UNA LEY YA PROTEGE A LOS CINES
Y A LOS TEATROS DE LA CIUDAD



Establece que quien los tire abajo debe construir una sala semejante cerca.
 
Gran Rivadavia. Cuando quisieron venderlo, los vecinos de Floresta impulsaron la ley votada en diciembre.

Por Einat Rozenwasser

Es oficial. Esta semana entró en vigencia la ley que protege a los teatros y cine-teatros de la Ciudad porque establece que todo aquel que demuela en forma total o parcial una sala deberá construir otra semejante en el plazo de un año . Esta modificación, impulsada por los vecinos de Floresta con el fin de preservar la sala Gran Rivadavia, apunta a mantener espacios culturales en los barrios , sin perjudicar a los propietarios de estos inmuebles.
“Un ejemplo es lo que se hizo en su momento con el Teatro Astros de la avenida Corrientes, donde se construyó un edificio de oficinas con la sala en el subsuelo”, explica Gabriel De Bella, de la agrupación Salvar a Floresta. Es que la nueva Ley (N° 4104) habla de un espacio “ semejante ”: igual superficie de escenario y de camarines y hasta un 10% menos de butacas. Y abre la posibilidad de dividir el espacio en salas de menor tamaño.
El Gran Rivadavia había cerrado sus puertas en 2004 después de una denuncia de una vecina por ruidos molestos. “En 2009 apareció un cartel de venta que hablaba de las bondades del terreno y, ante la posibilidad de demolición, se armó una movida con los vecinos que queríamos preservarlo. Sabíamos que la sala de cine no era redituable, pero sí era posible que siguiera funcionando como espacio cultural”, cuenta De Bella.
En esa búsqueda descubrieron una Ley Nacional de 1959 que nunca había sido reglamentada (la 14.800) y establecía medidas similares para los teatros. “Abre la posibilidad de que algún inversor pueda hacer algo con el terreno y al mismo tiempo se preserva la actividad cultural barrial y las fuentes de trabajo que genera esa actividad”, sigue De Bella. ¿Qué va a pasar con el Gran Rivadavia? “Todavía no se sabe, pero tenemos contacto con la dueña y estamos viendo diferentes proyectos para llegar a un acuerdo”, apunta.

Fuente: clarin.com

UN ARGENTINO,
PREMIADO POR UNA SERIE SOBRE LA VEJEZ

 

World Press Photo 2012

 
“Nunca te dejaré ir”. Una imagen de la serie de Alejandro Kirchuk.

“Nunca te dejaré ir”. Una imagen de la serie de Alejandro Kirchuk.
Una historia de amor, un hombre y una mujer muy al final de la vida. Durante tres años Alejandro Kirchuk retrató a sus abuelos, Mónica y Simón, en la rutina, si es que en algún momento la enfermedad, el Alzheimer, da lugar a la cotidianeidad. Kirchuk, que ganó el primer lugar del World Press Photo en la categoría “Vida cotidiana” por la serie “Nunca te dejaré ir”, comenzó a fotografiar a la pareja cuando la enfermedad de Mónica recién se anunciaba. “El Alzheimer fue el punto de partida, un diagnóstico que ella había recibido 5 años antes. Marcos dedicó su vida a cuidarla y yo lo fui fotografiando. Busqué documentar cómo el paso del tiempo iba cambiando las cosas. El cuidado era distinto, porque al comienzo era la pérdida de la memoria. Y los cuidados eran desde un lugar afectivo, de cariño. Pero el último año Mónica lo pasó en la cama y él la asistía en todo: desde darle de comer hasta cambiarle los pañales. Sólo aceptó recibir ayuda básica: quiso cuidarla él todo el tiempo”.
Esta serie estuvo expuesta en la Getty Images Gallery, de Londres. Por este mismo trabajo fue finalista de la beca Ian Parry, de Inglaterra. Kirchuk, de 24 años, es fotógrafo free-lance. Cuenta que el título de este trabajo, el que él pensó para la historia de amor de sus abuelos, era “La noche que me quieras”, por el tango, que en realidad dice “El día que me quieras”, y que su abuela cantaba.
Mónica, una de los dos protagonistas de este relato gráfico, murió el año pasado. “Otra de las fotos de esta serie, una de las últimas, es de Simón en el cementerio, el día del cumpleaños de mi abuela. Pero no quise que terminara ahí sino darle un rasgo de continuidad”, dice.
Así que la última foto que sacó Kirchuk es de su abuelo, solo, en la casa que compartió con esa mujer a la que tanto, y tan amorosamente, había cuidado.

Nora Viater

Fuente: clarin.com

WORLD PRESS PHOTO:
LA MEJOR FOTO DEL MUNDO
ES UNA PIEDAD ÁRABE

 
Se la eligió entre más de 100 mil imágenes. Entre los 57 premiados, un argentino.
 

Primavera árabe. La imagen fue tomada en Yemen y ganó el primer premio. Es del español Samuel Aranda.

