UNA VISITA AL INCREIBLE PALACIO PAZ,
LA RESIDENCIA MÁS GRANDE DE LA CIUDAD



Tiene 140 ambientes y perteneció a José C. Paz, dueño de La Prensa, quien nunca llegó a habitarlo. 


UNA VISITA AL INCREIBLE PALACIO PAZ, LA RESIDENCIA MÁS GRANDE DE LA CIUDAD


El Palacio Paz es una de las joyas ocultas de la Ciudad. No lo es por su ubicación –frente a Plaza San Martín y a metros de edificios históricos como el Kavanagh y la Cancillería– sino porque en su interior guarda una sucesión de magníficos salones y la historia de una familia que invirtió doce años, de 1902 a 1914, en la construcción de lo que fue la residencia más grande de la Ciudad, pero cuyo dueño no llegó a habitar.
Fue José Camilo Paz el ideólogo de este palacio que tiene 140 ambientes, 40 baños y 12.000 metros cuadrados de superficie cubierta. Hacendado, diplomático y dueño del diario La Prensa (para el que construyó el emblemático edificio de Avenida de Mayo, ejemplo de la arquitectura de fin de siglo, hoy Casa de la Cultura), el hombre tenía puesta la vista en lo que sucedía en Europa. Desde allí hizo traer todas las piezas que se ven en el palacio: mármoles, herrería, arañas, ornamentos, muebles, pisos y faroles, entre muchas otras cosas. También el descomunal portón de cuatro puertas que da la bienvenida al palacio. Quizá el detalle más llamativo, porque la fachada del edificio, más bien sencilla, no se condice con su interior.
Se cree que José C. Paz tenía aspiraciones presidenciales. Pensó que el palacio podía transformarse en residencia oficial, cuando aún los presidentes de la Nación no contaban con una. Si bien no existen fuentes históricas que confirmen la versión, la grandilocuencia de los salones hace pensar que esta fue la idea primigenia. Y lo que refuerza esta pretensión es el Gran Hall de Honor, el lugar que termina por dejar boquiabiertos a todos los visitantes. Y también a los famosos, que lo eligen como puesta en escena (ver Ricky Martin...).
De arriba a abajo, el Gran Hall de Honor derrocha grandilocuencia. Tiene 21 metros de alto y el piso está conformado por mármoles y mosaicos italianos. La cúpula es un vitral que en el centro tiene la imagen de Luis XIV, el “Rey Sol”, como lo llamaban en Francia. Y algunos detalles dejan en claro lo minucioso del diseño: los mármoles que rodean las puertas que permiten el ingreso a las áreas privadas, en el primer piso, tienen vetas naturales que simulan cortinados.
Pero la muerte sorprendió a José C. Paz en el Principado de Mónaco en 1912, y el Gran Hall de Honor quedó inconcluso: los óvalos que rodean la cúpula quedaron vacíos, cuando los lineamientos de la época sugerían que allí debería haber un fresco.
Una serie de tragedias ensombreció la vida en el palacio. Al poco tiempo falleció también la viuda de Paz, Zelmira Díaz, y luego su yerno, que vivía en un ala del edificio junto a su hija, Zelmira, y cuatro nietos. Su hijo, Ezequiel, no tuvo descendientes. 


LA JOYA. EL GRAN HALL DE HONOR, CON 21 METROS DE ALTO Y PISO DE MÁRMOLES ITALIANOS.

Para los años en los que fue construido, el palacio aportó algunas innovaciones constructivas. Tiene 10 ascensores, tres de ellos en lo que eran las cocheras y las caballerizas (la única ala del edificio que fue derribada por el Círculo Militar, que lo compró en 1938 e instaló allí los espacios deportivos). Toda las áreas contaban con conexión eléctrica y calefacción central.
El Gran Hall de Honor es el último salón de la visita, coordinada por la guía Alicia Merlicco Pallarés. La anfitriona solo aporta datos útiles, lo demás queda librado a la imaginación de cada uno. Como qué haría doña Zelmira Díaz de Paz en una habitación de 146 metros cuadrados, o cómo convivirían las nueve personas que habitaban el palacio con las 70 que se ocupaban del mantenimiento.
 
