Es un trabajo de la Academia Argentina de Letras, hecho a
partir de consultas recibidas. Señala algunas particularidades del
lenguaje local, como usar “video” y no “vídeo” o escribir “fugaza”.
Por María Paula Bandera, ESPECIAL PARA CLARÍN
Sería un buen ejercicio que en base a lo que lee en esta nota,
trate de encontrar el error lingüístico de esta oración; pero si no lo
logra, podrá consultar el Diccionario argentino de dudas idiomáticas (DADI), que ya llegó a las librerías.
La obra, un trabajo de la Academia Argentina de Letras, se nutre de algunas de las entradas que figuran en el Diccionario Panahispánico de Dudas (DPD) –aquellas que son comunes a toda la región lingüística– y prescinde de las dudas que son exclusivas de otros países; por ejemplo, la palabra “ gilipollas ” que se utiliza para designar a alguien tonto o idiota, sólo se aplica en España, y por lo tanto no aparece en el diccionario local. Esta operación da como resultado “una obra de menor volumen (500 páginas frente a las casi 900 del DPD) manuable y fácilmente portátil en el portafolio del caballero o en la cartera de la dama”, señala Pedro Luis Barcia, presidente de la Academia Argentina de Letras.
En el rubro culinario, por ejemplo, las diferencias entre las dudas recogidas en el DADI y en el DPD son notorias. Para consultar cómo se escribe fugaza o fusili (así, se escriben así) deberá recurrir al diccionario local, mientras que si busca saber qué es el grog (una bebida de agua caliente azucarada y licor) encontrará la respuesta en la versión panhispánica.
A la hora de nombrar países o regiones también hay diferencias: el DPD registra la palabra Falkland como una opción para referirse a las Islas Malvinas, mientras que en la interpretación local sólo figura Malvinas, ya que, como señala Barcia, “Para un argentino no hay dudas de que las islas se llaman Malvinas, como originalmente fueron bautizadas. Aceptar otra designación es un caso de colonialismo toponímico”.
Además de suprimir dudas que no son habituales para los argentinos, el DADI se destaca por incluir alrededor de trescientas dudas que sí se presentan con frecuencia por estos pagos. Entre las más comunes figuran casos de concordancia, el uso de locuciones adverbiales y preposiciones, las conjugaciones de verbos irregulares y el significado de determinadas voces.
Barcia ejemplifica con algunos de los errores típicos de los hablantes argentinos: “‘Bajo este punto de vista’: nuestro hablante suele ver el punto de vista como un techito que lo cobija”, dice Barcia; lo correcto, en este caso, sería: “Desde este punto de vista”. Otros errores frecuentes: “Tengo un hambre negro”, suele escucharse, olvidándose de que el sustantivo ‘hambre’ es femenino. O: “Mi cónyugue”, en lugar de “cónyuge” (atados al mismo “yugo”: el matrimonio).
Las dudas que aparecen en el Diccionario son reales, ya que se trata de consultas que la Academia Argentina de Letras recibe a diario por correo electrónico. Además de basarse en ese registro, el Diccionario se nutrió de “buenos libros de la especie como el DPD; el clásico Dicionario de dudas y dificultades de la lengua española, de Manuel Seco, los de José Martínez de Souza o los de Manuel Rafael Aragó, entre otros”, apunta Barcia.
Este trabajo, cuentan los autores en el prólogo, tuvo un punto de partido a mediados de los años ochenta, cuando una serie de notas periodísticas dio a conocer el trabajo que hacía el servicio de consultas telefónicas de la Academia de Letras. Con la difusión de esta tarea, la cantidad de consultas se multiplicó por diez y se diversificaron los consultantes: además de los habituales correctores, empezaron a llamar periodistas, agencias de publicidad, docentes y estudiantes.
Con el material generado, a comienzos de los años noventa la Academia confeccionó unos folletos que empezó a distribuir en actos públicos. Eran hojas impresas donde aclaraba algunas de las dudas más difundidas entre los argentinos. En 1992, juntaron esos folletos y se publicó un libro de Dudas idiomáticas frecuentes.
