LA LEYENDA DEL ARROYO MALDONADO





Histórico. El Maldonado antes de ser entubado, a principio del siglo XX.
Por Eduardo Parise 

Nadie puede discutir que el arroyo Maldonado es tan porteño como la Plaza de Mayo. Es que en su curso de más de veinte kilómetros, atraviesa diez barrios de la Ciudad: Versalles, Liniers, Villa Luro, Vélez Sarsfield, Floresta, Villa Santa Rita, Villa Mitre, Caballito, Villa Crespo y Palermo, para terminar en el ancho Río de la Plata.
Ahora, salvo cuando desborda y complica la vida de muchos, el arroyo está oculto debajo de la avenida Juan B. Justo y su continuación, la avenida Intendente Bullrich. Pero desde 1929, cuando se empezaron los trabajos, el Maldonado dejó atrás aquella imagen campera que lo había acompañado, para quedar entubado, primero bajo tierra y, desde 1936, debajo del asfalto de la zigzagueante traza de las avenidas. El entubamiento estuvo a cargo de la empresa Siemmens Schukert, contratada por Obras Sanitarias de la Nación.
Esa es la historia más reciente del famoso y más grande arroyo soterrado que tiene la Ciudad. Pero el Maldonado es conocido desde mucho antes. Tanto, que su nombre tiene origen en una de esas leyendas que, a lo largo de los años, corren de boca en boca. Es la que cuenta datos de la vida de “la Maldonado”, una de las mujeres que llegó con la expedición de Pedro de Mendoza, que el 3 de febrero de 1536 hizo la primera fundación de Buenos Aires, una precaria edificación que duraría apenas hasta 1541. Según la historia, aquella mujer se había embarcado en San Lúcar de Barrameda, desde donde zarpó la expedición en agosto de 1535. Era una más entre aquellas pocas pioneras –como María Dávila (esposa de Mendoza), Isabel de Guevara, Ana de Arrieta o Elvira Pineda– que se animaban a la aventura de cruzar el gran océano y oficiar de asistentes, obreras, enfermeras o amantes.
La suerte de aquella gente no fue la mejor: rodeados de nativos decepcionados por el trato de los españoles, el hambre y las enfermedades minaron la vida en la precaria ciudad. Fue en esa circunstancia que “la Maldonado” cruzó la empalizada de la aldea (algo prohibido) y se internó en el campo en busca de comida. Cuentan que, agotada, se refugió en una cueva cercana a aquel arroyo y que allí encontró a una puma a punto de parir. Y dicen que la mujer ayudó a aquel animal en el parto, que se presentaba difícil. Desde enconches, la fiera agradecida le proveía comida a la mujer que convivía con ella. Eso hizo que hasta los aborígenes la respetaran.
Sin embargo, la leyenda agrega que un día los españoles de la aldea la capturaron, la juzgaron y la condenaron a muerte, dejándola atada a un árbol en medio del campo, para que animales y alimañas terminaran con su vida. Aquello no ocurrió: “la Maldonado” fue rescatada y protegida por la puma a la que había ayudado. Unos cuentan que ante eso Mendoza le otorgó el perdón y la mujer volvió a la aldea. Otros, que su final se pierde en aquel terreno donde está el arroyo que lleva su nombre.
Con toda su carga dramática, la leyenda se mantiene intacta y cada tanto aparece en los relatos que hablan del Maldonado y su fama. Lo mismo pasa con otros aspectos que recuerdan lugares, hechos y protagonistas junto a ese arroyo rebelde que alguna vez fue uno de los límites naturales de la Ciudad. Es lo que pasa con la mala fama que supo tener el viejo café La Paloma, que estaba en el cruce de aquel curso de agua con la avenida Santa Fe, donde hoy hay una gran pinturería. En aquel recinto no sólo recalaron grandes de la génesis del tango como Eduardo Arolas, Tito Rocatagliata, Juan Maglio o Agustín Bardi. Cuentan que no sólo había música y mujeres de vida licenciosa: también hablan de algunas ratas que invadían el lugar y exageran mintiendo con ese jocoso mito de que hasta solían prenderse en algún bailongo. Pero esa es otra historia.