Un escenario usado por varias estrellas


Ricky Martin grabó “Frío”, su último video, en el palacio. Al puertorriqueño se lo ve recorrer las escalinatas y la balconada del Gran Hall de Honor.
Los Babasónicos también lo usaron de escenario para uno de sus videos.
Y Susana Giménez grabó allí el musical de apertura de su programa.
Los salones también se pueden alquilar para eventos privados, como casamientos y bautismos y otros.

Fotos: Vea la galería completa en www.clarin.com

Fuente: clarin.com

COSTANERA SUR:
VANDALISMO Y OLVIDO DE UN MONUMENTO

DESDE LEJOS NO SE VE. A LA DISTANCIA, CUANDO LOS CAMIONES DEJAN ESPACIO PARA VERLO, SE APRECIA LA GRANDILOCUENCIA DEL MONUMENTO, CON MÁRMOL ROJO Y SUS FIGURAS DE BRONCE.


Aunque está compuesto por más de treinta figuras talladas en bronce, montadas sobre una gran estructura de mármol rojo, es difícil distinguirlo. Decenas de camiones –que esperan para descargar en el puerto– lo rodean y socavan su grandilocuencia. Se trata del monumento que el Estado argentino mandó a construir en honor a España para los festejos del Centenario de la Patria, en 1910.
Vandalizado y en estado de abandono, quedó relegado casi en un rincón de la Ciudad: el más extremo de la Costanera Sur, frente a la ex Ciudad Deportiva de Boca, muy cerca del ingreso al asentamiento “Rodrigo Bueno”.
El conjunto escultórico Monumento a España es obra del artista plástico argentino Arturo Dresco (1875–1961). Talló 31 figuras humanas que representan el espíritu conquistador del pueblo español en otros tiempos: “A España fecunda, civilizadora eterna”, dice una frase en el centro. Pero la mayoría de las tallas han perdido ya su fisonomía original.
En un extremo, a una figura masculina que yace junto a un cántaro, le cercenaron parte de sus brazos y las piernas, por encima de las rodillas. Y en el extremo opuesto, otra figura corrió la misma suerte: le cortaron la pierna izquierda y los dedos de pies y manos. Además, a otro grupo conquistadores le faltan los sables, y también se destacan los que “perdieron” los instrumentos musicales originales.
En definitiva, el monumento fue pensado para otro momento de la Ciudad. Aunque su construcción fue encargada para los festejos del Centenario de la Patria, en 1910, se inauguró 26 años después, cuando se pensó en esa zona de la Costanera como un paseo público de excelencia . A principios del 1900 se construyeron las avenidas y boulevares, para 1916 llegó la obra cumbre de Lola Mora –la Fuente de las Nereidas, muy cerca de allí– y en 1927 el complejo de cinco edificios del arquitecto húngaro Andrés Kálnay, entre ellos, el de la cervecería Munich (actual sede de la Dirección General de Museos de la Ciudad).
El contexto, ahora, es muy diferente. El conjunto monumental quedó en un rincón que casi no es transitado por los habitantes de Buenos Aires: rodeado por decenas de camiones que pueden esperar durante días para ingresar al puerto y descargar. Por eso, muchos choferes se reúnen alrededor de las tallas y pasan allí muchas horas. Hay restos de comida , hasta se ven utensilios de cocina y muchas veces olor a orina. “Hace cuatro años que descargo en esta zona del puerto.
Nunca vi que nadie lo limpiara, ni cortara el pasto de la plazoleta. A veces limpiamos nosotros, porque no nos gusta comer entre la basura y con olores”, contó Daniel, un camionero.

DESDE CERCA SÍ. A VARIAS DE LAS FIGURAS QUE INTEGRAN EL COMPLEJO MONUMENTAL LES FALTAN LOS BRAZOS Y LAS PIERNAS.

