LA REPÚBLICA CHECA RETIRA PRECIPITADAMENTE LAS OBRAS DE ARTE
PRESTADAS A INSTITUCIONES EXTRANJERAS
PARA IMPEDIR SU CONFISCACIÓN



El Gobierno de la República Checa ha ordenado recuperar a toda prisa las obras de Arte prestadas por los museos estatales antes de que se confisquen por orden judicial. Alguien que reclama 400 millones de euros a las autoridades de ese país está solicitando que se decomisen todas las propiedades de la República Checa en los demás estados, y ya ha conseguido su propósito en Austria. Allí se ha dado orden de inmovilizar dos pinturas y una escultura que se exponían en la Galería Belvedere hasta que un tribunal decida sobre la reclamación que presentó Diag Human, empresa perjudicada por el Gobierno de la extinta Checoslovaquia.
Diag Human ha logrado también que un tribunal francés acepte tramitar la demanda, aunque allí no se ha confiscado por el momento ninguna obra de Arte.

Fuente texto: noticiasarteseleccion.com

REGRESÓ A BASILEA
LA FERIA DE LOS SUPERLATIVOS




“Los Juegos Olímpicos del Arte”, “la fiesta del punto rojo”, “Arte grande a grandes precios”...
Agencias de noticias, diarios y televisiones del mundo entero compitieron en una llamativa orgía de superlativos para hablar de la feria de Basilea, que se celebró hasta hoy 19 de junio. Se llega a decir que “comprar Arte es sexy”, como publica otro prestigioso rotativo cuyo enviado especial tampoco pudo escapar a las dosis masivas de optimismo que reparte el departamento de imagen del certamen.

Fuente texto: noticiasarteseleccion.com

EL PABELLÓN ESPAÑOL EN VENECIA
LLEGA “AL LÍMITE DE LA IDIOTEZ”



Así lo cree Fernando Castro Flórez, profesor universitario, crítico de Arte y miembro del Patronato del Museo Reina Sofía de Madrid. Castro Flórez utiliza expresiones como “desastre”, “frivolidad” y “delirio” para referirse a la obra encargada a Dora García para representar a España en la Bienal. La artista llama a su trabajo ‘Lo Inadecuado’ y Castro Flórez cree que “el título es de una precisión casi aterradora”.

Fuente: noticiasarteselección.com

DOISNEAU, FOTÓGRAFO DE HISTORIAS ETERNAS


La gran muestra en Recoleta incluye fotos de los suburbios de París pasando por la lucha de la Resistencia, los trabajadores de oficios duros hasta su famosa serie de besos.


