ROSA MARÍA MALET:
"JOAN MIRÓ CAMBIÓ VEINTITRÉS CUADROS POR UNA HELADERA"




Malet convivió con los Miró a los 29 años y dirige la Fundació Miró. Ha dedicado su vida a estudiar al artista. Es historiadora del arte. 

¿Cómo recuerda a Miró?
Expresivo con los ojos y los gestos, pero parco en palabras y, cuando las usaba, era para crear imágenes. Este primer cuadro que ve –La masia– es su casa familiar de Mont-roig. Al final, se lo quedó Ernest Hemingway y se lo llevó a Cuba.
¿Eran amigos?
Y compañeros de cuadrilátero en París. Miró era buen deportista y se ejercitaba en el boxeo, como Hemingway, un gran púgil.
¿Cruzaron guantes los dos genios?
No tengo constancia, pero sé que Miró se llevó La masia a París para acabarla...
¡Está llena de vida!
Y anticipa los motivos mironianos: los astros y la tierra. Y entre los dos niveles: los pájaros y los animales. Pero era muy grande para venderlo (132x147 cm). Un marchante sugirió a Miró que lo partiera en ocho cuadros pequeñitos, porque "hoy los pisos son minúsculos y así lo podría vender mejor".
¡Ese sí que era un animal!
Hemingway al fin le pagó –poquito– por él.
¡Cuántas barretinas!
Es la serie Pagesos catalans, que pintó durante la dictadura de Primo de Rivera: en ella anticipaba su compromiso con los valores de la tierra, la cultura y la libertad.
Pero Miró no era de familia payesa.
Su padre era relojero, nacido en Siurana y su madre, mallorquina. Mantuvo con su padre una relación respetuosa pero fría. En sus cartas, Miró se afirma como artista frente al padre, quien lo presiona para que él, el hereu, fuera algo más serio que pintor.
Menos mal que le desobedeció.
La madre, en cambio, le enviaba sus ahorritos para que sobreviviera en París.
Los aprovechó.
Allí le atrapa el surrealismo, singularmente su amigo Breton, con quien se entusiasma y se rebela hasta el punto de que Miró llega a proclamar entusiasmado en uno de sus cónclaves: "¡Muera el Mediterráneo!".
¿...?
Infiero que era un modo de matar al padre por delegación en uno de los mitos fundacionales del noucentisme...
¿Acaso Miró veía su destino más allá de su origen?
Quiso enraizarse en lo más próximo, pero no para encerrarse, sino para abrirse al mundo con más fuerza y generosidad.
¡Y cuántas mujeres en su obra!
Su amigo Català-Roca refiere que Miró tuvo su primera experiencia erótica de niño cuando atisbaba cómo se desnudaba en la penumbra del camarote la matrona que lo acompañaba a la casa materna de Mallorca.
¿Miró fue fiel a su esposa?
Miró se casó, ya maduro, con Pilar Juncosa, en la que encontró a una compañera discreta y cariñosa que respetaba su espacio de creador y, sobre todo, le hacía la vida fácil.
¿Cómo lo sabe?
Lo pude apreciar cuando vivía con los Miró. Su hija, por cierto, se me quejó un día de que su padre era muy estricto con los horarios "de la nena".
Estos cuadros... ¡qué belleza!
Son las Constelaciones: Miró vendió a Pierre Matisse las 23 por una nevera eléctrica. Ya ve que Pilar era muy influyente.
¿Por eso el taller estaba impoluto?
¡Nooo! Miró no hubiera dejado nunca a Pilar entrar en su taller. Él de por sí ya era ordenado, pulcro, puntual, metódico y trabajador. La prueba es la ingente cantidad de sus bocetos, que custodiamos aquí.
Y este hueco... ¿No falta un cuadro?
Sólo hay fotos de Segador català en revolta del pabellón de la República –¡qué pena que se perdió!– en París. Este otro, anterior, ya expresa su compromiso antifascista y su sombrío presentimiento de la guerra: Home i dona davant un munt de excrements.
Título elocuente.
Alude a la frase de Rembrandt: "Entre la basura es donde hallo rubíes y esmeraldas".
¿Miró ya era universal en la guerra?
Sí, pero lo consagra su retrospectiva en el MoMA neoyorquino de 1940. Más tarde llega a vivir en Nueva York, donde manifiesta un interés –correspondido– por Pollock y el grupo de los expresionistas abstractos.
Esto es... es... es... Te deja mudo.
El tríptico Blau.
¿Y estas telas quemadas?
Miró experimentó con todo. Todo le interesaba. También el fuego. Se dijo que estos cuadros y sus agujeros eran una burla del artista hacía el negocio del arte y los millones que se pagan por las obras...
¿Y podría ser?
Tenía sentido del humor, pero no: aquí experimentaba con el fuego, como hizo con todos los elementos y texturas imaginables. Vea aquí la lona con que cubrían las uvas del carro de la vendimia: materialidad reveladora para él, aunque hubiera pasado desapercibida para cualquier otro mortal.
Une étoile caresse le sein d'une négresse...
Es una obra llena de poesía desde el título. Miró era un gran lector de poemas y frecuentó en París a Aragon, Leiris, Éluard... También este otro es revelador: Femme poignardée par le soleil récitant de poèmes fusées en formes géometriques du vol musical chauve-souris crachat de la mer.
Es un poema avant l'image.
Y aquí tiene otro emocionante, su homenaje a Puig Antich: L'esperança del condemnat a mort... Y fíjese en sus Manos volando hacia las constelaciones...