Es una mujer vestida sosteniendo a un hombre desnudo. El vestido es una burka y el hombre está herido: parece una versión islámica de La Piedad y eso habrá visto el fotógrafo español Samuel Aranda cuando disparó la foto que ayer lo convirtió en el ganador del World Press Photo –el premio más importante del mundo en fotoperiodismo–. La instantánea “refleja a Yemen, Egipto, Túnez, Libia, Siria, a todo lo que ha ocurrido durante la Primavera árabe”, según explicó el miembro del jurado Koyo Kouoh.
El jurado dijo “refleja” pero la foto hace más que eso, sintetiza. En esta Piedad árabe hay de dolor y muerte, como en la de Miguel Angel. Y también de promesa de futuro, ultraterreno en la obra del italiano, político y terrenal –hablamos de libertad– en la árabe.
Aranda explicó a la agencia Efe cómo el instante que fotografió duró apenas un minuto: al hombre lo atendieron enseguida los médicos. El fotógrafo, que vive en Túnez desde hace un año, cuenta que el herido estaba intoxicado por los gases lacrimógenos y tenía un balazo en una pierna, gentileza de los francotiradores que reprimían las manifestaciones en Saná contra el régimen del presidente Alí Abdalá Saleh en Yemen.
Aranda trabaja apara el diario “The New York Times” y el Magazine de “La Vanguardia”. Dice que confía en que el premio que le ha sido concedido sirva para volver a llamar la atención sobre la situación en Yemen, donde continúa la crisis iniciada hace un año con la revuelta popular contra el régimen de Saleh.
“Lo importante en esta historia es la mujer y lo que pasa en Yemen. Nosotros documentamos. No somos artistas”, ha subrayado.
Junto a las revueltas árabes, la catástrofe del terremoto y tsunami en Japón han sido los dos temas más presentes de las fotografías de esta edición del World Press Photo, donde además se han premiado imágenes que muestran el lado humano de la crisis económica.
El segundo premio fue para el francés Denis Rouvre por un retrato de una mujer que perdió todas sus posesiones en Japón en marzo de 2011. Y el tercero lo ganó el estadounidense David Goldman por una instantánea que llamó “Afganistán” donde aparece un soldado canadiense tocando la batería.
En total se han concedido premios a 57 fotógrafos de 24 nacionalidades cuyas imágenes han sido seleccionadas entre más de 100.000 fotografías realizadas por 5.247 profesionales de todo en mundo.

Fuente: clarin.com


DOS HAIKUS PARA EL FLACO
1950 - L. A. S. - 2012
IN MEMORIAM



















 De a poco fui 
 trayéndote un nardo,
 mi homenaje.

 El perfume del
 etéreo nardo sea
 tuyo ahora.
                                          
                                                                                                          P. L. B.
                                                                                                                                                   Buenos Aires, 9 de febrero de 2012

FOTO KRASIMIR DECHEV

QUINQUELA, A LA LUZ




A 30 años de la muerte del artista emblemático de La Boca, el museo que lleva su nombre y la Fundación OSDE revelan las facetas menos conocidas de un visionario.




Las palabras, como los navíos, necesitan ir a dique seco para librarse de la ganga acumulada en las derivas. La consideración de las obras, los prestigios y las personalidades merecen otro tanto, si se permite expandir el hallazgo del pensador español que conminaba a los que bien quería: "Argentinos, a las cosas".
Viene a cuento tratándose de Benito Quinquela Martín, recobrado en su polisémica creación a treinta años de su muerte en el museo que lleva su nombre, en La Boca, en una muestra realizada en conjunto con la Fundación OSDE.
Creíamos conocer bastante la obra total de este visionario vuelto mito. No era así. Esta exposición rescata las facetas más ilustres, los aspectos menos socorridos, como los aguafuertes contestatarios, grotescos, de la mala vida de cafetines y cabarés boquenses. Ese refugio de los laboriosos portuarios, de los bichicomes hambreados que se zambullían para atrapar los desechos arrojados por la borda. Cafetines y cabarés poblados de irredentas grisetas vestidas de percal. De perfil, embozados en la sombra bituminosa, está el cafisho , innombrable pero de todos conocido.