 Fuente: clarin.com

EL LOUVRE,
PRIMER MUSEO INTELIGENTE DE EUROPA




A través de un sistema de administración inteligente, la institución puede proteger y preservar las obras de arte sin la necesidad de cerrar sus puertas.

El Louvre, primer museo inteligente de Europa

IBM y el Museo del Louvre en París están trabajando para preservar y proteger las instalaciones y obras de arte. El personal del museo manejaba manualmente más de 65.000 tareas de reparación y mantenimiento por año, pero ahora a través un software de gestión, se logró optimizar los procesos, se mejoró la eficacia y la atención a los visitantes, así como también se administran y operan todas las instalaciones en tiempo real.
Creado en el siglo XVIII, el Louvre alberga miles de objetos y artefactos que abarcan de la prehistoria al año 1848, entre ellos, la pintura más famosa, La Mona Lisa. Se trata de uno de los museos más grandes del mundo ya que su infraestructura cubre más de 60.385 metros cuadrados.
Antes, el personal administraba la reparación de sus instalaciones y el trabajo de mantenimiento en papel con cientos de proveedores. Al ser uno de los museos más concurrido de Europa, con un récord de 8.8 millones de visitantes en 2011, el Louvre tiene como objetivo mantener la mayoría de sus galerías abiertas todos los días. Para cumplir esta misión y administrar más de 65.000 visitas de reparación, el museo necesitaba racionalizar y hacer más eficiente su mantenimiento correctivo y preventivo, para lo cual se requería una herramienta computarizada de gestión que le permitiera concentrarse en las áreas foco.
A través de SQLI, asociado de negocio de IBM, se realizó una actualización del software para crear una única base de datos de información y repositorio compartido para el personal del museo. Esto permite visualizar procesos que incluyen planificación inicial, limpieza, mantenimiento y disposición de sistemas de salas de instalaciones, tales como aire acondicionado, calefacción, ascensores, luces de cada sala o galería, y el sistema de trabas para más de 2.500 puertas; además de aportar la reducción de los costos de mantenimiento y el consumo de energía.
El sistema de administración de Louvre ahora puede sumar datos de sistemas individuales dentro del museo y ofrece al personal y los proveedores información en tiempo real sobre cada activo. Proporciona una visión predictiva del desempeño y confiabilidad de los equipos y sistemas de instalaciones. Esto permite al personal del museo determinar mejor qué activos deben ser reparados o reemplazados, detallando también la cantidad de activos existentes y su registro histórico de mantenimiento. También correlacionó las tareas con los contratistas disponibles, estimó y obtuvo la aprobación de costos, estableció prioridades e inició actividades de mantenimiento en todo el museo y cada una de sus galerías.

Fuente: infobae.com

DEFENSORA DE LAS PALABRAS





DORA BEATRIZ BIDOU. MENSAJES DE TEXTO. “ESTÁN DEMOLIENDO LAS VOCALES”, AFIRMA.