Fuente: Revista Ñ Clarín

LEONARDO AL POR MAYOR




La muestra “Da Vinci: pintor en la Corte de Milán” exhibe un número jamás reunido de obras del genio florentino.

En alguna de las muchas variantes del gastado Cuestionario Proust aparece la siguiente pregunta: ¿A qué personaje histórico le hubiese gustado conocer? Si el elegido fuera el autor de “La Gioconda” , la exposición Leonardo da Vinci: pintor en la Corte de Milán será lo más cerca que uno pueda arrimarse a esa fantasía.
Organizada por la National Gallery de Londres –luego de cinco años de preparativos– la muestra reúne por primera vez en la historia casi la mitad de las veinte pinturas atribuidas a Leonardo, además de unos sesenta bosquejos, borradores y páginas dibujadas por el genio del Renacimiento.
Junto con las obras pertenecientes a la National Gallery y muchas prestadas por la reina Isabel II (dueña de la mayor colección de dibujos del artista florentino), hay otras cedidas por los Museos del Louvre, el Vaticano, el Hermitage, la Galleria dell’Academia y el Metropolitan Museum of Art, entre otros, además de piezas provenientes de museos, galerías y colecciones privadas de Milán, Budapest, Escocia, Viena, Cracovia, Berlín… Que todas estas obras jamás hayan sido expuestas conjuntamente explica por qué la venta de entradas por Internet agotó su cupo antes de la inauguración el 9 de noviembre, y que la única manera de conseguir alguna antes del cierre –el próximo 5 de febrero– sea armándose de paciencia durante un promedio de casi tres horas de cola para comprar por 16 libras alguno de los 500 pases diarios, como hizo este cronista.
La ambiciosa idea de empalagarse de Leonardos comenzó cuando la National Gallery concluyó la restauración de “ La Virgen de las rocas” , la segunda versión de esta obra realizada por Da Vinci durante su estadía en el ducado de Milán entre fines de las décadas de 1480 y 1490, contratado a sueldo fijo por Ludovico Sforza. Esto le permitió despreocuparse de vivir gracias a los trabajos por encargo, y dedicarse a explorar nuevas maneras de percibir y registrar el mundo, con especial atención a la anatomía humana, el alma y las emociones, como puede observarse al recorrer las siete salas dispuestas para la exposición, seis en el ala Sainsbury y una última dedicada exclusivamente a “ La última cena” , en la sala Sunley.
¿Por qué no reunir entonces, por primera vez en quinientos años, aquella obra recién restaurada con su melliza del Louvre, pintada por Da Vinci unos años antes? ¿Y por qué no sumar ya que estamos el “ Retrato de un músico” de la Biblioteca Ambrosiana de Milán, el “ San Jerónimo” del Vaticano, “ La dama del armiño” de la Fundación Czartoryski de Cracovia y la “ Belle Ferronnière” también del Louvre? ¿No sería también una buena oportunidad para exhibir por primera vez en público el “ Salvator Mundi” , un retrato de Cristo perteneciente a una colección privada y que fue atribuido a Leonardo recién a mediados de este año (el mismo que en 1958 había sido vendido en una subasta por sólo 45 libras)? ¿Y si de paso se aprovechan todos los borradores y bosquejos sobre “ La última cena” para exhibirlos junto con la copia en tamaño original realizada por su discípulo Giampietrino? El viento de los siglos logró el milagro. A cada paso se respira belleza, genialidad, asombro, incredulidad, éxtasis, eternidad. Quizá sea en sus dibujos, algunos en papeles diminutos, otros abarrotados de ideas sobre anatomía, arquitectura o el perfil de un rostro, todo en un mismo rectángulo de papel, donde más puede asomarse el visitante a la tormenta de pensamientos e intereses simultáneos que acosaban su espíritu sensible y su talento privilegiado.