A pocos metros del monumento se encuentra el Observatorio Naval, un Centro de Inclusión Social porteño y la villa “Rodrigo Bueno”, que en los últimos años se extendió y su ingreso ya llega hasta la vereda del murallón de la Costanera.
“Está previsto un plan integral de recuperación y puesta en valor para el área. Pero para llevarlo a cabo hay que resolver el grave problema de inseguridad que se vive cotidianamente en la zona”, le dijo a Clarín el ministro de Ambiente y Espacio Público porteño, Diego Santilli. En 1992, el entonces presidente Carlos Menem había prometido mudarlo a la 9 de Julio y Avenida de Mayo. Pero el Monumento a España sigue olvidado, en el extremo Sur de la Ciudad.

Fuente: clarin.com

LAS DIAGONALES QUE FALTAN ESTÁN EN PARÍS



En Buenos Aires hubo un furor de proyectos para hacerlas a principios del siglo XX, sin atender al desarrollo urbano.


Por Miguel Jurado * * EDITOR ADJUNTO ARQ

Si te digo que Buenos Aires estuvo a punto de tener más diagonales que París no me vas a creer, pero fue así. Lo único que salvó a la ciudad de convertirse en un laberinto de calles torcidas fue que, acá, los planes urbanos se abandonan apenas empiezan.
Hace 150 años (sí, 150 años), los urbanistas deliraban por hacer diagonales: la reforma urbana de París, de mediados del siglo XIX, las había puesto de súper moda. Pero aquí se copia todo y tarde, para los festejos del Centenario (1910), el entonces intendente Carlos de Alvear contrató a Joseph Antoine Bouvard para que organizara la Exposición en Palermo. Más francés que una croissant, Bouvard estaba lleno de ideas y era una especie de topadora. Su primera acción como funcionario parisino había sido construir, en seis meses, 56 escuelas en distintos barrios de la capital francesa. Encima, acá llegó con todos los galones: exposiciones en París, Bruselas, Amsterdam, Chicago y Melbourne.
Alvear, fascinado con el franchute, le dio carta blanca. Por suerte, estuvo poco tiempo aquí, pero le alcanzó. En seis meses dejó listos los proyectos para la Exposición del Centenario, la futura Plaza del Congreso, un hospital de 2 mil camas y el desarrollo urbano de la Quinta de Hale, lo que hoy es la exclusiva zona de La Isla, entre Libertador, Las Heras y las calles Agüero y Agote. De paso, cañazo, antes de irse le tiró al intendente un par de ideas para una reforma integral de Buenos Aires, con un plano con 32 diagonales que tapizaban toda la Capital y hasta inventó diagonales para Rosario.
El plan fue de 1907 pero acá recién lo largaron para festejar el Centenario ¡Para qué! Fue un escándalo. A unos les parecía bárbaro: querían que Buenos Aires perdiera definitivamente el aire español de las manzanitas cuadradas para ganar ese perfume francés tan chic de las diagonales. Otros acusaban a Bouvard de improvisado y al plan de ser una especie de cosmética capilar ejecutada a golpes de piqueta.
Parece que ninguno de los grupos se equivocaba demasiado. Bouvard había colaborado con el ingeniero Jean-Charles Adolphe Alphand, encargado de los paseos y jardines de la reforma urbana de Georges-Eugène Barón Haussmann, el verdadero creador de la París que todos conocemos por las postales y las películas. Brazo ejecutor del Emperador Napoleón III, sobrino del Bonaparte original. En fin, Bouvard era la línea más directa del urbanismo de Napoleón que llegaba a Buenos Aires.
Por otro lado, el plano del francés hacía caso omiso de la topografía y de la historia porteña y sólo se concentraba en unir nudos focales embellecidos con monumentos y palacios. De hecho, la Diagonal Sur, que se basó en sus ideas, le sacó un pedazo al Cabildo sin ningún problema. Claro que antes, la Avenida de Mayo se había cargado el otro extremo.
El asunto es que el francés encendió un debate sobre cómo y dónde se debían hacer diagonales. Todo un disparate: la ciudad crecía al galope y nadie se ocupaba del desarrollo de los nuevos barrios. En 1904, tenía 900 mil habitantes, era más chica que la Rosario de hoy. En los seis años siguientes, la población aumentó un 50 por ciento ¿Te imaginás? Al mismo tiempo que los “geniales” urbanistas se divertían con cómo remodelar el Centro, al agrónomo Benito Carrasco le preocupaba el crecimiento planificado. Es que en esa época, el límite urbano eran las avenidas Callao y Entre Ríos: afuera había un gran campo con pueblos dispersos, como Flores y Belgrano, que se iban poblando.
Así es que los piolas del urbanismo perdían tiempo, tinta y saliva discutiendo si diagonales sí o diagonales no. Y Carrasco les decía: muchachos, no es por ahí. Hay que ocupar el verdadero centro, llevar los edificios de Gobierno de la Plaza de Mayo al corazón del territorio (para Carrasco, lo que sería hoy Parque Centenario). Nadie le dio bolilla. Era más bonito pensar en la París de Sudamérica. Bueno, ahí tenés, Buenos Aires explotó. Algunas diagonales se hicieron, otras ¡chau, pichu! Y el debate urbano se distrajo en otras cosas. El Centro se convirtió en un verdadero quilombo y si alguien te dice que esto se parece a París es porque no estuvo en París o porque quiere mucho a Buenos Aires.