Por Marina Oybin

Una vez que uno ve Simplemente Doisneau, en la sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta, siente que es más que una muestra fotográfica. El mundo Doisneau desata historias: los personajes salen de las fotos, se meten en los poros y en los ojos hasta arrancar lágrimas o sonrisas. Y eso es algo que no pasa frecuentemente.
 Cuando llego al Centro Cultural para entrevistar a Agnes de Gouvion Saint-Cyr, curadora de la muestra y especialista en la obra de Doisneau (con quien tuvo una fuerte amistad), Francine Deroudille, una de las hijas de Doisneau, y encargada de su obra, está en la sala. La invito a sumarse a la entrevista.
 Son 139 fotografías en pequeño formato; algunas de ellas hubiera sido preferible presentarlas en formato más grande. La exposición pone el foco en los cambios que experimentaron tras la guerra los suburbios parisinos, donde vivió Doisneau. París y los suburbios fueron su gran obsesión. Ahí está ese inolvidable chico mariposa. Y los hombres y mujeres que trabajan de noche, los empleados de los cafés, botes, clubes nocturnos, prostitutas y vagabundos. “Le interesaba fotografiar el mundo nocturno, pero no tenía un interés en ese mundo. Le atraía más, y tenía un gran respeto, por la gente con trabajos duros, que se levanta de madrugada: el mundo que le gustaba era el del mercado de Les Halles”, recuerda Saint-Cyr. Y agrega: “Cuando llevaba a la agencia sus fotos de los suburbios, sus colegas le decían que eso no le interesaba a nadie. Sin embargo, siguió desobedeciendo, siempre con gran amabilidad”.
Su interés por los temas sociales y los sectores populares se evidencia, por ejemplo, en un collage que se exhibe en sala: la pertenencia de clase de las distintas familias determina la disposición espacial en un edifico de departamentos. Cada ventana es una foto de un interior al que Doisneau nos invita a espiar. Uno se encuentra con los inquilinos en su intimidad: Monsieur Dassonville con su pato; el señor Salkhazanoff y sus tres bebés; Claudio, el estibador, recostado en su camita, mirando las fotos y los dibujos de las mujeres desnudas que empapelan las paredes de su habitación (excelente fotografía), y otras de los conciernes (los encargados de edificios).
Algunas imágenes de exteriores parecen pinturas: “Los reflejos de la Bastilla” es como una ciudad fantástica en clave gótica, y “El Sena”, un inolvidable paisaje romántico. Hay también fotos que acercan al modo en que trabajaba las series en secuencias: como si fueran escenas de un film. Hay dos trabajos en los que captura, sin ser visto, la mirada del espectador. Una, ante La Gioconda; la otra, ante una pintura de un desnudo femenino en la vidriera de un anticuario: y logra un desfile inagotable de expresiones que van de la sonrisa hasta la indignación. 
Las fotografías de Doisneau son hermosísimas y al tiempo melancólicas. Quedan grabadas. Es curioso: los personajes, esos que se meten por los poros, se vuelven tan cercanos que uno siente que conoce a “la mimosa”, a Monsieur Garofino, ahí caminando en el muelle de la Râpée, o al atractivo dependiente de Gabrillargues, manchado de carbón, que toma una copa en la barra del bar.
 En 1939 se alistó en la Resistencia francesa (hasta 1940 cuando le dieron la baja). Y en el verano de 1944 en París, hizo un fotoreportaje de la resistencia (“El descanso del FFI”). Sus fotografías sobre la ocupación y liberación de París se hicieron mundialmente conocidas. En sus fotos de postguerra, se percibe con fuerza la urgencia por mostrar un mundo que se termina. Esa premura marca la obra de Doisneau: “Una vez me dijo que no sabía si era preferible fotografiar o actuar”, dice la curadora. Descontando que las películas eran un bien muy escaso y preciado, hay que recordar que durante la guerra para fotografiar era necesario, primero, pedir autorización a los alemanes, y, luego, dejar que el material fuera sometido a la censura. Doisneau, como muchos fotógrafos, no aceptó.
Con su formación de grabador y litógrafo, se dedicó a falsificar documentos. “Hizo aún más: un día llegó a casa un judío que estaba huyendo y le pidió que le hiciera los documentos en seguida: al hombre le estaban pisando los talones. Pero mi padre no podía hacerlo tan rápido: tenía que preparar sellos, dejar secar la tinta … Le dijo: hay una sola solución: voy a darle mi documento cambiándole la foto. Ese hombre durante la guerra se llamó Robert Doisneau”, cuenta su hija. Y sigue: “Muchos de los que participaron en esa red de resistencia, desde luego, no se conocían entre sí. Ya cuando terminó la guerra, mi padre se dedicó a fotografiar a todos los impresores clandestinos: decía que eran los héroes anónimos de la guerra”. 
En sala, está también la famosísima fotografía El beso del Hôtel de Ville (París, 1951) de su serie de “Besos”, fotos que son puestas en escena hechas a pedido de la revista Life, para mostrar que en París los enamorados no andaban tímidamente. Y hubo besos en la Municipalidad, en la Ópera, en la estación de Saint Lazare, y la lista sigue. Doisneau llevó a una pareja amiga suya, y su cámara los transformó en protagonistas de una inolvidable historia de amor.
“Descontando a los que quisieron aprovecharse, es extraño que tanta gente haya pensado que era la que estaba en esa fotografía. Es algo que sorprende”, les comento a la curadora y Francine Deroudille. “Hubo muuuuucha gente (risas): todos habían sido modelos de la foto. En un momento teníamos miles de llamadas. Todos querían dinero, pero yo creo que también había gente sincera: todo el mundo quería vivir un momento como ese”, recuerda la hija del fotógrafo.
Hombre extremadamente discreto, Doisneau decía que “detestaba pisotear los jardines secretos”. Y así y todo, sin pisotearlos, auscultó a quienes pasaron delante de su cámara. Doisneau, el que siempre se definió como un cazador clandestino de lo efímero, y estaba orgullo de ser un fotógrafo de prensa (y de ser uno de los primeros en tener su credencial de fotoperiodista). Ese hombre desató historias eternas.