Fuente: Revista Ñ Clarín

EL COLOR DE LOS PRIMEROS JUEGOS




Una muestra de Juan Stoppani reúne trabajos con el espíritu lúdico del Di Tella. El artista juega con las formas y el color como solía hacerlo en la infancia. 


Un rato antes de lo previsto, llego a la muestra de Juan Stoppani: me decido a dar una vuelta. Es curioso: para mí, Puerto Madero, un sitio que podría pensarse sin demasiada historia, está lleno de recuerdos. Ahí está el mismo puente que crucé miles de veces, ese que hoy lleva al Museo Fortabat, al Faena Arts Center, a los restaurantes de esa especie de barrio impersonal. Conservo intacto el recuerdo de cuando nos subíamos al puente giratorio. Había que saltar justo en el instante en que empezaba a dar paso al barco. Cruzábamos sobre el puente en movimiento, mientras giraba. Y había vértigo. Y alegría. Ahora, ahí mismo, una barrera y un semáforo impiden semejante proeza. Para mí, Puerto Madero sigue siendo el campo de deportes, el test de Cooper al límite del desmayo, el colegio, lo que quedaba de infancia. Y ese puente fantástico.
Camino junto al río hasta Juan Stoppani. De París a La Boca, en el Pabellón de las Bellas Artes de la UCA. Extraña sensación: por un instante, sigo arriba de ese puente. La sala está llena de grandes mesas, flores, sillas: cuando llega, Stoppani, asombrado, le consulta al guardia por qué están ahí. Hubo un almuerzo de la UCA y dejaron las cosas; luego las sacarán. El artista se lo toma con increíble calma.
De “la banda del Di Tella”, Stoppani hizo pie sin escala en París, donde vivió entre 1968 y 2009. Hizo escenografías y vestuario para teatro, se metió a trabajar a pleno con el grupo TSE, dio clases en la Escuela de Artes Decorativas de París y en el Instituto de Moda, donde impulsó a los alumnos, por ejemplo, a organizar desfiles con ropa hecha con diarios, creó diseños de telas para Yves Saint Laurent y Emanuel Ungaro, y hasta incursionó en la actuación. “Agradezco mucho el espíritu que me dio el Di Tella: fue una experiencia única, una época que no se va a dar de nuevo. Pero, hay que decir que no nos preparó para vivir del arte: nadie que hacía algo allí pensaba que algún día había que vender. Yo destruí toda mi obra. Los pianos los volví a hacer cuando me los pidieron (en 2010, para Pop! La consagración de la primavera, en el Espacio de Arte - Fundación OSDE)”.
Antes de partir a París, y de destruir sus obras, el joven Stoppani mostró en el Di Tella “Todo lo que Juan Stoppani no se puede poner”, instalación con foco en los colores. Una mujer vestida de blanco, con un turbante azul de unos 200 metros que cubría el instituto, estaba sentada junto a unas manzanas verdes que, imprevistamente, el público empezó a comer.

 PONCHO. Acrílico sobre tela, 140 x 140 cm.

Y cuando “El Baño” de Roberto Plate, en Experiencias del 68, fue clausurado, el turbante terminó en la calle Florida junto a las obras del resto de los artistas. “A los dos o tres días me citaron en la comisaría, yo ya había contratado a un abogado por las dudas: sólo estuve un día preso”, recuerda el artista. Y ese mismo año, en la exposición Nuevo ensamble en el MNBA, presentó una instalación con zapallos, tubo de neón y nube de tul celeste. “Se llamaba –señala– ‘Para usted’: por el color, era perfecto”.
Stoppani construye por planos de color, a veces por contraposición de complementarios. Las superficies plateadas, doradas y los azules, verdes y rojos saturados se vuelven alegría, risa, juego. Se despegan del soporte hasta hacer vibrar la retina.
Cuenta Stoppani que las imágenes para sus obras se le aparecen cuando cierra los ojos, a veces son sus propios sueños, como esos inolvidables pianos: uno con plumas de colores, otro forrado de terciopelo blanco y el tercero con papel imitación mármol. “Los hice porque uno de los sueños de mi vida era ser pianista”, dice. Y ahí nomás, para que no quedaran dudas, el arquitecto Stoppani diseñó y construyó sus pianos pop, camp y kitsch, y los mostró en el Di Tella.
Con economía de recursos, la suya es una obra de base geométrica que condensa frescura sin ningún tipo de pretensión. Y ahora, mientras recorremos su muestra, lo dirá: “Me interesa la pintura por la pintura misma”. No busca Stoppani racionalizar lo que hace ni se fija en eso de las Bellas Artes y las artes menores: pasó del Di Tella al mundo de la moda y en sus pinturas y objetos no se privó de meterse con elementos de la cultura popular (como ese Homero que abre la muestra o los diseños ligados a la moda).
Algunas pinturas recuerdan  las baldosas de cerámica que diseñó para su casa en La Boca; otras tienen motivos similares a los que hizo para las telas. Stoppani juega, imagina, disfruta: ahí está ese ponchito pop, el zapato deformado, orgánico, fragmentado y las figuras en chapa que el artista define como juguetes y que condensan distintas expresiones.