Fuente: clarin.com

UNA ENTRAÑABLE MUESTRA
DEL MAESTRO SPILIMBERGO



Son grandes óleos, pasteles y obra sobre papel, que hasta ahora estaban en poder de la familia.


 

Por Mercedes Pérez Bergliaffa, ESPECIAL PARA CLARÍN

Despiertan amor, las obras del gran artista argentino Lino Enea Spilimbergo que se mostrarán al público a partir de hoy en la galería Coppa Oliver. Porque son humanas, porque son aparentemente sencillas y porque generan una fuerte sensación de proximidad. Pero sobre todo porque son sorprendentes, de un inmenso valor histórico. Hasta cuesta creer que todavía no pertenezcan a algún gran museo.
“Son pinturas importantes, que hasta ahora estaban en poder de la familia”, explica el galerista Ricardo Coppa Oliver.
Grandes óleos, grandes pasteles, y varias joyas sobre papel o bastidor que conforman un verdadero rosario de obras de arte. De entre ellas se distingue el desnudo femenino en tiza que Spilimbergo realizó en el taller de uno de los padres del Cubismo, André Lothe, cuando el argentino estudiaba con el francés en París, allá por 1925.
“El desnudo es un obra que hizo mi abuelo en el atelier de Lothe, donde estudiaba y trabajaba”, detalla el nieto del pintor, Leonardo Spilimbergo. “Mi abuelo era el único artista del grupo de París que no estaba en ese momento becado. Por eso por las tardes, tenía que trabajar para poder aprovechar al máximo su estadía en Europa. Al final terminó siendo una especie de ayudante de Lothe.” ¿Recuerda cuándo vio a su abuelo por última vez? Sí, fue cuando él volvió de París por un viaje corto (Spilimbergo estaba viviendo en Francia junto con su mujer). Un domingo de esos, fui con mi hermano a su taller y él nos sentó en el patio, con unas maderas y unas herramientas. Pero a mi hermano lo dejaba martillar y a mí no. Me enojé, porque yo quería usar el martillo.
La versión familiar del traslado del pintor a Unquillo dice que unos químicos con los que se limpió el atelier le hicieron mal. “El era asmático y tuvo entonces un ataque. Los médicos le dijeron que no estaba en condiciones de volver a Europa; en cambio, le recomendaron que se fuera a Unquillo, donde tenía una casita”.
La casita de Unquillo hoy es santuario obligado de todos los estudiantes de arte del país. Porque también se sabe que Spilimbergo se dedicaba al arte con todas sus fibras, de una manera exigente y severa, pero que de igual manera ejercía la docencia.
Por eso esta exhibición es, también, un reconocimiento a un maestro entrañable del arte nacional. Si la visita, usted podrá ver que él, Spilimbergo, desde su Autorretrato de verdes ojos italianos, parece estar interrogándolo todo, midiendo el mundo. Y a usted también. A usted.

