Dice que si se quiere mantener el objetivo y el valor con que fueron hechas plazas y parques de Buenos Aires no se puede jugar al fútbol allí, ni ejercer la prostitución, ni tomarlas como feria.
Para Daniel dos Santos
Los generales nunca me cayeron simpáticos, aunque jamás conocí a ninguno. Todavía peor me sientan las generalizaciones, aunque cuando veo una plaza, un parque de esta bendita Buenos Aires tiendo a pensar, seguramente equivocado, que los argentinos atesoramos más vicios públicos que, si las tuvieramos, virtudes privadas. Y se me hace también, porque para cometer errores hay que ir hasta el fondo como se usa decir en cualquier investigación de un crimen eternamente irresuelto, que cuando algo -las plazas, los parques, la calle- es de todos sufrimos la manía de creer que, por eso, no resulta responsabilidad de nadie. Y menos, claro, de nosotros mismos.
No se puede imaginar el espacio público de Buenos Aires sin citar como al descuido, porque era afrancesado como sólo puede serlo un francés, a Carlos Thays, responsable del ochenta por ciento de esos espacios y de buena parte del arbolado porteño. Otro francés, Jean Paul Sartre, que nunca pisó este suelo y se dedicaba a existir y a pensar, sin dejar de actuar, en esa existencia dijo: “El fútbol es una metáfora de la vida”. Lástima que nadie lo interrogó por entonces ¿metáfora de qué son las plazas? Como nunca sabremos qué diría, la respuesta queda en manos de Sonia Berjman, doctora en Historia del Arte, en Filosofía, historiadora urbana, especialista en plazas y parques, con estudios en la UBA, en la Sorbona y en Harvard. Me sorprendió que dijera que las “plazas son vida, el macrocosmo llevado al microcosmo” y me dolió, pensando en algunas de ellas con mi visión pesimista, que explicara: “son el jardín del barrio, el jardín compartido por todos”.
¿Pero por una plaza se puede llegar a saber cómo pensó el que la hizo?
Un ejemplo. La plaza San Miguel de Garicoits en Colegiales se hizo durante la dictadura. El día anterior a su inauguración conté 70 columnas y 69 arbustos y árboles. La plaza de cemento simbolizaba la ideología de ese momento. El espacio público había perdido precisamente ese carácter porque la gente no salía a la calle. La plaza, que es para que la gente se relacione, estaba vacía.
¿No pasa ahora lo mismo? Porque la inseguridad aleja a la gente.
La inseguridad está cambiando la forma de vida de toda las ciudades del país. El espacio público se está transformando para los vecinos en un territorio que no usamos ni gozamos, sino que padecemos. Otro problema es que, por la crisis, mucha gente debe vivir a la intemperie y muchos buscan refugio en las plazas.
¿Qué tendría que estar permitido y qué prohibido en una plaza?
El patrimonio verde de Buenos Aires no es común. Ocho de cada diez plazas de la ciudad siguen el esquema de las plazas francesas, parisinas. Simplemente porque el 80 por ciento de las plazas lo hizo Carlos Thays. Y si se quiere mantener el valor de esas plazas debe respetarse el objetivo con que se hicieron. No se pueden reformar, no se puede jugar al fútbol, no se puede separar la basura. no se puede ejercer la prostitución, no se pueden poner entidades financieras ni instalar unidades hospitalarias deportivas para que la gente se revise y haga deportes. Yo en mi casa no planto un árbol en el living sino en el jardín.
¿En qué pensaba Thays cuando hacía las plazas?
Thays pensaba en París.
Un poco de historia. Hasta 1880 las plazas de Buenos Aires seguían el modelo hispano árabe que trajeron los españoles: plazas secas, sin árboles. De ahí en adelante, con la intendencia de Torcuato de Alvear se empezaron a ver las plazas con verde, como en la capital francesa, porque Buenos Aires quería ser la París del Plata.
¿Qué supone que piensa la gente sobre el espacio público?
Buena parte de la gente sólo sabe que está ahí y que hay que aprovecharse porque no es de ellos. No tiene conciencia de que es de cada uno de nosotros, pero también de todos. Creo que en 1902 salió la ordenanza de prohibido escupir en el suelo, y hasta este caos pasó mucho tiempo. Hay que empezar de nuevo a educar. Imáginese que Thays II (el hijo de Carlos y el director de Paseos que más duró en esa función) había hecho una plaza con piscina frente a Retiro para que la gente fuera a nadar allí en verano. ¿Cómo sería ahora?
Los hombres que miran el mismo paisaje ¿ven lo mismo?
No. El paisaje es una construcción mental, posible por la mirada del hombre hacia un trozo de territorio. Al final, es el reflejo de nuestras miradas ideologizadas, exteriores e interiores, pragmáticas y artísticas, representaciones como objetos físicos, estados del alma como necesidades vitales. Paisaje es igual a mundo.
Será por eso que se ven allí intereses contrapuestos. Para algunos que haya ferias y mercados es una forma de inclusión social. Pero se excluye a otros que usaban la plaza para caminar, para estar tranquilos.
Benito Carrasco fue director de Paseos en tiempos de la Primera Guerra Mundial. Era un socialista utópico, concuñado de Lisandro de la Torre. Había creado jardines de infantes a cielo abierto en las plazas, para las mamás que debían trabajar. Y con las olivas de todas las calles de la ciudad fabricaba aceite para los hospitales de la ciudad. Eso es inclusión. Lo de ahora es apropiación ilegal del espacio público en beneficio de unos pocos que obtienen rédito económico.