 HOMERO, 2010. Resina, 40 x 40 x 100 cm.

Tienen algo del cómic y, acaso, algo de esos muñecos que el artista recuerda que le fascinaba ver en las jugueterías. “A veces les pongo nombres, como si fueran personas que existieron”, dice Stoppani y señala: “Godofredo, Jacinto, Luis Felipe (no es Yuyo, aclara), Adalberto… A este le pusieron Maximiliano, pero se equivocaron, te voy a presentar a Maximiliano, está más allá…”
Se exhibe la maqueta del telón que hizo para Le Frigo, de Copi. Stoppani aún conserva en su casa aquel telón pintado a mano de 14 metros por 6, que le regaló la familia del dramaturgo a su muerte. Está también la serie de dibujos que hizo en Francia, los proyectos en témpera para sus personajes, y un biombo, obra reversible con múltiples bastidores, donde se cuela alguno de sus personajes.
A un costado de la sala, están sus geniales astronautas que se expusieron en Galería del Infinito en la última edición de arteBA. Con estética vintage, son como juguetes antiguos. Cero ostentación y high tech. La primera versión de los astronautas se expuso en 1964, en Buen viaje, en una sala empapelada de color plateado y con hielo en el piso, en el taller de la calle Pacheco de Melo que el artista compartía con Alfredo Arias y Susana Salgado.
“Lo que hago me produce placer –dice el artista–, eso me ha quedado de cuando empecé de chico a hacer piezas en cerámica”. Con los colores sello Stoppani todavía en la retina, me voy de la muestra. Afuera, espera el puente fantástico.

FICHA
Juan Stoppani
De París a La Boca

Lugar: UCA, Pabellón de Bellas Artes, Av. Alicia M. de Justo 1300.
Fecha: hasta el 30 de enero.
Horario: mar a dom, 11 a 19 .
Entrada: gratis.


Fuente: Revista Ñ Clarín

PAGÓ 17 MILLONES DE DÓLARES
POR UN CUADRO QUE RESULTÓ FALSO




Litigio contra una conocida galería de Nueva York que vendió a un belga una obra atribuida a Pollock. El local cerró y ahora sospechan sobre otros cuadros. 