FICHA

Simplemente Doisneau
Lugar: Centro Cultural Recoleta, Junín 1930
Fecha: hasta 26 de junio
Horario: lunes a viernes de 14 a 21; sabados, domingos y feriados de 10 a 21.
Entrada: gratis


Fuente: Revista Ñ Clarín

LA UNESCO ALERTA SOBRE EL PELIGRO
QUE CORREN LAS PINTURAS RUPESTRES
EN TODO EL MUNDO


Bisonte de la Cueva de Altamira, España.

 
El turismo, la minería, las obras públicas y la guerra son los principales enemigos de las pinturas rupestres, según ha denunciado la UNESCO en un encuentro científico celebrado en España. Nuria Sanz, responsable del Programa de Prehistoria y Patrimonio de la institución dijo esta semana que “ninguna manifestación artística se está destruyendo a la velocidad que lo hace el Arte rupestre", a pesar de que “ninguna otra ha perdurado tanto en el tiempo”.
La UNESCO está preocupada por "la destrucción sistemática del Arte rupestre”, que no solo afecta a las propias manifestaciones artísticas. También se destruye el paisaje que las rodea y las culturas indígenas que aún en el siglo XXI practican ritos similares a los de sus antepasados en relación con esas pinturas.
"Tenemos mucha suerte de tener tanto Arte rupestre, pero el desarrollo avanza a una velocidad que resulta incompatible con su conservación", aseguró la alta funcionaria, que ha puesto sobre la mesa ejemplos alarmantes de lo que denuncia.

Fuente: noticiasarteseleccion.com



TORRES GARCÍA:
DE LAS VANGUARDIAS EUROPEAS
A CREAR UNA RIOPLATENSE


Dos muestras simultáneas en el museo de la Universidad Tres de Febrero sobre quien fue el mayor artista uruguayo, creador de un estilo de avanzada y latinoamericano.


Dos muestras simultáneas de Joaquín Torres García que llegan al alma y al cuerpo. Eso es lo que propone “Torres García, Utopía y tradición”, en el Museo de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (MUNTREF).
Queda muy claro: Joaquín Torres García (Montevideo, 1874-1949) tuvo una vida a puro viaje y arte. A los 17, emigró a Cataluña, donde tuvo un papel fundamental en la vida artística, metiéndose en el movimiento noucentista catalán (que retornó al clasicismo recuperando la tradición mediterránea). En 1917, fue a Nueva York, y quedó fascinado con la city. Luego vendrían Italia y París, siempre en contacto con las vanguardias. A fines de 1932, viajó con su familia a Madrid y terminó sus textos teóricos sobre el arte constructivo.
Ya de vuelta en Montevideo, creó la Escuela del Sur, donde desplegó el arte constructivo, que buscó diferenciarse de los ismos eurocentristas de las vanguardias del norte, retomando la cosmología prehispánica como fundamento filosófico de su simbolismo.
“La ciudad y los signos”, con curaduría de Gabriel Peluffo Linari, reúne medio centenar de obras del artista uruguayo, y Norte en el Sur. “El legado de Joaquín Torres García”, con curaduría de Laura Malosetti Costa, incluye trabajos de los artistas que pasaron por la Escuela del Sur. Salen por primera vez de Uruguay para hacer pie en nuestras pampas los libros que se exhiben en las vitrinas. En ellos, el artista desarrolló su teoría constructiva, al tiempo que diseñó tapas, tipografía e ilustraciones.
Las pinturas, dibujos, tintas y acuarelas de Torres García permiten descubrir que ya en sus inicios está presente la propuesta constructiva: en las pinturas de las ciudades que amó, como Nueva York, aparece la imagen fragmentada, como si todo se moviera a ritmo vertiginoso. Además, ubica los elementos en un mismo plano, y trabaja ya sobre las bases del universalismo constructivo, con los principios de proporción y unidad: un sello del artista. Son trabajos lineales y de una figuración esquemática, con su característica paleta bien acotada: a veces terrosa, a veces de colores primarios.
Torres García elaboró un sistema estético filosófico: el universalismo constructivo. “Denominó arte constructivo (1930-1949), a un modo de producción simbólica que partiendo de ciertas condiciones de espacio y de tiempo contemporáneas, pretendió volver a encontrarse con el saber oculto de las grandes tradiciones culturales de la humanidad. En ese proceso, la ciudad como laboratorio del sentido ocupó el lugar central de su experiencia estética y de su elaboración conceptual”, escribe en el catálogo Linari.
La forma más intensa de entender el pensamiento del artista es a través de sus propias reflexiones. Decía: “Una imagen esquemática, que sea la idea gráfica de una cosa, será, para nosotros, un documento precioso”.
Cuando vaya a la muestra no deje de ver “Hombre universal” (tinta, 1938), una obra que condensa sus intereses. Reúne símbolos de la tradición cristiana (como el pez), representaciones de máscaras de la cultura precolombina, runas, pasando por elementos de la arquitectura clásica hasta otros de la cultura contemporánea, como una mágica escalera que une cielo y tierra.


