una de las más importantes artistas de su tiempo. Definió la fotografía posmoderna, como manipuladora de la identidad y del espacio. Su obra es una larga metáfora sobre el lugar de la mujer y la mirada de la moda.

Fuente: ADN Cultura La Nación