En 1878, la estatua del político Giuseppe Mazzini, en Alem y Lavalle, generó polémica. Hoy está rodeada de modernas torres.
Por Eduardo Parise
En 1878, la estatua del político Giuseppe Mazzini, en Alem y Lavalle, generó polémica. Hoy está rodeada de modernas torres.
Dentro de dos meses exactos, se cumplirán 134 años de su
inauguración. Aquello ocurrió el 16 de marzo de 1878. El monumento es el
mismo pero su entorno cambió mucho. Por lo pronto, ya no lo rodea
aquella imagen bucólica de cielo abierto. El río quedó bastante lejos,
cubierto por calles, modernos edificios y los viejos muelles de Puerto
Madero, devenidos en paseo turístico para propios y extraños. Y las vías
del ferrocarril, cuya estación central estaba ahí en el Bajo, a unos
metros de la Casa Rosada, no sólo desaparecieron sino que cedieron su
lugar para una de las avenidas más transitadas de la Ciudad.
El
sitio, ahora lleno de árboles, ocupa la manzana de Leandro N. Alem,
Tucumán, Bouchard y Lavalle y se denomina Plaza Roma, aunque alguna vez
fue conocida como Plaza Mazzini, en homenaje a la estatua de Giuseppe
Mazzini (1805-1872) colocada allí por iniciativa de residentes
italianos. El sitio elegido no era una casualidad: querían que, cuando
los nuevos inmigrantes procedentes de Italia llegaran a Buenos Aires,
tuvieran una imagen cercana a su historia.
Pero no todo era fácil,
porque en aquellos tiempos la imagen de Mazzini aún provocaba
divisiones en la gente: para algunos ese homenaje era una ofensa porque
esa persona había enfrentado a la autoridad del Papa Pío IX; otros, más
liberales, creían que se hacía justicia. ¿Quién fue ese político
italiano, al que algunos porteños denominan simplemente como “el hombre
de la silla”? Giuseppe Mazzini había nacido en Génova y a los 23 años ya
estaba integrado a los carbonarios, una especie de logia secreta que
con un criterio nacionalista pugnaba por lograr una Italia unificada
como república y libre de ingerencias extranjeras.
Según algunos
historiadores, la acción violenta de los grupos que lideraba fue la que
dio origen a la palabra mafia. Afirman que era el acróstico de la
expresión “Mazzini Autorizza Furti, Incendi e Avelenamenti” (Mazzini
Autoriza Robos, Incendios y Envenenamientos). Claro que no es la única
pero es la que la relaciona a esa organización con este hombre cuyo lema
de combate sostenía “Ni Rey, ni Papa; sólo Dios y el pueblo nos abrirán
el camino hacia el futuro”. Aquella actitud rebelde no sólo le costó
cárcel. En 1832 fue condenado a muerte y pudo huir primero a Marsella y
luego a Londres. En 1848 participó en movimientos revolucionarios contra
el Papa. Sin embargo, unos años después muchos nacionalistas optaron
por el criterio más moderado del rey Víctor Manuel II y de su primer
ministro, el conde Cavour, y la línea radical de Mazzini fue perdiendo
fuerza. El murió en Pisa (Italia) en marzo de 1872, después de volver en
forma clandestina de un exilio que le habían impuesto por un
levantamiento en Sicilia.
La estatua que lo evoca en la Plaza Roma
es obra del escultor italiano Giulio Monteverde (1837-1917), un hombre
que, entre otras actividades, fue maestro de nuestra Lola Mora, la gran
artista tucumana. Alguna vez hubo quejas por la ubicación y hasta se
pensó en un traslado. Lo único que se modificó fue la orientación ya
que, en un primer momento, la imagen de Mazzini miraba hacia la Casa
Rosada. Y sigue en su lugar de origen, igual que esa otra estatua que se
inauguraría en 1904 en la Plaza Italia, corazón del barrio de Palermo.
Es la que evoca a otro Giuseppe: Garibaldi, un joven que alguna vez tuvo
a Mazzini como referente. Pero esa es otra historia.
Fuente: clarin.com