HOMBRE UNIVERSAL. LA TINTA QUE CONDENSA SU ESTILO.

Agenda

Dónde: Valentín Gómez 4838, Caseros.

Cuándo: martes a domingo, 11 a 20 hs.

Hasta: 31 de julio.


Fuente: Revista Ñ Clarín

UNA LECTURA POLÉMICA


En las obras a las que le dio relevancia como en sus escritos, Pettoruti construyó su imagen de artista cubo-futurista. Los curadores lo ponen en discusión.



LA GRAN COPA. Este óleo sobre tela forma parte de la exposición Pettoruti y el arte abstracto, 1914-1949.

POR MERCEDES PÉREZ BERGLIAFFA

Ahora las formas juegan, se superponen y transparentan. Ahora los motivos (una mesa situada en un interior, una copa) son sólo excusas para pintar, y no aspiraciones. Aquí, en este segundo piso del Malba –una sala mediana y amarilla– se reúnen la Dinámica del viento, la Cittá-pasee, Le ombre (La sombra), y varios paisajes. Es en estas obras, dentro de este espacio, cuando uno siente que la búsqueda de la luz estructura, define los movimientos que nos rodean y que son expulsados desde las pinturas. Porque los cuadros exponen dinámicas, líneas de fuerza; muestran las posibilidades que brinda la investigación plástica en torno a la forma y al valor, la excitación del pintor ante el descubrimiento de las estructuras puras y su alegría. Y hay que decirlo: contemplar estas obras genera asombro. Porque, sí, se trata de Pettoruti, el gran artista que todos conocemos; pero ninguno de estos trabajos es el que uno esperaba encontrar. Entonces, al entrar en la exhibición, caen los presupuestos y una ola fresca, original, inunda la vista, el cuerpo y la percepción. Devora la mirada.
Se trata de Pettoruti y el arte abstracto, 1914-1939, la muestra que se realiza en el Malba actualmente y que tiene como objetivo comunicar una visión distinta, renovada, de la obra del artista. ¿Encargados del asunto? La curadora Patricia Artundo y su colega Marcelo Pacheco, curador en jefe del museo.
“Ya hacía varios años que estábamos tras este proyecto”, comenta Pacheco, “que trata sobre el Pettoruti menos conocido. Y en realidad, existe muy poca obra suya de este tipo y, además, mucha de esa producción quedó en Europa, como por ejemplo, en la colección Sartoris, que fue una de las más famosas de la región durante el siglo pasado (aunque luego los descendientes de Sartoris se deshicieron de los Pettorutis). Pasó que cuando el artista vivía allá, había regalado o vendido estas obras. Pero fue a partir de los 70 –el momento en que volvieron a circular– cuando estos trabajos aparecieron en remates internacionales, como obras sueltas.”
 “La exposición plantea un reencuentro con Pettoruti”, explica por su parte Artundo, “del que proponemos verlo desde otro lugar, no tan sólo relacionándolo con el cubismo o el futurismo, como en general se hace, sino sobre todo con la abstracción. Para eso trajimos a esta exhibición muchas obras que hace tiempo que no se ven en la Argentina –como por ejemplo Espanzione-violenta (Expansión- violencia)– que estaba en Italia y que pertenece a una colección privada.”