Quinquela no denuncia, presenta, burilando. Interpela desde el lenguaje del grabado, íntimamente ligado a los ideales anarquistas y socialistas fraguados a la orilla del Riachuelo, donde se fundó la primera Buenos Aires antes de que la refundaran los inmigrantes, los marginales, como él. Y el grabado fogoneó la prensa de papel de estraza, inflamada de denuncias y retórica, sí, pero raigal en la lucha por más justicia y equidad.
El potente colorista de empaste abundante y pincelada gestual traza la epopeya de este popolo minuto de la ribera. Christiano Junior, fotógrafo, lo precedió en la atención del paisaje, por entonces, cuando la isla Maciel procuraba el plein-air necesario para los impresionistas boquenses, discípulos de Alfredo Lazzari. Y fue Lazzari a quien recurrió el joven Chinchella, de 17 años. Era un desafío grande para el hijo adoptivo del carbonero Manuel Chinchella, italiano, y de Justina Molina, entrerriana de ascendencia indígena, quien lo alentó a seguir el camino del arte. El Conservatorio Pezzini-Sttiatessi, donde enseñaba Lazzari, excedía con creces una escolaridad de dos años y las clases impartidas por el carpintero Casaburi.
El conservatorio lo acercó a Fortunato Lacámera y a Juan de Dios Filiberto. El barrio era laborioso, pobrísimo, contestatario y fermento de ideales sociales, solidarios y artísticos. La marginalidad forzó el arraigo tenaz, visceral de los inmigrantes, desposeídos aquí y allá de lo más elemental.
"La Boca es un invento mío", Quinquela dixit . Verdad a medias, él transformó el barrio pero el barrio lo modeló a él. Todo es mixtura en Benito Quinquela Martín, que decidió allanar los datos filiatorios de adopción que, a su vez, modificaron el lacónico Benito Juan Martín con que fuera bautizado en marzo de 1890, a tenor del pañuelo que lo envolvía al ser abandonado en la Casa Cuna.
"Quinquela suena a quinqué, a luz, no?", chanceaba. Y fue en los contrastes de luz y sombra, dueto que concita la luz y revela la forma, donde él sentó reales proletarios y creadores. La República de La Boca distaba tanto del centro como de la luna, pero tenía su luna de arrabal. Quinquela hizo una cabriola fenomenal. En vísperas de la Primera Guerra Mundial, el expósito, carbonero y cargador portuario brinca al Salón de Recusados junto a Riganelli, Vigo, Palazzo y Arato, Facio Hebequer. Collivadino lo impulsa hasta el Jockey Club, donde comparte espacios con los mármoles de Falguière y los Goyas incinerados años después?
Como una saeta, Quinquela ilumina, vibrante como los fuegos de las fraguas o los incendios que devoran inquilinatos, astilleros, seres anónimos. Esta muestra prolifera en estos desacatos desgarrados, alucinados, sin comedimientos. Su expresionismo pulsional descubre fauces en Después de la explosión (1950), gárgolas que devoran, como el Saturno de Goya, a sus hijos anónimos, siluetas deformes como los operarios de Fundición de hélices (1938).
Quinquela llegó a Europa por todo lo alto. No tuvo viaje iniciático, de sí sacó las tracerías abstractas y las brumas finísimas de El puerto de La Boca (1924). No hay retratos en su obra.
Marcelo T. de Alvear y Regina Pacini lo apoyaron, como hicieron con Pettoruti. Y el príncipe de Gales, seducido por las sugestiones del presidente y la cantante de ópera, adquirió obra suya. Conoció mieles y lisonjas y transitó por Florida sin empachos. No fue falsamente modesto sino orgulloso de los contenidos del barrio que lo acogió. Y al que hizo justicia expandiendo a la barriada sus generosas intervenciones benéficas, antes de que se enunciara la noción de "intervenciones urbanas". Legitimó la policromía plebeya de los inquilinatos, pintados con requechos. Y fue más allá, fundando escuelas de artes y oficios, lactarios, gabinetes de primeros auxilios y odontológicos para el pobrerío fraterno. También esa escuela-museo donde cada aula, sobre la pizarra, tiene murales que enaltecen la gesta de los anónimos hijos del pueblo.
Quinquela es, por muchos motivos, un precursor visionario. La muestra actual inicia un derrotero firme al que vale la pena sumarse para repensar la cultura del país y de quienes habitamos bajo la Cruz del Sur.