Por Hernán Firpo

Es una activa luchadora del buen empleo del castellano para hablar y escribir. Y está a favor del insulto bien usado.
Dora es de esas personas que ya no existen. Vamos de vuelta: entre tanto soñador y tanto hermano de la somnolencia televisada, Dora no es una existidora profesional. Está bien que la humanidad necesite espectáculo, pero con tanta sensación, imagen y materia alrededor, maese Ari Paluch, ¿el alma seguirá siendo el sidecar del cuerpo?
Llega a nuestra casilla de correos el mail de una señora pidiendo –en cadena– que cuidemos la lengua y la protejamos como si los sujetos, predicados, oraciones compuestas y subordinadas estuvieran en peligro de extinción. Greenpeace tiene a Natalia Oreiro, y el castellano a Dora Beatriz Bidou.
“Amo mi lengua por su fabulosa riqueza. Me eriza la piel que se use mal al hablarla y al escribirla. El disparate, estimado, nos invade y debemos tener mucho cuidado”. Advierte que las muletillas empobrecen y que si el idioma llegara a agonizar, “no sé cuándo será porque no hago predicciones”, la culpa será de los educadores y los padres.
De la advertencia al escándalo hay un paso. Casi de casualidad asistimos a la discusión que Dora tiene con la página 129 de un libro que no mencionaremos para evitar represalias del autor. Primero discutirá leyéndola en voz alta y luego le pegará a la página 129 con el revés de su mano derecha. “Los gramáticos no somos prósperos de la nada (otro bofetón). Es importante salvar una b o una v. No es verdad lo que dice este autor. La literatura se hace con el cuerpo, y con la lengua. El castellano es para escribir páginas de oro. Es un idioma redondo y me ofende que la sintaxis se desperdicie. Estoy grande e histérica, me duele el presente, pero más me duele el futuro. A mí no me alcanza con ser una pudiente del idioma. Para nada”.
Dora es la Eugenia de Chikoff de las buenas costumbres del habla castellana y ni por las tapas habría que imaginar un pasado en Filosofía y Letras, lo que la vuelve más cálida. Si le preguntás, te habla de un pasado cercano a la salud y la enfermería. “Vengo de un palo donde las palabras escasean. Se está vivo o se está muerto. Vengo de un idioma muy drástico”.
Su particular búsqueda de la belleza reside en el bombardeo de las fuerzas sintácticas, narrativas y poéticas a través del mail. Leemos: En Primaria estudiábamos Lengua, Matemáticas, Ciencias Naturales. En 6º de Primaria si en un examen tenías faltas de ortografía del tipo de “b” en vez de “v” o cinco faltas de acentos, eras candidato a repetir el grado.
Y se apena Dora porque sabe que las palabras que usamos son insuficientes y no alcanzan para decir. Sufre a su modo al notar que pronto no habrá veredas salvadas y que todos viviremos como la gente; es decir, utilizando menos de 200 palabras, y así, dice, “así no se puede expresar. Además, acuerdo con Roberto Fontanarrosa, quien solía repetir que mala palabra era hambre. Hay que putear. Este mundo se ha vuelto demasiado cínico e hipócrita como para arrinconar al insulto. Sin abandonar mi armadura de Quijote, diría que el insulto se volvió necesario, lo que no quita que la palabra boludo sea un triste tarugo compactador”.
A Dora le importan más las palabras que los hechos. La música de las palabras. Es un personaje de novela. “Me hice amiga de la computadora. Escribo, reenvío material, recibo textos, dibujos, poesía. Y me manejo por instinto. Siempre escribí. Desde chiquita, y escribía a escondidas porque la hija única no debía escribir... Podría hablarte horas del papel en blanco...”
Entre las palomas de un balcón de San Telmo piensa que la gramática se pierde porque tal vez no haya nada de qué hablar. Y cuenta que mantiene un ritual exánime: charlar. “Charla, herramienta con la que varias personas se comunican mediante frases. Soy una conversadora nata. Sólo se domina lo que uno nomina. Por eso nos juntamos para hacer lo que mejor nos sale: hablar. Un día te voy a invitar a esas reuniones eternas... La escasez del idioma lleva a la escasez del pensamiento”, dirá la autora de Diálogos en Soledad, una colección de cuentos que, implícitamente, debe sugerir los ahogos del soliloquio.
Ktepsa –qué te pasa–, Tkm –te quiero mucho–. “Los mensajes de texto están demoliendo a las vocales, y si las vocales nos molestan, querido, el apocalipsis está próximo”.