El multimillonario belga Pierre Lagrange tuvo un año difícil. En septiembre, este ex gerente de Goldman Sachs y JP Morgan se asumió homosexual y decidió divorciarse. Según él, la decisión fue de común acuerdo y en excelentes términos, pero podría costarle la mitad de su fortuna personal, valuada en 550 millones de dólares. Quizás por eso –y porque entre otras excentricidades el hombre creó un fondo de inversión para la película Avatar y donó 80 mil dólares al partido conservador de Gran Bretaña, donde vive– decidió desprenderse de un cuadro de Jackson Pollock, de 1950, por el que en 2007 había pagado 17 millones de dólares. La casa de subastas Christie´s le dio la peor noticia: el cuadro era falso. La novedad no sólo sacudió al magnate damnificado, también fue un cimbronazo para todo el mercado de arte internacional.
La mala suerte de Lagrange no se acabó ahí. Cuando el 2 de diciembre demandó en un juzgado federal de Estados Unidos a la hasta ahora prestigiosa galería neoyorquina Knoedler & Company –donde había adquirido el cuadro– se enteró de que la casa, de 165 años de trayectoria, había cerrado para siempre dos días antes, después de recibir un peritaje de la obra solicitado por Lagrange. El informe indicaba que en la pintura se utilizaron materiales inventados después de 1950, año en el que está fechado el supuesto Pollock. La querella es también contra Anne Freedman, ex directora de la galería y responsable de la venta, y contra Julian Weissman, empleado de la galería.
Ahora, el FBI investiga la posible falsificación de otros 18 cuadros vendidos –adjudicados a Willem de Kooning, Pollock, Robert Motherwell, Franz Kline y RichardDiebenkorn, entre otros. Todos ellos fueron acercados a la galería por la misma intermediaria, Glofira Rosales. Esta mexicana de 55 años residente en Long Island se negó a declarar. “Ella sostiene que no ha hecho nada malo”, señaló su abogado en declaraciones a The New York Times. Según el diario neoyorquino, Rosales estaría asociada al español José Carlos Bergantiños Díaz, un empresario y coleccionista con presuntos antecedentes por falsificación.
“Tengo todas las razones para creer que estas obras son auténticas”, señaló Freedman desde el estrado. La galerista agregó que Rosales le aseguró que los cuadros habían sido comprados directamente a los artistas. Sobre el informe de los expertos aclaró que es habitual que los fabricantes de pinturas distribuyan materiales experimentales entre los artistas, antes de que éstos sean incluso patentados. “No me estoy defendiendo. Estoy defendiendo el arte en el que creo”, añadió Freedman.
Hace diez años,Knoedler & Company había vendido otro sospecho lienzo de Pollock, de 1949.Pero luego de que el comprador Jack Levy –otro ex directivo de Goldman Sachs– no pudo autentificar la obra, la galería le devolvió los 2 millones de dólares que había pagado. El productor teatral canadiense David Mirvish adquirió esa obra, pero defendió a Freedman. “Si el Pollock de Lagrange no lo es, tanto Freedman como yo hemos sido engañados y demandaremos a otro”, dijo.
En 2009, la obra de la polémica se ofreció al magnate Samuel Irving Newhouse Jr, pero el experto en Pollock Eugene Victor Thaw le sugirió que la obra era falsa. “Nunca creí que ese cuadro hubiera sido pintado por Pollock”, sentenció Thaw, de 84 años, en una declaración jurada. Sin embargo, los abogados de la galería presentaron una cita anterior de Thaw en la que el experto sostendría que no podía dar una opinión concluyente al respecto.
En febrero pasado la galería Killala Fine Art, había denunciado a Weissman por haber certificado la autenticidad de un Motherwell.
La decisión de cerrar la galería fue intempestiva. Una muestra para el 14 de enero siguió anunciándose los días siguientes. Un contestador atendía el teléfono “Estamos abiertos, pero no podemos responder”. En realidad, no podían explicar.

Fuente: Revista Ñ Clarín

DEMOLEDORES VS. PROTECTORES





JOYA. EL PALACIO DE LOS LIRIOS, RIVADAVIA 2009, CONSTRUIDO EN 1907 POR EL ARQUITECTO EDUARDO RODRÍGUEZ ORTEGA.


Por Miguel Jurado - Editor Ajunto Arq.