Ficha. La Boca según Quinquela: el color como marca y un barrio como obra en el Museo Quinquela Martín (Av. Pedro de Mendoza 1835), hasta el 4 de marzo.

 
Fuente: ADN Cultura / LA NACIÓN

"LOS VECINOS YA NO GOZAN
DEL ESPACIO PÚBLICO, LO PADECEN"



Dice que si se quiere mantener el objetivo y el valor con que fueron hechas plazas y parques de Buenos Aires no se puede jugar al fútbol allí, ni ejercer la prostitución, ni tomarlas como feria.

Sonia Berjman

Para Daniel dos Santos

Los generales nunca me cayeron simpáticos, aunque jamás conocí a ninguno. Todavía peor me sientan las generalizaciones, aunque cuando veo una plaza, un parque de esta bendita Buenos Aires tiendo a pensar, seguramente equivocado, que los argentinos atesoramos más vicios públicos que, si las tuvieramos, virtudes privadas. Y se me hace también, porque para cometer errores hay que ir hasta el fondo como se usa decir en cualquier investigación de un crimen eternamente irresuelto, que cuando algo -las plazas, los parques, la calle- es de todos sufrimos la manía de creer que, por eso, no resulta responsabilidad de nadie. Y menos, claro, de nosotros mismos.
No se puede imaginar el espacio público de Buenos Aires sin citar como al descuido, porque era afrancesado como sólo puede serlo un francés, a Carlos Thays, responsable del ochenta por ciento de esos espacios y de buena parte del arbolado porteño. Otro francés, Jean Paul Sartre, que nunca pisó este suelo y se dedicaba a existir y a pensar, sin dejar de actuar, en esa existencia dijo: “El fútbol es una metáfora de la vida”. Lástima que nadie lo interrogó por entonces ¿metáfora de qué son las plazas? Como nunca sabremos qué diría, la respuesta queda en manos de Sonia Berjman, doctora en Historia del Arte, en Filosofía, historiadora urbana, especialista en plazas y parques, con estudios en la UBA, en la Sorbona y en Harvard. Me sorprendió que dijera que las “plazas son vida, el macrocosmo llevado al microcosmo” y me dolió, pensando en algunas de ellas con mi visión pesimista, que explicara: “son el jardín del barrio, el jardín compartido por todos”.
¿Pero por una plaza se puede llegar a saber cómo pensó el que la hizo?
Un ejemplo. La plaza San Miguel de Garicoits en Colegiales se hizo durante la dictadura. El día anterior a su inauguración conté 70 columnas y 69 arbustos y árboles. La plaza de cemento simbolizaba la ideología de ese momento. El espacio público había perdido precisamente ese carácter porque la gente no salía a la calle. La plaza, que es para que la gente se relacione, estaba vacía.
¿No pasa ahora lo mismo? Porque la inseguridad aleja a la gente.
La inseguridad está cambiando la forma de vida de toda las ciudades del país. El espacio público se está transformando para los vecinos en un territorio que no usamos ni gozamos, sino que padecemos. Otro problema es que, por la crisis, mucha gente debe vivir a la intemperie y muchos buscan refugio en las plazas.
¿Qué tendría que estar permitido y qué prohibido en una plaza?
El patrimonio verde de Buenos Aires no es común. Ocho de cada diez plazas de la ciudad siguen el esquema de las plazas francesas, parisinas. Simplemente porque el 80 por ciento de las plazas lo hizo Carlos Thays. Y si se quiere mantener el valor de esas plazas debe respetarse el objetivo con que se hicieron. No se pueden reformar, no se puede jugar al fútbol, no se puede separar la basura. no se puede ejercer la prostitución, no se pueden poner entidades financieras ni instalar unidades hospitalarias deportivas para que la gente se revise y haga deportes. Yo en mi casa no planto un árbol en el living sino en el jardín.
¿En qué pensaba Thays cuando hacía las plazas?
Thays pensaba en París.
Un poco de historia. Hasta 1880 las plazas de Buenos Aires seguían el modelo hispano árabe que trajeron los españoles: plazas secas, sin árboles. De ahí en adelante, con la intendencia de Torcuato de Alvear se empezaron a ver las plazas con verde, como en la capital francesa, porque Buenos Aires quería ser la París del Plata.
¿Qué supone que piensa la gente sobre el espacio público?
Buena parte de la gente sólo sabe que está ahí y que hay que aprovecharse porque no es de ellos. No tiene conciencia de que es de cada uno de nosotros, pero también de todos. Creo que en 1902 salió la ordenanza de prohibido escupir en el suelo, y hasta este caos pasó mucho tiempo. Hay que empezar de nuevo a educar. Imáginese que Thays II (el hijo de Carlos y el director de Paseos que más duró en esa función) había hecho una plaza con piscina frente a Retiro para que la gente fuera a nadar allí en verano. ¿Cómo sería ahora?
Los hombres que miran el mismo paisaje ¿ven lo mismo?
No. El paisaje es una construcción mental, posible por la mirada del hombre hacia un trozo de territorio. Al final, es el reflejo de nuestras miradas ideologizadas, exteriores e interiores, pragmáticas y artísticas, representaciones como objetos físicos, estados del alma como necesidades vitales. Paisaje es igual a mundo.
Será por eso que se ven allí intereses contrapuestos. Para algunos que haya ferias y mercados es una forma de inclusión social. Pero se excluye a otros que usaban la plaza para caminar, para estar tranquilos.
Benito Carrasco fue director de Paseos en tiempos de la Primera Guerra Mundial. Era un socialista utópico, concuñado de Lisandro de la Torre. Había creado jardines de infantes a cielo abierto en las plazas, para las mamás que debían trabajar. Y con las olivas de todas las calles de la ciudad fabricaba aceite para los hospitales de la ciudad. Eso es inclusión. Lo de ahora es apropiación ilegal del espacio público en beneficio de unos pocos que obtienen rédito económico.
Berjman es gestual y apasionada, y al parecer no encuentra paisaje social que la calme. En su casa de Belgrano, en la misma que le pensaba enseñar a jugar a la rayuela a una de sus nietas, intento frustrado por un robo en el que ella y su marido quedaron de rehenes, hace esfuerzo por no enredarse con el cable del grabador. Y contar que es de Santa Fe, del barrio de la plaza San Martín, donde se subía al caballo del general y tenía un huequito en un árbol viejo para guardar sus cosas. Y que eran una banda de amigos que se juntaban allí.
¿Cómo ve ahora esa plaza?
No voy más, salvo por trabajo.