“Ese volumen impreso se constituyó así en el primer diccionario de dudas editado por una academia de la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE); pequeño, pero con el ADN de la especie”, cuenta Barcia.
Las dudas y errores son motivo de celebración, ya que a base de ellos se aprende. “Es altamente positivo que nuestros hablantes tengan dudas, ello señala que hay conciencia y preocupada responsabilidad por hablar correctamente la lengua común”, agrega Barcia.
Y si todavía no encontró el equívoco del comienzo, le damos una ayuda hasta que compre el diccionario: la respuesta al acertijo está unos pocos renglones arriba.
DÓNDE PREGUNTAR
La obra, un trabajo de la Academia Argentina de Letras, se nutre de algunas de las entradas que figuran en el Diccionario Panahispánico de Dudas (DPD) –aquellas que son comunes a toda la región lingüística– y prescinde de las dudas que son exclusivas de otros países; por ejemplo, la palabra “ gilipollas ” que se utiliza para designar a alguien tonto o idiota, sólo se aplica en España, y por lo tanto no aparece en el diccionario local. Esta operación da como resultado “una obra de menor volumen (500 páginas frente a las casi 900 del DPD) manuable y fácilmente portátil en el portafolio del caballero o en la cartera de la dama”, señala Pedro Luis Barcia, presidente de la Academia Argentina de Letras.
En el rubro culinario, por ejemplo, las diferencias entre las dudas recogidas en el DADI y en el DPD son notorias. Para consultar cómo se escribe fugaza o fusili (así, se escriben así) deberá recurrir al diccionario local, mientras que si busca saber qué es el grog (una bebida de agua caliente azucarada y licor) encontrará la respuesta en la versión panhispánica.
A la hora de nombrar países o regiones también hay diferencias: el DPD registra la palabra Falkland como una opción para referirse a las Islas Malvinas, mientras que en la interpretación local sólo figura Malvinas, ya que, como señala Barcia, “Para un argentino no hay dudas de que las islas se llaman Malvinas, como originalmente fueron bautizadas. Aceptar otra designación es un caso de colonialismo toponímico”.
Además de suprimir dudas que no son habituales para los argentinos, el DADI se destaca por incluir alrededor de trescientas dudas que sí se presentan con frecuencia por estos pagos. Entre las más comunes figuran casos de concordancia, el uso de locuciones adverbiales y preposiciones, las conjugaciones de verbos irregulares y el significado de determinadas voces.
Barcia ejemplifica con algunos de los errores típicos de los hablantes argentinos: “‘Bajo este punto de vista’: nuestro hablante suele ver el punto de vista como un techito que lo cobija”, dice Barcia; lo correcto, en este caso, sería: “Desde este punto de vista”. Otros errores frecuentes: “Tengo un hambre negro”, suele escucharse, olvidándose de que el sustantivo ‘hambre’ es femenino. O: “Mi cónyugue”, en lugar de “cónyuge” (atados al mismo “yugo”: el matrimonio).
Las dudas que aparecen en el Diccionario son reales, ya que se trata de consultas que la Academia Argentina de Letras recibe a diario por correo electrónico. Además de basarse en ese registro, el Diccionario se nutrió de “buenos libros de la especie como el DPD; el clásico Dicionario de dudas y dificultades de la lengua española, de Manuel Seco, los de José Martínez de Souza o los de Manuel Rafael Aragó, entre otros”, apunta Barcia.
Este trabajo, cuentan los autores en el prólogo, tuvo un punto de partido a mediados de los años ochenta, cuando una serie de notas periodísticas dio a conocer el trabajo que hacía el servicio de consultas telefónicas de la Academia de Letras. Con la difusión de esta tarea, la cantidad de consultas se multiplicó por diez y se diversificaron los consultantes: además de los habituales correctores, empezaron a llamar periodistas, agencias de publicidad, docentes y estudiantes.