Fuente: clarin.com

LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA
CONTRA EL "TODOS Y TODAS"



Lenguaje y sexismo

Defendió el uso del género masculino en el caso de citarse grupos de hombres y mujeres

PARIS REVELA
EL DOLOROSO PROCESO CREATIVO
DEL 'PINTOR DE LA FELICIDAD'.





Visitantes admirando dos obras del pintor francés Henri Matisse, 'La danza de los Capuchinos', el martes 6 de marzo en el centro Georges Pompidou de París.

Por Ana María Echeverría 

Quizá ningún artista ha estado tan enamorado del color y la luz como el francés Henri Matisse, conocido como el 'pintor de la felicidad'. Pero una muestra en el Centro Pompidou de París revela su doloroso proceso creativo, confrontando 60 de sus deslumbrantes obras.
"Matisse lleva un sol en las entrañas", dijo una vez Picasso. Y el propio pintor (1869-1954) admitió que "sólo vivía para la luz" y que cuando trabajaba, trataba de no pensar, "sólo de sentir".
Ahora, ese sol y esa luz estallan con todo su esplendor en la exposición 'Matisse, pares y series', que presenta el Pompidou desde el miércoles hasta el 18 de junio.
La muestra - organizada casi dos décadas después de la gran retrospectiva que le dedicó el Pompidou en 1993 - levanta un velo sobre el rigor y la obsesión que fueron el hilo conductor de su creación.
El punto de partida de la exhibición, que llevó tres años de preparación, es comparar y acercar dos obras ejecutadas por Matisse sobre el mismo tema, en el período entre 1899, cuando inspirado por Signac se sumerge en el puntillismo, y 1952, dos años antes de morir en Niza, sur de Francia, donde vivía.
"El tema de los pares y series en la obra de Matisse no ha sido abordado antes en una exposición", subrayó la comisaria de la exhibición, Cécile Debray, durante la presentación a la prensa de la muestra, una de las más importantes de este año en París.
Debray obtuvo que museos y coleccionistas privados de todo el mundo le cedieran para esta exposición algunas de sus joyas, lo que -admite- "no fue un trabajo fácil".
"Varios de los lienzos que presentamos no habían jamás sido expuestos juntos", como las vistas de Notre Dame, las naturalezas muertas, los cuadros de una pecera con peces rojos y los de 'Capucines bailando I y II', señaló.
Por ejemplo, su primera versión de la catedral de Notre Dame, realizada en 1914, es una obra descriptiva, naturalista, en cambio la segunda es depurada, subrayando las líneas geométricas de la catedral, subrayó.
El criterio para seleccionar las obras era no sólo que fueran sobre el mismo tema, sino que hubiesen sido ejecutadas en el mismo periodo y formato, explicó Debray.
La exhibición, que incluye también una treintena de dibujos, revela que Matisse era "un hombre obsesionado por mejorar siempre" lo que había hecho. "Un perfeccionista, que "recomenzaba todo el tiempo su trabajo para lograr la forma más absoluta", explicó.
"Matisse quería siempre conservar una huella de lo que había pintado", observó Debray. El decía que "una obra maestra no es nunca el fruto del azar, sino que el artista debe ser siempre capaz de volverla a hacer", destacó la experta.
Matisse, que fascina en Rusia y Estados Unidos, parece no conquistar del todo a los franceses, que lo tildan de "pintor fácil", "decorativo", reconoció.
Quizá esta exposición en el Pompidou, que lo muestra obsesionado, torturado, provocará la reflexión, y cambiará esta imagen.


Fuente: AFP

RECOLETA, ESPACIO TOMADO POR SIQUIER





Con una colosal instalación de varias toneladas de hierro, otra de telgopor y otra de maderitas pintadas, el artista vuelve sobre sus obsesiones de siempre, con mayor contundencia.


Sin título. 1987-2012. Maderas pintadas a mano y apiladas.