Fuente: clarín.com




 
SONIA BERJMAN

Por Daniel dos Santos


Los generales nunca me cayeron simpáticos, aunque jamás conocí a ninguno. Todavía peor me sientan las generalizaciones, aunque cuando veo una plaza, un parque de esta bendita Buenos Aires tiendo a pensar, seguramente equivocado, que los argentinos atesoramos más vicios públicos que, si las tuvieramos, virtudes privadas. Y se me hace también, porque para cometer errores hay que ir hasta el fondo como se usa decir en cualquier investigación de un crimen eternamente irresuelto, que cuando algo -las plazas, los parques, la calle- es de todos sufrimos la manía de creer que, por eso, no resulta responsabilidad de nadie. Y menos, claro, de nosotros mismos.
No se puede imaginar el espacio público de Buenos Aires sin citar como al descuido, porque era afrancesado como sólo puede serlo un francés, a Carlos Tahys, responsable del ochenta por ciento de esos espacios y de buena parte del arbolado porteño. Otro francés, Jean Paul Sartre, que nunca pisó este suelo y se dedicaba a existir y a pensar, sin dejar de actuar, en esa existencia dijo: “El fútbol es una metáfora de la vida”. Lástima que nadie lo interrogó por entonces ¿metáfora de qué son las plazas? Como nunca sabremos qué diría, la respuesta queda en manos de Sonia Berjman, doctora en Historia del Arte, en Filosofía, historiadora urbana, especialista en plazas y parques, con estudios en la UBA, en la Sorbona y en Harvard. Me sorprendió que dijera que las “plazas son vida, el macrocosmo llevado al microcosmo” y me dolió, pensando en algunas de ellas con mi visión pesimista, que explicara: “son el jardín del barrio, el jardín compartido por todos”.
¿Pero por una plaza se puede llegar a saber cómo pensó el que la hizo?
Un ejemplo. La plaza San Miguel de Garicoits en Colegiales se hizo durante la dictadura. El día anterior a su inauguración conté 70 columnas y 69 arbustos y árboles. La plaza de cemento simbolizaba la ideología de ese momento. El espacio público había perdido precisamente ese carácter porque la gente no salía a la calle. La plaza, que es para que la gente se relacione, estaba vacía.
¿No pasa ahora lo mismo? Porque la inseguridad aleja a la gente.
La inseguridad está cambiando la forma de vida de toda las ciudades del país. El espacio público se está transformando para los vecinos en un territorio que no usamos ni gozamos, sino que padecemos. Otro problema es que, por la crisis, mucha gente debe vivir a la intemperie y muchos buscan refugio en las plazas.
¿Qué tendría que estar permitido y qué prohibido en una plaza?
El patrimonio verde de Buenos Aires no es común. Ocho de cada diez plazas de la ciudad siguen el esquema de las plazas francesas, parisinas. Simplemente porque el 80 por ciento de las plazas lo hizo Carlos Tahys. Y si se quiere mantener el valor de esas plazas debe respetarse el objetivo con que se hicieron. No se pueden reformar, no se puede jugar al fútbol, no se puede separar la basura. no se puede ejercer la prostitución, no se pueden poner entidades financieras ni instalar unidades hospitalarias deportivas para que la gente se revise y haga deportes. Yo en mi casa no planto un árbol en el living sino en el jardín.
¿En qué pensaba Tahys cuando hacía las plazas?
Tahys pensaba en París.
Un poco de historia. Hasta 1880 las plazas de Buenos Aires seguían el modelo hispano árabe que trajeron los españoles: plazas secas, sin árboles. De ahí en adelante, con la intendencia de Torcuato de Alvear se empezaron a ver las plazas con verde, como en la capital francesa, porque Buenos Aires quería ser la París del Plata.
¿Qué supone que piensa la gente sobre el espacio público?
Buena parte de la gente sólo sabe que está ahí y que hay que aprovecharse porque no es de ellos. No tiene conciencia de que es de cada uno de nosotros, pero también de todos. Creo que en 1902 salió la ordenanza de prohibido escupir en el suelo, y hasta este caos pasó mucho tiempo. Hay que empezar de nuevo a educar. Imáginese que Tahys II (el hijo de Carlos y el director de Paseos que más duró en esa función) había hecho una plaza con piscina frente a Retiro para que la gente fuera a nadar allí en verano. ¿Cómo sería ahora?
Los hombres que miran el mismo paisaje ¿ven lo mismo?
No. El paisaje es una construcción mental, posible por la mirada del hombre hacia un trozo de territorio. Al final, es el reflejo de nuestras miradas ideologizadas, exteriores e interiores, pragmáticas y artísticas, representaciones como objetos físicos, estados del alma como necesidades vitales. Paisaje es igual a mundo.
Será por eso que se ven allí intereses contrapuestos. Para algunos que haya ferias y mercados es una forma de inclusión social. Pero se excluye a otros que usaban la plaza para caminar, para estar tranquilos.
Benito Carrasco fue director de Paseos en tiempos de la Primera Guerra mundial. Era un socialista utópico, concuñado de Lisandro de la Torre. Había creado jardines de infantes a cielo abierto en las plazas, para las mamás que debían trabajar. Y con las olivas de todas las calles de la ciudad fabricaba aceite para los hospitales de la ciudad. Eso es inclusión. Lo de ahora es apropiación ilegal del espacio público en beneficio de unos pocos que obtienen rédito económico.
Berjman es gestual y apasionada, y al parecer no encuentra paisaje social que la calme. En su casa de Belgrano, en la misma que le pensaba enseñar a jugar a la rayuela a una de sus nietas, intento frustrado por un robo en el que ella y su marido quedaron de rehenes, hace esfuerzo por no enredarse con el cable del grabador. Y contar que es de Santa Fe, del barrio de la plaza San Martín, donde se subía al caballo del general y tenía un huequito en un árbol viejo para guardar sus cosas. Y que eran una banda de amigos que se juntaban allí.
¿Cómo ve ahora esa plaza?
No voy más, salvo por trabajo.

Fuente: clarin.com

ORÍGENES DE MAR DEL PLATA Y DE SU NOMBRE
1874 - 2012













 
DE IZQ. A DER., MONUMENTO A JUAN DE GARAY, EN BUENOS AIRES, REDUCCIÓN DE NUESTRA SEÑORA DEL PILAR, PATRICIO PERALTA RAMOS POR CARLOS MOREL.

 
ORÍGENES DE MAR DEL PLATA


El primer hombre blanco que llegó por tierra a estos lugares, fue Juan de Garay (el fundador de Santa Fe y segundo fundador de la ciudad de Buenos Aires). Fue en noviembre de 1581, que llegó a caballo acompañado de unos cuarenta soldados españoles. Tuvo una entusiasta impresión del lugar y la comunicó al rey de España en éstos términos: "Es muy galana costa y va corriendo una loma llana de campiña (la actual loma Santa Cecilia) y por algunas partes pueden llegar carretas hasta el agua. Es tierra muy buena para sementeras. Legua y media de la mar se acaba un tramo de cordillera que baja de la tierra adentro. Muestra grandes peñascos y en lo alto, campiñas y en la costa en algunas partes, descubre pedazos de peñascos donde hay gran cantidad de lobos marinos.