Con el material generado, a comienzos de los años noventa la Academia confeccionó unos folletos que empezó a distribuir en actos públicos. Eran hojas impresas donde aclaraba algunas de las dudas más difundidas entre los argentinos. En 1992, juntaron esos folletos y se publicó un libro de Dudas idiomáticas frecuentes.
“Ese volumen impreso se constituyó así en el primer diccionario de dudas editado por una academia de la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE); pequeño, pero con el ADN de la especie”, cuenta Barcia.
Las dudas y errores son motivo de celebración, ya que a base de ellos se aprende. “Es altamente positivo que nuestros hablantes tengan dudas, ello señala que hay conciencia y preocupada responsabilidad por hablar correctamente la lengua común”, agrega Barcia.
Y si todavía no encontró el equívoco del comienzo, le damos una ayuda hasta que compre el diccionario: la respuesta al acertijo está unos pocos renglones arriba.
DÓNDE PREGUNTAR
La Academia Argentina de Letras tiene, desde hace años, un servicio de
consultas lingüísticas y etimológicas. Ahora, el método privilegiado es
el correo electrónico, de modo que quien tenga algo que preguntar y
quiera garantía de una respuesta experta, puede mandar un mail a:
consultas@aal.edu.ar.
¿CASTELLANO O ESPAÑOL?
Fuente: clarin.com
¿CASTELLANO O ESPAÑOL?
Esa es la cuestión. La polémica por cuál de los dos términos es
el más correcto para saber en qué idioma hablamos y escribimos 450
millones de personas en todo el mundo es tan vieja como el idioma y
siempre reaparece. El Diccionario argentino de dudas idiomáticas
acepta las dos voces, pero recomienda utilizar español, porque “carece
de ambigüedad” (a pesar de que sirve como gentilicio de España) y es la
denominación del que se utiliza internacionalmente: spanish , espagnol , spagnolo
. Propone, en cambio, reservar el término “castellano”, al dialecto
románico nacido en el Reino de Castilla, o al dialecto del español que
se habla hoy en esa región.
Difícilmente zanjen la disputa.
PALABRAS EN DUDA
Difícilmente zanjen la disputa.
PALABRAS EN DUDA
Video o Vídeo
Video: sistema de grabación y reproducción de imágenes. Procedente del inglés video, se ha adaptado al español con dos acentuaciones, ambas válidas: la forma esdrújula vídeo y la grave video, mayoritaria en la Argentina y el resto de América.
Muzarela o Mozzarella
Adaptación grafica de la voz italiana ‘mozzarella’, queso fresco hecho originalmente con leche de búfala, acorde con la pronunciación del sur de Italia. Es la forma usual en la Argentina.
Ojear u Hojear
Ojear: mirar rápida y superficilamente (algo o a alguien). Deriva de ojo y no debe confundirse con ‘hojear’ (pasar rápidamente las hojas de una publicación o un libro), aunque en algunos contextos puedan usarse ambos verbos, cada uno con su sentido propio: Ojeó el libro (le echó una mirada rápida) y Hojeó el libro (pasó rápidamente sus hojas sin leerlas con detenimiento) Procrastinar o Procastinar Verbo transitivo derivado del latín “procrastinare”, cuyo significado es ‘posponer, diferir, aplazar’. Se lo suele simplificar erróneamente en la forma ‘procastinar’.
Mamá o Mama
‘Madre’. Procede del latín ‘mamma’, pronunciado [máma], y así se dijo en español hasta el silgo XVIII. Después, por influjo del francés, comenzó a extenderse la pronunciación aguda ‘mamá’, hoy general en el uso culto de España y América. La forma grave ‘mama’ persiste en el habla rural. El plural de ‘mamá’ es ‘mamás’, no ‘mamases’.
Extravertido o Extrovertido
Este adjetivo se formó con el prefijo de origen latino ‘extra-’, que significa ‘fuera de’. Por influjo de su antónimo ‘introvertido’ se creó la variante ‘extrovertido’, que es hoy la forma más usada. Ambas se consideran válidas.