Sin título. 1987-2012. Maderas pintadas a mano y apiladas.

Sin título. 1995-2012. Telgopor cortado digitalmente

Sin título. 1995-2012. Telgopor cortado digitalmente
Por Mercedes Pérez Bergliaffa

Pasa en el espacio lo que pasa en mis cuadros: hay superposiciones. Una redundancia”, explica el artista Pablo Siquier sobre los trabajos que exhibe actualmente en la Sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta. Atípicos dentro de la producción a la que Siquier nos tiene acostumbrados –obras planas, inmensos murales en carbonilla y vinilo de dibujos intrincados–, en esta ocasión el artista decidió, en cambio, arriesgar: la muestra que presenta en el Recoleta expone tan sólo cinco obras, la mayoría de ellas fuertemente desplegadas en el espacio. Una rareza, para los “stándares- Siquier”, siempre tan pictóricos, generalmente sin volumen.
Curada en conjunto por el propio artista y por Elio Kapszuk, la muestra Murales e instalaciones tuvo desde su génesis algunos objetivos claros: bucear en el pasado, buscando obras antiguas, de los comienzos (eso que los artistas llaman “obra de juventud”) con la intención de recrearlas; exponer instalaciones antes que cuadros; y presentar una inmensa obra flamante –de tres toneladas y trece metros de largo– terminada in-situ dos horas antes de la inauguración.
Todo esto significa que la curaduría tuvo, desde el principio, la intención de ser antológica, es decir, de seleccionar y presentar solamente aquellas obras consideradas más representativas dentro de la carrera del artista. ¿Y qué es lo que Siquier y Kapszuk piensan que lo representa a Siquier…? Una sala monocromática totalmente intervenida con bandas –quirúrgicamente recortadas, digitalmente realizadas– de telgopor; otra sala de colores oscuros, llena de maderitas apiladas, pintadas rústicamente a mano; un gran mural hecho en carbonilla; otro de vinilo, pegado sobre la pared. Y una gigantesca estructura de hierro, preparada en conjunto con una metalúrgica, que ocupa el corazón de la Sala Cronopios, y lo contagia todo: no hay forma de observar los murales o las salas sin sentir su contundente presencia metálica, fuerte, pesada. Como si fuera el esqueleto de un fantasma que huyó pero que, aun así, dejó sus restos, haciendo sentir su espíritu.
Imagino: ¡qué difícil debe ser elegir sólo cinco piezas, de entre cientos que Siquier lleva producidas! Me pregunto cómo hacer semejante recorte… ¿Cómo elegir, entre tantos hijos, sólo algunos favoritos…? Las razones habrá que buscarlas paralelamente en el origen y en el presente, según lo explica el mismo Siquier. Sobre todo en ese momento en que, en los años ochenta, él era un joven pintor que, a puro pincel y acrílico, pintaba obsesivamente circulitos y más circulitos, inspirado en el estudio de la ornamentación de las culturas no occidentales.
“Creo que eso se ve en esta sala de las maderitas”, explica serenamente Siquier, mientras camina mirándolo todo, recorriendo Cronopios. “Quería mantener un espíritu aparte, con las maderitas. Imaginate, fue una obra proyectada en el 87, una época de mi vida en la que estaba fascinado por el arte bruto y las producciones primitivas. Creo que el hecho de que sea una instalación manual, con infinidad de pequeñas piezas realizadas a mano, le confiere un espíritu diferente al del resto de los trabajos, en su mayoría diseñados por computadora”.