PRIMEROS VISITANTES



El primer visitante fue don Juan de Garay.


Con los años, el "Wager", uno de los barcos ingleses dedicados al saqueo de las colonias ultramarinas de España, fue uno de los seis corsarios enviados el 18 de septiembre de 1740 por el Almirantazgo inglés, bajo el mando del Comodoro Hanson, rumbo al océano Pacífico. Luego de muchos meses de navegación, naufragó en la costa chilena, a unas 200 millas al sur de Chiloé, el 14 de mayo de 1741. Gran parte de la tripulación llegó a tierra, rescatando luego restos del barco.
El carpintero Cummins, trabajó durante cinco meses y con la ayuda de sus compañeros construyó una especie de lancha-goleta. Esta pesaba alrededor de 23 toneladas y tenía 18 metros de eslora. Su construcción fue bastante precaria, pero como era preciso salvarse y no morir en esas tierras desoladas, cincuenta y nueve marinos se embarcaron en la nave, a la cual pusieron el nombre de "Speedwell" y en un bote auxiliar iban otros 12 hombres. Se disponían llegar a Brasil, país amigo de Inglaterra. Pero algunos, como Byron, abuelo del poeta, prefirieron quedarse en Chiloé. Fueron doce los que tomaron esta decisión.
En el "Speedwell", los cincuenta y nueve hombres iban hacinados. Apenas tenían alimentos. La travesía del Estrecho de Magallanes les llevó 45 días. Casi desnudos y hambrientos, los marinos morían de frío. La extraña goleta, aún así, estaba demasiado cargada y los más fuertes, que querían sobrevivir, abandonaron a doce de sus compañeros que iban en el bote auxiliar, en la costa del sur argentino. No se tuvo mas noticias de éstos. La tripulación siguió sufriendo toda clase de privaciones. Lo revela así la constancia registrada en el libro de navegación el miércoles 6 de enero de 1742, día en que falleció el contador Mister Thomas Harvey. Dice así: "Murió hecho un esqueleto por falta de comida. Este caballero es, probablemente, el primer contador de la Armada que ha muerto de hambre". En Puerto Deseado los restantes se aprovisionaron de agua y cazaron lobos marinos. Mar adentro navegaron el Atlántico Sur. Cerca de 20 días después, llegaron frente al actual Cabo Corrientes.
El cronista de a bordo recordaría: "Nos enajenamos de alegría al ver una tierra agradable y deliciosa. No tenemos nada que comer más que foca hedionda. Y aún eso la tienen veinte de los cuarenta y tres hombres que viven. No hay mas de quince que puedan mantenerse en pié".
Referencias históricas inobjetables, hacen saber que el 12 de enero de 1742 llegaron a nuestras costas y ocho de sus tripulantes utilizando una balsa improvisada, llegaron a la costa en busca de agua y alimentos. Los atrajo la cantidad de lobos marinos y caballos. La describieron así: "Punta baja y arenosa, continuada unas tres leguas mar adentro rumbo sudeste, por un banco...". El mal tiempo demoró el regreso de éstos al barco y entonces la goleta "Speddwell" siguió viaje abandonando a su suerte a los ocho marineros. No eran tiempos propicios para pensar en los demás. Ya habían abandonado a doce; ocho más no interesaba y siguieron hacia Brasil. Los nombres de los marinos abandonados fueron: Guy Broadwater, Samuel Cooper, Benjamín Smith, John Duck, Joshua Clinch, John Andrews, John Allen e Isaac Morris. Un estrecho barranco que techaron con una ramada les sirvió de refugio. Lograron agua fresca y se alimentaron con lobos marinos. Realizaron dos intentos para trasladarse a Buenos Aires, malogrados el primero por falta de agua potable y el segundo por la creciente de los arroyos de la zona. Broadwater y Smith fueron asesinados y Clinch y Allen desaparecieron.
Los cuatro restantes fueron sorprendidos por indios que realizaban un arreo de caballos. Duck, mulato nacido en Gran Bretaña, fue vendido como esclavo en la frontera cordobesa.
Los otros tres marineros ingleses, después de corto cautiverio, fueron entregados en Buenos Aires mediante rescate del encargado inglés de asiento de negros en Río de la Plata.
Así finalizó la verdadera odisea de los tripulantes del barco corsario inglés que encalló en Cabo de Hornos, figurando ocho de ellos, como los primeros visitantes en playas marplatenses.

