Ahora las formas juegan, se superponen y transparentan. Ahora
los motivos (una mesa situada en un interior, una copa) son sólo
excusas para pintar, y no aspiraciones. Aquí, en este segundo piso del
Malba –una sala mediana y amarilla– se reúnen la Dinámica del viento, la Cittá-pasee, Le ombre (La sombra), y varios paisajes. Es en estas obras, dentro de este
espacio, cuando uno siente que la búsqueda de la luz estructura, define
los movimientos que nos rodean y que son expulsados desde las pinturas.
Porque los cuadros exponen dinámicas, líneas de fuerza; muestran las
posibilidades que brinda la investigación plástica en torno a la forma y
al valor, la excitación del pintor ante el descubrimiento de las
estructuras puras y su alegría. Y hay que decirlo: contemplar estas
obras genera asombro. Porque, sí, se trata de Pettoruti, el gran artista
que todos conocemos; pero ninguno de estos trabajos es el que uno
esperaba encontrar. Entonces, al entrar en la exhibición, caen los
presupuestos y una ola fresca, original, inunda la vista, el cuerpo y la
percepción. Devora la mirada.
Se trata de Pettoruti y el arte abstracto, 1914-1939,
la muestra que se realiza en el Malba actualmente y que tiene como
objetivo comunicar una visión distinta, renovada, de la obra del
artista. ¿Encargados del asunto? La curadora Patricia Artundo y su
colega Marcelo Pacheco, curador en jefe del museo.
“Ya hacía varios
años que estábamos tras este proyecto”, comenta Pacheco, “que trata
sobre el Pettoruti menos conocido. Y en realidad, existe muy poca obra
suya de este tipo y, además, mucha de esa producción quedó en Europa,
como por ejemplo, en la colección Sartoris, que fue una de las más
famosas de la región durante el siglo pasado (aunque luego los
descendientes de Sartoris se deshicieron de los Pettorutis). Pasó que
cuando el artista vivía allá, había regalado o vendido estas obras. Pero
fue a partir de los 70 –el momento en que volvieron a circular– cuando
estos trabajos aparecieron en remates internacionales, como obras
sueltas.”
“La exposición plantea un reencuentro con Pettoruti”,
explica por su parte Artundo, “del que proponemos verlo desde otro
lugar, no tan sólo relacionándolo con el cubismo o el futurismo, como en
general se hace, sino sobre todo con la abstracción. Para eso trajimos
a esta exhibición muchas obras que hace tiempo que no se ven en la
Argentina –como por ejemplo Espanzione-violenta (Expansión- violencia)– que estaba en Italia y que pertenece a una colección privada.”
Pero
este conjunto más bien pequeño de obras –sólo treinta y siete– no se
exhiben por conmemoración, renacimiento o recuerdo, sino que todo el
trabajo curatorial está basado en una hipótesis. Dice de ella el curador
del Malba: “Lo que nos interesa postular es que Pettoruti se construyó
como artista vanguardista a partir de su imagen como pintor cubista de
tipo picassiano. De hecho, los textos que se han escrito sobre él o
los que él mismo escribía en los que se encargó muy bien de dejar un
testimonio claro –especialmente en su autobiografía que es tendenciosa y
que hay que leer con cuidado–, insisten sobre este punto. Esta fue una
decisión del propio Pettoruti sobre cómo él decidió mostrarse. Tenía
esto muy definido; por eso, la obra que se puede ver ahora en el museo
no fue nunca mostrada por el artista durante los años 30 y 40, salvo en
el año 24, cuando hizo esa famosa exposición-escándalo”. Pacheco se
refiere a la muestra que Pettoruti realizó en la galería Witcomb de
Buenos Aires, en la que expuso ochenta y seis obras que provocaron
reacciones extremas: la leyenda dice que el público las escupía.
“Luego
de esa muestra en nuestro país pasaron a identificar a Pettoruti como
un artista cubista o futurista; y él, en ese momento, sacó provecho de
la situación porque se había dado cuenta de que Picasso era el líder
artístico a nivel mundial. Por lo que ese encasillamiento, a Pettoruti,
como diseñador de su carrera de artista, le convenía”, detalla Pacheco.
“En este sentido era, también, un estratega.”
Tal como lo comenta
el curador, la obra del pintor no termina en sólo dos movimientos
artísticos: abarca mucho más. Lo que ella comprende, cómo y desde dónde,
es lo que esta muestra propone analizar, estableciendo como marco de
fondo, abarcativo, a la abstracción. Porque Pettoruti, antes de diseñar
su carrera y de encasillarla a conveniencia, se definió en los últimos
quince años de vida como “pintor abstracto”, retomando un hilo que
había dejado atrás hacía mucho tiempo, con sus dibujos y pinturas
abstractos de los años italianos (1913-1924).
Las obras que se
exponen en la sala son divertidas. Son formas orgánicas, libres,
relacionadas entre sí, que pertenecen a momentos de la producción del
artista muy diferentes. Hay que observar que en la trayectoria del
pintor, a pesar del paso de los años, los motivos persisten: por
ejemplo, pintó el motivo de la copa una, y otra y otra vez, en
diferentes momentos. Si usted va a la exhibición, fíjese, por ejemplo,
en Copa llena, de 1928; Copa sobre la mesa, de 1930, Copa llena, de 1939, La gran copa, de 1949 y la espectacular Copa armónica II, de 1937. Son cinco maneras de observar, reflexionar y analizar el mismo motivo, pero con resoluciones muy diversas.
“Nunca
hemos visto el espíritu con los ojos y, no obstante, sentimos su
permanencia”, escribió Pettoruti en 1936. Y algo de esto pesa en la
exposición; muchos de los trabajos son exquisitos, inusuales, y hasta
poco terrenales (especies de ganchos divinos con la capacidad de
sumergirnos de lleno en otra dimensión de la vida, de la realidad).
Quizás la respuesta a estos dilemas la puede responder el propio
Pettoruti: “¿O acaso las percepciones del artista no son infinitamente
superiores a las descripciones más fieles de la realidad?”
FICHA
Pettoruti y el arte abstracto, 1914-1949
Lugar: MALBA, Av. Figueroa Alcorta 3415.
Fecha: hasta el 27 de junio.
Horario: lunes a jueves 12 a 20 hs; martes cerrado.
Entrada: $ 22. Jub y est.: $ 11.
Fuente: Revista Ñ Clarín.