Representa la hermandad de Suiza y Argentina en un monumento, donde dos mujeres se besan tomadas de la mano.
El curioso beso de Palermo
Por Eduardo Parise
Se inauguró el 7 de junio de 1914, en un día frío, junto al Tiro
Federal que, por entonces, estaba en Palermo. Y aunque la instalación
se vinculaba con el Primer Centenario de la Revolución de Mayo, el lugar
tenía que ver con una tradición suiza: el tiro al blanco. Por eso el
monumento estaba coronado con la “Esencia del tiro”, un símbolo
patriótico suizo. Pero eso no era lo más llamativo. Lo que convocaba más
miradas era la imagen que representaba el amor eterno de dos países,
algo que hoy hasta resulta natural, pero que, en ese entonces era una
verdadera osadía: dos mujeres desnudas, sentadas sobre un globo
terráqueo y unidas por un beso.
Se lo conoce bajo el título de
“Suiza y Argentina unidas sobre el mundo” y está en una plazoleta en
medio de la avenida Dorrego, entre Figueroa Alcorta y Lugones. Es una
gran mole de más de diez metros del altura, realizada en bronce y
granito por Paul Amlehn (1867-1931) pesa más de 50 toneladas y llegó a
Buenos Aires embalada en unas 70 cajas transportadas en el vapor
Rheinfeld. Había sido encargada por la Sociedad Filantrópica Suiza,
formada por residentes de ese lugar en la Argentina, para adherir a los
festejos del Primer Centenario.
Es que los inmigrantes suizos
conformaban una comunidad importante. Se estima que desde las primeras
décadas del siglo XIX, hasta mediados del XX, medio millón de suizos
vivían en la Argentina. Y la mayoría provenían de la zona del Ticino, de
habla italiana. Entre ellos, dos cuyos apellidos dejarían huella en
nuestra historia.
El primero era Carlos Enrique Pellegrini, padre
de aquel vicepresidente que, entre 1890 y 1892, completó el período de
gobierno del renunciante Miguel Juárez Celman. La otra era una nena de
un año que había nacido en la aldea Sala Capriasca, el 29 de mayo de
1892. Se llamaba Alfonsina Storni, una mujer que tras residir con su
familia en San Juan y en Rosario (en la ciudad santafesina, para marcar
su independencia, trabajó hasta como costurera a domicilio y obrera en
una fábrica textil) se convertiría en un símbolo del modernismo en las
letras argentinas.
Pero volvamos al monumento. Cuando la sede del
Tiro Federal se mudó hacia Núñez, fue desplazado unos cien metros hasta
el lugar en el que se encuentra ahora, cerca del Club Alemán de
Equitación. Bordeando el cantero que lleva hasta el pie de la obra están
las 26 banderas de la Confederación Helvética, el nombre oficial que
por razones históricas aún mantiene Suiza (estado federal desde 1848) en
recuerdo de los helvetas, una de las muchas tribus celtas que habitaron
su territorio antes de los romanos.
La unión de la madura Suiza
con la joven Argentina, fundida en ese beso y en esas manos tomadas con
amor, quedó como referencia de los homenajes que recibió nuestro país en
los tiempos del Primer Centenario. Pero no fue el único regalo
monumental que sirvió para engalanar a la Ciudad, conocida entonces como
“la París de América del Sur”. De ese momento también están las obras
obsequiadas por españoles, ingleses, estadounidenses, franceses,
italianos, colombianos y hasta sirio-libaneses. Y también el monumento
“La riqueza agropecuaria argentina”, un trabajo artístico del escultor
Gustav Adolf Bredow. Lo donó la comunidad alemana y desde 1918 engalana
la plaza que lleva el nombre de esa república, en Palermo. Pero esa es
otra historia.
Fuente: clarin.com