Pero este conjunto más bien pequeño de obras –sólo treinta y siete– no se exhiben por conmemoración, renacimiento o recuerdo, sino que todo el trabajo curatorial está basado en una hipótesis. Dice de ella el curador del Malba: “Lo que nos interesa postular es que Pettoruti se construyó como artista vanguardista a partir de su imagen como pintor cubista de tipo picassiano. De hecho, los textos que se han escrito sobre él o los que él mismo escribía en los que se encargó muy bien de dejar un testimonio claro –especialmente en su autobiografía que es tendenciosa y que hay que leer con cuidado–, insisten sobre este punto. Esta fue una decisión del propio Pettoruti sobre cómo él decidió mostrarse. Tenía esto muy definido; por eso, la obra que se puede ver ahora en el museo no fue nunca mostrada por el artista durante los años 30 y 40, salvo en el año 24, cuando hizo esa famosa exposición-escándalo”. Pacheco se refiere a la muestra que Pettoruti realizó en la galería Witcomb de Buenos Aires, en la que expuso ochenta y seis obras que provocaron reacciones extremas: la leyenda dice que el público las escupía.
“Luego de esa muestra en nuestro país pasaron a identificar a Pettoruti como un artista cubista o futurista; y él, en ese momento, sacó provecho de la situación porque se había dado cuenta de que Picasso era el líder artístico a nivel mundial. Por lo que ese encasillamiento, a Pettoruti, como diseñador de su carrera de artista, le convenía”, detalla Pacheco. “En este sentido era, también, un estratega.”
Tal como lo comenta el curador, la obra del pintor no termina en sólo dos movimientos artísticos: abarca mucho más. Lo que ella comprende, cómo y desde dónde, es lo que esta muestra propone analizar, estableciendo como marco de fondo, abarcativo, a la abstracción. Porque Pettoruti, antes de diseñar su carrera y de encasillarla a conveniencia, se definió en los últimos quince años de vida como “pintor abstracto”, retomando un hilo que había dejado atrás hacía mucho tiempo, con sus dibujos y pinturas abstractos de los años italianos (1913-1924).
Las obras que se exponen en la sala son divertidas. Son formas orgánicas, libres, relacionadas entre sí, que pertenecen a momentos de la producción del artista muy diferentes. Hay que observar que en la trayectoria del pintor, a pesar del paso de los años, los motivos persisten: por ejemplo, pintó el motivo de la copa una, y otra y otra vez, en diferentes momentos. Si usted va a la exhibición, fíjese, por ejemplo, en Copa llena, de 1928; Copa sobre la mesa, de 1930, Copa llena, de 1939, La gran copa, de 1949 y la espectacular Copa armónica II, de 1937. Son cinco maneras de observar, reflexionar y analizar el mismo motivo, pero con resoluciones muy diversas.
“Nunca hemos visto el espíritu con los ojos y, no obstante, sentimos su permanencia”, escribió Pettoruti en 1936. Y algo de esto pesa en la exposición; muchos de los trabajos son exquisitos, inusuales, y hasta poco terrenales (especies de ganchos divinos con la capacidad de sumergirnos de lleno en otra dimensión de la vida, de la realidad). Quizás la respuesta a estos dilemas la puede responder el propio Pettoruti: “¿O acaso las percepciones del artista no son infinitamente superiores a las descripciones más fieles de la realidad?”

FICHA
Pettoruti y el arte abstracto, 1914-1949

Lugar: MALBA, Av. Figueroa Alcorta 3415.
Fecha: hasta el 27 de junio.
Horario: lunes a jueves 12 a 20 hs; martes cerrado.
Entrada: $ 22. Jub y est.: $ 11.


Fuente: Revista Ñ Clarín.