HISTORIA


Patricio Peralta Ramos tenía 46 años cuando llegó por primera vez a esta región. Nació el 17 de mayo de 1814, en la casa de sus padres, ubicada en la calle San Martín entre Bartolomé Mitre y Rivadavia, ciudad de Buenos Aires. Era hijo de Juan José Porcel de Peralta (oficial del Regimiento Patricios) y de Hipólita Ramos. En el año 1860, contrajo enlace con Cecilia Robles y el matrimonio tuvo doce hijos. Patricio Peralta Ramos falleció el 25 de abril de 1887. Fue enterrado en el cementerio situado al lado de la capilla Santa Cecilia y un año más tarde, sus restos fueron trasladados al panteón que la familia posee en el cementerio de La Recoleta.
Patricio Peralta Ramos, fue tendero en Buenos Aires. Pero su gran fortuna la hizo durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas, al que no sólo había provisto de indumentaria para sus tropas, sino que también había apoyado participando de la Sociedad Popular Restauradora (Mazorca), desde el año 1842 hasta la caída del régimen.
Le legislación sobre tierras de la Provincia, otorgaba a Peralta Ramos el derecho de ubicar dentro de sus propiedades los "sobrantes fiscales", a fin de que el Estado provincial tomara una determinación sobre los mismos, que generalmente consistía en venderlos en subasta pública. Los vecinos que se oponían a Peralta Ramos (encabezados por José Chaves, posterior fundador del poblado de Balcarce), sugirieron que el poblado se ubicara en estos "terrenos fiscales", con lo que se ahorrarían los gastos de una expropiación, destinando ese dinero a la construcción de los edificios públicos y traza del poblado.
Ante esta situación Peralta Ramos, ágil para los negocios, ubicó los sobrantes de su propiedad fuera de los límites del partido de Balcarce. Los puso en las inmediaciones de la Laguna de Mar Chiquita (tierras bajas e inundables y dentro de la antigua estancia San Julián de Vivoratá), manteniendo su postura de fundar el poblado dentro de los límites del partido de Balcarce, donde no existían "terrenos fiscales".
En el año 1873, fallece la esposa de Peralta Ramos, doña Cecilia Robles. Esto lo afectó profundamente y aún antes de iniciar su gestión ante el gobierno de la provincia para la fundación del pueblo, destinó un terreno para la construcción de una capilla en honor de su esposa. Esa capilla que habría de ser uno de los templos más hermosos del país, fue construida con su propio peculio y fue erigida en 1873.
Así nació la capilla Santa Cecilia, el primer templo de Mar del Plata. El mismo Peralta Ramos, colaboró en la construcción del altar con tablas que habían sido depositadas en la playa y eran los restos de un naufragio. "El Honorable Concejo Deliberante, en su sesión del 18 de noviembre de 1897, sancionó una Ordenanza cuya parte pertinente era la siguiente: Art. 1. Habiendo el Excmo. e Ilmo. señor Arzobispo de esta Diócesis acordado el Patronato de este Pueblo de Mar del Plata a la gloriosa Santa Cecilia, declárase feriado para las dependencias municipales, el día 22 de noviembre de cada año".
Fue a partir de ese momento que, decididamente, Peralta Ramos gestionó ante Mariano Acosta, gobernador de la provincia de Buenos Aires, la fundación del pueblo.

ORIGEN DEL NOMBRE "MAR DEL PLATA"

Mar del plata tuvo diferentes nombres según la época:
1519: Fernando de Magallanes le dio el nombre: "Punta de Arenas Gordas".
1525: Loayza la rebautizó como: "Cabo de Arenas Gordas". Arenas gordas era por la gran cantidad de playa y médanos.
1575: El corsario inglés Francis Drake, le dio el nombre "Cape Lob" (Cabo Lobos), por la gran cantidad de lobos marinos existentes en el lugar.
1581: mes de noviembre. El primer hombre español que llegó por tierra a estos lugares fue Juan de Garay y lo llamó "muy galana costa", por la hermosura del lugar.
1746: 13 de noviembre. Se echan los cimientos de la misión de Nuestra Señora del Pilar, cercana a la laguna "Las Cabrillas", hoy llamada laguna de los Padres.
1819: Se funda la estancia Laguna de los Padres.
1838: La zona sur de la hoy Mar del Plata, se la denomina "Rincón de los Lobos", por la gran existencia de lobos marinos.
1839: A la hoy Mar del Plata, se la llama oficialmente "Puerto de Resguardo Laguna de los Padres".
1856: Se funda el saladero por Coelho de Meyrelles y se lo llama "Puerto Laguna de los Padres".
1860: 25 de septiembre. Coelho de Meyrelles vendió a Patricio Peralta Ramos sus estancias "Laguna de los Padres", "San Julián de Vivoratá" y "La Armonía", sumando un total de 136.425 hectáreas. Luego Patricio Peralta Ramos, compra a Benigno Barbosa el saladero. Todavía, la hoy Mar del Plata, se llamaba "Puerto Laguna de los Padres".
1873: Patricio Peralta Ramos poco antes de morir su esposa, Cecilia Robles, estando con ella mirando el mar sobre la loma norte (lugar donde poco tiempo después construiría la capilla San Cecilia), se quedó maravillado por el reflejo plateado del sol en el agua del mar y ahí se convenció que al pueblo que tenía deseos de fundar, le pondría Mar del Plata y fue éste el nombre que propone se le dé al pueblo, cuya fundación gestiona en su nota al gobierno provincial, el 14 de noviembre de 1873.
Dicho nombre "del Plata" además, ya se venía trayendo de historia. El Río de Solís o Mar Dulce, con el tiempo se lo llamó "Río de la Plata". También al Virreinato se lo llamó "Virreinato del Río de la Plata" y "Provincias Unidas del Río de la Plata" y la zona era denominada "del Plata".
Dicho nombre "del Plata", se originó por cuanto Buenos Aires era el puerto de salida de toda la "plata" (en un principio) y el oro después, que los españoles se llevaban a España. Estos minerales eran provenientes de las hoy naciones del norte de Argentina y del Oeste. Tal es el caso de Chile, Bolivia y Perú.
Así como el Río de la Plata, tomó ese nombre por la plata que por Buenos Aires salía hacia España, la Argentina tiene ese nombre por
"Argenta", que significa "plata" o "Argentífero", que significa "que contiene plata".
Por lo tanto, Patricio Peralta Ramos viendo los destellos del sol sobre el mar de la zona, asoció el tono plateado con "plata" y por ello puso al primitivo pueblo, el nombre "Mar del Plata";
"del" porque la zona era llamada "del Plata".