Agenda:

Dónde: Galeria Coppa Oliver, Talcahuano 1287, “A”
Cuándo: Lun-vier de 10.30 a 19. Sáb. de 10:30 a 13.
Entrada: Gratis.

Fuente: clarin.com

EL QUIÉN ES QUIÉN DE LAS ESTATUAS

 
Secreta Buenos Aires


CIENCIA. SEIS PERSONALIDADES DE DISTINTO ORDEN, EN EL FRENTE DE LA SEDE CONSTRUIDA EN 1946.

Por Eduardo Parise

Si uno se guía estrictamente por los límites establecidos, las figuras están en Recoleta, el barrio que, según los que saben, es el que tiene más estatuas en la Ciudad. Pero si es por definición popular, la zona es parte del inexistente (para el catastro) Barrio Norte o bien integra el área del viejo Hospital de Clínicas. Como quiera que sea y se lo guste llamar, lo concreto es que las seis tallas están allí desde hace más de sesenta años y muchos nunca las vieron.
El edificio pertenece a la Universidad de Buenos Aires y alberga a la Facultad de Odontología. Fue construido en 1946, igual que varios de los que están en el sector. La entrada principal está en la calle Marcelo Torcuato de Alvear 2142 y allí es donde están las seis estatuas destinadas a recordar a personalidades de la ciencia. Pero como no están a ras del piso, suelen pasar totalmente desapercibidas.
Se cree que las colocaron en 1950 y, si se las mira de frente y de izquierda derecha, recuerdan a Galeno de Pérgamo, William Harvey, Wilheim Conrad Röntgen, Paul Ehrlich, Horacio Wells y Pierre Fauchard, figuras importantes para la historia, aunque poco conocidas entre los que cada día trajinamos Buenos Aires.
Y aunque no hay demasiados datos sobre los autores de esas estatuas, lo que sí abunda es la información sobre quiénes eran estos personajes y sus obras vinculadas con la ciencia. Veamos: Galeno de Pérgamo (130/200) fue un médico griego y se lo considera figura clave. Seguidor de la obra de Hipócrates de Kos, su obra más conocida ( El arte de la curación ) influyó durante siglos en la formación profesional. Su nombre es sinónimo de médico.
William Harvey (1578/1657), fue un médico inglés conocido por sus estudios sobre el sistema circulatorio y las propiedades de la sangre en todo el cuerpo. Se basó en las ideas de René Descartes y del español Miguel Servet.
Wilhelm Conrad Rötgen (1845/1923) fue un físico alemán que ganó el premio Nobel de Física en 1901. En 1895, trabajando con rayos catódicos, descubrió los Rayos X. Nunca quiso que llevaran su nombre, por cuestiones éticas rechazó patentes y donó el importe de su premio a la universidad donde trabajaba.
Paul Ehrlich (1854/1915) fue un importante bacteriólogo alemán quien en 1908 ganó el premio Nobel de Medicina. Realizó descubrimientos sobre la teoría de la inmunidad y en el campo de la quimioterapia.
Horacio Wells (1815/1848), fue un odontólogo estadounidense quien, en 1844, desarrolló el uso del óxido nitroso como gas anestésico para sacar las piezas dentales. Pero el fracaso de una prueba en 1845 le generó una gran depresión y dejó la odontología. Un año después, comenzó una disputa con otros profesionales por la patente del invento y en 1848 se suicidó.
Pierre Fauchard (1678/1761) fue un profesional francés a quien se considera el padre de la odontología moderna. Se formó como cirujano militar y su libro “El cirujano dentista; tratado sobre los dientes”(1728), se cataloga como el más importante de la especialidad.
Las estatuas en altura que recuerdan a estos científicos no son las únicas en Buenos Aires. Sin ir más lejos, en la Facultad de Medicina (Paraguay 2157) están las de Hipócrates, Bernard, Pasteur y Paracelso. Pero lo más curioso es el frente de la actual Facultad de Ciencias Económicas, sobre Córdoba. La escena representa a los médicos en medio de una intervención quirúrgica, algo extraño para la actividad que se desarrolla allí. Pero eso ya es en otro barrio (Balvanera) y esa es otra historia.