Parte del contenido de esta pieza comunica esa exacerbación casi demencial por la repetición, una constante de todas las obras de Siquier.
“Sí, muestra una actividad manual casi demencial”, comenta el artista. “Eso, en los trabajos posteriores, me parece que se mantuvo pero con otras condiciones de producción: por ejemplo, al mover una y otra vez el mouse de la computadora, de una manera obsesiva.” Si bien la sala de las maderitas es la obra más antigua de las que Siquier presenta, hay algunos detalles que son claves fundamentales para comprender cómo un artista que hacía círculos pintados a mano, llegó –veinticinco años después– a montar setenta módulos de metal de líneas rectas, dentro de una estructura gigante. Las claves secretas se ubican en la vitrina de la entrada, poco antes del ingreso a la Cronopios; y en las fotos que están allí al lado, ilustrando la biografía del artista.
En la vitrina hay varios cubitos viejos, artesanales, de madera, que muestran círculos pintados. Fueron realizados en los años 80 y son el disparador de toda la obra posterior. En las fotos, en cambio –sobre todo en las dos primeras– pueden verse dos instalaciones de comienzos de la carrera de Siquier, también manuales, también pintadas. Cero PC, cero mega-producción grupal, durante esos momentos. Todo era fruto del interés y la obsesión individual. Dice al respecto Siquier: “Al principio parecía que en mi trabajo había una ilusión de desarrollo, de progreso lineal. Pero después me di cuenta –y últimamente más, aún– que todo fue un desarrollo circular, que siempre estuve rondando los mismos temas; que a pesar de endurecerse la línea o multiplicarse los elementos, era siempre, una y otra vez, la misma imagen. Como si hubiese pintado un solo cuadro toda mi vida, variando sólo algunas cosas. Me parece que esta muestra da cuenta de eso. Muchas de las obras que tienen un aspecto y procesos de producción muy diferentes, en realidad están muy relacionadas. Por ejemplo, desde el punto de vista conceptual, de la repetición y de la cantidad, son situaciones similares.
¿A qué se refiere con “repetición”? Hay artistas que resuelven por síntesis y hay otros que resuelven por cantidad. Yo, claramente, soy unos de estos últimos. Pruebo. Y si con cien no funciona, no pruebo con diez, pruebo con mil. Y si con mil no funciona, entonces pruebo con diez mil. Así hasta llegar a un lugar satisfactorio. Por eso los puntitos se vinculan con la estructura de hierro: ella también es una acumulación. La repetición siempre produce una nueva forma . Vos podés intentar poner cien maderitas derechas, pero la ciento una seguro que se te va a caer o se te va a desvirtuar. Eso me interesa. Por eso les dije a mis asistentes que lo hicieran lo más derecho posible. Yo sabía que iba a salir torcido. Eso se ve en las artesanías: hacen triangulitos perfectos, pero el último esta girado.
Entonces la torpeza se convierte en fortaleza, ¿no? Si estas columnas de maderitas, por ejemplo, fueran perfectas, no tendrían el mismo efecto.
Sí, me parece que ése es el atractivo que pueden llegar a tener: la irregularidad dentro de la serie, más allá del intento de regularidad. Las anomalías distorsionan la pieza, le dan ese aspecto de crecimiento orgánico, de inestabilidad.
Seguro de sí mismo, tranquilo, Siquier va hablando mientras se pasea junto a sus piezas. Son confusiones de líneas y círculos. O tal como él las describe: la opresión urbana pero en clave hermética.