LÍMITES DEL PRIMITIVO PUEBLO

Los límites del primitivo pueblo propuesto por Peralta Ramos y aceptados, fueron: las hoy avenidas Libertad, Colón, Independencia y el mar.
El pueblo propiamente dicho, que legalmente debía comprender "cien manzanas, varas por lado cada una", alcanzó a contar con bastantes más, muchas de ellas, "incompletas" o "truncas"-como se decía entonces- a causa de los accidentes geográficos de este particular sitio.
Finalmente, los límites fueron ampliados y aceptados a:
1º) Al sudoeste: la hoy Avda. Juan B. Justo, que era una línea recta y que llegaba hasta la laguna "El Soldado" (hoy su altura es 10.900).
2º) Al el noroeste: una línea recta que nace en forma perpendicular a la Avda. Juan B. Justo y llega hasta el arroyo La Tapera, cortando a su paso, a la Avda. Luro a la altura del 10.700.
3º) Al noreste: El arroyo La Tapera hacia el mar.
4º) al este y sudeste, el mar.
Más allá de las primeras avenidas propuestas (se las llamaba en ese entonces boulevares), comenzaban las quintas de dos manzanas y luego las chacras, de cuatro, ocho, dieciséis y treinta y dos manzanas, respectivamente.
La causa de que Mar del Plata, esté donde está, de cualquier modo es la existencia de una suerte de bahía aparentemente apta para fundar un puerto, la hoy playa Bristol, con un arroyo que desemboca en ella, el arroyo Las Chacras (en ese entonces San Ignacio).
Mar del Plata, sin embargo, no es un caso típico de una ciudad pampeana.
Existían varios accidentes geográficos que pudieron dar lugar a otro tipo de traza.
En primer lugar la costa, sinuosa, choca inmediatamente con la cuadrícula y la altera.
En segundo lugar, el de Mar del Plata, no es terreno llano. Hay tres lomas, las de Santa Cecilia, Stella Maris y Divino Rostro, con cotas de 24, 44 y 48 metros sobre el nivel del mar, respectivamente, además de algunas otras elevaciones menores. Y en tercer lugar, había, en el año 1874, dos arroyos, el de Las Chacras, de importancia, y el Del Cardalito, de menor importancia y hoy desaparecido del casco urbano.
Estas características provocaron, gran cantidad de alteraciones que no se dan habitualmente en los pueblos bonaerenses. Aparecen así, gran número de manzanas "truncas" o "incompletas", es decir no cuadradas sino trapezoidales o triangulares, respectivamente, como las que hoy se pueden ver sobre las diagonales Alberdi y Pueyrredón, que cubren hoy al entubado arroyo Las Chacras, desde las Avdas. Colón e Independencia hasta el mar.
Aquí cabe una aclaración: desde las Avdas. Colón e Independencia hacia el oeste, el arroyo Las Chacras corre por debajo de manzanas de tipo común, aunque aparezcan al pasar dos pequeñas diagonales, Antonio Álvarez y Ovidio Zubiaurre, por ejemplo, que responden a la antigua presencia de su cauce. Por otra parte las lomas producen, a veces, fuertes pendientes en tramos de calles muy cortos.

TRAZADO DE LAS CALLES

Así fue, que los accidentes existentes no permitieron la implantación de un sistema demarcatorio ortodoxo y así se recurrió al "trazado de cordel" cuando corría el año 1874.
El joven agrimensor Carlos de Chapeaurouge de 28 años de edad (nacido en 1846), fue contratado por Patricio Peralta Ramos para demarcar las calles del pueblo. Éste, después de un detenido estudio, resuelve tratar el trazado de las calles a partir de la fachada de la capilla Santa Cecilia, edificada en el año 1873, pues era la única edificación verdaderamente bien construida.
Este trazado de rectas perpendiculares entre sí, se asentó, como una red que cayera desde lo alto, sobre el caserío del saladero, tomando como guía la fachada de la capilla.
Las pocas construcciones que constituían el saladero, cuya imagen se puede apreciar en el mural de Fausto Eliseo Coppini, de 1913, que fuera rescatado de la demolición de la casa de Eduardo Peralta Ramos (Av. Luro y La Rioja), y se exhibe ahora en el edificio de la Universidad, quedaron totalmente fuera de línea y poco a poco, fueron demolidas. El único edificio de la época que subsiste es, justamente, el hito que sirvió al agrimensor Carlos de Chapeaurouge, para iniciar su trabajo por ser la única obra de calidad en ese momento: la pétrea capilla de Santa Cecilia. Debido a que Chapeaurouge tomó el frente de la Capilla de Santa Cecilia como referencia para hacer la traza de la incipiente ciudad, en el año 1971, se la declaró a la Capilla Monumento Histórico Nacional.