Fuente: clarin.com

EN EL PINCEL, UN MUNDO


Explorador


Conocido tanto por la excelencia de su técnica como por su rechazo a la exhibición pública, Ricardo Garabito es un empecinado defensor de los tiempos lentos de la pintura y del dibujo.


Los trazos del rostro emergen con suavidad, como si el pincel apenas hubiera rozado la tela. La sombra exacta en los ojos, el matiz afilado que otorga identidad a un paradójico desconocido (no sabemos quién es pero ¿sus rasgos acaso no son los mismos que vimos ayer, hoy mismo, en el subte, el colectivo, en cualquier calle porteña?).
El creador de estos particulares personajes vive en un caserón del barrio de Montserrat, en el que nada, absolutamente nada, sobra. El hogar de Ricardo Garabito (de 81 años), con sus paredes descascaradas, jardín al fondo y muebles en justa y necesaria medida, es de una austeridad que sólo se interrumpe en la mesa de trabajo, en los óleos, en la concienzuda tenacidad de quien desarrolla una técnica y la esculpe, la profundiza, no deja nunca de hacer de ella un hallazgo.
Allí, con dos tazas de café cargado y la bulliciosa compañía de sus perros, el artista recibe a LNR y advierte: "No puedo hablar de mi obra. Lo que no puedo decir con las manos, no lo puedo decir con la lengua."
Por si quedaran dudas, insiste: "Las muestras me sacan de mi eje. Siempre me peleé con los galeristas. Se creen que son ellos los que hacen al artista, y no es así."
Por cierto, no son muchas las muestras que Garabito, tan conocido por su renuencia a la exhibición pública como por la excelencia de su técnica, aceptó protagonizar sólo once exposiciones individuales a lo largo de su carrera, entre las que se cuenta una gran retrospectiva en el Museo Nacional de Bellas Artes, en 2007. Actualmente está presentando parte de su obra en el Malba: "Esta vez me fue muy bien -reconoce-. No me exigieron nada. Me trataron como si fuera un artista". Entonces el supuesto ermitaño, el aparente gruñón, se deshace en una sonrisa luminosa. La aclaración no es necesaria, pero la hace: "Tengo pinta de malo, pero soy bueno."
-En sus retratos, al menos, se percibe una mirada piadosa hacia los otros.
-No sé si piadosa. Comprensiva. Qué sé yo...
-¿Por qué dejó de dar clases?
-Mucho trabajo. Ya estoy grande. Pero a mis alumnos los sigo viendo, me siguen visitando. Mi relación con ellos siempre fue con humor. Claro que, cuando había alguien que no entonaba, un color que no entraba en el grupo... ¡afuera! [risas]
Lo que Garabito no cuenta es que por sus talleres pasaron los hijos de artistas de la talla de Rómulo Macció o Jorge Demirjián, quienes no dudaron en impulsarlos a tomar clases con el evasivo pintor de Montserrat.
-¿Realmente nunca nadie lo convence de que vaya a alguna inauguración?
-Me llegan invitaciones, pero no voy. Hay poca pintura hoy, poco dibujo. Todo es instalación. Yo les decía a mis alumnos: "¿Qué hacen acá, pintando?"
-¿Qué le respondían?
-Se reían... Yo les daba la posibilidad de que se fueran. Porque hay un olvido de los siglos de pintura hecha a mano, de la sensualidad de poner el color.
Cuando la inspiración no llega, Garabito riega el jardín, trabaja la tierra, poda las plantas. Eso es lo suyo. Tanto como los vecinos con los que habla medianera de por medio, o el canillita al que a veces le cuida el puesto de diarios. "Este es un micromundo silencioso", describe, mostrando el lugar justo, frente a los ventanales con vista al jardín, en donde se planta cada día, a trabajar. "Para mí todo es una gran mentira, salvo esto", asegura, cada vez más transfigurado en un ser de otro tiempo. Y arremete con lo único que le importa: "El problema no es tanto el color sino la combinación que uses. Creo que era Rembrandt el que decía: «Si me dan barro, hago la piel de una Venus, siempre y cuando me dejen elegir los colores que la rodean»."