Fuente: Revista Ñ Clarín

ENAMORADOS DEL MURO





Con la participación de más de 35 fotógrafos, pintores, artistas plásticos y colectivos de street art, la muestra The Wallmania reinterpreta la obra cumbre de Roger Waters desde una perspectiva latinoamericana y contemporánea. Se puede visitar hasta el 20 de marzo en el Museo de River Plate. 
 
ARTE URBANO. También forman parte de The Wallmania murales en las calles de Buenos Aires, como este de Jaz.
Wallmania incluye los murales alegóricos que crearon Mart, Jaz y Ever, entre otros artistas que trabajan en las calles de Buenos Aires. Las paredes intervenidas se encuentran en Palermo y la zona de Congreso.Cada artista aplicó un método diferente para entrar en clima. A algunos les bastó con apelar a su memoria emotiva, otros prefirieron ver de nuevo la famosa versión cinematográfica de Alan Parker, otros pasaron tardes escuchando en loop el disco doble que a partir de hoy y por nueve fechas más Roger Waters presentará en Buenos Aires. La propuesta de componer una obra nueva –un cuadro, un mural, un video, una foto– inspirada en The Wall había llegado desde las oficinas de una empresa de celulares. Y los dilemas que surgieron desde entonces fueron varios: ¿cómo sumar una arista novedosa en una pieza tan hermética y auto-suficiente?, ¿cómo hablar de The Wall sin sacrificar el estilo propio?, ¿qué actualidad o pertinencia –además de la visita del músico inglés– tenía todo el asunto?
“No quise hacer nada muy gráfico. Las imágenes originales ya son suficientemente icónicas y concretas”, sostiene Alejandro Musich (Buenos Aires, 1976), uno de los participantes de la muestra con un óleo de 1,60 metros de alto por 1,70 de ancho. “Me llevó meses madurarlo y al final terminé usando tres colores que me remitían mucho a la obra: el blanco, el rojo y el negro”, cuenta.
Además del material que se expondrá hasta el 20 de marzo en River, The Wallmanía incluye los murales alegóricos que crearon Mart, Jaz y Ever, entre otros artistas que trabajan en las calles de Buenos Aires. Las paredes intervenidas se encuentran en Palermo y la zona de Congreso.Entre los convocados por la empresa Motorala hay artistas uruguayos (Jill Mulleady), chilenos (Teresa Aninat y Catalina Swinburn), brasileños (los fotógrafos Nicolás Silberfaden, Gabriel Mendes y los artistas plásticos María Braga y Rogério Fernandes)  y locales, tanto individuos como colectivos. Tal el caso de Mondongo o Buenos Aires STNCL.
La argentina Sol del Río realizó un video (“Aire”) con imágenes de un paisaje volcánico en Antofagasta de la Sierra, Catamarca, en el que ella misma canta. Según cuenta, remite a una canción del disco Goodbye Blue Sky y a una frase en particular: “Did you see the frightened ones?” (¿Has visto a los asustados?). “Considero que The Wall es el punto de partida consciente o no de muchos artistas audiovisuales contemporáneos. Varias de mis obras como “Flotante” (2009), “El ojo del leopardo” (2010) o “Monstershine” (2011) están en ese plano y también en la ejecución en tiempo real, es decir sonido e imagen en vivo”, dice.
El fotógrafo hiperrealista y artista plástico platense Diego Gravinese (1971), con varios premios y muestras individuales en galerías de Nueva York y Buenos Aires, es otro de los que participan de The Wallmania. Su pintura sobre tela (“Wall-mart”) replica una foto de un cementerio de autos, un muro enorme de vehículos oxidados y abandonados. Sobre la imagen hay inscripciones de logos de Google, Yahoo y otros sitios de Internet. “Pensé en una sociedad que busca en el brillo de las cosas nuevas escapar al decaimiento natural y hermoso de las cosas. Más que al supermercado, el título –agrega– hace referencia al impulso de comprar lo nuevo como manera neurótica de escapar a la angustia que produce estar vivo y no saber qué hacer al respecto”.
Más allá del resultado, Gravinese afirma haberse divertido con la experiencia. “No debo haber visto The Wall en 20 años y sin embargo en su momento marcó toda una época de mi vida. Igual, para ser honesto, no creo que la obra esté envejeciendo bien. El arte debe abrir allí donde parecía que no había más camino. Sentirse acompañado en la soledad ya no es interesante como statement poético”.


FICHA
Wallmania
Lugar: Museo del estadio River Plate.
Fecha: desde el jueves 8 hasta el martes 20 de marzo
Todos los días, de 14 a 20 hs.
Entradas: general $25, estudiantes y jubilados $12.


Fuente:Revista Ñ Clarín