Da Vinci, que habría sido homosexual, también se fascinaba con las mujeres, según este crítico británico.
GINEVRA DE’BENCI. EL RETRATO ROMPIO CONVENCIONES PATRIARCALES.
Por Jonathan Jones, THE GUARDIAN Y CLARIN
  
 
     
 
    
 
      
Hay algo muy obvio y descarnado en el retrato de Leonardo da Vinci de Cecilia Gallerani. La amante de dieciséis años del regente de Milán, Ludovico Sforza, 
acaricia un armiño. La criatura es blanca, suave y de rasgos angulares. 
Los académicos hablan de él como alegoría de la pureza. En mi opinión, 
tiene connotaciones fálicas, y el hecho de que ella la controle sugiere 
que controlaba a Sforza.
La Cecilia de Leonardo tiene hombros 
pequeños y redondeados, garganta pálida adornada con un collar negro, 
rostro alargado y una nariz soberbia. Mira a alguien que está a un 
costado, tal vez a su amante. Se percibe que no sólo Sforza adora a 
Cecilia. Parece que también al pintor le gustaría dormir con ella.
Este estudio será la gran maravilla de la exposición Leonardo, pintor de la corte de Milán
  en la British National Gallery, que se inaugura el mes próximo. Su 
llegada, desde Cracovia, nos presentará a otro Leonardo: el que amaba a 
las mujeres.
Que a Leonardo pudiera atraerle una mujer es una sorpresa. Desde el Renacimiento, los testigos indicaron que le gustaba rodearse
 de bellos jóvenes. Su homosexualidad ha sido un secreto a voces. En su 
juventud se lo acusó de sodomía, si bien nunca se lo procesó. Sin 
embargo, Leonardo, según lo confirman el relato de Vasari de su vida y 
los cuadernos del propio artista, vivió de manera abierta con una serie 
de jóvenes que encabezó Salai, el aprendiz a quien le dejó la Mona Lisa.
En 1910, Sigmund Freud publicó un estudio psicoanalítico en el que sostenía que  Leonardo era homosexual pero célibe
  y que sublimaba su erotismo por medio de una infinita investigación. 
Freud se basaba en un frío dibujo de una relación heterosexual que 
figuraba entre las notas de Leonardo. También es cierto que dibujó 
muchos estudios detallados del esfínter anal. Al morir, le dejó algunos 
trabajos a Salai, mientras que su último compañero, Francesco Melzi, 
heredó sus cuadernos.
CECILIA GALLERANI. PARA EL CRÍTICO JONES EL ANIMAL REPRESENTA UN FALO.
Esa visión es acertada, pero no completa. El
 pintor tuvo también apasionadas relaciones con mujeres, al menos en las
 telas. No era sólo que le gustaba pintar mujeres (de los cinco retratos
 que sobreviven, cuatro son de mujeres y el quinto es un joven músico). 
Tiene más que ver con la forma de representarlas: las mostraba como 
seres humanos completos. Mientras que los artistas del Renacimiento 
anteriores, cuando dirigían su atención hacia las mujeres parecían sólo 
obsesionados con la belleza externa. 
Mientras combatía las 
acusaciones de sodomía en Florencia, Leonardo, de veintiséis años, pintó
 un retrato de una joven que rompió con las convenciones patriarcales de
 su ciudad natal. Su Ginevra de’Benci  se vuelve para mirarnos, 
sus ojos serios se encuentran con los del espectador. Pertenecía a una 
acaudalada familia florentina, pero Leonardo la vistió para concentrarse
 en el rostro de la mujer. Da Vinci declaraba que además de ser bella, 
tenía “virtud”. Enmarcada por un arbusto espinoso de enebro, su rostro 
joven y seguro parece  expandirse y llenarnos la mente. Llaman la 
atención sus rasgos refinados pero adolescentes, y la fuerza de sus 
ojos.
Leonardo se trasladó a Milán en la década de 1480 y empezó a
 trabajar para Sforza como ingeniero, escultor y pintor. Pintó a las 
damas de la corte con el mismo sentido de fuerza interior que dio a 
Ginevra.
La Belle Ferronnière  (tal vez otra de las amantes
 de Sforza) mira por encima de un parapeto con aire misterioso. Las 
pocas mujeres ricas e independientes de Italia admiraban a Leonardo y 
aspiraban a ser sus mecenas. Los retratos de Leonardo son halagadores, y
 sobre todo la Mona Lisa, la esposa del comerciante florentino a
 la que arranca una sonrisa hipnótica. Sin embargo, al mismo tiempo, 
creó uno de los desnudos femeninos más provocadores del Renacimiento: 
hoy conocemos Leda y el cisne, de Leonardo, sólo a través de 
copias y bocetos, pero muestran que en las dos versiones que hizo -una 
de pie, otra agachada-, el objetivo era escandalizar.
Los artistas
 renacentistas anteriores eran muy pacatos en lo que respecta a sus 
desnudos femeninos. Pero la Leda de Leonardo, aproximadamente de 1504, 
tiene un cuerpo bien delineado y posa de forma sexy.
La propia sexualidad de Leonardo parece trascender el género. En su Virgen de las Rocas  hay un ángel cuyo género es imposible de determinar. Ningún otro artista renacentista se preocupó tanto por la androginia. 
Hablemos
 del recuerdo de infancia de Leonardo que fascinaba a Freud: un ave de 
rapiña descendía sobre su cuna, le ponía las plumas de la cola en la 
boca y las movía. ¿Acaso el temblor de esas plumas sigue presente en sus
 pinturas como un  infinito aletear del deseo?.
Traducción de Joaquín Ibarburu. 
Fuente: clarín.com