Ayer me llamó mi amigo Gastón desesperado. “No se va a poder construir más nada en Buenos Aires”, me gritó por el teléfono como si le hubieran robado el arbolito de Navidad. Apenas se calmó, llegué a entender que estaba caliente porque una jueza prohibió la demolición de edificios anteriores a 1941 hasta que se trate la ley que reglamenta los derribos de edificios de más de 70 años. “Bueno, tranqui, eso se va a arreglar”, intenté calmarlo. “Qué tranqui ni tranqui, iba a construir un edificio en la casa de mis abuelos y ahora, todo para atrás”, me dijo y empezó con su clásica defensa de la libertad de mercado y el rosario anti regulaciones porque resultan dañinas para los negocios, el crecimiento y el progreso de la ciudad (en ese orden).
“El constructor me dijo que esperáramos a fin de año para hacer la demolición y ahora intervino una jueza. En este país no hay seguridad jurídica. Así no va a invertir nadie. Están judicializando la economía”, tiró. Su recital de lugares comunes colmó mi paciencia. Tratando de conservar el espíritu navideño de las festividades, quise explicarle que la medida cautelar impide lo que sería el Festival Veraniego de la Picota; porque, desde 2007, la Ley 2548 protege a los edificios construidos antes de 1941 y ahora, al terminarse la norma y sin una que la sustituya, propietarios y desarrolladores aprovecharían esta suerte de “piedra libre” para derribar todo, no sea cosa que en cualquier momento vuelvan a controlar las demoliciones. “Para las autoridades ya se hizo una buena catalogación de los edificios que merecen conservarse”, contraatacó Gastón. “Sí –le dije–, pero para algunos vecinos no alcanza con haber protegido el 5 % de los 130 mil inmuebles involucrados”. Me cortó en medio de la explicación del valor social del patrimonio arquitectónico y la identidad urbana.
Me quedé pensando en que Buenos Aires debe tener unas 12 mil manzanas y de que la Ley 2748 estuvo vigente más de cuatro años, tiempo suficiente como para consensuar con vecinos y especialistas qué edificios proteger. Y otra cosa, al tipo que no le dejan derribar su casa porque tiene un valor patrimonial, debería compensarlo de forma concreta. A todos nos gusta Buenos Aires, pero no es justo que el esfuerzo de su conservación lo paguen algunos.
En ese momento me llamó El Cuervo: “Che, recién me llamó Garcón (así lo llama por su legendario egoísmo), está como loco porque no le dejan demoler la casa de la abuelita ¡Ja!”. Noté un toque irónico en sus palabras, creo que lo disfrutaba. Después siguió argumentando en contra de las demoliciones: “No puede ser que sigan derribando el patrimonio de la ciudad, corrompiendo su identidad urbana, la codicia del negocio está terminando con joyas de la arquitectura…”. Hasta ahí lo aguanté. Una mezcla de sentido de la justicia y culpa por lo mal que había tratado a Garcón (perdón, Gastón) me empujó a condenar los criterios ultra conservadores que piensan que la mejor arquitectura es la de nuestra oligarquía. Le dije que frenar las demoliciones de edificios anteriores al 41 es tan arbitrario como proteger a los del 45, 42 o 63. Que circunscribir la preservación a una fecha y un puñado de edificios no tiene ningún criterio urbanístico. Qué lo que hay que conservar es el entorno urbano de un lugar o de un barrio, proponer normas de edificación que lo mejoren, ordenen o refuercen su carácter. “Conservar por conservar es reflejo del miedo al cambio”, le tiré y eso le dolió en el alma porque El Cuervo es un revolucionario en estado vegetativo. Lo que vino después es irreproducible, bajo el título: Vos no me vas a decir a mí que soy un conservador, se despachó de tal manera que al cortar, me quedó la sensación de que con el tema de la preservación, había perdido dos amigos, uno por derecha y otro por izquierda.

Fuente: clarin.com

HAY PAÍSES QUE LE DAN IMPORTANCIA
A LA ENSEÑANZA DEL ARTE






Vista del maravilloso edificio de la Facultad de Bellas Artes de Dresden, Alemania.
Y está todo dicho.


HALLAN NUEVOS RESTOS
DEL PRIMER ASENTAMIENTO EUROPEO
EN LA ARGENTINA



Un equipo de arqueólogos encontró nuevos indicios del Fuerte Sancti Spiritu, fundado en el año 1527, en donde hoy se ubica la localidad santafesina de Puerto Gaboto.

Hallan nuevos restos del primer asentamiento europeo en la Argentina

El equipo de arqueólogos que investiga el primer asentamiento europeo en la Argentina, en la localidad santafesina de Puerto Gaboto, descubrió nuevos restos de la estructura del Fuerte Sancti Spiritu, "fuera de su límite original de exploración", por lo que su emplazamiento ocuparía un área mayor que la prevista.
Así lo reveló el arqueólogo rosarino, Guillermo Frittegotto, quien dijo que "por los elementos hallados en estos días, no hay dudas de que aquí estuvo el Fuerte Sancti Spiritu fundado en el año 1527 por Sebastián Gaboto, el primer asentamiento europeo en el país”.
El experto lidera el equipo de investigación, que es impulsado por el Ministerio de Innovación y Cultura de Santa Fe y por el Museo Histórico Provincial de Rosario “Dr. Julio Marc”, con la financiación del Consejo Federal de Inversiones (CFI).
El equipo de arqueólogos está integrado además por Cristina Pasquali, Gabriel Cocco y Fabián Letieri; las antropólogas Marina Benzi y Marcela Valdata, la conservadora Nancy Genovés y la historiadora María Eugenia Astiz.
En los últimos días los arqueólogos hallaron nuevas evidencias sobre el fuerte, en la localidad santafesina de Puerto Gaboto, situada a unos 70 kilómetros al norte de Rosario.

Fuente: infobae/telam