Conciencia o consciencia Los términos ‘conciencia’ y ‘consciencia’ no son intercambiables en todos los contextos. En sentido moral, como ‘capacidad de distinguir entre el bien y el mal’ sólo se usa la forma ‘conciencia’. Con el sentido de ‘percepción o conocimiento’ se usan ambas formas, aunque se prefiere la grafía más simple. El adjetivo correspondiente, en todos los casos, es ‘consciente’ y su antónimo ‘inconsciente’.
La médica o La médico
El femenino es ‘médica’. No debe emplearse el masculino para referirse a una mujer: ‘la médico’.
Malvinas
Forma tradicional española del nombre de las islas situadas en el Atlántico sur 8...) No debe usarse en español el nombre inglés ‘Flakland (Islands)’. El gentilicio recomendado es ‘malvinense’.
Glamur o Glamour
Glamur: adaptación gráfica para la voz inglesa ‘glamour’, introducida en español a través del francés (...) También es admisible el uso de ‘glamor’. La forma predominante en la lengua culta es ‘glamour’. El adjetivo, en la Argentina, es ‘glamoroso’.
Video: sistema de grabación y reproducción de imágenes. Procedente del inglés video, se ha adaptado al español con dos acentuaciones, ambas válidas: la forma esdrújula vídeo y la grave video, mayoritaria en la Argentina y el resto de América.
Muzarela o Mozzarella
Adaptación grafica de la voz italiana ‘mozzarella’, queso fresco hecho originalmente con leche de búfala, acorde con la pronunciación del sur de Italia. Es la forma usual en la Argentina.
Ojear u Hojear
Ojear: mirar rápida y superficilamente (algo o a alguien). Deriva de ojo y no debe confundirse con ‘hojear’ (pasar rápidamente las hojas de una publicación o un libro), aunque en algunos contextos puedan usarse ambos verbos, cada uno con su sentido propio: Ojeó el libro (le echó una mirada rápida) y Hojeó el libro (pasó rápidamente sus hojas sin leerlas con detenimiento) Procrastinar o Procastinar Verbo transitivo derivado del latín “procrastinare”, cuyo significado es ‘posponer, diferir, aplazar’. Se lo suele simplificar erróneamente en la forma ‘procastinar’.
Mamá o Mama
‘Madre’. Procede del latín ‘mamma’, pronunciado [máma], y así se dijo en español hasta el silgo XVIII. Después, por influjo del francés, comenzó a extenderse la pronunciación aguda ‘mamá’, hoy general en el uso culto de España y América. La forma grave ‘mama’ persiste en el habla rural. El plural de ‘mamá’ es ‘mamás’, no ‘mamases’.
Extravertido o Extrovertido
Este adjetivo se formó con el prefijo de origen latino ‘extra-’, que significa ‘fuera de’. Por influjo de su antónimo ‘introvertido’ se creó la variante ‘extrovertido’, que es hoy la forma más usada. Ambas se consideran válidas.
Conciencia o consciencia Los términos ‘conciencia’ y ‘consciencia’ no son intercambiables en todos los contextos. En sentido moral, como ‘capacidad de distinguir entre el bien y el mal’ sólo se usa la forma ‘conciencia’. Con el sentido de ‘percepción o conocimiento’ se usan ambas formas, aunque se prefiere la grafía más simple. El adjetivo correspondiente, en todos los casos, es ‘consciente’ y su antónimo ‘inconsciente’.
La médica o La médico
El femenino es ‘médica’. No debe emplearse el masculino para referirse a una mujer: ‘la médico’.
Malvinas
Forma tradicional española del nombre de las islas situadas en el Atlántico sur 8...) No debe usarse en español el nombre inglés ‘Flakland (Islands)’. El gentilicio recomendado es ‘malvinense’.
Glamur o Glamour
Glamur: adaptación gráfica para la voz inglesa ‘glamour’, introducida en español a través del francés (...) También es admisible el uso de ‘glamor’. La forma predominante en la lengua culta es ‘glamour’. El adjetivo, en la Argentina, es ‘glamoroso’.
Fuente: clarin.com