Berjman es gestual y apasionada, y al parecer no encuentra paisaje social que la calme. En su casa de Belgrano, en la misma que le pensaba enseñar a jugar a la rayuela a una de sus nietas, intento frustrado por un robo en el que ella y su marido quedaron de rehenes, hace esfuerzo por no enredarse con el cable del grabador. Y contar que es de Santa Fe, del barrio de la plaza San Martín, donde se subía al caballo del general y tenía un huequito en un árbol viejo para guardar sus cosas. Y que eran una banda de amigos que se juntaban allí.
¿Cómo ve ahora esa plaza?
No voy más, salvo por trabajo.
Fuente: clarín.com
No se puede imaginar el espacio público de Buenos Aires sin citar como al descuido, porque era afrancesado como sólo puede serlo un francés, a Carlos Thays, responsable del ochenta por ciento de esos espacios y de buena parte del arbolado porteño. Otro francés, Jean Paul Sartre, que nunca pisó este suelo y se dedicaba a existir y a pensar, sin dejar de actuar, en esa existencia dijo: “El fútbol es una metáfora de la vida”. Lástima que nadie lo interrogó por entonces ¿metáfora de qué son las plazas? Como nunca sabremos qué diría, la respuesta queda en manos de Sonia Berjman, doctora en Historia del Arte, en Filosofía, historiadora urbana, especialista en plazas y parques, con estudios en la UBA, en la Sorbona y en Harvard. Me sorprendió que dijera que las “plazas son vida, el macrocosmo llevado al microcosmo” y me dolió, pensando en algunas de ellas con mi visión pesimista, que explicara: “son el jardín del barrio, el jardín compartido por todos”.
¿Pero por una plaza se puede llegar a saber cómo pensó el que la hizo?
Un ejemplo. La plaza San Miguel de Garicoits en Colegiales se hizo durante la dictadura. El día anterior a su inauguración conté 70 columnas y 69 arbustos y árboles. La plaza de cemento simbolizaba la ideología de ese momento. El espacio público había perdido precisamente ese carácter porque la gente no salía a la calle. La plaza, que es para que la gente se relacione, estaba vacía.
¿No pasa ahora lo mismo? Porque la inseguridad aleja a la gente.
La inseguridad está cambiando la forma de vida de toda las ciudades del país. El espacio público se está transformando para los vecinos en un territorio que no usamos ni gozamos, sino que padecemos. Otro problema es que, por la crisis, mucha gente debe vivir a la intemperie y muchos buscan refugio en las plazas.
¿Qué tendría que estar permitido y qué prohibido en una plaza?
El patrimonio verde de Buenos Aires no es común. Ocho de cada diez plazas de la ciudad siguen el esquema de las plazas francesas, parisinas. Simplemente porque el 80 por ciento de las plazas lo hizo Carlos Thays. Y si se quiere mantener el valor de esas plazas debe respetarse el objetivo con que se hicieron. No se pueden reformar, no se puede jugar al fútbol, no se puede separar la basura. no se puede ejercer la prostitución, no se pueden poner entidades financieras ni instalar unidades hospitalarias deportivas para que la gente se revise y haga deportes. Yo en mi casa no planto un árbol en el living sino en el jardín.
¿En qué pensaba Thays cuando hacía las plazas?
Thays pensaba en París.
Un poco de historia. Hasta 1880 las plazas de Buenos Aires seguían el modelo hispano árabe que trajeron los españoles: plazas secas, sin árboles. De ahí en adelante, con la intendencia de Torcuato de Alvear se empezaron a ver las plazas con verde, como en la capital francesa, porque Buenos Aires quería ser la París del Plata.
¿Qué supone que piensa la gente sobre el espacio público?
Buena parte de la gente sólo sabe que está ahí y que hay que aprovecharse porque no es de ellos. No tiene conciencia de que es de cada uno de nosotros, pero también de todos. Creo que en 1902 salió la ordenanza de prohibido escupir en el suelo, y hasta este caos pasó mucho tiempo. Hay que empezar de nuevo a educar. Imáginese que Thays II (el hijo de Carlos y el director de Paseos que más duró en esa función) había hecho una plaza con piscina frente a Retiro para que la gente fuera a nadar allí en verano. ¿Cómo sería ahora?
Los hombres que miran el mismo paisaje ¿ven lo mismo?
No. El paisaje es una construcción mental, posible por la mirada del hombre hacia un trozo de territorio. Al final, es el reflejo de nuestras miradas ideologizadas, exteriores e interiores, pragmáticas y artísticas, representaciones como objetos físicos, estados del alma como necesidades vitales. Paisaje es igual a mundo.
Será por eso que se ven allí intereses contrapuestos. Para algunos que haya ferias y mercados es una forma de inclusión social. Pero se excluye a otros que usaban la plaza para caminar, para estar tranquilos.
Benito Carrasco fue director de Paseos en tiempos de la Primera Guerra Mundial. Era un socialista utópico, concuñado de Lisandro de la Torre. Había creado jardines de infantes a cielo abierto en las plazas, para las mamás que debían trabajar. Y con las olivas de todas las calles de la ciudad fabricaba aceite para los hospitales de la ciudad. Eso es inclusión. Lo de ahora es apropiación ilegal del espacio público en beneficio de unos pocos que obtienen rédito económico.
Berjman es gestual y apasionada, y al parecer no encuentra paisaje social que la calme. En su casa de Belgrano, en la misma que le pensaba enseñar a jugar a la rayuela a una de sus nietas, intento frustrado por un robo en el que ella y su marido quedaron de rehenes, hace esfuerzo por no enredarse con el cable del grabador. Y contar que es de Santa Fe, del barrio de la plaza San Martín, donde se subía al caballo del general y tenía un huequito en un árbol viejo para guardar sus cosas. Y que eran una banda de amigos que se juntaban allí.
¿Cómo ve ahora esa plaza?
No voy más, salvo por trabajo.
Fuente: clarín.com