Para ir a verlo  
Ricardo Garabito. Selección de dibujos y pinturas. 
Hasta el 29 de agosto, en el Malba, Av. Figueroa Alcorta 3415 

Fuente: Revista La Nación

HALLAN UN BARCO DEL IMPERIO ROMANO



Descubrimiento arqueológico.
Sorpresa en el fondo del mar.
Llevaba a bordo unas 300 ánforas que usaban para transportar vino y aceite de oliva.


Un equipo de expertos estadounidenses y albaneses descubrieron un barco romano con unas 300 ánforas. Por las características de estos jarrones, la embarcación naufragó posiblemente en el siglo II antes de Cristo en Karaburun, en donde se juntan el mar Adriático con el Jónico (brazo del Mediterráneo), en las actuales costas de Albania.
El hallazgo podría servir para saber más sobre el imperio romano y su relación con los ilirios; pueblos que habitaban esas tierras, navegaban las aguas del Adriático y finalmente fueron derrotados por Roma.
Según declaró Auron Tare, miembro albanés del equipo de arqueólogos, la embarcación, de 30 metros eslora, se encontró al oeste de la isla de Sazan, frente a la bahía de Vlora, a unos 50 metros de profundidad.
El barco fue descubierto por un robot de la nave científica estadounidense Hércules, que desde hace cinco años rastrea el fondo de los mares Jónico y Adriático frente a las costas de Albania, para crear un mapa de los patrimonios arqueológicos e históricos submarinos de este país mediterráneo.
Las imágenes que pudo obtener el robot indican que a bordo del barco había unas 300 ánforas de tipo lambolia y otras dos más grandes que se usaban para el transporte del vino o aceite de oliva.
“Estas ánforas, típicas de la zona del Adriático, pertenecen a la segunda mitad del siglo II y la primera mitad del siglo I a.C, que coincide con el florecimiento del Imperio Romano, y se usaban para el transporte de vino y aceite”, destacó Adrian Anastasi, miembro del Instituto albanés de arqueología y parte del grupo.
Según los expertos, los restos de la nave podrían arrojar luz sobre los ilirios, pueblos indoeuropeos procedentes de los balcanes. En el Adriático, ellos se dedicaban a la piratería. Y fueron combatidos y derrotados por los romanos. De allí que también, el hallazgo contribuiría a saber más sobre la relación de este pueblo con el Imperio Romano y también con el Griego.
Desde que comenzó su actividad hace cinco años, la expedición estadounidense-albanesa, patrocinada por la RPM Nautical Foundation, ha descubierto en aguas albanesas 20 embarcaciones hundidas, algunas de la Primera y Segunda Guerra Mundial. Y otras 15 también en el mar Adriático, pero en aguas que pertenecen a Montenegro.
El hallazgo anterior de la Nautical Foundation había sido justamente frente a las costas de Montenegro, en julio último. Allí, buzos especializados pudieron subir a cubierta varias ánforas de gran tamaño.
La misma fundación también trabaja en otros proyectos arqueológicos recuperando tesoros hundidos en el mar Caribe y en el Atlántico norte (en las costas del estado de Florida, Estados Unidos). Y además en aguas de Japón, India, Italia, España, Marruecos y Bulgaria.

Fuente: clarin.com